martes, 27 de julio de 2021

HISTORIA DE ESPAÑA

 SIGLO XV EN ESPAÑA - IMPERIO ESPAÑOL

El Imperio de los Borbones (1700-1806)[editar]

El cambio de dinastía[editar]

Retrato de Felipe V de España, por Jean Ranc (c. 1723). Óleo sobre lienzo, 144 x 115 cmMuseo del Prado (Madrid).

El nuevo rey no fue excesivamente bien recibido en España, aparte de los retrasos en su entrada en Madrid por el mal tiempo y las continuas recepciones, los cortesanos comenzaron a ver que era abúlico, casto, piadoso, muy seguidor de los deseos de su confesor y melancólico, redactándole una coplilla:

Anda, niño, anda,
Porque el cardenal lo manda.

Pero Felipe V no tenía intención de acaparar España para él y sus allegados como pretendió hacer Felipe el Hermoso. Él quería ser un buen monarca pese a las muchas diferencias que tenía con su nuevo pueblo. Tanto es así que tras el famoso discurso que pronunció el marqués de Castelldosrius, embajador de España en Francia, Felipe no comprendió nada, ni siquiera la famosa frase «Ya no hay Pirineos»; porque no sabía español y fue su abuelo Luis XIV quien debió interceder por él; pero al finalizar su réplica al embajador, el Rey Sol le dijo al futuro rey «Sed un buen español». Aquel joven de diecisiete años cumplió toda su vida con aquel mandato.21

El deseo de las otras potencias por España y sus posesiones no podía quedar zanjado con el testamento real. Por lo que los enfrentamientos eran casi inevitables; el archiduque Carlos de Austria no se resignó, lo que dio lugar a la guerra de Sucesión (1702-1713).

Batalla de Almansa, enfrentamiento decisivo en la guerra de sucesión española.

Esta guerra y las negligencias cometidas en ella llevaron a nuevas derrotas para las armas españolas, llegando incluso al propio territorio peninsular. Así se perdió Orán, Menorca y la más dolorosa y prolongada: Gibraltar, donde había únicamente cincuenta soldados españoles defendiéndolo contra la flota anglo-neerlandesa.

Felipe V no estaba preparado para dirigir el imperio más grande de aquel momento y él lo sabía; pero también sabía rodearse de las personas más preparadas de su época.22​ Así los monarcas Borbones y los hombres que vinieron con ellos trajeron un proyecto para el Imperio español y un deseo de fundirse con él; por ejemplo Alejandro Malaspina decía que se sentía «Un italiano en España y un español en Italia», Carlos III de España mandó esculpir estatuas de todos los reyes y dignatarios españoles desde los visigodos como heredero que se sentía de ellos, el marqués de Esquilache se molestaba cuando los nobles españoles no le tuteaban como era la costumbre o, por las tardes, tomaba chocolate, tradición que diferenciaba a la corte española de otras europeas; pero el más claro quizá fuese Felipe V delante de su abuelo Luis XIV, cuando tenía ante sí una posibilidad en el futuro de volver a Francia como rey de un país en auge en lugar de otro en decadencia como era España, dicen que respondió:

Está hecha mi elección y nada hay en la tierra capaz de moverme a renunciar a la corona que Dios me ha dado, nada en el mundo me hará separarme de España y de los españoles.
Cesiones por el tratado de Utrecht.

En el Tratado de Utrecht (11 de abril de 1713), las potencias europeas decidían cuál iba a ser el futuro de España en cuanto al equilibrio de poder. El nuevo rey de la casa de Borbón, Felipe V, mantuvo el imperio de ultramar, pero cedió Sicilia y parte del Milanesado a SaboyaGibraltar y Menorca a Gran Bretaña y los otros territorios continentales a Austria (los Países Bajos españolesNápolesMilán y Cerdeña). Además significó la separación definitiva de las coronas de Francia y España, y la renuncia de Felipe V a sus derechos sobre el trono francés. Con esto, el Imperio le daba la espalda a los territorios europeos. Asimismo, se garantizaba a Gran Bretaña el tráfico de esclavos durante treinta años («asiento de negros»).

