El tesoro de Aliseda es un antiguo ajuar funerario tartésico hallado en Aliseda (Cáceres) y es posible que estuviera fabricado en oriente. Es de oro y predomina la técnica de la filigrana y cincelado. Se intentó vender las piezas de forma clandestina, pero finalmente fueron interceptadas y llevadas al Museo Arqueológico Nacional, en Madrid con el número de inventario 586 para lo que representa el conjunto de las piezas.

Hallazgo[editar]
El Tesoro de Aliseda se encontró en el mes de febrero de 1920 en la localidad de Cáceres del mismo nombre. Constituye un hallazgo casual y desde el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes se dictó una Real Orden declarándolo propiedad del Estado Español en aplicación de la Ley de Excavaciones y Antigüedades de 1911, ingresando en septiembre de 1920 en el Museo arqueológico Nacional de España. Posteriormente se pagó la correspondiente indemnización.23
Contexto histórico[editar]
Pertenece a la Edad del Hierro (750-218 a. C.). Los fenicios fueron un pueblo importante del Mar Mediterráneo, el primer pueblo colonizador que llegó procedente de las costas del actual Líbano a la Península Ibérica, sobre el siglo IX a. C., y que se asienta de forma definitiva. Fueron un pueblo fundador de un gran número de colonias, como Cartago, en el Norte de África hacia el siglo IX a. C. (actual Túnez), Gades o Gadir en el siglo VIII a. C. (actual Cádiz), Malaka (actual Málaga) y Sexi (Almuñecar). Los fenicios llegaron a la Península atraídos por la abundancia de metales, introduciendo, a cambio, un gran número de manufacturas de lujo, productos exóticos y tecnologías desconocidas para los nativos. Su presencia, su necesidad de productos, y la demanda generada por este pueblo se tradujo en un desarrollo de las comunidades nativas más próximas.
El pueblo indígena más poderoso en ese momento era el reino de Tartessos, célebre por sus riquezas y la longevidad de sus monarcas, situado al sur de la Península. La monarquía tartésica, de carácter hereditario, existía ya desde principios de la Edad de Bronce (1800-750 a. C.). Cultivaron la orfebrería, joyería y broncería, imitando a los demás pueblos de Oriente con que se relacionaban.
Los ajuares funerarios del pueblo fenicio eran ricos y abundantes, con muchas piezas de orfebrería y alfarería (ya que introdujeron nuevas tecnologías como el torno de alfarero). Los fenicios introdujeron también un gran número de objetos de origen griego, fueron grandes comerciantes, comerciaban con los pueblos del interior y comenzaron una cultura orientalizante entre el Tajo y el Mediterráneo y la costa ibérica hasta Emporión (colonia fundada por los griegos en torno al 600 a. C.). No adoptaron la moneda de los tartesos en estas transacciones comerciales, ya que estos no tenían una economía de mercado.4
Clasificación[editar]
Se trata de un tesoro tartésico y data del siglo VII a. C. Debido a la ruda manera en que fue encontrado y la falta de medios para la excavación, no se puede precisar si se trataba de un tesoro o de las alhajas y ajuar mortuorio de una dama en sepultura.
Descripción[editar]
El tesoro formó seguramente parte de un ajuar funerario, de un lugar donde por lo menos se tuvo que enterrar a un hombre y una mujer aristocráticos con sus respectivas joyas: el cinturón es masculino y la diadema femenina. El tesoro consta de un conjunto de piezas como un brasero y un vaso de plata, un espejo de bronce, una jarra de vidrio con jeroglíficos, así como 285 objetos o fragmentos de oro, muchos de ellos con piedras semipreciosas engastadas. Este conjunto está trabajado con granulado, filigrana y soldadura, técnica empleada por los fenicios. Recientes investigaciones hacen creer que estas piezas podrían haber sido fabricadas en un taller peninsular, en este taller se fabricó un nuevo tipo de diadema con los extremos triangulares, símbolo tartésico y antecedente de las diademas ibéricas posteriores también realizadas con los extremos triangulares.2
Collar[editar]
La pieza está inventariada con el número 28.561.
Es un collar de oro que está compuesto por 11 colgantes, cuatro bolas y trece colgantes fusiformes de diferente tamaño. Destacan los colgantes o estuches porta-amuletos rematados en una cabeza de halcón; con forma de cabeza de serpiente, con escamas representadas con gránulos; o con forma de creciente luna. Los colgantes tienen en la parte superior un rodillo por donde pasaría el hilo.5
Diadema[editar]
La pieza está inventariada con el número 28.554.
