martes, 9 de marzo de 2021

HISTORIA DE ESPAÑA

 HISTORIA MEDIEVAL ESPAÑA - SIGLO VIII

La jornada del foso fue un hecho histórico supuestamente acaecido en la ciudad de Toledo (España), en el siglo viii, que viene recogido en los cronicones toledanos de los siglos xvi y xvii, como Historia o Descripción de la Imperial Ciudad de Toledo (1554) de Pedro de Alcocer. Sin embargo, algunos expertos, como el filólogo y arabista Álvaro Galmés de Fuentes, sobrino nieto de Ramón Menéndez Pidal, cuestionan la base histórica y sugieren que se trata de narraciones que perviven de una leyenda de época preislámica.

Supuestos sucesos[editar]

En el año 797 gobernaba en la España musulmana el emir árabe Alhakén I. Toledo era una ciudad sometida al emir, pero con autonomía propia. Su población estaba formada por visigodoshispanorromanos (muladíes la mayoría), árabes y judíos (estos establecidos en el campo). Alhakén quiso terminar de una vez con la independencia y autonomía de que gozaba la ciudad y dispuso una trampa. Mandó como nuevo gobernador de Toledo a un muladí de su confianza, Amrus ben Yusuf (Jiménez de Rada le llama Ambroz). Para celebrar el nombramiento, el muladí invitó a su palacio a las personas más destacadas, ricas e influyentes, en total más de 400. Durante el banquete las degolló a todas y mandó arrojar sus cabezas a un foso preparado de antemano para el desenlace.2​ Otras fuentes señalan que el motivo de Amrús era vengarse de la ejecución de su hijo, Yusuf, por la nobleza de la ciudad.1

«Noche toledana»[editar]

«Noche toledana» dibujo de Mecachis con texto de Navarro Gonzalvo (Blanco y Negro, 1896)

La frase "pasar una noche toledana", para indicar que no se ha dormido, puede referirse a estos sucesos narrados,3​ si bien otras fuentes hacen referencia al calor «agobiante».4​ Por otra parte, Sebastián de Covarrubias, en su Tesoro de la lengua castellana o española (1611), afirmaba que la noche toledana era aquella que «se pasa de claro en claro, sin poder dormir, porque los mosquitos persiguen a los forasteros que no están prevenidos de remedios como los demás».1

Obras literarias[editar]

Numerosos autores han hecho referencia a la expresión «noche toledana» en sus obras, aunque con distintos temas, incluyendo Lope de Vega, que escribió una sátira de enredo y simulaciones, La noche toledana (1605), con motivo del nacimiento del príncipe Felipe, así como Noche toledana (1841) de Ventura de la Vega o Una noche toledana (1870) de Enrique Pérez Escrich.













Abū al-‘Āṣ al-Hakam b. Hišām (en árabeأبو العاص الحكم بن هشام), llamado al-Murtazî (المرتضى), más conocido como Alhakén IAl-Hákam I o Alhaquén I (Córdoba, 770 - ibídem, 21 de mayo de 822), fue el tercer emir independiente de Córdoba, desde el 12 de junio de 796 hasta su muerte.

Para el cronista Ibn Hazm, fue el más sanguinario y déspota de los emires omeyas.

Dirham al hakam i 17521.jpg
Dirham de Al-Hákam I
Reinado
796-822
PredecesorHisham I
SucesorAbderramán II
Información personal
Nombre secularAbū al-‘Āṣ al-Hakam b. Hišām
Nacimiento770
CórdobaEmirato de Córdoba
Fallecimiento21 de mayo de 822 (52 años)
CórdobaEmirato de Córdoba
Familia
Casa realDinastía Omeya

Biografía[editar]

Al-Hákam I sería el principal artífice de la Jornada del foso de Toledo.

