IGLESIAS DE ESPAÑA
El Valle de los Caídos, oficialmente denominado Valle de Cuelgamuros desde octubre de 2022,3 es un conjunto monumental4 formado por una basílica católica, una abadía y una cruz de 150 m de altura asentada sobre la cumbre de un risco que domina todo el valle circundante;5 con la peculiaridad de que la basílica es subterránea en su totalidad. Se encuentra situado en el valle de Cuelgamuros de la sierra de Guadarrama, en el municipio de San Lorenzo de El Escorial, Comunidad de Madrid, España, a 9,5 km al norte del monasterio de El Escorial y unos 50 al noroeste de Madrid.4 Fue construido entre 1940 y 1958 principalmente con mano de obra de presos políticos republicanos,67 y también trabajadores contratados.89
En su diseño participaron los arquitectos Pedro Muguruza y Diego Méndez; las esculturas corresponden a Juan de Ávalos y Taborda, entre otros.1011Está considerado uno de los mayores exponentes de la arquitectura franquista.12 La cruz tiene 150 metros de altura (con brazos de 24 metros cada uno), coronándose así como la más alta del mundo.13
El conjunto pertenece a la Fundación Santa Cruz del Valle de los Caídos y es gestionado por Patrimonio Nacional desde su apertura al público el 1 de abril de 1959. Desde 1990 el número de visitantes varía entre los ciento cincuenta mil y los quinientos mil al año.1415
El dictador Francisco Franco ordenó su construcción en 1940 y que fuesen enterrados allí José Antonio Primo de Rivera, fundador de la Falange Española, y los caídos de la «Gloriosa Cruzada». Poco antes de su inauguración en 1959 fueron llevados allí restos de soldados del bando republicano, por lo que finalmente quedaron enterrados 33 833 combatientes de ambos bandos de la Guerra Civil.16 Los columbarios están detrás de las dos grandes capillas del Santísimo y del Sepulcro (ambas a los lados del crucero) y de las seis laterales de la Virgen ubicadas en la nave. No hay separación por bandos, unos y otros están entremezclados.17 Con oficialmente restos de 33 847 personas distintas,18 y calificada la «mayor fosa común de España»,19 de acuerdo con una fuente del Valle incluida en un artículo publicado en El País en 2008, la exhumación de cadáveres sería imposible dado que estos habrían acabado formando parte de la propia estructura del edificio, al haber sido empleados para rellenar cavidades internas de las criptas,18 y que, por efecto de la humedad, habrían acabado conformado un «cadáver colectivo indisoluble».20 Pruebas de CSIC en 2018 así lo confirman.21
En 2012 finalizó una restauración parcial.22 En 2018 las visitas crecieron en un 103 % y alcanzaron más de 4000 por cada fin de semana con motivo del anuncio de la posible (en ese momento) exhumación de los restos mortales de Franco.23 Dicha exhumación se llevó a cabo el 24 de octubre de 2019. Los restos del que fuera dictador fueron trasladados al cementerio de Mingorrubio, junto con los de su viuda Carmen Polo, cumpliendo así la voluntad de Franco de ser enterrado junto a su esposa fuera del monumento24 y la Ley de Memoria Histórica.
