domingo, 28 de febrero de 2021

HISTORIA DE ESPAÑA

 HISTORIA MEDIEVAL - SIGLO VII

El Concilio de Zaragoza fue un concilio celebrado en Zaragoza en el año 691. En él se hicieron cinco cánones, entre los cuales se renovó la prohibición de que se casaran las viudas de los reyes visigodos, ordenando que tomaran el hábito de religiosas y guardaran clausura en un monasterio el resto de su vida. La razón del Concilio fue la falta de respeto y aun los insultos a que se exponían, quedándose en el siglo.





El Cuarto Concilio de Toledo fue iniciado en Toledo el 5 de diciembre del 633, en presencia del rey Sisenando, y bajo la dirección del obispo de Sevilla, Isidoro. Se celebró en la iglesia de Santa Leocadia, construida por orden del anterior rey Suintila. Asistieron sesenta y nueve obispos. Parece que por primera vez asistieron a las sesiones algunos Viri Illustris pero no firmaron las actas y por tanto no debían tener voz ni voto. Parece que desde entonces su asistencia se convirtió en costumbre.

En la sesión se tomaron algunas decisiones sobre creencias religiosas, disciplina y administración de la Iglesia, sobre monjes y penitentes, sobre el trato a los judíos y sobre esclavos de la Iglesia, pero también hubo decisiones políticas. El derrocado rey Suintila fue calificado de criminal y se mencionó su iniquidad y su enriquecimiento a costa de los pobres. Su suerte fue decidida en el concilio. Geila también fue desterrado y sus bienes confiscados.

Algunas disposiciones tomadas en el concilio[editar]

El canon 75 del IV Concilio de Toledo es considerado como la primera constitución escrita de la península (y probablemente, la primera de Europa) y tuvo tal importancia que el V Concilio de Toledo decretó que fuera leído dicho Canon al principio de sus sesiones y al principio de todas las sesiones de los siguientes concilios. Su contenido era:

  • A la muerte del rey su sucesor sería elegido por todos los magnates del reino y los obispos reunidos en un concilio común (monarquía electiva).
  • Anatema para aquellos que vulneraran su juramento de fidelidad al rey, atentaran contra su vida o intentaran usurpar el trono.
  • Sisenando se comprometía a gobernar con moderación, benevolencia, justicia y piedad sobre todos los pueblos.
  • Condena para los clérigos que tomaran las armas contra el rey, a los cuales debería internarse en un monasterio para hacer penitencia.
  • Finalmente el concilio se manifestó en contra de que los obispos formaran parte de los tribunales que condenaran a los rebeldes, pues no debían derramar la sangre ni tan siquiera de los traidores. Esta posición significaría un apoyo subjetivo a la rebelión e indicaría que el clero en general no era hostil a Suintila, ni muy favorable a Sisenando.
  • Sisenando efectuó diversas concesiones al clero: derecho a examinar previamente las reclamaciones, vigilancia de nobles y jueces y exención de impuestos a los clérigos.

Disposiciones religiosas del Concilio[editar]

