ESCULTURAS DE ESPAÑA
Inmaculada Concepción | ||
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Autor | Alonso Cano | |
Creación | 1632-1634 | |
Ubicación | Iglesia de San Julián, Sevilla (Andalucía, España) | |
Estilo | barroco | |
Material | madera policromada | |
Dimensiones | 141 cm | |
La Inmaculada Concepción es una talla de Alonso Cano fechada entre 1632 y 1634. Está ubicada en la Iglesia de San Julián, en Sevilla (Andalucía, España).
La imagen fue originalmente asignada a Martínez Montañés, atribución defendida en 2002 por el historiador del arte Emilio Gómez Piñol, quien además sitúa la obra próxima al círculo escultórico de San Isidoro,1 si bien con el paso del tiempo se terminaría considerando a Alonso Cano como autor de la talla, tesis que se mantiene en la actualidad. La Inmaculada puede fecharse en el periodo 1632-1634 y, con toda seguridad, antes de 1638, debido a que ese año Cano fue llamado a la corte en Madrid por el conde-duque de Olivares.2
La talla recibió culto inicialmente en la Iglesia de Santa Lucía hasta que, en el marco de la Revolución de 1868, la Junta Revolucionaria, alegando el exceso de parroquias en Sevilla, clausuró el templo y lo vendió a particulares, siendo la imagen de la Inmaculada enviada, junto con otros objetos litúrgicos, a la Iglesia de San Julián, donde pasó a presidir la Capilla Sacramental. Este templo sufrió la madrugada del 8 de abril de 1932 un grave incendio provocado que causó serios daños en la talla, la cual fue rescatada más de tres horas después de declararse el fuego por fray Sebastián de Ubrique, guardián del Convento de los Capuchinos, con ayuda de varios bomberos.3 Fue restaurada con éxito, aunque sus manos tuvieron que ser reemplazadas, convirtiéndose en la única imagen de la iglesia que logró salvarse de las llamas.4
Titular de la Hermandad de la Hiniesta5 junto con el Cristo de la Buena Muerte y la Virgen de la Hiniesta además de ser una de las obras de mayor valor de San Julián, la imagen tuvo el honor de presidir en 1974 el altar instalado en la Plaza de San Francisco con motivo de la celebración del Corpus Christi y de la salida en aquellas fechas de la Hiniesta Gloriosa para su coronación canónica.
La Inmaculada, de 1,41 metros y realizada en madera policromada y estofada, sigue muy de cerca el esquema artístico impuesto por Montañés, razón por la que en principio se le atribuyó su factura. La Virgen, de bulto redondo, tiene la cabeza ligeramente agachada y los ojos casi cerrados a imagen y semejanza de La Cieguecita, luciendo una boca pequeña de labios finos y un semblante juvenil, casi aniñado. La melena está dividida y caen mechones a ambos lados del rostro y sobre los hombros, mostrando el cabello unas leves ondulaciones típicas en la imaginería de Montañés. Los brazos están flexionados y las manos juntas en actitud orante, perfectamente integradas con el resto de la obra pese a ser de factura mucho más reciente. A diferencia de La Cieguecita, la Inmaculada de Cano no presenta los brazos desplazados y ambas manos se sitúan delante del pecho, lo que crea una disposición claramente frontal, si bien esta frontalidad se quiebra gracias al contrapposto creado por el ligero desplazamiento de la pierna derecha, lo que rompe a su vez el hieratismo y la estaticidad en la que podría haber caído la obra. La Virgen se apoya en un escabel con forma de media luna en la que destacan los rostros alados de dos querubines. Esta característica permitió que la talla pudiese ser atribuida con mayor seguridad a Cano puesto que en las Inmaculadas de Montañés es típica la reproducción de una o tres cabezas.2
La vestimenta ayuda a dotar de gran movimiento a la escultura; la túnica, apenas visible por el manto, posee una estructura de pliegues verticales los cuales se arquean a medida que la tela cae hasta los pies, mientras que el manto muestra una doblez a la altura del pecho que contribuye a acentuar el arqueamiento de los drapeados y el contrapposto, contrastando a su vez con la caída vertical del otro extremo. Esta doblez, producida en una zona en la que el manto carece de sujeción, recuerda al pliegue de la capa de la talla de Santa Teresa de Jesús conservada en el Museo Nacional de Escultura, obra de Gregorio Fernández, contemporáneo de Cano. Del mismo modo, posee importantes semejanzas con la Inmaculada custodiada en el Hospital de los Venerables, obra de Montañés; con la Purísima conservada en el Convento de las Teresas, realizada por Juan de Mesa; y, sobre todo, con una Inmaculada venerada en la Iglesia de San Andrés, atribuida a Montañés y tomada al parecer como punto de referencia.