La reforma del Imperio[editar]

Detalle de una galería de retratos de los emperadores del Perú donde los reyes españoles (lado derecho) figuran como sucesores de los soberanos incas (lado izquierdo). Lámina publicada en 1744 en la obra Relación del Viaje a la América Meridional en la que Jorge Juan y Antonio de Ulloa fueron sus autores.

Con el monarca Borbón se modificó toda la organización territorial del Estado con una serie de decretos llamados Decretos de Nueva Planta eliminándose fueros y privilegios de los antiguos reinos peninsulares y unificándose todo el Estado español al dividirlo en provincias llamadas Capitanías Generales a cargo de algún oficial y casi todas ellas gobernadas con las mismas leyes; con esto se consiguió homogeneizar y centralizar el Estado español utilizando el modelo territorial de Francia.

Por otra parte con Felipe V llegaron ideas mercantilistas francesas basadas en una monarquía centralizada, puesta en funcionamiento en América lentamente. Sus mayores preocupaciones fueron romper el poder de la aristocracia criolla y también debilitar el control territorial de la Compañía de Jesús: los jesuitas fueron expulsados de la América española en 1767. Además de los ya establecidos consulados de Ciudad de México y Lima, se estableció el de Vera Cruz.

Entre 1717 y 1718 las instituciones para el gobierno de las Indias, el Consejo de Indias y la Casa de la Contratación, se trasladaron de Sevilla a Cádiz, que se convirtió en el único puerto de comercio con las Américas.

Principales rutas comerciales del Imperio español con las Indias.

Los órganos ejecutivos fueron reformados creando las secretarías de estado que serían el embrión de los ministerios. Se reformó el sistema de aduanas y aranceles y el contributivo, se creó el catastro (pese a no llegar a reformarse totalmente la política contributiva) se reestructuró el Ejército de Tierra en regimientos en lugar de en tercios ...; pero quizá el gran logro fue la unificación de las distintas flotas y arsenales en la Armada. A estas reformas se dedicaron hombres como José PatiñoJosé Campillo o Zenón de Somodevilla, que fueron ejemplos de meritocracia y algunos de los mejores expertos en material naval de su época.23

A estas reformas le siguió una nueva política expansionista que buscaba recuperar las posiciones perdidas. Así, en 1717 la armada española recobró Cerdeña y Sicilia, que tuvo que abandonar pronto ante la coalición de Austria, Francia, Gran Bretaña y los Países Bajos, que vencieron en Cabo Pessaro. Sin embargo la diplomacia española, apoyada por los Pactos de Familia con sus parientes franceses, lograría que la corona del Reino de las Dos Sicilias recayera en el segundo hijo del rey español. La nueva rama dinástica sería conocida posteriormente como Borbón-Dos Sicilias.

Las guerras coloniales durante el siglo XVIII[editar]

Castillo San Felipe de Barajas en Cartagena de Indias. En 1741 una enorme flota británica liderada por el almirante Vernon fue derrotada por las fuerzas españolas de Blas de Lezo que defendían este fuerte.

Una de las victorias españolas más importantes de todo el periodo colonial en América, y sin duda la más trascendente del Siglo xviii d. C., fue la de la batalla de Cartagena de Indias en 1741 (ver Guerra del Asiento) en la que una colosal flota de 186 buques ingleses con 23 600 hombres a bordo atacaron el puerto español de Cartagena de Indias (hoy Colombia). Esta acción naval fue la más grande de la historia de la Marina inglesa, y la segunda más grande de todos los tiempos después de la batalla de Normandía. Tras dos meses de intenso fuego de cañón entre los buques ingleses y las baterías de defensa de la bahía de Cartagena y del Fuerte de San Felipe de Barajas, los asaltantes se batieron en retirada tras perder 50 navíos y 18 000 hombres. La acertada estrategia del gran almirante español Blas de Lezo fue determinante para contener el ataque inglés y lograr una victoria que supuso la prolongación de la supremacía naval española hasta principios del siglo xix d. C.. Tras la derrota, los ingleses prohibieron la difusión de la noticia y la censura fue tan tajante que pocos libros de historia ingleses contienen referencias a esta trascendental contienda naval. Incluso en nuestros días poco se sabe de esta gran batalla, frente al muy conocido episodio de Trafalgar o incluso al de la Armada invencible.