  • El IV Concilio de Toledo aprobó setenta y cinco cánones. Cuarenta y ocho sobre creencias religiosas,  disciplina y administración de la Iglesia, ocho sobre monjes y penitentes, diez sobre los judíos, ocho sobre esclavos de la Iglesia manumitidos (el canon 75 ya comentado, fue de tipo político).
  • No podía ser consagrada obispo la persona que hubiera sido culpable de un delito, hubiera sido hereje (bautizado o rebautizado), estuviera casado dos veces, hubiera tenido una amante o se hubiera casado con una viuda. Tampoco podían serlo los esclavos, los funcionarios públicos y curiales, los iletrados y los menores de cuarenta años. La elección correspondía al clero y el pueblo de la diócesis, con aprobación del sufragáneo y del metropolitano (aunque a menudo el rey designaba a los obispos).
  • Los derechos que el antiguo propietario continuaba teniendo sobre el esclavo que liberó (se convertía en su Patrono), pasan a ser eternos  en el caso de los esclavos de la Iglesia, pues según el canon  70,  “los libertos de la Iglesia, como que nunca muere su patrona, jamás se librarán de su patrocinio, ni tampoco su posteridad”. Si intentaran eludirlos podría, según el canon 71, anularse la manumisión.
  • Se limita el que clérigos y obispos puedan liberar a los esclavos de la Iglesia. En el canon 67 se establece que “los clérigos que para compensación no trajeron nada propio á la Iglesia, teman esta divina sentencia, y no se atrevan para condenación suya á dar libertad á los siervos de la familia de la iglesia; pues que es cosa impía que aquellos que no aportaron nada de lo suyo á las iglesias de Cristo, las causen daño, enajenando sus derechos. Semejantes libertos serán reclamados por el obispo sucesor, y sin oposición alguna adjudicados al derecho de la iglesia; porque no fue la equidad quien les manumitió, sino la maldad”.  Regulando este principio, en el canon 68 establece que el obispo que quiera liberar un esclavo de la iglesia, sin reservarse los derechos del Patrocinio eclesiástico, deberá ofrecer “á los sacerdotes que suscriban por vía de permuta dos esclavos del mismo mérito”. Según el canon 69  a los sacerdotes les será “lícito manumitir algunos siervos de la misma iglesia en recompensa de lo que aportaron”, pero permaneciendo “con su peculio y posteridad bajo el patrocinio de la iglesia.”
  • Desde el año 633 (IV Concilio de Toledo) se permitió a algunos esclavos eclesiásticos ser elegidos para el diaconado y el sacerdocio pero debían ser manumitidos antes de su ordenación, renunciando el antiguo propietario al “derecho de obsequio” que como patrono podría tener sobre el liberto, pues según el Canon 74 “no les será lícito transmitir nada en adelante á personas extrañas”. Después de su muerte, sus bienes pasarían a la Iglesia “por quien fueron manumitidos”.
  • Ser vendido como esclavo se contempla como castigo. En el canon 43 se dice que la mujer que esté “unida á los clérigos sea separada por el obispo y vendida, reduciendo á los clérigos por algún tiempo a la penitencia”
  • Para combatir la práctica de que los obispos usurparan las dotaciones de las iglesias de su diócesis que habían sido construidas y equipadas por algunos fieles, se prohibió a los obispos que tomaran más de una tercera parte de los donativos, rentas e ingresos en especie de tales iglesias; si no lo cumplieran, los donantes o sus herederos podrían recurrir al sínodo provincial para que restituyera lo usurpado.
  • Se prohibió que el cargo de ecónomo (Oeconomus), administrador de los bienes de una iglesia, fuera desempeñado por un laico.
  • El concilio se ocupó de normalizar las ceremonias y fechas del bautismo y Viernes Santo; hizo lo mismo respecto a los sermones, ayuno y oraciones pertinentes. Se unificó la costumbre de la tonsura, que en Galicia era distinta de la de otras provincias. El libro del Apocalipsis fue declarado canónico, a pesar de que la medida contaba con cierta oposición.
  • Se dieron varias normativas a los clérigos y subdiáconos, relacionadas con usos y costumbres anteriores y se ordenó la vinculación del sacerdote a la diócesis en la que había sido ordenado, y como un colono quedaba vinculado a la tierra que cultivaba.
  • Las leyes contra los judíos fueron en general bastante duras, especialmente para los que “antes fueron á la fuerza convertidos á la cristiandad, como se hizo en tiempos del religiosisimo Sisebuto” (canon 57). En el canon 60 se establece “que los hijos e hijas de los judíos, con objeto de que no sean en adelante envueltos en el error de sus padres, sean separados de su compañía y entregados à un monasterio ó a hombres o mujeres cristianos que teman a Dios” (canon 60) y en el canon 63 se fuerza la separación de aquellos matrimonios entre cristianos y judíos en los que el cónyuge judío no se convierta. Hubo un amplio debate y varias modificaciones respecto a los anteriores concilios. La prohibición de ejercer cargos públicos se extendió a los nacidos de padres judíos (canon 65). Además se confirmó la prohibición para los judíos de poseer, comprar o recibir como obsequio esclavos cristianos (canon 66). Incluso se promulgó un canon que establecía que aquel que ayudara a los judíos, fuera laico, sacerdote u obispo, sería excomulgado y recibiría el anatema (canon 58).
  • Se confirmó que debía celebrarse un sínodo anual en cada provincia. Las reuniones de sínodos deberían celebrarse con tranquilidad, sin alborotos del clero, interrupciones de discursos, tumultos, charlas frívolas, risas o gritos ruidosos, y se decidió que se castigaría a los que no cumplieran estas indicaciones con la pena de expulsión de la reunión y excomunión por tres días.









El Quinto Concilio de Toledo se inició en la Santa Leocadia de Toledo el 30 de junio de 636. Fue convocado por Chintila, que había sucedido al rey Sisenando tras un corto interregno. Asistieron 22 obispos y 2 representados. No asistió el obispo de la Narbonense por desavenencias de tipo político.

Todas las decisiones importantes del Concilio fueron de carácter político. En primer lugar se trató de la seguridad del rey, y después de la cuestión sucesoria. Se apoyó el acceso de Chintila al trono y se pidió una protección especial para el rey y su familia, protección que debía continuar después de su muerte o derrocamiento si lo hubiere.

