Poco después conquista el castillo de Salar, estratégicamente situado en el camino entre Loja y Granada, con una fuerza de sólo ochenta hombres. En 1679 este hecho sería recordado con la creación del Marquesado del Salar, a petición de la propia ciudad de Granada. Le fue otorgada la Grandeza de España el 19 de noviembre de 1834. Llamado por el propio rey Fernando el Católico, participa en la toma de Vélez-Málaga y en la batalla de Bentomiz.
Fue nombrado emisario del trono castellano en las negociaciones de rendición de la ciudad de Málaga. Más tarde tomó Baza y dio muerte durante la conquista a Aben-Zaid, el comandante del ejército granadino. Esta última acción le valió el título de caballero por parte del rey Fernando y la concesión de un escudo nobiliario, «El de los Pulgares», compuesto por un león coronado, en gules sobre fondo azul, el cual lleva una lanza en las garras con una bandera blanca en su punta con «Ave María» escrito en ella. Flanquean a la bestia once castillos como representación de los once alcaides granadinos derrotados hasta entonces por Pulgar y el lema «Tal debe el hombre ser como quiere parecer».
Fue un maestro de la guerra psicológica. Cuando, en 1490, se encontraba asediado por las tropas de Boabdil en Salobreña y los pozos de agua de la ciudad habían sido agotados, se negó a aceptar la orden de rendición del rey musulmán y selló esta decisión arrojando desde lo alto de las murallas el último cántaro de agua. Ganó la batalla subsiguiente y rompió el asedio granadino. Ese mismo año, acompañado de sólo quince caballeros y su escudero Pedro, se infiltró durante la noche en la propia ciudad de Granada cerca de la torre de Bib-Altaubin y consiguió recorrer la ciudad sin ser descubierto hasta llegar a la mezquita principal. Aunque no pudo incendiarla, como tenía previsto inicialmente, clavó sobre la puerta principal un cartel, escrito por el propio Pulgar, donde se podía leer el Ave María y a continuación la frase «Sed testigos de la toma de posesión que realizo en nombre de los reyes y del compromiso que contraigo de venir a rescatar a la Virgen María a quien dejo prisionera entre los infieles». Tras esto se dirigió a la Alcaicería y le prendió fuego, saliendo a su encuentro la guardia granadina, a la que derrotó en su propia ciudad a pesar de su aplastante inferioridad numérica. Aprovechó entonces la confusión para escapar hasta el río Genil y luego al campamento real de Santa Fe, donde la hazaña le valió la concesión de otro castillo más en su escudo y el derecho a ser enterrado en la futura catedral de Granada, que sería construida sobre la antigua mezquita.
En 1526 cedió su cargo de regidor de Loja y el privilegio de sentarse en el coro de la Iglesia Mayor, concedidos también por los Reyes Católicos, a su hijo Rodrigo de Sandoval. Murió el 11 de agosto de 1531 en Granada, a la edad de ochenta años y fue enterrado en la catedral junto a los Reyes Católicos en la Capilla Real de la Catedral de Granada, privilegio muy de destacar, pues no se ha repetido en la historia de España.
Segundo hijo de Juan Ponce de León y Ayala, II conde de Arcos y I marqués de Cádiz, y Leonor Núñez,2 comenzó pronto su carrera militar siguiendo a su padre y apoyando a Enrique IV de Castilla contra quien se había rebelado la nobleza. Por las acciones en el cerco de Cádiz, el rey nombra marqués de Cádiz a Juan Ponce de León, aunque el título lo llevará su hijo, incluso antes de la muerte del padre. Tras esta, Rodrigo continuará apoyando a su soberano contra Enrique de Guzmán, II duque de Medina Sidonia.
En 1462 dirigió la hueste condal, en la batalla del Madroño, cerca de Teba.3 Desde ese momento, convertido ya en heredero del ducado por la muerte de su hermano Pedro en 1457, se convierte en mano derecha de su padre y gana fama de buen guerrero.
