jueves, 27 de mayo de 2021

HISTORIA DE ESPAÑA

 SIGLO IX

La batalla de Atapuerca ocurrió el 1 de septiembre de 1054 en la llanura frente a la sierra de Atapuerca (Burgos) entre Fernando I, rey de León y conde de Castilla, y su hermano García Sánchez III «el de Nájera», rey de Pamplona, hijos ambos de Sancho III el Mayor.

SierraAtapuerca.jpg

Sierra de Atapuerca.

Antecedentes[editar]

A raíz de la muerte del joven conde García Sánchez de Castilla en León en 1028, Sancho el Mayor ocupó el Condado de Castilla y su parte en Álava en nombre de su esposa, pero con intención de mantenerlo en la herencia para dotar a Fernando. A su muerte en 1035 Sancho dividió sus dominios entre sus hijos: García Sánchez III heredó el reino patrimonial de Pamplona, más Álava y prácticamente la mitad del Condado de Castilla: Montes de OcaLa BurebaTrasmiera y Las Merindades, entre otros territorios. Fernando, que venía ostentando la dignidad condal ya en vida de su padre Sancho, recibiría un mermado Condado de Castilla. A dos años de heredar el joven rey de León, refugiado hasta la muerte de Sancho III en las marcas de Galicia, intentó recuperar territorios del Cea anexionados por su cuñado castellano y algo del prestigio perdido y se movilizó contra Fernando. Este, en inferioridad de fuerzas pidió ayuda a su hermano en Pamplona para resistir al rey Bermudo a cambio de buenas prebendas en los territorios fronterizos de Álava y Castilla Vieja. La muerte en campaña de Bermudo tras caer desmontado en el campo de batalla de Tamarón transformaría el statu quo entre hermanos, pasando Fernando a ser rey Jure uxoris por su esposa Sancha y coronados en León en 1038. Fernando, 17 años después de hacerse con la corona de León, se enfrentó a su hermano García para recuperar esos territorios.

La Crónica Silense, escrita unas décadas más tarde, relatan que el rey García enemistó a su hermano Fernando cuando este le visitó en Nájera durante su enfermedad. Repuesto de su estado y arrepentido, García retornó la visita a Fernando para hacer las paces y disculparse. Fernando no solo no lo aceptó sino que lo cargó de cadenas y encerró en un torreón de tierras del Cea. Cuando García pudo escapar, declaró guerra contra León y rechazó ya todas las embajadas oficiales. García pidió ayuda a su hermano Ramiro I de Aragónbailío en Aragón y algunos moros de taifas deudos.

Según la Crónica Compostelana, el rey García ofendió a uno de sus nobles, Sancho Fortún, lo cual empujó a este a traicionarle. Sin embargo la autoría de la Compostelana tenía obvios intereses Fernandinos. Este Fortún había sido ayo de García desde su nacimiento y lo quería como a su propio hijo habiendo caído en combate junto a él.

La Crónica de Nájera la achaca a muerte alevosa durante el combate, a manos de parientes del difunto monarca leonés Bermudo, los cuales desacataron las órdenes de Fernando de no intervenir en liza contra García sino forzar su captura vivo.

A la muerte de su rey, los navarros guardaron campo durante la noche y vigilia para llevarle en procesión fúnebre al panteón recientemente edificado por él mismo en Nájera. Fernando mismo acudió junto a la capilla ardiente de su hermano y a la proclamación y jura de su sobrino Sancho, todavía adolescente, como nuevo rey de Navarra, al que prometió guardar bajo su protección como rey imperante en Hispania. Se concertó la recuperación de territorios castellano-alaveses y la frontera de ambos reinos en línea con el Ebro desde el camino de Santiago en Logroño como término de paz.

Las fuentes en común acuerdan que hubo serios agravios personales entre los monarcas fraternos aunque para sus cortesanos más allegados estos tuvieran también intereses de fondo en cuanto a posesiones y jurisdicciones limítrofes a dilucidar más claramente, en unos territorios que hasta la fecha y quizás desde mucho antes de la conquista de la península por los árabes, se mantuvieron entre el ámbito navarro y la meseta central una separación bastante difuminada e imprecisa en el alto Ebro y que se marcaran así y con variadas alternancias por más siglos y todavía hasta los días de hoy entre la identidad cultural y esferas de poder castellanas y navarras.