  • Sobre la elección en el futuro del nuevo rey, hubo acuerdo en que sólo podía recaer sobre los miembros de la alta nobleza militar y palatina visigoda.
  • Los descendientes del rey debían disfrutar de todos los bienes justamente adquiridos o que sus padres les hubiesen proporcionado. El anatema debía caer sobre todo aquel que en el futuro les molestase o injuriase. También los fideles del rey, que constituían una camarilla que le rodeaba y que eran considerados sus partidarios incondicionales, consejeros de confianza y auxiliares, debían quedar protegidos y conservar sus propiedades y los regalos que el rey anterior les hubiere otorgado.
  • Los que consultasen a adivinos para conocer la suerte del rey serían excomulgados. La misma pena caería sobre los que maldijesen al rey y los que se agruparan para colocar a otro en el trono. Todo el que aspirase al trono sin ser elegido por quien correspondía (y sin ser de noble cuna) sería excomulgado y recibiría el anatema.
  • El Concilio estableció tres días de letanías desde el 13 al 15 de diciembre de cada año. Se prohibió todo intentó de adivinar el porvenir del monarca reinante.

Chintila pasó gran parte de su reinado luchando contra enemigos internos (los externos, francos y bizantinos, no eran un peligro en aquellos momentos) y en enero de 638 se vio obligado a convocar el VI Concilio de Toledo.








VI Concilio de Toledo

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Fue convocado por el rey visigodo Chintila (lo mismo que el número V), para reafirmar lo convenido en el concilio anterior y conseguir más apoyo y la paz interna que hasta la fecha parecía imposible de mantener.

El Sexto Concilio de Toledo se inició el 9 de enero del 638 y en él estuvieron presentes cincuenta y tres obispos (más del doble que en el anterior) y entre ellos había tres procedentes de la Narbonense (los de Elna y Lodève y el metropolitano de Narbona Esclua), provincia que no estuvo representada en el V Concilio. El Concilio fue considerado una reunión de los Obispos de Hispania y La Galia a diferencia del anterior que se calificó como una reunión de obispos de “las diversas provincias de Hispania”.

De los diecinueve cánones del concilio, cuatro estuvieron dedicados a cuestiones políticas, mientras los otros quince se dedicaron a los judíos, monjes, penitentes, libertos, órdenes sagradas, beneficios y bienes de la Iglesia. El Concilio restableció a Marciano como Obispo de Écija, de cuya sede fue depuesto su rival Habencio, que le había depuesto antes mediante intrigas (una primera apelación ya había sido tratada en el IV Concilio).

La asamblea dictó algunas normas eclesiásticas pero sobre todo reafirmó las decisiones del V Concilio sobre la seguridad del rey y de su familia.

El Concilio tocó el tema de los acusados (culpables) de ciertos delitos (que al parecer eran un número importante) que se habían refugiado en tierra extranjera y desde allí habían causado daños al reino, los cuales, en caso de ser apresados, serían excomulgados.

Se intentó consolidar la posición del rey: se lanzó anatema sobre aquellos que atacasen al rey, lo destronasen, usurpasen su posición o reuniesen un grupo de conspiradores para perjudicarle. El sucesor de un rey que hubiera sido asesinado quedaría deshonrado si no castigaba al culpable o culpables del regicidio.

El VI Concilio supuso también la adopción de medidas contra los judíos, que al parecer se promulgaron para contentar al Papa que así lo exigía en una carta.

Se reformaron las disciplinas eclesiásticas reconociéndose a las Iglesias y conventos el dominio absoluto y perpetuo de los bienes obtenidos por donación real o de los fieles.

La obtención de un obispado por simonía se castigaría con la pérdida de bienes del culpable y su excomunión.






El VII Concilio de Toledo en el Reino Visigodo comenzó el 18 de octubre de 646, y asistieron cuarenta y un Obispos (personalmente o por delegación).

La Ley sobre la traición fue refrendada añadiéndose el castigo de excomunión para los culpables. Se estableció que cualquier clérigo, independientemente de su rango dentro de la jerarquía eclesiástica, que acudiera a un país extranjero para desarrollar actividades contrarias al rey y a los godos, o que ayudara a un laico a actuar en tal forma, sería degradado y convertido en penitente perpetuo (solo se le daría la comunión al final de su vida); cualquier clérigo tenía prohibido administrar sacramentos al penitente, y aquel que lo hiciera, incluso bajo orden directa del rey, sería anatematizado y estaría sujeto a las mismas penas que el beneficiado; las propiedades del culpable pasarían al Tesoro, y si el rey decidía devolverle sus bienes solo podría hacerlo en un máximo del veinte por ciento.

En el canon primero del Concilio los Obispos declaraban que si un laico se rebelaba y se proclamaba rey, todo obispo y sacerdote que le hubiere ayudado sería excomulgado. Si el usurpador conseguía alcanzar el trono y por tanto no podía castigarse a los clérigos que le ayudaron, serían castigados cuando el usurpador muriera.

