sábado, 30 de julio de 2022

HISTORIA DE ESPAÑA

 ÉPOCA MEDIEVAL

Un solariego, en la Castilla y el León medievales, era la denominación que se daba a un labriego que instalado en una tierra de dominio de nobles (solar), la trabajaba bajo el régimen de tenencia. Era una forma de colonato que con algunas diferencias, adaptadas al lugar y a la época, se pueden asimilar a los juniores de heredad1​ y los collazos (que habitan en señoríos eclesiásticos), también en Castilla y León, los mezquinos en Navarra y Aragón o los payeses en Cataluña.2

Historia[editar]

El solar era un terreno habitado y cultivado por campesinos que debían pagar una renta al señor propietario del mismo. El solar es el elemento que determina la dependencia señorial, es decir la constitución de los campesinos y los señoríos como solariegos. La importancia del solar en los estudios del medievalista J. A. García de Cortázar lo sitúa entre una de las organizaciones sociales del espacio en la Alta Edad Media castellana que las divide en: el valle, la aldea, el solar, la villa y la comunidad de villa y tierra.3

El término solariego parece en Las Partidas de Alfonso X de Castilla:

"Homo que es poblador en suelo de otro."

Y más tarde en el Ordenamiento de Alcalá de 1348 bajo el rey Alfonso XI de Castilla:

"Obligaciones y prohibiciones respectivas á los Señores y vasallos solariegos:
Ningun Señor, que sea de aldea ó de solares do hobiere solariegos, no les pueda tomar el solar á, ellos ni á sus hijos ni á sus nietos, ni á aquellos que de su generacion vinieren, pagándole los solariegos aquello que deben pagar de su derecho; y ningun solariego no pueda vender ni empeñar, ni enagenar ninguna cosa de aquello que fuere del solar, salvo á otro solariego que sea vasallo de aquel Señor cuyo es aquel solar; y si de otra manera lo vendieren ó lo enagenaren, no vala, y entréguelo todo á aquel cuyo es el solar, y toda quanta ganancia ficiere el solariego en aquel solar..."

El solariego tenía la obligación de "tener poblados los solares" y de entregar al señor rentas que dependían del lugar y la época. Podían ser en especie o en metálico además de otras posibilidades adicionales como sería el caso de la serna, por la que debía acudir determinados días del año a trabajar para la casa señorial.

Aunque el solariego era un hombre jurídicamente libre, separándose poco a poco del colono tradicional, fue consiguiendo avances sociales, desde el estadio de no poder abandonar las tierras, hasta tener libertad de movimiento, principalmente a partir del siglo XII y poder llevarse sus pertenencias. Incluso en el citado Ordenamiento se le protegía: "Penas del que tomare por fuerza algo del solariego..."

Respecto a la condición social de los colonos solariegos, los historiadores se ponen de acuerdo en que su situación en Castilla y León fue más favorable que en otros reinos hispánicos o en el resto de Europa.





Se denomina Taifa de Ceuta a varios reinos musulmanes independientes (taifa) que tuvieron como centro a la ciudad norteafricana de Ceuta (España) a lo largo de la historia. En ocasiones su territorio incluyó la ciudad de Tánger, actualmente en Marruecos.

La Taifa de Ceuta, en la parte inferior del mapa.






Tercias reales

Ir a la navegaciónIr a la búsqueda
Edificio de la Tercia Real de Mota del Cuervo.

Las tercias reales o tercias decimales eran un ingreso concedido por la Iglesia a la Corona de Castilla y más tarde a la Monarquía Hispánica consistente en dos novenos de los diezmos eclesiásticos recaudados por la misma. Con el tiempo se llegó a convertir en un ingreso habitual de la Corona.

En el siglo X comienza a extenderse en Castilla y León el dotar a las iglesias de aquellos lugares que se están repoblando con el derecho de percibir diezmos de los frutos. Lo que comenzó como una magnanimidad de los monarcas se fue generalizando, tras el Cuarto Concilio de Letrán, con Inocencio III y reconocido en España como ley a partir de 1213.

Las prestaciones decimales facilitaron al clero una saneada fuente de ingresos que le enriqueció, mientras la Hacienda Real contrastaba por su penuria y falta de recursos. Ello incitó a los monarcas a recurrir a los pontífices la gracia de participar en los productos del diezmo. Probablemente en 1219Honorio III concedió a Fernando III de Castilla y de León el derecho de las Tercias Reales, con un carácter temporal y extraordinario. Con motivo de la conquista de GranadaAlejandro VI concedió las dos novenas partes de los ingresos por diezmos o Tercias Reales, con carácter definitivo, a los Reyes Católicos y sus sucesores.

