SIGLO XV EN ESPAÑA
El sitio de Barcelona de 1472 fue llevado a cabo a lo largo de ese año por el ejército de Juan II de Aragón y culminó con la rendición de la ciudad el 16 de octubre, poniéndose fin así a la Guerra Civil Catalana. Las generosas condiciones ofrecidas por el rey a los «rebeldes» fueron recogidas en la Capitulación de Pedralbes ratificada unos días después de la entrada de Juan II en Barcelona el 17 de octubre.
Sitio de Barcelona de 1472 | ||||
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Parte de Guerra Civil Catalana | ||||
![]() Monasterio de Pedralbes, donde el rey Juan II de Aragón estableció su cuartel general. | ||||
Fecha | 1 de enero de 1472 - 16 de octubre de 1472 | |||
Lugar | Barcelona | |||
Resultado | Victoria realista (Capitulación de Pedralbes) | |||
Beligerantes | ||||
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Comandantes | ||||
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Antecedentes[editar]
A finales del verano de 1471 Juan II organizó una gran ofensiva con el objetivo de tomar Barcelona. Y conforme esta avanzaba el clima de derrota se iba extendiendo entre las filas «rebeldes». Tras la rendición de Gerona, espoleados sus jefes militares por los sobornos que recibieron, cayó en manos realistas prácticamente todo el Bajo Ampurdán, mientras que en la comarca del Vallés las tropas al mando de Alfonso de Aragón y del conde de Prades tomaban Sant Cugat del Vallés, Sabadell y Granollers, culminando su ofensiva con la gran victoria de la batalla de Santa Coloma de Gramanet del 26 de noviembre de 1471 en la que fue derrotado el ejército de la Generalitat. Como ha señalado Jaume Vicens Vives, con la victoria de Santa Coloma de Gramanet, «el cerco de Barcelona era un hecho inevitable».23
Entre enero y abril de 1472 el ejército de Juan II conquistó el Alto Ampurdán con lo cual se cerró el paso de Panissars que permitía el acceso desde el Rosellón al resto de Cataluña. El cerrojo pirenaico fue completado con la rendición de Castelló d’Empúries el 20 de junio.4
La forma tan generosa como trató Juan II a las poblaciones que iban cayendo en su poder ―«perdón general de los crímenes cometidos, incluso los de lesa majestad; confirmación de los privilegios anteriores a la guerra; promesa de restituir los bienes; exención de pago de censos y tributos por un tiempo prudencial con el fin de rehacerse de las penalidades sufridas; libertad de prisioneros y rehenes»―5 animó a otras localidades hasta entonces fieles a las instituciones catalanas «rebeldes» a rendirse al bando realista ―«esta prudente política hizo más por la causa del rey que cuatro ejércitos bien adiestrados», comenta Vicens Vives―. Así fueron entregándose Sarriá (24 de abril), Badalona (11 de mayo), Vich (14 de junio), Manresa (17 de junio), La Roca del Vallés, Santa Margarita de Montbuy y Canovellas (24 de junio), entre otras. Sin embargo Barcelona, sitiada por mar y por tierra, continuó resistiendo, a pesar de las duras condiciones económicas en que vivían sus habitantes y de las crecientes disputas internas, a la espera de la hipotética ayuda desde Provenza de Renato de Anjou, proclamado en 1466 por las instituciones catalanas «rebeldes» como el soberano del Principado de Cataluña y que acababa de nombrar como su lugarteniente en Cataluña a Juan de Calabria, hijo natural de Juan de Anjou, que había muerto en diciembre de 1470, o del rey Luis XI de Francia.6
El asedio[editar]
Juan II estableció su cuartel general para el sitio de Barcelona en el cercano monasterio de Pedralbes. Allí se reunieron con él sucesivamente su hijo el príncipe Fernando, el legado papal Rodrigo de Borja y los embajadores de su aliado el duque de Borgoña Carlos el Temerario. Estos últimos se postularon el 15 de septiembre como mediadores pero Juan de Calabria rechazó su ofrecimiento. Sin embargo, la situación en Barcelona se volvió desesperada cuando varios días después llegó la noticia de que el duque de Milán había suspendido el envío desde Génova de barcos cargados de provisiones. En ese momento, con una Barcelona sometida al racionamiento y que sólo tiene víveres para una semana, las autoridades de la ciudad deciden confiar en la magnanimidad de Juan II. La carta que les envía el rey el 6 de octubre, en la que les dice que «usarem vers vosaltres de amor paternal e us reebrem e tractarem com a fills ab tota caritat e amor» (‘usaremos hacia vosotros de amor paternal y os recibiremos y trataremos como a hijos con toda caridad y amor’) despeja todas las dudas de los sitiados y el 8 de octubre el Consell de Cent aprueba el reconocimiento de la autoridad de Juan II.7
Consecuencias[editar]
El reconocimiento de Juan II por el Consell de Cent aceleró las negociaciones que llevaba desde principios de mes el conseller en cap Lluís Setantí y el 16 de octubre concluyeron con éxito ―los generosos términos de la rendición fueron recogidos en la Capitulación de Pedralbes―. Ese mismo día 16 Juan II juró ante los Santos Evangelios que guardaría el acuerdo que ponía fin a la guerra civil catalana. Al día siguiente, 17 de octubre, el rey entraba en Barcelona siendo recibido, según Jaume Vicens Vives, con «verdadero alborozo» por los barceloneses, los mismos que diez años antes se habían levantado contra él. «Tales cambios psicológicos ―afirma Vicens Vives― se justifican sobradamente después de las miserias y zozobras morales provocadas por la larga guerra y el duro sitio final. Pero, además, cabe tener en cuenta el buen efecto producido por la magnanimidad del vencedor». Los festejos por el fin de la guerra se prolongaron durante los dos días siguientes, «olvidando por unas horas, la riqueza perdida, la industria arruinada, las víctimas sacrificadas, los odios creados…», concluye Vicens Vives.
