SIGLO XI EN ESPAÑA
El collar de la paloma o Tawq al-hamāma es una obra en prosa del siglo XI escrita en lengua árabe por Ibn Hazm. Se trata de un libro de reflexiones sobre la verdadera esencia del amor intentando descubrir lo que tiene de común e inmutable a través de los siglos y las civilizaciones de influencia neoplatónica, que fue llamado "amor udrí", incluyendo detalles autobiográficos y documentales. Constituye también un diwan, o antología poética de tema amoroso, pues está empedrado de composiciones elegantes y refinadas. Se exponen en ella diversos aspectos de la experiencia amorosa, por lo que constituye un testimonio de primera mano de la vivencia del amor en al-Ándalus durante el gobierno de la dinastía omeya. Fue escrito en Játiva hacia 1023.
Título[editar]
En la obra no hay ninguna mención de ninguna paloma. El título refleja la costumbre en las letras árabes del momento de crear títulos bonitos, ornatos, más bien decorados de la obra que descripciones de ella. Otro ejemplo andaluz, traducido al español por el mismo traductor que El collar (Emilio García Gómez), es El libro de las banderas de los campeones, en el cual no hay ni campeones ni banderas; es una antología poética. Se trata de superlativos: la paloma es bonita, pero su collar es lo que le embellece, así que belleza es máxima. Lo mismo con las banderas: las banderas de los campeones serían las mejores banderas, las más hermosas.
(Ms. in Bibl. Leiden)
La Crónica de Sampiro es un texto escrito en latín por el obispo de Astorga, Sampiro, al principio del siglo XI. El texto abarca desde el 866 hasta el 999, es decir, los últimos de reinado de Alfonso III de Asturias y los de sus sucesores hasta Alfonso V.
Este texto tiene importancia debido a que la Crónica albeldense finaliza su relato en el año 883.
El Tractatus Garsiae Toletani canonici de reliquiis pretiosorum martyrum Albini atque Rufini ("Tratado de las preciosas reliquias de los mártires Albino y Rufino, por el canónigo toledano García") es una obra satírica en prosa latina de finales del siglo XI, llamada Garcineida por María Rosa Lida de Malkiel, en alusión paródica a la Eneida de Virgilio.
Contenido y autoría[editar]
Se trata de un breve texto que narra la recepción en Roma del arzobispo de Toledo, Bernardo de Sauvetat (1086-1124), durante la primavera de 1099, y cómo sobornó a la Curia pontificia con las reliquias de los santos "Albino" y "Rufino" (plata y oro en abundancia, en alusión a su color) a fin de comprar una legación papal. Denuncia la mundanidad del arzobispo Bernardo y la corrupción papal en época de Urbano II (1088-1099), el célebre predicador de la Primera Cruzada, dibujando una demoledora escena de borrachera, gula, venalidad y codicia.
Aunque se ha querido encuadrarla en el rechazo a la introducción del rito romano en el Reino de León o la Querella de las Investiduras, la más moderna investigación sugiere que fue muy probablemente escrita por un clérigo hispano, cluniacense o filocluniacense, quizá el obispo de Burgos García Aznárez (1097-1114), y difundida en ambientes cluniacenses, por hostilidad hacia la corrupción eclesiástica. Así describe a Bernardo de Sauvetat:
- En la época en que Urbano, el pontífice más codicioso de la Iglesia romana, trasladaba a Roma los cuerpos de los mártires más bienaventurados, a saber, Platinio y Orinio, recogidos en las iglesias de Francia, y cuando con todos los honores les daba sepultura con sus propias manos, como hombre religioso que era, en bolsas recamadas en oro, Grimoardo, arzobispo de la iglesia de Toledo, encontró casualmente algunas reliquias de los antedichos mártires y con toda diligencia puso buen cuidado en trasladarlas a la cámara del tesoro de Santa Apetencia. Pero, comprendiendo que le gustarían al romano pontífice -pues conocía la compunción de este varón-, partió para Roma llevándolas consigo. Ahora bien, este mismo pontífice toledano ambicionaba la titularidad de la legación de Aquitania que la sede metropolitana de Toledo había conseguido por una disposición del beato Gregorio sobre la base de unos antiguos privilegios que lo atestiguaban. En ese sentido, parecía que sería un caso de dejadez, más aún, una vergüenza, el que un personaje de tanto peso, tan rollizo, tan rechoncho, tan placentero, resultara privado de la dignidad de sus predecesores. Por otra parte, aunque disfrutaba con las copas llenas -pues era muy resistente bebiendo vino-; aunque roncaba noche y día, pues era incapaz de mantenerse despierto-; aunque tenía una panza de pontífice (en efecto, su vientre prominente abultaba sin medida, como que tenía por costumbre sepultar en él un salmón entero de una sentada); aunque para él eran comportamientos religiosos proscribir al inocente, perseguir al honrado, atrapar al pobre, limpiarle por la fuerza el patrimonio al huérfano; aunque ponía gran empeño en mentir en todo- pues, si simplemente rozaba sin querer la verdad, se ruborizaba-; aunque, digo, sobresalía en las cualidades mencionadas y en todas las demás por las que en estos tiempos son promocionados los prelados más obesos, sin embargo no tendría ninguna posibilidad de ser legado de la Iglesia de Roma si no presentaba al romano pontífice las preciosas reliquias de los mártires mencionados...1
Manuscritos[editar]
La obra ha llegado a la actualidad a través de cinco manuscritos:
- A Palatinus Latinus 242, fol. 65r.-70v., siglo XII.