En este Concilio fue nombrado Arzobispo de Braga a Fructuoso, que era Obispo de Dumium. Otro nombramiento del mismo año es el de Eugenio II (+ 657), archidiácono de Zaragoza, como Obispo metropolitano de Toledo.

Una curiosa norma del Concilio establecía que los Obispos de las sedes cercanas a la capital del Reino, deberían pasar un mes al año en Toledo, por reverencia al rey y en honor de la sede real y consuelo del Obispo metropolitano. Los de toda la provincia serían poco más de la veintena, veintiuno -más el metropolitano- según las listas. Había unos nueve obispados en la Bética, unos doce en Lusitania, unos ocho en Galicia, unos catorce en la Tarraconense y siete en la Narbonense, además de los correspondientes arzobispados. Algunos obispados pudieron tener carácter temporal, pues la lista de todos los conocidos alcanza a ochenta y dos.

En el concilio se tocó el tema de la conducta irregular que observaban los ermitaños vagabundos. Se decidió que deberían recluirse en los conventos de su orden para evitar los atropellos que cometían y las quejas a que daban lugar.

El Concilio estableció que los obispos de Galicia no podrían percibir más de dos sueldos por los derechos de visita a cada parroquia, y las iglesias monásticas estarían exentas de pago. En sus visitas anuales el obispo no podría llevar un séquito de más de cincuenta personas ni permanecer más de un día en cada parroquia.

HISTORIA DE ESPAÑA

 HISTORIA MEDIEVAL -SIGLO VI

Isidoro de Sevilla (en latínIsidorus Hispalensis; nacido probablemente en Cartagenac. 556-Sevilla4 de abril de 636) fue un eclesiástico católico erudito polímata hispano de la época visigoda. Fue arzobispo de Sevilla durante más de tres décadas (599-636). Es venerado como santo por la Iglesia católica y contado entre los Padres de la Iglesia. También es uno de los Cuatro Santos de Cartagena.

San Isidoro de Sevilla
San Isidoro, Portada del Bautismo de la Catedral de Sevilla.jpg
San Isidoro de Sevilla, escultura de Lorenzo Mercadante de Bretaña, Portada del Bautismo, Catedral de Sevilla

Doctor de la Iglesia
proclamado el 25 de abril de 1722 por el papa Inocencio XIII

Información personal
Nombre en latínIsidorus Hispalensis Ver y modificar los datos en Wikidata
NacimientoAproximadamente en 556
Cartagena
Fallecimiento4 de abril de 636
Sevilla
ReligiónIglesia católica Ver y modificar los datos en Wikidata
Información profesional
OcupaciónEscritormusicólogofilósofo, teórico de la música, clérigopresbítero católicohistoriador y obispo Ver y modificar los datos en Wikidata
Información religiosa
CanonizaciónCulto inmemorial
Festividad
AtributosObispo latino, con un libro y a veces montado sobre un caballo blanco y sosteniendo una espada
Venerado enIglesia católicaIglesia ortodoxa, Comunión anglicana, Iglesias viejo católicas de la Unión de Utrecht
PatronazgoInternet (no oficial),4​ humanidadestopógrafosinformáticaestudiantes.
Obras notables

Biografía[editar]

Origen[editar]

Se desconoce el lugar real de nacimiento de Isidoro, aunque su familia era originaria de Cartagena. Era hijo de Severiano o Severino, quien pertenecía a una familia hispanorromana de elevado rango social5​ y al cual se le adjudica el título de dux, si bien su hermano Leandro menciona que era simplemente un ciudadano; su madre Teodora o Túrtura, en cambio, de acuerdo con algunos, era de origen visigodo y, según parece[cita requerida], estaba lejanamente emparentada con la realeza, pero todavía los matrimonios mixtos estaban prohibidos.[cita requerida] Su familia era originaria de Cartagena y se distinguió por su contribución a la conversión de los reyes visigodos (arrianos) al catolicismo.

Antonio Hernández Parrales, archivero-bibliotecario del arzobispado de Sevilla afirma que en el “año de 554, Severiano y su mujer, cuyo nombre se ignora, abandonan Cartagena, que había pasado al poder bizantino, y en un exilio forzoso o voluntario, vienen a establecerse en Sevilla acompañados de sus tres hijos, LeandroFulgencio y Florentina. Así nos lo cuenta el mismo San Leandro, al asegurar que la familia de Severiano y Turtur tiene que iniciar su exilio en el año 554 con sus tres hijos, con lo que nos viene a indicar que San Isidoro, el cuarto y menor de los hijos, no había nacido todavía”. Y escribe a continuación: “En Sevilla se señala hasta el sitio de la casa de su nacimiento, que es el lugar donde se levanta la parroquia de San Isidoro. Así lo hizo constar el padre Antonio de Quintana Dueñas, en su libro 'Santos de la ciudad de Sevilla y su Arzobispado', al decir: «Su insigne Parroquial, erigida en el sitio que presumen fue del Palacio de sus padres y de su nacimiento, es fundación del Santo Rey Don Fernando». Y el erudito Nicolás Antonio, en su ‘Biblioteca hispana vetus', dejó consignado que había nacido en Sevilla, porque generalmente se cree que todavía no había nacido Isidoro, cuando su padre Severiano vino exilado a esta ciudad: «Hispali natus vulgo creditur. In eam enim Urbem fama est exulen venisse, nondum eo nato, Severianum». Con lo que queda claro que, a pesar de los constantes e históricos intentos de negar la procedencia hispalense de San Isidoro, el filósofo fue sevillano.”6

