domingo, 7 de marzo de 2021

HISTORIA DE ESPAÑA

 HISTORIA MEDIEVAL - SIGLO VIII

La batalla de Guadalete de 745 fue un episodio de la revuelta yemení del Valiato de al-Ándalus.

Batalla de Guadalete
Parte de Historia de al-Ándalus
Revuelta yemení del Valiato de al-Ándalus
Map Iberian Peninsula 750-es.svg
al-Ándalus en el año 750
Fechaabril de 745
LugarGuadalete
Coordenadas36°36′00″N 6°13′00″OCoordenadas36°36′00″N 6°13′00″O (mapa)
ResultadoVictoria de los rebeldes kaisitas y yemeníes
ConsecuenciasTuwaba ibn Salama al-Yudami es proclamado nuevo valí de al-Ándalus

La revuelta[editar]

La política de Abu l-Jattar al-Husam ibn Darar al-Kalbi, favorable a los árabes de origen yemení, acabó provocando la sublevación de los kaisitas y algunos yemeníes, que bajo el mando de As-Sumayl ibn Hatim al-Kilabi, del yundnota 1​ de Qinnasrin, y de Tuwaba ibn Salama al-Yudami, del clan yemení de los yudamitas, le vencieron en abril de 745 a orillas del río Guadalete, proclamándose nuevo valí el segundo.









La política de Yúsuf ibn Abd ar-Rahmán al-Fihri, nombrado emir gracias a la presión que ejerció su aliado y asesor político el qais as-Sumayl ibn Hatim al-Kilabi y por tanto favorable a los qais, provocó la revuelta de los yemeníes cuando uno de los aspirantes descartados al puesto de gobernador de al-ÁndalusYahya ibn Hurayth, destituido del mando de Archidona, fue a ofrecer el mando al destituido valí Abu-l-Khatt, y su coalición fue derrotada el 747 en la batalla de Saqunda. Abu-l-Khatt y Yahya ibn Hurayth fueron ejecutados por Yúsuf al-Fihri.

La victoria consolidó la autoridad y el prestigio personal de Yúsuf al-Fihri quien creyó poder liberarse de la tutela de as-Sumayl, al que ofreció el gobierno de Saraqusta.

Saqunda era un arrabal de Qurtuba (Córdoba), a dos kilómetros y medio de la medina, que celebraba mercado y era habitado por mercaderes y artesanos.








Alfonso I de Asturias (693-757), llamado el Católico, hijo del duque Pedro de Cantabria, fue rey de Asturias entre los años 739 y 757. Sucedió a su cuñado Favila y fue sucedido por su hijo Fruela I de Asturias.

Alfonso I de Asturias
Rey de Asturias
Afonso I das Astúrias.png
Alfonso I de Asturias, en una miniatura de Genealogia dos Reis de Portugal (1530-1534).
Reinado
739 - 757
PredecesorFavila
SucesorFruela I
Información personal
Nombre secularAlfonso
Coronación739
Nacimiento693
Cantabria
Fallecimiento757 (63 o 64 años)
Cangas de OnísReino de Asturias
EntierroSanta Cueva de Covadonga
Familia
Casa realDinastía Astur-Leonesa
PadrePedro de Cantabria
ConsorteErmesinda

Biografía[editar]

Era yerno de don Pelayo, ya que estaba casado con su hija Ermesinda,1​ e hijo de Pedroduque de Cantabria, el cual a su vez, hasta el siglo XIX, basándose en los antiguos cronistas, se creyó que fue hijo del rey visigodo Ervigio. Sin embargo, no existe ninguna prueba documental. Según la versión rotense de la Crónica albeldense, Pedro era exregni prosapiem; o sea, de estirpe real visigoda y por consiguiente también lo sería su hijo Alfonso.2​ Las Crónicas declaran que los reyes astures son descendientes de Leovigildo y Recaredo y tratan de crear una continuidad institucional entre ambas realidades políticas. La moderna historiografía coincide en que la causa final de este fenómeno radica en lo que se denominada «neogoticismo» que respondía a una red de intereses políticos y al reforzamiento del prestigio personal de Alfonso IIIa​. Su hermano, Fruela de Cantabria, fue padre de dos reyes: Aurelio y Bermudo I.

