SIGLO XV EN ESPAÑA
Alonso de Cárdenas (c. 1425 - 1493), fue un noble español y último maestre de la Orden de Santiago, que hacia 1483 construyó el castillo de la Puebla del Maestre y fue, por derecho de población, el I señor de la Puebla del Maestre.
Biografía[editar]
Alonso de Cárdenas prestó sus servicios a los Reyes Católicos en la Guerra de Sucesión Castellana, donde tuvo a sus órdenes a Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán, del cual dijo tras la Batalla de La Albuera que siempre le había visto en el frente, de lo cual estaba seguro por el esplendor de su armadura.
Durante su vida tuvo que vivir continuos conflictos para alcanzar y conservar el poder, ya que al estar camino de finalizarse por completo la Reconquista, había menos posibilidades de contribuir con los reyes en la misma. Por esta razón, había que luchar por conseguir el poder de una forma más política. Fue maestre de la Orden de Santiago durante dos etapas: la primera, de 1474 a 1476 y, la segunda, de 1477 a 1493.
La primera vez que Alonso de Cárdenas llegó a ser maestre fue consecuencia de la maniobra hecha por su predecesor, Juan Pacheco, I marqués de Villena, que renunció a la maestría en favor de su hijo Diego. Ese tipo de comportamiento no era correcto, ya que se llegaba a ser maestro por elección y no por herencia. Este proceder produjo una lucha de poder entre los caballeros que llevó al enfrentamiento entre Rodrigo Manrique y el propio Alonso, lo que dio lugar a un momento en el que hubo dos maestres e incluso que el propio rey Fernando llegara a ser maestre de la Orden. Pero por su contribución en la guerra contra Portugal, Alonso consiguió finalmente ser nombrado maestre general de la Orden de Santiago, en el capítulo celebrado en Azuaga durante 1477, en la ermita de San Sebastián, que posteriormente se llamaría convento de la Merced.
Otro ejemplo de los conflictos que vivió fueron los existentes entre la Orden y el condado de Feria, con sede en Zafra, que llevó a Alonso de Cárdenas a enfrentarse cerca de Jerez con el señor de Feria, tras lo cual llegaron a un acuerdo, en el cual la Orden debía demoler el castillo de Los Santos de Maimona reconstruido pocos años atrás (en 1469 por el Maestre santiaguista Juan Pacheco, marqués de Villena).
También tuvo conflictos con Enrique Pérez de Guzmán y Fonseca, quien deseaba que se le asignara el maestrazgo, por lo cual se sintió estafado y le hizo la guerra. En 1475 Alonso de Cárdenas tuvo que refugiarse en el castillo de Jerez de los Caballeros para defenderse del duque de Medina Sidonia. Tiempo después, en 1478, Alonso de Cárdenas le sorprendió y venció en Guadalcanal, tras lo cual Guzmán tuvo que ceder al ser llamado por los Reyes Católicos. Ya siendo maestre de la Orden acompañó a los Reyes Católicos en tal calidad durante la conquista de Granada.
Tras su muerte, la Orden pasó, por dispensa papal, al dominio real, ya que una vez finalizada la Reconquista no había mucho que repartir entre los caballeros, ni nada por lo que ellos debieran luchar.
Alonso de Cárdenas murió en 1493 y su sepulcro se encuentra en la iglesia de Santiago de Llerena.
