sábado, 30 de julio de 2022

HISTORIA DE ESPAÑA

 ÉPOCA MEDIEVAL

La Primacía de la diócesis de Toledo también nombrado La Primacía de las Españas (Portugués: Primaz das Espanhas; Catalán: Primat de les Espanyes) es la primado religioso de toda la península ibérica, históricamente conocida como Hispania o en plural como las Españas. El Arzobispo de Toledo en España, ha reclamado la Primacía de España desde la Edad Media, es actualmente el primado por encima de todas las demás sedes episcopales en España. El Arzobispo de Braga, en Portugal, quien también ha reivindicado este primado sobre toda la península ibérica desde la Edad Media, sin embargo hoy en día su primado sólo se reconoce en Portugal. Además, el Arzobispado de Tarragona en Cataluña también hace uso del título. Los Arzobispos de Braga, Toledo y Tarragona, si son elevados al rango de cardenales, son conocidos como Cardenales-primados.





Una puebla real, en la Edad Media hispana, es una villa o ciudad medieval fundada por un monarca como parte de una política de repoblación oficial.1

Estas nuevas poblaciones no solían edificarse en territorios fronterizos del Sur de la península ibérica sino en tierras del interior. Esta política se llevó a cabo por diferentes razones como el asegurar las vías de comunicaciones o para tratar de estructurar la población de otra manera frente a los señoríos laicos y eclesiásticos o a las Órdenes Militares, lo que generaría problemas.2

El rey Alfonso VI de León, para consolidar el Camino de Santiago reconstruyó puentes como en el caso del río Oja lo que hizo que se creara la nueva puebla de Santo Domingo de la Calzada. El rey castellano Alfonso VIII llegó a fundar Ciudad Real en medio del inmenso territorio de La Mancha, feudo de la Orden de Calatrava. También el rey Jaime I de Aragón se implicó con la villa nueva de Figueras en 1267 y Pedro III de Aragón con la villa de Palamós.

Estas pueblas o poblas se consolidaban con la concesión de un fuero y se organizaban con concejos, empezando a cobrar derechos sobre su alfoz y generalmente se amurallaban o aumentaban su fortificación en el caso de castros previos existentes.






Un regimiento es un órgano municipal castellano creado en la Baja Edad Media como evolución del concejo abierto al que terminará sustituyendo.1​ A su vez, el ayuntamiento será una evolución del regimiento.

El sistema de concejo abierto, debido a la progresiva complejidad que va adquiriendo el municipio, va derivando a otros sistemas oligárquicos donde los magistrados municipales van a pasar a ser paulatinamente los que tienen una mayor preeminencia socioeconómica y desembocará al fin en 1345 con Alfonso XI de Castilla en un gobierno municipal de carácter restringido, el regimiento, integrado por los regidores, cargos vitalicios que son nombrados directamente por el rey (aunque a veces las ciudades podían proponerlos), usualmente entre los vecinos más ricos del lugar.2

Aunque el objetivo primero era centralizador, el sistema favoreció el desarrollo de las grandes ciudades, pasado a tener un peso importante en la gobernación del Estado. Durante la Edad Moderna en España este cuerpo de regidores, como autoridades locales, siguió controlando los gobiernos municipales.






Con el término remensa, del latín redimentia, se designaba en el Principado de Cataluña, en la Edad Media, el pago que en concepto de rescate habían de dar los payeses (campesinos) a su señor para abandonar la tierra.1​ Constituía uno de los seis malos usos.

Posteriormente, por asimilación, se aplicó el término para denominar a los cultivadores sujetos a esta condición. Así, pues, los payeses de remensa, o simplemente "los remensas", eran cultivadores de tierras adscritos a ellas de modo forzoso y hereditario.2​ Jurídicamente, eran hombres libres, pero esta libertad estaba limitada por los vínculos que les unían al predio que cultivaban y, a través de él, al señor. Su condición no difiere esencialmente de la de los campesinos adscritos en otros territorios peninsulares y en el resto de la Europa medieval, con la denominación habitual de siervos, pero las especiales circunstancias políticas, sociales y económicas de la Cataluña medieval dan notorio relieve a esta clase social.

La Cathalunya Veyla descrita por Pere Albert, donde se concentraba la población con la condición remensa.





Repartimiento (Edad Media)

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El objeto de reparto era el territorio al sur del río Tajo ganado a los musulmanes, según un "concesión" que el rey establecía con las fuerzas sociales que habían colaborado en su conquista y las condiciones que se podían obtener con la condición de que se asentaran en ellas. Esta concesión real facilita el asentamiento, fijo generando derechos permanentes, mediante títulos individuales de propiedad.