España también se enfrentó con Portugal por la Colonia del Sacramento en el actual Uruguay, que era la base del contrabando británico por el Río de la Plata. En 1750 Portugal cedió la colonia a España a cambio de siete de las treinta reducciones guaraníes de los jesuitas en la frontera con Brasil. Los españoles tuvieron que expulsar a los jesuitas, generando un conflicto con los guaraníes que duró once años.

Pabellón naval del Reino de España desde 1785, posteriormente elevado a la categoría de bandera nacional.

El desarrollo del comercio naval promovido por los Borbones en América fue interrumpido por la flota británica durante la guerra de los Siete Años (1756-1763) en la que España y Francia se enfrentaron a Gran Bretaña y Portugal por conflictos coloniales. Los éxitos españoles en el norte de Portugal se vieron eclipsados por la toma inglesa de La Habana y Manila. Finalmente, el Tratado de París (1763) puso fin a la guerra. Con esta paz, España recuperó Manila y La Habana, aunque tuvo que devolver Sacramento. Además Francia entregó a España la Luisiana al oeste del Misisipi, incluida su capital, Nueva Orleans, y España cedió la Florida a Gran Bretaña.

En cualquier caso, el siglo xviii d. C. fue un periodo de prosperidad en el imperio de ultramar gracias al crecimiento constante del comercio, sobre todo en la segunda mitad del siglo debido a las reformas borbónicas. Las rutas de un solo barco en intervalos regulares fueron lentamente reemplazando la antigua costumbre de enviar a las flotas de Indias, y en la década de 1760, había rutas regulares entre Cádiz, La Habana y Puerto Rico, y en intervalos más largos con el Río de la Plata, donde se había creado un nuevo virreinato, el llamado Virreinato del Río de la Plata en 1776. El contrabando, que fue el cáncer del imperio de los Habsburgo, declinó cuando se pusieron en marcha los navíos de registro.

Fronteras norteamericanas propuestas por el conde de Aranda hacia el final de la guerra de Independencia de los EE. UU., 3 de agosto de 1782.

En 1777 una nueva guerra con Portugal acabó con el tratado de San Ildefonso, por el que España recobraba Sacramento y ganaba las islas de Annobon y Fernando Poo, en aguas de Guinea, a cambio de retirarse de sus nuevas conquistas en Brasil.

Posteriormente, dos hechos de importancia menor ocurrieron en la América española y al mismo tiempo demostraron la elasticidad y resistencia del nuevo sistema reformado: el alzamiento de Túpac Amaru en Perú en 1780 y la rebelión en Venezuela. Las dos, en parte, eran reacciones al mayor centralismo de la administración borbónica. Por lo general, los tres siglos del imperio español en América fueron muy pacíficos.24

En la década de 1780 el comercio interior en el Imperio volvió a crecer y su flota se hizo mucho mayor y más rentable. El fin del monopolio de Cádiz para el comercio americano supuso el renacimiento de las manufacturas españolas. Lo más notable fue el rápido crecimiento de la industria textil en Cataluña, que a finales de siglo mostraba signos de industrialización con una sorprendente y rápida adopción de máquinas mecánicas para hilar, convirtiéndose en la más importante industria textil del Mediterráneo. Esto supuso la aparición de una pequeña pero políticamente activa burguesía en Barcelona. La productividad agraria se mantuvo baja a pesar de los esfuerzos por introducir nueva maquinaria para una clase campesina muy explotada y sin tierras.

Por España y por el Rey, Gálvez en América (2015), pintura al óleo de Augusto Ferrer-Dalmau que recrea la batalla de Pensacola en 1781.

La recuperación gradual de las guerras se vio de nuevo interrumpida por la participación española en la guerra de Independencia de los Estados Unidos (1779-1783), en apoyo de los Estados sublevados y los consiguientes enfrentamientos con Gran Bretaña. El Tratado de Versalles de 1783 supuso de nuevo la paz y la recuperación de Florida y Menorca (consolidando la situación, puesto que habían sido recuperadas previamente por España) así como el abandono británico de Campeche y la Costa de los Mosquitos en el Caribe. Sin embargo, España fracasó al intentar recuperar Gibraltar después de un duradero y persistente sitio, y tuvo que reconocer la soberanía británica sobre las Bahamas, donde se habían instalado numerosos partidarios del rey inglés o lealistas procedentes de las colonias perdidas, y el archipiélago de San Andrés y Providencia, reclamado por España pero que no había podido controlar.

