domingo, 30 de mayo de 2021

HISTORIA DE ESPAÑA

 SIGLO XII

Se conoce como pacto de Guadalajara al acuerdo firmado, el 29 de octubre de 1207, entre Sancho VII de Navarra y Alfonso VIII de Castilla.

En virtud de este pacto se inició una tregua de cinco años entre ambos reinos y el rey castellano además prometió al navarro mediar entre Pedro el Católico de Aragón para que éste también llegase a un acuerdo con Navarra.






Gonzalo Rodríguez Girón (c. 1160-1231),a​ también conocido como Gonzalo Ruiz Girón, hijo primogénito de Rodrigo Gutiérrez Girón y de María de Guzmán, fue uno de los magnates más ricos y poderosos de la edad media en Tierra de Campos,2​ así como uno de los más leales colaboradores del rey Alfonso VIII, de la reina Berenguela y después del rey Fernando III de Castilla.

Servicios a la corona[editar]

Miembro de la curia regia de los reyes Alfonso VIII y Fernando III de Castilla|Fernando III, fue mayordomo desde 1198 hasta 1216 y de 1217 a 1231.3​ Junto con sus hermanos Rodrigo, Pedro, Nuño, y Álvaro, participó en la Batalla de las Navas de Tolosa que se libró el 16 de julio de 1212.4

Después de la muerte del rey Alfonso VIII, fue mayordomo del futuro Enrique I de Castilla hasta que fue sustituido el 29 de diciembre de 1216 por Martín Muñoz de Hinojosa a instancias del conde Álvaro Núñez de Lara quien en 1215 se había hecho con la tutela del rey-niño en contra del parecer de la iglesia y de un segmento de la nobleza, lo cual provocó el alejamiento del bando liderado por Gonzalo quien se unió al partido nobiliario alrededor de la reina Berenguela.

En febrero de 1216, se celebró en Valladolid una curia extraordinaria a la que asistieron magnates castellanos como Lope Díaz de Haro, Gonzalo Rodríguez Girón, Álvar Díaz de CamerosAlfonso Téllez de Meneses y otros, que acordaron, con el apoyo de la reina Berenguela, hacer frente común ante Álvaro Núñez de Lara. A finales de mayo de ese mismo año, Berenguela decidió refugiarse en el castillo de Autillo (Palencia) cuya tenencia ostentaba Gonzalo Rodríguez Girón, enviándo a su hijo, el infante Fernando a la corte de León con su padre, Alfonso IX.

El 15 de agosto de 1216 se reunieron todos los magnates del reino de Castilla para intentar llegar a un acuerdo para evitar una guerra civil, sin embargo, las desavenencias llevaron a los Girón, los Téllez de Meneses y los Haro a alejarse definitivamente del conde Álvaro Núñez de Lara.

Según la Crónica latina de los reyes de Castilla, el año 1217 fue de gran tensión, quanta nunquam fui tantea in Castella.5​ El conde de Lara se enfrentó a la reina Berenguela y sus seguidores, liderados por el conde Lope Díaz de Haro y Gonzalo Rodríguez Girón. La reina se refugió en el castillo de Autillo de Campos que controlaba Gonzalo. Álvaro Núñez de Lara se negaba a renunciar el poder alcanzado hostigando al bando adepto a Berenguela y devastando el valle de Trigueros y sitiando Autillo de Campos, donde se encontraba Berenguela y sus partidarios, así como Cisneros y Frechilla.6

Las circunstancias cambiaron repentinamente cuando Enrique falleció el 6 de junio de 1217 después de recibir una herida en la cabeza de una teja que se desprendió accidentalmente cuando se encontraba jugando con otros niños en Palencia. El conde de Lara, su ayo, intentó ocultar los hechos, llevándose el cadáver del rey al castillo de Tariego, aunque no se pudo evitar que la noticia llegase a la reina Berenguela.7

Inmediatamente, Berenguela encargó a Lope Díaz de Haro, Gonzalo Rodríguez Girón, y a Alfonso Téllez para que trajeran a su hijo Fernando que en esos momentos se encontraba en Toro con su padre el rey Alfonso,8​ utilizando como pretexto un hipotético ataque a Autillo, sin desvelar la muerte de su hermano Enrique.8​ A pesar de las reticencias de las infantas Sancha y Dulce, los magnates lograron convencer al monarca que Enrique se encontraba sano y vivo,8​ partiendo entonces desde Toro con el infante Fernando. Berenguela, la legítima heredera, renunció el trono de Castilla en su hijo Fernando quien poco después fue proclamado rey en Autillo de Campos el 2 de julio de 1217.9

Tenencias, patrimonio y poder[editar]

Ruinas del Monasterio de San Román de Entrepeñas, en la imagen se puede apreciar el torreón, único vestigio de su antiguo esplendor.

