SIGLO XV EN ESPAÑA
El Imperio español, Monarquía universal española,n. 3 Monarquía Hispánica o Monarquía española fue el conjunto de territorios españoles gobernados por las dinastías hispánicas entre los siglos xvi y xix.
Tras el descubrimiento de América en 1492, España exploró y conquistó grandes extensiones de territorio en América, desde el actual suroeste de Estados Unidos, México y el Caribe, hasta Centroamérica, la mayor parte de Sudamérica y la costa noroeste de Norteamérica (actual Alaska y Columbia Británica). Todos estos territorios se integraron en la Corona de Castilla y, más tarde, como reinos de la Corona española. Inicialmente se organizaron en dos virreinatos, el de la Nueva España y el del Perú. Con el descubrimiento y asentamiento en varios archipiélagos del Pacífico a finales del siglo xvi, se incorporaron al imperio las Indias orientales españolas, formadas por las Filipinas, las Marianas (que incluían Guam), la porción norte de Formosa, y las Carolinas (que incluían las Palaos), bajo la jurisdicción de la Nueva España. Más tarde, en las porciones norte y sur del Virreinato del Perú se crearon los de Nueva Granada y del Río de la Plata, respectivamente.
El Imperio español alcanzó los 20 millones de kilómetros cuadrados a finales del siglo XVIII12 aunque algunos autores como el historiador Raymond Carr, señalan uno de sus momentos de máxima expansión es el comprendido entre los años 1580 y 1640, durante los reinados de Felipe II, Felipe III y Felipe IV, período en el que tuvo lugar la unión dinástica con Portugal (considerada una conquista española por un amplio número de historiadores).
Orígenes[editar]
A principios del siglo xv d. C. los distintos reinos de la península ibérica perseguían objetivos diferentes con su política exterior. Navarra quedó pronto confinada por la expansión de los otros dos reinos y sus sucesivos monarcas orientaron más sus miradas hacia Francia,9 pero el Tratado de Almizra fijó los límites para la reconquista de las otras dos coronas,10 forzandolas a emprender políticas exteriores similares, pero al mismo tiempo diferentes:
Castilla trataba de culminar la Reconquista y evitar nuevas incursiones musulmanas tomando plazas e islas en el norte de África, incluso antes de reconquistar el Reino nazarí de Granada.11 Al mismo tiempo, atravesaban momentos difíciles por la guerra civil librada entre partidarios de la futura Isabel la Católica y los de Juana la Beltraneja, en la lucha por suceder a Enrique IV.
Aragón, por su parte, orientó su política expansionista al Mediterráneo central y oriental.11 Su corona tampoco contaba con un claro pretendiente para suceder a Martín el Humano (fallecido en 1410), pero se resolvió pacíficamente con el Compromiso de Caspe. Al mismo tiempo, este acto plantó las bases para la futura unión con la Corona castellana tras ser elegido Fernando de Antequera, miembro de la dinastía Trastámara reinante en Castilla, abriendo así la puerta para la posterior llegada de Fernando el Católico y la consiguiente unificación de los dos reinos.12
Por último, Portugal había terminado su reconquista imponiéndose al rey castellano Alfonso X el Sabio en la toma del Algarbe, por lo cual Enrique el Navegante enfocó su expansión hacia el Atlántico, conquistando Ceuta, tomando el control de Madeira en 1425, las islas Azores en 1427 y prosiguiendo la expansión con la implantación de asentamientos en los continentes africano y asiático para ir abriendo una ruta comercial con la India y China que circunnavegara el Continente Negro.13
El Imperio de los Reyes Católicos (1492-1516)[editar]
La unificación de España y el fin de la Reconquista[editar]
El matrimonio de los Reyes Católicos (Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón) produjo la unión dinástica de las dos Coronas cuando, tras derrotar a los partidarios de Juana «la Beltraneja» en la guerra de Sucesión castellana, Isabel ascendió al trono. Sin embargo, cada reino mantuvo su propia administración bajo la misma monarquía. La formación de un estado unificado solo se materializó tras siglos de unión bajo los mismos gobernantes.n. 4 Los nuevos reyes introdujeron el estado moderno absolutista en sus dominios, que pronto buscaron ampliar.