Antecedentes familiares[editar]
Descendiente de la sangre de los señores de Vizcaya, era hijo de Garcí López de Cardenas y de su esposa María García Osorio y nieto paterno de García López de Cárdenas, comendador de Socobos en la Orden de Santiago, que posedeía en 1407, siendo fallecido en 1414, y de su esposa María Cerón, hija de Diego Cerón, V señor de La Herradura, y de su esposa María Alfonso de Navarrete.[cita requerida]
Fue sobrino paterno de Rodrigo de Cárdenas (?-1450), comendador de Alpages en la Orden de Santiago. Sería el padre de: Gutierre de Cárdenas, comendador mayor del reino de León en la Orden de Santiago desde 1475, padre del I duque de Maqueda y de la esposa del III conde de Miranda del Castañar. Alonso de Cárdenas, gobernador de la provincia de León en la Orden de Santiago en 1477, trece de la Orden de Santiago aun cuando los capítulos de Ribera del Fresno el 9 de enero de 1480, de Mérida el 11 de marzo de 1481 y de Écija en 1485, que en 1485 renunció a la segunda comenda en favor de su hijo Juan de Cárdenas y fundó en Llerena, el 30 de diciembre de 1494, el mayorazgo de Carbajo, casó con Leonor de Luna y de su matrimonio tuvo a Leonor de Cárdenas, esposa de Juan Urraco de Guzmán de quien tuvo diez hijos y hijas, creando así el noble línaje de los Urracos de Gúzman. Su hija mayor sería Juana de Cárdenas, que se convirtió en la II señora de la Puebla del maestre, dejando mucha descendencia de su segundo matrimonio, ya que había casado en primeras nupcias con Pedro de Guzmán, hermano del marido de su hermana que había fallecido en batalla y del que no dejaba sucesión.[cita requerida]
Sería sobrino paterno de Fernando de Cárdenas, casado con Ana Manuel, descendiente de la Casa Real de Castilla, padres de Alfonso de Cárdenas, fallecido en 1476, caballero del rey Alfonso V de Aragón y Alfonso I de Nápoles y su consejero y de su hijo el rey Fernando I de Nápoles, mayordomo mayor del infante Pedro de Nápoles (1471-1491), príncipe de Rossano, ayo (tutor) del futuro Alfonso II de Nápoles, entonces duque de Calabria, virrey de Gaeta y de Lauroro o Terra di Lavoro, I señor de Traetto o Traietto (hoy Minturno), I señor de Castelforte y I señor de Suio nel reino de Nápoles, casado con Eufemia de Vilaragut o de Villaraut, castellana, hija de Juan Jeronimo de Vilaragut o de Villaraut y de su esposa, padres de Ferrante o Ferdinando I de Cárdenas, fallecido en 1511, I marqués de Laino (hoy Laino Borgo y Laino Castello), I conde de Acerra, II señor de Traetto o Traietto, II señor de Castelforte y II señor de Suio nel reino de Nápoles, casado con Lucrezia d'Alagno, hija de Marino d'Alagno, conde de Bucchianico, y de su esposa Caterina Orsini, y veuda di Giovan Tommaso Brancaccio, con descendencia; Vincenzo de Cárdenas, abad; Federico de Cárdenas; Eleonora de Cárdenas, que se casó con Giovanni Ruffo di Calabria, conde de Sinopoli, hijo de Carlo Ruffo di Calabria y de su esposa María de Centelles, hermana del marqués de Crotone; y Caterina de Cárdenas, que se casó con Nicola d'Alagno, señor de Rocca Rainola.
Gonzalo del Castillo (nacido en Valladolid) fue un hidalgo y conquistador castellano que participó en las conquistas de Granada y de la isla de Tenerife a finales del siglo xv.12
Aparece como protagonista principal del poema épico Antigüedades de las Islas Afortunadas de Antonio de Viana, publicado en 1604, haciéndolo amante de la princesa aborigen Dácil. Historiadores posteriores, siguiendo a Viana, le denominan erróneamente Fernán o Fernando García del Castillo y Gonzalo García del Castillo.3415
Vida personal[editar]
Castillo falleció ya anciano en la ciudad del Real de Las Palmas antes de mayo de 1513, enfermo de cámaras o diarrea.
Juan Chacón de Alvarnáez (Casarrubios del Monte, Toledo, 1452 – Alcalá de Henares, 5 de julio de 1503) fue un noble español que estuvo al servicio de la Corona de Castilla, desempeñando diversos cargos, entre los que destacan el de adelantado mayor del Reino de Murcia y mayordomo mayor de Isabel I de Castilla, que además participó en la Guerra de Granada.
Biografía[editar]
Nació en Casarrubios del Monte en el año 1452, siendo hijo único de Gonzalo Chacón, I señor de Casarrubios del Monte y de Arroyomolinos, negociador en el matrimonio de los Reyes Católicos, y de Clara Álvarez de Alvarnáez, dama portuguesa.
Fue señor de las villas de Albox, Alborea, Oria, María, Benitagla y Albanchez. Ocupó los cargos de contador mayor de Castilla, mayordomo mayor de Isabel la Católica, de quien fue muy favorecido, comendador de Montemolín y de Caravaca, Trece de la Orden de Santiago, alcaide de los alcázares de Murcia y Lorca, y por matrimonio ocupó el de adelantado mayor del Reino de Murcia.
