HISTORIA ANTIGUA
El Toro de Osuna data de finales del siglo V a. C., es una escultura de la época ibera, concretamente esculpida por el pueblo turdetano, y que fue encontrada en Osuna, Sevilla, en el yacimiento arqueológico de la antigua ciudad ibérica de Urso. Se trata del altorrelieve de un toro echado labrado en un sillar, que formaba parte de un monumento funerario, en el cual tendría función protectora.
La escultura está expuesta en el Museo Arqueológico Nacional de España, en Madrid, junto a diversas esculturas del periodo ibérico, y tiene el número de inventario 38416.

Es un toro erguido tratado de forma realista y rígida a la vez. Los ojos están rodeados de profundas incisiones que se prolongan encima de la nariz. La boca está entreabierta y la papada está tratada con incisiones curvas y paralelas. El cuerpo es delgado y con caderas pronunciadas.
Características técnicas[editar]
Tallado en piedra caliza. Las patas están partidas por encima de la rodilla, el rabo, la punta de las orejas y los cuernos están rotos. Altura 56 cm; longitud 121 cm; grosor 31 cm.
Los toros de Balones o bichas de Balones (en valenciano bitxa de Balones) son dos esculturas ibéricas halladas en Balones (Alicante, España)1
Los toros en la cultura ibérica frecuentemente en relación con las necrópolis y, concretamente en el área de la Contestania, también suelen estar en las cercanías de manantiales o ríos.2 Los toros de Balones se hallaron en la partida de Pitxòcol,1 en el pequeño valle de Seta.3
Las esculturas se conservan en estado fragmentario. Una carece de la cabeza y de las patas, mientras que la otra únicamente conserva los cuartos traseros.1 Su datación y atribución es segura, entre otros motivos, porque junto a ellas se encontró cerámica campaniense importada junto a cerámica ibérica.1 Asimismo, también se halló un relieve que muestra a una divinidad domadora de caballos.1 Los toros de Balones se encuentran expuestos en el Museo de Prehistoria de Valencia.
Parque arqueológico-natural de la Campa Torres[editar]
Los primeros estudios en el parque datan de finales del siglo XVIII, cuando en 1783 el arquitecto Manuel Reguera González, instado por Jovellanos, excavando los restos de dos construcciones que él consideró pertenecientes a las construcciones de las Aras Sestianas.
En 1972, José Manuel González, profesor de Prehistoria de la Universidad de Oviedo, lo cataloga como el castro Noega, conocido por diferentes textos antiguos. Seis años más tarde, en, 1978, José Luis Maya y Juana Bellón realizan la primera campaña de excavación científica, en esta campaña se halló un edificio romano y restos de arqueológicos más antiguos. En 1980 es declarado como Bien de Interés Cultural y en 1982 comienzan las excavaciones periódicas de la Campa de Torres, bajo la dirección de José Luis Maya González y Francisco Cuesta Toribio y dentro del "Proyecto Gijón".
En 1985 a José Luis Maya González y Francisco Cuesta se les encarga, por parte del Ministerio de Cultura, la redacción de un anteproyecto y proyecto para la creación de uno de los primeros parques arqueológicos de España en el yacimiento gijones.
El parque se inauguró por el Ministerio de Cultura en el año 1989 siendo parte del plan de parques arqueológicos que comienza a elaborar el ministerio ese año como forma de divulgación y estudio de diferentes yacimientos arqueológicos en España. En esta línea el ministerio se inclina no sólo a la muestra de las diferentes piezas que se encuentran en él, si no que amplía la concepción de la palabra museo a la zona que ocupa el yacimiento.1
Así por este motivo el parque se centra no sólo en la muestra de las piezas arqueológicas halladas en la zona en diferentes excavaciones que todavía hoy perduran si no que la colección se muestra dentro de un marco contextual con la época y la zona. Por ello aparte de realizar la labor típica de protección de las piezas realiza una divulgación del yacimiento con lo que el parque queda plenamente integrado en el territorio en el que se aloja.
El parque descubre la prehistoria asturiana centrándose en los inicios de los asentamientos desde las tribus astures prerromanas hasta las época romana que dieron origen a la ciudad de Gijón tal como la conocemos hoy en día. Esto es posible gracias a las excavaciones que han dejado a la vista las ruinas de un poblado prerromano posteriormente romanizado.