Al parecer, la familia de Isidoro huyó a Sevilla tras la conquista bizantina al ser estos defensores del rey Agila I frente a Atanagildo, aliado de los bizantinos.

Miembros de esta familia son su hermano Leandro, su inmediato predecesor en el arzobispado de Sevilla y oponente del rey Leovigildo, y llegó al arzobispado al inicio del reinado del nuevo rey, el ya católico Recaredo; su hermano Fulgencio, que llegó a ser obispo de Cartagena y de Astigi (hoy Écija), y también su hermana Florentina, de la que la tradición dice que fue abadesa a cargo de cuarenta conventos. Los cuatro fueron canonizados y se les conoce colectivamente como los Cuatro Santos de Cartagena, siendo los patrones de la diócesis cartagenera. Isidoro también es mencionado como hermano de Teodora o Teodosia, reina de la Hispania visigoda por su matrimonio con el rey Leovigildo. Isidoro y sus hermanos Leandro, Fulgencio y Florentina serían tíos maternos, por tanto, de los hijos de Leovigildo y Teodora: Hermenegildo (posteriormente también canonizado) y Recaredo, el rey visigodo que se convirtió al catolicismo. Todavía, la primera mujer de Leovigildo fue ciertamente una visigoda, de nombre desconocido, puesto que, al tiempo, los matrimonios mixtos eran prohibidos.[cita requerida]

Juventud[editar]

Isidoro de Sevilla presentando su obra a su hermana Florentina. Manuscrito de la Biblioteca Nacional de Francia, hacia el año 800.

La maestría de San Isidoro en griego y hebreo le dio reputación de ser un estudiante capaz y entusiasta. Su propio latín estaba afectado por las tradiciones locales visigodas y contiene cientos de palabras identificables como localismos hispanos y el editor de su obra en el siglo XVII encontró 1640 de tales localismos, reconocibles en el español de la época.

Isidoro y el arrianismo[editar]

En una época de desintegración de la cultura clásica, de violencia e ignorancia entre las clases dominantes, Isidoro impulsó la asimilación de los visigodos, que ya llevaban dos siglos en Hispania, a fin de conseguir un mayor bienestar, tanto político como espiritual, del reino. Para ello, ayudó a su hermano en la conversión de la casa real visigoda (arrianos) al catolicismo e impulsó el proceso de conversión de los visigodos tras la muerte de su hermano (599). Presidió el segundo sínodo provincial de la Bética en Sevilla (noviembre de 618 o 619, durante el reinado de Sisebuto), al que asistieron no solo prelados peninsulares sino también de la Narbonense, que formaba parte del reino visigodo de Toledo, y Galia.

Estatua de Isidoro de Sevilla por José Alcoverro ubicada en la escalinata de acceso a la Biblioteca Nacional de España.

En las actas del concilio se establece totalmente la naturaleza de Cristo, de acuerdo con los concilios ecuménicos de Nicea del año 325 y de Constantinopla del año 381 y posteriores, rebatiendo las concepciones arrianas.

Vejez[editar]

A edad avanzada, también presidió el IV Concilio de Toledo (633), que requirió que todos los obispos estableciesen seminarios y escuelas catedralicias. Siguiendo las directrices establecidas por Isidoro en Sevilla fue prescrito el estudio del griego y el hebreo, y se alentó el interés por el estudio del Derecho y la Medicina.

También marcó la unificación litúrgica de la España visigoda, el rito hispano, mozárabe o isidoriano, utilizado en toda la España cristiana hasta la progresiva imposición del rito romano en el siglo XI, e impulsó la formación cultural del clero. El concilio fue probablemente un reflejo de las ideas de Isidoro. Pero el concilio no solo produjo conclusiones de carácter religioso o eclesiástico, sino también político. El lugar ocupado por el rey y la deferencia a él debida en el concilio es también destacable: la Iglesia es libre e independiente, pero ligada mediante una solemne lealtad al rey. Para muchos autores fue uno de los primeros pensadores en formular la teoría del origen divino del poder regio: «Dios concedió la preeminencia a los príncipes para el gobierno de los pueblos». 7

Muerte y canonización[editar]

Fue el primero de los grandes compiladores medievales. Su cuerpo fue sepultado, según la tradición, en una ermita a las afueras de Sevilla, cuyo uso perduró incluso después del traslado de los restos a León, y sobre la cual se fundó en el siglo XIV el monasterio de San Isidoro del Campo.

