miércoles, 25 de diciembre de 2019

HISTORIA DE ESPAÑA

ESPAÑA PRERROMANA

Castro de Ulaca es un yacimiento arqueológico de origen vetón, situado en Villaviciosa (Solosancho), en la provincia de Ávila (España).
Se encuentra ubicado en las primeras estribaciones de la Sierra de la Paramera, en su vertiente norte, sobre un promontorio elevado sobre el terreno circundante unos 250 metros, con una cota máxima de 1508 msnm, dominando perfectamente el valle de Amblés y dando vista al Pico Zapatero. El castro está encajado entre el arroyo de los Portillos y el río Picuezo, cuyos cursos sirven de protección natural.
En 1931Ulaca se declara Conjunto Histórico-Artístico. En 1986 Bien de Interés Cultural (B.I.C), que es la máxima figura de protección que la ley otorga a un elemento histórico. En el año 1994 se delimita la Zona Arqueológica de Ulaca, amparada por la Ley de Patrimonio Histórico Español, quedando cualquier proyecto de restauración sujeto a lo que dicten las Comisiones Territoriales de Patrimonio Cultural.

Castro de Ulaca 10 by-dpc.jpg

Descripción[editar]

Castro de Ulaca, en Ávila (España).

En el recinto destacan "el altar" una gran mole de granito, con talud por sus tres lados. En uno de sus lados, dos escalinatas conducen a un superficie plana con varios huecos de distinto tamaño. El "horno" cavidad de forma cúbica practicada en un bloque de granito abierto al exterior por medio de un arco de medio punto. Parece relacionarse como una posible sauna.
Sauna de Ulaca.
Puerta oeste de la muralla restaurada.
Ulaca es el más grande de los castros vetones [cita requerida]y cuenta con restos arqueológicos poco comunes como un altar y una sauna de iniciación, construidos en granito. Se halla situado en un promontorio elevado, de difícil acceso desde el que se divisa todo el Valle de Amblés en la provincia de Ávila.
Existen restos que abarcan desde la época calcolítica hasta la Edad Media, aunque serán los vetones los que dejen especial huella.
Cuenta, como elementos más destacados, la muralla de más de 3 km de longitud, levantada tardíamente a comienzos de la 2ª Edad de Hierro (s. III – II a. C.), sauna ritual o "fragua", iglesia o torreón y el perfectamente conservado altar de los sacrificios.

El Altar de los Sacrificios[editar]

El altar de los sacrificios es una construcción a cielo abierto, realizada sobre grandes bloques graníticos que afloran en el sector noroeste.
El monumento, en buen estado de conservación, consta de una gran estancia rectangular tallada en granito, en uno de cuyos lados existe una gran peña en la que dos escaleras de 9 gradas, labradas también en la roca, conducen a una plataforma en la que se encuentran dos cavidades de forma más o menos circular y comunicadas entre sí. La más occidental de ellas vertía en una tercera que permitía a su vez que los líquidos derramados en las libaciones corrieran hacia la parte baja de la peña a través de un canal. Su funcionalidad cultual, en la que habría que tener presente la práctica de sacrificios animales e incluso humanos, se ha establecido a partir del estudio comparativo con otras construcciones parejas, entre las que destaca el santuario portugués de Panoias, donde se documenta epigráficamente la existencia de tales sacrificios,aunque Correia1​ lo pone en duda por el hiato cronológico entre ambos yacimientos. Ulaca ocupado sobre todo entre los siglos VII y I a.C.;mientras la actividad litúrgica atestiguada epigráficamente en Panóias, se fecha durante el siglo III d.C. Metodológicamente, no se puede suponer el mismo tipo de utilización documentado en Panóias, en el ámbito de los cultos mistéricos orientales, para las cavidades existentes en otros sitios claramente anteriores, como es el caso de Ulaca.Incluso tipológicamente existen importantes diferencias entres ambos yacimientos: si en Panóias las varias escaleras talladas, muy distintas de las de Ulaca, dan acceso no a simples cubetas, sino a edificios cultuales cuyos cimientos se distinguen claramente; en Ulaca, los peldaños tallados dan acceso a un conjunto de oquedades naturales,conectadas mediante un amplio canal abierto en la roca.