En 1491 inició la construcción de la capilla familiar en la catedral de Murcia, y falleció en Alcalá de Henares el 5 de julio de 1503.
Matrimonios y descendencia[editar]
Contrajo matrimonio en Madrid el 16 de abril de 1477 con Luisa Fajardo y Manrique, II señora de Cartagena y de las villas de Alhama, Murcia, Librilla, Molina de Segura y la Puebla, y de los lugares de Alumbres y Fortuna, heredera de la Casa de los Vélez, por ser hija de Pedro Yáñez Fajardo y Quesada y de Leonor Manrique y Figueroa. Sus capitulaciones matrimoniales, otorgadas de orden de los Reyes Católicos, recogen que su descendencia debería usar el apellido materno en contraposición al paterno, siendo sus hijos:
- Pedro Fajardo y Chacón, I marqués de los Vélez.
- Gonzalo Chacón y Fajardo, II señor de Casarrubios del Monte, Arroyomolinos, Villamanta, El Álamo, Valmojado, el Guijo y otros, alcaide del alcázar y cimborio de Ávila, comendador de Montiel en la Orden de Santiago, paje del príncipe don Juan y contador mayor de su despensa, casado con Francisca Pacheco de Guevara, con sucesión.
- Fernando Chacón y Fajardo, comendador de Aranjuez en la Orden de Santiago, casado con Francisca Barroso de Ribera, señora de Parla y Calabazas e hija de Payo Barroso de Ribera, Mariscal de Castilla, sin sucesión.
- Isabel Fajardo, casada con Rodrigo Manrique de Lara y Acuña, III conde de Paredes de Nava, con sucesión.
- Leonor Chacón y Fajardo, dama de Isabel la Católica, casada con Juan Pacheco y Ladrón de Guevara, II señor de La Puebla de Montalbán, progenitores de los condes de la Puebla de Montalbán.
- Luisa Chacón y Fajardo, fallecida sin sucesión.
- Juan Chacón y Fajardo, fallecido sin sucesión.
- Antonio Chacón y Fajardo, fallecido sin sucesión.
Fallecida su primera mujer, contrajo segundo matrimonio en Lahiguera (Jaén) el 24 de noviembre de 1491 con Inés Manrique, camarera mayor de Isabel la Católica y aya de Felipe II, hija de Pedro Manrique de Lara y Figueroa, II conde de Paredes de Nava, y de Leonor de Acuña. Nacieron de este segundo matrimonio:
- Rodrigo Manrique y Chacón, caballero de la Orden de Santiago.
- Miguel Chacón de Manrique, clérigo al servicio del cardenal Adriano de Utrecht (papa Adriano VI).
- María Inés Chacón de Manrique, casada con Gómez de Benavides y Velasco, Mariscal de Castilla, IV señor de Frómista, San Muñoz y Valdematilla, progenitores de los marqueses de Frómista.
- Francisca Manrique y Chacón, casada con Enrique Enríquez, señor de Cortes, Senés, Castro de Filabres, Orce, Galera, Tahalí, Lucainena y Sierra de Filabres, hermano del III conde de Alba de Liste.
- Margarita Manrique y Chacón, casada con Sancho de Castilla y Mendoza, IV señor de Gor, Bolodui y Herrera, con sucesión.
- Catalina Chacón y Manrique, religiosa en el Real Monasterio de Nuestra Señora de la Consolación de Calabazanos.
- Magdalena de Acuña, que al igual que su hermana, fue religiosa en Nuestra Señora de la Consolación de Calabazanos.
