ÉPOCA MEDIEVAL
El reino de los Astures (en latín, Asturum Regnum) o reino de Asturias fue la primera entidad política cristiana establecida en la península ibérica después del colapso del reino visigodo de Toledo tras la desaparición del rey Rodrigo en la batalla de Guadalete y la subsiguiente conquista musulmana de la península ibérica. En sus primeras décadas, la extensión territorial del Reino de Asturias se limitó a los territorios de la cornisa cantábrica y sus comarcas adyacentes. Con posterioridad, los reyes asturianos iniciaron una vigorosa expansión que a principios del siglo X alcanzó el río Duero.
Se considera que la historia del reino se inició en el año 718, fecha probable de la elección de Don Pelayo como princeps o líder de los rebeldes. El final suele establecerse en el año 925, cuando Fruela II de Asturias sucedió a su hermano Ordoño II, quien gobernaba el Reino de León, fundado por su otro hermano García I. El Reino de Asturias es el precedente histórico del Reino de León, del que más tarde surgiría el Reino de Castilla y el Reino de Portugal.
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El reino de Asturias en el año 814 | ||||
Capital | mostrar Ver lista | |||
Idioma principal | Latín | |||
Otros idiomas | mostrar Ver lista | |||
Gobierno | Monarquía electiva (718-842) Monarquía hereditaria (842-914) | |||
Rey | ||||
• 718-737 | Pelayo | |||
• 910-925 | Fruela II | |||
Historia | ||||
• Pelayo, príncipe de los astures | 718 | |||
• Traslado de la capital a León | 924 | |||
Superficie | ||||
• 910 | Sustrato indígena del reino de Asturias[editar]El reino asturiano tuvo como solar los territorios occidentales y centrales de la Cordillera Cantábrica, particularmente los Picos de Europa y el área central de la actual Asturias, zonas donde tuvieron lugar los principales acontecimientos político-militares durante las primeras décadas de existencia del reino. Según las descripciones de Estrabón, Dión Casio y otros geógrafos grecorromanos dichas zonas estaban habitadas en los albores de la era cristiana por diferentes pueblos, entre los cuales se pueden citar los siguientes: vadinienses, que habitaban los Picos de Europa y cuya área de asentamiento fue desplazándose lentamente hacia el sur durante los primeros siglos de nuestra era, tal y como testimonian numerosas estelas; los orgenomescos, que moraban en la costa oriental asturiana; los selinos, que como su propio nombre indica se distribuían por todo el valle del río Sella (Salia); los lugones, cuyo territorio se extendía entre los ríos Sella y Nalón y cuya capital se situaba en Lucus Asturum (Lugo de Llanera); los astures propiamente dichos que habitaban la zona interior de Asturias situada entre los concejos actuales de Piloña y Cangas del Narcea, la provincia actual de León (excepto la zona noreste donde habitaban los Vadinienses), parte de Zamora y noreste de Portugal, los galaicos se encontraban desde el Río Navia hasta el Finisterre de la Costa de la Muerte, es decir, más o menos el território de Galicia, y los pésicos, que moraban en la zona costera de Asturias occidental, entre la desembocadura del Navia y la actual ciudad de Gijón. En cualquier caso, la conquista del norte peninsular fue finalizada por César Augusto Octavio después de la conquista de las Galias, que tuvo como aliados a los vascones que cortaban el territorio aquitano de donde provenían las provisiones para las legiones y cuyo tránsito era vital para su abastecimiento. Las informaciones que nos dan los geógrafos clásicos acerca de la filiación étnica de estos pueblos son confusas: Ptolomeo señala que los astures habitaban la zona central de la actual Asturias, la que se extiende entre los ríos Navia y Sella, situándose al oriente de este río la frontera con el territorio de los cántabros. Sin embargo, ya en el siglo IV la Cosmographia de Julio Honorio pone el nacimiento del Ebro en territorio de los astures (sub asturibus). En cualquier caso y dejando a un lado los detalles relativos a las fronteras entre las diferentes etnias cantábricas, el propio Estrabón señalaba en su Geographia que durante la época romana, todos los pueblos del norte de España, desde los galaicos hasta los vascones, tenían una cultura y unas formas de vida similares.4 De otra parte, existen testimonios que manifiestan que ni los lugones ni los pésicos se identificaban originariamente con los astures: así, en el Parroquial Suevo se distingue entre astures y pésicos, como si fueran dos tribus diferenciadas, y en una lápida encontrada en el concejo de Piloña –la piedra de los Ungones– se señala la frontera entre los lugones y los astures. Siendo todos ellos celtas romanizados. Esta situación se afianzó en el Bajo Imperio y en tiempos de las invasiones germánicas: la lucha primero contra los romanos y luego contra los vándalos asdingos y los visigodos fue forjando una identidad común entre los pueblos de la futura Asturias. A este respecto, diversas excavaciones arqueológicas han encontrado restos de fortificaciones en los alrededores del Campamento romano de La Carisa (concejo de Lena). Los expertos consideran que dicha línea defensiva, ubicada estratégicamente en la cuenca alta del río Lena –vía de entrada natural a Asturias desde la Meseta–, prueba la existencia de una resistencia organizada en el seno de la cual forzosamente debieron cooperar todos los habitantes de Asturias central. En este sentido, dichos especialistas han descubierto en La Carisa dos niveles arqueológicos diferentes, uno de los cuales corresponde a las guerras cántabras y el segundo al periodo 675–725, en el que tuvieron lugar la expedición del rey visigodo Wamba contra los astures y la conquista de Asturias por Muza. La identidad asturiana que progresivamente iba forjándose cristalizaría de una manera definitiva tras la coronación de Pelayo, la victoria en Covadonga y la subsiguiente consolidación del Reino de Asturias. En este sentido, la Crónica Albeldense, al narrar patrióticamente los sucesos de Covadonga, afirma que tras esa batalla Asturum Regnum divina providentia exoritur, «nació por la divina providencia el Reino de los Astures». Evolución histórica[editar]Conquista musulmana y revuelta astur[editar]