Durante siglos, el producto de las tercias fue de gran importancia en la Hacienda Pública, pero las continuas deudas de la Corona, que obligaron a los reyes a la venta de cargos y títulos, les decidió también a la enajenación del producto de las tercias. Por esta circunstancia, su importancia global en los ingresos de la Corona fue disminuyendo paulatinamente, aunque a finales del siglo XVIII su valor era muy considerable: 15 millones de reales.

Se conservan diversos edificios utilizados en su recaudación, como el existente en Villamayor de Santiago en la provincia de Cuenca, cuya plaza viene a recibir el nombre de "La Tercia", y también en Campo de Criptana, en la provincia de Ciudad Real.

Ejemplo de Baena[editar]

En el caso concreto de Baena, las tercias fueron igualmente enajenadas por la Corona a favor de Duque de Sessa, y sus rentas pasaron directamente a la administración del Duque. Durante el periodo de la Guerra de la Independencia, y aunque los derechos de señorío estaban abolidos y sus bienes embargados, por derechos de Tercia de Baena, Alcoba y Arroyuelos percibía la Hacienda ducal por quinquenio:

2.245 fanegas de pan terciado, cuyo valor ascendía a 33.648 reales, que junto con los 11.073 que importaban el vino menudo y el aceite, hacía un total de 44.747 reales y esto sin olvidar que eran años calamitosos.

Todo lo expuesto, demuestra la necesidad que se hizo notar en Baena, de proporcionar un inmueble adecuado donde almacenar todo lo que se pagaba en concepto de diezmos y tercias. Las riquezas acumuladas por la Iglesia y el pago de los diezmos en especie, hicieron necesaria la construcción de edificios adecuados que sirviesen para estos fines.







Los vándalos fueron un pueblo germano de Europa central que habitaban las regiones ribereñas del mar Báltico, en las actuales Alemania y Polonia. Su lengua pertenecía a la rama germánica oriental (solo se conservan unos pocos fragmentos de idioma vándalo). Su primera aparición en las fuentes antiguas se remonta al siglo I d.C. en que fueron citados por Plinio y Tácito.

El 31 de diciembre del año 406 atravesaron el limes romano, cruzaron un congelado Rin en las cercanías de Moguntiacum e invadieron la Galia, posteriormente se dirigieron a la península ibérica donde penetraron en el otoño del año 409 y se instalaron durante unos años en el valle del Guadalquivir. En mayo del 429, 80 000 vándalos pasaron el estrecho de Gibraltar y, dirigidos por Genserico, crearon un reino en el norte de África, centrado en la actual Túnez, desde donde saquearon Roma en el 455. El reino vándalo del norte de África duró más de 100 años, hasta que finalmente fue destruido por los bizantinos en el 534.

La reputación tradicional de los vándalos: Una visión idealizada del saqueo de Roma en 455 por Heinrich Leutemann, hacia 1870.
Genserico Rey de los Vándalos desde 428-477.
Genserico Rey de los Vándalos desde 428-477

Origen de los vándalos[editar]

Alanos en la península ibérica.

El nombre de los vándalos se ha relacionado con frecuencia con el de Vendel, el nombre de una población de UpplandSuecia, el cual es también epónimo de la era de Vendel de la prehistoria de Suecia, asimismo correspondiente a la Edad del hierro germánica que conduce a la Era vikinga. La conexión estaría en que Vendel fue el lugar de origen de los vándalos antes del Período de las grandes migraciones y conservaría su nombre tribal como topónimo. Otras posibles patrias de los vándalos en Escandinavia serían Vendsyssel en Dinamarca y Hallingdal en Noruega.1​ El primer historiador romano que los menciona fue Plinio el Viejo que los llamaba Vindili2

Los lugiones o vándalos ocupaban el territorio al oeste del Vístula y junto al Oder, hasta el norte de Bohemia. La palabra vándalo parece tener un doble significado y querría decir «los que cambian» y «los hábiles», mientras que su otro nombre, lugios o lugiones, también con doble significado, querría decir «mentirosos» y «confederados».