Cuatro años más tarde, en 1466, será el encargado real de aplacar las revueltas enriquistas en la ciudad de Cádiz, aplastando la sublevación de los Saavedra y los Estopiñán y tomando la ciudad de Cádiz para la corona, aunque finalmente decidirá tomar posesión de la villa que pasará a formar parte del señorío de los Ponce de León, titulándose marqués de Cádiz. La intervención de los Ponce se vio facilitada también por los poderes que el conde de Arcos y el duque de Medina Sidonia habían recibido en agosto de 1465 para garantizar la obediencia del Reino de Sevilla al rey Alfonso (XII), los cuales los constituían en auténticos virreyes,3 aprovechando el vacío de poder en el reino tras la «Farsa de Ávila».
A la muerte de Enrique IV, apoya a la hija de este Juana la Beltraneja contra Isabel, siguiendo a su suegro Juan Pacheco, I marqués de Villena con cuya hija, Beatriz, había casado en 1471.6 Sin embargo, acabada la contienda se presenta ante la nueva Reina y esta le perdona y le confirma todos sus títulos y privilegios. Sería al servicio de Isabel donde iba Rodrigo a encontrar mayor gloria.
Fue el capitán más destacado en la toma de Alhama de Granada (1482), que luego fue cercado por los moros, siendo posteriormente rescatado por su antiguo enemigo el duque de Medina Sidonia. Asegurada la localidad de Alhama de Granada para el bando castellano tras la conquista por el marqués de Cádiz, Rodrigo se entrevistó con Fernando el Católico en Antequera, donde fue convencido por el maestre de Santiago, Alonso de Cárdenas.
Se organiza un poderoso ejército en Antequera con la flor y nata de las fuerzas militares de Andalucía, donde figuraban como capitanes además del marqués de Cádiz, Alonso Aguilar, Pedro Enriques y el Maestre de Santiago, con la intención de talar la Ajarquía de Málaga, a lo que, en un principio, puso objeciones el marqués. En lo que se conoce como Batalla o Rota de la Ajarquía, los cristianos, al mando de un poderoso contingente cristiano formado por tres mil soldados a caballo y mil a pie, fue estrepitosamente derrotado en esta comarca por los moros, a los que acudió a ayudar el célebre El Zagal. El marqués de Cádiz, logró sobrevivir huyendo por las lomas y ventisqueros. Según Hernando del Pulgar, profirió estas palabras: «No vuelvo las espaldas por cierto a estos moros, pero huyo, señor, de tu ira, que se ha mostrado hoy contra nosotros por nuestros pecados, que te ha placido castigar con las manos de estas gentes infieles». En esta campaña pierde Rodrigo a tres de sus hermanos y a dos sobrinos, pero en la batalla de Lucena (1483) consiguen capturar al rey de Granada Boabdil.
Fue uno de los que aconsejó a los reyes católicos que dejara libre al rey de Granada y le devolviera su trono para que continuara la guerra civil contra su padre Muley Hacén y su tío el Zagal. Cuando estos dos últimos se unen contra Boabdil, Rodrigo les ataca sin descanso hasta conseguir la huida de El Zagal, el más bravo y peligroso de todos los emires de Granada.
En 1487, el rey Fernando le encarga de la toma de Málaga, lo que consigue tras un largo asedio.7
Nuevamente fue protagonista en el cerco de Granada distinguiéndose en la batalla de Zuabia y la de la Reina. Y estuvo presente en la rendición de la ciudad y la entrega de la misma de Boabdil a los reyes católicos. Al fallecer era poseedor de una inmensa fortuna y gran cantidad de tierras. Otorgó testamento el 15 de agosto de 1492 en el que dejaba por heredero del mayorazgo a su nieto, Rodrigo y a su esposa Beatriz Pacheco le encomendó la administración del mayorazgo.
Matrimonios y descendencia[editar]
Contrajo un primer matrimonio, que posteriormente fue anulado, con Beatriz de Marmolejo, señora de Torrijos, hija de Pedro Fernández Marmolejo y de María de Mendoza.2 Después, se casó en segundas nupcias con Beatriz Pacheco, hija de Juan Pacheco, I marqués de Villena, y de María Portocarrero.2 No tuvo descendencia de ninguno de sus matrimonios.
Con Inés de la Fuente, soltera, hija de Ruy Jiménez Becerril y Juana Fernández de la Fuente, tuvo descendencia que fue legitimada.2 Las hijas fruto de esta relación nacieron antes de su matrimonio con Beatriz Pacheco.
