La Vispesa es un yacimiento íbero-romano que se halla localizado en un cerro de 304 m. de altitud, en el término municipal de Tamarite de Litera, de la que dista 10 kilómetros y próximo a la población de Algayón (Provincia de Huesca).
Su origen sería en torno a la cultura ibérica ilergete, centrados en esta zona, el yacimiento conserva restos del siglo III a. C. y estaría habitado hasta el siglo II d.C. Es una zona bien comunicada, allí radica su importancia, ya que por aquí pasa muy cercana la vía romana que unía llerda-Osca (Lérida-Huesca).
Allí se encuentran restos de casas íberas de mediados del s.III a. C. Se encontró una cisterna para almacenar agua, restos de mosaicos romanos y la Estela de la Vispesa que es un monumento conmemorativo, de época íbera (350-50 a. C.), de arenisca, el cual narra algún episodio bélico. Hoy día se encuentra en el Museo Provincial de Huesca. las partes conservadas destaca la representación en relieve de un escudo ilergete y lanza, figuras de cadáveres mutilados y un grifo en actitud de devorar uno de los fragmentos. El monumento es de carácter conmemorativo más que funerario y debió de erigirse en honor al dios Neitin al que alude la inscripción en alfabeto ibero.
El Poblado Ibérico del Cabezo de la Guardia se encuentra situado a 6 kilómetros al norte de la villa de Alcorisa, en la comarca del Bajo Aragón (España). Del material encontrado en el yacimiento puede constatarse que el poblado tuvo un largo periodo de vida, que abarca desde el siglo V a. C. hasta plena romanización.
El Cabezo posee una cumbre amesetada, donde apenas existe nivel arqueológico, ya que los restos más importantes se extienden por las laderas, en donde se encuentran las habitaciones y muros defensivos y de contención del poblado. En concreto, en la ladera noroeste se han descubierto dos habitaciones contiguas. Los rasgos generales de ambas habitaciones, en cuanto a su técnica constructiva se refiere, son semejantes, con paredes de piedra sin escuadrar y colocadas a junta seca, bien totalmente de piedra o con una base de burdo tapial, asentadas por una doble pared, de forma que cada habitación tiene la suya propia. En la ladera este del Cabezo, se han localizado las termas romanas de una villa.
La Villa Romana de la Loma del Regadío es un asentamiento romano del valle medio del Ebro, de larga perduración, ya que su ocupación se extiende desde el siglo I al V de nuestra era. Está Asociado al Museo de Teruel.
Como hecho importante, podemos destacar que el conjunto experimentará una remodelación muy intensa, a finales del siglo III o principios del IV, de consecuencias devastadoras para la ordenación estructural previa, lo que acarrea una dificultad enorme para conocerla.
La Villa tenía una función económica, pues estaba destinada a la producción oleícola y vitivinícola, y constituye el máximo exponente de ello en todo el Valle medio del Ebro y uno de los cuatro o cinco mejores de toda la Península. Prueba de ello es el gran complejo de prensado que presenta, de cerca de 300 metros cuadrados de superficie para el trabajo.
Situación geográfica[editar]
Su nombre proviene del paraje en el que está situado: el paraje del Regadío, en la margen derecha de la depresión del Ebro, y a unos 280 m. de altitud con respecto al nivel del mar, sobre una loma. Esta zona conjuga terrenos semiáridos con zonas aluviales, por lo que se puede cultivar tanto productos de secano (la tríada mediterránea: trigo, olivo y vid, en especial los dos últimos) como de regadío, además de ser propicio para la explotación ganadera, que también se llevará a cabo en este yacimiento.
Al margen de las ventajas en lo referido a los recursos naturales que puede propiciar la zona, constituye también un enclave privilegiado, al ser intersección entre varias rutas comerciales, que facilitarían la salida de los excedentes agrícolas que aquí se produjesen. Rutas, éstas, por las que se trasladarían los productos hacia mercados regionales e incluso centros urbanos, como Caesaraugusta o Ilerda.
Descubrimiento y trabajos arqueológicos[editar]
En 1954 se comienza a hablar sobre este yacimiento arqueológico, pero su investigación arqueológica comenzará en 1959, a raíz del descubrimiento de uno de los mosaicos que posee esta villa. La extracción del mosaico supuso la primera caracterización de la Loma. Es, por tanto, entre 1959 y 1960 cuando se realiza el primer período de trabajo, donde se afirma, por primera vez, que es un asentamiento de tipo “Villa”.
