ÉPOCA MEDIEVAL
El Tratado de Badajoz fue firmado entre Alfonso X de Castilla y León y Alfonso III de Portugal el 16 de febrero de 1267 en la ciudad de Badajoz (en la Estremadura leonesa), cuando se estableció la frontera entre Castilla y Portugal. En él se reconoció la integración del Reino del Algarve en la Corona de Portugal y los territorios al este del río Guadiana en la de Castilla; aunque el rey castellano-leonés continuó utilizando el título regio del Algarve, pero solo por la referencia al territorio de la antigua Taifa de Niebla y la Taifa de Huelva.
El tratado de Barcelona de 1274 fue una alianza militar concertada entre el rey de Aragón Jaime I y el sultán de Marrakech y Fez Abu Yúsuf, según la cual éste contrataría los servicios de una flota y ejército de mercenarios cristianos para la conquista de la plaza de Ceuta, en aquella época en poder del rey de Granada Muhammad II.
Contexto[editar]
A mediados del siglo XIII el reino de Granada estaba en manos de la dinastía nazarí. Enfrentados con las tropas castellanas de Alfonso X, buscaron la alianza con los Benimerines, que controlaban la mayor parte del actual Marruecos, entregando a éstos las plazas de Algeciras, Tarifa y Gibraltar en pago por su apoyo militar. Poco después, las desavenencias entre Nazaríes y Benimerines les llevaron a enfrentarse entre ellos, y ambas partes buscaron entonces la ayuda de los mercenarios cristianos.
Acuerdos[editar]
Según los términos del acuerdo, firmado en Barcelona el 16 de noviembre de 1274, ambas partes se comprometían a:
- El reino de Aragón enviaría 10 naves armadas y 10 galeras, además de otras 30 embarcaciones menores, y 500 caballeros para ayudar al ejército benimerín a conquistar Ceuta.
- El coste del ejército cristiano correría por cuenta de los benimerines, que pagaría 100.000 besantes por el viaje de las tropas, y otros 100.000 anuales durante el tiempo que durase la campaña. Los caballeros cristianos participantes recibirían en pago dos besantes diarios, y los caballos y camellos necesarios durante la contienda.
Consecuencias[editar]
Como resultado del acuerdo, la ciudad de Ceuta fue rendida, y la flota atracada en su puerto destruida. La plaza pasó a estar bajo control de los benimerines.
La Concordia de Benavente de 1230 fue un acuerdo firmado tras la muerte de Alfonso IX de León mediante el cual su primera mujer, Teresa de Portugal, renunciaba a los derechos que sus hijas Sancha y Dulce de León tenían al trono de León en favor del rey de Castilla, Fernando, quien fue hijo de Alfonso y de su segunda mujer, Berenguela.
Situación[editar]
El rey Alfonso IX de León había contraído matrimonio en 1190 con Teresa de Portugal, con quien tuvo tres hijos: Fernando (muerto en 1214), Sancha y Dulce; el matrimonio había sido disuelto por el papa Celestino III, dada la consanguinidad de los cónyuges, pues ambos eran nietos de los reyes de Portugal Alfonso y Mafalda; Teresa ingresó en un convento y Alfonso IX se volvió a casar en 1197 con Berenguela, hija del rey de Castilla Alfonso VIII, con quien tuvo otros cinco hijos: Leonor, Constanza, Fernando, Alfonso y Berenguela; este nuevo matrimonio también fue disuelto por el papa Inocencio III por el mismo motivo de parentesco, ya que Alfonso IX de León y Alfonso VIII de Castilla eran primos, por ser ambos nietos de Alfonso VII de León y Berenguela de Barcelona.