Valle de los Caídos | ||
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elemento de la Lista Roja del Patrimonio | ||
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Localización | ||
País | ![]() | |
Comunidad | ![]() | |
Ubicación | San Lorenzo de El Escorial | |
Coordenadas | 40°38′29″N 4°09′25″O | |
Información general | ||
Usos | Basílica, abadía, monumento | |
Declaración | 25 de mayo de 2010 | |
Inicio | 1939-1940 | |
Finalización | 1958 | |
Construcción | 1940 | |
Inauguración | 1 de abril de 1959 | |
Coste | ||
Propietario | Fundación Santa Cruz del Valle de los Caídos | |
Diseño y construcción | ||
Arquitecto | Pedro Muguruza Diego Méndez | |
Otros |
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Culto | catolicismo |
Historia[editar]
Nada más terminar la guerra civil la geografía española se llenó de cruces y de monumentos a los caídos del bando nacional pero «el proyecto más ambicioso del régimen destinado a conmemorar la Victoria y a honrar a los perecidos franquistas fue, sin ningún asomo de duda, el colosal Valle de los Caídos».27 Tras su inauguración en 1959 se convirtió en uno de los símbolos del franquismo, con la «clara intención de que el régimen contase con un gran monumento que representase todo aquello en lo que se sustentaba», «un recordatorio de la Victoria y de la sangre derramada por ella». Por otro lado, fue el proyecto personal del Generalísimo Franco.28
Antecedentes: el culto franquista a los «caídos por Dios y por España»[editar]
En la «construcción simbólica» del franquismo, como la ha llamado Zira Box, la guerra de la que había surgido fue el referente inequívoco y en especial «todo lo que tuvo que ver con la retórica y el ritual en torno a los caídos».29 Una valoración compartida por el historiador Javier Rodrigo para quien «de las políticas enfocadas hacia la articulación y la consecución de un consenso activo en torno al Régimen, a su Caudillo y a los valores que representaba, ninguna tuvo, posiblemente, tanta importancia cotidiana ―al margen de las políticas asistenciales― como el culto a la memoria de los caídos».30 «En definitiva, el perpetuo recuerdo de sus muertos sería una constante en la dictadura española que se manifestaría a través de las más diversas formas», concluye Zira Box.31
En el imaginario franquista «la sangre vertida por los caídos en la guerra era la siembra cuya cosecha se recogía con la Nueva España de la Victoria».29 Así lo recordó el propio Franco en un discurso pronunciado en Asturias en 1946: «No hay redención sin sangre, y bendita mil veces la sangre que nos ha traído nuestra redención». Ernesto Giménez Caballero le dijo al general Moscardó en mayo de 1939: «¡Soldados de Franco! ¡Ungidos de gloria y de Imperio! Sólo la muerte heroica se hace vida fecunda. Sólo la sangre mueve la Historia. Sólo los Caídos levantaron hacia arriba a España».32 Tres días después de acabada la guerra el Generalísimo Franco declaraba por medio del general Saliquet que «en los momentos en que con la victoria final recogemos los frutos de tanto sacrificio y heroísmo, mi corazón está con los combatientes de España, y mi recuerdo, con los caídos para siempre en su servicio».33
En efecto, como ha destacado Zira Box, «la dictadura española no escatimó esfuerzos en otorgar un puesto de honor a quienes habían caído por ella». El país se llenó de monumentos y cruces levantadas en su honor y se celebraron masivos funerales, misas, demostraciones y desfiles en su recuerdo.34 «Por doquier empiezan a surgir cruces y cruceros en homenaje y recuerdo de los héroes, de los mártires, de los caídos en la Cruzada» y en los muros de las iglesias «se inscriben en torno a los brazos de la cruz los nombres de los muertos en el bando de los vencedores».35