La Sauna[editar]

La Fragua-horno o sauna se localiza en el centro del yacimiento, a menos de 200 m de la estructura anterior. Está formada por una especie de semihipogeo, tallado parcialmente sobre un gran canchal granítico y por muros de piedra en la parte norte y acaso también en los lados este y oeste. Hace tiempo que se identificó como horno o fragua, pero recientemente le confieren un uso termal, comparándola con las saunas o pedras formosas de la cultura castreña del noroeste. Su sentido sería ritual, conectado con ceremonias iniciáticas guerreras sugeridas en algunas referencias clásicas.2

El Oppidum[editar]

El oppidum de Ulaca llega a las 60 hectáreas frente a las 15 ha del Castro de Cogotas y las 38 de la Castro de la Mesa de Miranda. Una superficie enorme, no toda destinada a habitación, pero que supone una aglomeración de primera magnitud, que debió de jugar el papel de centro comarcal, en línea con la reordenación territorial que supone la aparición de estos grandes oppida, en fechas situables en el siglo III a. C., en que parece que fue fundado este gran castro abulense.
Por otra parte, tanto o más que la superficie, da cuenta de su papel organizativo y político la posesión en su interior de un gran edificio de aparejo monumental con función de atalaya o de otro uso público desconocido, y espacios sacros e instalaciones para usos rituales o ceremoniales que, como en el caso de los centros urbanos del mundo ibérico y de las demás civilizaciones, son ingredientes habituales en los centros principales por el papel aglutinador que desde ellos se ejerce en el plano ritual y religioso.3

Las casas[editar]

Las casas presentan plantas cuadradas y rectangulares con gruesos muros de piedra. Hay plantas sencillas con dos o tres estancias, de unos 40-80 m², y otras más complejas con más departamentos y mayor superficie (hasta 250 m²). Las jambas de las puertas están bien marcadas por grandes lajas de granito. Las cubiertas debieron ser de piorno, como lo hacían los chozos de pastor y las tinadas para las ovejas hasta hace poco tiempo. La falta de excavaciones -solamente se excavaron dos casas en los años 1970 que se han restaurado- impide precisar la organización interna, que en cualquier caso dispondría de hogares, bancos adosados a las paredes, zonas de almacenamiento y áreas de descanso. Desconocemos si además de estructuras domésticas había otras sólo de almacenaje o con otras funciones.
Casas excavadas en la década de los 70 en el Castro de Ulaca
El total de estructuras dentro del recinto amurallado es de algo más de 250, que se elevaría hasta alrededor de las 300, si se suman las casas fuera de las murallas al noreste del recinto. La existencia de casas extramuros permite suponer, además, que el recinto amurallado no implica una situación de peligro e inestabilidad permanente. Pero parece que en este sector hubo también murallas muy perdidas hoy. En los momentos de conflicto, la población podría refugiarse dentro del poblado, ya que existía espacio libre suficiente para todos. Sabemos que otros oppida vettones tenían arrabales o barrios extramuros como Las Cogotas y Salmantica, en este último caso referido al año 220 a. C. en la toma de la ciudad por Aníbal.
Parece común la existencia en todas las viviendas de zócalos de piedra de 80-100 cm de grosor y doble paramento. Apenas hay vestigios de adobe o tapial para el recrecimiento de las paredes y la abundancia de granito podría ser consistente con la idea de alzados de piedra hasta la cubierta. La prolongación de los muros hacia el exterior permite aventurar la idea de que algunas tuviesen un porche o zaguán; aunque no habría que descartar que se tratase de pequeños corrales anexos a la vivienda. La mayoría de las casas abren sus puertas hacia el este, hacia la salida del sol. Nada se nos ha conservado de las cubiertas pero, dada la disposición del terreno, lo más lógico es que vertieran aguas por delante de la fachada en dirección a las vaguadas, siguiendo la pendiente.

Las canteras[editar]

Un elemento excepcional y espectacular al mismo tiempo, desconocido en otros oppida célticos, son las canteras de granito en el interior del hábitat. Quedan visibles las huellas de la cuñas y los bloques cortados en distinto grado de elaboración. Las canteras se sitúan en los sectores oeste y suroeste de la ciudad. En ambos casos se buscaron grandes planchas de granito y se aprovecharon siguiendo las vetas y las fracturas naturales. El proceso de trabajo se debió iniciar marcando con cortafríos y mazos, pequeñas ranuras a intervalos regulares (28 y 36 cm), después se introducían cuñas para romper la línea marcada y así obtener bloques más o menos grandes, entre 60 y 120 cm de longitud y aún mayores. Con perchas y palancas de madera se moverían los bloques de primera extracción para posteriormente ser objeto de nuevos cortes y conseguir bloques más pequeños. Todo este proceso de trabajo ha quedado congelado en las canteras. Se pueden medir los esparcimientos entre las ranuras para cuñas marcadas y nunca utilizadas, los bloques de primera extracción sin trocear, los bloques semielaborados y por último incluso algunos terminados y no transportados. Este detalle hace pensar en que todo el trabajo de cantería se desarrollaba en estos lugares. Como se ha señalado recientemente (Del Val y Escribano, 2004: 38) las canteras de Ulaca confieren un aspecto mágico al lugar, parece como si el tiempo detenido pudiera ver en algún momento el retorno de las gentes de Ulaca para terminar los trabajos abandonados a medio hacer.
La cantera oeste debió utilizarse para la obtención de material constructivo para la viviendas de los alrededores, y de hecho la dimensiones de los bloques se asemejan a los de las casas más cercanas. La cantera del ángulo suroeste, muy próxima a la muralla, parece que estuvo más relacionada con la elaboración de grandes sillares para la construcción del cierre defensivo. La gran escala de los trabajos de cantería -por encima del nivel doméstico de cada hogar-, la posible existencia de especialistas, el empleo de medidas modulares y las posibilidad de reconstruir casi íntegramente el proceso de trabajo, confieren a las canteras de Ulaca un gran interés.45

