lunes, 28 de junio de 2021

HISTORIA DE ESPAÑA

SIGLO XIII EN ESPAÑA

La Estoria de España, conocida en la edición de Menéndez Pidal como Primera Crónica General, es un libro de carácter histórico escrito por iniciativa de Alfonso X el Sabio (que colaboraba activamente en su redacción) y supone la primera historia de España extensa que no era una mera traducción del latín.1​ Su contenido alberga cronológicamente desde los orígenes bíblicos y legendarios de España hasta la inmediata historia de Castilla bajo Fernando III.

La obra es en realidad un planteamiento inicial que no llegó a ser culminado satisfactoriamente en vida del rey Alfonso X. Por ello han llegado hasta nosotros varias redacciones en vida del monarca denominadas comúnmente «versiones alfonsíes», y refundiciones posteriores al siglo XIII llamadas «crónicas alfonsíes». La primera redacción del scriptorium del rey de Castilla fue elaborada entre 1270-1274 y recibe el nombre de Versión primitiva.2​ Bajo la supervisión del propio rey se redactó en Sevilla entre 1282 y 1284 la llamada Versión crítica, algo más sintética. Ya bajo Sancho IV se elabora, a partir de los materiales del equipo de Alfonso X, la denominada Versión sanchina, terminada en 1289. A ellas se sumarían, en el siglo XIV y siguientes, varias refundiciones derivadas del proyecto del rey Sabio que suelen denominarse «crónicas alfonsíes» (aunque son, propiamente dichas, postalfonsíes), entre las que los jalones fundamentales son la Crónica de Castilla (c. 1300), la Traducción gallega (c. 1312)?, la Crónica de 1344 y la Crónica de veinte reyes.

Menéndez Pidal publicó en 1906 una edición de la Estoria de España titulada Primera Crónica General que utilizaba un manuscrito refundido que contenía versiones de varia procedencia, tanto del taller alfonsí como del de Sancho IV, e incluía material de la Crónica particular de San Fernando de mediados del XIV. Su influencia y difusión a lo largo de la mayor parte del siglo XX hizo que se identificara esta edición con la Estoria de España alfonsí hasta que los estudios de su nieto Diego Catalán3​ desvelaran que el manuscrito E en que se basó el erudito coruñés era un códice facticio e identificara las diferentes «versiones alfonsíes» básicas, señalando su cronología y procedencia.

Para su composición se usaron fuentes muy diversas, pero destaca la utilización de De rebus Hispaniae (1243) de Rodrigo Jiménez de Rada el Toledano, que supone la base de la Estoria de España alfonsí.4​ A ella se sumarían el Chronicon mundi (1236), de Lucas de Tuy el Tudense, cuando se requería completar al Toledano. Entre las fuentes secundarias cabe mencionar otras crónicas latinas medievales, la Biblia (fundamentalmente para la Historia Antigua, completada con alguna obra clásica latina), obras eclesiásticas, cantares de gesta e historiografía árabe.

Esta obra del escritorio alfonsí se divide en cuatro grandes partes. La primera incluye una historia de Roma (los reyes medievales europeos se consideraban herederos del Imperio romano); la segunda cuenta la historia de los reyes bárbaros y góticos (sus antecedentes en los reinos hispanos); la tercera es una historia del reino astur-leonés (desde que comenzó la Reconquista), y la cuarta, la del castellano, aunque el castellanocentrismo con que está concebida (y que proviene de su principal fuente, la Historia de rebus Hispanie) considera reyes de Castilla a muchos monarcas que fueron privativos del reino de León. Esta «cuarta parte» ha recibido gran atención de la crítica, pues no fue completada en la Versión primitiva del escritorio alfonsí, y el estudio de sus variantes es fundamentalmente para deslindar las distintas redacciones de la sección correspondiente a la historia de los reyes leoneses y castellanos.