Desde dicha ciudad, sus restos fueron, en 1063, trasladados a la basílica de San Isidoro de León, donde permanecen desde entonces; ese año el monarca leonés Fernando I comisionó a los obispos Alvito de León y Ordoño de Astorga para obtener las reliquias del rey de la taifa de SevillaAl-Mutadid, tributario suyo. Existen también algunas reliquias suyas en la catedral de Murcia.

En el altar mayor de la parroquia de la Anunciación de Abla (Almería) también se encuentra una reliquia de San Isidoro, donada por la Curia Romana en el mes de diciembre de 2008 con motivo de la consagración de dicho altar.

Fue canonizado en 1598, y en 1722 el papa Inocencio XIII lo declaró doctor de la Iglesia.

Obras[editar]

Mapamundi en una copia del siglo XI de una obra de Isidoro de Sevilla.

Producción literaria[editar]

Fue un escritor prolífico y un infatigable compilador y recopilador. Compuso numerosos trabajos históricos y litúrgicos, tratados de astronomía y geografía, diálogos, enciclopedias, biografías de personas ilustres, textos teológicos y eclesiásticos, ensayos valorativos sobre el Antiguo y Nuevo Testamento, y un diccionario de sinónimos, así como Laus Spaniae (Alabanza de España).

Su obra más conocida son las Etimologías (hacia 634), monumental enciclopedia que refleja la evolución del conocimiento desde la antigüedad pagana y cristiana hasta el siglo VII. Este texto, también llamado Orígenes y dividido en veinte libros, con 448 capítulos, constituye una enorme obra enciclopédica en la que se recogen y sistematizan todos los ámbitos del saber de la época (teologíahistorialiteraturaartederechogramáticacosmologíaciencias naturales...). Isidoro tenía acceso a las importantísimas obras eruditas, hoy perdidas, del romano Marco Terencio Varrón, la principal de su fuentes, por lo cual salvó de la destrucción una parte sustancial de la obra enciclopédica de aquel y gracias a su esfuerzo se hizo posible la perduración de la cultura clásica grecolatina y su transmisión no solo a la España visigoda, sino al resto de Europa durante los siglos siguientes.

Asimismo cabe destacar su Hispana, una colección de cánones conciliares y epístolas episcopales. Los cánones recogidos corresponden a concilios griegos, africanos, galicanos y españoles, mientras las epístolas episcopales, más de un centenar, quedan agrupadas por orden cronológico. La riqueza de contenido y universalidad de sus planteamientos confieren a la Hispana un papel de capital importancia, sin parangón posible con cualquier otra colección canónica de la misma época, perdurando su influencia durante siglos y llegándose a traducir al árabe. La Hispana fue precedida desde mediados del siglo VI por un índice formado por el extracto de los cánones, y constó de tres recensiones: la Isidoriana, correspondiente a la redacción primitiva, la Juliana (de la época de San Julián de Toledo) y la Vulgata, o edición más difundida y utilizada, que habría de ser bien conocida en las Galias y que influyó además en otras colecciones canónicas posteriores.

Casi diez siglos después de su muerte fue declarado Doctor de la Iglesia por el papa Inocencio XIII.

Producción historiográfica[editar]

Isidoro de Sevilla escribió diversas obras históricas, siendo la más importante Etimologías, una extensa compilación en la que almacena, sistematiza y condensa todo el conocimiento de la época. Otra obra, pero de menor importancia es su Historia de los godos, vándalos y suevos.

Folio 26v miniado del Códice toledano (siglo IX) de las Etimologías (ahora en la Biblioteca Nacional de España, signatura: Vitr. 14-3). Escrito en minúscula visigoda de la escuela toledano-sevillana, procede de la Catedral de Toledo.

Las Etimologías[editar]

Una de las cuestiones que se abordan en este libro es definir el concepto de Historia y diferenciar los tipos de historia que pueda haber. Isidoro de Sevilla coloca a la historia dentro del género de la Gramática, ya que, al igual que en la Antigüedad, la trata como un género literario. Dice que la Historia es la narración de hechos acontecidos y que etimológicamente significa 'ver' o 'conocer'. Esto difiere de la concepción que tenía Heródoto, para el que significaba 'investigar'.

Para Isidoro, los escritores antiguos sólo escribían de lo que habían visto. Él hace una genealogía de la Historia y cita como primer historiador a Moisés, que es el que hace la historia sobre el principio del mundo. Entre los griegos, el primer historiador sería Dares Frigio, que realmente fue un personaje de la Ilíada, un sacerdote de Troya. Isidoro lo considera así porque en el siglo VI aparece una historia apócrifa de la Guerra de Troya, aparentemente escrita por este hombre, y será la fuente más valorada sobre este hecho durante la Edad Media (incluso más que Homero). El siguiente historiador griego en importancia considera que fue Heródoto.

