martes, 7 de enero de 2020

HISTORIA DE ESPAÑA

HISTORIA ANTIGUA - SIGLO V

Se conoce como Conobaria a la ciudad romana, del siglo II- I a.C. en las proximidades entre las actuales localidades de Lebrija y Las Cabezas de San juan,1​ en Sevilla (Andalucía, España), considerándose en este momento como situación geográfica más acertada las inmediaciones del segundo municipio citado.





Este termino relacionado con una población romana en las inmediaciones de las actuales localidades de Lebrija y Las Cabezas de San Juan,1​ tenía controversia relacionada con su ubicación, debido a que se consideraba a esta última localidad, como Vgia, nombrada en las inmediaciones de la Uia Augusta como una de las distintas mansiones a lo largo del tramo entre Hispalis (Sevilla) y Gades (Cádiz), y conocida como municipio desde época de César, siendo esta afirmación aceptada al menos desde el siglo XVII.1​ Todo esto a causa de la cercanía, Las Cabezas de San Juan con la misma Vgia, pero quedando esto descartado, según algunos autores,y relacionándose con el cercano yacimiento de "Torre Alocaz".2
Otra de las fuentes que han llevado al error, han sido los textos de Plinio, el cual, nombra a Conobaria como Colobana, en uno de sus manuscritos en el que nombra las ciudades situadas en el sur del Lacus Ligustinus. En este manuscrito sitúa de Norte a Sur, a Conobaria (Colobana según Plinio) después de Nabrissa (Lebrija), por lo que muchos autores se vieron llevados al error de situar la ciudad en las inmediaciones entre la actual Trebujena y Lebrija.1
Según el autor Beltrán Fortes, se ha situado recientemente y de forma errónea a Conobaria, en el llamado "cerro de las Vacas",3​ en el término municipal de Lebrija, siendo los restos allí encontrados pruebas circunstanciales y no demostrándose claramente que Conobaria estuviera situada en el lugar.1

Cuestión Actual[editar]

En estos momentos el autor Beltrán Fortes, localiza Conobaria, siendo considerada como municipio en época flavia, en la localidad actual de Las Cabezas de San Juan, pudiendo, planteándolo como una hipótesis, tener esta una relación con los restos hallados en el cortijo "Las Palmillas", el cual estaría situado al borde del Lacus Ligustinus, siendo así este la zona de conexión fluvial de Conobaria.1

Restos Materiales[editar]

A lo largo del tiempo se han hallado distintos restos materiales en la zona o con inscripciones que harían pensar que pertenecen a Conobaria.

Cecas[editar]

Se han hallado varias cecas que se identifican con Conobaria, teniendo estas inscritas en su reverso CVNBARIA, así como también incluidos en todos, lo que se cree que es un atún o sábalo. Por su anverso, se pueden ver bustos masculinos con espigas o palma que lo rodean.4

Esculturas[editar]

El autor Diego Caro en el siglo XVII, hace referencias a una escultura romana en la localidad de Las Cabezas de San Juan, siendo está dedicada a Marte en forma de thoracata.5​ Además de esta, Diego Caro hace referencia en el mismo documento a más esculturas repartidas por la localidad, pero en este caso tratándose de esculturas de leones de diversos tamaños. También Francisco de Bruna, en la centuria siguiente,2​ haría referencia a dos grandes leones de piedra.6​ En 1768, seis años después de lo anterior, el benedictino Enrique Florez visitó la localidad y allí según Mendez, su biógrafo, recogió fragmentos de estatuas y monedas antiguas.2
Además de estas evidencias escritas actualmente se conservan cinco piezas mas, las cuales, se han identificado por criterios estilísticos, por lo que podrían no pertenecer a la localidad. Dos de las esculturas están muy deterioradas, perteneciendo una colección privada y la otra a la colección arqueológica municipal. La escultura más antigua zoomorfa de esta localidad se expone actualmente en el edificio del ayuntamiento, habiendo sido este recuperado en 1976 de la necrópolis oriental de la ciudad romana, estando datado en el siglo II a.C., siendo esta, por la característica forma en que está realizada la escultura, acostado sobre las cuatro patas con el rabo enrollado por el lado de la pata derecha, y coincidiendo por tanto con los modelos republicanos romanos del sur peninsular.2​ Las otras dos esculturas son realizadas con características mas naturalistas, por lo que son de un periodo posterior. Una de ellas se conserva en el Museo Arqueológico de Sevilla, cedido por el ayuntamiento de Las Cabezas de San Juan, la otra en el Museo Arqueológico Municipal de Osuna cedido en el siglo XX.







Se conoce como conquista romana de Hispania al periodo histórico comprendido entre el desembarco romano en Ampurias (218 a. C.) y la conclusión de la conquista romana de la península ibérica con el fin de las guerras cántabras por César Augusto (19 a. C.), así como a los hechos históricos que conforman dicho periodo.

Conquista Hispania.svg
Avance romano en la península ibérica
Fecha218 a. C.-19 a. C. (199 años)
LugarHispania
ResultadoVictoria romana