En 1214, murió Alfonso VIII de Castilla; le sucedió su hijo Enrique, que murió accidentalmente tres años después sin descendencia, y el trono de Castilla fue ocupado por Fernando, nieto de Alfonso VIII e hijo de Berenguela y de Alfonso de León. Las relaciones entre León y Castilla no fueron todo lo pacíficas que debieran, teniendo en cuenta que ambos reyes eran padre e hijo, y cuando en 1230 murió Alfonso de León, dejó dispuesto en su testamento que su reino debería pasar a las hijas de su primer matrimonio Sancha y Dulce, a pesar de que anteriormente se había comprometido a dejar como su sucesor a Fernando.1
El reino de León se dividió en dos bandos opuestos: los partidarios de ascender al trono a Fernando, que contaban con el apoyo del reino de Castilla, y los de otorgar la corona a Sancha y Dulce, que tenían el respaldo de la Orden de Santiago, la cual había recibido del rey el lugar de Castrotorafe con el compromiso de apoyar a las infantas.
El tratado[editar]
Ante la inminencia de una guerra entre ambos partidos, las dos exmujeres de Alfonso de León, Teresa y Berenguela, se entrevistaron en Valencia de Don Juan,2 buscando una solución pacífica a la cuestión sucesoria.
La Concordia fue firmada en Benavente el 11 de diciembre de 1230. Según las condiciones del acuerdo, las infantas renunciarían a sus derechos al trono de León y, a cambio, a cada una de ellas se le asignarían de por vida una docena de señoríos por los que percibieron una renta anual de 15 000 maravedíes,3 que serían reducidos a 10 000 en caso de entrar en religión y suspendidos en caso de matrimonio.45
Pocos días después, Fernando fue coronado rey, uniendo así definitivamente los reinos de Castilla y León en la Corona de Castilla.
El Tratado de Cabreros fue un acuerdo suscrito el día 26 de marzo de 1206 entre Alfonso IX de León y Alfonso VIII de Castilla en el municipio vallisoletano de Cabreros del Monte para tratar de poner término a las disputas existentes entre ambos reinos por la posesión de diversas fortalezas que se hallaban en manos de Alfonso VIII, y por la posesión de los castillos que constituían la dote de la reina Berenguela de Castilla, hija de Alfonso VIII y esposa de Alfonso IX de León, de quien el soberano leonés se había separado en 1204.
Antecedentes[editar]
En 1197 Alfonso IX de León se había desposado con la infanta Berenguela de Castilla, hija de Alfonso VIII de Castilla y de la reina Leonor de Plantagenet para poner término a la guerra que desde el año 1195 había enfrentado a ambos reinos. En las capitulaciones matrimoniales, otorgadas en la ciudad de Palencia el 8 de diciembre de 1199, dos años después de celebrarse el matrimonio, Alfonso IX confirmó la entrega a su esposa de las torres de la ciudad de León, Astorga, Valencia de Don Juan, y otros treinta castillos, al tiempo que entregaba como garantía a su primo Alfonso VIII diez castillos, en prenda de la seguridad de lo acordado entre ambos.1Los castillos entregados por Alfonso IX a su esposa se encontraban dispersos en territorio leonés, gallego y asturiano, contándose entre estos últimos los de San Pelagio de Barro, Aguiar da Moa, Alba de Búval, Canderrei y Aguiar de Pedraio.2Por su parte, Alfonso VIII de Castilla entregó a su hija Berenguela como dote todas las poblaciones y fortalezas leonesas de las que se había apropiado durante la guerra castellano-leonesa de 1196-1197, y que eran reclamadas por Alfonso IX de León.
La vigilancia de la dote quedaría a cargo de doce caballeros que serían vasallos de la reina Berenguela, pero que debían mantenerse leales al soberano leonés, con el beneplácito del soberano castellano, y en caso de separación matrimonial, la dote continuaría en poder de la reina Berenguela. No obstante, se estipuló que en el caso de que Alfonso IX se separase de su esposa, las fortalezas entregadas por el soberano leonés y que constituían la dote quedarían bajo control castellano. Así mismo, fueron previstas todas las posibles contingencias, tales como que Alfonso IX matase a su esposa, que la maltratase, o que la privase de libertad.
