jueves, 26 de diciembre de 2019

HISTORIA DE ESPAÑA

CELTIBERA

El Molón es el nombre que recibe el yacimiento arqueológico situado en la Sierra de Mira, a 1,5 km al norte de Camporrobles (Valencia).1​ El nombre le viene por el cerro sobre el que se asienta, una gran muela cretácica de 1124 msnm. Presenta forma alargada y se encuentra estructurada en varias plataformas. La central, más amplia, fue la elegida como lugar de asentamiento pues resulta muy apta para el desarrollo urbanístico, al tiempo que presenta unas condiciones defensivas inmejorables, al quedar delimitada en buena medida por abruptos escarpes.

El Molón
Oppidum
Camporrobles 09.JPG
El Molón.png
Ubicación de los El Molón


Historia[editar]

El yacimiento presenta un gran interés debido a su estratégica localización geográfica, en la zona de transición de la Meseta, las Serranías Ibéricas y el litoral mediterráneo. Por tanto, la muela tuvo una ocupación continua desde el final de la Edad del Bronce o inicios de la Edad del Hierro, extendiéndose hasta la segunda mitad del siglo I a.C.1​ Se abandonó en época romana al pasar los asentamientos a la llanura, aunque el lugar seguiría visitándose durante esa época, dada la presencia esporádica de materiales de los primeros siglos de nuestra era. El poblado se recuperaría nuevamente en un momento indeterminado de la segunda mitad del siglo VIII, para abandonarse definitivamente hacia el siglo X como lugar de hábitat.1​ Se reocupó como observatorio militar del aeródromo cercano durante la Guerra Civil y como campo de cultivo durante la década de 1940.1

Niveles[editar]

Prerromano[editar]

Del nivel prerromano se conserva principalmente el sistema defensivo, hasta el punto de convertirlo en uno de los grandes ejemplos de la poliorcética ibérica y celtibérica.1​ Los hallazgos más espectaculares se han centrado en el poblado de la Edad del Hierro, cuya superficie de 2,65 hectáreas, que sería mayor dada la existencia de barrios extramuros, hacen que pueda ser considerado como un oppidum de pequeño tamaño.1
La gran defensa natural del lugar se completó, a lo largo de un centenar de metros, con una muralla longitudinal muy bien conservada por el norte y el oeste, las zonas más accesibles, mientras que un gran torreón rectangular de unos 40 m², un antemural o torre adelantada y un foso de unos 20 m de longitud y casi 5 de ancho, con el que se relaciona una poterna magníficamente conservada, defienden el istmo situado en el lado este, el más vulnerable. Sendas torres, de las que en la actualidad no quedan prácticamente restos, flanquearían la puerta principal de acceso al poblado, a la que se llegaría por un camino tallado en la roca, que conserva los profundos surcos producidos por las ruedas de los carros.1
El poblado estuvo dotado de varias cisternas talladas en la roca, dos en el interior del hábitat, y otra, de más de 20 metros de profundidad, al exterior del recinto, junto al camino que se dirigía hacia el acceso principal. En las inmediaciones del poblado se documenta la necrópolis, de incineración en urna, lamentablemente destruida casi en su totalidad. Destaca asimismo la existencia de una cueva-manantial situada a los pies de la ladera suroccidental, interpretable como un santuario.1

Andalusí[editar]