Ya antes de la primera guerra púnica, entre los siglos VIII y VII a. C., los fenicios —y posteriormente los cartagineses— habían hecho acto de presencia en la parte sur de la península ibérica y en la zona de Levante, al sur del Ebro. Se asentaron a lo largo de estas franjas costeras en un gran número de instalaciones comerciales que distribuían por el mediterráneo los minerales y otros recursos de la Iberia prerromana. Estas instalaciones, consistentes en poco más que almacenes y embarcaderos permitían no solo la exportación, sino también la introducción en la Península de productos elaborados en el Mediterráneo oriental, lo que tuvo el efecto secundario de la adopción por parte de las culturas autóctonas peninsulares de ciertos rasgos orientales.
También sobre el siglo VII a. C., los griegos establecerían sus primeras colonias en la costa norte del Mediterráneo peninsular procedentes de Massalia (Marsella), fundando ciudades como Emporion (Ampurias) o Rhode (Rosas), aunque al mismo tiempo fueron diseminando por todo el litoral centros de comercio, aunque no destinados a fundar nuevas polis. Parte del peso comercial griego, sin embargo, era llevado a cabo por los fenicios, que comerciaban en la Península con artículos de y con destino a Grecia.
Como potencia comercial en el Mediterráneo occidental, Cartago ampliaba sus intereses hasta la isla de Sicilia y el sur de Italia, lo que pronto resultó muy molesto para el incipiente poder que surgía desde Roma. Finalmente, este conflicto de intereses económicos (ya que no territoriales, puesto que Cartago no se había demostrado como una potencia invasora)[cita requerida] desembocaron en las llamadas guerras púnicas, de las cuales la primera de ellas no terminó sino en un inestable armisticio, habiendo generado una animadversión entre ambas culturas que conduciría a la Segunda guerra púnica, la cual terminaría 12 años más tarde con el dominio efectivo de Roma sobre el levante y el sur peninsular. Posteriormente, Cartago sufriría la decisiva derrota en Zama que la borraría de la escena histórica.[cita requerida]
A pesar de haberse impuesto sobre la potencia rival del Mediterráneo, Roma todavía tardaría dos siglos en dominar por completo la península ibérica, ganándose con su política expansionista la enemistad de la práctica totalidad de los pueblos del interior.[cita requerida] Se considera que los abusos a los que estos pueblos fueron sometidos desde el principio fueron en gran parte culpables del fuerte sentimiento antirromano de estas naciones. Tras años de cruentas guerras, los pueblos autóctonos de Hispania fueron finalmente aplastados por el rodillo militar y cultural romano, desapareciendo en este proceso de choque cultural, aunque no sin antes dejar el indeleble ejemplo de la resistencia feroz ante un enemigo muy superior.

La Hispania cartaginesa[editar]

Yacimiento arqueológico de la muralla púnica de Cartagena, tomada por los romanos en 209 a. C.
La familia cartaginesa descendiente de Amílcar Barca inició después de la primera guerra púnica la sumisión efectiva de la península, que se extendió a buena parte de ella, sobre todo al Sur y al Levante. Una sumisión lograda mediante tributos, alianzas, matrimonios, o simplemente por la fuerza.[cita requerida]
Según algunos historiadores, como el arqueólogo Adolf Schulten, el establecimiento de los cartagineses en el sureste de España y la fundación de la ciudad de Qart Hadasht, la actual Cartagena, en 227 a. C. por Asdrúbal el Bello tuvo como objetivo principal el control de la riqueza generada por las minas de plata de Cartagena.2
Con la plata de las minas de Cartagena pagaron ellos sus mercenarios, y, cuando por la toma de ésta en 209 a.C. Carthago perdió estos tesoros, Aníbal ya no fue capaz de resistir a los romanos, de manera que la toma de Cartagena decidió también la guerra de Aníbal.
Schulten A. Fontes Hispaniae Antiquae
Dishekel cartaginés de plata con la efigie de Amílcar Barca acuñado en Cartagena.
El general Asdrúbal el Bello fundó la ciudad de Qart Hadasht, según algunos historiadores,[¿quién?] sobre una primitiva ciudad tartésica denominada Mastia. La ciudad fue amurallada y urbanizada, y según Polibio, sobre el cerro del Molinete de la ciudad se construyó Asdrúbal su palacio.[cita requerida] Cartagena se convirtió en base de las operaciones militares de los cartagineses en Iberia.
Por otra parte, además de los ingentes recursos minerales de Iberia, la península proporcionaría a Cartago un importante suministro de tropas tanto mercenarias como de leva con las que enfrentarse a Roma, y con las que reafirmar su dominio en el norte de África, lo que era considerado por los romanos motivo suficiente para invadir Hispania.[cita requerida] Entre estas tropas, procedentes de las diversas tribus que habitaban la península, se destacaban sobre todo los ilergetes y los legendarios honderos baleares.

La cuestión de Sagunto[editar]

La segunda guerra entre Cartago y Roma se inició por la disputa sobre la hegemonía en Sagunto, ciudad costera helenizada y aliada de Roma. Tras fuertes tensiones dentro del gobierno de la ciudad, que concluyeron con el asesinato de los partidarios de Cartago, Aníbal puso sitio a Sagunto el año 218 a. C., y a pesar de que los saguntinos pidieron ayuda a Roma, no la recibieron. Tras un prolongado asedio y una lucha muy cruenta en la que incluso Aníbal resultó herido, el ejército cartaginés se apoderó de la ciudad, aunque no sin antes haber sido ésta prácticamente destruida por la batalla y posteriormente por sus habitantes. Muchos de los saguntinos prefirieron suicidarse antes de ser sometidos a la sumisión y la esclavitud que les esperaba a manos de Cartago.[cita requerida]
Después la guerra continuó con la expedición de Aníbal a Italia. Fue entonces cuando se produjo la entrada de Roma en la península ibérica. El motivo que impulsó la invasión fue sobre todo la imperiosa necesidad de cortar los suministros, que procedentes de Cartago e Hispania, contribuían a la expedición de Aníbal que tanto daño estaba provocando en la península itálica.[cita requerida]

La invasión romana[editar]

Mapa de la conquista romana de Hispania, indicando las últimas batallas de la Segunda Guerra Púnica
     Conquista hasta el -210     Hasta Octavio Augusto     Campaña de Agrippa
Roma envió a Hispania tropas al mando de Cneo y Publio Cornelio Escipión. Cneo Escipión fue el primero que llegó a Hispania, mientras su hermano Publio se desviaba hacia Massalia con el fin de recabar apoyos y tratar de cortar el avance cartaginés. Emporion o Ampurias fue el punto de partida de Roma en la península. Su primera misión fue buscar aliados entre los iberos. Consiguió firmar algunos tratados de alianza con jefes tribales íberos de la zona costera, pero probablemente no logró atraer a su causa a la mayoría. Así por ejemplo sabemos que la tribu de los Ilergetes, una de las más importantes al Norte del Ebro, era aliada de los cartagineses. Cneo Escipión sometió mediante tratado o por la fuerza la zona costera al Norte del Ebro, incluyendo la ciudad de Tarraco, donde estableció su residencia.