- I Vaticanus Reginensis Latinus 1911 31, fol. 91v.-95v., siglo XIII.
- B Vaticanus Latinus 9026, fol. 172-178, siglo XVIII.
- C Vaticanus Latinus 9137, fol. 131-136, siglo XVII.
- D Barberinus Latinus 2628, fol. 25-33, posiblemente del siglo XVIII.
Glosas Emilianenses
Las Glosas Emilianenses son pequeñas anotaciones manuscritas a un códice en latín, realizadas en varias lenguas: entre ellas el propio latín, un romance hispánico (bien español medieval con rasgos riojanos, bien navarro-aragonés en su variedad riojana12) y euskera. Se encuentran entre las líneas del texto principal y en los márgenes de algunos pasajes del códice Aemilianensis 60 a finales del siglo X o a principios del siglo XI. La intención del monje copista era probablemente la de aclarar el significado de algunos pasajes del texto latino.
La importancia filológica de estas glosas, que no se advirtió hasta el siglo XX, es el hecho de que contienen el testimonio escrito más temprano del que se tenía noticia hasta entonces, en forma arcaica, pero claramente reconocible, de un romance hablado en el área actual del idioma español; al parecer, era la lengua vernácula hablada por entonces en la zona, a pesar del predominio del latín en muchos ámbitos cultos y registros escritos. De las Glosas Emilianenses, que suman más de mil en total, unas cien están en ese romance riojano y poseen el interés añadido de incluir dos anotaciones en euskera, siendo este el primer testimonio escrito conocido, no epigráfico, en dicha lengua.
El nombre se debe a que se compusieron en el Monasterio de San Millán de la Cogolla (Millán o Emiliano procede del latín Aemilianus), perteneciente a La Rioja y por aquel entonces parte del Reino de Navarra. Su valor se descubrió en 1911, cuando Manuel Gómez-Moreno, que estudiaba la arquitectura mozárabe del Monasterio de Suso, transcribió todas las glosas, alrededor de mil, y las envió a Ramón Menéndez Pidal.[cita requerida]
San Millán de la Cogolla (y La Rioja, por extensión) reciben a menudo el sobrenombre de «cuna del castellano» y del euskera gracias a ellas; no obstante, varios autores sostienen que las glosas no están escritas exactamente en un castellano antiguo, sino en navarro-aragonés3 en su variedad riojana. A día de hoy se han encontrado algunos textos más antiguos que pueden considerarse protocastellanos; el Instituto Castellano y Leonés de la Lengua (ILCYL),4 dató los Cartularios de Valpuesta junto con la Nodicia de Kesos, como algunos de los registros con rasgos de las lenguas castellana y leonesa más antiguos que se conocen.567 En noviembre de 2010, la Real Academia Española avaló los cartularios, escritos en «una lengua latina asaltada por una lengua viva», como los primeros documentos en los que aparecen palabras escritas en castellano, anteriores a las Glosas Emilianenses.8 Sin embargo, la diferencia más destacable entre estos dos documentos y las Glosas Emilianenses es que las glosas presentan estructura gramatical romance, algo que no se da en los Cartularios de Valpuesta y la Nodicia de Kesos, los cuales son textos escritos en latín y de gramática latina en los que se incluyen algunas palabras romances. Por tanto, las Glosas Emilianenses son los textos en romance ibérico (del área geográfica actual de lengua castellana) más antiguos de los que se tiene noticia, en los que están presentes todos los niveles lingüísticos.9
La imagen lateral muestra la página 72 del Códice Emilianense 60 (que se encuentra hoy día en la Biblioteca de la Real Academia de la Historia). En ella puede apreciarse el texto de una homilía en latín a la que el monje copista hizo sus propias anotaciones (glosas) en navarro-aragonés entre líneas y al margen del texto.
Al-Tasrif
El Kitab al-Tasrif (en árabe, كتاب التسريف) (Libro de la práctica médica) fue una influyente enciclopedia médica árabe escrita hacia el año 1000 de nuestra era por Abu al-Qasim al-Zahrawi (Abulcasis), conocido como el «padre de la cirugía moderna». Esta obra cuenta con 30 volúmenes que incluyen descripciones anatómicas, clasificaciones de enfermedades, información nutricional y quirúrgica, y algunas secciones relacionadas con la medicina, la cirugía ortopédica, la oftalmología, la farmacología, la nutrición, etc. pero destaca por sus referencias a la cirugía.1
En el mundo occidental, esta obra ha sido conocida por su nombre en latín Concessio ei data qui componere haud valet. Durante casi seis siglos, continuó siendo, tanto para médicos como para cirujanos, una de las guías prácticas más importantes, tanto en el mundo islámico como en la Europa medieval.
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