Castilla había intervenido en el Atlántico, en lo que fue el comienzo de su imperio extrapeninsular, compitiendo con Portugal por el control del mismo desde finales del siglo xiv d. C., momento en el cual fueron enviadas varias expediciones andaluzas y vizcaínas a las islas Canarias. La conquista efectiva de dicho archipiélago había comenzado durante el reinado de Enrique III de Castilla, cuando en 1402 Jean de Béthencourt solicitó permiso para tal empresa al rey castellano a cambio de vasallaje; mientras, a lo largo del siglo xv d. C., exploradores portugueses como Gonçalo Velho Cabral colonizarían las Azores, Cabo Verde y Madeira. El Tratado de Alcáçovas de 1479, que supuso la paz en la guerra de Sucesión castellana, separó las zonas de influencia de cada país en África y el Atlántico, concediendo a Castilla la soberanía sobre las islas Canarias y a Portugal las islas que ya poseía, la Guinea y, en general, «todo lo que es hallado e se hallare, conquistase o descubriere en los dichos términos». La conquista del Reino de Fez quedaba también exclusivamente para el reino de Portugal. El tratado fue confirmado por el papa en 1481, mediante la bula Aeterni regis. Mientras tanto los Reyes Católicos iniciaban la última fase de la conquista de Canarias, asumiendo por su cuenta dicha empresa ante la imposibilidad por parte de los señores feudales de someter a todos los indígenas insulares en una serie de largas y duras campañas. Los ejércitos castellanos se apoderaron de Gran Canaria (1478-1483), La Palma (1492-1493) y finalmente de Tenerife (1494-1496).
Como continuación a la Reconquista castellana, los Reyes Católicos conquistaron en 1492 el reino taifa de Granada, último reino musulmán de al-Ándalus, que había sobrevivido por el pago de tributos en oro a Castilla, y su política de alianzas con Aragón y el norte de África.
La política expansionista de los Reyes Católicos también se manifestó en el África continental. Con el objetivo de acabar con la piratería que amenazaba las costas andaluzas y las comunicaciones mercantes catalanas y valencianas, se realizaron campañas en el norte de África: Melilla fue tomada en 1497, Villa Cisneros en 1502, Mazalquivir en 1505, el Peñón de Vélez de la Gomera en 1508, Orán en 1509, Argel, Bugía y Trípoli en 1510. La idea de Isabel I, manifiesta en su testamento, era que la reconquista habría de seguir por el norte de África, en lo que los romanos llamaron Nova Hispania.
La política europea[editar]
Los Reyes Católicos también heredaron la política mediterránea de la Corona de Aragón, y apoyaron a la Casa de Nápoles aragonesa contra Carlos VIII de Francia y, tras su extinción, reclamaron la reintegración de Nápoles a la Corona. Como gobernante de Aragón, Fernando II se había involucrado en la disputa con Francia y Venecia por el control de la península itálica. Estos conflictos se convirtieron en el eje central de su política exterior. En estas batallas, Gonzalo Fernández de Córdoba (conocido como «El Gran Capitán») crearía las coronelías (base de los futuros tercios), como organización básica del ejército, lo que significó una revolución militar que llevaría a los españoles a sus mejores momentos.
Después de la muerte de la reina Isabel, Fernando, como único monarca, adoptó una política más agresiva que la que tuvo como marido de Isabel, utilizando las riquezas castellanas para expandir la zona de influencia aragonesa en Italia, contra Francia, y fundamentalmente contra el reino de Navarra, al que conquistó en 1512.
El trono castellano lo asumió su hija Juana I «la Loca», quien fue declarada incapaz de reinar, manteniendo su padre la regencia (aunque en todos los documentos oficiales aparecían Juana y Fernando como reyes, era Fernando quien ejercía el poder).