El segundo período de excavaciones, tras varias décadas de inactividad, comenzará, por parte del museo provincial de Teruel, en el año 1997, prolongándose hasta la actualidad. Con estos trabajos, se han descubierto, hasta el momento, unos 1500 m2 construidos. Es, con estos trabajos, con los que se ha descubierto la prolongada ocupación, de más de cuatro siglos, del sitio arqueológico.
Historia y cronología[editar]
La ocupación del asentamiento comienza en el siglo I, o quizás antes, pero su etapa más importante será la que empieza a finales del siglo III o principios del IV, y acabará a principios del V. Será precisamente esta etapa la posterior a una gran reforma arquitectónica acaecida en la villa, y que ha tapado, casi en su totalidad, los restos que nos podrían servir para estudiar la morfología del conjunto en su primera etapa.
La villa fue abandonada en el siglo V debido a, probablemente, motivos económicos. Probablemente ya no era una explotación rentable, pero no hay rastros de actividades belicistas ni destrucciones violentas.
Arqueología[editar]
Lo que ahora podemos encontrar en el yacimiento es la configuración arquitectónica que proviene de la gran reforma de la que hablábamos anteriormente, acaecida entre los siglos III y IV de nuestra Era. Probablemente la reestructuración de la villa responda a una necesaria reorganización de la pars rustica (en especial del torcularum, edificación que recoge el complejo de prensado) Así, la villa cuenta con la articulación clásica de este tipo de edificaciones, concebidas tanto para el uso residencial y disfrute de sus dueños (en su pars urbana), como para la explotación de los recursos que ofrece el territorio, bajo su dominio o fundus en la pars rustica.
Tenemos, por una parte, la pars urbana, con un peristilo porticado, decorado con mosaicos y murales que no destacan por su ejecución, por lo que hablamos de una vivienda con un tinte austero, que no parece corresponderse con los beneficios económicos que procurarían las dependencias de trabajo y explotación. Entre los dos mosaicos que podemos encontrar, destacamos uno, el que representa la lucha de Quimera y Belerofonte en el mosaico del oecus, su sala principal. El contraste se debe, probablemente, a que no sea una familia muy importante la dueña de esta Villa y por tanto, es un complejo bastante más modesto que otros similares como, por ejemplo, la Fortunatus. Sin embargo, sigue teniendo un gran potencial económico.
Por otra parte, en la pars rustica, que se considera la parte de mayor interés del conjunto, está situada al este de la pars urbana, en un pabellón adosado perpendicularmente a ésta. En ella nos encontramos con una zona de procesamiento de la oliva y la uva, lo que los autores han llamado "el Complejo de Prensado".1
En el Complejo de Prensado, de 267 metros cuadrados, nos encontramos los restos de los elementos que se utilizarían para desempeñar la tarea de procesar la oliva y la uva, así como contenido orgánico. Aquí es donde se producirían el aceite y el vino, que serían transportados, más tarde, a los mercados urbanos cercanos. Los elementos que podríamos considerar como la maquinaria principal de esta explotación son:
- 5 dispositivos de prensado o prensas de tornillo, de unos 11 metros de longitud, que se utilizarían, obviamente, para prensar el producto. Hay restos de los anclajes de estas prensas, de sus pies, de los contrapesos que se utilizaban y de las canalizaciones que conducirían el líquido a los depósitos de captación de la prensada, de los que también se han conservado restos.
- 2 bases de molino, de unos dos metros de diámetro, que complementarían el complejo explotador y que molerían los frutos antes de que pasaran a las prensas.
Además de esto, la Villa contaba, en su parte de labor, con las clásicas dependencias para el servicio, aunque estas carecen de tanta importancia para su estudio.
La producción en términos cuantitativos aún no se conoce con seguridad, debido en gran medida al poco interés que se muestra, por parte de la administración, en estudiar el yacimiento.
La Malena es un yacimiento arqueológico situado en la localidad española de Azuara, provincia de Zaragoza.
Los restos de La Malena corresponden a una villa romana habitada entre los siglos I y V de nuestra era y destacan los más de 1000 m² de mosaicos descubiertos.