Los cincuenta mil m2 que conforman el parque se encuentran divididos en varias zonas diferenciadas:
- Recepción y museo (abajo)
- Faro romano
- Itinerario arqueológico (abajo)
- Castro (abajo)
- Miradores de aves
- Miradores
Recepción y museo[editar]
El museo ocupa un antiguo búnker de la guerra civil española para la defensa del Musel. En este edificio existe una sala de audiovisuales, servicios, espacios de trabajo, biblioteca y área de recreo.
El museo está compuesto por diferentes reproducciones, maquetas y audiovisuales.
Itinerario arqueológico[editar]
Está formado por trece puntos de observación en los que paso a paso se van enseñando e informando sobre los diferentes aspectos del poblado. Durante todo el recorrido la senda está jalonada por diferentes viviendas prerromanas de planta circular (siglo V a. de C.), elípticas y viviendas romanas estas ya con planta rectangular (siglos I al III).
Otros puntos de interés son la muralla defensiva, pozos artesanoss En este recorrido también vienen marcados datos de las zonas vegetales y su evolución en paralelo con las civilizaciones que poblaron la campa.
Los puntos de información que marcan este recorrido nos ofrecen también datos sobre las especies vegetales y su evolución histórica hasta configurar el paisaje actual.
El Parque Arqueológico-Natural de la Campa Torres es el centro neurálgico que organiza y coordina toda la actividad arqueológica del concejo de Gijón, sede del centro de documentación arqueológica del municipio y de la Biblioteca Manuel Fernández-Miranda.
Castro de la campa de Torres[editar]
El castro forma parte del asentamiento inicial de la zona iniciándonos en la compresión de los asentamientos humanos y su estructura.
La leona del Zaricejo es una escultura ibérica hallada por José María Soler en el valle del Zaricejo, en Villena (Alicante), a principios de 1968. No es posible asegurar si en el valle hubo un poblado o una necrópolis de incineración, pero se trata, en todo caso, de un yacimiento de llanura que por los manteriales hallados —cerámicas grises, con pintura geométrica y de barniz negro, fusayolas, molinos, etc.— puede datarse del siglo IV a. C. y está situado a los pies de cerro de Terlinques, donde existió un poblado de la Edad del Bronce.1
La figura es de piedra blanquecina, con pátina rojiza. Se distingue de otras esculturas parecidas por la curvatura antianatómica de su mandíbula superior, mediante la cual quizás se quiso expresar la fuerza con que apretaba algo entre sus dientes. No se conserva en su totalidad, sino un gran fragmento de 34 cm de longitud, 23 de anchura y 34 de altura. Dado que se halló colocada sobre unas piedras, probablemente estaba situada sobre un pedestal defendiendo la entrada de la necrópolis, práctica muy común por parte de los íberos. En la actualidad la pieza está conservada en el Museo Arqueológico de Villena.
El Lobo de El Pajarillo, o Cabeza de lobo de El Pajarillo, es una escultura de piedra caliza que representa la cabeza de un lobo y que forma parte del conjunto escultórico de El Pajarillo, que data de la primera mitad del siglo IV a. C., que fue esculpida por los iberos y cuyo hallazgo se produjo en el cortijo "El Pajarillo", situado en la localidad de Huelma, provincia de Jaén, Andalucía.1 La pieza se expone de forma permanente en el Museo de Jaén, Andalucía.
Se trata de una escultura de un lobo en actitud agresiva y amenazante, como se deduce al comprobar que tiene las orejas inclinadas hacia atrás, el hocico arrugado y la boca entreabierta.

El circo romano de Itálica fue construido en la que fue primera ciudad romana en la Hispania romana, Itálica, situada en el actual término municipal de Santiponce (provincia de Sevilla), en Andalucía (España), que fue fundada en el año 206 ANE.
Historia[editar]
No hay datos arqueológicos de su existencia, pero sí musivarios, ya que uno de los principales mosaicos hallados en la ciudad romana en el año 1799, ilustraban los juegos celebrados en el circo y alude, incluso, a los nombres de los principales protagonistas.
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