En el transcurso de la conquista musulmana de la península ibérica, las principales ciudades y centros administrativos de la Península fueron cayendo en manos de las tropas del Emirato de Córdoba. El dominio de las regiones centrales y meridionales, como los valles del Guadalquivir o del Ebro presentó muy pocos problemas para los recién llegados, que se ayudaron de las estructuras administrativas visigodas existentes, de origen romano. Sin embargo, en las montañas del norte, los centros urbanos eran prácticamente inexistentes (como Gigia) y la sumisión de la península ibérica había de realizarse valle a valle. A menudo los musulmanes recurrían a tomar rehenes para asegurarse la pacificación del terreno recién conquistado. Tras la primera incursión de Tariq que en el año 711 llegó hasta Toledo, el virrey yemení de Ifriqiya, Musa ibn Nusair, cruzó el año siguiente el Estrecho de Gibraltar y llevó a cabo una masiva operación de conquista que le llevaría capturar, entre otras, las ciudades de Mérida, Toledo, Zaragoza y Lérida. En la última fase de su campaña militar llegó hasta el noroeste de la Península donde logró apoderarse de las poblaciones de Lugo y Gijón. En esta última ciudad situó a un pequeño destacamento bereber al mando de un gobernador, Munuza, cuya misión debía consistir en consolidar el dominio musulmán sobre Asturias. Como garantía de la sumisión de la región algunos nobles, entre ellos algunas teorías apuntan que Pelayo (aunque su origen resulta desconocido), fueron llevados como rehenes de Asturias a Córdoba. Pero, según cuentan tanto la Crónica Rotense (crónica de Alfonso III donde se considera a Pelayo como sucesor de los reyes de Toledo, con claros fines de búsqueda de legitimidad política) como la de Al-Maqqari (historiador marroquí del siglo XVI que murió en El Cairo, Egipto, y que pudo haber tomado sus fuentes de la versión anterior, y reescribirlo ocho siglos después, con nula utilidad como documento histórico), Pelayo logró fugarse de dicha ciudad durante el gobierno del valí Al Hurr (717–718) y a su vuelta a Asturias instigó una revuelta contra las autoridades musulmanas de Gijón (la identidad de don Pelayo, sigue siendo un tema abierto, siendo esta solo una de las teorías). El caudillo de los astures —cuyo origen es discutido por los historiadores—a tenía entonces su morada en Bres (concejo de Piloña) y a dicho lugar Munuza envió tropas al mando del general Al Qama. Tras recibir noticias de la llegada de los musulmanes, Pelayo y sus compañeros cruzaron apresuradamente el río Piloña y se dirigieron al monte Auseva, en una de cuyas cuevas, Covadonga, se refugiaron. Allí lograron emboscar al destacamento sarraceno, que fue aniquilado. La victoria —relativamente pequeña, pues en ella intervinieron apenas unos cuantos cientos, o decenas, de soldados bereberes— otorgó un gran prestigio a Pelayo y provocó una insurrección masiva de los astures. Munuza, viéndose entonces aislado en una región crecientemente hostil decidió abandonar Gijón y dirigirse a la Meseta a través del Camino de la Mesa. Sin embargo, siempre según la crónica citada, fue interceptado y muerto por los astures en Olalíes (actual concejo de Grado). La Crónica Mozárabe, única crónica casi contemporánea y probablemente con menos intereses creados en los hechos, pasa por alto cualquier mención al incidente. Recientemente, en el Picu Homón —junto al puerto de la Mesa— y el Campamento romano de La Carisa (situada unos 15 kilómetros más al este, en el concejo de Lena, dominando los valles del Huerna y Pajares), se han llevado a cabo excavaciones por un equipo de arqueólogos, que han encontrado fortificaciones cuya datación, según los datos proporcionados por el Carbono 14, es de entre finales del siglo VII y principios del VIII: En estos lugares han sido halladas atalayas y fosos de casi dos metros, en cuya construcción y vigilancia tuvieron que participar miles de soldados, lo que requería de un alto grado de organización y de un liderazgo firme, probablemente el del propio Pelayo.b Por tal motivo, los especialistas consideran que es muy probable que la construcción de dicha línea defensiva tuviera como objetivo impedir la entrada de los musulmanes en Asturias a través de los puertos de la Mesa y Pajares.c Tras la victoria de Don Pelayo en la batalla de Covadonga (722) sobre los musulmanes, se establece una pequeña entidad territorial en las montañas asturianas que dará lugar más tarde al Reino de Asturias. El liderazgo de Pelayo no era comparable al de los reyes visigodos: de hecho los primeros reyes de Asturias se autotitulaban alternativamente