Mientras, con la Convención de Nutka (1791), se resolvió la disputa entre España y Gran Bretaña acerca de los asentamientos británicos y españoles en la costa del Pacífico, delimitándose así la frontera entre ambos países. También en ese año el rey de España ordenó a Alejandro Malaspina buscar el Paso del Noroeste (Expedición Malaspina).

España hacia 1800[editar]

Territorios españoles en 1800, durante el reformismo borbónico.

Las reformas económicas e institucionales produjeron sus frutos, militarmente hablando, cuando se derrotó a los ingleses durante la guerra del Asiento en su intento de conquistar la estratégica plaza de Cartagena de Indias, con gran actuación del almirante Blas de Lezo.

Como resultado, la España del xviii d. C. fue una potencia de nivel medio en los juegos de poder, sin su antiguo nivel de superpotencia. Su extenso imperio en las Indias le daba una notable relevancia y, aunque era mayor en Europa la importancia de Francia, de Inglaterra o de Austria, aún mantenía la más importante flota del mundo y su moneda era la más fuerte.

A pesar de que el Imperio español no había recuperado su antiguo esplendor, se había rehecho considerablemente de los días oscuros de principios de siglo, en los que estaba a merced de otras potencias. El ser un siglo principalmente pacífico bajo la nueva monarquía, permitió reconstruir y comenzar un largo proceso de modernización de las instituciones y la economía. El declive demográfico del XVII se había invertido, aunque fue necesario incentivar las inmigraciones de otros países europeos, fundamentalmente de alemanes y suizos. Pero todo iba a quedar ensombrecido por el tumulto que iba a ocupar a Europa con el cambio de siglo: las guerras Revolucionarias francesas y las guerras napoleónicas.

El fin del imperio global (1808-1898)[editar]

La Revolución francesa y las guerras napoleónicas[editar]

La muerte del brigadier Churruca a bordo del navío San Juan Nepomuceno, en la batalla de Trafalgar.

Tras la Revolución francesa de 1789España se unió a los países que se aliaron para combatir la revolución. Un ejército dirigido por el general Ricardos reconquistó el Rosellón, pero apenas unos años después, en 1794 las tropas francesas les expulsaron e invadieron territorio español. El ascenso de Godoy a primer ministro supuso una política de apaciguamiento con Francia: con la Paz de Basilea de 1795 se logró la retirada francesa a cambio de la mitad de La Española (lo que hoy en día es República Dominicana).

En 1796 el Tratado de San Ildefonso supuso la alianza con la Francia napoleónica contra Gran Bretaña, lo que supuso la unión de sus respectivas fuerzas armadas. El combate naval del cabo de San Vicente fue una victoria relativa para los británicos, que no supieron aprovechar, aunque en Cádiz y Santa Cruz de Tenerife la flota británica sufrió sendos fracasos. Lo más reseñable fue la pérdida de isla Trinidad (1797) y Menorca. En 1802, se firmó la Paz de Amiens, tregua que permitió a España recobrar Menorca.

Pronto se reanudaron las hostilidades, desarrollándose el proyecto napoleónico de una invasión a través del canal de la Mancha. Sin embargo, la destrucción de la flota aliada franco-española en la batalla de Trafalgar (1805) arruinó el plan y minó la capacidad de España para defender y mantener su imperio. Tras la derrota de Trafalgar, España se encontró sin una armada capaz de enfrentarse a la inglesa, y se cortó la comunicación efectiva con ultramar.

Mientras las sucesivas coaliciones eran derrotadas una y otra vez por Napoleón Bonaparte en el continente, España libró una guerra menor contra Portugal (guerra de las Naranjas) que le permitió anexionarse Olivenza. En 1800 Francia recobró Luisiana. Cuando Napoleón decretó el Bloqueo Continental, España colaboró con Francia en la ocupación de Portugal, país que desobedeció el bloqueo. Así, las tropas francesas entraron en el país, acuartelándose unidades en guarniciones de la frontera.

Juramento de las Cortes de Cádiz.

En 1808 Napoleón se aprovechó de las disputas entre el rey español Carlos IV y su hijo, el futuro Fernando VII, y consiguió que estos le cediesen el trono, de modo que España fue tomada por Napoleón sin disparar ni una bala.