La guerra entre Cartago y Roma[editar]

El primer combate importante entre cartagineses y romanos tuvo lugar en Cissa (218 a. C.) probablemente cerca de Tarraco, aunque se ha pretendido identificarla con Guisona en la actual provincia de Lérida. Los cartagineses, al mando de Hannón, fueron derrotados por las fuerzas romanas al mando del propio Cneo Escipión. El caudillo de los Ilergetes, Indíbil, que combatía en el bando cartaginés, fue capturado. Pero cuando la victoria de Cneo era un hecho, acudió Asdrúbal Barca con refuerzos y dispersó a los romanos, sin derrotarlos. Las fuerzas cartaginesas regresaron a su capital Qart Hadasht (Cartagena), y los romanos a su base principal, la ciudad de Tarraco.
En 217 a. C. la flota de Cneo Escipión venció a la de Asdrúbal Barca en el río Ebro. Poco después llegaron refuerzos procedentes de Italia, al mando de Publio Escipión, y los romanos pudieron avanzar hasta Sagunto.
A Cneo y Publio Escipión hay que atribuir la fortificación de Tarraco y el establecimiento de un puerto militar. La muralla de la ciudad se construyó probablemente sobre la anterior muralla ciclópea; se aprecian en ella marcas de picapedrero ibéricas, ya que para su construcción debió emplearse la mano de obra local.
En 216 a. C. Cneo y Publio Escipión combatieron contra los íberos, probablemente de tribus del sur del Ebro. Los ataques de estos íberos fueron rechazados.
En 215 a. C. los cartagineses recibieron refuerzos al mando de Himilcón Fameas, y se dio un nuevo combate en sur del río Ebro, cerca de la actual Amposta o de San Carlos de la Rápita, en la llamada batalla de Ibera. La rebelión de Sifax, aliado de Roma, en Numidia (Argel y Orán), obligó a Asdrúbal a volver a África con sus mejores tropas (214 a. C.) dejando el campo libre en Hispania a los romanos. Asdrúbal Barca, ya en África, obtuvo el apoyo del otro rey númida, Gala, señor de la región de Constantina, y con ayuda de este (y del hijo de Gala, Masinisa), derrotó a Sifax.
En 211 a. C. Asdrúbal Barca regresó a la península. Le acompañaba Masinisa con sus guerreros númidas.
Quizás entre el 214 y el 211 a. C., Cneo y Publio Escipión remontaron el Ebro. Sabemos seguro que el 211 a. C., los Escipiones contaban en su ejército con un fuerte contingente de mercenarios celtíberos, compuesto de varios millares de combatientes. Los celtíberos actuaban frecuentemente como soldados de fortuna.
Las fuerzas cartaginesas se estructuraron en tres ejércitos, comandados respectivamente por los hermanos Barca Asdrúbal y Magón, y por otro Asdrúbal (hijo este último del comandante cartaginés Aníbal Giscón, muerto en la primera guerra púnica). Por su parte, los romanos se organizaron en otros tres grupos, comandados por Cneo y Publio Escipión y por Tito Fonteyo.
Asdrúbal Giscón y Magón Barca, apoyados por el númida Masinisa, vencieron a Publio Escipión, que resultó muerto. Cneo Escipión hubo de retirarse al desertar los mercenarios celtíberos, a los que Asdrúbal Barca ofreció una suma mayor que la pagada por Roma. Cneo murió durante la retirada, y los cartagineses estaban a punto de pasar el río Ebro cuando un oficial llamado Cayo Lucio Marcio Séptimo, elegido como general por las tropas, les rechazó. El escenario de estos combates es incierto, pero sabemos que Indíbil combatía de nuevo con los cartagineses. El combate tuvo lugar en 211 a. C.
En 210 a. C. una expedición al mando de Cayo Claudio Nerón logró capturar a Asdrúbal Barca, pero este traicionó su palabra y huyó deshonrosamente.
Escipión el Africano. Busto de la época en el Museo Nacional de Nápoles.
El Senado romano decidió enviar un nuevo ejército al Ebro, para evitar el paso del ejército cartaginés hacia Italia. El mando de este ejército fue confiado a Escipión el Africano, hijo del general de igual nombre, muerto en combate en 211 a. C.
Publio Escipión (hijo) llegó a Hispania acompañado del procónsul Marco Silano (que debía suceder a Claudio Nerón) y del consejero Cayo Lelio, jefe de la escuadra.
A su llegada los tres ejércitos cartagineses se hallaban situados así: el ejército de Asdrúbal Barca tenía sus posiciones en la zona del nacimiento del Tajo; el ejército de Asdrúbal hijo de Giscón se situaba en Lusitania, cerca de la actual Lisboa; y el ejército de Magón quedaba ubicado en la zona del estrecho de Gibraltar.
Publio Escipión, en un golpe audaz, dejó desguarnecido el Ebro, y atacó Cartago Nova por tierra y mar. La capital púnica peninsular, dotada de una guarnición insuficiente al mando de un comandante llamado también Magón (comandante de Cartago Nova), hubo de ceder, y la ciudad quedó ocupada por los romanos. Publio Escipión regresó a Tarraco antes de que Asdrúbal pudiera traspasar las desguarnecidas líneas del Ebro.
Tras esta audaz operación una buena parte de la Hispania Ulterior se sometió a Roma. Publio Escipión supo atraerse a varios caudillos íberos, hasta entonces aliados de los cartagineses, como Edecón (enemistado con Cartago desde que su mujer y sus hijos fueron tomados como rehenes), Indíbil (por la misma causa), y Mandonio (afrentado por Asdrúbal Barca).
En el invierno de 209 a 208 a. C., Publio Escipión avanzó hacia el Sur, y chocó con el ejército de Asdrúbal Barca (que a su vez avanzaba hacia el Norte) cerca de Santo Tomé, en la aldea de Baecula, donde tuvo lugar la batalla de Baecula. Publio Escipión se atribuyó la victoria (lo cual es dudoso), pero, si tal fue el caso, no logró impedir que Asdrúbal Barca siguiera el avance hacia el Norte con la mayor parte de sus tropas. En su avance hacia el Norte Asdrúbal llegó a los pasos occidentales pirenaicos.
Así pues, se sabe que Asdrúbal cruzó los pirineos a través del país de los vascones. Probablemente trataría de concertar una alianza con éstos, aunque en cualquier caso, los vascones carecían de medios para oponerse al avance cartaginés. Asdrúbal acampó en el Sur de las Galias, y después paso a Italia (209 a. C.).
En 208 a. C. Magón Barca se retiró con sus fuerzas a las islas Baleares, y Asdrúbal Giscón se mantuvo en Lusitania.
En 207 a. C., reorganizados los cartagineses y con refuerzos procedentes de África al mando de Hannón, pudieron recobrar la mayor parte del Sur de la península. Tras someter Hannon esta zona, regresó Magón con sus fuerzas, y se trasladó a la zona Asdrúbal Giscón. Pero poco después las fuerzas de Hannon y de Magón fueron derrotadas por el ejército romano mandado por Marco Silano. Hannon fue capturado, y Asdrúbal Giscón y Magón hubieron de fortificarse en las principales plazas fuertes.
Asdrúbal Giscón y Magón Barca recibieron nuevos refuerzos desde África (206 a. C.), y por su parte reclutaron un contingente de indígenas, y presentaron batalla a los romanos en Ilipa (la actual Alcalá del Río, en la provincia de Sevilla), pero en esta ocasión Publio Escipión hijo obtuvo una clara victoria. Magón y Asdrúbal Giscón se refugiaron en Gades, y Publio Escipión quedó dueño de todo el sur peninsular, y pudo cruzar a África donde se entrevistó con el rey númida Sifax, que antes le había visitado en Hispania.
Una enfermedad de Publio Escipión fue aprovechada por una unidad del ejército para amotinarse en demanda de sueldos atrasados, y esto, a su vez, fue aprovechado por los Ilergetes y otras tribus ibéricas para rebelarse, al mando de los caudillos Indíbil (de los Ilergetes) y Mandonio (de los Ausetanos), rebelión dirigida esencialmente contra los procónsules Lucio Cornelio Léntulo y Lucio Manlio Acidino. Publio Escipión apaciguó el motín y puso un final sangriento a la revuelta de los iberos. Mandonio fue preso y ejecutado (205 a. C.); Indíbil logró escapar.
Magón y Asdrúbal Giscón abandonaron Gades con todos sus barcos y sus tropas para acudir a Italia en apoyo de Aníbal, y tras la salida de estas fuerzas, Roma quedó dueña de todo el Sur de Hispania. Roma dominaba ahora desde los Pirineos al Algarve, siguiendo la costa. El dominio romano alcanzaba hasta Huesca, y desde allí hacia el Sur hasta el Ebro y por el Este hasta el mar.