princeps ‘príncipe’ y rex ‘rey’ y no es hasta la época de Alfonso II cuando este último título se consolida definitivamente. En este sentido el título de princeps tenía una gran tradición en los pueblos indígenas del norte de España y su uso se constata en la epigrafía galaica y cantábrica, en la que aparecen expresiones como princeps albionumd (en una inscripción hallada en el concejo de Coaña) y princeps Cantabrorume (sobre una lápida vadiniense del municipio de Cistierna, en León). En realidad, el reino de Asturias surgió como un caudillaje sobre los pueblos de la Cornisa Cantábrica que habían resistido tanto a los romanos como a los visigodos y que no estaban dispuestos a someterse a los dictados del Imperio Omeya. La influencia de los inmigrantes provenientes del sur, huidos de al-Ándalus, irá impregnando de goticismo al reino asturiano. Sin embargo, todavía a principios del siglo IX en el testamento de Alfonso II se renegaba de los visigodos culpándoles de la pérdida de Hispania. La crónicas en las que se basa el conocimiento de la época, escritas todas en tiempos de Alfonso III cuando la influencia ideológica goticista era ya importante, son la Sebastianense, Albeldense y Rotense. Durante las primeras décadas el control asturiano sobre las diferentes regiones del reino era aún bastante laxo, y por ello debía ser fortalecido continuamente a través de alianzas matrimoniales con otras familias poderosas del norte de la península ibérica: De este modo, Ermesinda, la hija de Pelayo, contrajo matrimonio con Alfonso, hijo de Pedro de Cantabria. Y los hijos de Alfonso, Fruela y Adosinda hicieron respectivamente lo propio con Munia, una vasca originaria de Álava, y Silo, un jefe local pésico del área de Flavionavia (Pravia). Tras la muerte de Pelayo en el año 737,f su hijo Favila o Fáfila es elegido monarca. A Fáfila, según las crónicas, lo mata un oso en una de las pruebas de valor normalmente exigidas a la nobleza de la época. Expansión inicial[editar]A Favila le sucede Alfonso I, que heredó el trono de Asturias gracias a su matrimonio con la hija de Pelayo, Ermesinda. La crónica Albeldense narra como Alfonso llegó al reino en algún momento posterior a la batalla de Covadonga para contraer matrimonio con Ermesinda. La muerte de Favila posibilitó su acceso al trono así como la llegada al poder de la que llegaría a ser una de las familias más poderosas del Reino de Asturias: La Casa de Cantabria. Si bien en un principio únicamente Alfonso se desplazó a la corte de Cangas, lo cierto es que, tras la progresiva despoblación de la Meseta y del Valle Medio del Ebro, donde se situaban las principales plazas fuertes del Ducado de Cantabria como Amaya, Tricio o la Ciudad de Cantabria, los descendientes del duque Pedro de Cantabria se retiraron desde tierras riojanas hacia el área cantábrica y allí llegaron con el tiempo a hacerse con los destinos del Reino de Asturias. Será Alfonso el que inicie la expansión territorial del pequeño reino cristiano desde su primer solar de los Picos de Europa avanzando hacia el oeste hasta Galicia y hacia el sur con continuas incursiones en el valle del Duero tomando ciudades y pueblos y llevando a sus habitantes hacia las zonas más seguras del norte. Esto provocará el despoblamiento estratégico de la meseta creando el Desierto del Duero como protección contra futuros ataques musulmanes. Este despoblamiento, defendido por Claudio Sánchez-Albornoz, es puesto en duda hoy en día, por lo menos en lo que se refiere a su magnitud. Las principales ideas para refutarlo son por un lado la conservación de la toponimia menor en múltiples comarcas así como el hecho de que aún hoy en día existan grandes diferencias, tanto desde el punto de vista de la antropología biológica como desde la cultural, entre los habitantes de la zona cantábrica y los de la Meseta Central. Lo que sí es cierto es que en la primera mitad del siglo viii tuvo lugar en el valle del Duero un proceso de ruralización que trajo consigo el abandono de la vida urbana y la organización de la población en pequeñas comunidades de pastores. Como causas de dicho proceso pueden citarse las siguientes: La quiebra definitiva del sistema de producción esclavista existente desde tiempos del Bajo Imperio, la propagación continuada de grandes epidemias en la zona, y por último el abandono de Al Ándalus por parte de las guarniciones bereberes tras la revuelta de los años 740 y 741. Todo ello posibilitó el surgimiento de un espacio poco poblado y sin organizar que aisló al reino asturiano de las acometidas musulmanas y le permitió afianzarse progresivamente. Por lo demás, las campañas de los reyes Alfonso I y Fruela en valle del Duero no debían ser muy diferentes a las razias que los astures realizaban por la misma zona en época prerromana. Inicialmente la expansión asturiana se lleva a cabo fundamentalmente a través del territorio cantábrico (desde Galicia hasta Vizcaya) y será necesario esperar hasta los reinados de Ordoño I y Alfonso III para que el Reino de Asturias tome posesión efectiva de los territorios situados al sur de la Cordillera. Fruela I, hijo de Alfonso I, consolida y amplía los dominios de su padre. Es asesinado por miembros de la nobleza vinculados a la casa de Cantabria. Transformaciones sociales y políticas[editar]Las fuentes escritas son muy concisas en lo referido a los reinados de Aurelio, Silo, Mauregato y Bermudo