Hijo de Hisham I, lo sucedió a los 26 años de edad.1​ Su reinado fue uno de los más agitados de la dinastía omeya, pues tuvo que hacer frente a las aspiraciones de sus tíos Sulaimán y Abd Allah (Abdalá).1​ El más activo fue Abd Allah quien, desde la región valenciana donde había desembarcado, intentó atraer a su causa a los jefes árabes del valle del Ebro e incluso fue a pedir ayuda a la corte de Carlomagno en el año 797, contra su sobrino. En el 802 u 803, Abd Allah terminó estableciendo contactos con su sobrino, Al-Hákam, que le autorizó a residir en Valencia, a cambio de una pensión anual. Su hermano Sulaymán, siempre desde la costa oriental donde se había instalado a su vez en el año 798, intentó atacar Córdoba pero fue vencido y asesinado en el 800 o el 801.2

Asimismo tuvo que enfrentarse a las sublevaciones de los muladíes de Toledo (Jornada del foso de Toledo), Mérida y Córdoba, brutalmente sofocadas.3​ Su política de mano dura y el incremento de la aplastante presión fiscal sobre los cristianos provocaron el levantamiento de los cordobeses del arrabal de Secunda, al otro lado del río Guadalquivir.3​ Los amotinados estuvieron a punto de asaltar el Alcázar, pero una maniobra hábil y rápida de la guardia palatina lo impidió y permitió al emir dominar la situación.3​ Tres días duró la consiguiente matanza de los rebeldes y el saqueo del arrabal; el enérgico emir ordenó la crucifixión de trescientos notables.3​ Todos los habitantes del arrabal, que fue arrasado, fueron deportados.3​ Unas veinte mil familias emigraron de la península y parte de ellas se establecieron en el norte de África; en Fez se establecieron en un barrio propio, con la mezquita de los andalusíes.3​ Otras se dedicaron algún tiempo a la piratería, desembarcaron en Sicilia, ocuparon Alejandría durante diez años y conquistaron finalmente la isla de Creta, donde fundaron el Emirato de Creta, bajo dinastía cordobesa, que se mantuvo independiente hasta el año 961, en que la isla fue reconquistada por el Imperio bizantino.3

Las revueltas y las muestras de descontento no solo estuvieron provocadas por el aumento de las exacciones fiscales sino también por su conducta. Se le acusaba de impiedad y de estar más preocupado por el vino que por la plegaria. Uno de los disturbios que se produjeron en la capital en los que a punto estuvo de perecer el prefecto de la ciudad se saldó con la crucifixión cabeza abajo de uno de los agitadores.4

Los apuros del emirato permitieron que el monarca franco Ludovico Pío progresara hacia el sur invadiendo gran parte de Cataluña y constituyendo en ella la llamada Marca Hispánica. Tras apoderarse de Gerona, los francos avanzaron y tomaron CaserasCardona y Vich, y entre el 801 y 802 Barcelona.53​ En el oeste, aunque por poco tiempo, los asturianos llegaron a ocupar Lisboa.3​ Los francos firmaron un tratado de paz con Al-Hákam por el que se comprometía a no extender sus fronteras más allá del río Llobregat.

Su ejército fue fortalecido por un elevado número de bereberes, también reclutó mercenarios cristianos de diversas procedencias. Contó con una guardia palatina de más de dos mil hombres de origen eslavo, denominados «los mudos», porque no sabían el árabe ni el romance.3​ Se alojaban en dos cuarteles contiguos al alcázar y los mandaba el conde cristiano Rabí, hijo de Teodulfo.3

Dejó al morir, a los 52 o 53 años, diecinueve hijos varones y veintiuna mujeres.3​ Le sucedió su hijo Abderramán II.3

Semblanza del emir[editar]

Los cronistas retratan así al tercer emir de Córdoba:

Al-Hákam I fue de color trigueño, alto y delgado, de nariz bien formada, aunque ligeramente respingona y no se teñía el pelo. Se preocupaba personalmente de todos los asuntos, fueran importantes o no; no se fiaba de nadie, aunque fueran hombres de confianza y no admitía que éstos cometieran actos injustos, pero en caso de que esto ocurriera, rápidamente reparaba la injusticia; era valiente, atrevido y temible en sus enfados; resuelto y decidido, pero también era espléndido en sus regalos y muy generoso. Era además buen orador e inspirado poeta. Allanó el camino a sus sucesores y se atrajo a los alfaquíes y hombres de saber.