En su primera redacción, la denominada Versión primitiva, se había culminado hasta el reinado de Alfonso VI, y posiblemente hasta el de Alfonso VIII de Castilla; esto es, la redacción fue completada hasta un punto bastante más avanzado de lo que se consideró primeramente, cuando se pensaba que a partir de la historia del reino astur-leonés los materiales solo habían llegado al estado de borrador. Así, de la «cuarta parte», relativa a los reyes que la Estoria de España consideraba de Castilla, estaban casi concluidos los reinados de Fernando ISancho II y Alfonso VI; medianamente elaborados los de Urraca IAlfonso VII y Sancho III; y en el inicio del proceso (solo traducidos de De rebus Hispaniae) Alfonso VIII, Fernando II y Alfonso XI.5​ Si bien se había creído que la redacción de la Estoria de España había sido abandonada hacia 1274 para emprender otro monumental proyecto al que dedicaría Alfonso X nuevas energías, la compilación de una historia de carácter universal titulada General estoria (o Grande e general estoria), que interrumpiría la redacción de la Estoria de España, actualmente se sabe que tanto la Estoria de España como la General Estoria fueron proyectos emprendidos a la vez y desarrollados en paralelo, aunque el primero fue dejado en segundo plano entre 1274 y 1282. La Estoria de España careció de redacción definitiva (en su Versión primitiva) en el periodo que comprendía los últimos reyes de Castilla, la llamada «cuarta parte» (probablemente desde Alfonso VIII en adelante, pues solo se ha trasmitido de estos reinados una mera traducción de De rebus Hispaniae),6​ pero fue culminada en una versión un poco más sintética en dos años al final de su reinado, en la redacción denominada Versión crítica, que llega hasta el reinado de su padre Fernando III el Santo; todo ello indica que en ningún momento Alfonso X se desentendió completamente del proyecto de la Estoria de España.7

La Estoria de España, como sucede en las crónicas de su tiempo, se remonta para contar la historia a los más remotos orígenes hallados en la Biblia. En concreto hasta Moisés, para continuar entre mitos y leyendas mezcladas con fuentes griegas con la historia antigua. Sin embargo, conforme avanza el relato, aumenta la prolijidad en los detalles, sobre todo desde las invasiones germánicas hasta Fernando III.

Manuscrito de la Estoria de España de Alfonso X el Sabio.





La General estoria, también denominada Grande e general estoria, es un libro de carácter histórico escrito a partir de 1270, a la vez que la Estoria de España,1​ por Alfonso X el Sabio y sus colaboradores de la Escuela de Traductores de Toledo que pretendía ser una extensa historia universal en castellano.

Esta obra historiográfica fue un ambicioso proyecto Alfonsí de componer una historia universal. Para su elaboración, toma como fuente prioritaria los Cánones cronológicos de Eusebio de Cesarea en la versión ampliada de San Jerónimo, cuya versión había gozado de gran difusión en la Edad Media. Como era habitual en la época, la historia se concebía desde la Creación y operaba por acumulación de materiales a partir de una estructura que inicialmente reproducía el esquema de la historia sagrada. Esto, sumado a que la obra quedó inacabada (se interrumpe en la sexta parte, que contiene una genealogía de la Virgen María y la guerra entre César y Pompeyo), produjo un predominio de la presencia de la historia bíblica. También destaca por un inhabitual uso de fuentes de origen grecolatino, a las que dio preferencia sobre las bíblicas en muchos lugares.

Es muy probable que el diseño estructural original dividiera la obra en siete partes (número simbólico en que se dividían las Edades del Hombre), o libros, de los que finalmente se han conservado seis. En la quinta parte quedó la obra inacabada y de la sexta sólo se conservan los materiales que conformaban el borrador. La distribución en libros o partes queda como sigue:2


Manuscrito de la General estoria (códice de El Escorial) de Alfonso X el Sabio.

Fuentes[editar]

Las fuentes utilizadas para la copilación de la historia universal son más numerosas que las que se utilizaron en la Estoria de España y también de carácter más variado. Sin embargo la falsilla sobre la que se construye es la narración del Antiguo Testamento, pues el concepto medieval de la historia estaba subordinado al planteamiento divino, y, por esta razón, era considerada la más prestigiosa. Para ello utiliza como fuente principal los Cánones de Eusebio de Cesarea y la actualización ampliada que de ellos hizo Jerónimo de Estridón, obras que datan del siglo IV y que fueron ampliamente difundidas por el occidente cristiano y, por tanto, de fácil acceso al taller alfonsí.