La retórica y el ritual franquista en torno a los caídos procedían fundamentalmente de Falange Española, cuyos jóvenes «caídos» fueron progresivamente exaltados y sacralizados ―su líder José Antonio Primo de Rivera insistía continuamente en la idea de la muerte como un acto de servicio y de sacrificio―. En el entierro del «cuarto caído» de Falange a principios e 1934 se inauguró el ritual del grito de «¡Presente!» tras pronunciar el nombre del «camarada» muerto ―un ritual que los falangistas habían tomado de los fascistas italianos―.36 Al cumplirse el primer aniversario de la fundación de falange el 29 de octubre de 1934 quedó instituida esa fecha como el Día de los Caídos del partido y en todos los funerales por los militantes muertos se leería la Oración por los muertos de Falange compuesta por Rafael Sánchez Mazas.37 Tras promulgar el general Franco el Decreto de Unificación entre la Falange y la Comunión Tradicionalista en abril de 1937 los caídos ya no lo serían por la «Revolución Nacional-Sindicalista» o por España como se decía en los rituales falangistas o «por Dios» o por España como se decía en los carlistas ―que tenían su propia conmemoración a sus muertos, la Fiesta de los Mártires de la Tradición, creada en 1895 y que se celebraba cada 10 de marzo―38 sino «por Dios, por España y por su revolución nacionalsindicalista» y más adelante según la fórmula que se acabó imponiendo: «por Dios y por España». 34
Poco después de la promulgación del decreto de 16 de noviembre de 1938 por el que se instituía el 20 de noviembre de cada año como día de luto nacional, en conmemoración de la fecha en que fue fusilado José Antonio Primo de Rivera ―y en el que entre otras medidas conmemorativas, se anunciaba que se erigiría un monumento «de importancia adecuada a los honores propios del conmemorando―, la Junta Política del partido único FET y de las JONS ordenó que todas las iglesias exhibieran en sus muros unas placas conmemorativas con la lista de los «caídos por Dios y por la Patria» de cada localidad encabezadas con el nombre de José Antonio Primo de Rivera.39 Como ha destacado, Zira Box, «si hubo un caído por excelencia dentro del Nuevo Estado franquista, ese fue sin duda José Antonio».40
Nada más acabar la guerra se levantaron monumentos a los caídos del «bando nacional» por todas partes con la clara intencionalidad política de afirmar el nuevo régimen franquista cuya idea de España no incluía a los del bando derrotado (que formaban parte de la anti-España).31 Según Borja de Riquer, «no hubo interés por integrar políticamente a los vencidos, ni por buscar una reconciliación, sólo se les quería destruir o someter».41 Ya en el inicio de la guerra civil lo había advertido el general Mola: «Ni rendición ni abrazo de Vergara, ni pactos del Zanjón, ni nada que no sea victoria aplastante y definitiva».42 El 31 de diciembre de 1938, en el comienzo de la ofensiva de Cataluña, el general Franco advirtió en una entrevista concedida a Manuel Aznar que no habría ni amnistía ni reconciliación para los republicanos. Solo el castigo y el arrepentimiento abrirían la puerta a su «redención», exclusivamente para los que no fueran «criminales empedernidos», a los que solo les esperaba la muerte.43
Acabada la guerra el número dos del régimen, Ramón Serrano Suñer negó que pudiera haber ningún tipo de reconciliación porque los vencidos eran un «enemigo irredimible, imperdonable y criminal» sobre el cual debía caer «la sentencia de irrevocable exclusión, sin la cual estaría en riesgo la propia existencia de la Patria».44 El propio Generalísimo Franco dejó muy claro que no habría tregua con los vencidos ―«El espíritu judaico… que sabe tanto de pactos con la revolución antiespañola, no se extirpa en un día, y aletea en el fondo de muchas conciencias», dijo el 19 de mayo de 1939, el día del Desfile de la Victoria― y que tampoco habría amnistía ni reconciliación.45 Así lo manifestó en su mensaje de Fin de Año de 1939, «el Año de la Victoria», cuando descartó las «monstruosas y suicidas amnistías, que encierran más de estafa que de perdón», y propugnó en su lugar para los vencidos la «redención de la pena por el trabajo, el arrepentimiento y la penitencia» pues «quien otra cosa piense, o peca de inconsciencia o de traición». «Son tantos los daños ocasionados a la Patria, tan graves los estragos causados en la familias y en la moral, tantas las víctimas que demandan justicia, que ningún español honrado, ningún ser consciente puede apartarse de estos penosos deberes», añadió.46 Así que Franco ordenó la puesta en marcha de la «Causa general sobre la dominación roja en España» con el fin de castigar «los hechos delictivos cometidos en todo el territorio nacional durante la dominación roja».47 Una Causa General que, según Julián Casanova, confirmó «la división social entre vencedores y vencidos, ‘patriotas y traidores’, ‘nacionales y rojos’ ».48 Para los vencidos, «el luto y el apoyo de la comunidad fueron sustituidos por el insulto, la humillación, las amenazas y las penurias económicas».49