Del nivel andalusí se conserva la planta completa del asentamiento, que parece corresponder a un hisn o lugar fortificado en altura de cierta envergadura. El conjunto presenta el interés de haber conservado la planta completa del asentamiento, de algo menos de 1 hectárea, rodeado por una muralla que recorre su perímetro de forma completa, individualizándose en su interior dos zonas.1​ La primera es el poblado propiamente dicho, donde encontramos la mezquita y otros edificios anejos, así como conjuntos de estancias, articuladas por espacios abiertos; en su parte más elevada se localizan los restos de una pequeña torre vigía. La segunda zona es un recinto libre de construcciones conectado con las otras áreas por dos accesos y que se interpreta como interpretado como un albacar.1​ Por lo que se refiere a las unidades habitacionales, se trata de grandes espacios rectangulares, en su mayoría sin compartimentación interna, con muros de trazado irregular, construidas en general sobre los restos de otras anteriores, pertenecientes a la fase ibérica del poblado. Extramuros de este nivel quedaban las defensas prerromanas, convertidas en un espacio de servicios en el que se ha documentado un edificio de grandes dimensiones.1
  • Mezquita: Localizada en la parte más oriental de la zona alta, es el hallazgo más importante. Se trata de un edificio de planta rectangular, en el que la predeterminada orientación del muro sur o qibla, al que queda adosado un nicho rectangular o mihrab, nos llevan a su clara identificación. El edificio queda integrado por una gran estancia, al sur, en la que se individualizan sendas salas comunicadas entre sí, que contarían posiblemente cada una de ellas con un nicho, así como una pequeña antesala que daría paso a lo que se ha interpretado como un patio, situado al norte. La presencia de este edificio en este asentamiento destaca su singularidad al revelar la ideología y cultura de sus pobladores, posiblemente bereberes.













Navafría es una necrópolis celtibérica situada cerca de Clares, un pueblo integrado en el municipio de Maranchón (GuadalajaraEspaña).

Ajuares encontrados[editar]

Entre los ajuares hallados en el yacimiento aparecieron tres valiosas piezas, que hoy en día se conservan en el Museo Arqueológico Nacional de España, en Madrid. Una de ellas ha sido considerada una diadema, aunque tiene una estructura similar a la de algunos pectorales de la Edad del Hierro de Francia o Italia. El cuerpo principal está hecho de bronce, con un vástago de hierro cubierto de bronce sobre él, y un tercer cuerpo con colgantes de bronce estañado.
La segunda pieza tiene siete hojas dobladas de bronce, algunas también estañadas, que podrían cubrir una vaina de madera recubierta o no de cuero, como encontramos en algunos modelos similares de Austria o Gran Bretaña.

El collar de la Sacerdotisa del Sol[editar]

La tercera pieza, la más notable de todas, es un collar de arcilla cocida fechado en el siglo IV a. C. Fue descubierto en 1914 por Enrique de Aguilera y Gamboa, XVII Marqués de Cerralbo, en la tumba n.º 53. Tanto esta sepultura como el collar contenido en ella fueron bautizados por el propio Marqués como "de la Sacerdotisa del Sol". Este objeto sagrado posee un poderoso simbolismo religioso, hecho que ya fue señalado por su descubridor:
Notabilísima singularidad de un collar que encontré en una sepultura de una urna cineraria; collar que armé denominándole sideral por inducirme a la hipótesis que hubo pertenecido a una sacerdotisa del culto al Sol, por los objetos que constituyen este único y admirable collar, pues lo componen cuatro ruedas que en la Antigüedad siempre representaron también el Sol: como los cuatros cuernos de la Luna, la diosa Eaco de los celtíberos en sus cuatro fases; y los cuatro cisnes del viaje nocturno del Sol en la barca que, tirada por un cisne, surcaba el río Océano, para reaparecer todos los días por Oriente.
Y los cuatro cisnes, son de cuatro tamaños, que representando ser más grandes y fuertes según la duración del viaje exigía, así el mayor condujera al Sol en el Solsticio de invierno con sus noches más largas; el cisne que le sigue en tamaño al equinoccio de otoño, el cisne tercero al de primavera y el cisne más pequeño al Solsticio de verano con las noches más cortas, y por consiguiente de más breve navegación.
Los demás objetos de tan excepcional sepultura, son el aparato para sostener sobre la cabeza las altas caperuzas de las sacerdotisas y varios adornos conocidos.
Marqués de Cerralbo.
Estudios posteriores han ratificado estas apreciaciones:
El sacerdocio es algo requerido por cualquier tipo de Religión organizada, y poca duda cabe de que la de los celtíberos lo es.
Marco Simón, 1986.
El collar que apareció en esta sepultura consta de elementos simbólicos importantes: los cuernos de la Luna, la rueda solar, los cisnes, todos ellos íntimamente relacionados con un mismo tema: la muerte, el viaje al Más Allá y el renacer nuevamente, aspectos que pueden indicar su creencia en la inmortalidad de las almas. Del mismo que la cruz señala cuatro puntos importantes en el cosmos, así el collar tiene cuatro puntos centrales, que son las ruedas celestes con los cuernos en un lado y los cisnes en el opuesto. El cisne juega un papel muy importante en la literatura céltica; además de las propiedades mágicas que se le atribuyen, es el mediador entre el hombre y los Dioses, se comunica con ellos en ese viaje a través del Más Allá (Green, 1992). El año es un viaje que abarcaría los cuatro puntos cardinales, así se asegura la continuidad del ciclo cósmico, ayudando al mundo en todas las fases de la Luna y el cambio de estaciones. La vida está presente sólo donde la regularidad de la naturaleza no parece detenida por las fuerzas de la muerte, un continuo avance en el universo, una regeneración periódica. Así aparece la rueda como círculo que no tiene principio ni fin, el cisne como símbolo de ese vuelo al Más Allá, y los cuernos de la Luna como el culto a los poderes fecundos y creativos de la Naturaleza.
Elisa Malpesa Montemayor. Boletín del M.A.N, XI, 1993.