Las guerras de conquista[editar]

Desde 197 a. C. la parte de la península ibérica sometida a Roma quedó dividida en dos provincias: la Citerior, al Norte (la futura Tarraconense, con Tarraco por capital), y la Ulterior (al Sur), con capital en Córdoba. El gobierno de estas dos provincias correspondería a dos procónsules (llamados también pretores o propretores) bianuales (lo que a menudo resultará incumplido).
Ya el mismo 197 a. C. la provincia Citerior fue escenario de la rebelión de los pueblos íberos e ilergetes, que el procónsul Quinto Minucio Termo tuvo dificultades para controlar. La provincia Ulterior, tras la rebelión de los turdetanos, escapó del control de Roma, muriendo su gobernador. Roma hubo de enviar en 195 a. C. al cónsul Marco Catón, quien cuando llegó a Hispania encontró toda la provincia Citerior en rebeldía, con las fuerzas romanas controlando solo algunas ciudades fortificadas. Catón venció a los rebeldes en el verano de este mismo año y recobró la provincia pero no logró atraerse a sus naturales, ni a los celtíberos que actuaban como mercenarios pagados por los turdetanos y cuyos servicios necesitaba. Tras una demostración de fuerza, pasando con las legiones romanas por el territorio celtíbero, les convenció para que volvieran a sus tierras. La sumisión de los indígenas era aparente, y cuando corrió el rumor de la salida de Catón hacia Italia, la rebelión se reanudó. Catón actuó con decisión, venció a los sublevados y vendió a los cautivos como esclavos. Todos los indígenas de la provincia fueron desarmados. Catón regresó a Roma con un triunfo otorgado por el Senado y un enorme botín de guerra, consistente en más de once mil kilos de plata, más de 600 kg de oro, 123 000 denarios y 540 000 monedas de plata, todo ello arrebatado a los pueblos hispánicos en sus acciones militares. Tal como había prometido a Roma antes de su campaña, «la guerra se alimentará de sí misma».
Otro procónsul de Hispania, Marco Fulvio Nobilior, combatió posteriormente otras rebeliones.
Se acometió después la conquista de Lusitania, con dos destacadas victorias: en 189 a. C. la obtenida por el procónsul Lucio Emilio Paulo, y en 185 a. C. la obtenida por el pretor o procónsul Cayo Calpurnio (esta última más que dudosa).
La conquista de la zona central, la región llamada Celtiberia, se acometió en 181 a. C. por Quinto Fulvio Flaco, quien venció a los celtíberos y sometió algunos territorios. Pero la empresa fue obra principalmente de Tiberio Sempronio Graco (179 a 178 a. C.) que conquistó treinta ciudades y aldeas, algunas mediante pactos y otras valiéndose de la rivalidad de los celtíberos con los vascones situados más al Norte, con los cuales probablemente concertó las alianzas necesarias para facilitar la dominación romana en la región de Celtiberia.
Quizás en esta época algunas de las aldeas o ciudades vasconas ya habían sido sometidas (o lo fueron posteriormente) pero una parte importante de los vascones debió acceder al dominio romano voluntariamente, por alianza. Tiberio Sempronio Graco fundó sobre la ciudad ya existente de Ilurcís la nueva ciudad de Graccuris o Gracurris o Graecuris (probablemente la actual Alfaro, en La Rioja, o la ciudad de Corella en Navarra), de estructura romana, donde parece ser que fueron asentados grupos celtíberos organizados en bandas errantes. Esta fundación se situaría en 179 a. C. si bien la referencia escrita es posterior. Se cree que la fundación de esta ciudad tenía como finalidad la civilización de la zona celtibérica y la difusión de la cultura romana.
Graccuris debía encontrarse en la zona que durante los siguientes años se disputarán celtíberos y vascones, zona que coincide en líneas esenciales con el Valle del Ebro. Probablemente a Tiberio Sempronio Graco hay que atribuir la mayoría de los tratados concertados con los vascones y los celtíberos. En general los pactos establecían para las ciudades o aldeas un tributo pagadero en plata o productos naturales. Cada ciudad o aldea debía aportar un contingente prefijado para el ejército. Solo algunas ciudades conservaron el derecho a emitir moneda.
Pero los habitantes de las ciudades sometidas por la fuerza no eran casi nunca súbditos tributarios: Cuando ofrecían resistencia y eran derrotados eran vendidos como esclavos. Cuando se sometían antes de su derrota total, eran incluidos como ciudadanos de su ciudad pero sin derecho de ciudadanía romana.
Cuando las ciudades se sometían libremente, los habitantes tenían la condición de ciudadanos, y la ciudad conservaba su autonomía municipal y a veces la exención de impuestos. Los procónsules (llamados también pretores o propretores), es decir los gobernadores provinciales, tomaron la costumbre de enriquecerse a costa de su gobierno. Los regalos forzados y los abusos eran norma general. En sus viajes el pretor o procónsul, y otros funcionarios, se hacían hospedar gratuitamente; a veces se hacían requisas. Los pretores imponían suministros de granos a precios bajos, para sus necesidades y las de los funcionarios y familiares, y a veces también para los soldados. Las quejas eran tan fuertes que el Senado romano, tras oír una embajada de provinciales hispanos, emitió en 171 a. C. unas leyes de control: Los tributos no podrían recaudarse mediante requisas militares; los pagos en cereales eran admisibles pero los pretores no podrían recoger más de un quinto de la cosecha; se prohibía al pretor fijar por sí solo el valor en tasa de los granos; se limitaban las peticiones para sufragar las fiestas populares de Roma; y se mantenía la aportación de contingentes para el ejército. No obstante, como el enjuiciamiento de los procónsules que habían cometido abusos correspondía al Senado a través del Pretor de la Ciudad, rara vez algún procónsul fue juzgado.

