La Esfinge de Haches es una escultura ibérica encontrada en la pedanía de Haches, dentro del término municipal de Bogarra, en la provincia de Albacete. Fue encontrada, de manera casual, a los pies de la torre almohade de Haches. Ha sido datada en el siglo VI a. C. y se encuentra depositada en el Museo Arqueológico de Albacete desde 1945.
Por su enigmática sonrisa ha sido calificada como la Gioconda Ibérica.
Descripción[editar]
Escultura animalística y fabulosa, de carácter apotropaico, propia de la escultura ibérica está representada por esta esfinge, cuya estructura cúbica y visión central la acercan más al altorrelieve.
Es un sillar con talla en alto relieve, en el que la figura aparece en reposo. El rostro es trasunto de una figura arcaica griega, aunque el cuerpo muestra el carácter indígena de esta esfinge que debió tener un significado de protector de una tumba. Se fecha en el siglo VI a. C.
Representa la mítica figura con garras de león, cuerpo de ave y cabeza de mujer, donde la sonrisa arcaica de sus labios, y el trenzado de su pelo recuerdan a la escultura griega.
Se trata de una figura alada y se estima que estaba asociada a un contexto funerario. Representa un ser mitológico, cuya cabeza está girada hacia la derecha, rompiendo el perfil del cuerpo. El cuerpo corresponde a un animal cuadrúpedo en reposo mientras que la cabeza, que mira al espectador, es de mujer.
Los investigadores han hallado ciertos relaciones culturales entre los antiguos pobladores de este territorio y los pueblos del Mediterráneo oriental. La estética de figuras como ésta, las esfinges gemelas de El Salobral o la Bicha de Balazote responden al tipo griego arcaico.

Las esfinges gemelas de El Salobral son una pareja de esculturas ibéricas halladas en 1901, de manera accidental, en la pedanía albaceteña de El Salobral. Es común el error de referirse a ellas como una sola (esfinge de El Salobral) cuando, en realidad, existen dos esculturas idénticas, talladas en espejo para ser ubicadas de manera contrapuesta con la finalidad de flanquear la entrada o esquinas de un túmulo funerario.
Expolio[editar]
Tras su hallazgo, como producto del expolio arqueológico que padeció la escultura ibera a principios del siglo XX, fueron vendidas por el arqueólogo Pierre Paris al Museo del Louvre. En la actualidad una de ellas, la más famosa, se encuentra en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid, mientras que su hermana, menos conocida, se halla en los fondos del Museo Municipal de Saint-Germain-en-Laye, cerrado desde 1979 por sus graves carencias en materia de seguridad, que permitieron el robo de una de sus obras emblemáticas -El Prestidigitador- atribuida a El Bosco. La esfinge que está en Madrid retornó en 1941 en la misma operación que permitió a España recuperar la Dama de Elche, la Esfinge de Agost y parte del Tesoro de Guarrazar.
Características[editar]
Al igual que otras, como la Bicha de Balazote, se considera que formaba parte de un conjunto funerario turriforme similar al Sepulcro de Pozo Moro. El carácter de estas esculturas, dotadas de un significado mágico, era apotropaico (es decir, defendía el monumento funerario frente al expolio y protegía la memoria del difunto) y psicopompo (un vehículo para conducir el alma del difunto al mundo de ultratumba). La esfinge conservada en España conserva restos de policromía, especialmente un rojo intenso, considerado el color de vida por su parecido con el de la sangre humana. Por sus rasgos estilísticos se fecha su cronología a finales del siglo VI a. C..

La Gran Dama Oferente es una escultura situada en pleno Centro de la ciudad española de Albacete.1234
Es una reproducción de la escultura ibérica original del siglo iii o ii a.C. encontrada en el Cerro de los Santos, dentro del término municipal de Montealegre del Castillo (Albacete), la cual se expone en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid.1
Se trata de una figura femenina de cerca de 1,5 m. de altura realizada en piedra caliza. Ataviada con tres túnicas superpuestas, sostiene un pequeño vaso que podría estar ofreciendo a la divinidad, o bien podría participar en un rito de iniciación, y mira hacia el infinito.1
Se encuentra en los jardines del Altozano de la emblemática plaza del Altozano, en pleno Centro de la capital albaceteña. Está elevada sobre un pequeño pedestal de piedra que constituye su base.