Aun así, Alfonso X utilizó abundantes materiales tomados de fuentes de origen grecolatino, e incluso tuvo preferencia por ellas en muchas secciones en las que predominan sobre las bíblicas, si bien en el plan general de la obra están subordinadas al decurso del relato de la historia sagrada.

En todo caso, en esta obra se da una ingente labor de copilación y combinación de fuentes bíblicas, latinas clásicas (Metamorfosis y Heroidas de OvidioFarsalia de LucanoHistoria natural de Plinio el ViejoAntigüedades judías de Flavio Josefo), latinidad tardía (Historia de preliisCánones crónicos de Eusebio de Cesarea y su continuación por Jerónimo de Estridón), latinas medievales (Etimologías de San IsidoroHistoria escolástica de Pedro ComéstorPantheon de Godofredo de Viterbo), francesas, británicas e hispánicas de los siglos XII y XIII (Roman de Thèbes, 1150; Roman de Troie, 1170, de Benoît de Sainte-MaureAlexandreis de Gautier de ChâtillonHistoria antigua hasta César, 1230, dedicada a Roger de LilleHistoria regum britanniae de Geoffrey de MonmouthChronicon Mundi de Lucas de TuyDe rebus Hispaniae de Rodrigo Jiménez de Rada), hebreas y árabes (Estoria caldea de Al-Guazil, y otras, algunas hoy perdidas).2

Género[editar]

No se puede adscribir la obra al género medieval de las biblias historiales, como la Historia scholastica, obra difundidísima del siglo XII de Pedro Coméstor, ya que la inclinación de Alfonso X a las fuentes paganas, la ausencia de un exclusivo sentido cristiano (la intención del monarca castellano era más bien político) y de una interpretación en los usuales tres niveles significativos con que se efectuaba la exégesis bíblica en la tradición patrística, así como un tono más profano en la versión de la narración del Génesis, lo alejan del género de las Biblias historiadas. De todos modos, el hecho de que el relato se interrumpa antes del fin de la narración documentada en la Biblia oculta en gran medida el alejamiento respecto de los hábitos propios de las biblias historiales.

Se trata, en fin, de una obra historiográfica universal cuya intención era conectar los orígenes de la historia con los antepasados de Alfonso X a través de la narración de la Biblia principalmente, y de la historia de la Antigüedad clásica pasando por los reyes godos hasta llegar al reino de Castilla, teniendo como objetivo último justificar su aspiración al título de Emperador de España, en la misma línea en que lo hizo en su anterior obra histórica.

Destaca por su originalidad en el siglo XIII la incorporación de extensos pasajes sobre mitología clásica, como los del Ciclo troyano, el Ciclo Tebano o la vida de Alejandro Magno. Así, para la tragedia familiar de la historia de Tebas utilizó una versión en prosa del Roman de Thèbes francés. Además, la narración bíblica principal se ilustra con la mención de numerosas citas obtenidas tanto de las fuentes originales como, sobre todo, de los repertorios de dicta e facta (dichos y hechos de personajes célebres de la Antigüedad) medievales.

Estilo e intención de la obra[editar]

En cuanto al lenguaje, en esta obra Alfonso X da un paso más en la incorporación de préstamos de origen culto para el castellano del siglo XIII. Incluso, se convirtió en procedimiento habitual de sus traductores el hacer aclaraciones sobre aspectos del contenido, el léxico y las implicaciones de las fuentes clásicas de la que se obtenían los materiales. De ese modo se hacía una verdadera glosa o comentario a la historia redactada, lo que supone la introducción de una técnica habitual en la historiografía clásica pero ausente de las obras científicas alfonsíes. Este es uno de los rasgos más característicos y novedosos en la evolución de la literatura alfonsí a la altura de la década de 1270 en que se comienza a componer la General estoria.






El Lapidario es un tratado acerca de las propiedades mágicas de las piedras en relación con la astrología. El más conocido es el traducido al castellano por el rey Alfonso X el Sabio, a quien presuntamente se le adjudica el tratado, y redactado hacia 1250, aunque pudo ser traducido de nuevo, enmendado, añadido y reorganizado entre 1276 y 1279.

