sábado, 6 de marzo de 2021

HISTORIA DE ESPAÑA

 HISTORIA MEDIEVAL - SIGLO VIII

La provincia romana de Bética (en latínBætica) fue una de las provincias romanas que existieron en la península ibérica, llamada por los romanos Hispania. Tomó su nombre del río Betis (en latín Bætis), llamado en la actualidad río Guadalquivir; su capital en la época romana fue la Colonia Patricia Corduba, la actual ciudad española de Córdoba, en Andalucía. Posteriormente, en el periodo visigodo, la capital pasó a ser Hispalis, la actual ciudad de Sevilla.

La Bética tuvo una importante aportación al conjunto del Imperio romano, tanto económica como cultural y política. En el terreno económico fue muy significativa la extracción de minerales (oroplatacobre y plomo) y la agricultura, con la producción y exportación sobre todo de cerealesaceite y vino, estos dos últimos especialmente famosos en todo el Imperio junto con el garum. En el terreno político, la Bética fue durante mucho tiempo una provincia senatorial que, debido a su alto grado de romanización, dependía del poder político del Senado, no del poder militar del emperador. En ella se libró la decisiva Batalla de Munda entre populares y optimates, partidarios de César y Pompeyo, respectivamente. Además, dio a Roma los emperadores Trajano y Adriano, naturales de Itálica, y al filósofo cordobés Séneca, entre muchos otros.


Bética
Baetica
Provincia
27 a. C.-711
Roman Empire - Baetica (125 AD).svg
Bética en el año 125
Coordenadas37°50′58″N 5°00′26″OCoordenadas37°50′58″N 5°00′26″O (mapa)
CapitalCorduba (Imperio romano)
Hispalis (Hispania visigoda)
EntidadProvincia
 • PaísImperio romano
Idioma oficiallatínturdetano-túrdulopúnico
Historia 
 • 27 a. C.División de la Hispania Ulterior
 • 711Conquista musulmana
Correspondencia actualPráctica totalidad de Andalucía, sur de Badajoz y sureste de Portugal
FronterasLusitania (oeste y noroeste)
Tarraconense (noreste)

Territorio[editar]

Máxima expansión del Imperio romano.
Primera división romana de Hispania, donde puede verse la Hispania Ulterior.
Hispania según la división provincial romana del 27 a. C., donde pueden apreciarse los límites de la Bética.
Hispania en época de Diocleciano.
Provincia de la Bética.

La Bética comprendía más del 75% del territorio de la actual Andalucía y una parte de Extremadura: la mayor parte de las provincias completas de CádizCórdobaHuelvaMálaga y Sevilla, la mitad occidental de las de Granada y Jaén, una quinta parte de la de Almería y parte del sur de Badajoz.

Fue dividida en cuatro conventus iuridici: el Conventus Cordubensis, con capital en Córduba que además era la capital de toda la provincia Bética; el Conventus Astigitanus, con capital en Astigi; el Conventus Gaditanus, con capital en Gades y el Conventus Hispalensis con capital en Hispalis. Estos territorios eran partidos judiciales, en los que los principales de la comunidad se reunían anualmente bajo la dirección de un legatus iuridicus del procónsul para supervisar la administración de justicia.

Hacia los años 13-7 a. C. se modificaron los límites orientales de la Bética. Los distritos de CástuloAcci y el territorio al este y norte de la actual provincia de Almería, que pertenecieron originalmente a la provincia Bética, fueron segregados por Augusto e incorporados a la provincia Tarraconense. Como la Bética era una provincia senatorial, este hecho se interpreta como un acto del emperador en pos de controlar directamente las minas de esa zona, ya que la Tarraconense era una provincia que dependía directamente del poder imperial, no del Senado.

El territorio se articulaba a través de una red de calzadas dispuestas con base en tres grandes ejes de paso naturales: La depresión Bética, el surco Intrabético y la costa. En torno a estos ejes se disponían importantes núcleos de población como Córduba, Gades, Hispalis, IliberrisMalaca y Ostippo, entre otros, que monopolizaban la recaudación de impuestos, el comercio y la explotación del ager, además de ser grandes focos de penetración de la cultura romana y de su distribución por sus áreas de influencia rural. El carácter divisorio de grandes ríos como el Guadiana y el Guadalquivir, la importancia de los grandes distritos mineros como Almadén, la frontera natural que supone Sierra Morena, la importancia de grandes núcleos poblacionales y la facilidad de comunicación por el mar, son elementos que hacían de frontera y que a la vez configuraban un espacio territorial con distintas realidades pero con cierta cohesión.