El grifo de Redován es una escultura ibera que fue encontrada en el municipio español de Redován, provincia de Alicante, concremente en el paraje conocido cómo El Mulagar, en el año 1893 en el curso de unas excavaciones llevadas a cabo por Valeriano Aracil.1
Es una imagen de un ser mitológico mitad hombre mitad águila. La obra representa un “grifo” o animal fantástico, con ojos saltones, fauces abiertas en forma de pico, grandes cejas unidas, simulando una palmeta protohelénica, chipriota o fenicia, y en la cerviz, cresta denticulada, flanqueada por sendos cuernos caprinos.
Esta escultura fue exhibida en Museo del Louvre, hasta que fue devuelta a España en el año 1941.2 Actualmente se encuentra en el Museo Arqueológico Nacional.2
Algunos expertos la sitúan con ciertos rasgos que podrían señalar que el escultor que la esculpió pudiera ser el mismo que realizó la Dama de Elche.

El Guerrero de la doble armadura es una escultura ibérica de la primera mitad del siglo V a. C. realizada en piedra calcarenisca blanca de grano fino, conocida como «piedra de Santiago de Calatrava». Procede del conjunto escultórico del yacimiento de Cerrillo Blanco (Porcuna, Jaén, España), excavado desde 1975 y que se exhibe actualmente en el Museo de Jaén. El Guerrero solo conserva la cabeza, el torso y parte del brazo izquierdo y del muslo derecho, y sus dimensiones son 105 x 17 x 32 cm.
La escultura representa a un guerrero aristócrata en combate, ataviado con armadura, casco —que poseía piezas metálicas integradas—, escudo circular o caetra, que llevaría en la mano izquierda, y espada desenfundada en la derecha. El rostro está esculpido sobre un cuadrado, tratado en grandes planos rectilíneos; muestra rasgos de un joven sereno, de proporciones armoniosas, con una boca fina de labio inferior algo carnoso, esbozando una leve sonrisa, y ojos rasgados con pupilas y párpados fuertemente marcados. Estas características permiten relacionar la obra con el final de la escultura griega arcaica y el comienzo del periodo clásico relacionado con los artistas de Focea.
Se trata de la única escultura del conjunto de Cerrillo Blanco que conserva la cabeza. La escultura fue destruida y sus fragmentos enterrados poco después del 400 a. C., fecha ante quem. Al parecer, el vandalismo afectó en mayor medida a los rostros, por lo que esta estatua tiene un gran valor documental.
Indumentaria[editar]
Se puede conocer a través del estudio de esta pieza la indumentaria de un guerrero ibero aristócrata del siglo V a. C. Probablemente la estatua incorporó otros adornos en forma de piezas metálicas que se han perdido, puesto que quedan las huellas rectangulares en relieve rehundido en los lugares donde se situarían estos apliques.
La cabeza se halla protegida por un casco de textura lisa en su cara visible, semejando cuero, que cubriría las orejas y llegaría hasta la nuca, estando la parte posterior destruida. En el centro del mismo, una cinta dispuesta de frente a nuca serviría de base a una cimera que representaría a un felino, del que sólo se conserva una parte de las patas. En el temporal derecho se distingue un adorno en forma de cuerno vuelto o espiral, en cuyo centro se aprecia una caja rectangular y profunda con bordes salientes bien terminados, que podría alojar alas o algún otro tipo de adorno metálico. Se aprecian asimismo orificios que servirían para la aplicación de cuernos u otros ornamentos postizos.
El torso está vestido con túnica muy ajustada, con escote en forma de «V» por delante y por detrás, y sobre ésta se dispone el peto que se aprecia parcialmente sobre el hombro izquierdo, y las correas que lo sujetan, que pasan sobre los hombros y se cruzan por la espalda. Sobre el peto se disponen las grandes fáleras (discos de bronce), que cubren casi completamente el pecho y la espalda, con otras dos menores sobre los hombros, como señala el hombro izquierdo. Las fáleras van unidas con correas anchas y fuertemente sujetas por otras que pasan bajo los brazos; por encima de ellas se aprecia un ancho tahalí de donde cuelga, sujeta con anillas y hacia la izquierda, una vaina vacía. En el brazo izquierdo, a partir del codo, aparece un brazalete en espiral con cuatro vueltas por delante y cinco por detrás.
La túnica queda ceñida por un cinturón ancho de tres refuerzos, cuya hebilla queda oculta parcialmente por la fálera delantera y la vaina, aunque se aprecia un cuadrado inciso a la altura de una de las anillas que une la vaina con el tahalí. Hacia el costado izquierdo sale del cinturón lo que podría ser un fajín. De la vaina sólo se aprecia con claridad la boca con rebordes, mientras que el resto se ha perdido, aunque parece claro que serviría para alojar una espada de gran tamaño, como una falcata.

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