La posición de Gonzalo Rodríguez Girón se consolidó una vez que el reino quedó pacificado y había desaparecido el peligro que representaba el conde de Lara y sus hermanos. Fue mayordomo mayor del rey Fernando III de Castilla y destacado miembro de la curia regia. Tuvo varias tenencias en diferentes periodos, entre ellas MonzónLiébanaLa PerníaGatón de CamposHerrín de Campos, Peñas Negras, CerveraGuardo, la mitad de la importante tenencia de Carrión—compartida con su hermano Rodrigo Rodríguez Girón—y en 1194 suceció a su padre en la tenencia del castillo de Torremormojón. También aparece como señor del lejano castillo de Entrepeñas (en las cercanías del Monasterio de San Román de Entrepeñas, en Santibáñez de la Peña) y fue propietario de varios lugares en el término de Boadilla de Rioseco, Carrión, Cardeñosa de Volpejera, Revenga de Campos, y Villasabariego de Ucieza así como en Cordovilla.10​ En 7 de septiembre de 1221, el rey Fernando el Santo recompensó a Gonzalo su fidelidad y servicios prestados con el señorío de Autillo de Campos «para vos e para vuestros fijos et para vuestros nietos, e para los que vengan después de vos del vuestro linaje para siempre jamás»,11​ merced confirmada posteriormente a sus descendientes por otros monarcas.

Benefactor[editar]

En 1209, junto a su primera mujer, fundó el Hospital de la Herrada, entregando al obispado de Palencia la administración del hospital que poseían en Carrión en el barrio de San Illodo y San Antonino, hospital en el camino de Santiago Francés, junto a la villa de Carrión, para dar limosna y hospedar a los peregrinos y curarlos de sus enfermedades.10

Gonzalo falleció alrededor de 1231 y recibió sepultura en el Hospital de la Herrada que había fundado.

Matrimonios y descendencia[editar]

Contrajo un primer matrimonio alrededor de 1190 con Sancha Rodríguez3​ (fallecida entre 1209, fecha de su última aparición en la documentación, y 1212, meses antes del segundo matrimonio de Gonzalo).10​ Algunos autores opinan que fue hija de Rodrigo Rodríguez de Lara (ca. 1130-1190), llamado conde de Lara, aunque este personaje jamás ha sido documentado, y de una Elvira García de Azagra. El medievalista Jaime de Salazar y Acha sostiene que Sancha fue hija del alférez real Rodrigo Fernández de Toroño y de Aldonza Pérez de Carrión, hija de Pedro Muñoz de Carrióntenente en Aranga y descendiente de los Banu Gómez y del magnate gallego Pedro Froilaz.3

Un documento esclarecedor, citado por varios autores, menciona a todos los hijos habidos de sus dos matrimonios, salvo a Gonzalo. El 8 de mayo de 1222 en la documentación de la Catedral de Palencia, Gonzalo, mayordomo del rey, en compañía de sus hijos y su segunda esposa ratificó a la sede episcopal palentina, que se lo retorna de por vida, la donación de un hospital en el barrio de San Zoilo de Carrión con todos sus bienes y derechos. Los hijos del primer matrimonio fueron:12

  • Rodrigo González Girón,3​ nacido antes de 1194 y fallecido en 1256.
  • Gonzalo González Girón13​ (m. 1258) canciller mayor del rey Fernando III de Castilla, a quien acompañó en la conquista de Sevilla.b
  • Teresa González Girón, quien suscribe el documento de 1222 con el consentimiento de su marido, Rodrigo González.c
  • María González Girón, también suscribe el citado documento con el otorgamiento de su primer marido, Guillén Pérez de Guzmán,13​ hijo de Pedro Rodríguez de Guzmán y de Mahalda. María volvió a casar con Gil Vázquez de Soverosa,15​ teniendo sucesión de ambos matrimonios. De su primer matrimonio con Guillén Pérez de Guzmán tuvo a Mayor Guillén de Guzmán, amante de rey Alfonso X.
  • Aldonza González Girón casada antes de 1222 con Ramiro Fróilaz,13​ hijo del conde Froila Ramírez y la condesa Sancha Fernández.
  • Elvira González Girón (m. después de 1255), quien suscribe el documento con la autorización de la abadesa del Monasterio de Santa María la Real de Las Huelgas.13d
  • Sancha González Girón (m. después de 1269), también monja, quien suscribe con el permiso de la abadesa del San Andrés de Arroyo13e
  • Brígida González Girón, monja en el Monasterio de Santa María de la Consolación de Perales,13​ quien firma con el consentimiento de la abadesa.

Gonzalo se casó por segunda vez alrededor de mayo de 1213 con Marquesa Pérez quien pudo haber sido de la casa de los Villalobos o de los Manzanedo, aunque su filiación no ha sido confirmada.18fg​ Juntos suscribieron un documento de 1222 mencionando a los hijos de este matrimonio, todos menores de edad en esa fecha.19​En 1224, con su esposa Marquesa, donaron al Hospital de La Herrada que había fundado la iglesia de Santa María de Baquerín.20​ Los hijos de este segundo matrimonio, que no tuvieron tanta relevancia histórica como los del primero, fueron:20









El Tratado de Sahagún123​ (también conocido como Paz Perpetua de Sahagún) fue firmado en Sahagún el 4 de junio de 1170452​ entre Alfonso VIII de Castilla y Alfonso II de Aragón.