Inmaculada Concepción | ||
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Autor | Jacinto Pimentel | |
Creación | 1630 | |
Ubicación | Iglesia de San Lorenzo, Sevilla (Andalucía, España) | |
Estilo | barroco | |
Material | madera policromada | |
La Inmaculada Concepción es una talla de 1630 obra de Jacinto Pimentel. Está ubicada en la Iglesia de San Lorenzo, en Sevilla (Andalucía, España).
Antonio López de Valdés, inquisidor y canónigo de Valladolid, sufragó un retablo para la Iglesia de San Lorenzo por mediación de Francisco de la Torre Ayala, vecino de Sevilla.1 El contrato fue firmado el 10 de junio de 1630 con el escultor Jacinto Pimentel, el pintor Juan Sánchez de Castro (quien realizó las pinturas y el dorado del retablo) y los entalladores Bartolomé de la Puerta (quien ejecutó las trazas) y Blas de Castilla Noel (quien fungió como garante de la Puerta), corriendo la imagen de la Inmaculada a cargo de Pimentel.2 La autoría de la talla, así como del retablo en su conjunto, resultó desconocida durante años hasta que Heiliodo Sancho Corbacho hizo pública esta información en 1928.3
La imagen, de bulto redondo y realizada en madera policromada, dorada y estofada, muestra a la Virgen con un aspecto juvenil, si bien la lozanía del rostro contrasta fuertemente con su rictus serio así como con la rigidez de las facciones, en las que sobresalen una boca pequeña de labios marcados y unos ojos entrecerrados. El cabello cae sobre los hombros dibujando leves ondulaciones a la vez que dota de iluminación al rostro debido a su policromía azabache. La rigidez de la cara se traslada al cuerpo, el cual presenta disposición frontal y un ligero contrapposto provocado por la flexión de la pierna derecha, único detalle que aporta viveza a una obra prácticamente hierática y falta de expresividad en su conjunto. Los brazos se hallan flexionados y las manos juntas en actitud orante, dejando patente un leve desplazamiento de clara influencia montañesina. Esta característica y la rigidez del rostro y la pose, unido a su frontalidad, hacen de esta talla una obra a medio camino entre las Inmaculadas de Gregorio Fernández y las de Montañés, aunque más cercana a este último debido a la disposición asimétrica de los ropajes, entre los que destacan un manto repleto de pliegues curvilíneos y una túnica con notables drapeados en las mangas, luciendo la imagen en general volúmenes compactos y cerrados. La Virgen se apoya en un escabel compuesto por una nube presidida por las cabezas de dos serafines alados y en cuyo extremo sobresalen los picos de una media luna, resaltando detrás de la cabeza una aureola de doce estrellas en referencia a las doce tribus de Israel, todo ello acorde a la doctrina impuesta por Francisco Pacheco, quien creó el esquema representativo de las imágenes concepcionistas4 siguiendo el modelo plasmado en el Apocalipsis: «... vestida de sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza».
Inmaculada Concepción | ||
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Autor | atribuida a Nicola Fumo | |
Creación | c. 1704 | |
Ubicación | Iglesia de San Lorenzo de Sevilla (Andalucía, España) | |
Estilo | barroco y rococó | |
Material | madera policromada | |
La Inmaculada Concepción es una talla del siglo xviii atribuida a Nicola Fumo. Está ubicada en la Iglesia de San Lorenzo de Sevilla (Andalucía, España).
El retablo que preside la imagen, emplazado en la Capilla Sacramental, fue financiado en gran medida por Francisco Antonio Bucarelli y Villacís, I marqués de Vallehermoso, y su factura corresponde a Pedro Ruiz Paniagua, quien recibió el encargo del mismo el 5 de marzo de 1703,1 finalizando los trabajos al año siguiente.2 La talla de la Inmaculada Concepción, por lo general considerada como una obra posterior a la ejecución del retablo,3 suele datarse en torno a la segunda mitad del siglo xviii, lo cual constituye un error puesto que hay constancia de que la imagen fue donada a comienzos de 1704 por Eugenio Martínez de Rivas,2 vecino de San Lorenzo y devoto de las hermandades del Santísimo y de las Ánimas.
La obra está atribuida a Nicola Fumo,4 lo que permite fechar la talla en el primer tercio del siglo xviii, concretamente hacia 1704, año en que consta su donación, y, con toda seguridad, antes de 1725, año de la muerte del escultor. Sin embargo esta imagen se sitúa a su vez muy próxima a nivel estilístico al círculo de Cayetano de Acosta; si se considerase que la talla donada por Rivas no es la que a día de hoy preside el retablo y que la actual efectivamente pertenece a la corriente artística de Acosta, entonces la pieza tendría que fecharse hacia mediados del siglo xviii o, como muy temprano, en la década de 1730, época en que Acosta realizó las imágenes de San Miguel, San Rafael y San Gabriel (tres de sus primeras obras documentadas) para la iglesia del Convento de Nuestra Señora de los Remedios de Sevilla.5
La talla, realizada en madera policromada y de bulto redondo, se encuadra en el estilo barroco aunque se pueden apreciar en ella elementos que presagian ya el rococó, tendencia surgida en Francia y predominante a mediados y finales del siglo xviii, época coincidente con la madurez artística de Acosta, en cuya escuela se encuadra a veces la pieza pese a la casi segura autoría de Fumo. La Virgen, a diferencia de las imágenes concepcionistas de Juan Martínez Montañés, Juan de Mesa y Alonso Cano, posee un rostro alzado con la vista dirigida al cielo, boca abierta y rasgos maduros, alejados de la tendencia juvenil plasmada en las imágenes concepcionistas de entonces.