El repartimiento lo realizaban una comisión de oficiales reales (partidores o divisores) con las casasfincas y heredades obtenidas entre los que habían participado en la conquista, según su condición social y méritos. El registro de este sistema de donaciones reales era recogido en los llamados Libros de Repartimientos, del que más tarde se extraería otro documento manuscrito para ser entregado al nuevo propietario.

La forma de actuación de los repartimientos fue bastante parecido en la Corona de Castilla y en la Corona de Aragón, aunque los resultados finales dependieron grandemente por las diferentes tierras conquistadas y la capacidad de absorción de los repobladores de los distintos reinos. Los repartimientos más antiguos de los que se conservan registros son del siglo XIII, referentes a Mallorca y Valencia, pero hay muchos otros en Murcia y los territorios de al-Ándalus. También existen registros de los repartimientos de ciudades, como el caso de Orihuela.1

En la Corona de Castilla, se tienen registros del repartimiento de ÉcijaJerez de la Frontera (1266) o Cádiz, que tuvieron dificultades para la colonización repobladora, todo lo contrario con Sevilla, que atrajo a muchos repobladores, alcanzando en poco tiempo los 25000 habitantes.






Revuelta bereber o gran revuelta bereber son denominaciones historiográficas para la revuelta que se produjo en el Magreb y al-Ándalus entre los años 122–125 de la Hégira (739/740–743 de la era cristiana) contra el Califato omeya de Damasco (en ese momento, bajo el califa Hisham ibn Abd al-Malik). Fue la primera ocasión en que se produjo una escisión del Imperio islámico. La revuelta, de base étnica bereber y religiosa jariyí, tuvo causas socio-económicas, políticas y religiosas (exigencias de pureza religiosa, contra la subordinación de los bereberes a la minoría dirigente árabe, a pesar de su conversión al islam, y contra la presión fiscal). Surgió en Tánger, y la dirigió al comienzo Maysara al-Matghari1​ (en las fuentes árabes llamado al-Ḥaqir –«el innoble»–), que fue depuesto por los propios rebeldes y posiblemente ejecutado en septiembre/octubre de 740.

A pesar de sus victorias iniciales, los rebeldes no consiguieron tomar las ciudades más importantes de Ifriqiya (particularmente la capital, Cairuán) ni del valiato andalusí (en especial la capital, Córdoba), pero sí controlaron amplias zonas, algunas de las cuales nunca fueron recuperadas por las autoridades de Damasco. Los ejércitos bereberes se disolvieron y el Magreb se fragmentó en una serie de pequeños estados gobernados por jefes tribales e imanes jariyíes. En los siguientes años, el propio Califato omeya cayó como consecuencia de la revolución abasí (748-750); únicamente un miembro de la antigua familia califal, Abderramán I, sobrevivió y huyó a al-Ándalus, donde se estableció como emir independiente (756).






¡Santiago y cierra, España!

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Caricatura de comienzos del siglo xx del político Juan de la Cierva en la que se hace parodia del lema «¡Santiago y cierra, España!» con un «¡Santiago y cierra todo!»

¡Santiago y cierra, España! es un lema perteneciente a la tradición cultural española, inspirado en un grito de guerra pronunciado por las tropas cristianas durante la Reconquista, en batallas como la de Navas de Tolosa y las españolas del Imperio y de época moderna antes de cada carga en ofensiva.

Historia[editar]

El Apóstol Santiago a caballo o Santiago Matamoros (Museo del Prado)

En el corpus impreso del español aparece citado en el siglo xvii, en poemas y dramas de carácter histórico. A partir del siglo xvii, variantes del lema aparecen citadas en dramas y poemas de inspiración histórica de Pedro Calderón de la BarcaAntonio Hurtado de MendozaLope de Vega o Pedro Francisco de Lanini. Según esta tradición, ¡Santiago!, ¡Cierra! y ¡España! se habrían gritado como voces de guerra, sin necesariamente combinarse en una sola frase. Por otra parte, esas voces se habrían usado desde, al menos, la batalla de Las Navas de Tolosa1​ y posteriormente fue utilizado en cada ocasión que se enfrentaban tropas españolas cristianas contra musulmanas. Como forma codificada «Santiago y cierra, España» aparece en la obra Don Quijote de la Mancha, causando asombro a Sancho Panza, que se pregunta si España está, por ventura, abierta, y es menester cerrarla.2​ Alonso de Ercilla, a su vez, documenta en La Araucana su uso en la conquista de América bajo la forma "¡cierra, cierra! ¡España, España!" sin referencias al santo.3