Parece ser que al principio, las tribus de los vandulios (o vandalios) y la de los lugios (o lugiones), junto con las de los silingosomanosburosvarinos (seguramente llamados también auarinos), didunoshelveconesarios o charinosmanimioselisios y najarvales correspondían a pequeños grupos de origen similar, integrando otra rama del grupo de los hermiones, que formaron después un gran grupo identificado generalmente como lugiones, cuyo nombre predominaba para designar a todos los pueblos componentes incluidos los vándalos. Más tarde, en el siglo ii d. C., acabó prevaleciendo el nombre de vándalos para el conjunto de pueblos.

La llegada de los godos los obligó a desplazarse hacia el sur y a asentarse en las riberas del mar Negro, siendo por tanto vecinos y en ocasiones aliados de los godos. Durante el siglo i d. C., las tribus del grupo de los lugiones o lugios (incluyendo entre ellas a las tribus de la rama de los vándalos) estuvieron en guerra frecuente con los suevos y los cuados, contando ocasionalmente con la alianza de otras tribus, especialmente los hermunduros. A mediados de siglo derrocaron a un rey de los suevos, y en el 84 d. C. sometieron temporalmente a los cuados. Durante parte de este siglo y en el siguiente, se fusionaron las diversas tribus de lugiones y dieron origen a un grupo mayor, conocido por vándalos.

Los vándalos en la península ibérica, en el siglo v d. C..

En tiempos de las guerras marcomanas ya predomina la denominación de vándalos y aparecen divididos en varios grupos: los silingos, los lacringos y los victovales, estos últimos gobernados por el linaje de los asdingos (astingos o hasdingos), cuyo nombre evocaba su larga cabellera. Junto a los longobardos, los lacringos y victovales o victofalios cruzaron el Danubio hacia el año 167 y pidieron establecerse en Panonia.

Los asdingos o victovales, dirigidos por Rao y Rapto, no fueron admitidos en Panonia (donde se habían establecido longobardos y lacringos), por lo que avanzaron hacia el año 171 en dirección a la parte media de los Cárpatos durante las guerras marcomanas, y de acuerdo con los romanos se instalaron en la frontera septentrional de Dacia. Más tarde se adueñaron de la Dacia Occidental. Al parecer, los vándalos quedaron divididos únicamente en asdingos (o victovales) y silingos, desapareciendo, mezclada entre ambos grupos y con los longobardos, la tribu de los lacringos durante el siglo iii d. C.

A partir de 275, los asdingos se enfrentaron a los godos por la posesión del Banato (abandonado por Roma), mientras que los silingos, seguramente bajo presión de los godos, abandonaron sus asentamientos en Silesia y emigraron junto a los burgundios para acabar estableciéndose en la zona del Meno. Sus ataques a Recia fueron rechazados por Probo.

El rey asdingo Visumar combatió contra los godos procedentes del este al mando de Geberico, que atacaron sus territorios. Wisumarh murió en lucha contra los godos, y los integrantes de las tribus de vándalos que no quisieron someterse a los godos, hubieron de pasar a territorio imperial, instalándose en Panonia, donde también se asentaron los cuados. A principios del siglo v d. C. habían abandonado Panonia (como también los cuados) y se unieron a los suevos y alanos para invadir la Galia. En las primeras luchas del año 406 murió el rey Godegisel (Godegisilio). Pocos años después, los dos grupos vándalos acabaron fusionados.

Llegaron a Hispania en 409 ,cruzando los Pirineos, en compañía de suevos y alanos, donde se establecen como federados.3​ Hacia el 425 asolaron y saquearon la ciudad de Carthago Nova, actual Cartagena, y en el 426 tomaron la ciudad de Hispalis (Sevilla) con Gunderico al mando.

Desde el 411, los asdingos, junto con los suevos, se instalaron en Galicia, y los silingos en la Bética. Al parecer, los vándalos silingos desaparecieron pronto aniquilados por los visigodos, aunque también puede ser que se mezclasen con los asdingos en su marcha hacia África.






Vela Jiménez, también Vigila Scemeniz,1​ está documentado en dos ocasiones como conde en Álava entre 882 y 883 en la Crónica albeldense,21​ redactada en 881 con dos largos párrafos añadidos posteriormente relatando los acontecimientos de los años 882 y 883. Existe una referencia anterior de otro conde alavés llamado Eylo que se rebeló alrededor de 868 y fue derrotado por el rey Alfonso III de Asturias y llevado después a Oviedo en cadenas. Sin embargo, son más precisas las referencias del conde Vela quien sería la cabeza principal de su linaje.





