SIGLO IX
La Carta Puebla de Brañosera o Fuero de Brañosera es un documento que se conservó en el Monasterio de San Pedro de Arlanza hasta la desamortización del siglo XIX. Está considerada la primera carta puebla de España, lo que acredita a la localidad de Brañosera (Palencia) como primer ayuntamiento del país.
Carta Puebla de Brañosera | ||
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![]() Reproducción de la carta puebla otorgada a Brañosera por el conde Munio Núñez de Brañosera en el año 824, publicada por el ayuntamiento de la localidad. |
Antecedentes[editar]
Finaliza la primera década del año 700 y en la península comienza invasión musulmana. Los godos conviven con los pueblos autóctonos entre el trato y la escaramuza.
Los cristianos, atemorizados por la sangre, la hambruna y el demonio huyen hacia el Norte dirigiéndose fugitivos a las montañas, sucumben de hambre(...)dice el Anónimo Mozárabe
Entre los godos que no perecieron por la espada o de hambre, la mayoría se refugió en esta patria de los asturianos (...)dice la Crónica de Alfonso III
Villas y castillos tengo, todos a mi mandar son; dellos me dejó mi padre, dllos me ganara yo. Los que me dejó mi padre poblelos de ricos hombres, los que yo me hube ganado poblelos de labradores. Quien no había más que un buey, dable otro que eran dos; el que casaba su hija le daba yo rico don; Cada día que amance por mí hacen oración...
Llegando a una situación extraña de superpoblación en la que eran en poca tierra muchos hombres juntados. Visquieron castellanos grand tiempo mala vida; en tierra muy angosta de viandas fallida. Lacerados muy grand tiempo a la mayor medida; véyese en grand miedo con la gente descreída(...)dice el monje de Arlanza
Arrancando de los angostos valles cantábricos comienza la repoblación. Gente humilde por delante que, impulsados por el hambre y esperanzados por la presura, se establecen de forma dispersa y aleatoria. Detrás vienen los nobles y abades.
En el 824, el conde Munio Núñez entiende la necesidad de organizar la repoblación que, amparada en la presura, es inestable e ineficaz para garantizar el avance. Así llama hombres libres a sus súbditos dotándoles de derechos mediante la Carta puebla.
Esta repoblación singular de hombres libres será el origen de Castilla.
La primera mención específica de la presencia de los vikingos en la península ibérica sitúa su llegada en el año 844, cuando los historiadores árabes citan que hormigueaban sus navíos en las costas como «pájaros marinos rojinegros».1 Los Annales Complutenses, del siglo XII,2 hacen referencia a un desembarco cerca de Gijón realizado ese año por vikingos que habían llegado en 54 naves y que subieron después por la cercana ría de Arosa.3 Más tarde, Ramiro I de Asturias los venció en La Coruña. De allí, la flota atacó las ciudades de Lisboa, Cádiz y Sevilla, todas ellas bajo el control de los omeyas del Emirato de Córdoba. En el 858, tras saquear Algeciras, Orihuela y las islas Baleares, establecieron una base invernal en la Camarga, al sur de Francia, desde donde saquearon Arlés y Nimes y subieron por el río Ebro, y sus afluentes, para atacar a Pamplona, cogiendo prisionero al rey García I Íñiguez (859), al que liberaron tras el pago de un importante rescate.
Por otra parte, la Historia compostelana, redactada aproximadamente entre 1107 y 1149, afirma que en 968 desembarcaron en Galicia:
A causa de nuestros pecados vinieron las gentes de los normandos a esta tierra y destruyeron la iglesia de Santa Eulalia de Curtis y otras de la comarca; sus sacerdotes fueron llevados presos y pasados por la espada; el fuego consumió las escrituras, y las mismas piedras perecieron por las llamas.4
Ese mismo año tuvo lugar la batalla de Fornelos, en la que el obispo de Santiago, Sisnando Menéndez, fue derrotado y muerto, dejando a los invasores vía libre para saquear la región. Según el cronista francés Dudon de Saint-Quentin, destruyeron dieciocho poblaciones,4 durante el año que estuvieron en tierras gallegas, hasta que Gonzalo Sánchez los derrotó, matando a su caudillo, Gundræd (Gunderedo).5 Gunderedo había llegado con cien barcos y ocho mil guerreros6 expresamente para saquear lo que llamaban Jakobsland (Tierra de Santiago).7
Aunque las fuentes difieren, se considera que fueron entre dos8 y cuatro9 las oleadas de ataques vikingas a la península. Tras saquear toda la costa del norte de Europa, incluyendo las islas británicas, en 843 los vikingos se establecieron en la ciudad francesa de Bayona, desde donde poder avanzar más hacía el sur.10 Claudio Sánchez Albornoz considera posible, citando La Historia Completa de Ali ibn al-Athir10 —que menciona un combate contra unos al-magus—, que hubieron establecido una base temporal en la propia península, en la zona de Guetaria-Mundaca. También señala que el término se refiere a paganos en general y no exclusivamente a los vikingos.10
Los vikingos llevaron a cabo un segundo ataque a la península a finales del siglo X, de nuevo saqueando Lisboa, en 966, y Santiago de Compostela en 968 (la ciudad sería atacada de nuevo en 979),[cita requerida] así como toda la costa de Al-Ándalus en 971.