Consecuencias[editar]

El monarca pamplonés resultó herido de muerte por un noble castellano, falleciendo en los brazos de San Íñigo. Fernando I se anexionó la comarca para su reino, que era en ese momento territorio pamplonés. En el mismo campo de batalla se nombró rey de Pamplona al hijo del difunto García, Sancho Garcés IV, después de haber rendido homenaje a Fernando I.

Tras la batalla, Diego Flaínez, padre del Cid, reconquista hacia 1055 los castillos, entonces pamploneses, de La Piedra y de Úrbel del Castillo que cerraban el paso a través del valle del alto Urbel.

Fin de rey[editar]

Aunque la batalla se dió en el llano recorrido por el arroyo Fuentes, según la tradición local, el rey herido mortalmente. fué a morir, fuera del campo de la lucha, al término conocido con el nombre de Prado Redondo, próximo ya a la serrezuela, al suroeste de Ages, junto a un abundante regato que cerca de allí va a unirse al anterior y a una vereda de merinas. En memoria del suceso, según la misma tradición, se colocó en el lugar de la muerte una enorme piedra, que los vecinos llaman de Fin de rey; y es como se ve por el fotograbado número 2 un peñasco sin labrar de dos metros y medio de alto, traído de la sierra próxima y colocado allí probablemente por orden del rey vencedor Fernando I.

Consigna el Diccionario de Madoz, que "a la entrada de la sacristía de la iglesia parroquial de Agés hay una lápida sepulcral, en cuyo derredor se ve una inscripción ilegible, y en su centro una figura de hombre, y en este sepulcro se cree estuvieron encerrados los restos de Don García III de Navarra, muerto en una batalla, dada en 1.° de septiembre de 1054 entre este pueblo y Atapuerca, sospecha que confirma en algún tanto una enorme piedra en tosco, que aún existe en los límites de ambos pueblos, y a la que llaman los naturales Fin de rey".

Aducimos íntegro el párrafo para refutarle y hacer constar que la tradición local, repite que a la entrada del templo se hallan enterradas las entrañas de dicho infortunado soberano bajo una gran losa; pero ésta ya no existe, y debió desaparecer al renovar el pavimento en el siglo pasado [el XIX], según allí se cree.

La lápida descrita por Madoz subsiste, pero es una lauda propia de un personaje eclesiástico con sus vestiduras sacerdotales y bonete, labrada en relieve al estilo del siglo XVI, muy gastada su inscripción, y probablemente corresponde al arcediano de Alcaraz, dignidad de la S .I. P. de Toledo, que hizo a la iglesia un legado importante, o a D. Miguel Gutiérrez, cura de Agés, que amplió el templo, y fundó obra pía para sostenimiento de un maestro de escuela. Como consta que el cuerpo del soberano fué trasladado a Nájera, parece muy razonable que siguiendo la práctica de la época, le extrajesen las entrañas antes de hacerlo, y las depositasen en la iglesia más próxima al campamento navarro, que estuvo en Agés.1

Conmemoración[editar]

Representación histórica de la Batalla de Atapuerca

La representación histórica de la batalla de Atapuerca se celebra desde el año 1996, está declarada Fiesta de Interés Turístico de Castilla y León y distinguida como Mejor Iniciativa de Desarrollo Local de Castilla y Léon. Cuenta también con los Premios Tamarón Cultura, Atapuerca Cultura y Atapuerca Turismo, otorgados por el Ayuntamiento de la localidad. Forma parte de la Asociación Española de Fiestas y Recreaciones Históricas y de la Confederación Europea de Fiestas y Manifestaciones Históricas. Se celebra el penúltimo domingo del mes de agosto y es el acto central alrededor del cual se desarrollan diversos actos durante todo el fin de semana, se celebra al aire libre, en la ladera de la Iglesia de San Martín, de la localidad de Atapuerca, es de carácter gratuito y está destinada a todo tipo de públicos.2​ Los actos comienzan unos días antes, con el desfile de las tropas del rey Fernando I por las calles del centro histórico de la ciudad de Burgos. La noche anterior a la contienda tiene lugar en la localidad de Atapuerca el recibimiento al rey Fernando I, un concierto y la entrega del Premio Nacional Batalla de Atapuerca.







