El poblado prehistórico de Capocorb Vell es uno de los yacimientos arqueológicos más monumentales de Mallorca, y se encuadra en la Cultura talayótica, aunque tuvo una perduración mucho más extensa, hasta entrada la Edad media. Las ruinas alcanzan una extensión de medio kilómetro, donde hay cuatro talayots circulares, tres talayots cuadrados y un túmulo, todos alineados aproximadamente; y hay otro talayot circular fuera de la alineación (no todos los monumentos están en el área visitable). El estado de conservación de algunos de ellos es bastante bueno, llegando a una altura de casi siete metros.

A la entrada al yacimiento nos encontramos con un gran talayot circular y los restos de las construcciones que estaban adosadas a él. Su puerta está orientada hacia el suroeste, de espaldas al resto de las construcciones y, aparentemente, violando la norma de que los talayots de los poblados solían mirar hacia el interior de los mismos.
Detrás de este talayot, hay cuatro más, alineados de suroeste a nordeste. Los de los extremos son circulares, los dos de en medio son cuadrados y, entre estos, hay una serie de habitaciones rectangulares. Las habitaciones mejor conservadas tienen antecámaras cuyas puertas no están alineadas, lo que ha sido interpretado como una medida defensiva para evitar la penetración de proyectiles, ya fueran flechas o balas de honda.
Los dos talayots cuadrados tienen características poco típicas, pues fueron modificados en algún momento de su existencia. Sus portales de entrada fueron “elevados” para preservar la vista despejada hacia el sureste, al construir las habitaciones que tienen delante. El más sudoccidental tiene un túnel angosto que desciende en espiral hasta el nivel del suelo. Y en el más nororiental se aprecia, en su interior y al nivel del suelo, el portal original, cegado, que delata que las habitaciones de delante son posteriores. Además, su columna central fue modificada, convirtiéndola en un grueso muro que da a su cámara la forma de una “U”.
Además de los cinco talayots mencionados, hay una amplia habitación que tuvo una perduración de más de un milenio, pues es uno de los edificios más antiguos del yacimiento. Está separada del resto de las construcciones, y su forma de herradura delata que, originalmente, pudo ser un santuario. Una serie de muretes añadidos posteriormente en su interior demuestran que su función cambió al de vivienda.
En un solar anexo al visitable, hay otras tres construcciones más o menos alineadas en la misma dirección que los cuatro talayots mencionados: un túmulo, un talayot cuadrado bastante destruido y uno circular en buen estado de conservación. Viendo la separación que hay entre los distintos monumentos que forman esta especie de línea, se puede comprobar que hay espacio suficiente para otros posibles dos o tres monumentos, hoy desaparecidos. Esto lo convierte en el centro más importante, en cuanto a su tamaño y extensión, de toda Mallorca.
Evolución cronológica[editar]
Lo que vemos ahora no es el poblado en sí, sino la evolución de su centro ceremonial anexo. El poblado talayótico, de principios del primer milenio a. C. (Edad de Hierro), debía estar entre el talayot situado cerca de la entrada actual (es el único que no está alineado con los demás) y las dos casas prediales que vemos a ambos lados de la carretera. En prospecciones de superficie se encontraron abundantes fragmentos de cerámica talayótica, que escasean al alejarse hacia las ruinas actuales. Como es habitual, las casas pudieron ser construidas aprovechando la abundancia de piedras que les brindaban las ruinas del poblado. Así, lo único que queda del poblado original es el talayot, cuyo portal estaría orientado hacia su interior. La desaparición del poblado original explica por qué lo que hoy se conoce como “poblado” no se parece a los poblados talayóticos típicos de Mallorca, que son de forma ovalada, con murallas de grandes lajas verticales, y no tienen talayots cuadrados en su interior.
Posteriormente, la construcción de las habitaciones rectangulares y las modificaciones extensivas a los talayots del centro ceremonial, apuntan a que este pudo haberse convertido en barrio exterior del poblado original, posiblemente en época Baleárica, entre el siglo V a. C. y la conquista romana. Además, las excavaciones y algunos hechos históricos, nos demuestran que siguió existiendo como núcleo de población hasta poco después de la conquista de las islas por los catalanes, cuando se estuvo cerca de fundar una villa sobre sus ruinas (hoy sería un pueblo más de Mallorca).
Interpretación del yacimiento[editar]
El centro ceremonial (lo que ahora llamamos poblado) es el más grande entre los centros similares que hay en la isla. Además, la aparente alineación de una serie de monumentos es habitual entre los más grandes, como ocurre en Son Olessa-Son Ferrandell (Valldemossa) o Son Fornés (Montuïri), este último también "reconvertido" a poblado baleárico. Estos centros se encontraban fuera de los propios poblados; los más pequeños delimitaban generalmente los territorios de poblados adyacentes, y los más grandes eran posiblemente utilizados para grandes eventos, a los que acudirían gentes de otros núcleos de la comarca.
Este centro ceremonial está justo al lado de una de las principales vías pecuarias de la isla, donde los pastores han venido iniciando, verano tras verano y desde tiempos inmemoriales hasta hace pocos años, la transhumancia hacia las montañas. Quizás este era el punto de reunión de los rebaños de la comarca sur, previo a la iniciación del camino en busca de los pastos frescos de la sierra norte de Mallorca.
Además, este centro ceremonial sería lugar de frecuentes celebraciones festivas que señalarían los hitos del ciclo económico y religioso: siembras, colectas, cacerías, así como solsticios, equinoccios, y rituales de paso de los adolescentes para ser adultos. A estas celebraciones no sólo acudirían los habitantes del poblado «poseedor» de dicho centro, sino también los de otros poblados. En estas celebraciones se dirimirían las posibles disputas y se propiciarían intercambios y tratos entre personas y familias. Estos eventos también servirían para que se conocieran jóvenes hombres y mujeres de distinta procedencia que, al emparejarse, fomentarían el intercambio sanguíneo, reduciendo así endogamia. Por tanto, quizás sea más apropiado imaginar este lugar como un gran bazar, con comerciantes, pastores, visitantes, y sacerdotes que, en las fechas de las festividades, le darían vida, paseando, haciendo trueques y entablando relaciones, y no sólo como un lugar destinado a las liturgias.
Los crómlech pirenaicos, también llamados harrespil o baratz en el País Vasco, son monumentos megalíticos —comparativamente— modestos en forma de círculo de piedras, con diámetros entre 2 y algo menos de 10 metros, y menhires, que en casos excepcionales alcanzan los 3 metros. Generalmente, en el mismo lugar se encuentran grupos de dos a veinte círculos con diferentes diámetros cuyo origen puede remontar a los años 1200 a 600 a. C.
Los crómlech pirenaicos se distribuyen en un área que se extiende desde Andorra hasta el golfo de Vizcaya, a ambos lados de los Pirineos, de hecho, en el territorio en el que está atestiguado el antiguo vasco tanto en territorio francés como español. No se encuentran en el resto de la península ibérica.
La principal teoría sobre su uso y sentido, es que se trata de enterramientos. Sin embargo hay otros estudios cómo el de Juan José Ochoa de Zabalegui (publicado en el libro Del Cronlech Pirenaico) según los cuales los crómlechs pirenaicos representarían en realidad estrellas y constelaciones y constituirían la huella muda pero tangible de una religión astral pre-cristiana hoy olvidada.

