ÉPOCA MEDIEVAL
El yacimiento arqueológico de Camesa-Rebolledo se encuentra entre los pueblos de Camesa y Rebolledo, a pocos kilómetros de Mataporquera, en el término municipal de Valdeolea, (Cantabria, España). Se trata de los yacimientos arqueológicos de El Conventón, situado en Rebolledo, y el de La Cueva, en Camesa. Sus orígenes se vinculan con un antiguo asentamiento romano próximo de la Legio IV Macedonica tras las guerras cántabras (29-19 a.C.) y con la calzada romana que unía Pisoraca con Portus Blendium y que se bifurca en las inmediaciones del yacimiento. También se relacionan con un castro cántabro y con un campamento romano. Más importante, si cabe, es su vinculación, aún por determinar, con Octaviolca, asentamiento aún por localizar y situado —según la placa I del Itinerario de Barro— a 10 millas romanas (unos 15 kilómetros) de la ciudad romana de Julióbriga. Sin embargo, su historia está aún por discernir.
Yacimiento arqueológico de Camesa-Rebolledo | ||
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Localización geográfica | ||
Continente | ![]() | |
Coordenadas | 42°53′15″N 4°09′30″O | |
Localización administrativa | ||
País | ![]() | |
Comunidad Autónoma | ![]() | |
Provincia | ![]() | |
Localidad | Camesa Rebolledo |
El Conventón[editar]
La villa: una residencia señorial[editar]
En el yacimiento romano-medieval de «El Conventón» se puede visitar una edificación que superaba los 1000 m² de superficie útil, situada al borde de una antigua calzada romana. Presidía un barrio situado a las afueras del hipotético asentamiento de Octaviolca.
Se trataba de una villa romana, es decir, una gran residencia señorial en el campo, propiedad de un notable o patricio del lugar. Sin embargo, se mantienen aún muchas incógnitas sobre la identidad de este edificio y sobre su relación con el entorno. Se sabe que por aquí pasaba una calzada, pues se hallaron tres fragmentos de un miliario, una señal que indicaba distancias en millas. Se colocó durante el reinado del emperador Trajano Decio (249-251 d.C.) en un momento muy cercano al de la caída en desuso de la villa. La presencia de la vía en las inmediaciones ha hecho pensar en una mansio (mansión), es decir, un establecimiento hostelero al borde del camino, a modo de mesón. Efectivamente, la existencia de las termas podría apoyar esta hipótesis, sin embargo no parece que tenga acceso externo, ni se han hallado caballerizas, amplias cocinas, ni mostradores, etc. La identificación como villa resulta por tanto la hipótesis más verosímil, pero queda por dilucidar si se trató de una gran casa rural o una residencia peri urbana, una lujosa morada señorial en las inmediaciones de un núcleo de población grande, de una ciudad.
El tamaño del edificio, los paramentos de pinturas murales que decoraron uno de sus corredores y las termas prueban la condición adinerada de sus propietarios. Un sistema de calefacción por hypocaustum, mediante aire procedente de un horno (praefurnium) y que circulaba bajo el suelo, permitió crear este «balneario privado».
Todo un ala del edificio se consagró al placer del baño y el masaje. Bañeras con agua caliente (caldarium), templada (tepidarium) y fría (frigidarium), sauna de vapor (laconicum) y vestuario (apodyterium) en salas independientes, permitían disfrutar del placer del agua mientras el sol de la tarde entraba por las ventanas. Las dependencias termales de la villa son de época Flavia (finales del siglo I d.C.) y distintas ampliaciones de los siglos II y III d.C. El agua de la piscina fría salía por un canal de evacuación que circulaba por la planta baja de la torre. Allí se ubicó la letrina, el aseo que se limpiaba al vaciar la piscina.1
El entorno que ocupó la villa romana perduró desde el siglo I hasta mediados del siglo III de nuestra era; posteriormente se abandonó, coincidiendo con el comienzo de la decadencia del Imperio Romano y la crisis del siglo III.