I. Generalmente este período, con una duración de veintitrés años (768–791), ha sido considerado como una larga etapa de oscuridad y repliegue del reino de Asturias. Esta visión sostenida por algunos historiadores, que incluso denominaron a esta fase de la historia del reino asturiano como la de los Reyes holgazanes, ha sido debida a que en ese momento parece que no se dieron importantes acciones bélicas contra al-Ándalus. Sin embargo, esas mismas fuentes escritas permiten decir que durante esos años se produjeron relevantes y decisivas transformaciones en lo relativo a las cuestiones internas del reino asturiano. Todas ellas prepararon y dieron una base, en todos los órdenes y aspectos, para el posterior afianzamiento y expansión de Asturias. En primer lugar, fue en esos años cuando se constata la primera rebelión interna astur protagonizada por el propio Mauregato, que expulsó del trono a Alfonso II de Asturias. Con ella, se inició en Asturias una serie de rebeliones protagonizadas por ascendentes grupos aristocráticos palaciegos y de grandes propietarios que, en base al creciente desarrollo económico de la zona, trataban de desplazar del poder a la familia reinante de Don Pelayo. Las importantes rebeliones de Nepociano, Aldroito y Piniolo, durante el posterior reinado de Ramiro I, forman parte de este proceso de transformación económico, social, político y cultural del reino asturiano, sucedido entre los siglos VIII y IX. En segundo término, en esa época fracasaron las sublevaciones periféricas de galaicos y vascones, que fueron abortadas por los reyes asturianos. Dichas revueltas, a su vez, se aprovecharon de las rebeliones internas de la zona central y oriental de Asturias; y en ciertas ocasiones, dieron su ayuda a unos u otros contendientes de la aristocracia asturiana: refugio de Alfonso II en tierras alavesas, tras su huida; el apoyo a la sublevación de Nepociano en algunas zonas asturianas o la unión de los galaicos a la causa de Ramiro I. Por último, otros datos hablan de importantes transformaciones internas del reino asturiano en ese momento. Son las sublevaciones de los libertos (serbi, servilis orico y libertini, según las Crónicas) acaecidas durante el reinado de Aurelio. Las relaciones de propiedad entre dueño y esclavo poco a poco se fueron rompiendo. Este hecho, unido al progresivo papel del individuo y de la familia restringida en detrimento del papel que hasta ese momento había jugado la familia amplia, es un indicio más de que una nueva sociedad estaba surgiendo en la Asturias de finales del siglo VIII y comienzos del siglo IX. A Fruela I le sucede Aurelio de Asturias, nieto de Pedro de Cantabria, que instalará la corte en terrenos de lo que actualmente es el concejo de San Martín del Rey Aurelio, antes perteneciente a Langreo, entre los años 768 y 774. Al morir este, le sucede Silo, que traslada la corte a Pravia. Silo estaba casado con Adosinda, una hija de Alfonso I (y por lo tanto, nieta de Pelayo). Al morir el rey Silo es elegido rey el joven Alfonso II (que más adelante, en 791, volvería a recuperar el trono), pero Mauregato, hijo bastardo del rey Alfonso I, organiza una fuerte oposición y consigue que el nuevo rey se retire a tierras alavesas (la madre de Alfonso II, Munia era vascona) adjudicándose el trono asturiano. Este rey, pese a la mala fama que la historia le adjudica, mantuvo buenas relaciones con Beato de Liébana, quizás la figura cultural más importante del reino, y le apoyó en su lucha contra el adopcionismo. La leyenda dice que este rey era hijo bastardo de Alfonso I con una mora, y le atribuye el tributo de las cien doncellas. Le sucede Bermudo I, hermano de Aurelio. Se le llama el diácono, aunque probablemente solo recibiera votos menores. Bermudo abdica tras una derrota militar, acabando su vida en un monasterio. Afianzamiento y expansión[editar]Tras la abdicación de Bermudo I, Alfonso II el Casto volvió a Asturias y se proclama rey, acabándose el período de relativa paz con los musulmanes de periodos anteriores. Durante su reinado realiza expediciones de castigo hacia el sur, llegando tan lejos como hasta Lisboa en 798, y en 825 vence también a los musulmanes en el Nalón. Fija la capital del reino en Oviedo y repuebla Galicia y zonas septentrionales de Castilla y León. Fue un reinado expuesto a ataques continuos de los musulmanes. Aun así, se expande, y aparece el prerrománico asturiano, dando lugar a joyas de la arquitectura medieval europea. Alfonso II instaura el culto jacobeo, y es la primera figura en el Camino de Santiago, que vincula a Asturias con Europa (especialmente con el reino de Carlomagno), teniendo como enemigo común a un Sur de cultura oriental. La madre de Alfonso II, Munia era alavesa, con lo que ya se ve la vocación de atraer al reino asturiano a los vecinos vascones. En la batalla de Lutos (llodos en asturiano, ciénagas en castellano), se inflige una dura derrota a los árabes y bereberes que querían acabar con la creciente amenaza que suponía el ya reino. En 808, manda forjar la Cruz de los Ángeles. Este rey encarga al arquitecto Tioda la construcciones de varios edificios de carácter regio y religioso para embellecer Oviedo, de los cuales por desgracia pocos han sobrevivido, al edificarse encima en reinados posteriores. Los siguientes reyes, Ramiro I (hijo de Bermudo que se proclama rey tras una guerra civil) y Ordoño I, viven en un periodo de