Según los términos del acuerdo, Alfonso VIII de Castilla garantizaba al monarca aragonés, el pago de 40 000 maravedís durante cinco años por parte de Ibn Mardanish26​ y que este aceptaría el arbitraje de cuatro condes6​ en las querellas pendientes,2​ mientras que Alfonso II de Aragón a cambio de ese dinero se comprometía a tener paz con el "rey lobo" durante cinco años.






El tratado de Berdejo fue firmado el 5 de octubre de 1186 en Berdejo entre el reino de Castilla y el de Aragón contra el de Navarra.

Es similar a los tratados de Ágreda del 21 de enero de 1186 y el de Sauquillo del 30 de septiembre de 1187 en contra del señor de Albarracín, en manos del navarro Pedro Ruíz de Azagra, pero en éste se amplía a ayudarse mutuamente contra Navarra. Se obligan a no firmar un pacto con Sancho VI el Sabio sin consentimiento del otro. En él Alfonso VIII de Castilla se arrepiente de la firma de las paces de 1179 y presiona para conseguir la parte del territorio de Álava que quedó en manos del rey de Navarra.






El Tratado de Cabreros fue un acuerdo suscrito el día 26 de marzo de 1206 entre Alfonso IX de León y Alfonso VIII de Castilla en el municipio vallisoletano de Cabreros del Monte para tratar de poner término a las disputas existentes entre ambos reinos por la posesión de diversas fortalezas que se hallaban en manos de Alfonso VIII, y por la posesión de los castillos que constituían la dote de la reina Berenguela de Castilla, hija de Alfonso VIII y esposa de Alfonso IX de León, de quien el soberano leonés se había separado en 1204.

Antecedentes[editar]

En 1197 Alfonso IX de León se había desposado con la infanta Berenguela de Castilla, hija de Alfonso VIII de Castilla y de la reina Leonor de Plantagenet para poner término a la guerra que desde el año 1195 había enfrentado a ambos reinos. En las capitulaciones matrimoniales, otorgadas en la ciudad de Palencia el 8 de diciembre de 1199, dos años después de celebrarse el matrimonio, Alfonso IX confirmó la entrega a su esposa de las torres de la ciudad de León, AstorgaValencia de Don Juan, y otros treinta castillos, al tiempo que entregaba como garantía a su primo Alfonso VIII diez castillos, en prenda de la seguridad de lo acordado entre ambos.1​Los castillos entregados por Alfonso IX a su esposa se encontraban dispersos en territorio leonés, gallego y asturiano, contándose entre estos últimos los de San Pelagio de Barro, Aguiar da Moa, Alba de Búval, Canderrei y Aguiar de Pedraio.2​Por su parte, Alfonso VIII de Castilla entregó a su hija Berenguela como dote todas las poblaciones y fortalezas leonesas de las que se había apropiado durante la guerra castellano-leonesa de 1196-1197, y que eran reclamadas por Alfonso IX de León.

La vigilancia de la dote quedaría a cargo de doce caballeros que serían vasallos de la reina Berenguela, pero que debían mantenerse leales al soberano leonés, con el beneplácito del soberano castellano, y en caso de separación matrimonial, la dote continuaría en poder de la reina Berenguela. No obstante, se estipuló que en el caso de que Alfonso IX se separase de su esposa, las fortalezas entregadas por el soberano leonés y que constituían la dote quedarían bajo control castellano. Así mismo, fueron previstas todas las posibles contingencias, tales como que Alfonso IX matase a su esposa, que la maltratase, o que la privase de libertad.

Después de contraer matrimonio, Alfonso IX de León y su esposa fueron excomulgados por el papa Inocencio III, quien justificó tal sentencia por el grado de parentesco que unía a los cónyuges, ya que Berenguela era sobrina segunda de Alfonso IX de León. A pesar de la excomunión que pesaba sobre ellos, los reyes de León procuraron retrasar cuanto pudieron la separación matrimonial y en mayo de 1201 Inocencio III ordenó a Pedro Suárez de Dezaarzobispo de Santiago de Compostela, a Martín López de Pisuergaarzobispo de Toledo, y a los obispos de Palencia y de Zamora que confirmasen la sentencia de excomunión contra Alfonso IX de León.3

Debido a la sentencia de excomunión e interdicto que pesaba sobre ellos, los reyes de León se separaron en abril de 1204, tras una asamblea de prelados castellano-leoneses que se reunió en la ciudad de Valladolid, y en el mes de mayo de 1204 la noticia de la separación de ambos cónyuges llegó a Roma. El 19 de junio de 1204 el papa Inocencio III levantó la sentencia de excomunión e interdicto que pesaba sobre el rey de León y sobre sus principales consejeros, entre los que se hallaba Pedro Fernández de Castro "el Castellano", haciéndose público dicho levantamiento en el mes de octubre de 1204, según consta en un privilegio otorgado por Alfonso IX a la Catedral de Astorga.4