Proclamado rey de los astures entre julio y noviembre de 739,4​ con Alfonso I se intensificó la labor de Reconquista. La sublevación de los bereberes en 741 provocó la huida hacia el sur de los árabes que se habían asentado en Galicia, en Astorga y, en general, al norte de la sierra de Guadarrama, hecho que fue aprovechado por el nuevo monarca para ampliar las fronteras de su reino, anexionando Galicia y el norte de Portugal y emprendiendo campañas devastadoras contra zonas ocupadas por los musulmanes.5​La Crónica de Alfonso III, Versión Rotense describe la ampliación de las fronteras del reino durante estas campañas lideradas por Alfonso I de la siguiente manera:

«La osadía de los enemigos fue siempre aplastada por él (Alfonso). Este, en compañía de su hermano Fruela, haciendo avanzar a menudo su ejército, tomó por la guerra muchas ciudades, a saber: LugoTuyOporto, Anegia (no identificada), Braga la metropolitana, ViseoChavesLedesmaSalamanca, Numancia que ahora se llama ZamoraÁvilaAstorgaLeónSimancasSaldañaAmayaRevenga, Carborárica, Abeica, Cenicero, y Alesanco, y los castillos con sus villas y aldeas, matando además a los árabes con la espada, y llevándose consigo a los cristianos a la patria.»6

Este modo de actuar trajo consigo dos consecuencias de gran repercusión para el futuro, tanto desde el punto de vista demográfico como cultural, en todo el territorio:7

  • La creación del llamado «desierto del Duero»: El área comprendida entre el río Duero y la cordillera Cantábrica quedó prácticamente despoblada. Según Alexandre Herculano, para dificultar así los futuros avances de tropas musulmanas hacia el norte,8​ aunque otros historiadores consideran que esta despoblación no fue realizada conscientemente. La repoblación de parte de estas tierras comenzará a producirse cien años más tarde, con gentes del propio reino y mozárabes venidos de reinos musulmanes.
  • El incremento de población que experimentaron las tierras de la vertiente norte de la cordillera, Cantabria y Asturias, con la gente traída de la meseta Central, provocó la necesaria roturación de nuevas tierras y la fundación de nuevos pueblos y aldeas, configurando el tipo de poblamiento que ha llegado hasta nuestros días.
  • La incorporación por Alfonso I de gentes de origen visigodo procedentes de los campos Góticos, actual Tierra de Campos, que conservaban cierta tradición guerrera, bastante perdida por la población hispanorromana —si se exceptúa a los pobladores de norte, menos asimilados en el mundo romano—, dio impulso a la reconquista y permitió reforzar la zona sur del reino, más expuesto a las incursiones enemigas.

Muerte y sepultura[editar]

Alfonso falleció de muerte natural en 757 y recibió sepultura, según refieren el obispo Sebastián de Salamanca y la Primera Crónica General, en el monasterio de Santa María, cercano al municipio de Cangas de Onís. Dicho monasterio, según refirió el cronista cordobés Ambrosio de Morales, es el de Covadonga. En el mismo monasterio fue sepultada su esposa, la reina Ermesinda.

En el siglo XVI, el cronista Ambrosio de Morales describió del siguiente modo la tumba del rey Alfonso I el Católico, ubicada en la Santa Cueva de Covadonga:9

«Su tumba es la que está al cabo de la iglesia frontero del altar mayor, en una pequeña cueva. En partes está labrada. Es un lucillo de piedra lisa, con cubierta de una pieza, de cuatro pies de ancho a la cabecera y dos a los pies, como ataúd, pero cubierta llana y no tumbada. Su largo, doce pies y tres en alto.»

En el sepulcro que se supone contiene los restos del rey Alfonso I y los de su esposa, la reina Ermesinda, y que se encuentra colocado en la Santa Cueva de Covadonga, en Asturias, fue grabado el siguiente epitafio:10

AQVI YAZE EL CATOLICO Y SANTO REI DON ALONSO EL PRIMERO I SV MVJER DOÑA ERMENISINDA ERMANA DE DON FAVILA A QVIEN SVCEDIO. GANO ESTE REY MVCHAS VITORIAS À LOS MOROS. FALLECIO EN CANGAS AÑO DE 757.

