martes, 8 de octubre de 2019

HISTORIA DE ESPAÑA

HISTORIA ANTIGUA DE ESPAÑA - HISPANIA ROMANA

Aurelio Clemente Prudencio (en latínAurelius Prudentius ClemensCalahorra348 d. C.-c. 410) fue un poeta hispanolatino conocido simplemente como Prudencio. Algunos piensan que no nació en Calagurris, Calahorra, sino en Caesaraugusta (Zaragoza)[cita requerida]. Poseía una gran erudición escriturística y en cultura clásica. Está considerado como uno de los mejores poetas cristianos de la Antigüedad.

Biografía[editar]

La cuestión de su lugar de nacimiento (Calahorra o Zaragoza) está aún indecisa, entre otras cosas porque el propio Prudencio llama "suyas" a ambas ciudades. Prudencio nació cuando ya hacía una generación de la "paz de la Iglesia" y tenía catorce años de edad cuando el emperador Juliano el Apóstata quiso regresar al paganismo infructuosamente.
De familia cristiana noble y opulenta, fue profesor de retórica y jurisconsulto y desarrolló una brillante carrera política como funcionario imperial y gobernador de dos provincias. Viajó mucho; estuvo en Roma y allí desempeñó el cargo de prefecto bajo el mandato de Teodosio; luego ejerció un alto empleo en la corte cesárea de Milán, con rango de proximus, durante el episcopado de Ambrosio de Milán, por lo que pudo ser testigo de su lucha contra el último reducto pagano (sentencia sobre el Altar de la Victoria en 383) y contra los herejes (entre 385 y 386 fue ocupada la basílica Porcia de Roma, reclamada por la emperatriz madre Justina), así como del descubrimiento de los restos de los santos Gervasio y Protasio (386) o de la penitencia pública de Teodosio I tras la masacre de Tesalónica (en 390), que demostró ya entonces el poder no sólo moral que poseía la Iglesia.
Ya mayor, hubo de acudir ante el Senado para defenderse de acusaciones que le perjudicaban, desconocidas para nosotros, de las que salió proclamado inocente. En la Praefatio que puso a la colección de sus poesías, nos cuenta que reflexionó sobre su vida, la consideró falta de contenido y a fines del siglo IV se retiró a un monasterio, en Hispania, para hacer una vida ascética (que incluía una rigurosa dieta vegetariana) y dedicarse a la poesía religiosa, que comenzó a escribir muy tarde, cuando ya tenía 56 años, en 404. Allí murió hacia el año del saqueo de Roma por Alarico (410), tal vez en el 413 y no antes de 405.2
Su himno Da, puer, plectro (que incluye "Corde natus ex parentis") y el himno de la Epifanía O sola magnarum urbium ("Oh ciudad grande entre las grandes"), ambos del Cathemerinon, todavía se usan hoy en día. Se lo conoce como "el cantor de los mártires" cristianos, pero su obra más influyente es, sin embargo, la Psychomachia, inspiración y fuente de la literatura alegórica medieval.

Obra[editar]