Tras la separación de Alfonso IX de León y Berenguela de Castilla, surgió un conflicto entre los reinos de Castilla y León por la posesión de los castillos que constituían la dote de la reina Berenguela, y que le habían sido entregados a ella por el soberano leonés. Inocencio III manifestó que las fortalezas en disputa pertenecían a Alfonso IX, y amenazó con la excomunión a Berenguela de Castilla y a su padre Alfonso VIII si se negaban a devolver las fortalezas al rey leonés, sugiriendo además el Pontífice que en caso de no alcanzar un acuerdo entre ambas partes el pleito fuese remitido a la Santa Sede.5

Tratado de Cabreros[editar]

Con el propósito de mantener la paz entre los reinos de Castilla y León y de poner fin al pleito existente sobre la posesión de las fortalezas que constituían la dote de la reina Berenguela de Castilla, Alfonso IX de León y Alfonso VIII de Castilla se entrevistaron en el municipio vallisoletano de Cabreros del Monte el día 26 de marzo de 1206.

Alfonso VIII de Castilla concedió a su nieto, el infante Fernando de León, los castillos de Monreal, El Carpio, ValderasBolaños de CamposVillafrechósCastrotierra de ValmadrigalAlmanza, Siero de Asturias y Siero de Riaño, que eran reclamados por Alfonso IX de León desde que su primo Alfonso VIII se apoderó de ellos durante las guerras que ambos habían mantenido en el pasado. De este modo, Alfonso VIII cumplía lo dispuesto en su testamento, otorgado el 8 de diciembre de 1204, en el que disponía que dichas fortalezas deberían ser entregadas a su muerte a su nieto Fernando, a no ser que sus testamentarios dispusiesen que dichas fortalezas fueran entregadas a Alfonso IX de León.

Por su parte, la reina Berenguela de Castilla entregó a su hijo, el infante Fernando de León, el municipio de Cabreros del Monte y todas las fortalezas que constituían su dote y que le habían sido entregadas por su antiguo esposo, Alfonso IX de León, y que en ese momento se hallaban en poder de Alfonso VIII, quien se había hecho cargo de ellas tras las capitulaciones matrimoniales de Alfonso IX, como garantía por parte del soberano leonés.Por su parte, Alfonso IX de León entregó a su hijo, el infante Fernando de León, los castillos de LunaArgüello, Ferrera, GordónTiedra y Alba de Aliste. Quedó fijado además en el tratado de Cabreros qué castillos debían ser considerados propiedad del reino de León y cuáles del reino de Castilla.6

El documento que recogió las cláusulas del tratado fue redactado en romance castellano, y aunque contenía algunos leonesismos, fue, según algunos expertos, el primer documento oficial de extensión considerable en ser redactado en lengua romance.

HISTORIA DE ESPAÑA

 SIGLO XII

El laudo arbitral del rey Enrique II de Inglaterra sobre pertenencia territorial y límites fronterizos entre los reyes Alfonso VIII de Castilla y Sancho VI de Navarra el Sabio fue emitido el 16 de marzo de 1177 tras aceptar los reyes de Castilla y el Reino de Navarra un pacto-convenio el 25 de agosto de 1176 en el que aceptaban el arbitrio del rey inglés y que se respetara una tregua de siete años.

En la resolución del laudo no se expresan claramente todos los territorios,:1

Con relación a las querellas mencionadas sobre castillos y tierras con sus términos y pertenencias, arrebatados violenta e injustamente, como decía, cada parte omitía responder a las quejas específicas relativas a actos de violencia alegadas por la otra y como se alegaba que no debían hacerse menos restituciones que las demandas, hemos determinado que se haga a cada una de las partes la restitución plena de todo lo que se solicitaba de acuerdo a Derecho.

En el mismo se entiende que se restablecían las fronteras existentes en 1158, al inicio del reinado de Alfonso VIII2​ y antes de que Navarra tomara territorios de La Rioja.3​ En el mismo el rey navarro había de renunciar a la mayor parte de La Rioja y devolver las plazas riojanas de LogroñoEntrenaNavarreteAusejo y Autol, además de La Bureba. Por su parte Alfonso VIII debería devolver LeguínPortilla y la fortaleza de Don Godin (posiblemente la actual Lapuebla de Labarca) y pagar 30.000 maravedíes en 10 años. Se exceptuaba el de Malvecín que no se devolvía a Navarra.3​ El rey navarro priorizó retener el Duranguesado y Álava, dado que el Señorío de Vizcaya en manos de Diego López II de Haro era proclives al rey castellano, aunque en su reclamación extendía la petición hasta la actual frontera de Cantabria que ostentaba en 1054.