Datación[editar]

La fecha del poblado puede datarse del s. VI al II a. C., cuando una de las incursiones de Aníbal en los pueblos del centro peninsular supuso el incendio de la ciudad, aunque este hecho no está confirmado. Se calcula que en la época de mayor esplendor pudo estar habitada hasta por mil personas, distribuidos jerarquicámente en unas 250 - 300 viviendas, ocupando una superficie de 60 hectáreas.
Sus restos son numerosos, desde objetos cerámicos hasta aperos de labranza, instrumental ganadero, alfarero, etc., muchos de los cuales fueron expoliados en épocas pasadas; incluso hay restos de molinos de piedra y de varias canteras.

Acceso[editar]

Se accede al yacimiento, una vez finalizada la carretera asfaltada que parte de Villaviciosa, por el camino ascendente de unos 600 metros de longitud que nos conduce hasta un pequeño aparcamiento en el que se puede estacionar el vehículo.











Amaya (o Amaia 1​) es el nombre de la antigua ciudad asentada en lo alto de Peña Amaya, un macizo de 1377 msnm, situado junto a la localidad del mismo nombre, perteneciente al municipio de Sotresgudo, al noroeste de la actual provincia de Burgos (España) en una estratégica situación como vigía y puerta de acceso desde la Meseta Central a la cordillera Cantábrica.

Etimología[editar]

La raíz del topónimo «Amaya» es indoeuropeo2​ y quiere decir «am(ma)» o «madre». El sufijo io-ia también lo es y se utilizaba para formar nombres de acción o topónimos, lo cual implica que el significado de Amaya o Amaia es «ciudad madre» o, como se denominaría más adelante, «la capital».1

Historia[editar]