El primer gran reto del rey Fernando fue en la guerra de la Liga de Cambrai contra Venecia, donde los soldados españoles se distinguieron junto a sus aliados franceses en la batalla de Agnadello (1509). Solo un año más tarde, Fernando se convertía en parte de la Liga Católica contra Francia, viendo una oportunidad de tomar Milán —plaza por la cual mantenía una disputa dinástica— y Navarra. Esta guerra no fue un éxito como la anterior contra Venecia y, en 1516, Francia aceptó una tregua que dejaba Milán bajo su control y de hecho, cedía al monarca hispánico el Reino de Navarra (que Fernando unió a la corona de Castilla), ya que al retirar su apoyo dejaba aislados a los reyes navarros Juan III de Albret y Catalina de Foix. Este hecho fue temporal pues posteriormente volvería a apoyar la lucha de los navarros en 1521.
Con el objetivo de aislar a Francia, se adoptó una política matrimonial que llevó al casamiento de las hijas de los Reyes Católicos con las dinastías reinantes en Inglaterra, Borgoña y Austria. Tras la muerte de Fernando, la inhabilitación de Juana I, hizo que Carlos de Austria, heredero de Austria y Borgoña, fuera también heredero de los tronos españoles.
Carlos tenía un concepto político todavía medieval, y lo desarrolló empleando las riquezas de sus reinos peninsulares en la política europea del Imperio, en vez de seguir la que, con mayor amplitud de miras, había marcado su abuela Isabel en su testamento: continuar la Reconquista en el norte de África. Aunque algunos consejeros españoles lograron que hiciera algunas campañas hacia ese objetivo (Orán, Túnez, Argelia), sin embargo, no consideró ese fin tan importante como las inacabables disputas religioso-políticas de su herencia centroeuropea y, como además, gran parte del ímpetu conquistador de los castellanos se dirigió hacia las tierras nuevamente descubiertas de las Indias Occidentales, no colaboró decididamente en el engrandecimiento de sus reinos peninsulares, salvo en lo que se refiere a las campañas italianas. Ese abandono de la política de conquista del norte de África daría quebraderos de cabeza a la Europa mediterránea hasta el siglo xix d. C..
La conquista del Nuevo Mundo[editar]
Sin embargo, la expansión atlántica sería la que daría los mayores éxitos. Para alcanzar las riquezas de Oriente, cuyas rutas comerciales (especialmente de las especias de las islas del Pacífico) bloqueaban los otomanos o monopolizaban genoveses y venecianos, los portugueses y los españoles compitieron por hallar una nueva ruta que no fuera la tradicional, por tierra, a través de Oriente Próximo. Los portugueses, que habían terminado mucho antes que los españoles su Reconquista, habían comenzado entonces sus expediciones, tratando primero de acceder a las riquezas africanas y luego de circunnavegar África, lo que les daría el control de islas y costas del continente, para abrir una nueva ruta a las Indias Orientales, sin depender del comercio a través del Imperio otomano, monopolizado por Génova y Venecia, poniendo el germen del Imperio portugués. Más tarde, cuando Castilla terminó su reconquista, los Reyes Católicos, apoyaron a Cristóbal Colón quien, al parecer convencido de que la circunferencia de la Tierra era menor que la real, quiso alcanzar Cipango (Japón), Catay (China), las Indias, el Oriente navegando hacia el Oeste, con el mismo fin que los portugueses: independizarse de las ciudades italianas para conseguir las mercancías de Oriente, principalmente, especias y seda (más fina que la producida en el reino de Murcia desde la dominación árabe). A medio camino estaba el continente americano y, según se acepta mayoritariamente, sin saberlo, descubrió América para el resto del mundo, que vivía ignorante de la existencia de este continente, iniciando la colonización española del continente.