Después de contraer matrimonio, Alfonso IX de León y su esposa fueron excomulgados por el papa Inocencio III, quien justificó tal sentencia por el grado de parentesco que unía a los cónyuges, ya que Berenguela era sobrina segunda de Alfonso IX de León. A pesar de la excomunión que pesaba sobre ellos, los reyes de León procuraron retrasar cuanto pudieron la separación matrimonial y en mayo de 1201 Inocencio III ordenó a Pedro Suárez de Deza, arzobispo de Santiago de Compostela, a Martín López de Pisuerga, arzobispo de Toledo, y a los obispos de Palencia y de Zamora que confirmasen la sentencia de excomunión contra Alfonso IX de León.3
Debido a la sentencia de excomunión e interdicto que pesaba sobre ellos, los reyes de León se separaron en abril de 1204, tras una asamblea de prelados castellano-leoneses que se reunió en la ciudad de Valladolid, y en el mes de mayo de 1204 la noticia de la separación de ambos cónyuges llegó a Roma. El 19 de junio de 1204 el papa Inocencio III levantó la sentencia de excomunión e interdicto que pesaba sobre el rey de León y sobre sus principales consejeros, entre los que se hallaba Pedro Fernández de Castro "el Castellano", haciéndose público dicho levantamiento en el mes de octubre de 1204, según consta en un privilegio otorgado por Alfonso IX a la Catedral de Astorga.4
Tras la separación de Alfonso IX de León y Berenguela de Castilla, surgió un conflicto entre los reinos de Castilla y León por la posesión de los castillos que constituían la dote de la reina Berenguela, y que le habían sido entregados a ella por el soberano leonés. Inocencio III manifestó que las fortalezas en disputa pertenecían a Alfonso IX, y amenazó con la excomunión a Berenguela de Castilla y a su padre Alfonso VIII si se negaban a devolver las fortalezas al rey leonés, sugiriendo además el Pontífice que en caso de no alcanzar un acuerdo entre ambas partes el pleito fuese remitido a la Santa Sede.5
Tratado de Cabreros[editar]
Con el propósito de mantener la paz entre los reinos de Castilla y León y de poner fin al pleito existente sobre la posesión de las fortalezas que constituían la dote de la reina Berenguela de Castilla, Alfonso IX de León y Alfonso VIII de Castilla se entrevistaron en el municipio vallisoletano de Cabreros del Monte el día 26 de marzo de 1206.
Alfonso VIII de Castilla concedió a su nieto, el infante Fernando de León, los castillos de Monreal, El Carpio, Valderas, Bolaños de Campos, Villafrechós, Castrotierra de Valmadrigal, Almanza, Siero de Asturias y Siero de Riaño, que eran reclamados por Alfonso IX de León desde que su primo Alfonso VIII se apoderó de ellos durante las guerras que ambos habían mantenido en el pasado. De este modo, Alfonso VIII cumplía lo dispuesto en su testamento, otorgado el 8 de diciembre de 1204, en el que disponía que dichas fortalezas deberían ser entregadas a su muerte a su nieto Fernando, a no ser que sus testamentarios dispusiesen que dichas fortalezas fueran entregadas a Alfonso IX de León.
Por su parte, la reina Berenguela de Castilla entregó a su hijo, el infante Fernando de León, el municipio de Cabreros del Monte y todas las fortalezas que constituían su dote y que le habían sido entregadas por su antiguo esposo, Alfonso IX de León, y que en ese momento se hallaban en poder de Alfonso VIII, quien se había hecho cargo de ellas tras las capitulaciones matrimoniales de Alfonso IX, como garantía por parte del soberano leonés.Por su parte, Alfonso IX de León entregó a su hijo, el infante Fernando de León, los castillos de Luna, Argüello, Ferrera, Gordón, Tiedra y Alba de Aliste. Quedó fijado además en el tratado de Cabreros qué castillos debían ser considerados propiedad del reino de León y cuáles del reino de Castilla.6
El documento que recogió las cláusulas del tratado fue redactado en romance castellano, y aunque contenía algunos leonesismos, fue, según algunos expertos, el primer documento oficial de extensión considerable en ser redactado en lengua romance.