La batalla de Calatañazor fue una batalla que habría tenido lugar en esta localidad soriana en julio del año 1002, esta batalla es tildada de irreal desde el siglo XVIII debido a la no existencia de prueba alguna en las crónicas de la época. En ella parece que Almanzor se vio obligado a huir tras luchar contra los ejércitos cristianos coligados de Castilla (conde Sancho García), León (Alfonso V) y Navarra (Sancho Garcés III de Pamplona).

De entre las fuentes cristianas, el cronista Lucas de Tuy fue el primero en narrar el encuentro de Calatañazor. Según él, después de una campaña contra Galicia, Almanzor se adentró en Castilla, saliendo a su encuentro el rey de León Alfonso V (y no Vermudo II, como apunta el cronista), aunque es algo muy difícil pues el rey leonés entonces tendría ocho años. Continúa:

e en el lugar que se dize Calatanasor muchos millares de Sarrazines cayeron, et si la noche non cerrara el día, ese Almançor fuera preso. Enpero, en esse dia non fue vençido, mas de noche tomó fuyda con los suyos.

Cuando el sol apuntaba un nuevo amanecer, el rey leonés ordenó a los suyos que atacasen el campamento amirí, pero los cordobeses habían desaparecido, y todo el botín que capturaron se reducía a las tiendas de campaña y diversos enseres de escaso valor. Añade el obispo historiador que en la persecución de los mahometanos jugó un papel significante el conde García Fernández de Castilla (que llevaba siete años muerto, y en realidad fue su hijo Sancho García).

El prelado incorpora además el germen de una mítica leyenda, señalando que, el día de la batalla, un extraño personaje, que identifica con un pescador, lloraba gimiendo, a veces en árabe, otras en lengua romance, diciendo: «En Calatañazor perdió Almanzor el tambor». Para el cronista, este espejismo era el diablo que lloraba la caída de los moros.

En cualquier caso, Almanzor se negó a comer o beber, muriendo al llegar a la ciudad de Medinaceli. La Historia silense sentencia:

Pero, al fin, la divina piedad se compadeció de tanta ruina y permitió alzar cabeza a los cristianos, pues pasados doce años Almanzor fue muerto en la gran ciudad de Medinaceli, y el demonio que había habitado dentro de él en vida se lo llevó a los infiernos.

Rodrigo Jiménez de Rada y la Estoria de España de Alfonso X ofrecen una versión idéntica de los hechos, con la excepción del espectro que anuncia el próximo final de Almanzor se aparece en Córdoba.

Con respecto a las fuentes mahometanas, la versión más completa es la proporcionada por al-Maqqari, autor del s. XVII que recopiló a numerosos historiadores medievales. Según este, a comienzos de 1002, Almanzor se preparó, siguiendo su costumbre anual, para romper la frontera cristiana, dirigiendo sus ataques hacia Castilla. El arabista Lévi-Provençal apunta como uno de sus objetivos el monasterio de San Millán de la Cogolla, que fue arrasado. Siempre según el cronista, Almanzor ordenó que se sumara a su hueste un considerable contingente de tropas norteafricanas con las que se encontró, según lo acordado, en Toledo partiendo hacia la ribera del Duero, en cuyas proximidades causó estragos y cuyas tierras devastó.

Desde allí, remontó el curso del río para penetrar ya directamente en los dominios del conde de Castilla. Mas un enorme ejército cristiano le sorprendió acampado cerca del castillo llamado de las Águilas (Calatañazor). Almanzor atacó esta hueste a la cabeza de sus propias tropas y fue derrotado, con grandes pérdidas.

De regreso de esta expedición, se sintió enfermo (quizá de una herida recibida en combate), pero continuó haciendo la guerra a los infieles y devastando su territorio hasta que la dolencia se complicó de tal manera que tuvo que ser transportado en una litera, sobre suaves cojines y cubierto por un baldaquino y cortinas que le protegían de la vista de su ejército. En tal estado llegó a Medinaceli. Allí los médicos analizaron la naturaleza de su mal, pero, incapaces de ponerse de acuerdo en un diagnóstico y menos en el tratamiento oportuno, la enfermedad se agravó lo suficiente para provocarle finalmente la muerte.