Trinchera de acceso al castro
Cantabria romana durante el periodo de las guerras cántabras. El mapa señala las fronteras aproximadas del territorio cántabro en relación con la Cantabria actual, así como las distintas tribus que lo habitaban, los pueblos vecinos, ciudades y accidentes geográficos interpretados a partir de fuentes clásicas.
Amaya aparece citada en el Itinerario de barro, hallado en Astorga (León), documento cuya autenticidad fue controvertida hasta que ha sido datado hacia mediados del siglo III por métodos absolutos (termoluminiscencia). El problema es que la Amaya citada en en ese itinerario no parece ser la plaza burgalesa, sino otra localidad homónima cuya ubicación se desconoce pero situada más al oeste, salvo que haya crasos errores en el itinerario transcrito por el epigrafista3​. En todo caso la misma pervivencia del topónimo indoeuropeo en tiempos visigodos avala que ese era también el nombre con el que se denominaba la plaza durante la Edad del Hierro y en época romana45​.
La segunda mención nos llega a través del Cronicón de Juan de Biclaro en la que se explica que el rey visigodo Leovigildo atacó Cantabria en el año 574 para expulsar a los "provinciae pervasores", los cuales han sido identificados de muy diferentes maneras (suevosvasconesfrancos), pero que de modo general hace referencia a usurpadores del poder desde la óptica reino visigodo. La campaña de Leovigildo para someter la región concluyó en 581, quedando establecido el Ducado de Cantabria, dependiente del Reino visigodo de Toledo67​.Poco antes se sitúa en este escenario un episodio de la vida de San Emiliano o Millán donde se cita la curación de una paralítica de Amaya así como que el santo ve en una visión la destrucción de Cantabria, visión que comunica a un senado. La asamblea desprecia a San Emiliano por boca de uno de sus nobles, Abundancio, y el santo profetiza que él sufrirá la destrucción de Cantabria en sus propias carnes, y así sucederá en la campaña del 574. Lo significativo es que Amaya es la única ciudad de la Cantabria citada tanto en la crónica del biclarense como en esta vida de San Millán, por lo que cabe deducir para ella un papel de capitalidad de la provincia. Incluso se ha propuesto que el senado citado tenía su sede en ella, aunque esto no se dice expresamente en la Vita Beati Emiliani de San Braulio de Zaragoza; tampoco se tiene claro si era un poder local o tenía un ámbito de acción mayor89​. La toma de Amaya por Leovigildo se representa en el siglo XI en la arqueta de marfil conservada en el Monasterio de San Millán de la Cogolla, con la inscripción: Ubi Leovigildus rex Cantabros afficit (En donde el rey Leovigildo castigó a los cántabros).
En el XIII Concilio de Toledo, celebrado en el 683, que aparece firmado por ocho duques provinciales, dos más que los existentes hasta el 653, se supone que éstos son los de Cantabria y Asturias, el primero con sede en Amaya. Pero lo cierto es que la cita directa a este ducado de Cantabria es ya con ocasión de la conquista musulmana, en el 712. En la Crónica Albeldense se dice que el padre de Alfonso I de Asturias era el dux Pedro de Cantabria y se cita a Amaya. En la otra versión de la crónica alfonsina, la Rotense, se asocia a la plaza el apelativo de Patricia, que también se vincula al dux Pedro en la Crónica Silense, pruebas indirectas para Gonzalo Martínez Díez de la existencia del ducado de Cantabria con capital en Amaya, pues ese apelativo es privativo de las sedes ducales10​. En paralelo es muy posible que se creara en ella una sede episcopal, cuya única documentación es el Códice R.II.18 del Escorial, que data de los siglo VII u VIII, y donde a las sedes episcopales conocidas en el reino visigodo añade las de Amaya y Alesanco9​.
Mapa de los límites hipotéticos del Ducado de Cantabria con la localización de Amaya.
En el 712 Amaya es conquistada por las tropas musulmanas encabezadas por el bereber Tárik ibn Ziyad con tres propósitos distintos: destruir el centro de poder visigodo en esta zona norte, apresar a los nobles refugiados en el bastión de Amaya tras su huida de Toledo y apoderarse de sus riquezas -propósito este último expresado así en las fuentes árabes- y asegurar el dominio de la vía Lugo-Astoriga-Zaragoza paralela a la Cordillera6​. Esta toma de Amaya se conserva en los cronistas árabes y en los cristianos. Por ellos sabemos que el duque Pedro abandonó la plaza y buscó refugio al otro lado de la Cordillera, donde empieza a organizar la resistencia en colaboración con Pelayo en la zona occidental, con quien emparenta merced al matrimonio de su hijo, el futuro Alfonso I y la hija de Pelayo, Hermesinda
Aprovechando el abandono bereber de la Meseta Norte, a mediados del siglo VIII Alfonso I y su hermano Fruela realizan correrías en las que toman la principales ciudades, entre ellas Amaya, pero no las pueblan, sino que se llevan consigo al norte a los pobladores cristianos que encuentran. Se inicia así un periodo hasta la repoblación oficial de Amaya en el 860, en el que se supone que la plaza queda deshabitada. Pero sabemos que no es así, pues ya en el 802 es capaz de enviar tropas al Valle del Ebro en coalición con otros emergentes centros de poder cristianos, como nos relata el Almuqtabis II-I11​. Amaya es por tanto uno de los primeros sitios repoblados de manera no oficial al sur de la cordillera por poderes autónomos de la monarquía astur. Y así parece mantenerse hasta el 860, fecha en la que aparece en la plaza como repoblador oficial el conde Rodrigo, que es el más poderoso de los señores de la naciente Castilla, el primero que de hecho aparece citado en las fuentes como Conde de Castilla: comite regnante in Castella desde el 855 en las fuentes cristianas o shabib de al-Quila en el año 865 en las musulmanas. Todo parece indicar que este poderoso noble toma la iniciativa de dar oficialidad a la repoblación de Amaya, es decir, de adscribirla a la monarquía astur, pero por iniciativa propia, pues así se deduce de los Anales Primeros Castellanos, y que solo con posterioridad las fuentes astures afirman que lo hace por mandato del rey Ordoño I9​.
Tomando como base la plaza de Amaya, tan vinculada a la legitimación del poder visigodo por su antigua capitalidad como ducado, Rodrigo inicia la expansión castellana a los llanos, siendo su hijo Diego Rodríguez, apodado el Porcelos, quien funda Burgos en el 884. La muerte de este en el 885 hace que Amaya y su condado pasen a Nuño Fernández, quien funda el condado de Muñó donde desplaza poco antes del 935 el obispado de Amaya, que había sido restaurado en la antigua diócesis visigoda aunque no sabemos desde qué fecha.
Este desplazamiento del poder a los llanos inicia el declive de Amaya como lugar central del poder en Castilla, si bien durantre la Edad Media fue cabeza de un alfoz, cuyas primeras citas son de la segunda mitad del siglo X, que abarcaba numerosas villa y aldeas. Este alfoz sufre ese proceso de patrimonialización del poder en manos de grandes nobles, y así desde el fines del siglo XI, en concreto desde 1073, conocemos el primer tenenente de Amaya, cargo por donde vemos desfilar sucesivos personajes a lo largo del siglo XII, hasta que al final de esa centuria es copado por una de las familias más poderosas, la de los Lara. Si bien durante este proceso al castro histórico de la Peña de Amaya va cediendo protagonismo a las aldeas que se multiplican a sus pies, es en él, en su castillo, donde reside el poder y la aldea castral se mantiene poblada hasta avanzado el siglo XIV9​.
Plano arqueológico de Peña Amaya.