Matrimonio y descendencia[editar]

De su matrimonio con Ermesinda, hija de don Pelayo nacieron los siguientes hijos:

Fuera de matrimonio, tuvo un hijo con una esclava musulmana llamada Sisalda:











El Desierto del Duero es un término historiográfico que hace referencia a un supuesto despoblamiento de la cuenca del Duero durante el siglo VIII. Según esta tesis, mantenida fundamentalmente por Claudio Sánchez-Albornoz, se trataría de un despoblamiento estratégico llevado a cabo por el rey Alfonso I en sus campañas de defensa del Reino de Asturias. Otros historiadores, como Menéndez Pidal o Américo Castro, restaron importancia a este despoblamiento y sostenían que en el posterior avance cristiano no hubo un repoblamiento, sino una reorganización del territorio y de la población al incorporarse al reino. Los historiadores Abilio Barbero y Marcelo Vigil publicaron en 1978 La formación del feudalismo en la Península Ibérica, en el que criticaron la tesis de Sánchez Albornoz, pero el debate continuó a lo largo de las décadas siguientes. En el año 2000 Armando Besga Marroquín en su obra Orígenes hispanogodos del reino de Asturias (Oviedo, Real Instituto de Estudios Asturianos) recuperó la tesis del «desierto del Duero».

Historia[editar]

En torno al año 740, tres décadas después de la conquista musulmana de la península ibérica, se produjo la revuelta bereber, protagonizada por los contingentes bereberes que habían formado parte del ejército árabe que había acabado con la monarquía visigoda en el año 711 y que tuvo su epicentro en el norte de África. Para sofocar la revuelta el califa de Damasco envió un ejército compuesto por tropas sirias, denominadas yunds ('ejércitos'), que consiguió poner fin a la rebelión y como recompensa cada yund recibió una provincia de Al-Ándalus.1

Una de las consecuencias de la revuelta bereber fue que la zona al norte del Sistema Central quedó indefensa porque las guarniciones árabes allí desplegadas se habían visto obligadas a replegarse hacia el sur ante los ataques de los rebeldes bereberes. Este vacío fue aprovechado por el rey astur Alfonso I que desplegó una serie de campañas sobre el valle del Duero, que según las crónicas medievales, supusieron la conquista de un gran número de ciudades cuyos habitantes fueron llevados al reino astur. Partiendo de estos hechos muchos historiadores, y en especial Claudio Sánchez Albornoz, desarrollaron la teoría de que lo que pretendía Alfonso I era crear un «desierto estratégico» en el valle del Duero con el objetivo de proteger al reino astur de las incursiones musulmanas. Para Sánchez Albornoz la «despoblación del valle del Duero» tuvo unas consecuencias aún más profundas para el futuro del reino de Asturias, porque al haber quedado «deshabitado», esa «tierra de nadie» sería ocupada en los dos siglos siguiente por los astures, extendiendo el reino por toda la meseta norte y forjándose en esa empresa una clase de pequeños propietarios libres que constituirían la columna vertebral del reino.2​ Los argumentos aportados por Sánchez Albornoz fueron de tres tipos: documentales (las referencias al "desierto" que aparecen en las crónicas árabes y cristianas), toponímicos (la mayoría de nombres de los lugares proceden de la época de la repoblación) y sociales (en la cuenca del Duero apareció una sociedad nueva sin vínculos con el pasado).3

Según Eduardo Manzano Moreno, los argumentos que dio Sánchez Albornoz para sostener su tesis de la «despoblación del valle del Duero», «nunca llegaron a ser concluyentes». Uno de sus primeros críticos fue el propio maestro de Sánchez Albornoz, Ramón Menéndez Pidal, quien recordó que las palabras «despoblar» y «poblar» de las crónicas medievales significaban desorganizar u organizar un determinado territorio y no el desalojo o el alojamiento de personas en un lugar. Además consideró que era poco creíble que Alfonso I hubiera tenido la suficiente fuerza para llevar a cabo una empresa tan extraordinaria y que los valles cantábricos, que constituían el primitivo núcleo del reino asturiano, tuvieran la capacidad suficiente para acoger a tantas personas llevadas allí desde la meseta.456