Viriato y la rebelión de Lusitania[editar]

Campaña de Viriato contra los romanos.
La muerte de Viriato, por José Madrazo, pintado en 1814.
Probablemente fuera Lusitania la zona de la Península que más tiempo resistió el empuje invasor de Roma. Ya desde el año 155 a. C., el caudillo lusitano Púnico efectuó importantes incursiones en la parte de Lusitania dominada por los romanos, terminando con la paz de más de veinte años lograda por el anterior pretor, Tiberio Sempronio Graco. Púnico obtuvo una importante victoria frente a los pretores Manilio y Calpurnio, causándoles alrededor de seis mil muertos.
Situación de la península en torno al 156 a. de C.
Tras la muerte de Púnico, Caisaros tomó el relevo de la lucha contra Roma, venciendo de nuevo a las tropas romanas el año 153 a. C., y arrebatando a éstas sus estandartes, los cuales fueron triunfalmente mostrados al resto de los pueblos ibéricos como muestra de la vulnerabilidad de Roma. Por entonces, también los vetones y los celtíberos se habían unido a la resistencia, dejando la situación de Roma en Hispania en un estado de suma precariedad. Lusitanos, vetones y celtíberos saqueaban las costas mediterráneas, aunque en lugar de asegurar su posición en la Península, se desplazaron hacia el norte de África. Es en este año cuando llegan a Hispania los dos nuevos cónsules, Quinto Fulvio Nobilior y Lucio Mumio. La urgencia por restituir el dominio sobre Hispania hizo que los dos cónsules entraran en su cargo con dos meses y medio de anticipación. Los lusitanos desplazados a África fueron derrotados en Okile (actualmente ArcilaMarruecos) por Mumio, que les forzó a aceptar un tratado de paz. Por su parte, el cónsul Servio Sulpicio Galba había sometido a los lusitanos en la Península, muchos de los cuales fueron asesinados.
Nobilior fue sustituido al año siguiente (152 a. C.) por Marco Claudio Marcelo que ya había sido procónsul el 168 a. C. Éste fue a su vez sucedido el año 150 a. C. por Lucio Licinio Lúculo, que se distinguió por su crueldad y su infamia.
El 147 a. C., un nuevo líder lusitano llamado Viriato vuelve a rebelarse contra el poder de Roma. Huido de las matanzas de Servio Sulpicio Galba tres años antes, y reuniendo a las tribus lusitanas de nuevo, Viriato inició una guerra de guerrillas que desgastaba al enemigo, aunque sin presentarle batalla en campo abierto. Condujo numerosas incursiones y llegó incluso a las costas murcianas. Sus numerosas victorias y la humillación a la que sometió a los romanos le valieron la permanencia durante siglos en la memoria hispánica como el referente heroico de la resistencia sin tregua. Viriato fue asesinado sobre el año 139 a. C. por sus propios lugartenientes, muy probablemente sobornados por Roma. Con la muerte de Viriato desaparece también la última resistencia organizada de los lusitanos, y Roma continuaría adentrándose en la Lusitania, de lo que es buen testimonio el Bronce de Alcántara, datado en 104 a. C.

La guerra contra los pueblos celtíberos[editar]

El asedio de Numancia
Entre el 135 y el 132 a. C., el cónsul Décimo Junio Bruto realizó una expedición hasta la Gallaecia (Norte de Portugal y Galicia). Casi simultáneamente (133 a. C.) fue destruida la ciudad celtíbera de Numancia, último bastión de los celtíberos. Éste sería el punto culminante de la guerra entre celtíberos y romanos, entre el 143 y el 133 a. C.; la ciudad celtíbera acabó siendo tomada por Publio Cornelio Escipión Emiliano, cuando ya el hambre hacía imposible la resistencia. Los jefes celtíberos se suicidaron con sus familias y el resto de la población fue vendida como esclavos. La ciudad fue arrasada.
Durante más de un siglo los vascones y celtíberos se disputaron las ricas tierras del valle del Ebro. Probablemente la celtíbera Calagurris, hoy Calahorra, llevó el peso de la lucha, auxiliada por alianzas tribales; por parte vascona debía existir algún asentamiento medianamente importante situado al otro lado del Ebro, más o menos frente a Calagurris, que obtenía también el apoyo de los vascones de otros puntos. Seguramente los celtíberos llevaron la mejor parte en la lucha, y destruyeron la ciudad vascona, ocupando tierras al otro lado del Ebro.
Pero los llamados «celtíberos» eran enemigos de Roma, y los vascones eran (estratégicamente es lo más razonable) sus aliados. Cuando fue destruida Calagurris por los romanos, fue repoblada con vascones, probablemente procedentes de la ciudad vascona del otro lado del río, destruida tiempo antes por los celtíberos (que habrían ocupado sus tierras al Norte del Ebro), y por vascones de otros lugares.
Cuando el 123 a. C. los romanos ocuparon las islas Baleares, se establecieron en ellas tres mil hispanos que hablaban latín, lo que da idea de la penetración cultural romana en la Península en apenas un siglo.