Las nuevas tierras fueron reclamadas por los Reyes Católicos, con la oposición de Portugal. Finalmente el papa Alejandro VI medió, llegándose al Tratado de Tordesillas, que dividía las zonas de influencia española y portuguesa a 370 leguas al oeste de las islas de Cabo Verde (el meridiano situado a 46º 37’) longitud oeste, siendo la zona occidental la correspondiente a España y la oriental a Portugal. Así, España se convertía teóricamente en dueña de la mayor parte del continente con la excepción de una pequeña parte, la oriental —lo que hoy día es el extremo de Brasil—, que correspondía a Portugal. En adelante, esta cesión papal, junto a la responsabilidad evangelizadora sobre los territorios descubiertos, fue usada por los Reyes Católicos como legitimación en su expansión colonial. Poco después, esta «legitimación» fue discutida por la Escuela de Salamanca.
La colonización de América continuó mientras tanto. Además de la toma de La Española, que se culminó a principios del siglo xvi d. C., los colonos empezaron a buscar nuevos asentamientos. La convicción de que había grandes territorios por colonizar en las nuevas tierras descubiertas produjo el afán por buscar nuevas conquistas. Desde allí, Juan Ponce de León conquistó Puerto Rico y Diego Velázquez, Cuba. Alonso de Ojeda recorrió la costa venezolana y centroamericana, Hernán Cortés llegó a México, Diego de Nicuesa ocupó lo que hoy día es Nicaragua y Costa Rica, mientras Vasco Núñez de Balboa colonizaba Panamá y llegaba al mar del Sur (océano Pacífico).
Años después, bajo Felipe II, este «Imperio Castellano» se convirtió en una nueva fuente de riqueza para los reinos españoles y de su poder en Europa, pero también contribuyó a elevar la inflación, lo que perjudicó a la industria peninsular. Como siempre ocurre la economía más poderosa, la española, comenzó a depender de las materias primas y manufacturas de países más pobres, con mano de obra más barata, lo cual facilitó la revolución económica y social en Francia, Inglaterra y otras partes de Europa. Los problemas causados por el exceso de metales preciosos fueron discutidos por la Escuela de Salamanca, lo que creó un nuevo modo de entender la economía que los demás países europeos tardaron mucho en comprender.[cita requerida]
Por otro lado, los enormes e infructuosos gastos de las guerras a las que arrastró la política europea de Carlos I heredados por su sucesor Felipe II, llevaron a que se financiasen con préstamos de banqueros, tanto españoles como de Génova, Amberes y sur de Alemania, lo que hizo que los beneficios que pudo tener la Corona (el Estado, al cabo) fueran mucho menores que los que obtuvieron más tarde otros países con intereses coloniales, como los Países Bajos y posteriormente Inglaterra.
El imperio de los Austrias (1516-1700)[editar]
El periodo comprendido entre la segunda mitad del siglo xvi d. C. y la primera del XVII es conocido como el Siglo de Oro por el florecimiento de las artes y las ciencias que se produjo.
Durante el siglo xvi d. C. España llegó a tener una auténtica fortuna de oro y plata extraídos de «Las Indias». En el estudio económico realizado por Earl J. Hamilton (1975), «El tesoro americano y la Revolución de los precios en España, 1501-1659», esa fortuna tiene unas cifras concretas. Hamilton describe que en los siglos XVI y XVII, desde 1503 y durante los 160 años siguientes, durante la mayor actividad minera, arribaron desde la América española 16 900 toneladas de plata y 181 toneladas de oro. Sus cuentas son minuciosas: 16 886 815 303 gramos de plata y 181 333 180 gramos de oro.n. 5
Se decía durante el reinado de Felipe II que «el Sol no se ponía en el Imperio», ya que estaba lo suficientemente disperso como para tener siempre alguna zona con luz solar. Este imperio tenía su centro neurálgico en Madrid sede de la Corte con Felipe II, siendo Sevilla el punto fundamental desde el que se organizaban las posesiones ultramarinas.