Numancia es el nombre de una desaparecida población celtíbera situada sobre el Cerro de la Muela, en Garrayprovincia de Soria, en Castilla y León (España), a siete kilómetros al norte de la actual ciudad de Soria. La resistencia de sus habitantes al asedio realizado por las tropas de la República de Roma bajo las órdenes de Publio Cornelio Escipión Emiliano El Africano Menor en el verano del año 133 a. C., que prefirieron suicidarse antes de rendirse a sus atacantes, ha pasado a la historia como ejemplo de resistencia, acuñándose en la expresión «resistencia numantina».
Su primera ocupación data del Calcolítico o comienzos de la Edad del Bronce, (entre el 1800 a. C.-1700 a. C.). Perduraría un asentamiento de la cultura castreña de la Edad del Hierro hasta el siglo IV a. C. La primera mención histórica de Numancia ocurre durante la expedición de Catón de 195 a. C.1​ En el año 153 a. C. tiene lugar el primer conflicto grave con Roma, al socorrer a la población bella de Segeda (entre Mara y Belmonte de Gracián en Zaragoza). La coalición consiguió derrotar a un ejército de 30 000 hombres mandados por el cónsul Quinto Fulvio Nobilior.
Tras veinte años repeliendo los continuos e insistentes ataques romanos, en el año 134 a. C., el Senado romano confirió a Publio Cornelio Escipión Emiliano El Africano Menor la labor de destruir Numancia, a la que finalmente puso sitio, levantando un cerco de nueve kilómetros apoyado por torres, fosos, empalizadas, etc. Tras trece meses de hambruna y enfermedades, agotados sus víveres, los numantinos decidieron poner fin a su situación en el verano del año 133 a. C. Algunos de ellos se entregaron en condición de esclavos, mientras que la gran mayoría decidieron suicidarse. La ciudad fue repoblada, posiblemente con pueblos celtíberos vecinos, y sufrió nuevas destrucciones durante las Guerras Sertorianas. En el siglo III comienza su decadencia definitiva, y generalmente se considera que la ciudad dejó de ser ocupada en el siglo IV d. C., aunque nuevos hallazgos sugieren un asentamiento visigodo en el siglo VI d. C.

 Numancia (2).jpg

Origen y situación[editar]

Ruinas de la ciudad de Numancia.
Las fuentes clásicas adscriben la ciudad alternativamente al pueblo de los pelendones o de los arévacosPlinio el Viejo afirma que se trataba de una ciudad pelendona, aunque otros autores, como Estrabón y Ptolomeo, la sitúan entre los arévacos. No quedando claro el auténtico precursor de la ciudad de Numancia, actualmente se considera que la zona fue controlada originalmente por los pelendones, hasta que fueron desplazados por los arévacos hacia el norte de Soria a partir del siglo IV a.C. Durante las Guerras Celtibéricas, Numancia sería una ciudad arévaca, y bajo la administración romana se restituiría a los pelendones.
La ubicación geográfica de la ciudad celtíbera se sitúa en el Cerro de la Muela, en la localidad soriana de Garray, un punto estratégico delimitado por las montañas del Sistema Ibérico, desde el Pico de Urbión hasta el Moncayo, y rodeado por los fosos del río Duero y su afluente, el río Merdancho.3​ Su superficie pudo haber llegado a las ocho hectáreas.