guerra continua contra los musulmanes. En tiempos de Ramiro I, se desarrolla el arte ramirense, el apogeo del prerrománico asturiano. Este rey libra la batalla de Clavijo, en la que, según la leyenda, el apóstol Santiago a lomos de un caballo blanco ayuda al ejército asturiano contra las tropas islámicas. En el año 844, una flota normanda aparecía frente a la costa de Gijón. No se sabe con certeza si desembarcaron allí, pero no fueron detenidos ya que prosiguieron hasta el lugar que las crónicas llamaban Faro de Brigantio (La Coruña), donde fueron rechazados, prosiguiendo la incursión según las crónicas hacia España (las crónicas asturianas llamaban España a al-Ándalus). Ordoño repuebla Astorga, León, Tuy y Amaya. Establece relaciones estrechas con el Reino de Pamplona, ayudando posiblemente a la liberación del rey García Íñiguez secuestrado por los normandos. Dentro del proceso de vinculación con el valle del Ebro, establece alianzas con los Banu Qasi de Zaragoza, a los que también combate en ocasiones en sucesivas variaciones de alianzas. Ordoño también trata de ayudar, sin éxito, a los mozárabes toledanos en rebelión contra el emir cordobés. A su muerte, le sucede su hijo Alfonso III. Apogeo y final[editar]Alfonso III marca el momento cumbre de poderío del reino de Asturias. Establece relaciones muy estrechas con el Reino de Pamplona, lucha y se alía repetidas veces con los Banu Qasi de Zaragoza y lucha al lado de los mozárabes de Toledo en su lucha contra el poder emiral. En el año 908, un siglo después de que Alfonso II lo hiciera con la cruz de los Ángeles, manda forjar la Cruz de la Victoria, símbolo desde entonces de Asturias. Alfonso se casa con Jimena, noble navarra, posiblemente hija de García Iñíguez. Con el apoyo de los nobles gallegos, como Hermenegildo Gutiérrez, conquista el norte del actual Portugal. También se avanza por el Duero, conquistándose Zamora y Burgos. En el momento de apogeo, el reino asturiano ocupa todo el noroeste peninsular, desde Oporto hasta Álava. García I, hijo de Alfonso III el Magno, después de su lucha contra su padre y sus hermanos Ordoño II y Fruela II, traslada la capital del reino a León, con lo que se crea un nuevo reino que aglutinará al asturiano, el Reino de León. Articulación territorial del Reino de Asturias[editar]Zona nuclear del reino: las Asturias y Liébana[editar]Las dos Asturias (Asturias de Oviedo y Asturias de Santillana) y la comarca cántabra de Liébana constituyeron el solar donde se forjó el primer estado cristiano de la Reconquista. En territorio asturiano se sitúan las cuatro capitales que sucesivamente tuvo el reino (Cangas de Onís, Pravia, San Martín del Rey Aurelio y Oviedo) así como las principales muestras del arte prerrománico asturiano. La Crónica Rotense, al mencionar las campañas de Alfonso I, dice que «en este tiempo se poblaron las Asturias, Primorias, Liébana, Trasmiera, Sopuerta, Carranza, Bardulia, que ahora llaman Castilla y la parte marítima de Galicia».g Se describen en esta cita las diferentes entidades regionales y comarcales existentes en territorio cantábrico. En principio, el reino original de Pelayo comprendía, al menos, los territorios de la actual Asturias central y oriental, como se desprende de las narraciones de la crónica Albeldense, y de la Crónica Rotense, que sitúan el relato de los orígenes del reino entre la ciuitate Gegione y Covadonga, con Brece, en Piloña, de por medio. Este ámbito territorial es el denominado como patria Asturiensium en la Crónica Sebastianense. Sin embargo, los sucesores de Pelayo fueron progresivamente extendiendo sus dominios, engullendo territorios como Trasmiera o El Bierzo que, no obstante, conservaron su autonomía bajo la forma de ducados o condados regidos por comtes vinculados a la aristocracia local, como Rodrigo de Castilla o Gatón del Bierzo. Al este del río Miera se situaban las comarcas de Trasmiera, Sopuerta y Carranza. Estos dos últimos territorios fueron anexionados a Vizcaya (1285) y posteriormente al País Vasco (1979), pero aún hoy siguen conservando buena parte de su cultura montañesa original:5 El habla tradicional de Encartaciones presenta rasgos asturleoneses6 y la mitología tradicional encartada incluye referencias a criaturas como el Ojáncanu o el Trenti que tan familiares son en el folclore de La Montaña de Cantabria. Desierto del Duero, la ciudad de León y el antiguo Ducado asturiense[editar]Tras la conquista islámica de España, el territorio de la Submeseta norte comenzó a experimentar un proceso de despoblamiento que se vio agudizado por la rebelión bereber de los años 740 y 741 y por la sequía que afectó a dicha área durante las décadas centrales del siglo VIII. El resultado es que la Cuenca del Duero se convirtió en un territorio de nadie. Ha habido cierta discusión en la historiografía española en torno a la naturaleza e intensidad del despoblamiento del Valle del Duero. Algunos autores, como Sánchez Albornoz, afirmaban que dicha despoblación fue total, y más aún, fue buscada por los reyes asturianos para de esta manera aislarse estratégicamente del emirato de Córdoba y dificultar la entrada de las aceifas musulmanas en Asturias. Otros autores, como Abilio Barbero y Marcelo Vigil, consideraron que, antes que una despoblación, lo que se produjo fue una desorganización política y económica del territorio que, lejos de haber comenzado en el siglo viii, hunde sus raíces