Entonces se produjo el levantamiento popular del 2 de mayo de 1808. Los españoles rebeldes a Napoleón se desplazaron al sur de España y comenzaron la conocida como guerra de la Independencia española que tendría un momento de optimismo y ferocidad nunca vista en Europa con la derrota de los ejércitos franceses en la batalla de Bailén al mando del general Castaños (siendo la primera derrota del Ejército napoleónico en un campo de batalla europeo). Las campañas de los mariscales napoleónicos no pudo con la ferocidad del pueblo Español hasta el posterior contraataque francés capitaneado por Napoleón y su Grande Armée que restableció la autoridad de su hermano José I de España, al que nombró rey. Los enfrentamientos continuaron, ahora con la aparición de la «guerra de guerrillas» sufriendo los ejércitos franceses una cantidad considerable y constante de bajas. La ayuda inglesa a España facilitó a expulsar a los franceses junto con los ejércitos Portugueses y Españoles y tras la batalla de Waterloo, Fernando VII recuperó el trono, tuvo que enfrentarse con la independencia de los virreinatos.

La independencia de las posesiones americanas continentales[editar]

Desarrollo de las guerras de independencia hispanoamericanas
     Territorios gobernados por autoridades leales a Fernando VII.     Territorios bajo la autoridad de la Junta Central Suprema o por las autoridades del Trienio Liberal.     Territorios bajo la autoridad de Juntas de Gobierno autónomas, nominalmente fieles al rey.     Territorios con Estados que han proclamado su independencia de España.     España bajo las Cortes de Cádiz.
Situación del Imperio español en 1824. En azul los territorios independizados en las guerras de independencia hispanoamericanas (1809-1824).

A lo largo de la era colonial sucedieron diversas insurrecciones inconexas que no alcanzan la independencia de ningún país. A finales del siglo XVIII y principios del XIX, con el devenir de las Revoluciones atlánticas, desde el seno de la propia monarquía se formulan proyectos españoles para la independencia de América. Sin embargo el momento de la independencia hispanoamericana llega durante la agonía del Antiguo Régimen que aparece con las disputas por el trono entre el rey español Carlos IV y su hijo, el futuro Fernando VII, excusa que fue aprovechada por Napoleón para secuestrar a la familia real española e imponer las «abdicaciones de Bayona» de 1808, mediante las cuales ambos renunciaron al trono de España en favor finalmente de José Bonaparte, luego de lo cual Fernando quedó cautivo. Napoleón implantó el Estatuto de Bayona y la intervención francesa desencadenó un levantamiento popular, conocido como Guerra de la Independencia Española (1808-1814). El relevo de la dinastía y la implantación del Estado liberal trajo incertidumbre sobre cuál era la autoridad efectiva que gobernaba España.

Ante la ausencia de una autoridad cierta en España, y el cautiverio de Fernando VII, los pueblos hispanoamericanos, muchas veces bajo la dirección de los criollos, comenzaron una serie de insurrecciones liberales, desconociendo a las autoridades coloniales, que en las reformas previas habían quedado reducidas a meros agentes de un gobierno ahora en entredicho. Siguieron la formación de Juntas de Gobierno de América que aún reconocieron la Junta Suprema Central española y apoyaron en su guerra contra el francés. Pero la disolución de la Junta Central en 1810, refugiada en Cádiz, sitiada por Napoleón, y la creación de una Regencia, como antesala de unas Cortes de Cádiz, de clara hegemonía peninsular, fueron el punto de quiebre con las Juntas americanas y propiciaron la aparición de las primeras declaraciones de independencia. Tras la derrota de Napoleón, y la vuelta del rey Fernando VII en 1814, la constitución española de 1812 fue considerada una constitución republicana y sus decretos "nulos y de ningún efecto".25​ Las Cortes españolas, lo mismo que las juntas americanas, en realidad no reconocían ningún poder superior, consideran a Fernando VII como un rey subordinado a ellas, poco más que un funcionario despojado de soberanía.26​ En tanto que las Cortes de Cádiz, y luego, el rey retornado Fernando VII, negaron legitimidad a las juntas americanas declarándolas en rebeldía.