De él se decía que era tan dado a la bebida como poco adicto a las costumbres piadosas, y en la mezquita mayor, durante la oración de los viernes, se levantaban voces anónimas que le gritaban: ¡Borracho, ven a rezar!.








La batalla de Pancorbo se libró en 816, cuando el ejército árabe, enviado al norte por el emir Alhakén I y dirigido por Abd al-Karim ibn Abd al-Wáhid ibn Mughith, intentó cruzar el paso de Pancorbo.

Antecedentes[editar]

El Emirato de Córdoba se encontraba en pleno conflicto ya que Alhakén I luchaba contra las pretensiones de sus tíos Sulaymán y Abd Al-lah ibn Abd ar-Rahman,1​ que se habían rebelado tras la muerte de Hisham I.

La convulsión en el emirato fue aprovechada por los francos, en 798Guillermo I de Tolosa convoca una asamblea (Dieta de Tolosa) a la que asisten Alfonso II de Asturias y Bahlul Ibn Marzuq2​ para coordinar en nombre de Ludovico Pío las operaciones para conquistar al-Tagr al-Ala. Esta revuelta fue aprovechada por el Reino de Asturias para atacar Lisboa y por Carlomagno para conquistar Barcelona e independizar Pamplona bajo la órbita francesa.

Los árabes, dirigidos por Muawiya ibn al-Hákam, hijo del emir Al-Hákam I, atacaron Álava y Castilla en 801 atravesando el Ebro y cruzando el paso de las Conchas, pero fueron sorprendidos por Velasco, el vasco profranco, que comandaba sus fuerzas, las de Jimeno, los pamploneses y posiblemente un contingente enviado por Sancho I de Gascuña, a Arganzón, donde prepararon una emboscada. Fue tal el alcance de la derrota que Muawiya ibn al-Hàkam se vio obligado a volver a Qúrtuba tras haber muerto sus mejores oficiales y posiblemente muchos de sus hombres.

En 803, tropas vasconas y Banu Qasis atacaron y tomaron Tutila, capturando a Yusuf ibn Amrús, pero la ciudad y el valle fueron liberados por Amrus ben Yusuf.3​ En 812Seguín I, hermano mayor y sucesor de Sancho I de Gascuña, se rebeló y Luis I dirigió una expedición que llegaría a tierras del sur, instalando a Balask al-Yalasqi (Velasco el Gascón) en Pamplona.

La batalla[editar]

Abd al-Karim ibn Abd al-Wáhid ibn Mughith dirigió la razia del 816 contra el Reino de Pamplona, en la que los musulmanes arrasaron el valle de Orón, pero Balask al-Yalasqi, señor de Pamplona, había pedido ayuda al Reino de Asturias.4

La batalla duró trece días de combate sin tregua, en los que los vascones planearon la defensa en vados de ríos abruptos y barrancos, obstruyendo los accesos con maderos, trincheras y fosos cavados con sus propias armas, que los musulmanes no pudieron atravesar. Finalmente, los cristianos tomaron la ofensiva intentando cruzar el río, pero los musulmanes les cerraron el paso y cayeron sobre ellos con espadas y lanzas. La mayor parte de las víctimas murió al caerse por los acantilados.

Con las lluvias los cristianos quedaron sin abrigo ya que todas las obras de defensa habían sido destruidas y como los musulmanes se encontraron también en una situación difícil, ambos bandos se batieron en retirada.

Consecuencias[editar]

La derrota vascona provocó una revuelta de los vascones contra la hegemonía franca, que estableció Íñigo Arista de Pamplona como el primer Rey de Pamplona, posteriormente Reino de Navarra.

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