Por otra parte, otros autores11 dividen la presencia vikinga en tres fases: un primer período de «penetración indirecta», con el fin de obtener información y el mercadeo de esclavos; una segunda fase, dividida en dos períodos de sucesivas invasiones durante los siglos IX (en la España musulmana), X y XI (la España cristiana), seguida de una tercera fase, de asentamientos.
La República Marítima de Pechina fue una entidad política de al-Ándalus que, encuadrada en el emirato de Córdoba primero y el califato después, gozó de autonomía política, militar y comercial entre, aproximadamente, 891 y 955 d. C.. Tuvo su capital en la antigua Bayyāna o Bayana, actual Pechina (provincia de Almería, España).
Historia[editar]
Orígenes de la república marítima[editar]
A finales del siglo VIII, Abderramán I, emir de Córdoba entre 756 y 788, ordenó levantar una torre vigía en las inmediaciones de la antigua Urci romana y visigótica, situada, según algunas fuentes, donde hoy se encuentran la localidad de Benahadux o la barriada de El Chuche, en el valle del bajo Andarax (téngase en cuenta que en época islámica, la línea de costa estaba más al norte, aproximadamente a la altura de la actual barriada de La Juaida).
La República Marítima de Pechina, no obstante, tiene su origen directo en el mandato de Abderramán II, emir de Córdoba entre 822 y 852, quien amplió el puerto de la antigua Urci dotándolo de un arsenal y, tras la Guerra de la Hoja de Parra, conflicto que enfrentó en Lorca a árabes y yemeníes, ordenó a estos ocupar el valle de Urci y defender la costa de la actual provincia de Almería. Fueron concretamente dos clanes, los Banu Gasán o Gasánidas y los Ru'ayn o Ruain, los que se instalaron en el valle del Bajo Andarax, creando un distrito (iqlim) que llamaron Urs al-Yaman (es decir, la «Urci de los Yemeníes»), con capital en el núcleo de Bayyāna, topónimo del que procede el actual Pechina y que, según el historiador Leopoldo Torres Balbás, deriva del nombre de una antigua heredad romana allí existente, el Fundus Baianus.
Entre 840 y 862, los continuos ataques normandos obligaron a los emires a construir fortalezas como la de Qabit Bani Asuad, en el Cabo de Gata, cuya defensa confiaron al clan norteafricano de los Banu Sarray o Abencerrajes. Así pues, este clan, junto con los Banu Gasán y Ruaini yemeníes y diversos grupos de judíos, muladíes y mozárabes, controlaba el valle del Bajo de Andarax y el golfo de Almería.
Ultimándose el gobierno de Mohamed I (emir entre 852 y 886), sobre el 884, comienzan a llegar bahriyyum, marinos y comerciantes andalusíes, mozárabes y muladíes que llegaron desde el puerto norteafricano de Tenes en su huida de Cartagena, a la sazón perteneciente a la cora de Tudmir. Superados ciertos conflictos iniciales, en 891 se pactó el nacimiento formal de una república marítima que gozó de gran autonomía política, militar y comercial. Gracias a su estratégica posición, Bayyāna pasó a controlar al mar de Alborán y, en gran medida, todo el Mediterráneo occidental. Se convirtió en un emporio comercial en cuyo puerto se trasegaban esclavos, artesanías, productos agrícolas, lino, y la célebre seda de Pechina, que se enviaban a puertos norteafricanos, de Bizancio y del Mediterráneo oriental. Y también fue potencia corsaria, llegando a amenazar a Roma.
La cora de Bayyāna[editar]
Políticamente, la república marítima se hermanó con otras ciudades de Tunicia y del resto del Magreb y se independizó de la cora de Elvira, lo que provocó ataques de esta. Bayyāna, en consecuencia, solicitó la protección de Córdoba a cambio de vasallaje, y el emir Abdalá I, que reinó entre 888 y 912, admitió incorporarla al gobierno central de los Omeya, naciendo así la cora de Bayyāna o de Pechina, heredera de la república marítima. Fue la tercera cora del emirato de Córdoba, del que seguirá manteniendo cierta independencia.