Cuando Diocleciano realizó una nueva división provincial en el 298 conocida como Diocesis Hispaniarum mantuvo los límites de la Bética.

Bética romana[editar]

Reverso de as de bronce emitido bajo Augusto por la Colonia Iulia Traducta, ya que numerosas comunidades de la Bética gozaron del privilegio de emisión de moneda fiduciaria desde finales de la república hasta Calígula.

Tras la derrota de Cartago en la Segunda guerra púnica, los cartagineses abandonaron Hispania y su presencia fue sustituida por la de los romanos, quienes tuvieron que hacer frente a algunos focos de resistencia, como la sublevación de los turdetanos en el 197 a. C. Como consecuencia de la victoria romana, se crearon las provincias de Hispania Ulterior e Hispania Citerior. El año 27 a. C., con la reorganización imperial de Augusto, Hispania quedó dividida en tres provincias imperiales: la Bética, la Tarraconense y la Lusitania. La Bética fue desde entonces una provincia senatorial gobernada por un procónsul con capital en Córdoba.

La Bética era una de las provincias del imperio más dinámicas y desarrolladas económicamente, al ser rica en recursos y al estar profundamente romanizada, absorbiendo poblaciones de esclavos liberados y a una élite pudiente que permaneció como grupo social estable durante siglos, aunque no estuvo exenta de trastornos sociales, como los acontecidos en época de Septimio Severo, quien condenó a muerte a un gran número de béticos, incluyendo mujeres. La profunda romanización de la provincia se vio recompensada con la concesión por parte del emperador Vespasiano de los derechos de ciudadanía latina (latinitas),1​ cuando promulgó el ius latii minor por medio del Edicto de Latinidad, que concedió no solo a los béticos, sino a todos los ciudadanos hispanos.

La asimilación de la cultura romana también propició una temprana cristianización, que arraigó fuertemente en las zonas costeras y que fue marcando un nuevo desarrollo cultural en toda la península ibérica. En el siglo IV el cristianismo pasó a ser tolerado en el Imperio y más adelante sería proclamada religión oficial y única permitida, celebrándose en tierras béticas el Concilio de Elvira, hito fundamental en la Historia del Cristianismo en España, al que asistieron once obispos béticos, de un total de diecinueve asistentes.2

Bética visigoda[editar]

La Hispania visigoda hacia el año 700.
Plaza del Foro de Baelo Claudia

La Bética fue romana hasta que en el 411, tras la invadir el Imperio occidental, los suevosvándalos y alanos se establecieron en la península ibérica. Los vándalos silingos (dirigidos por Fridibaldo), más poderosos que sus hermanos asdingos, recibieron la fértil provincia de la Bética, donde permanecieron hasta que fueron expulsados por los visigodos y los supervivientes se unieron a los asdingos con los que invadieron la diócesis de África. No es posible especificar en qué zonas de Andalucía se asentaron, debido a su corta permanencia y a la falta de hallazgos arqueológicos.3

Con la irrupción de los visigodos en el escenario político de la península ibérica el 418, los vándalos fueron expulsados. La fuerte romanización y la fortaleza de una oligarquía territorial de la provincia, capaz de tener auténticos ejércitos propios, hizo de la Bética un territorio difícil de conquistar. Fue el último territorio controlado de facto por los visigodos, y el que mayor inestabilidad política presentaba. Muestra de ello es que en el año 521 el pontífice nombró vicario de la Lusitania y la Bética al obispo metropolitano de Sevilla (Salustio), dando a entender que la jurisdicción eclesiástica de Tarragona no controlaba los territorios del sur peninsular.

A partir del año 531 el rey visigodo Teudis llevó a cabo una rápida expansión hacia el sur, llegando a instalar su corte en Sevilla, para tener un mejor control de sus operaciones en el sur peninsular. Incluso llegó a dirigir una ofensiva, fracasada, contra el poder bizantino establecido en Settem (Ceuta). Finalmente la Bética quedó definitivamente integrada en el Reino visigodo de Toledo, si bien cuando los intereses de la oligarquía terrateniente hispanorromana peligraban, se producían rebeliones, como las de Atanagildo y Hermenegildo.4

La rebelión de Atanagildo, con apoyo de la oligarquía de la Bética, supuso la entrada en acción del poder bizantino, en expansión bajo Justiniano I. Una parte importante de la Bética y la Cartaginense, dada su importancia para el comercio en el Mediterráneo, fue conquistada e incorporada por dicho emperador bajo el nombre de Provincia de Spania, que estableció su capital en la mediterránea Malaca.5​ Para ello, Justiniano debió contar con el apoyo fundamental de la población y élite vernácula, fuertemente romanizada, que estaba en contra de los visigodos y deseaba la vuelta al orden romano y católico. Sin embargo, la presencia bizantina en la Bética fue fugaz, ya que el Reino visigodo de Toledo siempre quiso recuperar el litoral perdido. Las campañas, primero de Leovigildo y luego de Suintila, hicieron que se creara un poder unificado en la península ibérica.