El virrey Fernando de Abascal, y Pablo Morillo jefe de la expedición pacificadora, fueron los principales organizadores de la defensa de la monarquía española en América del Sur. Félix Calleja en Nueva España. Pero los movimientos populares de las colonias españolas profundizaron las insurrecciones para enfrentarse abiertamente en una guerra de alcance continental con el objetivo de establecer estados independientes, que generalmente devinieron en regímenes republicanos. Sin embargo, los repetidos pronunciamientos liberales contra el rey absoluto llevan a la rebelión del ejército de Ultramar en 1820 que conduce al efímero gobierno del Trienio Liberal y este ordena el cese al fuego español, acaba con el envío de tropas peninsulares y debilita decisivamente la posición militar española, pero no establece tratados de paz ni reconoce las independencias.

A partir del año 1820, Simón Bolívar y José de San Martín, los llamados Libertadores en América del sur, y Agustín Iturbide en México, condujeron las campañas finales de los ejércitos patriotas que consiguen imponerse sobre las tropas de la monarquía española, llamadas Realistas. Los últimos reductos que resisten en fortificaciones costeras, las guerrillas supervivientes del interior, y la guerra naval en el Caribe, alentaron utópicos proyectos españoles de reconquista que tuvieron su punto final con la muerte del rey Fernando VII en 1833.n. 9n. 10

Por último, en 1836 las Cortes de España autorizan al Gobierno para renunciar a todo derecho territorial o de soberanía y reconocer la independencia en sucesivos tratados de paz y amistad. Posteriormente, a lo largo del siglo xix d. C., y luego de complejos procesos políticos, las posesiones españolas en América formaron los actuales estados hispanoamericanos. El expansionismo estadounidense se hizo presente tanto sobre los últimos restos del Imperio español, forzándose la compra de Florida por cinco millones de dólares en el año 1821,27​ así como adquiriendo posteriormente los derechos sobre las pretensiones españolas en Oregón, como también sobre los nuevos países americanos (a través de influencia económica y política y con la anexión de Texas y el norte del nuevo estado mexicano: Nuevo MéxicoUtahCalifornia y Nevada).

En Norteamérica, México liderado por Agustín de Iturbide y Vicente Guerrero, declaró su independencia en 1821.
La batalla de Ayacucho, marco el fin del Imperio español en la América continental.

El Desastre del 98 y la pérdida de las islas del Caribe y Filipinas[editar]

Territorios españoles durante la segunda Restauración Borbónica. En azul aquellos que se separaron de España en este periodo.

En lo que quedó del Imperio, la guerra de la Independencia fue seguida por una monarquía absoluta (década ominosa), conflictos dinásticoslevantamientos absolutistas, pronunciamientos liberales y luchas por el poder entre facciones liberales que solo permitieron ciertos periodos lo bastante estables para el desarrollo de una política exterior activa. Destaca entre estos el gobierno de Leopoldo O'Donnell (1856-1863), que, tras una dura represión de la disidencia, pudo volver a intervenir activamente en la escena internacional: se ganó una guerra a Marruecos con las victorias de Tetuán y Wad-Ras que permitió ampliar Ceuta y recuperar la plaza de Santa Cruz de la Mar Pequeña, en la costa atlántica; se trató de pacificar Filipinas, se apoyó al emperador de México, sostenido por las potencias coloniales, y junto a los franceses se envió una expedición de castigo a Cochinchina, donde habían sido asesinados varios misioneros. Paralelamente, Pedro Santana, a la cabeza de cierta facción dominicana, devolvió la hoy República Dominicana a un estatus colonial solo para que los avatares de la política interna de la isla y el apoyo haitiano la hicieran perderse definitivamente en 1865.

La crisis económica derivada de la subida del precio del algodón por la guerra de Secesión estadounidense, las malas cosechas y los pobres resultados de los intentos de modernización de la agricultura (desamortización), infraestructuras (ferrocarril) acabaron con el régimen de O'Donnell y su experiencia imperialista. Las guerras y disputas entre progresistasliberales y conservadores, que se negaban a aceptar que el país tuviera un estatus bajo a escala internacional, se hicieron frecuentes. El descontento creciente por la inestabilidad y la perenne crisis económica llevó al estallido de una revolución que dio paso a experimentos políticos y a la Primera República española. La posterior restauración monárquica de 1875 marcó un nuevo periodo, más favorable, cuando Alfonso XII y sus ministros tuvieron cierto éxito en recobrar el vigor de la política y el prestigio españoles, en parte por haber aceptado la realidad de las circunstancias españolas y trabajar inteligentemente.