La Fonteta es una antigua ciudad portuaria fenicia localizada en el término municipal de Guardamar del Segura (Alicante, España).
Se trata de una instalación fenicia en la margen derecha de la desembocadura del río Segura de los siglos VIII al VI a. C., cuyas dimensiones parecen configurar un entorno urbano que bien pudo alcanzar las ocho hectáreas convirtiéndose en una de las principales ciudades fenicias del Mediterráneo.
Si a su extensión y a la calidad del registro arqueológico le añadimos ese especial estado de conservación propiciado por la cubierta de arenas, nos enfrentamos sin duda ante una de las mejores ciudades fenicias de los siglos VIII y VII a. C., superando a muchos centros clásicos de la civilización fenicia tanto en Occidente como en el propio lugar de origen.
La detección de áreas metalúrgicas en La Fonteta abre extraordinarias expectativas para la valoración y explicación de los comienzos de la siderurgia en la protohistoria del Mediterráneo Occidental. Sin duda es uno de los más completos conjuntos metalúrgicos del mundo fenicio occidental, viniendo a complementar la información, más exigua, de otros centros fenicios del litoral mediterráneo.
La importancia de este yacimiento guardamarenco radica, en primer lugar, en la existencia en el mismo de una enorme muralla de fortificación, elemento escaso en el resto de yacimientos fenicios de la península ibérica. En segundo lugar, el haber encontrado restos de una antigua actividad metalúrgica, lo que demuestra lo especial del enclave de La Fonteta. Y, finalmente, el alto grado de conservación de los restos arqueológicos dado que se encontraban enterrados en finas arenas.
Entre el material encontrado hay un amplio repertorio tipológico de cerámicas fenicias: ánforas; platos, lucernas de barniz rojo, etc. Cabe destacar la aparición de cerámica griega arcaica, y objetos rituales como huevos de avestruz, marfil, escarabeos, etc. La aparición de elementos arquitectónicos reutilizados en la muralla, evidencia la existencia de un templo o santuario en el entorno.

Las Cogotas es el nombre que recibe un yacimiento arqueológico situado en el término municipal de Cardeñosa en la provincia de Ávila (España). Situado en un cerro y fortificado, deparó una secuencia estratigráfica que fue dividida en dos grandes periodos con un hiato entre ambos, uno propio del Bronce Final (Cogotas I) y otro del comienzo de la segunda Edad del Hierro (Cogotas II). La investigación de Las Cogotas permitió conocer mejor los modos de vida peninsulares previos a la invasión romana.
Fue excavado por Juan Cabré en los años 1920 y es la principal referencia de los vetones, un pueblo de cultura celta que habitó una extensa zona que abarcaba las actuales provincias de Ávila y Salamanca y parte de Toledo, Zamora, Cáceres y los Trás-os-Montes de Portugal durante la Edad del Hierro.

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