Este laudo no satisfizo ni a castellanos ni a navarros, no siendo respetado por el rey castellano que para julio de ese año 1177 estaba ya en Cuenca junto con el de Aragón conspirando contra Sancho.2​Posteriormente, en marzo de 1179 el Tratado de Cazola entre Castilla y reino de Aragón con un detallado reparto del reino de Navarra,2​ y de la España musulmana. Esta amenaza llevó a la firma del acuerdo de paz el 15 de abril de 1179 en el que se concretan los límites fronterizos que representaba la acomodación y ejecución del laudo arbitral inglés de Westminster de marzo de 1177 que daba para Castilla la Rioja, mientras concedía a Navarra el Duranguesado, Guipúzcoa, Álava sin la villa de Salinas, e incluía las villas riojanas de Leguín y Portilla. Quedaba como línea divisoria la marcada por los ríos Nervión y Bayas precisándose que Iciar y Durango quedaban en la zona navarra:

Y yo, Don Alfonso, Rey de Castilla, hedado al rey Don Sancho de Navarra Leguin y Portilla, y le he dado por quito del castillo que tiene en Godin. Y, además de esto, yo, Don Alfonso Rey de Castilla doy por quito a vos, Don Sancho, Rey de Navarra y de Álava, a perpetuao para vuestro Reino, conviene saber: Desde Içiar y Durango, que quedan dentro de el, exceptuando el castillo de Maluecin, [...]
4

Los textos del laudo y el pacto-convenio previo, se encuentran en el Museo Británico.






Liga de Huesca. Pacto acordado el día 12 de mayo de 1191 en la ciudad de Huesca entre los representantes de los reyes Alfonso II de AragónSancho VI de NavarraAlfonso IX de León y Sancho I de Portugal con el propósito de hacer la guerra al reino de Castilla, donde reinaba Alfonso VIII.

Descripción[editar]

En 1191 Sancho I el Pobladorrey de Portugal, propuso al rey Alfonso II de Aragón un pacto para hacer frente al reino de Castilla. Alfonso II de Aragón, que aceptó la propuesta, comunicó al soberano portugués que deseaba que el pacto de alianza frente al reino de Castilla se extendiera al Reino de Navarra y al Reino de León. El pacto acordado entre los cuatro reinos fue llamado la Liga de Huesca, y fue firmado el día 12 de mayo de 1191, en la ciudad de Huesca.1

Mediante dicho acuerdo los monarcas firmantes se comprometieron a no entrar en guerra sin el asentimiento de los demás firmantes. Alfonso IX de León, por su parte, firmó el tratado debido a que no confiaba en que su primo Alfonso VIIIrey de Castilla, le devolviese las fortalezas leonesas que el rey leonés le reclamaba, a pesar de que durante las Cortes de Carrión de 1188 el rey de Castilla se había comprometido a devolvérselas.2​Tras el acuerdo sellado en la ciudad de Huesca, los reyes de Aragón y Navarra invadieron el reino de Castilla, atacando el territorio soriano.3

Sin embargo, la coalición pronto perdió a uno de sus miembros, pues en 1192 Alfonso II de Aragón firmó un tratado de paz con Alfonso VIII de Castilla, a pesar de que lo convenido en la Liga de Huesca le obligaba a no solicitar acuerdos de paz sin el consentimiento de los otros estados miembros de la Liga. La defunción de Sancho VI el Sabiorey de Navarra, ocurrida el año 1194, y el desinterés de su sucesor, el rey Sancho VII de Navarra en proseguir la guerra contra Castilla, así como la fluctuación de las relaciones entre los reinos de Portugal y León, debido al matrimonio de Alfonso IX de León con Teresa de Portugal, que fue considerado incestuoso por la autoridad eclesiástica, debilitaron las intenciones de los soberanos coaligados en la Liga de Huesca para hacer la guerra a Castilla.4

En 1194 Alfonso IX de León y Alfonso VIII de Castilla, mediante la intervención de la Santa Sede, pusieron fin a la guerra mediante la firma del tratado de Tordehumos, que fue firmado en la localidad vallisoletana de Tordehumos el día 20 de abril de 1194.

Fachada principal de la Catedral de Huesca. La liga de Huesca, acordada entre todos los reinos cristianos peninsulares a fin de hacer frente al reino de Castilla, fue pactada en 1191.





La batalla de las Navas de Tolosa, llamada en la historiografía árabe «batalla de Al-Uqab» o «Al-'Iqāb» “batalla del castigo” (معركة العقاب) y en la cristiana también «batalla de Úbeda», enfrentó el 16 de julio de 1212 a un ejército aliado cristiano formado en gran parte por tropas castellanas de Alfonso VIII de Castillaaragonesas de Pedro II de Aragónnavarras de Sancho VII de Navarra y voluntarios del Reino de León y del Reino de Portugal contra el ejército numéricamente superior del califa almohade Muhammad an-Nasir en las inmediaciones de la localidad jienense de Santa Elena. Se saldó con la victoria de las tropas cristianas y está considerada como una de las batallas más importantes de la Reconquista.

Fue iniciativa de Alfonso VIII entablar una gran batalla contra los almohades tras haber sufrido la derrota de Alarcos en 1195.3​ Para ello solicitó apoyo al Papa Inocencio III para favorecer la participación del resto de los reinos cristianos de la península ibérica y la predicación de una cruzada por la cristiandad, prometiendo el perdón de los pecados a los que lucharan en ella; todo ello con la intercesión del arzobispo de ToledoRodrigo Jiménez de Rada. Saldada con victoria del bando cristiano, fue considerada por las relaciones de la batalla inmediatamente posteriores, las crónicas y gran parte de la historiografía como el punto culminante de la Reconquista y el inicio de la decadencia de la presencia musulmana en la península ibérica, aunque en la realidad histórica las consecuencias militares y estratégicas fueron limitadas, y la conquista del valle del Guadalquivir no se iniciaría hasta pasadas unas tres décadas.