Restos del hundimiento del acorazado estadounidense Maine en el puerto de La Habana.

A pesar de estos vaivenes, España había mantenido el control de los últimos fragmentos de su imperio hasta el incremento del nivel de nacionalismo y de levantamientos anticolonialistas en varias zonas, que se desencadenaron durante la década de 1870. Este conflicto se tornaría internacional a raíz de la implicación de los Estados Unidos, teniendo lugar a la guerra hispano-estadounidense de 1898, cuando una débil España se enfrentó a un Estados Unidos mucho más fuerte que necesitaba nuevos mercados para seguir ampliando su ya fuerte economía.

El desencadenante de esta guerra fue el hundimiento del acorazado Maine, del que se culpó a España (tras una agresiva campaña de prensa de William Randolph Hearst). Las últimas investigaciones no han llegado a demostrar nada de forma concluyente: ni si fue un accidente o un sabotaje externo, ni quién sería el responsable, aun así existe la teoría de que fueron los propios estadounidenses quienes provocaron el incendio en el Maine con el propósito de hundirlo, culpar a España y provocar una guerra para apoderarse de las colonias españolas, autodefiniéndose como defensores de los cubanos contra la tiranía española. Esta guerra acabó con una humillante derrota española y la independencia de Cuba. En Filipinas, los independentistas también contaron con el apoyo estadounidense. España se vio forzada a pedir un armisticio, y se firmó el Tratado de París, por el cual se renunciaba definitivamente a Cuba y se cedían a EE. UU.: Filipinas, Puerto Rico y Guam. Esta serie de sucesos son conocidos como el «desastre del 98». Los últimos territorios españoles en Oceanía fueron finalmente vendidos a Alemania en el Tratado germano-español de 1899.

Los últimos territorios, África (1885-1975)[editar]

Desde 1778 con el Tratado de El Pardo, por el que los portugueses cedieron a España a cambio de territorios en Sudamérica la isla de Bioko y sus islotes cercanos así como los derechos comerciales del territorio entre los ríos Níger y Ogoué, España mantenía una presencia en el golfo de Guinea. En el siglo xix d. C., algunos exploradores, como Manuel Iradier, cruzaron este límite.

Mientras, los enfrentamientos en el Mediterráneo habían continuado, perdiéndose las posiciones españolas en el norte de África. En 1848, sin embargo, las tropas españolas conquistaron las islas Chafarinas.

La pérdida de la mayor parte del Imperio americano llevó a España a volcarse cada vez más en su dominios en África, especialmente tras la derrota contra los Estados Unidos en 1898.

En 1860, tras la guerra contra Marruecos, este país cedió el territorio del Sidi Ifni por el Tratado de Wad-Ras. Las siguientes décadas de colaboración franco-española implicaron el establecimiento y la extensión de protectorados españoles al sur de la ciudad. España reclamó también un protectorado en la costa occidental desde la desembocadura del río Draa hacia el sur incluyendo el territorio del Sáhara desde Cabo Bojador hasta Cabo Blanco, la soberanía española fue reconocida en la Conferencia de Berlín de 1884: España administraba Sidi Ifni y el Sáhara Occidental conjuntamente, en esa época España llegó a reclamar el Adrar (actualmente parte de Mauritania) aunque luego Francia ocupó tal territorio.

En cuanto al territorio de las costas de Guinea en el África ecuatorial occidental, España tenía posesiones costeras, llamadas Guinea Española y reclamaba un territorio litoral que difusamente se extendía entre la desembocadura del río Níger por el norte hasta el río Ogoué al sur,28​ sin embargo tales reclamaciones se fueron restringiendo hasta las costas e islas de la actual Guinea Ecuatorial, si bien aún a fines de siglo xix d. C. España mantenía reclamaciones del Transpaís hasta casi llegar a las orillas izquierdas del río Congo.29​Las reclamaciones conflictivas sobre Guinea fueron resueltas en el Tratado de París de 1900Río Muni se convirtió en un protectorado en 1885 y en colonia en 1900.

Tropas coloniales españolas y portuguesas en 1900.