Manuscrito h.I.15 del Lapidario

El lapidario arábico[editar]

Los lapidarios arábicos suelen tener un carácter más mineralógico; a diferencia del lapidario de Alfonso X, el cual además incluye un paradigma astrológico y mágico.

El lapidario más destacado es el de Muhammad Ibn Mansur. Fue escrito en el siglo XII y dedicado al sultán abbasí de Persia. En dicho tratado se describían ciertas características de las piedras: como peso, dureza, variedad, localización, etc.

También es relevante el tratado de Tafasi, el cual data del siglo XIII y está dividido en 24 capítulos. Se basa en los dictado de Aristóteles y Belinas, por lo que se habla de la generación de cada piedra; además de sus cualidades, precios, variedades y los defectos e imperfecciones que se pueden sufrir a causa de las piedras.2

El lapidario europeo[editar]

El libro se constituye en una summa de tratados griegos, helenísticos y árabes recopilados y traducidos, al parecer, por Yehuda ben Moshe ha-Kohen (Yehuda Mosca o «Mosca el Coheneso»), médico real y destacado astrónomo. Este tratado está considerado como el primer manuscrito científico escrito en una lengua romance (lengua castellana).

El Lapidario de Alfonso X, es también de carácter talismánico, ya que las piedras obtienen influencia de la luz de los astros, y debido a esto la piedra obtiene influencia sobre los hombres; además de la relación que obtendrá con los signos zodiacales.

El manuscrito que lo ha transmitido (Ms. h.I.15 de la Biblioteca de El Escorial) está iluminado mediante alrededor de cincuenta miniaturas de animales del zodíaco en un total de 638 ilustraciones e iniciales policromadas, con gran variedad de letras capitales historiadas. En este tipo de tratados medievales de origen árabe (aunque la versión principal original fuese en siríaco, lengua de la familia del idioma arameo del siglo VII) sobre las virtudes curativas y mágicas de las piedras, la astrología desempeñaba un gran papel, pues modificaba las propiedades de estas.

La obra fue ampliada en 1279 con el Libro de las formas e imágenes que están en los cielos, más conocido como Tablas del Lapidario, conservado también en la Biblioteca de El Escorial con la signatura h.I.16.

Estructura[editar]

El Lapidario contiene en realidad cuatro libros distintos, de los cuales el primero se encuentra atribuido a Abolays: según los grados de los signos del zodíacolas fases de los signosla conjunción de las planetas y ordenadas por el ABC (es decir, alfabéticamente).

En el Lapidario figuran las reseñas de 360 piedras, tantas como grados del círculo zodiacal, y sus cualidades y utilizaciones farmacológicas.

Historia[editar]

El Lapidario tiene sus orígenes en un texto de Aristóteles, presuntamente apócrifo, que data del siglo IV. Esta influencia es mencionada en el prólogo del Lapidario Alfonsí, ahí se menciona que anteriormente se escribió un libro en el que el filósofo griego nombró setecientas piedras y las describió dando su color, grandeza, virtud y localización.3

El Lapidario se divide en cuatro libros, siendo el primero atribuido a Abolays. No se poseen referencias exactas sobre la identidad de Abolays, pero se sabe que es un moro de ascendencia caldea, quien obtuvo el libro por medio de un amigo, el cual le distribuía material del mismo tipo. Sumado al texto que le fue proporcionado, Abolays le adiciono las cualidades de las piedras y la manera en que obran estas por medio de las estrellas de las cuales reciben fuerza y virtud.

En el prólogo del Lapidario Alfonsí, se menciona que fue Abolays quien tradujo la obra del caldeo al arábigo. Después de la muerte de Abolays, el manuscrito original en arábigo, terminó en manos de un judío toledano renuente a dejar con facilidad el libro. Entre 1244 y 1245 ─como parte de la empresa cultural de Alfonso X “el sabio” y su taller de traductores de Toledo─ el manuscrito fue traducido al castellano por Yehuda Mosca, un médico judío, y el clérigo Garcí Pérez.

 

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