Iglesia y necrópolis medieval[editar]
Tres siglos después de haberse abandonado la villa romana y su entorno, una nueva población —en época visigoda— reaprovecha en parte el edificio y crea en torno al ala termal una necrópolis de tumbas de fosa. De este modo, el destino del lugar quedaba marcado por muchas centurias: al menos hasta el siglo XII tumbas de laja y sarcófagos se multiplican. El escaso número de sarcófagos y el lugar privilegiado donde se enterraron —dentro de la iglesia o en la entrada— evidencia hasta qué punto los notables del lugar constituían una minoría social.
La necrópolis se concentraba en torno a una iglesia altomedieval de planta y ábside rectangulares, de estilo prerrománico, de la que sólo queda la planta. Esta mostraba una sola nave con un pavimento de tosco empedrado. Debajo, el terreno estaba poblado de enterramientos pero también se halló un nivel de ocupación medieval con restos que indican que allí se vivió, en el siglo VII.
Centro de interpretación[editar]
Un gran centro de 1300 m² protege los vestigios arqueológicos y permite al visitante realizar la visita guiada y señalizada, disfrutando de una visión panorámica excelente. Además, el centro ofrece un amplio espacio de exposiciones donde tienen cabida la arqueología y el patrimonio de la zona.
La Cueva[editar]
Este yacimiento romano está situado a unos 700 metros del anterior y se llega a él desviándose por la carretera de acceso al pueblo de Camesa, hasta unos 300 metros del núcleo de éste. Fue excavado parcialmente durante tres campañas de verano (1986, 1989 y 1991); sin que hasta la fecha se haya publicado ni una reseña sobre él, a excepción de unos pocos datos advirtiendo de su existencia e importancia: su existencia venía manifestándose desde mucho tiempo mediante la aparición esporádica de fragmentos de cerámica romana, ladrillos y tégulas, piedras labradas y alguna moneda también romana.2
Solo su excavación permitirá extraer conclusiones ajustadas, pero ya antes de ella se obtienen algunas orientaciones. Respecto a la época del yacimiento, tanto las monedas como la cerámica «sigillata» nos sitúan en los siglos II y III d. C. (época de los Antoninos y los Severos). El lugar parece idóneo para el emplazamiento de una villa de gran extensión o incluso de una pequeña agrupación urbana. Finalmente, las dimensiones y la alineación de las estructuras o muros, adivinadas más que comprobadas, sugieren que nos imaginemos allí, más que una villa, un pequeño núcleo urbano.2
En el yacimiento se aprecian las magníficas dimensiones de un edificación romana, con un ala de 90 metros de longitud, que probablemente alcanzaba hasta 120 metros. También se observa el tamaño, la distribución y forma de las estancias, que hacen que esta edificación no tenga analogía con ninguna de las excavadas hasta ahora en la ciudad de Julióbriga.2
Aún no se conoce con certeza la funcionalidad de las estructuras exhumadas; podrían tener un carácter militar y tratarse de barracones de tropa o bien tratarse de un edificio de carácter público, quizá de forma rectangular y porticada en torno a una plaza o foro. En este caso, las estancias excavadas serían tal vez tiendas comerciales (tabernae) que ocupaban el ala este del edificio, sin que se conozca a qué otras funciones se destinarían las dependencias de las alas aún no excavadas, si es que se conserva en la actualidad algún resto de ellas.