Batalla de las Navas de Tolosa
Reconquista
Parte de Reconquista
Batalla de las Navas de Tolosa, por Francisco van Halen.jpg
Batalla de Las Navas de Tolosa, óleo de Van Halen expuesto en el palacio del Senado (Madrid).

Antecedentes[editar]

El papa Inocencio III concedió el carácter de cruzada al encuentro de las Navas de Tolosa para facilitar el refuerzo de las tropas hispánicas con caballeros de toda Europa. En esta imagen del siglo XIII aparece cabalgando.

Alfonso VIII de Castilla concibió, posiblemente tras la pérdida del castillo de Salvatierra, que era una posición avanzada de la orden de Calatrava en territorio almohade, la idea de librar una batalla decisiva contra el emir almohade Muhammad an-Nasir, llamado Miramamolín por las fuentes cristianas, por adaptación fonética de su sobrenombre de «Amir al-Mu'minin», 'príncipe de los creyentes' en árabe. Para poder enfrentarse al Imperio almohade, rompió la tregua que mantenía hasta entonces con él, procuró la colaboración de todos los reinos cristianos de la península ibérica y consiguió el apoyo de Pedro II de Aragón y, con más dificultades, el de Sancho VII de Navarra, que tardó en incorporarse a la hueste.9

Comenzó los preparativos en 1211, año en que empezó a movilizar tropas y congregarlas en Toledo, que era el punto de reunión de todo el contingente. Además solicitó del papa Inocencio III la consideración de cruzada10​ para recabar caballeros de toda Europa, especialmente de Francia. Para estos preparativos diplomáticos contaba con el arzobispo de Toledo, Rodrigo Jiménez de Rada.

Tras la derrota del rey castellano en la batalla de Alarcos (1195) y la caída del castillo de Salvatierra (1211), que había tenido como consecuencia que los almohades empujaran la frontera hasta los Montes de Toledo, viendo Alfonso VIII amenazada la propia ciudad de Toledo y el valle del Tajo, el rey de Castilla quería resarcirse venciendo a los musulmanes en un combate decisivo y campal. Habiendo fraguado diferentes alianzas con Aragón y Navarra con la mediación del papa y de Jiménez de Rada, y roto las distintas treguas que mantenía con los almohades, se enfrentó en 1212 contra el califa.

Fuerzas cristianas[editar]

El ejército cristiano estaba formado por:

  • Las tropas de los reyes Sancho VII de Navarra y Pedro II de Aragón. Entre las tropas del Pedro II de Aragón se encontraban los obispos de BarcelonaBerenguer de Palou y TarazonaGarcía Frontín I, así como Sancho I de Cerdaña. Las tropas del rey de Aragón al año siguiente lucharían en la batalla de Muret, donde moriría entre otros el alférez real Miguel de Luesia. Aproximadamente se congregaron mil caballeros del rey de Aragón y unos doscientos navarros. El ejército aragonés no solo contaba con caballeros aragoneses, sino que también acudieron de sus dominios occitanos, entre ellos el conde Bernardo IV de Cominges. Algunos caballeros portugueses y leoneses combatieron voluntariamente, pero sus reyes Alfonso IX de León y Alfonso II de Portugal rechazaron el llamamiento de Alfonso VIII y el papa por conflictos entre ellos y con Castilla. Por ello, Alfonso VIII pidió la mediación pontificia para evitar ser atacado por otros reinos peninsulares. Inocencio III accedió y amenazó con la excomunión a todo aquel que se atreviera a violar la paz mientras los castellanos lucharan contra los musulmanes. Este hecho contrasta con lo sucedido años atrás, cuando el mismo papa había obligado al monarca castellano, sin éxito, a devolver esos castillos a Alfonso IX, que eran los que causaban el litigio entre los reyes castellano y leonés.
Alfonso VIII de Castilla y Leonor de Plantagenet entregan en 1174 el castillo de Uclés al Maestre de la Orden de Santiago Pedro Fernández de Fuentecalada (Magister P. Ferrandi[z]). Tumbo menor de Castilla. Leyendas:
ALIENOR : REGINA | ALFONSUS REX : | MAGISTER : P : FERRANDI[Z] | CASTELLUM DE : UCLES | QUIDAM FRATER.
Leonor, reina; Alfonso, rey; maestre P. Fernández; castillo de Uclés y un fraile (literalmente 'un hermano'), respectivamente.
  • Las tropas (freires) de las órdenes militares de SantiagoCalatravaTemple y Hospital de San Juan. Eran caballeros fuertemente pertrechados y especializados en la guerra, que formaban parte de las fuerzas permanentes al servicio del ejército cristiano. No sería un gran número de caballeros, pero cada freire contaba con un escudero a caballo y uno o dos peones. Un contingente de cien freires podía suponer un cuerpo de medio millar de efectivos en el combate. Además, su disciplina y jerarquización los convertía en una fuerza de élite, que habitualmente se integraba en las grandes batallas en la mesnada real o militia regis, que tenía como obligación constituir la guardia personal del rey y estaba formada por los nobles del séquito regio. Junto con los caballeros de las órdenes militares habría que incluir las guarniciones de los castillos, que en gran parte estaban defendidos por freires de estas órdenes militares, pero no solo por ellos. Los castillos más importantes y expuestos al ataque enemigo (como los de Calatrava, Consuegra o Uclés) podían llegar a contar con una guarnición de cincuenta caballeros, a los que habría que añadir los peones, con un número total de 100 a 200 hombres. Pero había fortalezas guarnecidas por dos o tres caballeros y muchas estaban defendidas por una decena o dos de caballeros y medio centenar de hombres en total.11
  • Un gran número de cruzados (Alfonso VIII los cifra en 2000, aunque las fuentes medievales suelen exagerar) provenientes de otros países europeos o ultramontanos, llamados así por haber llegado desde más allá de los Pirineos. Estos guerreros, en su mayoría franceses, vinieron atraídos por el llamado del papa Inocencio III, quien a su vez había sido contactado por el arzobispo de ToledoJiménez de Rada, por encargo del rey de Castilla. La mayor parte de ellos no llegó a participar en la batalla, ya que abandonó el ejército antes de entrar en liza. Entre los convocados extranjeros figuraban también varios obispos, como los de Nantes o Burdeos. Quedaron unos 150, occitanos sobre todo, con el arzobispo de Narbona Arnaldo Amalric, cuya archidiócesis era una importante sede vinculada a la Corona de Aragón.12