Sitio de Lérida (1464)
Sitio de Lérida de 1464 | ||||
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Parte de Guerra Civil Catalana | ||||
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Fecha | 1 de marzo - 6 de julio de 1464 | |||
Lugar | Lérida | |||
Resultado | Victoria realista | |||
Beligerantes | ||||
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Comandantes | ||||
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El sitio de Lérida de 1464 tuvo lugar entre marzo y julio de ese año durante la Guerra Civil Catalana. Fue dirigido personalmente por Juan II de Aragón y terminó con la capitulación de la ciudad de Lérida el 6 de julio.1
Desarrollo[editar]
Una vez descartada la amenaza castellana en aplicación de la sentencia arbitral de Bayona, Juan II desplegó una ofensiva para ocupar la parte oriental de Cataluña. Así en marzo de 1464 comenzó el sitio de Lérida dirigido por el propio rey junto a su hijo natural don Alfonso, el castellán de Amposta Hugo de Rocabertí y Rodrigo de Rebolledo. Para esta empresa Juan II había conseguido de las ciudades de Zaragoza y de Valencia dinero y soldados.2
La guarnición que defendía Lérida estaba al mando de Pedro de Eça, primo de Pedro de Portugal que en enero de 1464 había sido proclamado por las instituciones catalanas rebeldes a Juan II como nuevo soberano del Principado de Cataluña. Este se afanó en enviar desde Barcelona los refuerzos necesarios para que la ciudad resistiera el asedio, ya que la población pronto se vio aquejada por el hambre y la carestía —«mientras los caballeros luchaban en las murallas, la gente enflaquecía por el poco comer y el mucho sufrir», en palabras de Jaume Vicens Vives—, pero no consiguió de los barceloneses el dinero suficiente para reclutar las tropas necesarias para levantar el asedio y además las pocas que pudo enviar carecían de moral de combate —un testigo de la época afirmó que parecía que iban a la horca—. Pedro de Portugal se trasladó a Cervera pero desde allí no pudo presentar batalla a los sitiadores por lo que no pudo evitar la rendición de la ciudad que se produjo el 6 de julio, después de dos semanas de una terrible hambruna.3
Al día siguiente de la capitulación, Juan II hacía su entrada en Lérida sin tomar ningún tipo de represalia contra sus habitantes a pesar de los temores de estos en sentido contrario. Allí confirmó los privilegios de la ciudad excepto en dos cuestiones fundamentales, la más importante de las cuales era que la jurisdicción real ya no sería compartida con los jurados de la ciudad.4
En cuanto a Pedro de Portugal este tuvo que abandonar su concepción autoritaria del poder y restablecer en agosto el Consell del Principat, el principal organismo revolucionario, que había disuelto cinco meses antes.
El sitio de Perpiñan de 1473 fue el asedio de la ciudad de Perpiñán, cabeza del condado del Rosellón integrado en el Principado de Cataluña, por parte de un ejército de Luis XI de Francia al mando de Felipe II de Saboya. Iniciado el 21 de abril de 1473 el ejército sitiador levantó el cerco el 24 de junio ante la inminente llegada de un ejército de socorro al mando del príncipe Fernando de Aragón que acudió en ayuda de su padre el rey Juan II de Aragón que estaba al frente de la defensa de la ciudad. El asedio se produjo pocos meses después del final de la guerra civil catalana durante la cual Luis XI se había apoderado de los condados de Rosellón y de Cerdaña en virtud de lo acordado en el Tratado de Bayona de 1462.