Voto de Santiago es el nombre del compromiso que se adquirió por los cristianos de los reinos de AsturiasGaliciaLeón y Castilla por la victoria en la supuesta batalla de Clavijo, en la que el propio apóstol Santiago habría intervenido físicamente en su favor en un momento de particular peligro, cambiando la suerte que parecía decidida a favor de los musulmanes.

Escultura de Santiago Matamoros en el Convento de las Comendadoras de Santiago de Madrid (siglo XVII).

Las particulares circunstancias que rodean a la batalla, entre las que hay que añadir el que gracias a la victoria el reino asturiano dejó de pagar el anual Tributo de las cien Doncellas al emirato de Córdoba, habrían motivado que el rey Ramiro I de Asturias, en Calahorra, hubiera concedido solemnemente el Voto de Santiago, con el que se ofrecería cada año a su iglesia de Santiago las primeras cosechas y vendimias, y como a un caballero más, se repartiría a Santiago una parte del botín que se tomara a los moros. Este Voto de Santiago se renovó e institucionalizó como ofrenda nacional en 1643 para el día de su fiesta, el 25 de julio, con Felipe IV de España. La iconografía del Santiago Matamoros, montado en un caballo blanco que arrolla a un sarraceno y blandiendo una espada, se perpetuó en la pintura y escultura española, estando presente sobre todo en las iglesias de la ruta jacobea.

El compromiso consistía, en lo material, en el pago de un impuesto que debían pagar, incrementando lo ya debido a la iglesia en concepto de diezmos y primicias, en un diezmo más de cereal cuyo beneficiario sería el arzobispado de Santiago, todos los campesinos de un territorio gigantesco que comprendía desde Galicia hasta la Rioja. Espiritualmente, Santiago quedaba convertido en santo patrón de España, calidad que se le sigue reconociendo anualmente, con un acto religioso en la catedral de Santiago de Compostela, a la que acude incluso hoy en día el rey de España o alguien en su nombre (suelen hacerlo el presidente de la comunidad autónoma de Galicia, un ministro...).

La memoria de la batalla realmente sólo aparece en la crónica del obispo Rodrigo Jiménez de Rada De rebus Hispaniae (Cronicón de las cosas sucedidas en España), también conocida como Historia gothica o Crónica del toledano, en la que se describe la historia de la península ibérica hasta 1243. En la Edad Media, se intentó "hacerle la competencia" por otras instancias eclesiásticas: Gonzalo de Berceo reclamaba para San Millán de la Cogolla el copatronazgo y las mismas condiciones económicas, por haber intervenido también en la batalla.

La batalla habría tenido lugar supuestamente en el denominado "Campo de la Matanza" en las cercanías de Clavijo (La Rioja) el 25 de mayo del año 844. La verdad del hecho es discutida desde antiguo por la crítica histórica. Gregorio Mayáns y Francisco Cerdá y Rico, en el siglo XVIII, dejaron claro que pertenecía al campo de la fantasía, como los plomos del Sacromonte o los cronicones del Padre Higuera, lo que les causó no pocos problemas. Las Cortes de Cádiz abolieron el voto en 1812, junto con los privilegios del Antiguo Régimen, y en plena Guerra Civil Española (que comenzó el 18 de julio de 1936, siete días antes de la fiesta de Santiago), Francisco Franco lo reinstauró, sólo con las consecuencias simbólicas que se continúan hoy en día.

En cualquier caso la batalla de Clavijo también supuso la creación del Antiguo e Ilustre Solar de Tejada y la concesión de sus privilegios y escudo que han sobrevivido hasta nuestros días, siendo reconocidos por todos los jefes de Estado desde Enrique IV (en 1460) hasta Juan Carlos I (en 1981).

HISTORIA DE ESPAÑA

 ÉPOCA MEDIEVAL

La Primacía de la diócesis de Toledo también nombrado La Primacía de las Españas (Portugués: Primaz das Espanhas; Catalán: Primat de les Espanyes) es la primado religioso de toda la península ibérica, históricamente conocida como Hispania o en plural como las Españas. El Arzobispo de Toledo en España, ha reclamado la Primacía de España desde la Edad Media, es actualmente el primado por encima de todas las demás sedes episcopales en España. El Arzobispo de Braga, en Portugal, quien también ha reivindicado este primado sobre toda la península ibérica desde la Edad Media, sin embargo hoy en día su primado sólo se reconoce en Portugal. Además, el Arzobispado de Tarragona en Cataluña también hace uso del título. Los Arzobispos de Braga, Toledo y Tarragona, si son elevados al rango de cardenales, son conocidos como Cardenales-primados.