La Mora Encantada es un yacimiento arqueológico situado en la localidad aragonesa de Ateca, Zaragoza, España.1
En este yacimiento se han encontrado los restos de lo que podría ser según algunos autores el Alcocer2 nombrado en el Cantar de Mio Cid.3
También se han encontrado restos de una ciudad romana de nombre desconocido4 junto a numerosos restos de cerámicas de tipo celtíbero.5 Según algunos autores como Miguel Martínez del Villar y Hernando (S. XVI), Juan Francisco Andrés de Uztarroz (S. XVII), el padre Traggia (S. XIX) y Francisco Ortega San Íñigo (S. XX) en este lugar podrían encontrarse los restos de la ciudad celtíbera de Alce, nombrada por Tito Livio,.6 Alce fue una población de Celtiberia de cuya existencia se tiene constancia gracias la información transmitida por Tito Livio al narrar la campaña militar de Graco durante el 179 a. C. en el interior peninsular.
La gran extensión del paraje y la ausencia de excavaciones arqueológicas encaminadas a la búsqueda de Alce, no han permitido encontrar hasta la fecha elementos definitivos, tales como miliarios, epígrafes o monedas que nos permitan establecer sin ningún género de dudas la ubicación actual de esta ciudad por lo que es necesario recurrir a la interpretación de ambas fuentes clásicas para determinar su localización. Debido a que el referido relato de Tito Livio ha sido objeto de diferentes valoraciones a lo largo del tiempo y las propuestas para situar geográficamente esta población han sido diversas con el tiempo, Ateca sigue siendo una de las candidatas.
Los argumentos para sustentar esta afirmación son entre otros la cercanía al Moncayo, Ateca se encuentra situada en pleno sistema Ibérico, en el corazón de la Celtiberia, en territorio dominado por los Belos, mientras que otras localizaciones se alejan mucho de la Celtiberia, por lo que esta localización sigue siendo factible. También que la descripción de la zona encaja con lo expuesto por Tito Livio siendo una ciudad construida sobre un cerro, amurallada y con una ciudadela en lo alto. Además el hecho de que deje de mencionarse Alce y no se vuelva a tener noticias hasta el siglo III puede ser, bien por la decadencia de Alce, bien por el cambio de nombre al de Attakon o a otro, como el caso de Ilurcis que cambió su nombre por el de Graccurris en esas mismas fechas.5 El término municipal atecano alberga diversos hallazgos arqueológicos que abarcan desde el Eneolítico hasta el Medioevo. En el paraje natural de «Las Carcamas» se han localizado dos áreas con resto arqueológicos. En el paraje de «Las Balsas», en un pequeño barranco que desagua en el Jalón, afloran a la superficie numerosos fragmentos de cerámica moldeada a mano, sin torno, con formas de grandes cuencos de paredes gruesas y grandes vasijas decoradas con cordones. Cronológicamente pertenecen a la Edad del Hierro I.7 Muy próximo a este lugar, en el paraje denominado «La Mora Encantada», aparecen cerámicas Celtíberas con dibujos en bandas y círculos, piedras de molino.
La Alces mencionada a partir del siglo III en los itinerarios de Antonino no tiene por que ser la misma que la mencionada por Tito Livio, ya que era bastante habitual encontrar en Hispania ciudades con el mismo nombre, incluso coetáneas y bastante cercanas entre sí. Tenemos el caso de las ciudades de Segontia, de las que sólo en el recorrido de la vía XXV de los itinerarios de Antonino encontramos dos de ellas.
El historiador Miguel Martínez del Villar (siglo XVI) escribió lo siguiente:
El yacimiento arqueológico español de Valdeherrera está ubicado en las cercanías de Calatayud, en uno de los puntos neurálgicos de comunicación de la Celtiberia. Junto con Bílbilis, habría sido un centro fundamental para la organización del territorio de esta comarca en época celtibérica y romana. Su nombre aún es desconocido, pero tal vez pueda relacionarse esta ciudad con la desconocida Platea1 (en griego significa ‘llana’) que nombra el poeta bilbilitano Marcial en dos ocasiones en sus epigramas (IV, 55.13 y XII, 18.11).
Se estima que supera las 40 hectáreas de extensión, con un foso de más de 25 metros de anchura. Por ello se piensa que debe tratarse de una de las mayores ciudades indígenas de su época, si bien todavía son muchos los descubrimientos pendientes, puesto que las prospecciones y excavaciones arqueológicas sistemáticas comenzaron en 2006.
El yacimiento del Camino de la Vega de Albalate (Calanda), hoy desmantelado, está situado en la partida de huerta de Albalate, tratándose de uno de los más significativos de la provincia de Teruel; el mosaico en él encontrado constituye el principal exponente de la cultura romana en la referida provincia.