Fueron tantas las iniciativas para levantar monumentos a los caídos que se promulgó una orden el 7 de agosto de 1939 para unificar su estilo y su sentido. «Las finalidades políticas que condensaban los monumentos a los muertos eran múltiples: recordar la Victoria en cuanto mito fundacional del régimen, ensalzar a los vencedores, someter a los vencidos, mostrar al pueblo algunos de los fundamentos del nuevo sistema político (tales como la paz, la concordia, la solidez…) o exaltar el poder de quienes, habiendo ganado con las armas, tributaban sus logros a los fallecidos».50
Según la orden, todos los proyectos tenían que ser aprobados por la Subsecretaría de Prensa y Propaganda dependiente del Ministerio de la Gobernación previo informe técnico y artístico de la Dirección General de Arquitectura, dirigida por Pedro Muguruza ―que sería el primer arquitecto del Valle de los Caídos―, y del Departamento de Plástica de la Dirección General de Propaganda, que dirigía el cartelista falangista Juan Cabanas, a las órdenes del también falangista Dionisio Ridruejo. Sin embargo, tras la crisis de mayo de 1941 los servicios de Prensa y Propaganda pasaron a depender de la Vicesecretaría de Educación Popular, dirigida por el monárquico y católico Gabriel Arias-Salgado. Las directrices que emanaron de estos organismos para el levantamiento de los monumentos a los caídos se basaban en principios claros ―«sobriedad, austeridad, clasicismo, sencillez y decoro, características que formaban parte del ideal arquitectónico de los fascistas españoles»― y todos ellos debían estar coronados por la cruz como elemento principal del monumento ―«una cruz decorosa, proporcionada y que quedase integrada dentro del conjunto monumental», explica Zira Box― a la que podrían acompañar figuras alegóricas como el águila o el laurel o símbolos del nuevo régimen como el yugo y las flechas, el escudo franquista o el Vítor. De hecho muchos proyectos fueron desestimados por no cumplir con estos principios.51 Por otro lado, se eligió el «Día de los Caídos», 29 de octubre, para inaugurar las placas y monumentos.27
Creación[editar]
Como monumento referido a la Guerra Civil, el Valle de los Caídos fue concebido por Franco con la finalidad proclamada de rendir honor y enterrar a aquellos que cayeron luchando junto a él en la «Gloriosa Cruzada».525354 Fue en ese sentido un monumento de exaltación de la dictadura franquista,55 que quedó tan identificado con la figura del dictador que habrán de pasar generaciones antes de que este pierda su «estremecedora simbología» y se convierta en un hito más.56
En el preámbulo del decreto firmado por Franco de 1 de abril de 1940, primer aniversario de su Victoria en la guerra civil, en el que se ordenaba su construcción se explicaba su finalidad:54
La dimensión de nuestra Cruzada, los heroicos sacrificios que la victoria encierra y la trascendencia que ha tenido para el futuro de España esta epopeya, no pueden quedar perpetuados por los sencillos monumentos con los que suelen conmemorarse en villas y ciudades los hechos salientes de nuestra Historia y los episodios gloriosos de sus hijos.
Es necesario que las piedras que se levanten tengan la grandeza de los monumentos antiguos, que desafíen al tiempo y al olvido y que constituyan lugar de meditación y de reposo en que las generaciones futuras rindan tributo de admiración a los que les legaron una España mejor.
A estos fines responde la elección de un lugar retirado donde se levante el templo grandioso de nuestros muertos en que por los siglos se ruegue por los que cayeron en el camino de Dios y de la Patria. Lugar perenne de peregrinación en que lo grandioso de la naturaleza ponga un digno marco al campo en que reposen los héroes y mártires de la Cruzada.