Las guerras civiles[editar]

Hispania no fue ajena a las disputas políticas y militares de los últimos años de la República Romana, cuando Quinto Sertorio se enfrentó al partido de los aristócratas encabezado por Sila en 83 a. C. Al perder en Italia, Quinto se refugió en Hispania, continuando la guerra contra el gobierno de Roma y estableciendo todo un sistema de gobierno con capital en Huesca (Osca). Finalmente, fue Pompeyo quien, tras varios intentos de incursión en Hispania, terminó con Quinto Sertorio utilizando más la intriga política que la fuerza militar. Posteriormente el apoyo peninsular a Pompeyo fue la causa de una nueva guerra en Hispania entre sus seguidores y los de Julio César, conflicto que finalizó en 49 a. C. con la victoria de Julio César.

Julio César y la guerra contra Pompeyo[editar]

Julio César invade Hispania como parte de su guerra contra Pompeyo por el poder en Roma. Para entonces, Pompeyo se había refugiado en Grecia, y lo que César pretendía era eliminar el apoyo a Pompeyo en occidente y aislarle del resto del imperio.
La primera batalla entre Julio César y los pompeyanos en Hispania fue la batalla de Ilerda (Lérida), y aunque las fuerzas parecían igualadas en número la victoria se inclinó al lado cesariano. Las tropas se posicionaron en las dos orillas del río Segre. Afranio y Petreyo, los hombres de confianza de Pompeyo, se refugiaron tras los muros de Ilerda tras la riada del Segre a finales de junio del 49 a. C., lo que César aprovechó para remontar el río, cruzarlo y buscar avituallamiento antes de atacar a los leales a su enemigo que, acorralados y sin provisiones, se rindieron el 2 de agosto sin oponer apenas resistencia. Mientras tanto, en la Bética, Varrón trataba de hacerse fuerte, pero César cosechaba mayores simpatías entre los locales porque estos recordaban con agrado todo lo que había hecho por ellos cuando era gobernador de Hispania. El consejo de notables de las principales ciudades se decantó por César y Varrón no tuvo más remedio que someterse a su enemigo.3
En esta guerra César sufrió el amotinamiento de las tropas de Plasencia, que habían comenzado a saquear toda la región, noticia que llegó junto con la comunicación de que en Roma había sido nombrado dictador a propuesta del pretor M. Emilio Lépido.3​ La guerra proseguiría por tierra y mar. En Albania tuvo lugar la batalla de Dirraquio y luengo en Grecia la batalla de Farsalia el 9 de agosto de 48 a. C., que volvió a poner en fuga a Pompeyo. Posteriormente, Pompeyo sería asesinado en las costas de Egipto por Ptolomeo XIII, que quería ganarse así el favor de César. César, sin embargo, no solamente no apoyó este gesto, que le pareció de cobardía, sino que hizo liquidar a los traidores que habían vendido a su enemigo.
Sin embargo, pese a la muerte de Pompeyo, los partidarios de este seguían teniendo mucho poder en África y, sobre todo, seguían controlando muchos territorios de Hispania.3​ Finalmente, la de Munda en 45 a. C., fue la última batalla de esta guerra y acabó con las aspiraciones de los pompeyanos supervivientes, sus hijos Cneo y Sexto.
Su victoria sin paliativos en Hispania fue determinante para la carrera política de César y le permitió regresar a Roma para ser investido como dictador perpetuo.3​ Un año más tarde, Julio César sería asesinado a las puertas del Senado de Roma, y su sobrino-nieto Cayo Julio César Octaviano, tras una breve lucha por el poder contra Marco Antonio, fue nombrado cónsul para, posteriormente, ir acumulando poderes que finalmente conducirían a la agonizante república romana hasta el imperio.

Las guerras cántabras[editar]

Operaciones militares romanas llevadas a cabo durante las guerras cántabras contra cántabros y astures.     Campaña del año 25 a. C.     Campaña del año 26 a. C.     Campaña de Julio César del año 61 a. C.     Campaña de Décimo Junio Bruto del año 137 a. C.
Durante el gobierno de César Augusto, Roma se vio obligada a mantener una cruenta lucha contra las tribus astures y cántabras, unos pueblos de guerreros celtas del norte de Hispania que presentaron una feroz resistencia a la ocupación romana, poniendo en jaque durante muchos años a las poderosas legiones de Roma. El propio emperador hubo de trasladarse a Segisama, actual Sasamón, (Burgos), para dirigir en persona la campaña. Finalmente el Imperio romano logró la victoria total y absoluta sobre estas tribus, ocupando totalmente la Península. Roma adoptó con estos pueblos una cruel política de exterminio que supuso la práctica extinción de esta cultura prerromana. Con el final de esta guerra terminarán los largos años de luchas civiles y guerras de conquista en los territorios de la península ibérica, inaugurando una larga época de estabilidad política y económica en Hispania.










Era hispánica es el cómputo de los años (era) que parte del año 716 Ab urbe condita 1​(desde la fundación de Roma), o sea, el 38 a. C. (antes de la Era cristiana). También es conocida como Era de AugustoEra de César o Era gótica. Fue instituida como cronología oficial del reino visigodo de Toledo en el concilio de Tarragona (516)2​ o durante el reinado de Atanagildo (555-567)3​ y se utilizó hasta finales de la Edad Media. Su primer uso registrado se da en el Chronicon de Hidacio de 468. La emplean documentos de la época visigótica, como la Historia Gothorum de San Isidoro, y casi todos los de los reinos hispano-cristianos de la Reconquista, e incluso se usó en algunos documentos andalusíes (bajo la denominación Tarij as-Safar —traducción al árabe de "era hispánica"—).4​ Además de en la península ibérica y las Baleares, la Era hispánica fue utilizada en el sur de Francia, antigua provincia visigoda, y en África del Norte.

