ÉPOCA MEDIEVAL
El Tratado de Amparanza (en catalán Tractat d'Emparança) con los araneses, firmado en 1175 por Alfonso II el Casto de Aragón en el desaparecido monasterio de San Andrés de Barravés (Alta Ribagorza), asegura la protección (anexión) del Valle de Arán, que desde el siglo X pertenecía al condado de Cominges.
A cambio de la protección real, los araneses se comprometían a pagar anualmente el Galin Reiau, un tributo de un galin —un recipiente que tiene la medida del grano sembrado en un terreno de 216 metros cuadrados—1 lleno de trigo por fuego (casa, hogar), y el rey se comprometía a otorgar los diezmos que le correspondían al monasterio de Mijaran.
El Tratado de Tudilén, Tudillén o Tudején1 fue suscrito el 27 de enero de 11512 por Alfonso VII, rey de Castilla y León,3 y Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona y príncipe de Aragón, en Tudilén, un lugar situado cerca de Aguas Caldas en Navarra, esto es, en Baños de Fitero, pues en aquella época Fitero era un término de la villa castellana de Tudején.
Contenido[editar]
En el mismo Tratado se indica que el rey García Ramírez de Pamplona ha fallecido ("que omnia rex die illo quo mortus est"). Dado que ello se produjo el 21 de noviembre de 1150, el Tratado de Tulidén debió firmarse en el 1151, seguramente en ese 27 de enero. El hecho de la muerte de García y su sucesión por su hijo Sancho VI sin duda propició el Tratado, ya que Sancho tenía diecisiete años, lo que, en principio, podía suponer una cierta debilidad del viejo Reino. Es de señalar que para la Iglesia todavía Sancho seguía siendo Dux Pamplonensis, que correspondía al que mandaba un territorio por acuerdo de sus habitantes sin permiso o aceptación de la Iglesia, cosa que logró Sancho más tarde. Pero ni Alfonso VII ni Ramón Berenguer IV en este Tratado ni en el anterior de Carrión le negaron el título de rex a García, lo que muestra un cierto reconocimiento a García por el Imperio leonés y la posteriormente llamada Corona de Aragón.5
En este pacto, los firmantes convinieron en declarar la guerra al Reino de Navarra y repartírselo, ratificando el Tratado de Carrión de 1140, además de adjudicar a Aragón la conquista de las plazas y los términos situados al sur del Júcar y el derecho a anexionarse el reino de Murcia, excepto los castillos de Lorca y Vera.
Fue precedente de otros tratados como el de Lérida en 1157, el de Cazola en 1179 y Almizra en 1244 por el que se fijaron los límites de expansión en la región de Levante de los dos grandes reinos peninsulares.
El Tratado de Zamora fue el resultado de la conferencia de paz entre Alfonso I de Portugal y el rey Alfonso VII de León, el 5 de octubre de 1143, marcando generalmente la fecha del nacimiento del Reino de Portugal y el inicio de la dinastía alfonsina. Victorioso en la batalla de Ourique contra los musulmanes, en 1139, Alfonso I se benefició del apoyo de João Peculiar —el arzobispo de Braga— en favor de la constitución del nuevo reino de Portugal. Tras el Torneo de Arcos de Valdevez entre los dos Alfonsos y sus huestes, aquel buscó conciliarlos y propició que se encontraran en Zamora los días 4 y 5 de octubre de 1143, con la presencia del cardenal Guido de Vico.1
El título de rey de Portugal, que Alfonso I usaba desde 1139, fue confirmado en Zamora, comprometiéndose entonces el monarca portugués ante el cardenal Guido de Vico a considerarse vasallo de la Santa Sede, obligándose, por él y por sus descendientes, al pago de un censo anual de cuatro onzas de oro.2 Sin embargo, José Hermano Saraiva afirma que «en realidad no sabemos cómo sucedieron las cosas y se ignora completamente si fue firmado algún acuerdo, aunque modernamente se haya hecho referencia muchas veces a un tratado de Zamora que tal vez nunca existió». De lo que sí tenemos certeza, según Hermano Saraiva, es de que en diciembre de 1143 Alfonso Henriques escribió una carta al papa en la que se nombraba «censual» [dependiente] de la Iglesia de Roma y en la que se declaraba a sí mismo «hombre y caballero del papa y de San Pedro, a condición de que la Santa Sede lo defendiese de cualquier otro poder eclesiástico o civil» —como reconocimiento de su dependencia Alfonso Henríquez se obligaba a pagar anualmente cuatro onzas de oro—. De esta forma Alfonso Henriques intentaba asegurar la independencia del nuevo reino.3
Finalmente la independencia de Portugal, reconocida por Alfonso VII en Zamora,1 vino a ser confirmada por el papa Alejandro III en 1179 mediante la bula Manifestis Probatum.4 «La concesión fue arrancada por un regalo de mil monedas de oro, pero ciertamente no parece que tuviese mucha influencia en la consolidación de una independencia que ya entonces era un hecho consumado».