El preámbulo del Decreto dejaba bien claro que el monumento iba a homenajear y a conmemorar a «los que cayeron en el camino de Dios y de la Patria», a «los héroes y mártires de la Cruzada», es decir, a los caídos del bando vencedor en la guerra civil.57
El decreto de la creación de lo que sería llamado el Valle de los Caídos ―cuyo preámbulo, según Paul Preston, «revelaba palmariamente las ideas megalómanas de Franco sobre su lugar en la historia»―58 fue promulgado por Franco el día en que se cumplía el primer aniversario de su victoria en la Cruzada. Ese mismo día se celebró en Madrid el segundo «Desfile de la Victoria» (el primero había tenido lugar el año anterior, mes y medio después de acabada la guerra) y a mediodía se celebró un almuerzo de la victoria en el Palacio de Oriente al que asistieron el gobierno, los jefes del partido único, generales y los miembros del cuerpo diplomático ―de hecho doña Carmen Polo se sentó entre los embajadores de los dos grandes aliados de su esposo, la Italia fascista y la Alemania nazi―.58 Después de comer todos los asistentes encabezados por el propio Caudillo fueron conducidos en coches oficiales a la finca de Cuelgamuros ―en las vertientes de la Sierra de Guadarrama, cerca de El Escorial―, el lugar donde se iban a alzar «Basílica, Monasterio y Cuartel de Juventudes», como se decía en artículo 1.º del decreto. Tras pasar revista el general Franco a una compañía que le rendía honores, el coronel Valentín Galarza, subsecretario de la Presidencia del Gobierno, leyó el decreto. A los tres gritos sucesivos de «¡España!» lanzados por Franco, los asistentes respondieron con los gritos de «¡Una!, ¡Grande! y ¡Libre!». A continuación se explosionó la primera carga de dinamita, tras lo cual el propio Franco explicó la grandiosidad del proyecto que tenía en mente. Justo a su lado estaban su esposa, Rafael Sánchez Mazas, Ramón Serrano Suñer y el arquitecto Pedro Muguruza.585960 El diario ABC publicó al día siguiente que el monumento «tendrá la grandeza que impone la idea y que pide el feliz emplazamiento elegido, para que en una de las montañas del sistema central se reúnan las peregrinaciones de patriotas creyentes».61
El Valle de los Caídos fue un proyecto personal de Franco que dijo haber concebido mucho antes de que finalizara la guerra; 62 según confesó el propio Franco al primer abad mitrado del Valle, Fray Justo Pérez de Urbel: «En realidad, no se trataba de descubrir, sino de identificar y localizar una imagen que llevaba dentro», le dijo.2763 Por su parte el arquitecto encargado del Valle Diego Méndez, quien había trabajado estrechamente con el Caudillo, declaró poco antes de su inauguración que «desde el principio de la guerra, Franco sintió la necesidad moral, podríamos decir que hasta física», de levantar un monumento con el que «honrar a los muertos cuanto ellos nos honraron». Según Méndez, Franco estaba obsesionado con la idea. «Desde que la chispa de la idea quemó su inquietud, Franco tenía un punto de arranque: que la reunión póstuma de los mejores fuese una cripta, en el corazón de una montaña…». Según su primo y secretario Francisco Franco Salgado-Araújo, Franco «tal vez haya querido imitar a Felipe II, que levantó el monasterio de El Escorial para conmemorar la batalla de San Quintín».64
Fue Franco el que escogió personalmente Cuelgamuros para erigir allí su «colosal empeño arquitectónico» después de una «minuciosa búsqueda para localizar la grandiosidad natural que buscaba», en compañía del general Moscardó.656667 La idea general de lo que se iba a construir allí también era suya68 ―«un monumento que vinculara los tiempos de Franco con los de los Reyes Católicos, Carlos V y Felipe II» y que «más que cualquier otro legado de su régimen, reflejaba el concepto que Franco tenía de sí mismo como figura histórica a la par de Felipe II»―69 y durante el diseño del proyecto por el arquitecto Pedro Muguruza Franco hizo muchas indicaciones y sugerencias y también durante su construcción, como aumentar al doble el tamaño de la cripta7071 ―según su biógrafo Paul Preston el Valle de los Caídos se convertiría en la segunda «obsesión privada» de Franco, después de la caza―.72 Según el general Millán Astray Franco tenía una pasión secreta, la de «arquitecto urbanista, constructor de ciudades». «Fue él, asimismo, quien diseñó y dirigió la construcción del Círculo de Oficiales de la Legión...», dijo Millán Astray.73 Pedro Muguruza, por su parte, explicó en Barcelona en 1942 que «el Caudillo desea