La causa de la elección de tal fecha es desconocida, y ha producido muchos errores cronológicos incluso entre los más importantes eruditos (polémica entre Enrique Flórez y Gregorio Mayans a mediados del siglo XVIII);6​ se ha propuesto identificarla con la declaración de Hispania como provincia tributaria, que se habría producido al tiempo de la disolución del segundo Triunvirato (43 a 38 a. C.)7
El triunviro dominante en Occidente, Octavio, quien aún no ostentaba el título de Augusto, habría decretado la Aera Hispanica tras la pacificación oficial de Hispania, dadas por concluidas las guerras civiles en esas provincias, aunque continuó el enfrentamiento con Marco Antonio en Oriente hasta la batalla de Actium, 31 a. C. En ningún caso puede identificarse la fecha con la culminación de la conquista romana de Hispania, pues se produjo años más tarde, con las guerras cántabras (29 a 19 a. C.), que fue celebrada con el Ara Pacis, inaugurada en Roma el 9 a. C.
Una de las teorías que explican el origen de esta palabra es la que identifica aera ("era" en latín) con aeris, el plural de aes (en latín, bronce" o "cobre"), de donde también deriva as, la moneda romana de bronce.8

Abandono[editar]

En los condados catalanes la Era hispánica dejó de utilizarse a partir del concilio de Tarragona de 1180;9​ mientras que en el resto de la Corona de Aragón el uso de la Era hispánica se abandonó durante el reinado de Jaime I, pero desde el reinado de Alfonso el Casto se databa conjuntamente con ambas eras, cristiana e hispánica, y antes únicamente con la hispánica;10​ o bien, como señalan otras fuentes, la Era hispánica fue abolida en 1349 en el reino de Aragón y en 1358 en el reino de Valencia.11
En la Corona de Castilla su uso fue suprimido reinando Juan I, en virtud de un acuerdo de las cortes de Segovia de 1383, puesto en práctica desde el 25 de diciembre del año siguiente.
En el reino de Portugal dejó de ser utilizada el 22 de agosto de 1422 por decreto del rey Juan I.12​ Se conserva sin embargo una lápida funeraria portuguesa en Olivenza fechada "na era de mil quinhentos e vinte e tres anos", es decir, 1485.13
En el reino de Navarra el uso de la Era hispánica pervivió a lo largo del siglo XV.14

Conversión de fechas a la era cristiana[editar]

A las fechas que aparecen en documentos con las expresiones era o sub era, que denota referencia a la Era Hispánica, anteriores al siglo XIV, deben sustraerse 38 años para obtener las correspondientes fechas de la Era cristiana, que en los documentos se denota con la expresión Anno Domini y las siglas AD, y en el uso bibliográfico actual con las abreviaturas a. C. y d. C. ("antes" y "después de Cristo").
ÆRA HISPANICA initium sumit ab anno 716. ante Æ. V. annis 38. Appio Claudio pulchro, & Norbano Flacco Consulibus (Pagius in Apparatu pag. 18): nam Hispania in Cæsaris Octaviani potestatem per Domitium Calvinum Proconsulem anno 715. redacta (Dio lib. 48), Kalendis Januariis sequentis anni 716. Æram suam Hispanienses duxere. Si igitur annis Æræ Christianæ annos 38. addideris, aut ex Æra Hispanica totidem annos detraxeris; annum Christi Vulgarem invenies.15

Era hispánica y era consular[editar]

Algunas de las inscripciones vadinienses de Asturias presentan una fórmula de datación absoluta de difícil interpretación. Se trata de una era consular expresada en cifras que, según la interpretación tradicional, es equiparable a la Era Hispánica (Vives, 1942, D'Ors, 1962,16​ etc.) Si esto es correcto, se trata de inscripciones sumamente tardías, datadas en los siglos III al V. Esto ha hecho pensar que tal vez no se trate de la Era Hispánica, sino de un sistema de datación propio de la zona que según los diversos autores responde a criterios distintos (Navascués, 1970, Knapp, 1986, etc.)17
Las inscripciones hispanas que emplean como sistema de datación la llamada era consular o la era hispana, son manifestaciones de un mismo fenómeno, relacionado probablemente con la inestabilidad política de occidente durante el reinado de Póstumo. La cronología que se desprende de estos textos muestra la existencia en Hispania de una epigrafía pagana hasta pleno siglo V d.C., y permite establecer algunas pautas para la datación de otros epígrafes.











Ses Païsses es un poblado talayótico situado en el municipio mallorquín de Artá. Es uno de los yacimientos arqueológicos más completos y bien conservados de Mallorca. La singularidad e importancia de este conjunto se encuentra en la buena conservación de las construcciones que lo forman. En este poblado destaca la gran muralla ciclópea, que conserva todo el perímetro de 320 metros y su espectacular puerta monumental, que se ha convertido en uno de los símbolos de la prehistoria de Mallorca1​.

Ses Païsses es un poblado prehistórico que fue habitado desde el año 1100 a. C. hasta el año 50 d. C. Ocupa una superficie elíptica de 13.500 m² de planta, rodeado por una muralla de 320 m de diámetro que fue construida entre los años 640 y 540 a. C.

Se encuentra localizado sobre una suave colina, ocupando una posición central dentro del Valle de Artà, y debía dominar un gran territorio que limitaba con los poblados de Sos Sastres hacia el Este, el de Sa Badeia hacia el Norte, el de Son Sureda hacia el Noroeste y el de S'Auma Vell hacia el Suroeste. Fue declarado monumento historicoartístico en el año 1946.

El poblado se configura alrededor de un talayote o turriforme central, alrededor del cual se desarrollan varios círculos de viviendas y edificios de uso social. Los primeros edificios construidos, adosados a la pared del talayote, eran pequeñas estancias de forma arriñonada, en un segundo círculo se encontraban las viviendas más grandes de planta quadrangular y, más hacia el exterior, se construyeron los edificios más grandes y complejos.

Con el paso de los más de mil años de historia, los edificios se fueron abandonando y reconstruyendo, y pasan períodos de abandono y re-ocupación que las excavaciones en curso nos ayudan a interpretar2​.

Contexto histórico[editar]

Durante la transición del segundo al primer milenio a. C. se dan una serie de cambios en las sociedades prehistóricas de Mallorca, que marcan el paso entre el pre-talayótico y el talayótico.

Se abandonan las aldeas de poblamiento disperso, donde dominan las navetas, que son estructuras de habitación, y se crean los asentamientos agrupados. Estos nuevos poblados talayóticos se ven dotados de arquitectura social y arquitectura doméstica. Los talayotes son edificios centrales de los poblados y se usan con finalidades sociales y comunitarias. A su alrededor se construyen las viviendas.