Diego de Merlo | ||
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Información personal | ||
Nacimiento | Siglo XV Toro (Corona de Castilla) | |
Fallecimiento | 1482 Sevilla (Reino de Sevilla, Corona de Castilla) | |
Nacionalidad | Castellano | |
Lengua materna | Español medio | |
Información profesional | ||
Ocupación | Militar | |
Rango militar | Capitán |
Biografía[editar]
Como asistente de Córdoba le fue encargado pacificar continuas luchas entre bandos y consolidar la autoridad isabelina tanto en esa ciudad como en sus tierras. El historiador Diego Ortiz de Zúñiga, nos dice que era hijo de Juan de Merlo "el Bravo", guarda mayor de Enrique IV y alcaide de Alcalá la Real. Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés, en su libro Batallas y Quincuagenas, afirma que Juan de Merlo nació en Castilla y era hijo a su vez de Martín Alonso de Merlo, Maestresala de la reina Beatriz, consorte del rey Juan I de Castilla. El texto del testamento de Diego de Merlo autoriza a suponer que la familia Merlo provenía de las tierras zamoranas y concretamente de la ciudad de Toro —aún vivía una hermana de Diego allí— y que éste había estado o estaba aún relacionado de alguna forma con la villa de Montánchez. Se casó con doña Constanza Carrillo de Toledo. El historiador Rafael Hurtado Gómez-Cornejo defiende, sin embargo, un posible origen de la familia en tierras manchegas, concretamente en la ciudad de Valdepeñas —en la actual provincia de Ciudad Real—, donde residiría la madre de Don Diego, acreedora del calificativo de la "Buena Viuda de Merlo" que le dispensó la reina, quien en cierta ocasión le concedió un donativo de 10 000 ducados para reformar la Iglesia de la Asunción de dicha ciudad.3
Diego de Merlo, comenzada la Guerra de Granada, acudió con su hijo Juan al cerco y toma de Alhama. Vuelto de la batalla, cayó enfermo y murió en Sevilla entre el 2 de agosto y el 5 de septiembre de 1482. Al iniciarse la guerra de Granada con la sorpresiva toma de Zahara por parte de los musulmanes granadinos —finales de 1481—, Diego de Merlo, por mandato expreso de los Reyes Católicos, coordinó las fuerzas de los nobles hasta entonces rivales —el marqués de Cádiz y el duque de Medina Sidonia—, y reunió un gran ejército que tomó Alhama por asalto el 28 de febrero de 1482, defendiéndola luego contra el rey de Granada, Muley Hacén, que trataba de recuperarla. En estos hechos de armas se señaló por sus dotes y heroísmo. Durante los hechos de Alhama, Diego de Merlo mandaba directamente las milicias concejiles sevillanas. Fue un típico "corregidor de capa y espada".
... había enviado algunos adalides a tierra de moros á espiar la tierra, é volvieron con dezir que la cibdad de Alhama se podía escalar porque estaba mal guardada. Sabido esto, Diego de Merlo lo comunicó con Don Rodrigo Ponce de León, marqués de Cádiz que estaba fuera de Sevilla, é con Don Peranrríquez, adelantado mayor del Andaluzia é Don Pero dé Estuñiga é Juan de Robres, alcaide de Xerez, é Sancho de Avila, alcaide de Carmona, é los alcaides de Antequera, Archidona é Morón, é Don Martin de Cordova, hijo del conde de Cabra.4Diego de Merlo
Al volver de la misión encomendada por Diego de Merlo, el primero en informar de que la villa de Alhama estaba poco defendida fue Ortega de Prado.5
Rodrigo Ponce de León, deseando ilustrar su historia con una nueva hazaña, se unió a la empresa de atacar la villa de Alhama. Unióse para la empresa con Diego de Merlo, asistente de Sevilla; con Pedro Enríquez, Adelantado mayor de Andalucía; con Pedro de Zúñiga, conde de Miranda del Castañar; con Juan de Robles, alcaide de Jerez, y con Sancho de Ávila, alcaide de Carmona. Se reunieron hasta cuatro mil infantes y tres mil de a caballo; se dirigieron de noche y con el mayor silencio contra el enemigo, llegando a los muros de Alhama, y se ordenó el asalto del castillo.
