El Puente de Calamocha parece ser un resto del itinerario de la vía romana que iba de Cástulo a César Augusta. El puente tiene una primera fase de época romana, sufriendo transformaciones en época medieval y en el siglo XVI. Está situado sobre el río Jiloca, a la altura del actual casco urbano de Calamocha, en el cual, Ceán Bermúdez, en 1832, afirmaba que todavía se conservaban testimonios del poblamiento romano. No se puede atribuir una cronología segura a la obra, si bien se suele equiparar a la del Puente romano de Luco de Jiloca.
Está formado por un solo arco rebajado que salva el Jiloca; todo él es de sillería, su tablero es apuntado y no conserva los pretiles. Su actual fisonomía es posiblemente medieval, dado a conocer por primera vez por Almagro en 1952.
La construcción se ciñe al prototipo de puentes de perfil alomado de 7'7 m. de longitud por 2'6 m. de anchura. Posee un único arco, de 6 m. de luz, con dovelas de 0'6 m. de longitud. Está realizado en opus quadratum de piedra caliza, a junta seca, de buena factura, con enjarje entre la muratura de los estribos y las dovelas del arco. Esto permite retrasar en altura la utilización de la cimbra. Aguas arriba unos muros encauzan el agua hacia el arco.
Fue restaurado hacia 1992. Incoado Bien de interés Cultural en el BOA del 30/04/2001, con vigilancia del entorno.
El puente romano de Cáparra se encuentra en el municipio español de Guijo de Granadilla,2 en la provincia de Cáceres.
Este puente sobre el río Ambroz se hallaba junto a la Vía de la Plata. Se trata de un puente de origen romano que ha sufrido distintas modificaciones a lo largo del tiempo. Se encuentra al noroeste de las ruinas de Cáparra.

El puente romano sobre el río Iregua es un antiguo puente sobre el río Iregua, poco antes de desembocar en el río Ebro, que se encuentra en el barrio de de Varea, en la ciudad de Logroño. Tradicionalmente ha sido considerado un puente romano, pero diversos documentos del siglo X mencionan la existencia de un puente construido de madera y barda, que en el siglo XVIII se intentó recuperar para su uso.
Historia[editar]
El puente tuvo siempre un uso provisional como muestran las rehabilitaciones que se realizaron en él cuando el puente de Madres en Villamediana, de mayor importancia, fue temporalmente inutilizable. Profundizando en las obras que fueron impulsadas para su mantenimiento, se halla que en 1736 se intentó impulsar la construcción de cuatro cepas de piedra que junto con una cantidad de madera irían destinadas a fortalecer su estructura. En primera instancia, el ayuntamiento de Logroño pondría trabas a la obra, pero en julio de 1738 dieron el visto bueno a la obra al acordar el coste con el maestro José Raón. Tras el estudio realizado por el arquitecto se decidió la construcción de dos cepas de piedra pues el coste de mantener el puente en pie solo con madera sería una continua renovación cada seis años por el desgaste ocasionado por las riadas.
La construcción se llevó a cabo con la aportación económica de las diferentes instituciones públicas, así como de los propios habitantes de los alrededores que obtendrían provecho de la obra.
A lo largo de las siguientes décadas hubo sucesivos reforzamientos de la estructura del puente y en 1782 se volvió a abordar una remodelación a gran escala con la edificación de varias cepas de piedra de sillería llevadas a cabo por los maestros Miguel de Garchegui y Bernabé Ruiz. Los costes económicos fueron cubiertos por los cabildos de la iglesia Imperial de Santa María de Palacio y las iglesias de Santa María la Redonda y Santiago el Real, también contribuyó el ayuntamiento de Logroño con lo obtenido en el pontazgo del puente del Ebro.
El puente quedó posteriormente inutilizado y su paso destruido con la construcción de la carretera de Logroño a Zaragoza. Los restos que se hallarían en 1960 y 1970 corresponden a las últimas obras realizadas en el siglo XVIII.
El estado actual en el que se hallan sus restos arqueológicos es el siguiente, se conservan tan sólo los arranques de las tres cepas próximas al estribo derecho y una parte de una cuarta cepa. Estas estaban cubiertas para evitar en la medida de lo posible la erosión por unos sillares de piedra y los de mejor fabricación eran los inferiores. Eran cepas de planta rectangular y tras los sillares más fuertes introducían una especie de argamasa de opus caementicium. Tras esto, eran cubiertas cada una por una serie de gruesos troncos de olmo blanco, trabajados entre sí de forma octogonal. La hipótesis más aceptada mantiene que el puente tuvo al menos nueve arcos y que debió de ser regular en su estructura pero poco esbelto.
El puente romano de La Iglesuela cruza el río Tiétar, dentro del término municipal español de La Iglesuela del Tiétar, provincia de Toledo.El puente romano de La Iglesuela cruza el río Tiétar, dentro del término municipal español de La Iglesuela del Tiétar, provincia de Toledo.
Se trata de un puente de piedra de origen romano de una longitud total de 23,85 metros formado por un único ojo consistente en un arco de medio punto de una altura de 6,20 metros.1 Está situado a 4 kilómetros al norte de la localidad junto a un puente de nueva construcción en la carretera hacia Casavieja.
El Puente de los Cobos en Solosancho, en la provincia de Ávila, hoy casi enteramente sepultado por la arena del río Adaja, tiene tres arcos de medio punto de excelente factura, apoyados en dos pilares con tajamares, de origen romano casi seguro.2 Los arcos, a juzgar por algunas marcas de cantería en las hiladas bajas, pueden haber sido reconstruidos en época medieval, aunque su material es excelente granito, menos gastado que el de los pilares. De todos modos, su origen romano parece más que probable. En la década de los años 1970 se construyó un nuevo puente, siendo estrecho e insuficiente el antiguo. El nuevo puente ahoga y encubre el antiguo aguas abajo.
A partir del puente, la vía romana, en su arranque protegida por un parapeto contra las inundaciones rápidas, de origen presumiblemente romano como el del puente mismo, procede en rectilíneo a través del término de Solosancho y su anejo Baterna, nombre cuyo origen romano es evidente, y ataca igualmente en línea recta las primeras asperezas del terreno antes de llegar a La Hija de Dios, cuyos lados norte y oeste pasa.
Este puente servía a la calzada romana que desde Ávila y atravesando el Valle de Amblés llegaba al Puerto de Menga. Tras salir de la ciudad a través del puente romano que cruza el Adaja al oeste de la ciudad, tras unos centenares de metros de subyacencia a la actual carretera de Arenas, remerge la antigua vía a la izquierda de ésta, y se interna hacia el río por el Vivero. Es una calzada de llanura arenosa del tipo via glareata o de grava, en la que no se aparecían otras señales de construcción o cimentación salvo raros tramos de firme de codones en puntos particularmente blandos de suelo. Sigue paralela al río Adaja, sobre el margen izquierdo; atraviesa una zona de ruinas poco visibles, llamada "La Aldeavieja", frente a Gemuño; y prosigue vecina y paralela al río hasta el Puente de los Cobos, después de atravesar Niharra y la otra zona de ruinas claramente romanas, conocida como Pared de los Moros.
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