Como consecuencia del matrimonio político de los Reyes Católicos y de los casamientos estratégicos de sus hijos, su nieto, Carlos I heredó la Corona de Castilla en la península ibérica y una incipiente expansión en América (herencia de su abuela Isabel); las posesiones de la Corona de Aragón en el Mediterráneo italiano e ibérico (de su abuelo Fernando); las tierras de los Habsburgo en Austria a las que él incorporó Bohemia y Silesia logrando convertirse tras una disputada elección con Francisco I de Francia en emperador del Sacro Imperio Romano Germánico con el nombre de Carlos V de Alemania; además de los Países Bajos a los que añadió nuevas provincias y el Franco Condado, herencia de su abuela María de Borgoña; conquistó personalmente Túnez y en pugna con Francia la región de Lombardía. Era un imperio compuesto de un conglomerado de territorios heredados, anexionados o conquistados.
La dinastía Habsburgo gastaba las riquezas castellanas y ya desde los tiempos de Carlos V pero en mayor medida a partir de Felipe II, las americanas, en guerras en toda Europa con el objetivo fundamental de proteger los territorios adquiridos, los intereses de los mismos, la causa católica y a veces por intereses meramente dinásticos. Todo ello produjo el impago frecuente de deudas contraídas con los banqueros, primero alemanes y genoveses después, y dejó a España en bancarrota. Los objetivos políticos de la Corona eran varios:
- El acceso a los productos americanos (oro, plata) y asiáticos (porcelana, especias, seda).
- Minar el poder de Francia y detenerla en sus fronteras orientales.
- Mantener la hegemonía católica de los Habsburgo en Alemania, defendiendo los intereses de la iglesia católica contra la Reforma protestante.
- Contener en Europa la expansión del Imperio Otomano musulmán. Además, se buscaba neutralizar la piratería berberisca que asolaba las posesiones mediterráneas españolas e italianas.
Ante la posibilidad de que Carlos I decidiera apoyar la mayor parte de las cargas de su imperio en el más rico de sus reinos, el de Castilla, lo cual no gustaba a los castellanos que no deseaban contribuir con oro, plata o caballos a guerras europeas que sentían ajenas, y enfrentados a un creciente absolutismo por parte del rey comenzó una sublevación que aún se celebra cada año llamada de los Comuneros, en la cual los rebeldes fueron derrotados. Carlos I de España y luego V de Alemania se convertía en el hombre más poderoso de Europa, con un imperio europeo que solo sería comparable en tamaño al de Napoleón. El emperador intentó sofocar la Reforma protestante en la Dieta de Worms, pero Lutero renunció a retractarse de su herejía. Firme defensor de la Catolicidad, durante su reinado se produjo sin embargo lo que se llamó el Saco de Roma, cuando sus tropas fuera de control atacaron la Santa Sede después de que el papa Clemente VII se uniera a la Liga de Cognac contra él.
Pese a que Carlos I era flamenco y su lengua materna era el francés vivió un proceso de españolización o, más concretamente, de castellanización. Así, cuando se entrevistó con el papa, le habló en español y más tarde, cuando recibió al embajador de Francia, un obispo francés se quejó por no haber entendido el discurso, a lo que el emperador contestó: «Señor obispo, entiéndame si quiere y no espere de mí otras palabras que de mi lengua española, la cual es tan noble que merece ser sabida y entendida de toda la gente cristiana».15 Esta frase ha calado bastante en los españoles y, siglos después, aún se utiliza el dicho «Que hable en cristiano» cuando un español (o casi todo otro hispanoparlante) quiere que se le traduzca lo dicho.
De la batalla de Pavía a la Paz de Augsburgo (1521-1555)[editar]
Desde 1492, la colonización del Nuevo Mundo fue encabezada por una serie de guerreros-exploradores conocidos como conquistadores. Aprovecharon para esta empresa el hecho de que algunos pueblos nativos estaban en guerra con otros y muchos se mostraron dispuestos a sellar alianzas con los españoles para derrotar a enemigos más poderosos como los aztecas o los incas. La conquista, además, fue facilitada por la superioridad tecnológica,16 incluida la logística, y la propagación en América de enfermedades comunes en Europa (p. ej.: viruela), pero desconocidas en el Nuevo Mundo, que diezmaron a los pueblos originarios de América.