El Castro de Las Rabas es un yacimiento arqueológico españolque se encuentra en Celada Marlantes, dentro del término municipal de Campoo de Enmedio, en Cantabria. Desde 2004 es Bien de Interés Cultural de Cantabria, con la Categoría de Yacimiento Arqueológico, declarado por Decreto 37/2004, de 22 de abril.1
Descripción[editar]
El Castro de Las Rabas, conocido en la bibliografía como «asentamiento cántabro de Celada Marlantes», se localiza en el paraje del mismo nombre, a un kilómetro y medio al noroeste de la localidad de Celada Marlantes. El emplazamiento está circundado por algunas lomas ligeramente más elevadas hacia el norte y el oeste, llamadas las Encinas, La Mayuela y las Quintanas. Por el sur y el este los límites orográficos vienen marcados por el cauce del río Marlantes.1
El conocimiento del yacimiento de Las Rabas parece estrechamente unido a las excavaciones en la villa romana de Julióbriga iniciadas en la década de los años 1950, cuyos resultados y exploraciones del trazado de la vía romana que sigue el curso del río Besaya condujeron a la costa. Llevaron al descubrimiento, en el entorno de Celada Marlantes, de una necrópolis alto-medieval que aseguraba una continuidad histórica del poblamiento en la comarca. Así, la búsqueda del asentamiento prerromano condujo al hallazgo de vestigios arqueológicos que han sido datados en el siglo I a. C.1
La mayor parte de las intervenciones se realizaron en la vertiente norte del castro, que proporcionó abundante material cerámico y metálico. La cerámica predominante está realizada a mano y con variados motivos decorativos tanto impresos como incisos y con motivos típicos (acanaladuras, uñadas, espigados, etc.) de las culturas del Hierro I, y aún anteriores. Junto a estas, pero en menor número, aparecen cerámicas de tradición celtibérica de pastas finas, decoradas con motivos característicos de dicha cultura. De la misma manera, el material metálico conformado por puntas de lanza, cuchillos afalcatados, fíbulas de diversa tipología, hachas, clavos, etc. nos informa de la superposición sobre el sustrato anterior de las influencias de los pueblos del Hierro II.1
La última campaña ha sacado a la luz los restos de unos posibles fondos de cabañas circulares, en la vaguada que forman la vertiente norte del castro de Las Rabas y las estribaciones del alto de La Mayuela.
El asentamiento de El Castillejo en Nívar y Güevéjar esta situado en la provincia de Granada, comunidad autónoma de Andalucía, España, y abarca con toda probabilidad, el período de transición, desde el siglo V al siglo X. Se complementa además con, al menos, dos tipos diferenciados de necrópolis, constituyendo así un ejemplar casi único por la amplia cronología que presenta.
La importancia del yacimiento reside en que se configura como una zona clave para entender el cambio social producido por la conquista islámica de la península ibérica, además de ofrecer la posibilidad de aproximarse a un período histórico no muy conocido, como es el tardorromano.
Descripción[editar]
El asentamiento es fácilmente reconocible por estar en una peña caliza, conocida popularmente como la «Peña Bartolo», que destaca en el territorio y en la que, en una de sus caras, al sureste, presenta una media docena de tumbas excavadas en la roca de clara tradición tardorromana. Los enterramientos se encuentran situados en una parte elevada y asociados a un poblado que, como evidencian tanto los materiales cerámicos como los constructivos encontrados en superficie, corresponden a un asentamiento del periodo tardorromano, similar a otros documentados en otras partes de la Península y que se identifica con un modelo (ubicación de las tumbas en zonas elevadas junto a un poblado) utilizado como sistema para definir una jerarquía espacial.
Además, en las laderas sur y este, conformadas por una matriz geológica de arenas y ocupadas por un olivar de cierta antigüedad, se han podido identificar abundantes restos cerámicos de épocas posteriores a la cronología de las tumbas excavadas en la roca y, sobre todo, estructuras de relevancia también asociadas a esa cronología.
En las laderas meridional y oriental se han removido terrenos en tres terrazas donde han aparecido abundantes restos. En concreto, la mayor concentración de estos restos se han localizado en la ladera este de la terraza superior. En ella, el corte de los taludes deja al descubierto varios huecos cortados transversalmente que han podido identificarse como tumbas. Estas se orientan en dirección nortesur y por la disposición en la que se encuentran en el perfil se puede hablar de al menos tres niveles. En la misma terraza también se ha detectado un muro de piedras cortado transversalmente.
A medida que se avanza hacia el sur, por la terraza superior, aparece un conjunto de huecos más anchos y rellenos de un material oscuro que, en principio podrían identificarse como silos, al aparecer asociados a algunas semillas y que explicarían, al mismo tiempo, su aparente concentración en un área concreta. También los silos podían distribuirse en distintos niveles de suelo, quizás hasta dos.
En la terraza intermedia también se han detectado evidencias de estructuras, cuya potencialidad se evaluará en la realización de actuaciones arqueológicas que proporcionen una mayor información.
Por último, en la terraza inferior que se define en dos espolones que delimitan esta zona, se localiza una evidente concentración de materiales cerámicos en superficie y algunos restos de muros asimilables a los descritos anteriormente; aunque esta vez mucho más dispersos y separados en el espacio, quizás como consecuencia de la mayor distancia a la cumbre, y por tanto al posible centro del núcleo.
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