Antecedentes[editar]
Nada más entrar en Barcelona el 17 de octubre de 1472, poniendo fin así a la guerra civil catalana, el rey Juan II de Aragón ordenó a su ejército que se dirigiera al Ampurdán para desde allí intentar recuperar los condados de Rosellón y de Cerdaña que estaban en poder de Luis XI de Francia. El día 20 Juan II escribía a su lugarteniente en el Reino de Sicilia Lope Ximénez de Urrea: «Y ahora nos preparamos, prosiguiendo este glorioso éxito (el de la capitulación de Barcelona), a partir con todo nuestro ejército para el Rosellón y Cerdaña, para recuperar aquellos territorios, de modo que nuestros reinos y súbditos queden completamente pacificados».1 Inmediatamente después convocó a las Cortes de Cataluña para que, además de afrontar los graves problemas económicos de Cataluña tras diez años de guerra civil, aportaran los recursos necesarios para la campaña del Rosellón.2
Desde su ocupación por las tropas de Luis XI en aplicación del Tratado de Bayona de 1462 en los condados de Rosellón y de Cerdaña se había ido desarrollando un sentimiento antifrancés y los éxitos de Juan II en la vecina comarca del Ampurdán entre octubre de 1471 y abril de 1472 en la guerra civil catalana habían alentado las conspiraciones contra el dominio francés. Comenzó Perpiñán donde el 10 de abril fue descubierta una conjura siendo detenidos los implicados. Tres días más tarde algunos señores roselloneses izaban el Señal Real de Aragón en sus castillos y el 16 la ciudad de Elna expulsaba a la guarnición francesa. Lo mismo hicieron a continuación Llivia y Vallespir. Cuatro meses más tarde, el 18 de agosto, se producía una revuelta popular en Perpiñán al grito de «¡mueran los franceses!» que fue dominada por el gobernador general Antoine de Lau.3
Ante la difícil situación en que se encontraban los condados, a finales de 1472 Luis XI ordenó a su cuñado Felipe de Saboya, señor de Bresse, que al frente de un ejército considerable ―reunido en Lyon en febrero de 1473― se dirigiera al Rosellón para reforzar la autoridad del gobernador Antoine de Lau. Pero Juan II de Aragón se le adelantó y a finales de enero atravesó los Pirineos y el 1 de febrero hacía su entrada triunfal en Perpiñán, mientras la guarnición francesa se retiraba refugiándose en la ciudadela de la villa. El resto de localidades rosellonesas siguieron el ejemplo de la capital, por lo que solo quedaron en manos de Luis XI, además de la ciudadela perpiñanesa, los castillos de Salses, Colliure y Bellaguarda.45
El sitio[editar]
A principios de abril las fuerzas de Felipe de Saboya, a las que se habían unido las huestes del cardenal de Albi Jean Jouffroy que acababa de sofocar la rebelión del conde de Armagnac, sumando en total unos 30.000 hombres, entraron en el Rosellón y el 21 iniciaron el asedio de Perpiñán. Juan II se negó a marcharse de la ciudad a pesar de las presiones que recibió por parte de sus consejeros y en la Catedral de San Juan Bautista de Perpiñán juró que no abandonaría la ciudad hasta que sus sitiadores no levantaran el cerco. «Los perpiñaneses respondieron como un solo hombre a la valerosa llamada del monarca. Electrizados por su presencia, se defendieron como leones», comenta Jaume Vicens Vives. Al mismo tiempo fueron acudiendo a Perpiñán refuerzos procedentes de toda la Corona de Aragón ―la hueste de Barcelona partió para la capital rosellonesa el 30 de abril―.36
Desde Castilla también partió para el Rosellón el príncipe Fernando el Católico nada más conocer la angustiosa situación de su padre sitiado en Perpiñán. Por el camino se fueron uniendo a sus huestes castellanas contingentes aragoneses, catalanes y valencianos hasta reunir un poderoso ejército ―«que no basta toda Francia a los empecer», según comentó un caballero castellano que formaba parte de la expedición―. El ejército del príncipe Fernando salió de Barcelona el 4 de junio y unos días después llegaba a Castelló d’Empúries donde se estableció su cuartel general.7
Al tener noticias de la cercanía del ejército del príncipe Fernando, Felipe de Saboya intentó el 19 de junio asaltar Perpiñán pero fracasó. Cinco días después levantaba el cerco, tras haber sido hecho prisionero por las fuerzas de Juan II el gobernador Antoine de Lau durante una escaramuza. Ese mismo día 24 de junio entraba en el Rosellón el príncipe Fernando al frente de su ejército. Salió a recibirle Juan II que se encontró con su hijo el 28 de junio a medio camino entre Elna y Perpiñán. El cronista García de Santamaría puso en boca de Juan II la siguiente frase dirigida al príncipe Fernando: «Dichoso yo, que puedo llamarme padre de mi libertador y del libertador de la patria».8
Consecuencias[editar]
El 14 de julio se firmó en Canet de Rosselló una tregua de dos meses y medio entre Felipe de Saboya y Juan Ramón Folch III de Cardona, conde de Prades, en nombre de Juan II, quien como no se fiaba del Luis XI decidió permanecer en Perpiñán, mientras su hijo Fernando regresaba a Castilla. Y en efecto el rey aragonés no se equivocaba porque Luis XI envió un ejército de refuerzo al mando de Louis de Crussol que junto con el de Felipe de Saboya intentaron tomar Argelés, el puerto de abastecimiento de Perpiñán, pero fue rechazado por un ejército de Juan II al mando de Beltrán de Armendáriz en Palau-del-Vidre. Como consecuencia de este revés se puso fin a las hostilidades con la firma del Tratado de Perpiñán el 17 de septiembre de 1473.
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