En las Etimologías, Isidoro de Sevilla explica que los antiguos dividieron la Filosofía en tres partes, que según el formato de la tabla de tríadas se puede presentar así: Física, Lógica y Ética. Cada una de ellas se puede subdividir a su vez:

  • división de la Física: Geometría/Aritmética/Música,
  • división de la Lógica: Gramática/Dialéctica/Retórica,
  • división de la Ética: Justicia/Prudencia/Fortaleza/Templanza.

Luego, Isidoro de Sevilla habla de la utilidad de la Historia, que es para la enseñanza del momento presente. Este autor y esta obra serán muy influyentes durante toda la Edad Media.

Historia de los godos, vándalos y suevos[editar]

Es la historia de los pueblos que se asientan en la Península durante el siglo V d. C. Ahora se da un paralelismo con lo ocurrido con Eusebio de Cesarea, porque escribe desde el lado de los visigodos, que son los pueblos que se enfrentan a los romanos. Su tarea debe ser que no se muestre a los visigodos como los malos y a los romanos como los buenos. Por eso dice que durante la conquista, todos los romanos que estuviesen en un lugar sagrado, como dentro de una iglesia, o que simplemente gritasen el nombre de Cristo, no fueron muertos ni hechos cautivos. Ésta Historia de los godos, vándalos y suevos incluye una preciosa alabanza de España Laus Spaniae.

De la fe católica contra los judíos[editar]

En medio de un proceso de luchas internas y de reformulaciones ideológicas, la comunidad judía hispana del los siglos VI y VII fue objeto expiatorio de un deseo de consolidación de la monarquía alrededor del catolicismo.8​ En su obra De fide catholica contra Iudaeos amplía las ideas de San Agustín sobre la presencia judía en la sociedad cristiana. Se trata de un opúsculo escrito contra el judaísmo, aunque Isidoro estaba en contra del rey Sisebuto en su idea de que era necesario promover la conversión al cristianismo por la fuerza. Isidoro prefirió convencer a obligar, pero tampoco fue enérgico en rechazar la violencia que sobre los judíos se ejercía en este periodo.9​ Como Agustín, acepta la necesidad de no eliminar la población judía por su papel supuesto en la venida segunda de Jesús.

Isidoro de Sevilla recogió la más relevante tradición polémica antigua, convirtiendo su texto en uno de los más relevantes en materia apologética anti-judía hasta bien entrada la Edad Media. La influencia del postulado del pensador hispalense fue esencial en el armazón ideológico que rodeó la reactivación del antijudaísmo europeo desde finales del siglo XI al siglo XIII.10

Como teórico de la música[editar]

A lo largo de sus escritos encontramos una serie de menciones a diversas cuestiones musicales que resultan trascendentales para conocer tanto el pensamiento como las prácticas musicales de aquella época. En las Etimologías, la música se aborda en el libro III, dentro del Quadrivium, junto con las matemáticasgeometría y astronomía. Allí Isidoro de Sevilla habla sobre el valor de la memoria en música ante la falta de notación musical, al no poderse escribir los sonidos. En esta misma obra encontramos algunas afirmaciones sobre la música como: «Sin la música, ninguna disciplina puede ser perfecta, puesto que nada existe sin ella» (libro III. C. 15), que nos da una idea del valor que se confería a la música entonces. Junto con las Instituciones de Casiodoro constituyen una fuente de información esencial sobre las siete artes liberales, entre las que se incluye la música. Asimismo, Isidoro hace referencias excepcionales sobre el repertorio litúrgico hispano, más acordes con una visión práctica de la música. Esta perspectiva supone un primer paso hacia una nueva concepción de una teoría de la música más ligada a la realidad que a la especulación.

Al igual que otros teóricos como BoecioSan Agustín o Casiodoro, Isidoro recoge en sus escritos términos como sinfonía o diafonía, que podrían identificarse como el sonar de varias voces, pero siempre son casos muy oscuros. Parece que este tipo de denominaciones podría hacer alusión a la aparición de dos sonidos sucesivos, en vez de simultáneos. El minucioso estudio de estas fuentes es fundamental para determinar con exactitud el origen de la polifonía en la música clásica occidental.