El cabello, semirecogido en un peinado de estilo dieciochesco, presenta notables ondulaciones y resulta apenas visible debido a que el mismo cae en gran medida sobre la espalda, mostrando tímidamente unos mechones a la altura de los hombros. Los brazos están flexionados y las manos juntas en actitud orante, aunque ambas no llegan a tocarse. La Virgen, escasamente trabajada en la parte posterior, viste una túnica blanca decorada con motivos florales y cubierta toda ella por unos profundos pliegues tan delgados que en los mismos se puede ver reflejada la conocida como técnica de paños mojados, sobre todo en los pliegues rugosos de la base, en los que se aprecia cierto acartonado. El manto estrellado que cubre la imagen dota al conjunto de gran movimiento puesto que el mismo parece agitado por el viento, creando un gran número de pliegues algo más gruesos que los de la túnica así como marcados claroscuros gracias a su gran volumen.
La Virgen se apoya en un escabel compuesto por una nube esférica cubierta de querubines; algunos de ellos son de cuerpo entero y de otros solo se aprecia la cabeza, detalle que diferencia a esta obra de la gran mayoría de imágenes concepcionistas del siglo xvii así como de otras contemporáneas y posteriores, en las que lo común es que figure esculpido solo el rostro del querubín. Por su parte, sobre la cabeza luce una corona real de orfebrería enmarcada por una aureola con rayos rematada por dieciséis estrellas en vez de doce, como suele ser habitual para hacer referencia a las doce tribus de Israel, otro elemento diferenciador no solo de las tallas inmaculitas precedentes y posteriores, sino también de la típología impuesta por Francisco Pacheco,6 quien sentó las bases representativas de esta advocación mariana con un prototipo7 inspirado en la descripción dada en el Apocalipsis: «[...] vestida de sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza».8
Existen dos formas de interpretar esta imagen: como la Inmaculada Concepción, que es la interpretación tradicional y oficial, y como la Asunción. Las dudas sobre en qué advocación se debería encuadrar esta talla radican en las notables diferencias de esta imagen con el arquetipo presente en la mayoría de obras concepcionistas tanto pictóricas como escultóricas. Los elementos que conducen a pensar que esta talla puede estar mostrando el misterio de la Asunción son la cabeza erguida con la vista dirigida al cielo,9 la boca abierta y el amplísimo vuelo del manto, todo lo cual sugiere que la Virgen se encuentra ascendiendo impulsada por los ángeles que se hallan a sus pies.
En la iconografía inmaculista tradicional María suele tener la cabeza agachada, la boca cerrada y los ropajes con un grado de movimiento mucho menor, a veces nulo, detalle que se puede apreciar en las imágenes concepcionistas de Gregorio Fernández, aunque existen excepciones a esta regla, como por ejemplo la famosa Inmaculada Soult de Bartolomé Esteban Murillo, en la que la Virgen tiene el rostro alzado y la boca entreabierta, características presentes a su vez en una pintura de 1698 de Nicolás de la Cuadra, en la que además destaca el amplio vuelo de los ropajes. Por su parte, la ausencia en la obra de Fumo de una media luna, aspecto inconfundible de esta advocación mariana, puede llevar igualmente a pensar que la misma no se trata de una Inmaculada (aunque frente a la talla destaca una media luna, esta es de orfebrería y no forma parte de la pieza original). Sumado a esto, la imagen posee importantes similitudes con la Virgen de la Asunción realizada por Fumo en 1718 y venerada en la Catedral de Avellino, en Campania (Italia), si bien esta obra posee, irónicamente, atributos que la acercan más a las imágenes inmaculistas que a las asuncionistas, pues cuenta con una media luna original así como con una aureola de doce estrellas.
Pese a todo lo anterior, la Virgen conservada en San Lorenzo ha sido tradicionalmente considerada una imagen concepcionista y a nivel oficial se la reconoce como una Inmaculada Concepción, existiendo a su vez otras obras de Fumo de similares características en las que la condición de Inmaculada está plenamente asumida y fuera de toda duda, como es el caso de la Purísima venerada en la Catedral de Cuenca y la Inmaculada de 1705 custodiada en el Museo Conventual de las Descalzas de Antequera (Málaga).
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