La ciudad celtíbera[editar]

El profesor de la Universidad Complutense de Madrid y director de uno de los equipos arqueológicos que trabajó en Numancia, Alfredo Jimeno, la describía así:
La amplia superficie excavada (unas seis hectáreas) aporta pocas referencias de la ciudad más antigua (destruida en el 133 a. C. por Escipión Emiliano, ofreciendo una mejor información de la ciudad celtíbera del siglo I a. C. y de la romana imperial, que presentan una ordenación en retícula irregular, sin dejar espacios libres o plazas.
Alfredo Jimeno. Revista de Historia de Iberia vieja, número 6. 2005
Empedradas con cantos rodados, las calles se orientaban en dirección este-oeste, excepto dos calles principales en dirección norte-sur. Todas estaban diseñadas de manera que pudiesen cortar el viento norte. Poseían una estructura entrecortada. En cada cruce, las calles continuaban en el mismo sentido pero un poco más a la izquierda o un poco más a la derecha, con el fin de que las esquinas de las casas cortasen el viento.
Cuando llovía, los desagües de las casas vertían el agua y el lodo a la misma calle. La presencia del río Duero implicaba zonas encharcadas en el territorio.
Las casas se agrupaban en manzanas y se alineaban aquellas más cercanas a la muralla. Las casas, de unos 50 m², tenían tres habitaciones. Los primeros hogares célticos fueron de dos estancias, y con el tiempo se añadió la tercera, frente a la casa y con la puerta cerrada. En la habitación principal, los numantinos comían, dormían y amaban; empleaban otro cuarto como despensa y un tercero como vestíbulo y entrada.
Reconstrucción de una vivienda celtibérica en Numancia.
Los hogares eran de piedra, aunque había elementos de madera, adobe, barro y paja; la techumbre quedaba constituida por trendazos de centeno. Los numantinos recubrían el suelo con tierra apisonada para caldear el ambiente. Las casas eran cálidas y acogedoras.
En cuanto a los alimentos, la carne se alternaba con los cereales, frutos secos y legumbres. También había vino con miel y la famosa cerveza llamada caelia, hecha de trigo fermentado.
Un elemento interesante era la presencia de corrales rectangulares, anejos a las casas. Era costumbre de los habitantes bañarse en su propia orina, pese a ser cuidadosos y limpios en su manera de vivir, según Diodoro Sículo y Estrabón.
Una muralla reforzada por varios torreones, con cuatro puertas de entrada y salida, defendía a sus habitantes, que podían vivir de modo permanente en un número de 2.000.

Economía[editar]

La principal fuente de datos sobre la antigua vida en Numancia proviene de la arqueología, puesto que apenas subsisten restos escritos sobre la vida normal de sus habitantes.
Se cree que durante la ocupación prerromana su principal fuente económica era la ganadería. Hay constancia de pagos a otros pueblos e incluso a Roma por medio de pieles de buey o de capas de lana (sagum) en grandes cantidades.
La carne y la leche fueron los alimentos básicos de su dieta, infiriéndose esto último por diversas representaciones cerámicas, las cuales demuestran que los animales más importantes fueron el conejo, el buey, la cabra y la oveja.
La agricultura no fue una actividad muy importante en la estructura comercial de los numantinos. A fin de suplir esta y otras carencias, se sabe que mantuvieron relaciones comerciales con diversos pueblos cercanos para adquirir productos de primera necesidad. Entre estos últimos, se cuentan especialmente los vacceos, que les procuraban trigo y otros cereales, motivo por el cual los romanos quemaron los campos de cereal de los vacceos para propiciar el aislamiento de Numancia y su posterior asedio.