Una puebla real, en la Edad Media hispana, es una villa o ciudad medieval fundada por un monarca como parte de una política de repoblación oficial.1

Estas nuevas poblaciones no solían edificarse en territorios fronterizos del Sur de la península ibérica sino en tierras del interior. Esta política se llevó a cabo por diferentes razones como el asegurar las vías de comunicaciones o para tratar de estructurar la población de otra manera frente a los señoríos laicos y eclesiásticos o a las Órdenes Militares, lo que generaría problemas.2

El rey Alfonso VI de León, para consolidar el Camino de Santiago reconstruyó puentes como en el caso del río Oja lo que hizo que se creara la nueva puebla de Santo Domingo de la Calzada. El rey castellano Alfonso VIII llegó a fundar Ciudad Real en medio del inmenso territorio de La Mancha, feudo de la Orden de Calatrava. También el rey Jaime I de Aragón se implicó con la villa nueva de Figueras en 1267 y Pedro III de Aragón con la villa de Palamós.

Estas pueblas o poblas se consolidaban con la concesión de un fuero y se organizaban con concejos, empezando a cobrar derechos sobre su alfoz y generalmente se amurallaban o aumentaban su fortificación en el caso de castros previos existentes.






Un regimiento es un órgano municipal castellano creado en la Baja Edad Media como evolución del concejo abierto al que terminará sustituyendo.1​ A su vez, el ayuntamiento será una evolución del regimiento.

El sistema de concejo abierto, debido a la progresiva complejidad que va adquiriendo el municipio, va derivando a otros sistemas oligárquicos donde los magistrados municipales van a pasar a ser paulatinamente los que tienen una mayor preeminencia socioeconómica y desembocará al fin en 1345 con Alfonso XI de Castilla en un gobierno municipal de carácter restringido, el regimiento, integrado por los regidores, cargos vitalicios que son nombrados directamente por el rey (aunque a veces las ciudades podían proponerlos), usualmente entre los vecinos más ricos del lugar.2

Aunque el objetivo primero era centralizador, el sistema favoreció el desarrollo de las grandes ciudades, pasado a tener un peso importante en la gobernación del Estado. Durante la Edad Moderna en España este cuerpo de regidores, como autoridades locales, siguió controlando los gobiernos municipales.






Con el término remensa, del latín redimentia, se designaba en el Principado de Cataluña, en la Edad Media, el pago que en concepto de rescate habían de dar los payeses (campesinos) a su señor para abandonar la tierra.1​ Constituía uno de los seis malos usos.

Posteriormente, por asimilación, se aplicó el término para denominar a los cultivadores sujetos a esta condición. Así, pues, los payeses de remensa, o simplemente "los remensas", eran cultivadores de tierras adscritos a ellas de modo forzoso y hereditario.2​ Jurídicamente, eran hombres libres, pero esta libertad estaba limitada por los vínculos que les unían al predio que cultivaban y, a través de él, al señor. Su condición no difiere esencialmente de la de los campesinos adscritos en otros territorios peninsulares y en el resto de la Europa medieval, con la denominación habitual de siervos, pero las especiales circunstancias políticas, sociales y económicas de la Cataluña medieval dan notorio relieve a esta clase social.

La Cathalunya Veyla descrita por Pere Albert, donde se concentraba la población con la condición remensa.





Repartimiento (Edad Media)

Ir a la navegaciónIr a la búsqueda

El objeto de reparto era el territorio al sur del río Tajo ganado a los musulmanes, según un "concesión" que el rey establecía con las fuerzas sociales que habían colaborado en su conquista y las condiciones que se podían obtener con la condición de que se asentaran en ellas. Esta concesión real facilita el asentamiento, fijo generando derechos permanentes, mediante títulos individuales de propiedad.

El repartimiento lo realizaban una comisión de oficiales reales (partidores o divisores) con las casasfincas y heredades obtenidas entre los que habían participado en la conquista, según su condición social y méritos. El registro de este sistema de donaciones reales era recogido en los llamados Libros de Repartimientos, del que más tarde se extraería otro documento manuscrito para ser entregado al nuevo propietario.