El 27 de febrero de 1482, el primero en asaltar Alhama fue el valiente Ortega de Prado. El bando cristiano se apoderó de Alhama pasando a degüello a cuantos moros lo defendían, se puso luego en alarma la villa al son de cornetas y otros instrumentos de guerra, y entró todo el ejército por una puerta que le abrieron los que acababan de ocupar la fortaleza, y, a pesar de la desesperada defensa del vecindario, de lo obstruidas que estaban las calles, de lo defendidos que estaban los hogares con numerosas saeteras, y de lo resueltos que se mostraban lo infieles a morir entre las ruinas de sus casas antes que ceder al enemigo, se pasó a través de cadáveres y sangre hasta los últimos confines de la villa, dejándola al fin vencida y confundida. Nada era ya inexpugnable y este hecho de armas lo puso tan de manifiesto, que logró aterrar a todo el reino y hasta al mismo Muley Hacén, que al pronto no supo sino dictar órdenes vagas y de tristes resultados. En la toma de Alhama murió Sancho de Ávila, alcaide de Carmona.6
Empeñóse, sin embargo, Muley Hacén en el recobro de Alhama. Destacó, la misma noche de haber recibido la noticia, mil de sus más valientes caballeros. Al verlos entrar al siguiente día llenos de abatimiento y tristeza, llamó á las armas á todas las ciudades de su monarquía, reunió hasta cinco mil infantes y tres mil caballos, y salió al frente del ejército con ánimo de no volver hasta que recobrase la villa y vengase en los cristianos las sombras de las víctimas. No bien hubo llegado ante Alhama cuando vio devorados por los perros los cadáveres de sus esforzados defensores: encendióse más y más en ira, y sin enterarse de los recursos con que contaban los cristianos ni tomar en cuenta los peligros á que se exponía, lanzó sus soldados á la muralla presentándoles en perspectiva el saqueo, el placer de ver pasados por la espalda á todos los castellanos. Podía convencerse á poco de cuán inútiles eran sus esfuerzos, porque caían sin cesar sus tropas precipitadas de lo alto de sus escalas bajo una lluvia de piedras, flechas y agua hirviendo; pero estaba ciego y enviaba unos tras otros los destacamentos, incitando más y más á la pelea á los que iban quedando de reserva. Pretendió infructuosamente minar y volar los muros; persuadido de la imposibilidad de alcanzarlo, quiso cortar las aguas y por este medio obligar á los cercados á morir de sed ya que no quisiesen sucumbir á la fuerza de las armas. Tropezó con nuevos obstáculos y se vio empeñado en otras luchas; pero no cejó, ni retrocedió un solo paso, y acabó al fin por lograr su intento aunque á costa de mucha sangre. Más ni aun así alcanzó la entrega de la villa. La voz de socorro que dio desde Alhama D. Rodrigo Ponce de León resonó en toda Andalucía y aun en el centro de Castilla: la oyeron D. Alonso de Aguilar, los hermanos Girones, el conde de Cabra, Diego Fernández de Córdova, alcaide de los Donceles, Martín Alonso, Garci Mannque, el conde de Buendía, el mismo duque de Medina Sidonia, de quien le separaban hacía ya mucho tiempo las más crudas rivalidades, el mismo rey Fernando, que vino precipitadamente desde Medina del Campo dejando exclusivamente a la reina los negocios del gobierno. Reuniéronse en menos de ocho días alrededor de la villa cuarenta mil peones y cinco mil caballos; y tuvo al cabo el infeliz Muley que levantar el sitio sin poder atribuir más que al rigor de su destino los dolorosos resultados de su tenacidad, del valor de su ejército, del heroísmo con que sus soldados se arrojaron unos tras otros en brazos de la muerte.
Entró Muley en Granada entre las maldiciones de sus mismos súbditos; mas no por esto desistió de su empeño ni desesperó de rescatar la villa que acababa de ser testigo de su mayor derrota. No le hizo desistir de su empeño ni lo infructuoso de su anterior campaña, ni el consejo de sus wacires, ni los avisos de la naturaleza, que un día antes de su salida cubrió toda la ciudad de sombrías nubes, hizo saltar de sus lechos el Genil y el Darro, arrastró gran número de vecinos por los torrentes y levantó tristes presentimientos en el corazón de cuantos pensaban en los futuros destinos de su patria. Salió ahora con trenes de artillería; y el 20 de abril de 1482, apenas llegó ante los muros de Alhama cuando empezó á batirlos con acierto y obligó á los cristianos á que se recogieran dentro de sus baluartes. Impaciente por llevar á cabo su empresa, no quiso esperar ni la luz del día siguiente para ordenar el asalto: llamó á su tienda á los más esforzados de su ejército, les habló con la energía que inspiran las pasiones, les pintó fácil la toma de la villa si con valor y prudencia sabía escalaría por la parte más escarpada y peligrosa, y los animó á realizar inmediatamente su proyecto aprovechándose de las tinieblas de la noche. El punto por donde quería que entrasen en la villa estaba defendido por tan profundo precipicio, que los sitiados no habían creído nunca necesario protegerlo con máquinas de guerra; pero aunque lograron de pronto sorprenderlo y hacerlo suyo, no alcanzaron más que ir a poner en alarma a los cristianos, siendo los más víctimas de su entusiasmo y de su arrojo. No pudieron entrar en la plaza sino sesenta; y aislados estos y abandonados a sus propias fuerzas, tuvieron que sucumbir ante el número de sus enemigos después de haber derramado raudales de su propia sangre. Entre éstos y los que fueron á morir en el hondo del abismo despeñados de las escalas que habían aplicado al muro, vio perdida Muley no sólo la flor de sus guerreros, sino también su esperanza, reconoció sobre sí la mano de la fatalidad, maldijo con la mayor amargura su destino, y no vio otro medio de salvación que levantar el sitio y arrostrar de nuevo en Granada la cólera del pueblo. Forjó todavía otros proyectos: pensó proclamar la guerra santa y dirigir contra Alhama todas las fuerzas de su reino; mas tuvo que convencerse pronto de que estaba perdida y perdida para siempre.