Conquista y asedio de Numancia[editar]

Fases de la invasión romana de Hispania, con la campaña de invasión de Numancia.
     Conquista hasta el -210     Hasta Octavio Augusto     Campaña de Agrippa
El sometimiento de los pueblos de la península a Roma tenía sus excepciones. Pueblos como los arévacosvacceostittosbellos o lusitanos opusieron una heroica resistencia en una fase intermedia de la conquista. El primer enfrentamiento entre Numancia y Roma tuvo lugar en 153 a. C.. Los habitantes de Segeda, capital de los Belos, perseguidos por Fulvio Nobilior y un numeroso ejército de 30 000 soldados se refugiaron en territorio de los arévacos. Así, los arévacos de Numancia se aliaron con los segedenses y se enfrentaron a las tropas romanas, derrotándolas y ocasionando más de 6 000 bajas entre los romanos. Durante los dieciocho años siguientes se alternaron periodos de paz y de conflicto, en los que habitualmente el ejército celtíbero salía victorioso frente a contingentes romanos mucho más numerosos.

Preparativos para el último sitio a Numancia[editar]

Numancia de Alejo Vera y Estaca (1881).
Este cúmulo de humillaciones dio lugar a que Roma enviara, en el año 134 a. C., a su mejor soldado, Publio Cornelio Escipión Emiliano, apodado entonces Africano Menor por haber conquistado la ciudad de Cartago en el año 146 a. C.; y nieto adoptivo del vencedor de CartagoEscipión el Africano. La primera dificultad que se ofreció en Roma para designar a Escipión como jefe del ejército sitiador de Numancia, escribe Mélida, fue que no tenía el tiempo prescrito para el consulado, por lo que tuvieron que cambiar el calendario y que los tribunos volviesen a derogar la ley en cuanto al tiempo, como habían hecho en la guerra de Cartago, y quedase en vigor para el año siguiente. El prestigio de tal general incitó a multitud de romanos a alistarse a sus órdenes, pero no lo consintió el Senado, pues Roma andaba empeñada en otras guerras.
Escipión marchó a la península con cuatro mil voluntarios, tropas mercenarias de otras ciudades y de otros reyes, escribe Apiano, que voluntariamente se le ofrecieron por conveniencia propia. Además, con personas escogidas y fieles formó la llamada «cohorte de los amigos». Pidió dinero; negóselo el Senado, consignándole solo ciertas rentas a la sazón no vencidas y, según Plutarco, contestó Escipión que «le bastaba el suyo y el de sus amigos». Tal fue el esfuerzo personal con que aquel experimentado soldado se aprestó a la empresa.
Escipión comenzó, al llegar a la península, por someter al ejército allí desplegado a un durísimo entrenamiento. Dice Apiano que desterró a todos los mercaderes, rameras, adivinos y agoreros, a quienes los soldados consternados en tantos infortunios daban demasiado crédito; expulsó a los criados, vendió carros, equipajes y acémilas, conservando las puramente necesarias; prohibió ir en bestia en las marchas. Poco después llegaba a su campamento el rey númida Yugurta con 15 000 hombres. Cuando tuvo moralizado a su ejército, sumiso y hecho al trabajo y a la fatiga, trasladó su campo cerca de Numancia, cuidando de no dividir sus fuerzas, como hicieron otros, ni de batirse sin antes explorar.
—Es un disparate –decía– aventurarse por cosas leves. Es imprudente el capitán que entra en acción sin necesidad, así como aquel otro es excelente que se arriesga cuando lo pide el caso: así es que los médicos no usan sajaduras ni cauterios antes de las medicinas.

El último ataque[editar]