La población talayótica vive de forma igualitaria y pacífica con el resto de comunidades. Su economía se basa en la ganadería de cabras, ovejas, bueyes y cerdos, el cultivo de cereales y el aprovechamiento de los recursos silvestres. En la época talayótica se sigue produciendo cerámica sin uso del torno, objetos elaborados con piedra y hueso; se sigue practicando la metalurgia del cobre, el bronce y, por primera vez, del hierro.

A mediados del primer milenio a. C comienzan a aparecer cambios socio-económicos que marcan la transición del talayótico al pos-talayótico o periodo baleárico. El posible aumento de la población en la isla durante esos años provoca un incremento de la competencia por los recursos naturales. Esta situación da lugar a disputas entre comunidades y al levantamiento de las murallas que rodean los poblados. Comienza a desarrollarse el comercio con el exterior, favoreciendo que determinadas clases sociales aumenten su poder y que incrementen las desigualdades sociales3​.

Los entierros en la época pos-talayótica evidencian las nombradas desigualdades, atendiendo a las diferencias cualitativas y cuantitativas de los ajuares funerarios. Las prácticas funerarias y rituales se diversifican y se construyen santuarios. En el ámbito tecnológico, aparecen las nuevas formas en la cerámica, la metalúrgia del bronce continua, aumenta la metalurgia del hierro y aparecen los primeros objetos de plomo4​.

El contacto con otras culturas es muy intenso. De hecho, los talayóticos baleares aparecen documentados como mercenarios de los ejércitos púnicos y los honderos participan en los conflictos que sucedían entonces a lo largo del Mediterráneo.
En el año 123 a. C se produce la conquista romana de las Islas Baleares. La mayoría de los poblados indígenas no se vieron afectados por la nueva situación política y por la construcción de Palma y Pollentia. Es durante el siglo I d. C cuando se produce la migración del campo hacia la ciudad o a los nuevos establecimientos rurales, las explotaciones agropecuarias5​.

Muralla y puertas[editar]

La muralla se erigió entre los años 640 y 540 a. C. Su forma es elíptica y tiene un perímetro de 320 metros que delimita una superficie de 11,5 ha. Su altura máxima es de 3,5 m y su amplitud es de 3,6 m. El muro está formado por dos partes.

La parte exterior está elaborada con grandes bloques colocados encima de un zócalo de losas planas. Algunos de estos bloques pueden llegar a pesar hasta 8 toneladas. La zona interior está formada por hileras irregulares de bloques intercalados de dimensiones más pequeñas4​.

Se han localizado 3 puertas que dan acceso al poblado, la puerta sureste es la más monumental y la mejor conservada, la del noreste conserva el corredor pero no el marco ni los ramales, y la del sur es la denominada "Puerta del Agua". Estaban construidas con bloques verticales que forman los ramales, y otro encima que forma el lindar. El corredor tiene unos 4,3 m de largo. Estaba cubierto por grandes losas y pavimentado con piedra, disponiendo de un canal para drenar el agua.

En la zona interior de la muralla se pueden ver las escaleras de acceso a la parte superior. Estas escaleras se encuentran situadas de forma simétrica a izquierda y derecha de la puerta. La del sur conserva cuatro escalones y la del norte tres, que tenían unos 80 cm de ancho6​.

Función y significado de las murallas talayóticas[editar]

La construcción de unas murallas tan monumentales tiene una evidente utilidad defensiva, se trata de proteger a las personas que habitan el poblado y que explotan un territorio, pero también de proteger sus bienes de consumo y de intercambio. Expresa el arraigo de una comunidad en un territorio frente a grupos indígenas vecinos y, de forma más importante, frente a los agentes coloniales. La construcción de las murallas también es una operación de carácter político y simbólico, definidor de una comunidad contra otras, en cierta forma, una forma de ostentación.5
El aumento demográfico, la intensificación de la ocupación del territorio, que roza su techo ecológico en relación con la tecnología y las estrategias de producción existentes entonces, explican estas construcciones como también el hecho de buscar recursos externos mediante los honderos mercenarios, el corsarismo y la piratería.3

Talayote central[editar]

El talayote central parece ser el elemento primigenio alrededor del cual se fue desarrollando el poblado de Ses Païsses, su construcción podría datarse alrededor del año 1100 a. C. Se trata de un turriforme de unos 12 m de diámetro y una altura máxima conservada de 4 m, con una pequeña cámara interior de 7 m² sin columna. Está situado casi en el centro del poblado sobre una pequeña elevación natural que realza su propia altura y lo convierte en una obra visual y simbólica.

Los muros exteriores adoptan una forma escalonada, como contrafuertes que lo rodean parcialmente excepto en la zona de las puertas. En cuanto a la cubierta, se deduce que debía estar construida con vigas de madera.

Las puertas de entrada al talayote central son de pequeñas dimensiones, midiendo unos 75 cm de altura, cosa que no permitía la entrada de una persona adulta erguida. La entrada oeste da al exterior del talayote, mientras que la entrada este da al interior de la sala hipóstila y están comunicadas por un corredor que atraviesa el talayote y otras pequeñas dependencias anexas.
Se cree que el talayote tenía una función simbólica y ritual más que funcional, ya que sus características no lo hacen apto ni como defensa, ni como vivienda, y tampoco no se han encontrado restos que permitan hablar de una función como almacén. La comunicación con las Sala Hipòstila refuerza esta hipotética función ritual, que podría estar relacionada con el sacrificio colectivo de animales y otras tareas rituales.7

Sala hipóstila[editar]

La llamada Sala Hipóstila se localiza en la zona este del talayote, conectándose con este a través de un corredor y una pequeña puerta. Esta sala tiene planta absidal y en su interior se observan un total de 7 pilastras contra las paredes y 3 columnas.

Por los restos encontrados, parece que este edificio tuvo uso social. Posiblemente se dedicó a alguna actividad económica comunitaria, como la molienda de cereales o el sacrificio colectivo de animales. Cuando el edificio ya estaba en ruinas, se excavó en el sedimento que remachaba la entrada de una sepultura que contenía los restos de un joven de 17 años en posición fetal.

Parece que se construyó en época talayótica y se abandonó durante la transición hacia el pos-talayótico, cerca del año 500 a. C. En su interior han aparecido una plataforma, un banco y un pequeño aljibe. Entre los objetos encontrados, destaca la presencia de molinos barquiformes, de cerámica doméstica modelada a mano y de restos alimentarios como huesos y conchas. 

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