Arqueología[editar]

La primera excavación en Amaya se realizó en 1891 por parte de Romualdo Moro, bajo el encargo del marqués de Comillas. Su memoria Exploraciones en la peña de Amaya, fue enviada al director de la Real Academia de la Historia, el padre Fidel Fita, pero no fue publicada hasta el año 1999 por Abascal Palazón dentro la monografía que dedica al fondo documental de Fidal Fita. Hasta entonces de esos trabajos solo conocíamos la colección epigráfica publicada por Fita y lo que transcribió Abásolo en los años setenta, además del estudio de algunos objetos de la colección de Comillas debido a varios autores. Una transcripción de la memoria corregida y completa con todas las ilustraciones ha sido publicada en la reciente monografía sobre el castro de Peña Amaya9​.
Entre el año 2000 y 2002 se realizaron nuevas campañas de excavación en el castro, dirigidas por Javier Quintana López, de la empresa Alacet Arqueólogos, S. L., subvencionadas por la Junta de Castilla y León. Los resultados de esas campañas, de la revisión de las fuentes históricas y de los fondos de los museos, han permitido una puesta la día del conocimiento de este histórico lugar. Respecto al poblamiento prehistórico estos trabajos han permitido establecer que además de una esporádica presencia de época campaniforme, el castro conoce su primera ocupación estable en el Bronce Final, primero como un lugar de habitación dentro de la cultura de Cogotas I y al final de este periodo como lugar simbólico donde realizar ocultaciones votivas de armas del Bronce Final III -espada de lengua de carpa, hacha de talón y anillas-. Con la duda de su continuidad durante la Primera Edad del Hierro, los fondos de los museos y algunos hallazgos permiten sostener que estuvo ocupado en la Segunda Edad del Hierro, en la época cántabra, aunque la cercanía de este lugar con el La Ulaña, otro castro de grandes dimensiones, no permite defender para la Amaya cántabra un papel protagonista, lo que se refrenda porque no aparece citada entre las ciudades de los cántabros que nos trasmiten los historiadores clásicos en el momento en el que Roma entra en contacto con los pueblos del norte de la Península48​.
Dada la cercanía del campamento de Augusto de Sasamón, Amaya debió pasar a la órbita romana en los primeros compases de las Guerras Cántabras (29-16 a. C.), aunque no hay evidencias de un asalto ni de un asedio. Una vez conquistado el territorio en Amaya se establece un destacamento militar, muy probablemente dependiente de la Legio IV Macedónica establecida en Herrera de Pisuerga, que lógicamente abandona la peña cuando la Legio se desplaza al limes renano en el año 39 d. C. A pesar del abandono de la función militar Amaya sigue ocupada a lo largo de los siglos I y II, época a la que pertenecen la estelas funerarias que recuperara Moro. Las evidencias del siglo III son algo más esquivas, pero el castro se revitaliza con pujanza en los siglos IV y V ante la inestabilidad de la tardía romanidad. Ya hemos visto por las fuentes el papel protagonista que tiene en época visigoda, aunque los restos arqueológicos de este momento no son muy numerosos, y durante la primera repoblación castellana, aquí sí con numerosas estructuras reconocidas, como las ruinas del poblado, aún visibles, una de las necrópolis de las tres que sabemos por Moro que se reparten por el castro, o las defensas del castillo. Las pruebas radiocarbónicas confirman también que la aldea castral no desaparece hasta mediados del siglo XIV, y el castillo aún perdurará más tiempo9​.

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