La forma de actuación de los repartimientos fue bastante parecido en la Corona de Castilla y en la Corona de Aragón, aunque los resultados finales dependieron grandemente por las diferentes tierras conquistadas y la capacidad de absorción de los repobladores de los distintos reinos. Los repartimientos más antiguos de los que se conservan registros son del siglo XIII, referentes a Mallorca y Valencia, pero hay muchos otros en Murcia y los territorios de al-Ándalus. También existen registros de los repartimientos de ciudades, como el caso de Orihuela.1

En la Corona de Castilla, se tienen registros del repartimiento de ÉcijaJerez de la Frontera (1266) o Cádiz, que tuvieron dificultades para la colonización repobladora, todo lo contrario con Sevilla, que atrajo a muchos repobladores, alcanzando en poco tiempo los 25000 habitantes.






Revuelta bereber o gran revuelta bereber son denominaciones historiográficas para la revuelta que se produjo en el Magreb y al-Ándalus entre los años 122–125 de la Hégira (739/740–743 de la era cristiana) contra el Califato omeya de Damasco (en ese momento, bajo el califa Hisham ibn Abd al-Malik). Fue la primera ocasión en que se produjo una escisión del Imperio islámico. La revuelta, de base étnica bereber y religiosa jariyí, tuvo causas socio-económicas, políticas y religiosas (exigencias de pureza religiosa, contra la subordinación de los bereberes a la minoría dirigente árabe, a pesar de su conversión al islam, y contra la presión fiscal). Surgió en Tánger, y la dirigió al comienzo Maysara al-Matghari1​ (en las fuentes árabes llamado al-Ḥaqir –«el innoble»–), que fue depuesto por los propios rebeldes y posiblemente ejecutado en septiembre/octubre de 740.

A pesar de sus victorias iniciales, los rebeldes no consiguieron tomar las ciudades más importantes de Ifriqiya (particularmente la capital, Cairuán) ni del valiato andalusí (en especial la capital, Córdoba), pero sí controlaron amplias zonas, algunas de las cuales nunca fueron recuperadas por las autoridades de Damasco. Los ejércitos bereberes se disolvieron y el Magreb se fragmentó en una serie de pequeños estados gobernados por jefes tribales e imanes jariyíes. En los siguientes años, el propio Califato omeya cayó como consecuencia de la revolución abasí (748-750); únicamente un miembro de la antigua familia califal, Abderramán I, sobrevivió y huyó a al-Ándalus, donde se estableció como emir independiente (756).






¡Santiago y cierra, España!

Ir a la navegaciónIr a la búsqueda
Caricatura de comienzos del siglo xx del político Juan de la Cierva en la que se hace parodia del lema «¡Santiago y cierra, España!» con un «¡Santiago y cierra todo!»

¡Santiago y cierra, España! es un lema perteneciente a la tradición cultural española, inspirado en un grito de guerra pronunciado por las tropas cristianas durante la Reconquista, en batallas como la de Navas de Tolosa y las españolas del Imperio y de época moderna antes de cada carga en ofensiva.

Historia[editar]

El Apóstol Santiago a caballo o Santiago Matamoros (Museo del Prado)

En el corpus impreso del español aparece citado en el siglo xvii, en poemas y dramas de carácter histórico. A partir del siglo xvii, variantes del lema aparecen citadas en dramas y poemas de inspiración histórica de Pedro Calderón de la BarcaAntonio Hurtado de MendozaLope de Vega o Pedro Francisco de Lanini. Según esta tradición, ¡Santiago!, ¡Cierra! y ¡España! se habrían gritado como voces de guerra, sin necesariamente combinarse en una sola frase. Por otra parte, esas voces se habrían usado desde, al menos, la batalla de Las Navas de Tolosa1​ y posteriormente fue utilizado en cada ocasión que se enfrentaban tropas españolas cristianas contra musulmanas. Como forma codificada «Santiago y cierra, España» aparece en la obra Don Quijote de la Mancha, causando asombro a Sancho Panza, que se pregunta si España está, por ventura, abierta, y es menester cerrarla.2​ Alonso de Ercilla, a su vez, documenta en La Araucana su uso en la conquista de América bajo la forma "¡cierra, cierra! ¡España, España!" sin referencias al santo.3