El Tratado de Alcañices (Portugués: Tratado de Alcanizes) fue un acuerdo bilateral suscrito en 1297 entre la Corona de Castilla y el reino de Portugal y firmado por el rey Fernando IV de Castilla,1 en cuyo nombre, por ser menor de edad, actuaba la reina María de Molina, y por el rey Dionisio I de Portugal. Fue rubricado el 12 de septiembre de 1297 en la villa zamorana que le da nombre (Alcañices), dando lugar a una de las fronteras más antiguas de Europa.
Historia[editar]
En 1294, la reina María de Molina, tutora del rey Fernando IV, su hijo, durante su minoría de edad, había amenazado al rey Dionisio I de Portugal con romper los acuerdos establecidos entre ambos reinos en 1295, si persistían los ataques a la Corona de Castilla y el apoyo del soberano portugués al infante Juan de Castilla, que se había proclamado rey de León. Ante las amenazas de la reina, Dionisio de Portugal aceptó retirarse de la Corona de Castilla en 1296, no sin antes apoderarse de Castelo Rodrigo, Alfayates y Sabugal, territorios pertenecientes a Sancho de Castilla "el de la Paz", nieto de Alfonso X de Castilla.2
Mediante el Tratado de Alcañices quedaron fijadas, entre otros puntos, las fronteras entre el reino de León y el reino de Portugal, que recibía una serie de plazas fuertes y villas a cambio de romper sus acuerdos que lo posicionaban en contra del reino de León, y que habían sido firmados con Jaime II de Aragón, con Alfonso de la Cerda, con el infante Juan de Castilla, y con Juan Núñez de Lara el Menor. Al mismo tiempo, en el Tratado de Alcañices se confirmó el proyectado enlace entre Fernando IV de Castilla3 y la infanta Constanza de Portugal, al tiempo que se acordaban los esponsales entre el infante Alfonso de Portugal, heredero del trono lusitano, y la infanta Beatriz, hija de Sancho IV de Castilla y hermana de Fernando IV. Por otra parte, el monarca portugués aportó un ejército de trescientos caballeros, puestos a las órdenes de Juan Alfonso Télez de Meneses,4 para ayudar a la reina María de Molina en su lucha contra el infante Juan, que hasta ese momento había recibido el apoyo del rey Dionisio.
Además, se estipulaba en el tratado que las villas y plazas de Campo Maior, Olivenza, Ouguela y San Felices de los Gallegos serían entregadas a Dionisio de Portugal como compensación por la pérdida por parte de Portugal, durante el reinado de Alfonso III de Portugal de una serie de plazas que le fueron arrebatadas por Alfonso X. A cambio de los derechos portugueses en las tierras de Ayamonte, Santiago de Alcántara, Herrera de Alcántara, Valencia de Alcántara, Aroche y Aracena fueron transferidos a la posesión definitiva de Castilla.5 Al mismo tiempo, le fueron entregadas al rey portugués las plazas de Almeida, Castelo Bom, Castelo Melhor, Castelo Rodrigo, Monforte, Sabugal, Sastres y Vilar Maior. Ambos monarcas renunciaron a plantearse reclamaciones territoriales en el futuro. Los prelados de los dos reinos acordaron el 13 de septiembre de 1297 apoyarse mutuamente y defenderse de las posibles pretensiones, por parte de otros estamentos, de restarles libertades o privilegios. El tratado fue ratificado no solo por los dos monarcas de ambos reinos, sino también por una representación abundante de los brazos nobiliario y eclesiástico de ambos territorios, así como por la Hermandad de los concejos de Castilla y por su equivalente del reino de León. Las consecuencias a largo plazo de este tratado fueron duraderas, ya que la linde entre ambos reinos apenas fue modificada en el curso de los siglos posteriores y se convirtió de esa forma en una de las fronteras más longevas establecidas en el continente europeo.
Por otra parte, el Tratado de Alcañices contribuyó a asegurar la posición en el trono de Fernando IV, insegura a causa de las discordias internas y externas, y permitió que la reina María de Molina ampliara su libertad de movimientos al no existir ya disputas con el soberano portugués, que pasó a apoyarla en su lucha contra el infante Juan, quien, en esos momentos, aún seguía controlando el territorio leonés.
Cuestión de Olivenza[editar]
Con la firma de este tratado se dio comienzo a la disputa territorial entre España y Portugal por los terrenos pertenecientes a los municipios españoles de Olivenza y Táliga. En la actualidad este proceso se encuentra congelado desde el Congreso de Viena (1815).
El tratado de Alcaraz fue un acuerdo firmado en Alcaraz hacia el 2 de abril de 12431 entre el infante Alfonso de Castilla —futuro Alfonso X— en calidad de representante del rey Fernando III el Santo por parte de la corona de Castilla y varios representantes de linajes señoriales musulmanes del emirato murciano.