Ilustración de la Psychomachia: Concordia contra Discordia.
British Library.
Entre los años 404 y 405, habiendo regresado a Calahorra y abrazado a su obispo y amigo Valeriano, publicó una colección de sus poemas: el Peristéphanon, una colección de himnos a mártires, algunos de los cuales han pasado a la liturgia. Nos quedan más de 20 000 versos suyos, muchos de ellos aún inéditos. Sus fuentes son muy variadas: desde la Biblia, interpretada alegóricamente, compilaciones como las Actas de los mártires y los más dispersos autores, como San IreneoTertulianoMinucio FélixLactancioSan Cipriano de Cartago y, muy especialmente, San Ambrosio de Milán, sobre un fondo clásico de reminiscencias sobre todo de Virgilio y Horacio. Siguiendo el ejemplo de este último, además, utilizó muy diversos metros y estrofas.
Rindió homenaje a dos mártires de CórdobaAcisclo y Zoilo, a las dos mártires sevillanas, Justa y Rufina y los dos mártires de Calahorra San Emeterio y San Celedonio.
Escribió Cathemerinon liber (Libro de los himnos o Libro de las tareas de la jornada), una especie de libro de horas que recoge 12 himnos; Hamartigenia (Origen del pecado); Contra Symmachum (Contra Símaco, en referencia a Quinto Aurelio Símaco); Peristephanon (Libro de las coronas de los mártires), célebre colección de catorce hermosos himnos a algunos mártires, entre los cuales figuran varios de los españoles, por lo que es importante también como fuente de valiosa información sobre ellos.
Sus himnos poseen fuerza y sentimiento, y en alguna manera preludian el futuro temperamento barroco español, también porque su estilo, refinado, culto y casi alejandrino, es profuso en imágenes y figuras retóricas. Supo con ello dotar de vigor a un lenguaje que exploraba por vez primera los valores de la virtud heroica de los mártires cristianos. Especial dedicación prodigó a los mártires de Zaragoza, entre los que se incluyen el relato del martirio de santa Engracia y sus dieciocho compatriotas, que recibieron el nombre de los «innumerables mártires» o «santas masas» de Caesaraugusta. También se encuentran registrados los tormentos de san Lorenzo de Huesca y san Vicentediácono zaragozano que fue martirizado en Valencia.
Su famosa Psychomachia es un poema alegórico que representa el combate por el alma humana entre las virtudes y los vicios personificados, de forma parecida a como hará Pedro Calderón de la Barca en sus autos sacramentales. Esta obra ejerció una profunda influencia, tanto literaria como iconográfica, en el alegorismo medieval en general y en las piezas teatrales denominadas moralidades en particular.
El manuscrito más importante que recoge sus obras perteneció a Juan Francisco Andrés de Uztarroz, erudito y mecenas aragonés, y de ahí que su poesía fuera admirada, junto a la de Marcial, por escritores y poetas barrocos como Lupercio Leonardo de Argensola. Muestra de su difusión en esta época es que Luis Díez de Aux publicó una Traducción de los himnos que hizo Aurelio Prudencio (Zaragoza, 1619) y, más tarde, Vicente Blasco de Lanuza tradujo (Zaragoza, 1623) su Peristephanon.










Marco Fabio Quintiliano, en latín Marcus Fabius Quintilianus (Calagurris Nassica Iuliac. 35 – Roma, c. 95) fue un retórico y pedagogo hispanorromano.

Biografía[editar]

Nació en Calagurris Nassica Iulia, actual Calahorra en la comunidad autónoma de La Rioja en España, en la provincia hispanorromana de la Tarraconense. Hizo sus primeros estudios en Roma, donde su padre ejercía la profesión de rétor o abogado; allí adquiere una cultura general muy completa siguiendo las lecciones de Remio Palemón y Servilio Nonanio en literatura y de Domicio Afro en elocuencia. Regresa a Hispania en el año 61 cuando Nerón nombra a Galba gobernador de la Tarraconense. Durante siete años, es profesor de elocuencia y Galba lo nombra abogado en el tribunal superior de la Tarraconense.
Tras el asesinato de Nerón, cuando las legiones hispanas proclaman a su amigo Galba emperador, este decide llevárselo con él a Roma en el 68, y desarrolla una brillante y reconocida carrera como abogado y profesor de retórica bajo los imperios de VespasianoTito y Domiciano. Vespasiano le confió la primera cátedra oficial y pública de retórica, remunerada con cien mil sextercios, que regentó durante veinte años. Y asimismo le fue encomendada la educación de los sobrinos de Domiciano, hijos de su hermana Domitila, Vespasiano y Domiciano. En su escuela de retórica se formaron Plinio el Joven, el futuro emperador Adriano, acaso Juvenal y posiblemente Tácito.
Su fama proviene sin embargo de ser el mejor profesor de retórica del mundo antiguo junto a Isócrates. Era amigo del científico Plinio el Viejo. Su prestigio fue tal que incluso recibió la investidura de cónsul de manos de Domiciano, distinción nunca soñada por un simple rétor.1​ Tras consumir esos veinte años como abogado y profesor, se retiró el año 89 para dedicarse a escribir rodeado de honores (los ornamenta, los consularia y la laticlavia —toga con una banda en su borde de color púrpura que solo podían vestir los nobles romanos-). El fin de su vida está señalado con una serie de dramas familiares: el mismo año de su retiro, 89, perdió a su mujer, que tenía 19 años; en el 90, a su hijo primogénito, que contaba cinco; en 95, al segundo, con diez. De todo esto se lamenta amargamente en el proemio del libro VI de su Institutio oratoria.
Escribió primero un diálogo que se ha perdido en que expone su propia posición sobre la creciente corrupción del arte de la elocuencia (De causis corruptae eloquentiae) y, poco antes de fallecer, divulgó su obra maestra: De institutione oratoria, en doce libros, cuyo texto fue conocido solo parcialmente en la Edad Media hasta que lo rescató en su integridad el humanista Poggio Bracciolini en 1416 de un códice de la abadía de San Galo. Son espurias dos colecciones de declamaciones que se le atribuyen (19 declamationes maiores y 145 minores). Sí parece suya su oración pro Nevio Arpiniano. Murió probablemente poco antes del asesinato del emperador Domiciano, en el año 95.