Los obispos católicos de la Bética, sólidamente apoyados por la población local, consiguieron convertir al rey visigodo arriano Recaredo y sus nobles. Durante el periodo visigodo, en lo religioso y cultural San Leandro y San Isidoro fueron personalidades fundamentales, que desempeñaron su labor principalmente en Sevilla.6

La batalla del Guadalete, librada el 711 en tierras béticas por Rodrigo, rey visigodo que antes había sido duque de la Bética, fue la lucha definitiva en la pérdida de Hispania por parte del poder godo. Los musulmanes bereberes del norte de África junto a élites árabes conquistaron la Bética y la mayor parte del resto de Hispania, estableciendo primero el Emirato y posteriormente el Califato de Córdoba, cuya capital se estableció en Córdoba, la misma ciudad que lo era de la Bética, provincia que a partir de entonces dejó de existir como tal, aunque siguió siendo el centro neurálgico de al-Ándalus.

Economía[editar]

Factoría de salazones. Museo Anticuarium Sevilla.

La agricultura del sur de la península ibérica era especialmente rica, exportando vinosaceite de oliva y también una salsa de pescado fermentada llamada garum, muy apreciada en la dieta romana. Las vastas plantaciones de olivos de la Bética proporcionaban aceite de oliva que era transportado por mar y suministrado, entre otros, a las legiones romanas en Germania. Las ánforas de la Bética han sido halladas a lo largo y ancho del Imperio romano de Occidente. Para conservar el control de estas rutas marítimas el Imperio necesitaba controlar las distantes costas de Lusitania y la costa del Atlántico al norte de Hispania. Columela, quien escribió veinte volúmenes que tratan todos los aspectos de la agricultura romana y la viticultura, procedía de la Bética.














La Lex Flavia Malacitana, también conocida como Lex Malacae, es un compendio de cinco tablas compuestas por estatutos jurídicos que establecen el paso de la ciudad de Malaca (Málaga) de ciudad federada a municipio de derecho Latino menor dentro del Imperio romano.

En diciembre de 2016 se llevó una petición al Congreso de los Diputados para que la obra fuera devuelta a Málaga coincidiendo con la apertura del Museo de Málaga,1​ a lo que el Ministerio de Cultura respondió que lo estudiaría.2​ Con fecha 12 de marzo de 2018 se hace pública la respuesta del Gobierno, en forma de tajante negativa, incluso a una cesión temporal.

Lex malacitana ch 56.jpg
CreaciónSiglo I
UbicaciónMuseo Arqueológico NacionalBandera de la Ciudad de Madrid Madrid
EstiloRomano
MaterialBronce
Dimensiones89 x 122 cm
Peso90 kg

Historia[editar]

La romanización de Málaga fue, como en la mayoría del sur de la Hispania Ulterior, pacífica y llevada mediante pactos, foedus aequum, de cierta amistad e igualdad. Durante esta época, el Municipium Malacitanum es punto de tránsito dentro de la Vía Hercúlea, dinamizadora de la ciudad tanto económica como culturalmente, al comunicar ésta con otros enclaves desarrollados de la Hispania Interior y con los demás puertos del Mediterráneo.

Tras las guerras civiles que estallan en Roma en el año 68-69 (el llamado "año de los cuatro emperadores"), resultó vencedora la facción de la que sería después la dinastía Flavia, que contaba con buenos aliados en Hispania. En el año 744​ la ciudad de Malaca pudo pedir al emperador Vespasiano que se le otorgara la Lex Flavia, al amparo de la concesión de la latinidad a toda Hispania. Sin embargo, esta concesión de ciudadanía no se materializó hasta algún momento entre los años 81 y 96, ya bajo el mandato del emperador Domiciano, el cual es citado dentro de los juramentos del texto.5

Descubrimiento[editar]

Las tablas fueron halladas en el año 1851, en la zona del Monte de El Ejido, en la ciudad de Málaga por unos trabajadores de la zona cuya pretensión inicial era la venta de estas piezas como metal viejo (su peso es de unos 90 kg) a la familia Luque, broncistas. Antes de que fuesen fundidas, la noticia de la existencia de dichas tablas llegó a oídos del matrimonio malagueño formado por Amalia Heredia Livermore y Jorge Loring Oyarzábal, quienes adquirieron las tablas con el fin de iniciar así una colección arqueológica.6​ Con posterioridad, Manuel Rodríguez de Berlanga y Rosado, cuñado de Jorge Loring, estudió, tradujo y divulgó entre los especialistas la Lex Flavia Malacitana, trabajos por los que fue nombrado caballero de la Orden de Isabel la Católica.78