El significado de la frase es, por una parte, invocar al apóstol Santiago, patrón de España y también llamado Santiago Matamoros, y por otro, la orden militar cierra, que en términos militares significa trabar combate, embestir o acometer; «cerrar» la distancia entre uno y el enemigo. Cierra también hace referencia a cerrar filas, para que nadie abandone su puesto en combate y que las líneas de defensa queden huecos que el enemigo pudiera atravesar. El vocativo España, al final, hace referencia al destinatario de la frase: las tropas españolas.4

Según la tradición militar española, una vez acabada la Reconquista, la frase no habría dejado de utilizarse, especialmente por las brigadas de caballería, en cuyo himno está incluida la expresión que nos trata, como cierre del mismo.

Su utilización como tópico cultural lo convierte, desde finales del siglo xix, en algo peyorativo, incluyendo el juego de palabras con el verbo cerrar, en alusión al aislamiento frente a la modernidad del que se responsabilizaba, desde el regeneracionismo a las corrientes casticistas y al pensamiento costumbrista español. Desde ese punto de vista, es usual citar la frase sin poner la coma, con lo que se convierte en «¡Santiago y cierra España!» con un significado distinto.

Ramón María del Valle-Inclán, en su obra Luces de Bohemia, la convierte en «Santiago y abre España, a la libertad y al progreso» en labios del modernista Dorio de Gádex.5

Fue el lema elegido en los años 1930 por la revista derechista Acción Española, vinculada a Ramiro de Maeztu.6

Era el grito que lanzaban El Guerrero del Antifaz y El Capitán Trueno, héroes de cómic de la posguerra española y el franquismo.7​ También es una frase mencionada frecuentemente en Las aventuras del capitán Alatriste, de Arturo Pérez-Reverte, especialmente en el capítulo Corsarios de Levante.







La Sentencia Arbitral de Guadalupe fue una resolución jurídica dictada en el Monasterio de Santa María de GuadalupeExtremadura, el 21 de abril de 14861​ por Fernando el Católico para liberar a los campesinos remensas del Principado de Cataluña de los malos usos a los que los tenían sometidos sus señores feudales a cambio del pago de una indemnización.

Iglesia de San Esteban de Madremaña donde se reunieron los síndicos remensas para deponer las armas y discutir la propuesta de concordia del rey Fernando II de Aragón.

Tras su victoria en la batalla de Llerona de marzo de 1485, que puso fin a la segunda guerra remensa, las fuerzas realistas desataron una fuerte represión contra los remensas rebeldes ―entre otras medidas se les prohibió llevar armas―, pero no se consiguió pacificar la Montaña de Gerona ―que, en palabras de Vicens Vives, «seguía en pie de guerra»―, ni acabar con la tensión que se vivía en las comarcas vecinas como la de La Selva. Por su parte el gobernador Requesens, siguiendo las instrucciones del rey Fernando, optó por buscar el acuerdo con los remensas para conseguir la total pacificación del territorio y el 1 de abril permitió que estos se reunieran en asamblea en Madremaña. Allí los congregados acordaron deponer las armas y discutir la propuesta de concordia del monarca.45​ Este nada más conocer la derrota de Pere Joan Sala, el líder remensa de la última guerra, había enviado una carta al lugarteniente de Cataluña en la que, sin dejar de abogar por el castigo de los líderes de los insurrectos ―los «conduzidores de la facción»―, apoyaba la vía del compromiso para poner fin al pleito remensa: 6

Ca la conclusión de aquestas diferencias, como podeys considerar, no solamente consiste en el castigo de los dichos payeses, que es razón se faga debitamente, mas ahun en poner ley cierta y determinada sobre la paga de los d(e)rechos que deuen fazer daquí adelante, porque en ningún tiempo mas susciten y sean extinctas para siempre… E por esso… vos rogamos y encargamos… que con la discrecion que conuiene entadays con todo studio e por las vías que mejor os parecieren como el dicho compromiso se firme por am(b)as partes… Quanta al castigo e punición de los dichos Pere Johan Sala y otros paiesos nos parece que hos deueys hauer con la prodencia y rectitud que de vos se spera, faziendo justicia mesclada (con) misericordia, según los demeritos de cada uno, hauendo sguart a los autores e conduzidores de la facción, usando de clemencia a la multitud por aquellos seduzida e traída