Pese a que las cifras son inciertas, quien mejor ha contribuido a esclarecer el número de soldados en la batalla es Carlos Vara Thorbeck, quien calculando el espacio que ocupó el campamento cristiano (2,5 hectáreas) llegó a la conclusión de que el bando cristiano lo formaban aproximadamente 12 000 hombres. Alvira Cabrer juzga esta cifra compatible con sus cálculos, similar a las que dan las fuentes de fines del siglo XIII, razonable, verosímil y aceptada por los trabajos más recientes, como el de Rosado y López Payer (2001) o García Fitz (2005).13​ El número de caballeros cristianos estaría entre 3500 y 5500 jinetes, y de 7000 a 12 000 infantes (según las estimaciones de Martín Alvira Cabrer). García Fitz concluyó en 2014 que el número de caballeros cristianos sería de alrededor de 4000, a los que acompañarían 8000 peones, lo que suma un total de 12 000 efectivos. Los musulmanes contarían con aproximadamente el doble de combatientes. De todos modos, era un número extraordinario para una época en que los ejércitos cristianos no llegaban casi nunca a 3000 soldados: un millar de caballeros y dos mil peones ya era un importante contingente, pues lo normal es que las batallas medievales se dirimieran con unos centenares de caballeros por bando.2

Sello de Pedro II de Aragón (1196-1213), donde se le representa con lanzapendónescudo y gualdrapas del caballo ornamentadas con su señal real.

En cuanto al desglose del ejército cristiano, y ateniéndose solo a las fuentes que ofrecen cifras creíbles, y concordantes con las estimaciones científicas actuales, el mayor número de caballeros lo aportaba Castilla, que contaría con aproximadamente el doble que Aragón, también era muy nutrido, con unos mil según el consenso de los especialistas actuales. En las fuentes cronísticas más verosímiles, para el contingente aragonés se da una estimación que va desde los 1300 caballeros de la Crónica ocampiana (una de las crónicas de la familia alfonsí), hasta los 1700 de la Crónica de veinte reyes. Para los navarros se documentan cifras de 200 a 300 caballeros, aunque la mayor parte de los estudiosos se decantan por la primera de las estimaciones. El número de ultramontanos venidos a Toledo se suele exagerar. Las fuentes más verosímiles ofrecen datos de entre 1000 (Crónica latina de los reyes de Castilla) y 2000 caballeros (Carta de Alfonso VIII al papa Inocencio III). Pero para resaltar la magnitud de la deserción y el valor de los reyes españoles tras perder buena parte del ejército, minimizan la cantidad de caballeros que permanecieron, que cifran entre 130 y 150, y por ello los historiadores tienden a quedarse con la mayor de estas cifras. A estos números habría que sumar el de los caballeros villanos de las milicias concejiles, cuyo armamento podía ser muy heterogéneo, yendo desde caballeros de frontera equipados como los de linaje, hasta tropas de caballería ligera por la precariedad de su armamento. Finalmente habría que sumar los caballeros de las órdenes militares (que serían pocos, unas decenas, aunque bien armados) y las milicias de los prelados, que también dispondrían de caballería concejil y altos aristócratas, equipados como caballería pesada. Por cada caballero hay que sumar, dependiendo de la posición social, entre uno y cuatro soldados más, que pueden llegar a ser un escudero a caballo y dos o tres peones en los casos de los ricoshombres, de modo que podría estimarse el total de tropas como el triple, aproximadamente, del de caballeros. Según estos datos, podría ofrecerse el siguiente cuadro sinóptico, donde la primera cifra es la de las estimaciones medias o más frecuentes de los estudiosos recientes, y entre paréntesis las más veraces de entre las que aparecen en las fuentes, indicándola a pie de página:14