El Tratado de Corbeil (1258) fue un acuerdo firmado en Corbeil (actualmente Corbeil-Essonnes en el departamento francés de Essonne, cerca de París); firmado el 11 de mayo de 1258,123 entre Luis IX de Francia y el Rey de Aragón Jaime I el Conquistador con el fin de llegar a una paz duradera, conformando unas fronteras estables, entre la corona de Aragón y el reino de Francia.
Instrumentum de pace inter Ludovicum, regem Franciœ, et Jacobum, regem Aragonum, pacta, propter quasdam terras sibi invicem restitutas . Noverint universi quod, cum inter dominum regem Francie, ex una parte, et dominum regem Arragonum, Majoricarum et Valencie, comitem Barchinone et Urgelli et dominum Montispessulani, ex altera, suborta esset materia questionis super eo quod idem dominus rex Francie dicebat comitatum Barchinone, Bisulduni, Rossilionis, Erpurdani, Ceritanie, Urgelli, Confluentis, Gerundensem et Eusonensem cum eorum pertinenciis de regno Francie et de feodis suis esse, et dictus dominus rex Aragonum ex adverso dicebat se jus habere in Carcassona et Carcassès, in Redis et Redès, Lauraco et Lauregès, Terminis et Terminès, Biterris et vicecomitatu Biterrensi15 , Agadha et Agadès, Albi et Albigès, Ruthinis et Ruthinès, comitatu Fuxi, Caturco et Caturcino, Narbona et ducatu Narbonensi, Minerba et Minerbès, Fenolleto et Fenolledès, terra de Saltu, Petrapertusa et Petrapertusès, Amilliavo cum toto comitatu Amilliavi, Credona cum vicecomitatu Credonensi, Gavaldano, Nemauso et Nemausès, Tholosa cum toto comitatu Tholose et Sancti Egidii, cum honoribus, districtibus et juribus universis et pertinenciis eorumdem, tandem nos, Arnaldus, Dei gracia Barchinonensis episcopus, Guillelmus, prior Sancte Marie de Corneliano, Guillelmus de Rochafolio, tenens locum predicti domini regis Aragonum in Montepessulano, procuratores ad hoc ab ipso domino rege Aragonum missi specialiter ad predictum dominum regem Francie, in propriis personis ad ipsum accessimus, et litteras procuratorias, sigillo ipsius domini regis Aragonum sigillatas, predicto domino regi Francie exhibuimus in hec verba. -Párrafo inicial del Tratado
Por este Tratado el rey de Francia renuncia a sus pretensiones sobre los condados de Barcelona y Urgel entre otros, renunciando el rey de Aragón, por su parte, a sus pretensiones sobre parte del Languedoc (excepto Montpellier).
El Pacto de Jaén fue un acuerdo firmado en 1246, entre el rey de Castilla, Fernando III, y el primer rey nazarí de Granada, Alhamar, por el que se fijaba la frontera entre ambos reinos.
Origen[editar]
El Pacto fue consecuencia de la campaña militar del rey castellano, iniciada en 1245. Tras atacar localidades como Alcalá la Real o Íllora, su Consejo decidió atacar la ciudad de Jaén, que había quedado aislada, tras conquistar los cristianos las tres vías de acceso desde Granada: El Camino Viejo, que iba por Otíñar (fortaleza conquistada por los cristianos) y el río Valdearazo; el Camino nuevo, por Pegalajar, en el que había sido tomado el castillo de La Guardia; y el Camino de Alcalá, que quedó interrumpido tras la toma de Martos.
El asedio de Jaén se prolongó durante ocho meses y la situación llegó a ser desesperada. A la vista de que no podía hacer nada por salvar la plaza, Alhamar se presentó ante Fernando III, se declaró su vasallo y le entregó la ciudad,1 mediante la firma del Pacto de Jaén.
Contenido[editar]
El Pacto recogía dos aspectos bien diferenciados:
- Por un lado, Fernando III recibía por vasallo al rey de Granada, quien además debía entregarle 150.000 maravedíes anuales. Se establecía también una tregua de 20 años entre ambos reinos y Alhamar se obligaba a no hacer la guerra con terceros, sin autorización de las Cortes de Castilla.