Está formada por una lámina compuesta por plaquetas cuadradas formando una faja de doble hilera de rosetas y festones con esferas pendientes de pequeñas cadenas. Todas las rosetas contendrían piedras decorativas, pero solamente se conserva una turquesa. Cada uno de los extremos triangulares se decoran con temas vegetales mediante granulado, presenta cuatro cabujones que contendrían posiblemente piedras y borde compartimentado.6
Brazalete[editar]
La pieza está inventariada con el número 28.558.
El brazalete está formado por una gruesa lámina de oro con trabajo calado de dos series de espirales entrelazadas que parten del centro hacia direcciones opuestas hasta los extremos. Los bordes del brazalete se encuentran decorados con un cordón liso. Los remates finales de los extremos tienen forma de palmetas decoradas en su interior con flores de loto.7
Cinturón[editar]
La pieza está inventariada con el número 28562.
Es un cinturón de 68,30 cm de longitud. Está formado por pequeñas placas de oro que representan un dios-héroe luchando con un león, grifos alados recorriendo hacia la derecha y palmetas. Las figuras impresas resaltan sobre un fondo granulado. Tal vez fue el encargo de un aristócrata que utilizó la iconografía oriental como símbolo de poder y prestigio.8
Inventariada con el número 28562/1 se encuentra una pieza de dicho cinturón, consistente en una placa rectangular de oro repujado con granulado que representa una escena de una lucha entre un hombre y un león rampante, el trabajo está elaborado con influencias fenicias en el tecnicismo de los adornos de pequeño tamaño y en la iconografía empleada.9
Jarra[editar]
La pieza está inventariada con el número 28 583 y tiene unas dimensiones de 15 cm de altura por 9 cm de diámetro.
La jarra está grabada en vidrio de color verde, opaco y con las paredes muy gruesas. Es de cuerpo piriforme con un asa y la boca trilobulada, tiene escritura en jeroglífico, su procedencia es de Egipto y seguramente llegó a la Península Ibérica como objeto de lujo para comerciar con él.10
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dd: mdw in' Is.t (Sentencia de Isis )
n-sw bit nb(?) iry (Rey del Alto y Bajo Egipt0)
El tesoro de El Carambolo es un conjunto de varias piezas de oro y cerámica de discutido origen tartesio en síntesis con la cultura púnica peninsular, que fueron encontradas en 1958,1 en el cerro de El Carambolo en el municipio de Camas, a tres kilómetros de Sevilla.2 La fabricación del conjunto está datada, según varios expertos, en un lapso entre los siglos VI a V a.C. para el collar, y en torno a la primera mitad del siglo VII a.C. para el resto de las piezas.3 Recientes estudios concluyen que se trata del ajuar propio de animales que eran sacrificados en templos fenicios dedicados al dios Baal y la diosa Astarté,4 confirmando las hipótesis inicialmente formuladas en 1979, que divergían de la tradicional atribución de las piezas a la cultura tartésica.

Localización[editar]
A tres kilómetros de Sevilla, unos pequeños cerros a los que llaman carambolos se elevan casi un centenar de metros sobre las aguas del Guadalquivir. En uno de ellos, en el término municipal de Camas, se encuentra La Real Sociedad de Tiro de Pichón de Sevilla. Esta entidad, que adquirió el terreno en 1940 con la idea de ubicarse físicamente allí, había iniciado unas obras para ampliar sus instalaciones, con motivo de un torneo internacional que tenía previsto celebrarse. La leyenda de que existía un tesoro en el lugar ya venía de antiguo, pero era sólo eso, una leyenda.
Al arquitecto que dirigía las obras no le convencía que unas ventanas que darían a una futura terraza en construcción, pudieran quedar casi al mismo nivel que ésta, por lo que antes de que se colocara el pavimento mandó excavar para que se profundizara unos 15 cm más.
Hallazgo[editar]
El 30 de septiembre de 1958, uno de los obreros, Alonso Hinojo del Pino (albañil natural de Medina Sidonia), encontró casi en la superficie un brazalete que luego resultó ser de oro de 24 quilates y de un incalculable valor arqueológico. Al observar que al brazalete le faltaba un adorno, tanto él como el grupo de trabajadores que participaba, siguieron excavando en la búsqueda de la parte restante. Pero la sorpresa fue aún mayor cuando encontraron un recipiente de barro cocido, una especie de lebrillo, conteniendo muchas otras piezas y que por desgracia se partió, y al mezclarse los restos con otros restos de cerámica fue imposible reconstruir.6 Aparentemente eran imitaciones de joyas antiguas, de latón o cobre, por lo que no dieron mayor valor a lo encontrado. Tanto es así, que se las repartieron entre los trabajadores que habían intervenido.7 Uno de ellos, para demostrar que no podían ser de oro, dobló repetidamente una de las piezas hasta llegar a romperla.