Otras obras[editar]

Las Sentencias de San Isidoro es posiblemente su trabajo más leído durante la Edad Media ya que se hicieron numerosas copias antes de la invención de la imprenta. Consta de un sumario de fe (libro I) y de moral (libro II). La publicación parece creada en un primer momento para la formación del clero. Fue elaborada entre los años 612 y 615 en apogeo de su capacidad intelectual y pastoral.11

Sobre el ejercicio del poder de los príncipes:

Dios concedió a los príncipes la soberanía para el gobierno de los pueblos, quiso que ellos estuvieran al frente de quienes comparten su misma suerte de nacer y morir. Por tanto, el principado debe favorecer a los pueblos y no perjudicarlos; no oprimirlos con tiranía, sino velar por ellos, siendo condescendiente, a fin de que su distintivo del poder sea verdaderamente útil y empleen el don de Dios, para proteger a los miembros de Cristo.
S. Isidoro, Sententiae, 1.3C., 48-4912

El poder temporal, sujeto a sus propias leyes y al poder espiritual:

LA CRISTIANDAD 1) Es justo que el príncipe esté sujeto a sus propias leyes. Pues solo cuando también él respete las leyes podrán creer que éstas serán guardadas por todos. 2) Los príncipes deben someterse a sus propias leyes y no podrán dejar de cumplir las leyes promulgadas para sus súbditos. Y es justa la queja de los que no toleran que se les permita algo que le esté prohibido al pueblo. 3) El poder secular está sujeto a las leyes eclesiásticas y los príncipes aunque posean el gobierno del reino están sometidos sin embargo al vínculo de la fe, de tal manera que están obligados a predicar la fe de cristo en sus leyes y a conservar esta predicación con sus buenas costumbres.
S. Isidoro: Sententiae III, 51.4. 13
Opera omnia, 1797
Chronica minora, 1482

Estos son algunos otros de sus trabajos, todos escritos en latín:

  • Chronica majora: una historia universal.
  • De differentiis verborum: un breve tratado teológico sobre la doctrina de la Trinidad, la naturaleza de Cristo, del Paraíso, los ángeles y los hombres.
  • De natura rerum (Sobre la naturaleza de las cosas): un libro de astronomía e historia natural dedicado al rey visigodo Sisebuto.
  • Preguntas en el Antiguo Testamento.
  • De ordine creaturarum.
  • Regula monachorum.
  • Sententiae libri tres (Codex Sang. 228; siglo IX).14
  • De viris illustribus.
  • De ecclesiasticis officiis.
  • Un tratado místico sobre los significados alegóricos de los números.
  • Una serie de cartas breves.

Datos de interés[editar]

Leyendas[editar]

Según cuenta la leyenda, en 1063 Fernando I guerreó por tierras de Badajoz y Sevilla, e hizo tributario suyo al rey taifa de Sevilla. De él consiguió la entrega de las reliquias de Santa Justa, pero cuando su embajada llegó a Sevilla a recogerlas, no las encontró. Sin embargo, una vez en Sevilla, el obispo de León, miembro de la embajada, tuvo una visión mientras dormía, gracias a lo cual encontraron milagrosamente las reliquias de San Isidoro. El retorno se hizo por la Vía de la Plata. Cerca ya de León, la embajada se internó en tierras pantanosas, sin que los caballos pudieran avanzar. Al taparles los ojos a los caballos, estos salieron adelante, dirigiéndose hacia la recién construida iglesia de los Santos Juan y Pelayo, que desde entonces se llamará de San Isidoro.15

Influencia[editar]

Isidoro fue muy leído durante la Edad Media y el Renacimiento (al menos diez ediciones fueron impresas entre 1470 y 1530). Su influencia fue enorme entre sus contemporáneos. Braulio, obispo de Zaragoza, discípulo y amigo de Isidoro, le describió como el hombre elegido por Dios para salvar a los hispanos de la marea de barbarie que amenazaba con inundar la civilización clásica en Hispania.[cita requerida] El VIII Concilio de Toledo (653) manifestó su admiración por la figura de Isidoro con las siguientes palabras elogiosas:

Nostri quoque sæculi doctor egregius ecclesiæ catholicæ, novissimum decus, præaecedentibus ætate postremus, doctrinæ comparatione non infimus, et qoud maius est, in sæculorum fine doctissimus, atque cum reverentia nominandus Isidorus [...]16
El gran doctor de nuestro siglo, la gloria más reciente de la Iglesia católica, el último en el tiempo comparado con ellos, pero no el último comparado en la sabiduría y, lo que es más, el más docto de las últimas centurias, que ha de ser nombrado con toda reverencia, Isidoro...17

Este tributo fue ratificado por el XV Concilio de Toledo, celebrado en 688, al utilizar también el calificativo de doctor egregius para referirse a él.18​ Entre sus discípulos se encuentran el ya mencionado Braulio de Zaragoza e Ildefonso de Toledo.

Todos los escritos históricos medievales de España estuvieron basados en las obras de Isidoro. Hasta el siglo XII, fue transmitido mediante traducciones de fuentes árabes, siendo una de las fuentes principales para la penetración en Europa de los trabajos de Aristóteles y otros griegos.