que España oriente su arquitectura imprimiéndole un estilo peculiar del momento histórico que nuestra nación ha vivido en su Cruzada liberadora». «El nuevo estilo arquitectónico a que se va [es] el imperial», dirá Muguruza.74 Por su parte el futuro abad del monasterio benedictino Fray Justo Pérez de Urbel afirmó que Franco «tenía una gran preocupación por la grandiosidad del monumento, pero también se ocupaba de los detalles. Todas las Vírgenes las escogió él... En toda cuestión se le preguntaba, él exigía que se le consultase... A veces tardaba mucho en ir al Valle, en volver por allí, y entonces habían hecho una cosa que no le gustaba y había que cambiarla».75 Los presos políticos que trabajaron en el Valle recordaron años después que Franco «iba muy a menudo» a visitar las obras «y siempre que iba rara era la vez que no daban una gratificación».76 (El que también subía mucho a Cuelgamuros era el general Millán Astray, «que les daba tabaco a los presos, y nos echaba discursos, arengas de tipo patriótico», según recordaba el practicante de las obras, también preso).77
Una de las preocupaciones fundamentales del general Franco fue el diseño de la monumental cruz, verdadero símbolo del Valle. Franco desechó los diferentes proyectos que le presentaron y él mismo dibujó bocetos de la cruz que tenía en mente. Finalmente aprobó el diseño que le presentó el arquitecto Diego Méndez, que se había hecho cargo de las obras en 1950 por la grave enfermedad de Pedro Muguruza —moriría el 3 de febrero de 1952—78. Una cruz sobria y escueta, según Méndez, que sin embargo medía 150 metros de altura.79 Otra de las preocupaciones de Franco fue la decoración de la cripta pues quería que a ambos lados hubiera un desfile de héroes y de mártires porque «toda la Cruzada» «ha sido realmente eso, ha sido un desfile de héroes y mártires», le dijo al arquitecto Méndez. Pero este finalmente le convenció para que las paredes fueran revestidas con escenas del Apocalipsis.80 Franco también seleccionó personalmente en los bosques de los montes de Segovia el enebro que se iba utilizar para hacer la cruz destinada al altar mayor de la basílica y sobre la que se iba a colocar la talla de un Cristo esculpido por Julio Beovide.81
Méndez se propuso desarrollar las ideas de grandeza imperiales originales para que el monumento representara plásticamente «las virtudes raciales, como las del heroísmo, el ascetismo, el espíritu aventurero, el afán de conquista, el "quijotismo", que forman el todo que inspira y define lo español como una unidad de esencia sublime y una permanente aspiración hacia lo eterno». Así el monumento a los caídos debía ser «nada más y nada menos que el Altar de España, de la España heroica, de la España mística, de la España eterna».82
De las esculturas de la base de la cruz se encargó Juan de Ávalos. En un principio estaba previsto colocar allí representaciones de los doce apóstoles, pero al final se acordó que fueran los cuatro evangelistas, en la base, y las cuatro virtudes cardinales en la zona de transición de aquella al fuste de la cruz. Además Ávalos esculpió la Piedad que debía figurar encima de la puerta de entrada a la basílica. La primera Piedad que realizó no le gustó al general Franco —le dijo a Ábalos que era muy patética, muy triste, y que parecía un murciélago— y tuvo que esculpir otra siguiendo las ideas de Franco, que aprobó los bocetos, y que fue la que finalmente se puso en la entrada.83 Por otro lado, las virtudes cardinales tuvieron que ser representadas con imágenes varoniles porque Franco dijo que «las mujeres no suelen encarnar realmente esas virtudes».84
Finalmente no se construyó el «Cuartel de Juventudes» del que hablaba el decreto fundacional de 1940 y el monasterio proyectado y construido por Muguruza, por estar demasiado lejos de la basílica, no albergó a los monjes sino que se convirtió en hospedería y en la sede del Centro de Estudios Sociales destinado a estudiar y difundir «la doctrina social católica, inspiradora de las realizaciones sociales del régimen».85. Así se construyó un nuevo monasterio casi adosado al risco sobre el que se levantaba la cruz, «de tal modo que los monjes podrán acceder a la basílica sin necesidad de exponerse a la intemperie, por una galería interior excavada en la roca y con techo abovedado, y tomando luego el ascensor».86 La decisión de construir el nuevo monasterio, que costó 160 millones de pesetas, la tomó Franco tras escuchar la queja del futuro abad Fray Justo Pérez de Urbel de que el antiguo estaba demasiado lejos de la basílica. «Y cuando terminaron [las obras] y ya nos pudimos trasladar [los monjes], recuerdo que [Franco] dijo: "Bueno, estarán ustedes contentos ahora". "Bueno, sí... Nosotros estamos siempre dispuestos a colaborar y a hacer lo que Su Excelencia ordene, pero, claro, hay que hacer una cosa que se preste". "Sí, si, yo comprendo que es mejor así; ha costado un poco, pero es mejor así"», recordó años después Fray Justo Pérez de Urbel.87