Como cora con privilegios autonómicos, Bayyāna tuvo sus propios dirigentes: el clan de los Banu Asuad, uno de los cuales, Omar ben Asuad al-Gassani, la amuralló a finales del siglo IX y construyó una mezquita que según al-Udri, historiador almeriense del siglo XI, tenía «siete naves dispuestas en dos alas y unidas en el centro por una gran cúpula levantada sobre cuatro grandes columnas». El geógrafo al-Himyari del siglo XV describe así la ciudad en tiempos del reinado de Omar ben Asuad:
«Cerca de Pechina se encontraba la Mezquita Aljama de la comarca, aunque Pechina estuvo formada por barrios dispersos hasta que se instalaron en ella los marinos, que dominaron a los árabes e impusieron su autoridad, unieron los barrios dispersos y construyeron su muralla, siguiendo el modelo y disposición de Córdoba. Sobre una de las puertas de Pechina colocaron una estatua que se asemejaba a la que había sobre la Puerta del Puente. Gentes de todas partes llegaron a ella; venían de todos los lugares huyendo de las revueltas que eran generales por entonces. La ciudad constituyó una residencia apacible y un asilo seguro para todos los que fueron a instalarse allí o a refugiarse en ella. Importaban de África todos los artículos necesarios para su aprovisionamiento, así como los objetos de comercio, Y esta fue igualmente una de las razones que motivaron la llegada e instalación de nuevos habitantes. Comenzaron a proliferar los arrabales en torno a ella. En Pechina penetran dos grandes arroyos [acequias], uno de los cuales por lo alto de la ciudad, desde la parte oriental, riega todas las huertas, mientras que el segundo atraviesa los arrabales septentrionales de los que sale para los meridionales para terminar en el río por esa parte. La mezquita aljama [principal] de Pechina se encuentra en el interior de la ciudad; la construyó Umar ben Aswad. En ella hay una bóveda sobre una cúpula con once arcos levantados sobre catorce columnas; la parte alta d la bóveda está esculpida con maravillosas inscripciones. Al este de la bóveda hay tres naves y al oeste cuatro, más anchas que las orientales y que reposan sobre columnas de piedra. En el patio de la mezquita hay un pozo de agua dulce. En la ciudad de Pechina había once baños, telares de seda y comercios prósperos. El río que venía del este de la ciudad se llevaba, en los periodos de crecida, muchos de los arrabales y zocos»
En este tiempo, además, la cora solicitó al emir la ampliación de sus territorios, lo que resultó así en la construcción de diversas fortalezas que defendían las rutas a Elvira y Baza, como las de Purchena o Mondújar.
Fundación de Almería y declive de Pechina[editar]
En 912 accede al poder Abderramán III, que se hizo nombrar califa en 929 y como tal reinó hasta 961. En 915, la cora de Bayyāna se le somete totalmente, aceptando el gobierno de un cadí cordobés. A raíz de los múltiples ataques de los fatimíes, como el que asoló el arrabal costero de Bayyāna, el nuevo califa consolida las defensas, una de las cuales fue al-Mariyyat Bayyāna («la atalaya de Pechina»). Construida en 955, sería el germen de la alcazaba de Almería y de la actual ciudad homónima, hacia la cual en las décadas siguientes, y por diversas razones, se trasladaría el poder político, económico y militar de la región. Este momento marca, así pues, el declive de Pechina como capital de la cora y el surgimiento de la Almería islámica que, con el tiempo, se convertiría en sede del almirantazgo y la flota califal y en uno de los puertos más importantes de al-Ándalus.
Bayyāna, puerto de exploradores y corsarios[editar]
En las seis décadas de vigencia de la República Marítima de Pechina surgieron audaces marinos, como Jashjash ibn Said ibn Asuad, almirante que en 859 dirigió la flota del emir Mohamed I contra los normandos que asolaban el Mediterráneo, sin éxito. Su leyenda viene ligada, no obstante, al testimonio de al-Masudi, historiador del siglo X que en su obra Los campos de oro y las minas de joyas afirma que en 889 Jashjash ibn Said ibn Asuad, partiendo de Delba (el actual Palos de la Frontera), atravesó el Atlántico, descubrió una tierra desconocida y regresó con un cargamento de tesoros.
Otro personaje relacionado con el mar, que pudiera considerarse heredero de la República Marítima de Pechina, fue la corsaria Malika Fadel ben Salvador, nieta del también comerciante y corsario Ibn Fadel, y que pereció en combate contra la flota del franco-catalán Moreau de Perellós.
Bayyāna como centro cultural y religioso[editar]
Pechina fue en la época de la república marítima y la cora de Bayyāna un importante centro cultural en el que brillaron poetas como al-Gassaniyya, cuyo patronímico la emparenta con los Gasánidas y que vivió probablemente a finales del siglo X o principios del XI.
Por otra parte, tras la fundación de Almería en 955, Pechina perdió su preeminencia política y económica, pero, en contrapartida, se convirtió en el centro sufí más importante de la península ibérica. Se instalaron en ella discípulos del sufí cordobés Ibn Massarra, como al-Ruayni, y se creó una escuela por la que pasaron varios maestros, entre ellos el almeriense Abenalarif, Abu Madyan y, probablemente, el más grande de los místicos andalusíes, el murciano Ibn Arabi.
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