Obra[editar]

Su fama proviene de su Institutio oratoria (c. 95 d. C.), una obra enciclopédica que recoge todo cuanto es necesario para formar a un orador, en doce volúmenes. Como modelo supremo propone a Cicerón. En los dos primeros libros, Quintiliano trata de la educación elemental y de los métodos para la formación básica en el campo de la Retórica. El futuro orador debe tener un buen litterator y un buen grammaticus, maestros harto olvidados en aquellos tiempos por la hegemonía del rhetor. Dedica los nueve libros siguientes a los fundamentos y técnicas de la oratoria: del tercero al séptimo, por ejemplo, expone ya las fases de inventio y elocutio del método de composición de cualquier discurso, y concluye el tercero con una descripción de los tres géneros oratorios que se inspira en la Retórica y en la Poética de Aristóteles: el género judicial, el deliberativo o sumbulético y el demostrativo o epidíctico; en el cuarto trata sobre las partes del discurso, a saber, exordio (preámbulo o introducción), la narratio o descripción de los hechos, la argumentación, la rápida digresión, la proposición y la división; del octavo al décimo trata la elocutio; el undécimo versa sobre memoria y actio, y el duodécimo trata sobre las cualidades, carácter, ética y deontología que debe poseer el orador.
  • Inventio («invención»): encontrar qué decir y seleccionar lo más conveniente.
  • Dispositio («ordenación»): saber organizar lo que se va a decir en el orden más propicio al fin perseguido.
  • Elocutio («expresión»): escoger la mejor manera, palabras y estilo para seducir con lo que se dice.
  • Actio («declamación»): saber aliar la palabra, el tono y el gesto, y adecuar el discurso a las circunstancias en que se pronuncia.
  • Memoria («memoria»): mnemotecnia o formas de retener lo que se debe decir y no olvidarlo.
El Libro X es el más conocido; en él aconseja la lectura como elemento fundamental en la formación de un orador y contiene un famoso estudio sobre los autores griegos y latinos.
La obra defiende la formación íntegra del orador como ser humano y como hombre público y presenta una originalidad notable con un estilo ciceroniano lúcido y brillante; ejerció una gran influencia sobre la teoría pedagógica que sustenta el Humanismo y el Renacimiento y fue traducida directamente del latín al español según la edición (abreviada) de Charles Rollin (probablemente las póstumas de Padua, 1760 o la de París, 1774) por los padres escolapios Ignacio Rodríguez de San José de Calasanz (1765-1808) y Pedro Sandier de San Basilio (1763-1812): Instituciones oratorias del célebre español M. Fabio Quintiliano... Madrid: Librería de Ranz, 1799, 2 vols.); se reimprimió en 1887 (Madrid: Librería de la Viuda de Hernando y Cía), en 1911 y en 1916 (Madrid: Librería de Perlado y Páez) y 1944 (Buenos Aires: Joaquín Gil). La edición más fiable y moderna es por tanto la bilingüe de Alfonso Ortega Carmona (Salamanca: Publicaciones de la Universidad Pontificia / Caja de Salamanca y Soria, 1996) en seis volúmenes.

Pedagogía optimista y optimizante[editar]

Para él aprender es algo propio y natural del hombre y que está a la mano de todos, contradiciendo así a aquellos que pensaban que la educación estaba reservada solo a unos pocos.[cita requerida] Estaba tan seguro de esta idea que culpa del fracaso del aprendizaje a la actitud llevada a cabo por el adulto y no a la del niño. Él afirma que la educación es un bien que beneficia a todo el mundo, incluyendo a aquellas personas que son inteligentes y a las que no lo son tanto. Pero todo no depende solo de la educación sino también del entorno en el que viva el niño y el empeño que éste ponga en alcanzar el lugar al que desee llegar de acuerdo con sus posibilidades. Para Quintiliano los hombres deben intentar llegar a lo máximo intentando superar sus aspiraciones y no quedarse solo en las metas que saben que son capaces de lograr. De acuerdo con esto, defiende una pedagogía del esfuerzo, donde cada uno llegue a sus máximas posibilidades. También es defensor de que exista competitividad entre los hombres, pero cree necesario eliminar el sentimiento de fracaso en ellos cuando no se logra llegar al primer puesto.2

