ÉPOCA MEDIEVAL - BATALLAS
La batalla de Úbeda tuvo lugar entre el 16 y el 24 de julio de 1212 entre los cristianos del rey de Castilla Alfonso VIII y los restos del ejército musulmán recién derrotado en la batalla de las Navas de Tolosa, llamada por los musulmanes batalla de Hisn al-Iqab, realizada poco antes al principio de ese mismo lapso; la toma de Úbeda era tan importante que incluso los cronistas llamaban a la batalla de Las Navas "batalla de Úbeda" en sus obras, ya que de algún modo entendían que constituía el final o conclusión de la misma.
Tras la victoria de Las Navas, era esencial para los cristianos tomar Baeza y Úbeda, llaves del valle del Guadalquivir. Al parecer, como refiere Argote de Molina, los musulmanes habían prevenido quizá una rebelión de los inquietos mozárabes de Baeza y la habían vaciado para recluirse en Úbeda, conocida entre ellos como Ubbadat al-arab,1 a causa de sus imponentes murallas, que incluían una torre albarrana octogonal al Norte. Alfonso VIII ya había saqueado estos lugares en incursiones que hizo no solo su hijo el infante Fernando y el IV maestre de Calatrava Nuño Pérez de Quiñones en 1192, sino también en otras que hizo en 1193 y 1194 para talar sus vegas. Según la crónica sarracena de Rawd al-Qirtas, que refiere la historia de Marruecos y al-Ándalus, Alfonso VIII y los caballeros de la orden del Temple entraron en Úbeda2 e hicieron una gran mortandad:
De vuelta de Hisn al-Iqab fue Alfonso contra la ciudad de Úbeda, y la ganó a los musulmanes por asalto, matando a sus habitantes, grandes y pequeños, y así siguió conquistando al-Ándalus, ciudad tras ciudad, hasta apoderarse de todas las capitales, no quedando en manos de los musulmanes sino muy poco poder. Solo le impidió apoderarse de este resto de botín la protección divina por medio de la dinastía de los benimerines. Dícese que todos los reyes cristianos que asistieron a la batalla de Hisn al-Iqab, y que entraron en Úbeda, no hubo uno solo que no muriese aquel año.34
Rades de Andrada, cronista de Calatrava, refiere sin creérsela demasiado la noticia de Argote de que los moros le ofrecieron al rey Alfonso VIII un cuento (un millón) de maravedíes para evitar males mayores, habiendo ofrecido además que ambas villas quedasen tributarias y vasallas del rey de Castilla, pero los arzobispos de Toledo y Narbona lo impidieron, proclamando que serían excomulgados quienes hicieran tal trato. Alfonso, pues, arrasó cristianamente el lugar, tomó el alcázar tras ocho días de batalla y asedio el 24 de julio de 1212 y escribió al papa Inocencio III para notificarle orgulloso la difícil victoria:
Tandem pervenimus ad duas civitates, quarum altera dicitur Biacia, altera Ubeda; quibus non erant maiores citra mare praeter Cordubam et Ispalim; quarum alteram, scilicet, Biacciam destructam invenimus, ad alteram vero, scilicet, Ubedam, quae situ, loci et artificio fortissima erat, confugerat multitudo hominum infinita ex omnibus villis adiacentibus. Cum villa illa nunquam ab imperatore vel ab aliquo regum Ispaniae expugnata sciretur vel subiugata, in eadem posse salvari sua corpora credebant. Sed et hanc in brevi, divina gratia faciente, cepimus et funditus dextruximus.
La batalla de Guadix fue un combate librado el día 15 de enero de 1362 en el municipio granadino de Guadix, entre las tropas del reino nazarí de Granada y las tropas del reino de Castilla y León, en el que estas últimas fueron completamente derrotadas por las primeras.
Al mando de las tropas castellanas se encontraban los caballeros Diego García de Padilla, maestre de la Orden de Calatrava, Enrique Enríquez el Mozo, adelantado mayor de la frontera de Andalucía y bisnieto del rey Fernando III de Castilla, y Men Rodríguez de Biedma, que era el caudillo mayor del obispado de Jaén.