Caballeros del ejército cristiano
CastillaAragónNavarraUltramontanos (inicio)Ultramontanos (batalla)
2000 (2000-2300)15161000 (130016​-1700)15200 (20017​-300)151500 (100018​-2000)17150 (13015​-150)17

Orden de batalla cristiano en las Navas de Tolosa.jpg

Fuerzas musulmanas[editar]

La Historia de los hechos de España (De rebus Hispaniae) fue una historia de la península ibérica escrita en latín por el arzobispo de Toledo Rodrigo Jiménez de Rada en la primera mitad del siglo XIII por encargo del rey Fernando III el SantoEl Toledano estuvo presente en la batalla y en toda la campaña, en la que tuvo un papel muy destacado, por lo que su obra es una de las fuentes más valoradas por los historiadores para conocer los sucesos del enfrentamiento de Las Navas de Tolosa.

El ejército cristiano tenía un tamaño ciertamente respetable, pero el gran número de tropas convocadas por el califa almohade Muhammad an-Nasir (Miramamolín para los cristianos) hacía que pareciera pequeño a su lado. Su tamaño fue enormemente exagerado por las crónicas, tanto cristianas como musulmanas: «80 000 caballeros y peones sin cuenta» según Rodrigo Jiménez de Rada y las crónicas alfonsíes, la Carta de Alfonso VIII cifra los caballeros en 185 000, a los que Alberico de Trois-Fontaines suma otros «925 000 jinetes además de incontables peones»; Al-Maqqari, por la parte islámica, habla de 600 000 hombres.19​ Frente a todas estas cifras irreales, hoy en día se tiende a cifrar su número en poco más de 20 000 efectivos. Su composición no era menos heterogénea que la de su oponente. Además del ejército regular, que estaba profesionalizado y dependía del Estado, se componía de levas temporales (reclutamientos forzosos) y de voluntarios yihadistas. El ejército regular estaba formado, a su vez, por diferentes etnias y tribus: bereberes almorávides, otras tribus bereberes, árabes (caballería ligera, especialistas en la táctica del tornafuye), andalusíes, kurdos (los agzaz, la caballería ligera de arqueros), esclavos negros de la guardia personal del emir e incluso mercenarios cristianos, como fue el caso de Pedro Fernández el Castellano, que combatió en el bando almohade en la batalla de Alarcos (1195).

  • En primera línea se situaban los peones voluntarios, encargados de entrar en combate los primeros contra las filas enemigas, aunque su preparación militar era muy irregular y su valor como tropa, escaso. Muchos acudían a la llamada desde la yihad o guerra santa de todos los rincones del mundo islámico.
  • Inmediatamente detrás se situarían arquerosballesteros, además de peones armados con jabalinas y caballería ligera que podía desplazarse con rapidez hacia los flancos, y que también podía utilizar lanzas arrojadizas. Un cuerpo fundamental era el contingente de arqueros a caballo kurdos conocidos como agzaz. Esta unidad de mercenarios de élite había llegado a la Península tras haber sido capturados en lo que ahora es Libia durante la guerra que mantenían los almohades del Magreb con los ayubíes de Egipto. Todo este despliegue tenía como fin recibir la primera carga del enemigo y lanzar sobre él dardos.
  • El grueso del ejército regular almohade (formado por cuerpos heterogéneos) se encontraba en una segunda línea o haz detrás de los peones voluntarios, con la potente caballería andalusí, cuyo armamento era similar al de los caballeros cristianos, y la caballería ligera almohade y árabe, que había sido muy eficaz contra los ejércitos cristianos maniobrando por los flancos. La mayoría de sus veteranos y bien armados hombres procedían del noroeste de África, pertenecían a tribus árabes y guerreaban con rápidos movimientos de caballería.
  • En la retaguardia había otro haz del ejército regular almohade y tras él, formando una apretada línea en torno a la tienda personal del sultán, se encontraba la llamada Guardia Negra (también denominados imesebelen), integrada por soldados-esclavos procedentes de zonas subsaharianas, que protegían con sus grandes lanzas dispuestas hacia el enemigo y las conteras apoyadas o clavadas en el suelo el palenque o recinto fortificado (mediante objetos del bagaje, los recipientes de las flechas, bestias de carga e incluso camellos) en que se encontraba la tienda del emir. La Guardia Negra era un cuerpo de élite que conformaba la guardia personal del emir, y cuya misión era protegerlo hasta el final de la batalla. Finalmente, lo reforzaban arqueros y ballesteros. En las Navas este dispositivo de la zaga del ejército islámico se situó en una colina (posiblemente el cerro de los Olivares), lo que aumentaba la seguridad y permitía al califa una mayor visibilidad para seguir el curso de los acontecimientos de la batalla.20

Orden de batalla musulmán en las Navas de Tolosa.jpg

Movimientos previos