Durante años, estas tablas fueron expuestas en el Museo Loringiano de la finca de la Concepción, pero los Loring decidieron vender su colección de bronces jurídicos al Estado para evitar de este modo que este valioso hallazgo se dispersara tras su muerte. Así pasaron a formar parte de los fondos del Museo Arqueológico Nacional. Actualmente, el Ayuntamiento de la ciudad posee una copia de dichas tablas, que expone en su Salón de Plenos. También puede contemplarse una copia expuesta en el Palacio de la Aduana de Málaga.

Descripción de la Lex Flavia Malacitana[editar]

Reproducción de la Lex Flavia Malacitana en el Museo Loringiano de Málaga.

Estaba compuesta por cinco tablas de bronce; se conservan las que contienen las rúbricas de la 51 a la 69, y se encuentran en exhibición en el Museo Arqueológico Nacional (Madrid).

Físicamente mide unos 89 cm de alto y 122 cm de ancho y tiene un grosor entre 0.9 m (izquierda) y 0.5 m (derecha). Los bordes superior e inferior son irregulares, mientras que los laterales son lisos, aunque las medidas totales con el marco son de 94 por 130 cm y su peso de 90 kg. La grabación del texto parece haber sido realizada antes de montar el marco, ya que hubiera sido un estorbo a la hora de manejar el buril.

El texto contiene parte de la versión de la Lex Latii dada por Domiciano al nuevo Municipio Flavio de Malaca, conservándose desde el capítulo 51 hasta el 66.

Cada capítulo va precedido por su título, sangrado e introducido por una rúbrica. La primera línea de cada capítulo sobresale por la izquierda y empieza con una o dos letras más grandes o entrelazadas; debajo de ellas está el número del capítulo.

Abundan las letras grandes. A veces es complicado distinguir letras como la I, T y L. Algunas palabras olvidadas se añadieron en letras más pequeñas sobre “comillas”. El nombre de Domiciano fue borrado después de su muerte y así aparece su damnatio memoriae. Los signos de interpunción son pequeños triángulos, colocados de manera poco sistemática. Conserva restos de pintura blanca, con la que era frecuente destacar las letras en los bronces.

Contenido[editar]

La Lex Flavia Malacitana tiene un contenido semejante al de la Lex Salpensana, conservamos diecinueve capítulos de la ley dada al Municipium Flavium Malacitanum. A diferencia de aquella, el nombre de Domiciano, como se ha dicho, fue borrado en la tabla de Málaga, cuyo tratamiento de los temas municipales se refiere la mecánica global de accesos a las magistraturas.

En ella podemos encontrar lo relativo al procedimiento de elección y votación de los magistrados por las asambleas populares; la designación de patronos municipales; así como normas de gestión de fondos públicos dirigidas a los magistrados municipales. Con esta ley se establece una organización censitaria, que distribuye las obligaciones y los derechos en función de la capacidad económica de los individuos.

Una parte de la ley de Málaga coincide casi literalmente con los dos fragmentos hispalenses de las leyes de Salpensa e Irni, que tratan de la obligación de restituir los fondos que se tuvieran de la caja municipal, así como de la rendición de cuentas ante los decuriones por negocios hechos como fondos públicos.

Como en la ley de Salpensa, son frecuentes las interpolaciones del texto primitivo, Lex Flavia Municipal.

El carácter urbano de Roma está latente en ella, por ello sus leyes ciudadanas recogen diversas disposiciones en pro del interés urbanístico. Así, por ejemplo, establecía que los propietarios de edificios destruidos con o sin motivo suficiente, deberían reconstruirlos en un año o afrontar una multa; o que las obras iniciadas serían objeto de información pública mediante tablillas o carteles en las calles.

El carácter de las ciudades federadas, de hacer uso de su propio ordenamiento jurídico, se puede ver en el hecho de que los malagueños podían presentar a sus candidatos a ediles locales sin necesidad de tener en cuenta las designaciones imperiales.

También mencionaba aspectos como la religión o el culto al emperador divinizado.

Estas tablas municipales solían colocarse en un lugar destacado del foro, que constituía el centro político y religioso de las ciudades, con el objetivo de que todos los ciudadanos conocieran las normas que regían su municipio.

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