Batalla de Guadix | ||||
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la Reconquista Parte de Reconquista | ||||
![]() Mapa del Reino nazarí de Granada | ||||
Fecha | 15 de enero de 1362 | |||
Lugar | Guadix, Reino de Granada | |||
Coordenadas | 37°18′N 3°08′O | |||
Resultado | Victoria nazarí | |||
Beligerantes | ||||
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Comandantes | ||||
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Fuerzas en combate | ||||
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Bajas | ||||
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Antecedentes[editar]
El 21 de diciembre de 1361, poco antes de que se librara esta batalla, Diego García de Padilla, maestre de la Orden de Calatrava, Enrique Enríquez el Mozo, adelantado mayor de la frontera de Andalucía, y Men Rodríguez de Biedma, caudillo mayor del obispado de Jaén, habían infligido una seria derrota a las tropas del reino nazarí de Granada en la batalla de Linuesa.
A continuación, los mismos comandantes cristianos reunieron sus tropas, penetraron con ellas en el reino de Granada, y se dirigieron al municipio granadino de Guadix, que en previsión de un posible ataque cristiano había sido guarnecido con seiscientos caballeros y cuatro mil peones por los musulmanes. Y las fuerzas castellanas, por su parte, ascendían a mil caballeros y dos mil peones.
No obstante, los cristianos no deseaban entrar en combate, ya que sus comandantes se hallaban enojados con el rey Pedro I de Castilla porque este se había apoderado de los musulmanes que aquellos habían capturado en la reciente batalla de Linuesa, y a pesar de que les había prometido entregarles por cada uno de los cautivos la suma de trescientos maravedís.
Además, las tropas cristianas se mostraban temerosas a causa de los presagios funestos que los adalides habían tenido sobre la inminente batalla que se libraría con los musulmanes, según consignó el cronista Pedro López de Ayala en la Crónica del rey don Pedro.1
La batalla de Guadix[editar]
En la mañana del 15 de enero de 1362, las tropas cristianas llegaron ante Guadix y dividieron sus fuerzas en dos grandes grupos, y uno de ellos se dirigió a atacar las tierras de Val de Alhama, y el otro permaneció estacionado ante Guadix. Pero cuando los musulmanes observaron que el ejército cristiano se había dividido en dos, salieron de Guadix y los atacaron.
Las tropas musulmanas cruzaron un río y un puente y atacaron a los cristianos, quienes enviaron a doscientos de sus caballeros para repeler el ataque. Los doscientos jinetes cristianos derrotaron a los musulmanes, les obligaron a cruzar de nuevo el puente y mataron a cincuenta de los jinetes enemigos.
Mientras tanto, las tropas de Diego García de Padilla, maestre de la Orden de Calatrava, las de Enrique Enríquez el Mozo, adelantado mayor de la frontera de Andalucía, y las de Men Rodríguez de Biedma, caudillo mayor del obispado de Jaén, permanecieron donde estaban y no ayudaron a los caballeros cristianos que habían cruzado el puente y que estaban atacando a los musulmanes. Y cuando estos últimos observaron que los comandantes cristianos no socorrían a sus hombres, atacaron de nuevo a los cristianos. Y entre los caballeros cristianos fallecidos hasta ese momento figuraban Dia Sánchez de Rojas, Juan Sánchez de Sandoval, Simón González de Olite y Juan de Mendoza.
Poco después, los jinetes cristianos que aún combatían cerca del puente solicitaron a Diego García de Padilla y a Enrique Enríquez el Mozo que les enviasen refuerzos, aunque estos últimos les ordenaron que volviesen a cruzar el puente y retornasen a las filas cristianas, para que de ese modo todo el ejército castellano unido atacase al ejército granadino, y los jinetes cristianos abandonaron el puente y, a su pesar, retornaron a sus filas.
La caballería musulmana cruzó entonces el puente y atacó al ejército castellano. Y la batalla que se libró a continuación duró desde la salida del sol hasta la hora nona, es decir, aproximadamente, hasta las 15:00 horas.2 Las tropas cristianas intentaron resistir el ataque, algunos de sus hombres comenzaron a huir y las tropas de Diego García de Padilla y las de Enrique Enríquez el Mozo, a pesar de que combatieron valerosamente, fueron derrotadas por los musulmanes.
A pesar de que algunos hombres consiguieron escapar, entre ellos Enrique Enríquez el Mozo, la mayoría de los cristianos fueron apresados o muertos. El maestre de la Orden de Calatrava también fue apresado y, junto con otros prisioneros, fue conducido al reino de Granada. Y entre los caballeros cristianos capturados figuraban Pero Gómez de Porres el Viejo, Rui González de Torquemada, Sancho Pérez de Ayala y Lope Fernández de Valbuena.
En la batalla de Guadix perdieron la vida, entre otros, los caballeros Juan Rodríguez de Villegas el Calvo, Juan Fernández de Herrera, Juan Fernández Cabeza de Vaca, Diego López de Porres y Diego Fernández de Jaén, comendador de Biedma en la Orden de Santiago.