La directiva del tiro de pichón, buscó la intervención del arqueólogo y catedrático Juan de Mata Carriazo y Arroquia, que estableció que estas piezas pertenecían, fijando un amplio margen de error, a un período comprendido entre los siglos vii y viii antes de Cristo, y describió el hallazgo así:
El tesoro está formado por 21 piezas de oro de 24 quilates, con un peso total de 2,950 gramos. Joyas profusamente decoradas, con un arte fastuoso, a la vez delicado y bárbaro, con muy notable unidad de estilo y un estado de conservación satisfactorio, salvo algunas violencias ocurridas en el momento del hallazgo (...) Un tesoro digno de Argantonio", legendario rey de Tartessos.
Esta táctica de aprovechar un nombre de la mitología clásica o grecolatina, viene del descubridor de Troya, Henry Schliemann, que al descubrir unas piezas de oro dijo que eran de la princesa Helena de Troya y una máscara funeraria era de Agamenón, sin tener prueba alguna de ello.
Piezas del tesoro[editar]
Este valiosísimo tesoro que muestra un exquisito trabajo de orfebrería fenicia (sendas reproducciones pueden verse en el Museo Arqueológico de la capital hispalense y en el Ayuntamiento de Sevilla) se encuentra celosamente guardado en la caja fuerte de un banco.8 Diversas técnicas fueron empleadas en su ejecución: fundido a la cera perdida, laminado, troquelado y soldado. Algunos elementos, debido a las concavidades que presentan, tuvieron que llevar incrustaciones de turquesas, piedras semipreciosas o de origen vítreo.
Una de las joyas más destacadas, que presenta una decoración floral bastante distinta del resto del tesoro, consiste en una cadena doble con cierre decorado, de la que penden siete de los ocho sellos giratorios originales.
Estos sellos, que en su origen podrían haber servido para marcar propiedades, sellar contratos, o acreditar un control administrativo, se clasifican como correspondientes a la época tartésica orientalizante y se cree que podían haber dejado de tener su función original como sellos y haberse convertido posteriormente en mera joya de adorno.
Controversias[editar]
Mientras algunas opiniones coincidían -arqueólogos románticos, tartesiólogos y nacionalistas andaluces- en que todos estos adornos de oro posiblemente eran portados por una sola persona -tal vez un hombre- en momentos de máxima representatividad u ostentación, la arqueología se decanta por la hipótesis de que se trata de adornos para algún animal que los fenicios sacrificasen a Astarté, dejando luego la joyería en una fosa o bóthros ritual. Pese a ello, quienes pensaron que era el ajuar de un rey o reyes -o bien de un sacerdote- son personalidades tales como Juan de Mata Carriazo, Blanco Freijeiro, Maluquer de Montes y otros tantos ilustres arqueólogos. Modernamente se ha hipotetizado que un tesoro de estas características pueda tratarse de joyas para animales, lo cual ni encaja con el valor del ajuar en su época -ya que son unos tres kilos de oro- ni con una función normal de uso de piezas de orfebrería en la antigüedad.
Cuando ejercía como Comisario de la Expo 92 de Sevilla, Don Jesús Aguirre, marido entonces de la Duquesa de Alba y Duque consorte, encargó a un prestigioso joyero de Madrid, conocido suyo, una exacta reproducción en oro del tesoro, para ser expuesta. El temor, por parte de destacados miembros del Ayuntamiento sevillano, de que las piezas originales, cuando se devolvieran, podrían ser sustituidas por una copia, produjo un enfrentamiento verbal con el Duque de Alba que desembocó en el cese de su cargo como Comisario. Aquel suceso dio origen a las famosas declaraciones del duque consorte cuando conoció las palabras del alcalde que justificaban su destitución: "He cesado a Jesús Aguirre porque él se ha hecho responsable del comunicado que la pasada semana criticaba con dureza la actuación municipal en relación con el tesoro de El Carambolo". El duque apostilló: "Me permito una licencia académica: no me siento cesado, porque cesar es un verbo intransitivo, pero sí destituido. El alcalde está en su derecho...".
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