en la crisis del latifundismo tardorromano y del sistema esclavista. Además, etnólogos como Julio Caro Baroja han llamado la atención sobre el hecho de que hay enormes diferencias entre las culturas cantábricas (gallega, asturiana...) y las de la Meseta (como la leonesa o la castellana). La zona occidental de la Submeseta Norte, aquella que corresponde a los valles del Esla, el Órbigo y el Sil, estaba poblada en tiempos prerromanos por tribus de lengua céltica como los astures o los vacceos. Con la conquista romana, dichos territorios fueron incorporados al Conventus Asturiensis, que tras la división provincial de Caracalla fue adjudicado a la provincia de Gallaecia. En el periodo visigodo, el área pasó a formar parte del Ducado de Asturia (o Ducado Asturiense), cuyas principales ciudades eran Astorga (Asturica Augusta, capital de los astures cismontanos) y León (Legio VII, fundada por los romanos tras las guerras cántabras). Desde la segunda mitad del siglo VIII estas regiones pasaron a ser progresivamente absorbidas por el Reino de Asturias. Sin embargo, dicha absorción se realizó de diferentes maneras, dependiendo del territorio. Así, de un lado, parece que las regiones de la montaña leonesa, el Bierzo y la Maragatería nunca llegaron a despoblarse del todo y conservaron toda su personalidad étnica: De este modo, es muy probable que los territorios de Valdeón, Laciana y Babia pertenecieran a la monarquía asturiana desde tiempos de Pelayo. Asimismo, se constata la existencia de un condado del Bierzo desde tiempos del rey Alfonso II, y es muy probable que sea bastante anterior al reinado de este monarca. Por otro lado, los estudios etnográficos que se han realizado sobre el pueblo maragato, revelan un posible origen astur, que fue expresado de una manera bastante poética por el folklorista asturiano Constantino Cabal.h En todas estas comarcas, se han preservado hasta la actualidad modalidades lingüísticas asturleonesas y rasgos culturales que son muy próximos a los asturianos. Por el contrario, la colonización del Páramo Leonés, Coyanza y Tierra de Campos tuvo un fuerte componente mozárabe: Por todas estas comarcas abundan formas toponímicas correspondientes a dicha lengua, en las que predominan los sufijos -el y -iel, en lugar del asturleonés -iellu. En cualquier caso, lo cierto es que la ciudad de León se convirtió en el principal bastión asturiano en la Meseta Central, llegando, ya en vida de Alfonso III, a convertirse en sede regia. Otro hito más en el avance cristiano hacia el Sur lo constituyó la fortificación y repoblación de Zamora, verdadera guardiana del río Duero y que por su importancia llegó a ser calificada por algunos historiadores árabes como la capital de los gallegos.i La expansión leonesa se articularía durante los siglos siguientes en torno a la antigua calzada romana que unía Asturica con Emerita Augusta, que daría lugar con posterioridad a la Vía de la Plata. Marcas occidentales: Galicia y el Condado portucalense[editar]Véase también: Condado Portucalense La vinculación entre el norte de Galicia y Asturias se constata ya en el Parroquial Suevo, documento del siglo VI donde se habla de la sede obispal de Britonia, que se extendía por territorios de la provincia de Lugo y de Asturias. En el transcurso de la conquista musulmana los musulmanes conquistaron Tuy, y establecieron allí un señorío que tenía por base el valle bajo del Río Miño. La rebelión bereber de los años 740 y 741 trajo como consecuencia el abandono por parte de las guarniciones bereberes de todas sus posiciones al norte de la Sierra de Gredos. De este modo el sur de Galicia se vio libre del dominio musulmán, aunque sufrió un proceso de despoblación similar al del Valle del Duero que llevó al abandono de todo tipo de vida urbana.[cita requerida] Por el contrario, el norte de Galicia fue incorporado al naciente reino asturiano por el rey Alfonso I, que instaló en la ciudad de Lugo al obispo Odoario. La débil posición asturiana tuvo que ser consolidada por su sucesor, Fruela I, que aplastó una insurrección de los gallegos y derrotó en Pontuvia una expedición de castigo enviada por el emir de Córdoba Abderramán I. Décadas después, otra insurrección de los gallegos fue derrotada por el rey Silo en la batalla de Montecubeiro, cerca de Castroverde. En cualquier caso, el descubrimiento en tiempos del rey Alfonso II del sepulcro del apóstol Santiago y el surgimiento del Camino que lleva su nombre aseguraron la integración espiritual de Galicia en el Reino de Asturias y posteriormente en los de León y Castilla. La expansión hacia el Sur fue iniciada por Ordoño I, que repobló Tuy. En décadas posteriores Vímara Pérez, vasallo de Alfonso III, llegó hasta Oporto (tomada en 868) sentando las bases del Condado Portucalense que más tarde daría lugar a Portugal. Frontera oriental: Ducado de Cantabria, condado de Castilla y el alto valle del Ebro[editar]Las zonas más orientales de la Submeseta norte estaban pobladas a finales del siglo VIII por pequeñas comunidades rurales de muy diversos orígenes étnicos. La población indígena era descendiente de las diferentes tribus que poblaban el lugar en tiempos prerromanos, como los várdulos, vacceos, los turmogos y los celtíberos, y se dedicaba fundamentalmente a labores de pastoreo. Sobre esta población originaria se fue asentando una oleada migratoria procedente del área cántabro-pirenaica, que venía