Consecuencias[editar]
Pocos días después de haber sido capturados, el maestre de la Orden de Calatrava y sus compañeros de cautiverio fueron puestos en libertad por el rey de Granada y, cargados de presentes, fueron devueltos al reino de Castilla, ya que el monarca granadino deseaba congraciarse con el monarca Pedro I.
El rey de Castilla se apoderó en 1362 de las localidades de Iznájar, Sagra, Cesna y Benamejí y, poco después, el rey Muhammed VI de Granada, acompañado por 300 jinetes y por doscientos peones, se dirigió al municipio cordobés de Baena, y desde allí, acompañado por Gutier Gómez de Toledo, prior de la Orden de San Juan, fue a Sevilla para solicitar a Pedro I el cese de las hostilidades entre el reino de Granada y el reino de Castilla.
Pero a los pocos días Pedro I dio muerte personalmente al monarca granadino en el barrio sevillano de Tablada.
La batalla de Malas Tardes (1328) fue en realidad una escaramuza habida en el pago de ese nombre situado entre el pueblo de Miguelturra y Ciudad Real y enfrentó a los caballeros calatravos contra las milicias urbanas de Villa Real, hoy Ciudad Real, durante el reinado de Alfonso XI.
Historia[editar]
La Orden de Calatrava había renovado y concedido más privilegios a la emergente villa de Miguelturra, situada a apenas tres kilómetros del asentamiento regio de Villa Real, fundada por Alfonso X con el propósito de debilitar el poder creciente de esta Orden en La Mancha, con el fin de despoblarla. El infante Felipe de Castilla, tutor del rey Alfonso XI, intentaba contener al maestre de la orden Garci López de Padilla, más un señor feudal que un freire luchador contra los infieles. Como López de Padilla fue derrotado por la taifa de Jaén en 1328, se levantaron contra él los freires de la Orden acaudillados por frey Juan Núñez de Prado, Clavero de la Orden, y una serie de caballeros de su confianza, algunos de ellos nacidos en Villa Real. Quesada, alcaide del alcázar de Villa Real, los acogió tras las murallas y pidió refuerzos a otras ciudades de realengo, Baeza, Córdoba y Toledo, e informó al infante Felipe de la situación.
Al enterarse el maestre Garci López de Padilla, reunió entre julio y agosto a sus mesnadas y partió hacia Miguelturra, quemando y arrasando viñas y campos de pan de Villa Real como si fuera tierra de infieles y poniéndole asedio para presionar a las autoridades y que soltaran a los freires desleales tras las murallas. Los vecinos que salían a cultivar los campos eran azotados y apaleados y enviados al Sacro Convento de Calatrava la Nueva. Cuenta el cronista Francisco de Rades y Andrada que "salieron un día contra el Maestre cinquenta de cauallo" desde Villa Real para evitar nuevas incursiones y fueron destrozados por las huestes calatravas. A la desesperada, pues los refuerzos de otras ciudades de realengo no venían, hicieron una salida por sorpresa o contraataque destinado a romper el sitio. Las tropas reales iban acaudilladas por el clavero Diego Sánchez de Viezma y el alcaide Quesada por el llamado camino de Peralvillo. Garci López de Padilla se enteró y ambas huestes lucharon en el pago llamado de Malas Tardes. Los calatravos perdieron y el Maestre huyó herido. Las huestes reales, formadas por freires calatravos sediciosos y la milicia urbana de Villa Real, hoy Ciudad Real, no se detuvieron ahí y marcharon contra Miguelturra, la cual asaltaron y saquearon, matando a mujeres, niños y ancianos y quemando las casas, en especial el palacio o Casa de la Clavería y una torre fuerte, que era vista desde Villarreal como centro de posibles incursiones a los dominios de realengo.
La contienda se resolvió al llegar a la mayoría de edad Alfonso XI y asumir la corona, renunciando al maestrazgo Garci López de Padilla a fines de 1329 y reestructurando el término de Miguelturra de forma tal que perdiera la Atalaya de los Abencanes en favor de Villa Real y confirmando la cesión de Peralbillo, que ya fue hecha efectiva en 1306. Se creaba así una zona de nadie entre la emergente Orden de Calatrava y las posesiones de Alfonso XI, el Justiciero. Después de cierto tiempo, el comandante de Villa Real propone la rendición de las tropas dirigidas al sur de la zona más afectada. Regresando a Miguelturra, Garci López se suicida.
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