En octubre del 134 a. C., Escipión tomó posiciones enfrente de Numancia a la que no dio opción de pelear. Se concibió un plan de guerra de reducir, cercar y sitiar a los numantinos, hasta que faltos de fuerza se rindieran. Así, para quitarles apoyo y favor de otros pueblos, se dirigió primeramente contra los vacceos, a quienes los numantinos compraban víveres, arrasó sus campos, recogió lo que pudo para la manutención de sus tropas y amontonando lo demás, le prendió fuego. Comoquiera que los pallantinos de Complanio hostigaran a los forrajeadores romanos, mandó para rechazarlos a Rutilio Rufo, tribuno entonces y escritor de estos hechos, dice Apiano; y cubriendo la retirada el mismo Escipión, pudo salvarlo con su caballería.
Comenzó un cerco estricto, construyendo primero fosos, empalizadas y terraplenes para proteger a sus soldados, además de levantar un muro de 9 kilómetros, de ocho pies de ancho y diez de alto, con torres a un plethron (30,85 metros) de distancia unas de otras, que rodeaban la ciudad y que estaba vigilado por siete campamentos. Las torres contaban con catapultas, ballestas y otras máquinas; aprovisionó las almenas de piedras y dardos, y en el muro se instalaron arqueros y honderos. También utilizó un sistema de señales, muy desarrollado para la época, que permitía trasladar tropas a cualquier lugar que pudiera estar en peligro.
Igualmente hizo otro foso por encima del primero y lo fortificó con estacas, y no pudiendo echar un puente sobre el río Duero, por donde los sitiados recibían tropas y víveres, levantó dos fuertes y atando unas vigas largas con maromas, desde el uno al otro, las tendió sobre la anchura del río... "En estas vigas, añade el historiador, había clavado espesos chuzos y saetas, las cuales, dando vueltas siempre con la corriente, a nadie dejaban pasar, ni a nado, ni buceando, ni en barco, sin ser visto."
En total contaba con más de 60 000 soldados, entre los que figuraban gentes del país, más los arqueros y honderos correspondientes a doce elefantes (que actuaban como torres móviles) que trajo Yugurta, contra apenas 2500 numantinos sitiados. Destinó la mitad de las fuerzas para guardar el muro, preparó 20 000 hombres para las salidas que fueren necesarias y dejó de reserva otros 10 000. Dio Escipión el mando de un campamento a su hermano Máximo y él tomó el otro, y todos los días y noches recorría por sí mismo la circunferencia con que tenía cercada la ciudad; siendo él, en concepto de Apiano, el primero que tal hizo con gentes que no rehusaban la pelea.
Con estos datos históricos y haciendo aplicación de ellos en un concienzudo estudio topográfico del terreno que rodea el cerro de Numancia, el profesor de historia Adolf Schulten, de la Universidad de ErlangenAlemania, logró descubrir en cinco años los restos de dichas fortificaciones y los siete campamentos o fuertes de Apiano, presentándolos al Instituto Arqueológico de Berlín (1880). La primera conclusión que sacó de sus descubrimientos es que los campamentos de Escipión no fueron obras de barro y madera como los construidos por César ante Alesia en la Galia, sino construcciones de piedra como las del tiempo del Imperio.
El más importante de estos campamentos y también el que ocupa la posición más eminente es el de Peña Redonda, que está en un alto, en el avance de una sierra, al sudeste del cerro de Numancia, separado de él por el riachuelo Merdancho. Siguen por el Este las fortificaciones de Peñas Altas, consistentes principalmente en una ancha muralla, que posiblemente unió con una torre cuadrada de gruesa fábrica, lo cual es verosímil que sirviera para instalar una catapulta, que por lo próxima a Numancia debió hacerle mucho daño. Al pie de ésta, en una pequeña meseta llamada Saledilla, halló el Dr. Schulten huellas del incendio de la ciudad, de donde se deduce que debió existir un arrabal de la misma, que solo dista 150 metros del baluarte de la catapulta. Siguiendo hacia el NE, desde Peñas Altas se encuentra otra eminencia, Valdevortón, donde un antiguo canal de desagüe indicó al explorador la existencia de un campamento, cuyos escasos restos pudo encontrar.
Según Apiano, sólo Retógenes el Caraunio, con algunos compañeros y algo de caballería, pudo burlar este cerco para pedir ayuda a las ciudades vecinas, de las que únicamente Lutia se mostró dispuesta a socorrer a la ciudad, lo que acarreó una terrible venganza de Escipión sobre los lutiakos.
Tras quince meses de asedio la ciudad cayó, vencida por el hambre, en el verano del 133 a. C. Sus habitantes prefirieron el suicidio a entregarse. Incendiaron la ciudad para que no cayera en manos de los romanos. Los pocos supervivientes fueron vendidos como esclavos.
Escipión regresó a Roma y allí celebró su triunfo desfilando por las calles con cincuenta de los numantinos capturados. Para entonces, Numancia ya se había convertido en leyenda.

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