integrada fundamentalmente por clanes pertenecientes a dos pueblos diferentes: Los cántabros y los vascones. La expansión más temprana es la de los cántabros. La Cantabria descrita por los geógrafos romanos se extendía casi exclusivamente por territorios de la Cordillera, pero sin embargo ya a partir del siglo II y probablemente fruto de la sedentarización de este pueblo, comienza su expansión por tierras de la Meseta, testimoniada arqueológicamente por infinidad de lápidas vadinienses que registran un intenso movimiento migratorio de los habitantes de la zona de los Picos de Europa hacia la zona de Cistierna (León). Sin embargo, la colonización más intensa fue la que se llevó a cabo en el valle alto-medio del río Ebro, en las actuales provincias de Burgos y La Rioja. De este modo, de la lectura de la Crónica del Biclarensej (siglo VI), donde se describen las campañas del rey visigodo en tierras de los cántabros, se deduce que la Cantabria visigoda no coincidía con la descrita por los geógrafos romanos, sino que se extendía por las tierras de La Rioja y la Ribera Navarra. Se la describe como una región ubicada junto al territorio de los vascones, y cuya capital era una urbe que portaba el mismo nombre, la Ciudad de Cantabria, asentada un kilómetro al norte de la actual ciudad de Logroño y cuyas ruinas son aún visibles. Dicha ciudad recibió las admoniciones de San Millán, que exhortó a sus habitantes a la conversión, sino querían ser aniquilados por las fuerzas del mal. Una advertencia que no fue escuchada por los lugareños, que al año siguiente verían sus hogares destruidos por las tropas del rey arriano Leovigildo.k Más tarde, este lugar fue sede del Ducado de Cantabria, creado por Ervigio a finales del siglo VI y que tenía como objetivo pacificar a los cántabros y contener la expansión vasca. Se conoce el nombre de uno de sus duques, Pedro, que fue padre del rey asturiano Alfonso I y también algunas de sus instituciones, como el Senado de Cantabria, que tenía su sede en la ciudad homónima y que es citado por San Braulio en su obra Vida de San Millán. Todavía en el siglo XI el obispo de Astorga, Sampiro, llama a Sancho III el Mayor de Pamplona Rex Cantabriensis, y ya en el reinado de García Sánchez III, a un noble navarro, Fortún Ochoa, aparece en la documentación como señor de Cameros, de la Val de Arnero y 'de Cantabria por ejercer la tenencia de estas plazas bajo el mandato del rey. La expansión vasca tuvo lugar a principios de la Reconquista. La toponimia demuestra que la lengua éuskara fue hablada en buena parte de La Rioja y de Burgos y en las Glosas Emilianenses se conservan algunas frases en vasco que fueron anotadas probablemente por monjes hablantes nativos de esta lengua. De hecho, la lengua castellana ha heredado de la vasca su sistema fonológico y buena parte de su antroponimia (García, Sancho, Jimeno) e incluso en el poema del Mio Cid y en las obras de Gonzalo de Berceol algunos de sus personajes emplean expresiones vascuences. En cualquier caso, la zona comenzó a caer bajo la órbita de los reyes de Asturias a partir de Ordoño I y Alfonso III, que con ayuda de sus vasallos Rodrigo y después su hijo Diego Rodríguez Porcelos repoblaron la Peña de Amaya y fundaron la ciudad de Burgos. Los primeros avances significativos desde la Cordillera Cantábrica hacia la Meseta fueron protagonizados por los foramontanos, nombre con el que se designa a los colonos que abandonaban los territorios montañosos del Norte y se dirigían hacia el Sur a colonizar el llano: Unas veces la colonización se llevaba a cabo por iniciativa de la pequeña nobleza y los monasterios, y en otras ocasiones eran amplios grupos de parentela los que migraban a la Meseta, en un movimiento no muy diferente al que los vadinienses realizaron en los primeros siglos de nuestra era. Durante el reinado de Alfonso II fueron ocupadas la zona de Campoo, el territorio de las fuentes del Ebro así como las zonas más septentrionales de la Cuenca del Duero. Era este un territorio difícil de colonizar, puesto que el flanco oriental del reino era con diferencia el más desprotegido: Las aceifas que se dirigían a Galicia y León habían de atravesar el Desierto del Duero, un lugar poco propicio para el aprovisionamiento de las tropas, y por ello sus bases se situaban en Toledo, Coria, Talamanca y Coímbra, poblaciones que se situaban a más de 400 kilómetros de sus objetivos. Sin embargo, la zona de la Rioja estaba relativamente poblada, se encontraba en manos de una poderosa familia de señores locales, los Banu Qasi, y estaba atravesada por una calzada romana que pasaba por Amaya y llegaba hasta Astorga. Esta misma carretera había sido utilizada por Leovigildo durante sus campañas contra los cántabros en el año 574 y por Muza, durante su extensa operación de conquista llevada a cabo en los años 712–714. El rey Ramiro I realizó un intento de colonización y fortificación de la ciudad de León, aunque este intento fue desbaratado por una aceifa musulmana. Sin embargo, su sucesor, Ordoño, aprovechó el creciente poderío militar astur así como los problemas internos del Emirato para establecer y fortificar plazas estratégicas en la Cuenca del Duero. Rodrigo, primer conde de Castilla por Ordoño I repobló la Peña de Amaya, con lo que aseguró la presencia asturiana en la margen derecha del río Ebro. Su sucesor, Diego Rodríguez Porcelos, procedió ya en tiempos de Alfonso