Para hacerse cargo de la abadía se eligió a la orden benedictina. Así se firmó un contrato con la abadía de Silos con fecha de 29 de mayo de 1958, firmado por el abad de Silos, Isaac María Toribios, y por el subsecretario de la Presidencia, Luis Carrero Blanco, en representación de Franco. Se acordó la constitución de una abadía independiente en el Valle de los Caídos, compuesta por al menos veinte monjes profesos y un número indeterminado de novicios, entre cuyas obligaciones figuraba «celebrar todos los años el 17 de julio una fiesta del Triunfo de la Santa Cruz»; «cantar una misa solemne de acción de gracias y un Te Deum» el 1 de abril, «día en que se terminó nuestra cruzada»; «celebrar una misa solemne» el 1 de octubre «por S.E. el jefe del Estado»; y «el 20 de noviembre de cada año» «cantar una Misa solemne de Difuntos por todos los caídos de nuestra Cruzada».88 Franco eligió personalmente a Fray Justo Pérez de Urbel para el puesto de abad del monasterio del Valle de los Caídos.89
Construcción[editar]
El 3 de abril de 1940 el arquitecto encargado de las obras Pedro Muguruza declaró a la prensa que Franco «tiene vehementes deseos de que las obras de la cripta se hallen terminadas en el plazo de un año, para inaugurarlas el 1 de abril de 1941, y en el transcurso de cinco, el conjunto de todas las edificaciones, incluso jardines que rodearán el monumento». Sin embargo la construcción duró casi veinte años.90 Para intentar acelerar las obras el 31 de julio de 1941, más de un año después de iniciado el proyecto, se creó el Consejo de Obras del Monumento a los Caídos, compuesto por ocho personas, entre ellas el propio Muguruza, y presidido por el ministro de la Gobernación. En el segundo párrafo del decreto se decía: «Realizada hasta la fecha toda la labor de proyectos, e iniciados ya de una manera sensible los trabajos de realización de los mismos, es llegado el momento de impulsar decididamente la obra para coronar su término en el menor plazo posible, creando un órgano de dirección con la autoridad y la autonomía de gestión necesarias para solventar todas las dificultades que las circunstancias presentes puedan presentar ante la rápida marcha de los trabajos».91 Para sufragar los gastos de la obra, a la «suscripción nacional» que se estableció en el decreto de 1940, se añadió en este segundo decreto «aquellas aportaciones que el Gobierno juzgue conveniente destinar a la misma».92
De la perforación de la cripta se encargó la empresa San Román de Madrid (filial de Agromán, con la que luego se refundiría), de la construcción del edificio pensado inicialmente como monasterio la empresa Molán, también de Madrid, y de la construcción de la carretera de acceso, la empresa fundada por los hijos de un modesto contratista catalán apellidado Banús.93
En la obra se emplearon presos políticos republicanos que se habían acogido a la Redención de penas por el trabajo. Hubo catorce muertos y muchos más heridos por accidentes, sin contar con los que acabaron padeciendo silicosis.72 Muchas de las grandes empresas de la construcción del franquismo, como Banús, Agromán o Huarte, empezaron allí.70
En noviembre de 1950 se terminaron las obras de la actual residencia y se aprobó el proyecto de la cruz, cuya construcción se inició en 1951; en 1952 se proyectó la explanada y se aprobó la ampliación del hueco de la Cripta, cuyos trabajos continuaron en 1953 y 1954, en que se proyectó la terminación del crucero. Se inició en 1955 el revestimiento de cantería de las paredes y bóveda de la cripta, galerías y sacristías. En 1956 se construyó el coro, los altares y la pavimentación de la cripta; por último, en 1957, se proyectó el pórtico posterior y el gran claustro, el Monasterio y el Noviciado, obras que concluyeron en 1958.94
La construcción de la cruz concluyó en 1956. Medía casi ciento cincuenta metros de altura y al levantarse sobre un risco de la misma elevación podía verse desde más de cincuenta kilómetros de distancia.
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