En 1911Marruecos se dividió entre franceses y españoles. Diez años más tarde España perdió el control de gran parte de su protectorado en Marruecos tras el Desastre de Annual, una grave derrota frente a los rifeños que se oponían a la administración española. España no consiguió volver a controlar su protectorado hasta 1926, durante la campaña que se inició con el desembarco de Alhucemas (1925).

Entre 1926 y 1959Bioko y Río Muni estuvieron unidas bajo el nombre de Guinea Española.

España perdió el interés de desarrollar una extensa estructura económica en las colonias africanas durante la primera parte del siglo xx d. C.. Sin embargo, desarrolló extensas plantaciones de cacao, para lo que se introdujo a miles de nigerianos como trabajadores. Los españoles también ayudaron a Guinea Ecuatorial a alcanzar uno de los mejores niveles de alfabetización del continente y a desarrollar una red de instalaciones sanitarias.

En 1956, cuando el Protectorado francés de Marruecos se convirtió en independiente, España entregó el suyo al nuevo Marruecos independiente, pero mantuvo el control sobre Sidi Ifni, la región de Tarfaya y el Sahara Occidental. El rey de Marruecos, Mohamed V, estaba interesado en los territorios españoles y desató la invasión del Sahara Español en 1958 por parte del Ejército marroquí. Esta guerra fue conocida como guerra de Ifni o Guerra Olvidada. Ese mismo año, España cedió a Mohamed V Tarfaya y se anexionó Saguia el Hamra (al norte) y Río de Oro (al sur) al territorio del Sahara Español.

En 1959, se le otorgó al territorio español del golfo de Guinea el estatus de provincia española ultramarina. Como Región Ecuatorial Española, era regida por un gobernador general que ejercía los poderes militares y civiles. Las primeras elecciones locales se celebraron en 1960, y se eligieron los primeros procuradores en cortes ecuatoguineanos. Mediante la Ley Básica de diciembre de 1963, las dos provincias fueron reunificadas como Guinea Ecuatorial y dotadas de una autonomía limitada, con órganos comunes a todo el territorio (entre ellos un cuerpo legislativo) y organismos propios de cada provincia. Aunque el comisionado general nombrado por el gobierno español tenía amplios poderes, la Asamblea General de Guinea Ecuatorial tenía considerable iniciativa para formular leyes y regulaciones.

En marzo de 1968, bajo la presión de los nacionalistas ecuatoguineanos y de las Naciones Unidas, España anunció que concedería la independencia. Ya independiente en 1968, Guinea Ecuatorial tenía una de las mayores rentas per cápita de toda África. En 1969, debido a la presión internacional, España entregó Sidi Ifni a Marruecos. El dominio español en el Sahara Occidental duró hasta que en 1975 la marcha verde forzó la retirada española. El futuro de la antigua provincia española continúa siendo incierto.

Territorios del Imperio español[editar]

No existe una postura unánime entre los historiadores sobre los territorios concretos de España porque, en ocasiones, resulta difícil delimitar si determinado lugar era parte de España o formaba parte de las posesiones del rey de España, o si el territorio era una posesión efectiva o jurídica, en épocas que abarcan siglos, incorporados por heredados o conquistados, y en las que no estaban igualmente definidas la diferencia entre las posesiones del rey y las de la nación, como tampoco lo estaba la hacienda o la herencia ni el derecho internacional. A pesar de todo, el que la Monarquía Hispánica fuera una monarquía autoritaria, casi absolutista, hace que la tesis más lógica sea la de que todas las posesiones del rey, eran posesiones de la nación. De hecho no se puede hablar de una separación de escudo nacional y escudo real hasta bien entrado el siglo xix d. C., lo cual pone de manifiesto que el rey de España era prácticamente lo mismo que el Estado, atendiendo a las delimitaciones del régimen polisinodial por el que se regía el Imperio español.

Mapa diacrónico del Imperio español, incluyendo territorios descubiertos y reclamados.

América[editar]

Imperios español y portugués en 1790.
América española hacia el año 1800, los territorios coloreados eran considerados provincias en algunos mapas del Imperio español.
Territorio de Nutca (reclamaciones territoriales de España en la Costa Oeste de Norteamérica, siglo xviii d. C.) y toponimia española.

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