En 1978 Abilio Barbero y Marcelo Vigil pusieron en cuestión la tesis de Sánchez Albornoz sobre la despoblación total de la cuenca del Duero y su posterior «repoblación» recurriendo a los argumentos aportados por Menéndez Pidal y a la arqueología. «Basándose en datos históricos y lingüísticos [Menéndez Pidal] ha señalado la continuidad de la vida cristiana en los siglos VIII y IX, ya que muchos de los lugares "despoblados" por Alfonso I según la Crónica de Alfonso III, y "repoblados" en los siglos IX y X no se hallaban deshabitados. Existen datos arqueológicos que prueban la existencia de una población estable en la cuenca del Duero desde la época visigoda hasta el siglo X». Barbero y Vigil concluyeron: «la región siguió estando habitada por la antigua población, pero nunca se llegó a organizar un territorio de modo que pudiera alcanzar la cohesión necesaria como para formar una unidad política independiente».7

Sin embargo en 1982, solo cuatro años después de la publicación del libro de Barbero y Vigil, Luis Agustín García Moreno sostenía que las «fundamentales tesis del gran medievalista Sánchez Albornoz son hoy día aceptadas por la generalidad de los estudiosos». En su valoración, García Moreno solo señalaba dos «posibles matizaciones». La primera, que la despoblación «no pudo ser total» —«cuando se hayan realizado prospecciones arqueológicas abundantes se podrá comprobar que la continuidad de habitación encontrada en El Castellar (Villajimena, Palencia) no constituye una excepción»—. La segunda, que la población que marchó al norte fue «la población dirigente —nobles y clérigos—», «lo que originaría de inmediato un empobrecimiento y ruralización radical de las muestras externas de habitación en la región, al mismo tiempo que un fundamental vacío político... Esto explicaría suficientemente que en las fuentes posteriores no se mencione la existencia de una población en dicha zona, al no existir allí ningún poder o estructura estable y reconocida».8

En 2003 Julio Valdeón destacaba que «ha sido sobre todo la arqueología la que más ha criticado la hipótesis de la despoblación, para lo cual se basa en excavaciones que revelan, en determinados puntos, una continuidad poblacional». «De todos modos —continuaba Valdeón—, al margen de la mayor o menor despoblación de aquellas tierras, es indudable que la cuenca del Duero fue una "tierra de nadie", por cuanto desde mediados del siglo VIII no estaba dominada ni por al-Ándalus ni por el incipiente reino astur. En cualquier caso hubo, sin la menor duda, un importante proceso repoblador, del cual eran protagonistas ante todo gentes procedentes del otro lado de la cordillera Cantábrica, a las que se sumaron, avanzado el siglo IXmozárabes que abandonaban al-Andalus».9​ Un año antes Valdeón había aportado otra prueba de la continuidad poblacional en el valle del Duero: un documento del año 909 referido a la localidad de Alkamín, cercana a Tordesillas, en el que se alude a la presencia en el lugar de «gente barbárica» —¿en alusión a los bereberes?, se preguntaba el propio Valdeón—.6

En 2010 Eduardo Manzano Moreno haciendo un balance del debate concluyó que «es exagerado decir que entre los siglos VIII y X todo el valle del Duero se convirtió en un gran desierto estratégico. Sin embargo, sí que es cierto que después de la conquista del 711 núcleos que hasta entonces habían sido sedes episcopales, como SalamancaPalenciaOsma o Ávila, así como numerosos enclaves de menor importancia se esfuman de las fuentes árabes y latinas. No cabe duda de que siguieron siendo habitados —doscientos o trescientos años más tarde volvieron a recobrar su antiguo protagonismo en el mismo emplazamiento que antaño habían tenido—, pero lo que ocurrió en ellas o lo que hicieron sus gentes durante este largo hiato es algo que nos resulta desconocido. Sin una estructura administrativa reconocible y sin centros de poder como monasterios o grandes dominios que centralizaran los recursos, toda esta región se presenta como una tierra de nadie, abandonada tanto por los reyes del norte como por los emires del sur... El valle del Duero se convirtió así en una zona evitada tanto por cristianos como por musulmanes. Ahora bien, y mientras que estos últimos, por razones que no alcanzamos a comprender del todo bien, dieron la espalda a la región, la expansión del reino astur a los largo de los siglos IX y X se realizó sobre ella ayudando así a dotar a los reinos cristianos del norte de una base territorial más sólida».10

El primer historiador que comenzó a hablar del despoblamiento del valle del Duero fue el historiador portugués Alejandro Herculano11​ en su obra La Historia de Portugal, publicada entre 1846 y 1850.

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