Los principales conquistadores fueron Hernán Cortés, quien entre 1519 y 1521, con alrededor de 200 000 aliados amerindios, derrotó al Imperio azteca, en momentos que este era arrasado por la viruela,n. 6 y entró en México, que sería la base del virreinato de Nueva España, que se extendería hacía el sur rápidamente gracias a las conquistas de Pedro de Alvarado, lugarteniente de Cortés, que, entre 1521 y 1525, incorporó las actuales repúblicas de Guatemala, Honduras y El Salvador a los dominios españoles y Francisco Pizarro quien conquistó al Imperio incaico en 1531 cuando estaba gravemente desorganizado por efecto de la guerra civil y de la epidemia de viruela de 1529.n. 7 Esta conquista se convertiría en el Virreinato del Perú.
Tras la conquista de México, las leyendas sobre ciudades «doradas» (Cíbola en Norteamérica, El Dorado en Sudamérica) originaron numerosas expediciones, pero muchas de ellas regresaron sin encontrar nada, y las que encontraron algo dieron con mucho menos valor de lo esperado. De todos modos, la extracción de oro y plata fue una importante actividad económica del Imperio español en América, estimándose en 850 000 kilogramos de oro y más de cien veces esa cantidad en plata durante el período colonial.n. 8 No fue menos importante el comercio de otras mercaderías como la cochinilla, la vainilla, el cacao, el azúcar (la caña de azúcar fue llevada a América donde se producía mejor que en el sur de la península, donde había sido introducida por los árabes). La exploración de este nuevo mundo, conocido como las Indias occidentales, fue intensa, realizándose hazañas tales como la primera circunnavegación del globo en 1522 por Juan Sebastián Elcano (que sustituyó a Fernando de Magallanes, promotor de la expedición y que murió en el camino).
En Europa, sintiéndose rodeado por las posesiones de los Habsburgo Francisco I de Francia invadió en 1521 las posesiones españolas en Italia e inició una nueva era de hostilidades entre Francia y España, apoyando a Enrique II de Navarra para recuperar el reino arrebatado por los españoles. Un levantamiento de la población navarra junto a la entrada de 12 000 hombres al mando del general Asparrots, André de Foix, en pocos días recuperó todo el reino con escasas víctimas. Sin embargo el ejército imperial se reconstituyó con rapidez, formando unas tropas de 30 000 hombres bien pertrechadas, entre ellas muchos de los comuneros rendidos para redimir su pena. El general Asparrots, en vez de consolidar el reino, se dirigió a sitiar Logroño, con lo que los navarro-gascones sufrieron una severa derrota en la sangrienta batalla de Noáin, dejando el control de Navarra en manos de España.
Por otra parte, en el frente de guerra de Italia, fue un desastre para Francia, que sufrió importantes derrotas en Bicoca (1522), Pavía (1525) —en la que Francisco I y Enrique II fueron capturados— y Landriano (1529) antes de que Francisco I claudicase y dejase Milán en manos españolas una vez más. La victoria de Carlos I en la batalla de Pavía, 1525, sorprendió a muchos italianos y alemanes, al demostrar su empeño en conseguir el máximo poder posible. El papa Clemente VII cambió de bando y unió sus fuerzas con Francia y los emergentes estados italianos contra el emperador, en la Guerra de la Liga de Cognac. La Paz de Barcelona, firmada entre Carlos I y el papa en 1529, estableció una relación más cordial entre los dos gobernantes y de hecho nombraba a España como defensora de la causa católica y reconocía a Carlos como rey de Lombardía en recompensa por la intervención española contra la rebelde República de Florencia.
En 1528, el gran almirante Andrea Doria se alió con el emperador para desalojar a Francia y restaurar la independencia genovesa. Esto abrió una nueva perspectiva: en este año se produce el primer préstamo de los bancos genoveses a Carlos I.