Las instituciones docentes[editar]

Estatua a Quintiliano en su Calahorra natal, por Antonio Loperena Eseverri.
En aquella época estaba interiorizada la idea de que un niño no era capaz de aprender hasta los siete años de edad, porque según ellos, éste no tenía la madurez necesaria para ello. Quintiliano pensaba de forma diferente a estas personas y afirmaba que el niño era capaz de aprender muchísimo antes de tener que llegar a esa edad. La condición que instauró Quintiliano fue la de que se fuera prudente, dado que no se le podría exigir al niño trabajos excelentes antes de tiempo.[cita requerida] Si este principio no se llevara a cabo, podría provocar que el niño aborreciese el estudio y que de esta forma tenga una visión equivocada de lo que realmente es la educación.
Esta situación ya dicha, podrá contrarrestarla o incluso evitarla el preceptor, que antes de empezar la educación del niño deberá indagar sobre el ingenio, la naturaleza, la memoria y la capacidad del niño, al mismo tiempo que debe conocer cómo tiene que tratar a sus alumnos.
De este modo, una vez que el preceptor ya conoce todas estas facultades del alumno, será necesario que elija el método que mejor encaje con cada uno de ellos, adaptando así el aprendizaje a las necesidades de cada alumno consiguiendo de esta forma evitar el agobio de los principiantes con las tareas superiores a sus habilidades. Por lo que, a causa de esto, Quintiliano apoya una educación y un método que estén personalizado a las características de cada uno de los alumnos.
Quintiliano está en contra de todo tipo de violencia que se pueda llevar a cabo en la escuela, dado a que, la imposición del aprendizaje es inútil e ineficaz.[cita requerida] En aquella época, se consideraba como algo normal o natural que la violencia estuviera presente en las escuelas y que los alumnos tuvieran miedo de sus profesores. Quintiliano se opone a esta forma de actuación dando una serie de razones2​ como son que el que verdaderamente se merece el castigo es el maestro y no el joven, que la violencia traumatiza y avergüenza a la persona que la sufre y que solo los maestros desvergonzados son los que abusan de este derecho que tradicionalmente estaba permitido por las costumbres.
Quintiliano fue la primera persona en defender la escuela pública.2​ Las personas que estaban a favor de la educación doméstica se escudaban básicamente en dos razones una de tipo moral y otra de tipo pedagógica.[cita requerida] Estos no estaban a favor de unir a niños de diferentes edades en una misma aula, porque según ellos perjudicaba a las costumbres, por lo que era mejor vivir sobre la base de ellas que hablar de forma correcta.
Seguidamente, argumentaban que un solo preceptor (profesor) con un solo alumno produciría mejores resultados que si éste mismo tuviese a un mayor número de alumnos, afirmación con la que Quintiliano no está de acuerdo, dado a que, para él es mucho más ventajoso esta situación.
Quintiliano para dar una mejora ante esta situación incorporó la costumbre de clasificar a los alumnos en diferentes grupos según el nivel de los conocimientos que poseían.
Daumont-Retrato de Marco Fabio Quintiliano.jpg










Julius Canius Rufus, (n. Cádiz - † Roma), poeta hispanolatino.
Aunque gaditano por nacimiento, vivió en Roma durante el reinado de Domiciano; allí fue celebrado por el ingenio y la dulzura de sus versos por su amigo Marco Valerio Marcial, quien decía de él que "se reía de todo", y también por Tito Livio; este último le reprendió suavemente por lo mucho que le gustaba el trato con las damas. Entre sus muchas amantes terminó por ser su esposa al parecer Teófila, poetisa de origen helénico, culta, amable y de morigeradas costumbres, que praticaba la filosofía del Estoicismo. Según Marcial, era así:
Esta es, Canio, la esposa prometida, / Teófila noble, sabia, elocuente: / la escuela estoica, ha puesto preeminente / votara que debía ser admitida: / mujeril o vulgar no creo su juicio, / del de Partemi poco difería; / al coro de las Musas conocía / de que dio tantas veces claro indicio. / La misma Safo alaba sus canciones, / y Platón por discípula la diera / en su escuela lugar cual mereciera / Al gran conjunto de sus perfecciones. / A Safo superior fue en la doctrina, / esta más casta que ella: en fín apenas / la renombrada y docta Atenas / vio tan ilustre e ínclita heroína.
Canio Rufo escribió elegíasepigramas y tragedias, y Casitto le atribuye ser el verdadero autor del Satyricon de Petronio.

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