- Por otro lado, se fijaban las fronteras entre ambos reinos. Estas fronteras no fueron modificadas, prácticamente, en los dos siglos y medio siguientes, hasta la conquista de Granada por los Reyes Católicos.
Trazado de las Fronteras[editar]
En el Reino de Jaén, la frontera con Granada estuvo situada en la cadena de sierras del Sistema Subbético, situadas en el sur de la actual provincia de Jaén. Se trata de una cadena montañosa de cierta altura (entre 1.600 y 2.000 msnm) que funcionó como defensa natural del reino nazarí. De oeste a este, el límite discurría por los siguientes lugares:2
- Terrenos de la Orden de Calatrava dependientes de Martos, frente a los castillos de Alcaudete y Alcalá la Real en la parte musulmana, aproximadamente por la actual divisoria entre los términos municipales de Martos y Alcaudete.
- La sierra de La Pandera, que servía de divisoria entre ambos en la zona de Valdepeñas de Jaén, continuando por la actual divisoria de los municipios de Pegalajar (parte cristiana) y Cambil (zona nazarí).
- Sierra Mágina, cuyas cumbres separaban los dominios de Baeza, Úbeda y Jódar, de las tierras musulmanas de Huelma.
- Al este, la frontera la constituyó el río Guadiana Menor (que para los árabes era, tradicionalmente, la cabecera del río Guadalquivir), hasta llegar a la Sierra de Cazorla, donde Tíscar era una fortaleza nazarí avanzada.
- Finalmente, en el extremo oriental, la cara sur del macizo montañoso de las actuales sierras de Cazorla, Segura y Castril, fijó el extremo norte del reino granadino, frente a los terrenos serranos que pertenecían al Arzobispado de Toledo (Adelantamiento de Cazorla).
Esta frontera permaneció casi estable hasta la culminación de la Guerra de Granada, en 1492, con la sola variación de la conquista de Alcaudete en 1340 y Alcalá la Real en 1341,3 que retrasó el límite hasta las fortificadas ciudades de Moclín, Íllora y Montefrío, muy cerca ya de la vega de Granada. En 1348, los cristianos conquistaron la ciudad de Huelma. En 1410 Antequera , en 1433 el castillo de Xiquena y al año siguiente Huéscar (recobrada por el reino nazarí en 1447)4, produciendo una última modificación en la frontera delimitada por el Pacto de Jaén.
La Paz o Tratado de Monteagudo fue firmado en 1291 en la localidad actualmente soriana de Monteagudo entre la Corona de Aragón y la Corona de Castilla. En él se acordó una alianza castellano-aragonesa, que fue sellada con el matrimonio de Jaime II de Aragón e Isabel de Castilla, hija de Sancho IV de Castilla, que murió poco después de dicho tratado, lo que provocó que se rompiera la frágil alianza entre los dos principales reinos de la península ibérica.
En la paz de Monteagudo se estipulaba que fueran recíprocamente los monarcas de Aragón y Castilla «amigos de sus amigos y enemigos de sus enemigos», no debiendo acoger en sus respectivos reinos a ningún ricohombre o caballero sin previo consentimiento de su soberano. Los reyes de Castilla y Aragón se obligaron a ayudarse en caso de guerra contra Francia y a mantener lo convenido con Pedro III.
Los reyes de Aragón y Castilla se llevaban enfrentando varios años, especialmente por el apoyo del primero a los infantes de la Cerda, pretendientes de la corona castellana. Los motivos que llevaron a firmar el tratado de Monteagudo fueron varios. Al rey aragonés le interesaba resolver el conflicto de Sicilia y tener las manos libres para sus empresas mediterráneas, en tanto que el de Castilla necesitaba cierta estabilidad en su reino para acometer la conquista de Granada. Las paces se firmarían después en Soria de modo más suntuoso.
Uno de los acuerdos a que se llegó en este tratado fue delimitar las regiones de influencia de ambas coronas en el norte de África, estableciendo el río Muluya como límite. Al oeste quedó la zona de influencia castellana; al este, la aragonesa.
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