Historia[editar]
Descubierto en enero de 1964 por Antonio Bielsa Alegre,1 el Yacimiento del Camino de Albalate es el testimonio capital de la Calanda romana, implantada por Tito Didio tras la caída de la Calanda celtíbera (Kolenda). Lo más destacado del mismo fue el pavimento de la gran villa romana entonces allí asentada, del que se rescató su notable mosaico, de opus tesellatum, polícromo y con temática variada.2
La villa[editar]
Primera estancia[editar]
Constituye la habitación de acceso la más discreta del conjunto. Su espacio es de forma rectangular; su decoración musivaria incide básicamente en dos temas perfectamente desplegados: banda de motivos vegetales con volutas, y banda de trenzado de dos cabos. Por una puerta se accede a la siguiente dependencia.
Segunda estancia[editar]
Era la habitación principal de la villa, y artísticamente resulta la más notable; al margen de los motivos geométricos -líneas de rombos con círculos en sus vértices- y animales -pequeños delfines-, la decoración incluye, encuadrados en seis espacios -sitos en una orla dividida en dos paneles rectangulares yuxtapuestos-, la soberbia representación de seis animales, a saber: un caballo, un jabalí, una pantera, un león, un asno y un leopardo; cada uno de estos animales, de los que se ha intentado captar su movimiento, aparece realzado por un fondo paisajístico, lo que confiere al dibujo cierta continuidad espacial. Una escalera de dos peldaños, igualmente recubiertos de mosaico, conduce a la siguiente y última estancia.
Tercera estancia[editar]
De forma semicircular, resulta materialmente la peor conservada, al carecer su pavimento de ciertos fragmentos musivarios; destinada posiblemente a la función de comedor -triclinium-, presenta una decoración constituida por tres bandas geométricas que encierran en su interior diversas formas (círculos, rectángulos, cuadrados, octógonos, etc.).
El mosaico[editar]
Es este mosaico datado del siglo III al IV una de las piezas clave de la cultura romana en la provincia de Teruel. Consta de más de 1.200.000 teselas de un centímetro de lado; el historiador Manuel García Miralles lo describe así:
Conserva en perfecto estado su estructura y colorido. Está asentado en una base de canto rodado, sobre la que hay unas amplias baldosas de ladrillo cocido sin dibujo, de unos 40 cm², y encima de ese basamento el mosaico de piedras multicolores formando dibujos de extraordinara belleza, tales como copas, flores y diversas figuras geométricas. Se considera el hallazgo más importante de los habidos en la provincia de Teruel, ya que el de Urrea de Gaén -que figura también en el Museo Arqueológico Provincial, de 100 m²- ni tiene la belleza de este ni es tan grande.
Una descripción y valoración más detallada es la que ofrece José María Blázquez Martínez en su estudio monográfico del mosaico:
De izquierda a derecha y de arriba a abajo se representan: caballo al galope dirigiéndose a la izquierda, el paisaje montañoso está representado muy esquemáticamente al fondo y debajo del bruto, así como unos arbustos raquíticos en los lados interior y derecho; jabalí corriendo, rodeado en tres lados por arbustos sin hojas con montículo al fondo, con tres arbustos crecidos sobre él; y leona rugiendo, caminando a la izquierda, rodeada de arbolitos. En la fila inferior se encuentran: león parado rugiendo entre dos árboles (las garras están sombreadas, al igual que una pata trasera del caballo, las cuatro pezuñas del jabalí y una garra de la leona); mulo galopando a la derecha entre dos filas de tres arbustos cada una, con la cabeza vuelta hacia atrás; y leopardo caminando a su derecha con la cabeza baja y tres arbustos colocados en la parte superior que tienen grandes hojas acorazonadas. El suelo está sombreado en las cuatro garras. El cuerpo de los animales es voluminoso. Están bien proporcionados y son bien expresivos en los gestos del morro. Se fecha este mosaico en la segunda mitad del siglo IV.
Terminadas las excavaciones el 27 de mayo de 1964, el mosaico fue llevado al Museo Provincial de Teruel.
Restauración de 2017[editar]
En septiembre de 2017 y tres décadas después de una anterior intervención, el Museo de Teruel inició la restauración in situ del mosaico de Calanda, la obra más emblemática de la institución,3 con 35.000 euros4 de inversión y varios meses de duración, y con el propósito de frenar el «envejecimiento» de la obra y mejorar su conservación y la observación del público.567 La restauración fue concluida en enero de 2018.
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