El significado de la frase es, por una parte, invocar al apóstol Santiago, patrón de España y también llamado Santiago Matamoros, y por otro, la orden militar cierra, que en términos militares significa trabar combate, embestir o acometer; «cerrar» la distancia entre uno y el enemigo. Cierra también hace referencia a cerrar filas, para que nadie abandone su puesto en combate y que las líneas de defensa queden huecos que el enemigo pudiera atravesar. El vocativo España, al final, hace referencia al destinatario de la frase: las tropas españolas.4

Según la tradición militar española, una vez acabada la Reconquista, la frase no habría dejado de utilizarse, especialmente por las brigadas de caballería, en cuyo himno está incluida la expresión que nos trata, como cierre del mismo.

Su utilización como tópico cultural lo convierte, desde finales del siglo xix, en algo peyorativo, incluyendo el juego de palabras con el verbo cerrar, en alusión al aislamiento frente a la modernidad del que se responsabilizaba, desde el regeneracionismo a las corrientes casticistas y al pensamiento costumbrista español. Desde ese punto de vista, es usual citar la frase sin poner la coma, con lo que se convierte en «¡Santiago y cierra España!» con un significado distinto.

Ramón María del Valle-Inclán, en su obra Luces de Bohemia, la convierte en «Santiago y abre España, a la libertad y al progreso» en labios del modernista Dorio de Gádex.5

Fue el lema elegido en los años 1930 por la revista derechista Acción Española, vinculada a Ramiro de Maeztu.6

Era el grito que lanzaban El Guerrero del Antifaz y El Capitán Trueno, héroes de cómic de la posguerra española y el franquismo.7​ También es una frase mencionada frecuentemente en Las aventuras del capitán Alatriste, de Arturo Pérez-Reverte, especialmente en el capítulo Corsarios de Levante.







La Sentencia Arbitral de Guadalupe fue una resolución jurídica dictada en el Monasterio de Santa María de GuadalupeExtremadura, el 21 de abril de 14861​ por Fernando el Católico para liberar a los campesinos remensas del Principado de Cataluña de los malos usos a los que los tenían sometidos sus señores feudales a cambio del pago de una indemnización.

Iglesia de San Esteban de Madremaña donde se reunieron los síndicos remensas para deponer las armas y discutir la propuesta de concordia del rey Fernando II de Aragón.

Tras su victoria en la batalla de Llerona de marzo de 1485, que puso fin a la segunda guerra remensa, las fuerzas realistas desataron una fuerte represión contra los remensas rebeldes ―entre otras medidas se les prohibió llevar armas―, pero no se consiguió pacificar la Montaña de Gerona ―que, en palabras de Vicens Vives, «seguía en pie de guerra»―, ni acabar con la tensión que se vivía en las comarcas vecinas como la de La Selva. Por su parte el gobernador Requesens, siguiendo las instrucciones del rey Fernando, optó por buscar el acuerdo con los remensas para conseguir la total pacificación del territorio y el 1 de abril permitió que estos se reunieran en asamblea en Madremaña. Allí los congregados acordaron deponer las armas y discutir la propuesta de concordia del monarca.45​ Este nada más conocer la derrota de Pere Joan Sala, el líder remensa de la última guerra, había enviado una carta al lugarteniente de Cataluña en la que, sin dejar de abogar por el castigo de los líderes de los insurrectos ―los «conduzidores de la facción»―, apoyaba la vía del compromiso para poner fin al pleito remensa: 6

Ca la conclusión de aquestas diferencias, como podeys considerar, no solamente consiste en el castigo de los dichos payeses, que es razón se faga debitamente, mas ahun en poner ley cierta y determinada sobre la paga de los d(e)rechos que deuen fazer daquí adelante, porque en ningún tiempo mas susciten y sean extinctas para siempre… E por esso… vos rogamos y encargamos… que con la discrecion que conuiene entadays con todo studio e por las vías que mejor os parecieren como el dicho compromiso se firme por am(b)as partes… Quanta al castigo e punición de los dichos Pere Johan Sala y otros paiesos nos parece que hos deueys hauer con la prodencia y rectitud que de vos se spera, faziendo justicia mesclada (con) misericordia, según los demeritos de cada uno, hauendo sguart a los autores e conduzidores de la facción, usando de clemencia a la multitud por aquellos seduzida e traída

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