III a una política aún más expansiva: Se fija la frontera oriental del condado en el río Arlanzón y los Montes de Oca.m Se funda Burgos y se arrebatan a los musulmanes algunas de sus fortalezas fronterizas, como Pancorbo, que servían de base para las aceifas con las que los emires de Córdoba asolaban estas comarcas. Para proteger la frontera oriental del Reino de Asturias tuvieron que construirse multitud de castillos que pronto darían nombre a la región: Castilla.n En las décadas siguientes a la muerte de Diego Porcelos, otros nobles como Vela Jiménez, conde de Álava, o Munio Núñez, conde de Castilla, continuarán con el avance asturiano hacia el Sur, que alcanzará el valle del Duero a principios del siglo X. Se procederá a la ocupación de la ciudad de Osma y a la penetración hacia la zona de Sepúlveda. Todas estas tierras, pertenecientes al Valle alto del río Duero, estuvieron habitadas por los celtíberos y los arévacos, y en ellas se enclavaban poblaciones de abolengo como Numantia (destruida por las tropas de Escipión), y Uxama (Osma), que según todos los indicios siguió poblada aún después de la conquista islámica. La carta de Beato a Eterio, obispo de Osma, demuestra que a finales del siglo viii dicha ciudad seguía conservando incluso su sede obispal. El filólogo español Rafael Lapesa, expone en su obra Las lenguas circunvecinas del castellano, su tesis de que el castellano hablado en Soria así como en la zona de Montes de Oca, tenía un sustrato mozárabe, lo que parecería dar argumentos a los que afirman que hubo una continuidad demográfica y cultural en determinadas zonas de la Cuenca de Duero. Territorios de los vascones[editar]A principios de la era cristiana, los territorios de la depresión vasca estaban poblados fundamentalmente por tres pueblos diferentes: Los várdulos, los caristios y los autrigones. Algunos autores, como el lingüista Koldo Mitxelena, consideran que dichos pueblos hablaban una lengua antepasada del vasco actual. En cualquier caso, lo cierto es que la lengua vasca nunca sobrepasó el límite del río Nervión en la época de la Monarquía Asturiana. En ese momento, los vascones de los territorios más occidentales, cayeron en la órbita asturiana durante los reinados de los reyes Alfonso I y Fruela. El segundo casó con una alavesa, Munia, que le daría un hijo, el futuro rey Alfonso II. Durante el reinado de Mauregato, el joven príncipe Alfonso hubo de refugiarse con sus parientes maternos en la zona de Álava hasta que al fin, tras la muerte de Bermudo I, pudo acceder definitivamente al trono asturiano. La constitución del Condado de Álava se remonta a la rebelión del conde Eglyón contra el rey Alfonso III. Tras sofocar la rebelión, el monarca encomendó el gobierno de Álava a un noble leal a su causa, Rodrigo de Castilla, aunque nunca se intituló conde de Álava y su gobierno fue efímero pues en el 882 aparece Vela Jiménez en la documentación como conde de Álava. Tuvo este magnate una importancia fundamental en la repoblación y la fortificación de Castilla, especialmente en la defensa de Cellorigo en el año 882 contra las tropas de Al-Mundir de Córdoba. El Condado de Álava se extendía por parte de las actuales provincias de Álava y Vizcaya, llegando hasta el río Deva ya en Guipúzcoa.o El cronista vizcaíno Lope García de Salazar sitúa en sus obras Crónicas de Vizcaya (del año 1454) y Bienandanzas e fortunas (1471) el nacimiento del señorío de Vizcaya en esta época. Se menciona en ellas la existencia de un héroe fundador, Jaun Zuria, de tez blanca y cabellos rubios que creó el señorío tras su victoria sobre las tropas asturianas en la legendaria Batalla de Arrigorriaga (año 840). Sin embargo, la falta de documentación al respecto hace que todas estas cuestiones queden en un terreno especulativo: Lo único que constatan las crónicas contemporáneas es que Alfonso III hizo frente exitosamente a una rebelión de los vascones. Cultura y sociedad[editar]El reino tenía una economía de subsistencia puramente agrícola y ganadera, eminentemente rural, con Oviedo como único núcleo urbano en la actual Asturias. Sin embargo, había una serie de ciudades importantes en las demás partes del reino, como Braga, Lugo, Astorga, León, Zamora. La sociedad, de tipo igualitario en un primer momento, se va feudalizando progresivamente, sobre todo con la llegada de población mozárabe de cultura visigoda. Paradójicamente, esta población va cristianizando el reino, que inicialmente se asentaba en una zona con muchos elementos culturales paganos (la iglesia de Santa Cruz, en Cangas de Onís, primer vestigio arquitectónico, se construye sobre un dolmen). Pese a que tradicionalmente se consideró que la actividad cultural era muy escasa, el trabajo de Beato, el acróstico dedicado a Silo, las construcciones prerrománicas, etc., hacen que este punto de vista esté cambiando. La organización territorial estaba ligada a comtes, que estaban al mando de las partes más alejadas, estando el núcleo inicial astur bajo mandato directo del rey. La estructura de la corte, el oficio palatino, era mucho más simple que el de los visigodos. El reino de Asturias empleó la representación de la Cruz de la Victoria como símbolo protector en Iglesias y fundaciones públicas y también en construcciones militares, como la fortaleza de Alfonso III en Oviedo, constituyéndose así en emblema del reino.
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