El tratado[editar]
Ya hacia los comienzos de 1243 el emir de Murcia, Muhammad ibn Muhammad ibn Hud Baha al-Dawla, apremiado por la amenaza doble de la orden de Santiago y del Reino nazarí de Granada sobre su reino, había propuesto un vasallaje a Castilla, enviando como emisario a Burgos a su hijo.4
El tratado, que se produjo en el contexto de descomposición interna en el que se encontraba el emirato hudí de Murcia tras la muerte en 1238 de Ibn Hud al-Mutawakkil,5 fue firmado en abril de 1243 en el Real Monasterio de Cortes de la ciudad castellana de Alcaraznota 2 y establecía los términos de un protectorado de Castilla en el emirato murciano: Se procedía a establecer una relación de vasallaje de los gobernantes murcianos con respecto al monarca castellano, se daría pie a la ocupación de las fortalezas del territorio por parte de las tropas castellanas, recaudando Castilla una parte de los tributos, mientras que, en contrapartida, se respetaría el culto y las propiedades de los musulmanes, permitiéndoles mantener sus gobernadores.6
Sucesos posteriores[editar]
Las ciudades de Lorca, Mula y Cartagena no aceptaron el tratado. Las dos primeras fueron conquistadas en 1244;7 mientras que Cartagena fue reconquistada por Alfonso en la primavera de 12458 con la asistencia desde el mar de una flota del Cantábrico.9
La revuelta mudéjar en el reino de Murcia, ocurrida entre 1264 y 1266, anuló cualquier obligación del ya monarca, Alfonso X el Sabio, de respetar los compromisos contraídos en el tratado.
Tratado de Almizra
El Tratado de Almizra es un pacto de paz firmado el 26 de marzo de 1244 entre la Corona de Aragón y la Corona de Castilla que fijó los límites del reino de Valencia. Lo acordaron Jaime I de Aragón y el infante Alfonso de Castilla, que más tarde fue su yerno y futuro rey Alfonso X el Sabio. En el tratado se estipuló que las tierras al sur de la línea Biar-Busot-El Campello (barranç de Aigües) quedarían reservadas a Castilla.
Este nuevo pacto se origina en el constante incumplimiento por ambas partes de los anteriores tratados, el Tratado de Tudilén (1151) y el Tratado de Cazola (1179); concretamente la cláusula que ambas partes vulneran es la siguiente: Que ninguno de los dos quite o disminuya al otro algo de la parte a cada uno asignada, ni de otro modo uno de los dos maquine astutamente algún obstáculo contra la ya dicha división; cláusula con la que reforzaban los acuerdos.
Jaime I vulnera esta cláusula al conquistar Villena en 1240 y, con ella, los sitios de Caudete y Sax, que, al estar al otro lado del puerto de Biar, correspondían a Castilla; y el infante D. Alfonso también lo hizo al pretender Játiva en 1244, que correspondía a la Corona de Aragón buscando forzar así un nuevo pacto donde se respetaran las fronteras pactadas en el Tratado de Cazola.
El tratado de Anagni o paz de Anagni fue un acuerdo firmado entre el papa Bonifacio VIII y los reyes Jaime II de Aragón, Felipe IV de Francia y Carlos II que ponía fin a diversos conflictos aparecidos a raíz de la conquista aragonesa del reino de Sicilia por parte de Pedro III de Aragón. Además, se confirmaba el tratado de Tarascón que ponía fin a la Cruzada Aragonesa. El tratado se firmó en la catedral de la ciudad italiana de Anagni el 20 de junio de 1295.
Contenido[editar]
Las principales cláusulas del tratado fueron:1
- Se fijó el matrimonio entre Jaime II y Blanca de Anjou, hija de Carlos II.
- El reino de Sicilia regresaba a la Santa Sede.
- Ayuda militar de Jaime II hacia Carlos II para ayudarle en la conquista de Sicilia.
- Se anulaba la excomunión papal contra Jaime II.
- Reconocimiento por parte de Francia de las donaciones realizadas por Martín IV a Carlos de Valois.
- Devolución de las Baleares a Jaime II de Mallorca, aunque quedaban bajo la tutela del rey de Aragón
- La Santa Sede tenía el arbitraje sobre el Valle de Arán.
- Se intercambiaban prisioneros y rehenes realizados durante la guerra, tanto los que estaban en poder de Carlos como los de Jaime II.
El tratado establecía además dos cláusulas secretas:
- Cesión de Córcega y Cerdeña a Jaime II, pero teniendo en cuenta su condición como reino vasallo de la Iglesia.2
- Ayuda militar del reino de Aragón al rey de Francia para luchar contra Eduardo I de Inglaterra
Consecuencias[editar]
El tratado se mostró benévolo ante Jaime II, empezando por el levantamiento de la excomunión, luego por los beneficios económicos y finalmente por la posibilidad de casarse con una princesa del bando enemigo que le permitiría traer la paz a sus reinos.1
El parlamento siciliano, sin embargo, rechazó el tratado de Anagni y en 1296, eligió como rey al hermano de Jaime II de Aragón, Federico II de Sicilia,3 quien siguió luchando por conseguir la independencia de la isla contra las tropas angevinas y la flota enviada por el rey de Aragón para hacer respetar el tratado. En 1302 se tuvo que redactar un nuevo tratado, el de la paz de Caltabellota, que ponía fin definitivo al conflicto.
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