La colonización americana seguía mientras imparable. Después de la conquista del Perú, la primera ciudad fundada originalmente española fue Santiago de Quito (posteriormente y en otra localización Santiago de Guayaquil) por Sebastián de Benalcázar y Diego de Almagro por órdenes de Francisco Pizarro en las llanuras del Tapi, Ecuador, mientras, más al norte, Santa Fe de Bogotá fue fundada durante la década de 1530 sobre las ruinas de Bacata y Pedro de Mendoza fundó Buenos Aires en 1536. En la década de 1540, Francisco de Orellana exploraba la selva y llegó al Amazonas. En 1541, Pedro de Valdivia, continuó las exploraciones de Diego de Almagro desde Perú, e instauró la Capitanía General de Chile. Ese mismo año, se terminó de conquistar la Confederación muisca, que ocupaba el centro de Colombia.
Como consecuencia de la defensa que la Escuela de Salamanca y Bartolomé de las Casas hicieron de los nativos, la Corona española se dio relativa prisa en dictar leyes para protegerlos en sus posesiones americanas. Las Leyes de Burgos de 1512 fueron sustituidas por las Leyes Nuevas de Indias de 1542.
En 1543, Francisco I de Francia anunció una alianza sin precedentes con el sultán otomano Solimán el Magnífico, para ocupar la ciudad de Niza, bajo control español. Enrique VIII de Inglaterra, que guardaba más rencor contra Francia que contra el emperador, a pesar de la oposición de este al divorcio de Enrique con su tía, se unió a este último en su invasión de Francia. Aunque las tropas imperiales sufrieron alguna derrota como la de Cerisoles, el emperador consiguió que Francia aceptara sus condiciones. Los austriacos, liderados por el hermano pequeño del emperador Carlos, continuaron luchando contra el Imperio otomano por el este. Mientras, Carlos I se preocupó de solucionar un viejo problema: la Liga de Esmalcalda.
La Liga tenía como aliados a los franceses, y los esfuerzos por socavar su influencia en Alemania fueron rechazados. La derrota francesa en 1544 rompió su alianza con los protestantes y Carlos I se aprovechó de esta oportunidad. Primero intentó el camino de la negociación en el Concilio de Trento en 1545, pero los líderes protestantes, sintiéndose traicionados por la postura de los católicos en el Concilio, fueron a la guerra encabezados por Mauricio de Sajonia. En respuesta, Carlos I invadió Alemania a la cabeza de un ejército hispano-neerlandés. Confiaba en restaurar la autoridad imperial. Las tropas, al mando del emperador en persona, infligieron una decisiva derrota a los protestantes en la histórica batalla de Mühlberg en 1547. En 1555 firmó la Paz de Augsburgo con los estados protestantes, lo que restauró la estabilidad en Alemania bajo el principio de Cuius regio, eius religio («Quien tiene la región impone la religión»), una posición impopular entre el clero italiano y español. El compromiso de Carlos en Alemania otorgó a España el papel de protector de la causa católica de los Habsburgo en el Sacro Imperio Romano.
Mientras, el Mediterráneo se convirtió en campo de batalla contra los turcos, que alentaban a piratas como el argelino Barbarroja. Carlos I prefirió eliminar a los otomanos a través de la estrategia marítima, mediante ataques a sus asentamientos en los territorios venecianos del este del Mediterráneo. Solo como respuesta a los ataques en la costa de Levante española se involucró personalmente el emperador en ofensivas en el continente africano con expediciones sobre Túnez, Bona (1535) y Argel (1541), por el Sudeste Asiático se consolidaba el dominio español en el archipiélago de las Filipinas (nombradas así en honor a Felipe II) e islas adyacentes (Borneo, Molucas —fortaleza de Tidore—, fuertes en la isla de Formosa y anexos en las ya oceánicas Palaos, Marianas, Carolinas y Ralicratac, etc.).
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