Los Reyes Católicos, por cierto aviso que recibieron de Diego de Merlo, convocaron á consejo á los capitanes de Andalucía más prácticos en los negocios de la guerra, y les pidieron parecer sobre si convenía o no la conservación de Alhama. Oyeron la opinión de todos, y aunque vieron a muchos decididos á que se la desmantelara y abandonara por no ser posible guardarla sin grandes gastos é inmensos sacrificios contra las continuas invasiones que la amenazaban, hallábanse ya tan resueltos á no retroceder hasta que dominasen todo el reino de Granada, que lejos de arruinarla llevaron a ella hasta diez mil peones y ocho mil caballos y la tomaron como punto de partida é hincapié de su larga y peligrosa empresa. No era ya fácil volver á combatirla: mucho menos ganarla.7
La Crónica de los Reyes Católicos recoge ampliamente el comportamiento de Diego de Merlo en Alhama. Algunos pasajes son significativos: «Aquel caballero Diego de Merlo no quiso salir de la cibdad, porque había principiado la toma della, e propuso de la no dexar, salvo de la sostener, fasta entregarla al Rey, o a su cierto mandado».8 Llegado el socorro, relevaron a Diego de Merlo «e a los otros capitanes e gente que en guarda della habían quedado; e regradescióles los trabajos que había habido en la defender».9 Era el día 14 de mayo de 1482. Diego de Merlo aconsejó a los Reyes Católicos que, para continuar la guerra, se talase la vega de Granada y se sitiase la ciudad de Loja, idea que se puso en práctica.10
Anteriormente se le relacionó con un episodio de la historia sevillana convertido en leyenda romántica, la de Susana Ben Susón la Susona o la fermosa hembra, hija del banquero judeoconverso Diego Susón —o Diego de Susan—. A finales de 1480, al enterarse de que su padre y otros banqueros, mercaderes y funcionarios judíos y conversos de Sevilla, Carmona y Utrera, estaban tramando una conspiración —reacción contra la presión a la que estaba siendo sometida la comunidad conversa por la recientemente creada Inqusición— que incluiría la muerte de su amante cristiano, la Susona optó por contárselo a éste. El cristiano lo denunció al asistente de Sevilla Diego de Merlo, y se organizó una redada contra la casa de Diego Susón en el barrio de Santa Cruz, en la que fueron apresados unos veinte conspiradores, entre los que estaban Pedro Fernández de Venedera —o Pedro Fernández Benedeva o Benadova, padre del canónigo y mayordomo de la Catedral, que había reunido armas para cien hombres—, Juan Fernández de Albolasya el Perfumado —letrado y alcalde de justicia o Abolafia el perfumado, arrendador de las aduanas—, Manuel Saulí, Bartolomé Torralba, los hermanos Adalde —o los Adalfes de Triana, que aún vivían en el Castillo—, Cristóbal López Monvadura, Alemán "poca sangre", el de los muchos fijos Alemanes, etc. Todos fueron ejecutados a partir de febrero de 1481, contando la leyenda que en Tablada, donde sus cadáveres permanecieron un año colgados —cosa imposible si fueron quemados, como es más verosímil—. En las averiguaciones posteriores se apresó a un gran número de implicados, que terminaron en la hoguera —Fernando del Pulgar afirma que unos dos mil—.11
La Susona, que no superó el remordimiento de haber causado la muerte de su padre, mandó que tras su muerte se clavase su propia cabeza en la puerta de la que fue su casa. Desde entonces se llama a ese lugar la Calle de la Muerte.
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