- Francisca Ponce de León y de la Fuente, esposa de Luis Ponce de León y Figueroa, padres de Rodrigo Ponce de León, heredero del mayorazgo fundado por su abuelo.
- María Ponce de León y de la Fuente, casada con Rodrigo Messía Carrillo, VIII señor de La Guardia, de Santa Eufemia y de El Guijo. Fueron los abuelos del I marqués de la Guardia.
- Leonor Ponce de León y de la Fuente, esposa de Francisco Enríquez de Ribera, conde de los Molares, señor de Tarifa, de Alcalá de los Gazules y de Cañete. Leonor falleció en 1508 sin descendencia y su hermana Francisca heredó sus bienes.
Francisco Ramírez (o Ramírez de Oreña o de Madrid), apodado el Artillero (Madrid, c.1445 - Sierra Bermeja, Málaga, 17 de marzo de 1501),1 fue un militar español, secretario y consejero de los Reyes Católicos y capitán general de la Artillería, que obtuvo repetidas victorias durante la Guerra de Granada.
Sus padres fueron Juan Ramírez de Oreña, regidor de Madrid, y Catalina Ramírez de Cóbreces, su mujer, hidalgos naturales de San Vicente de la Barquera en las Asturias de Santillana y que se establecieron en la corte. Ambos del mismo linaje, Ramírez, cuya importancia en Madrid se remontaba a tiempos de la reina Urraca, donde Juan Ramírez era ricohombre y señor de la Casa Ramírez.
Durante el reinado de Enrique IV fue criado del rey, escribano de la ceca de Segovia y alcaide de la de Toledo y agraciado con algunas regalías. Al estallar la Guerra de Sucesión Castellana tomó partido por la princesa Isabel. En 1476, tras una acción destacada en la batalla de Toro, fue presentado a los nuevos reyes que, gratamente impresionados, le confirmaron las mercedes de su predecesor y le nombraron secretario real. Desde entonces su carrera fue fulgurante y pocos años después era ascendido a capitán general de la Artillería. Al mando de esta arma se distinguió mucho en la Guerra de Granada, desplegando una estrategia y logística que a partir de 1484 propició una acelerada serie de victorias: las más señaladas en Álora, Cambil, Loja, Málaga, Almería, Guadix, Baza y Salobreña.
Los Reyes Católicos le nombraron regidor de Toledo, alcaide del alcázar de Sevilla y consejero real en los de Estado y Guerra, y le recompensaron con largueza. Recibió en repartimiento el cortijo de Bornos en el Santo Reino de Jaén y otras heredades en el de Granada. Tras la toma de esta ciudad regresó a Madrid, donde también acumuló vastas propiedades. Suyos eran todos los terrenos comprendidos entre el paseo del Prado y el paseo de las Delicias, así como las dos riberas del arroyo de Atocha.
Había casado en 1473 con Isabel de Oviedo, natural de Madrid, de la que enviudó con descendencia en diciembre de 1484. Y en diciembre de 1491 contrajo nuevo matrimonio con la escritora y humanista Beatriz Galindo, la Latina, doncella de gran talento, saber y virtud, unos veinte años más joven que él, de hidalga familia zamorana venida a menos y que había sido educada para monja. Por su fama de gramática había sido llamada a la corte como preceptora de Isabel la Católica, quien le tomó gran afecto y la nombró su camarera mayor. Fue la reina quien concertó el casamiento y mandó en dote a Beatriz 500.000 maravedís. De este matrimonio nacieron dos hijos: Fernán y Nuflo. Tuvieron su residencia en el actual Palacio de Viana de Madrid.
Fue uno de los grandes capitanes de la época que le tocó vivir, una época llena de guerras, en la que advirtió la necesidad de nuevos métodos y sistemas, ante la aparición de armas más sofisticadas. General ilustre, comprendió que se iniciaba una nueva etapa en la historia militar, en la que había que adaptar las artes militares.
Murió el Artillero en Sierra Bermeja, el 17 de marzo de 1501, cuando sofocaba la rebelión de las Alpujarras de 1499. Fue enterrado primeramente en el convento malagueño de san Onofre que él fundara, y posteriormente trasladado a la fundación madrileña que con su segunda esposa había realizado, el convento de la Concepción Jerónima, donde residia doña Beatriz, y en la que también sería enterrada ella posteriormente.
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