Sintiéndose morir, el caudillo de al-Ándalus pidió a su hijo Abd al-Malik y a algunos amigos íntimos que recibieran sus postreros consejos. Luego, a solas con Abd al-Malik, le repitió las instrucciones dadas unos momentos antes. Cuando su hijo y sucesor abandonó la tienda con el rostro arrasado en lágrimas, el agonizante Almanzor le reprochó su falta de valor con palabras que demostraron ser proféticas: Esta me parece la primera señal de la decadencia que aguarda al imperio.

El caudillo amirí murió la noche del 10 al 11 de agosto de 1002.

Map Almanzor campaigns-es.svg
FechaJulio de 1002
LugarSupuestamente Calatañazor
Coordenadas41°42′00″N 2°49′00″OCoordenadas41°42′00″N 2°49′00″O (mapa)
ResultadoVictoria cristiana










La batalla de Cervera, también conocida como la Arrancada de Cervera. Tuvo lugar en Peña Cervera el lunes 30 de julio del año 1000 y enfrentó a la coalición cristiana de tropas navarras, castellanas y leonesas al mando de Sancho García (conde de Castilla) y de García Gómez (conde de Saldaña) con las huestes del caudillo musulmán Almanzor, que obtuvo la victoria. En palabras de Víctor Saornil, fue «la única batalla en la que los ejércitos cristianos acariciaron la victoria».

Map Iberian Peninsula 1000-es.svg
Mapa de los distintos reinos en la península ibérica sobre el año 1000.
Fecha30 de julio de 1000
LugarPeña CerveraCondado de CastillaReino de León


Antecedentes[editar]

El ejército andalusí no luchaba en campo abierto desde la batalla de Rueda en 981 y desde el saqueo de Santiago de Compostela en 997. Todos los reyes, príncipes y condes cristianos vivían bajo una paz impuesta por Almanzor que no impidió a este lanzar nuevas aceifas4​ (particularmente desde la muerte del conde castellano García Fernández en 995).

Las aceifas volvieron con un ataque sobre Pallars y Pamplona,5​ que fue socorrida por Sancho García (999).6​ Un año más tarde, Almanzor lanzó una campaña contra los castellanos. El hayib musulmán necesitaba de estas expediciones para financiar con el botín a su numeroso ejército y tener ocupados en algo a sus oficiales. El ejército califal había aumentado de los 30 000 hombres en tiempos de Abderramán III a 50 000,7​ gracias a contingentes de mercenarios bereberes traídos del Magreb por el propio hayib y leales sólo a él. Obviamente, solo una parte de este ejército acompañaba a Almanzor en sus expediciones, el resto quedaba guarneciendo las ciudades del Califato. Por razones desconocidas (quizá el auxilio del conde castellano a los navarros, quizá el abandono del tributo o el aliento del Sancho a la rebeldía de los condes leoneses frente a Córdoba), Almanzor decidió lanzar una ofensiva contra Castilla.8

La batalla[editar]

El 21 de junio del año 1000,9​ Almanzor partía de Córdoba listo para castigar el desafío del conde con una numerosa hueste.6​ Durante su marcha destruyó la villa de Canales de la Sierra en el límite oriental del condado de Castilla, en las estribaciones meridionales de la Sierra de la Demanda.1​ Sancho García reunió sus fuerzas y recibió contingentes de otros nobles cristianos,8​ como el rey de Pamplona, el de León o el conde de Saldaña,10​ de forma que se reunió una nutrida tropa de leoneses, castellanos, navarros y vascos.3​ El encuentro tuvo lugar en Yarbayra8​ o Peña Cervera, al sur de Silos, entre estos altos y la localidad de Espinosa de Cervera.11​ Los dirigentes cristianos declararon ilícito huir,12​ y sus hombres estaban dispuestos a no retroceder en defensa de Castilla. Estaban acampados en una sólida posición defensiva en lo alto11​ de un peñón que controlaba el paso de numerosos caminos.8​ Los dos ejércitos trabaron contacto el 29 de julio y se prepararon para combatir al amanecer del día siguiente.11

Almanzor, sin saber bien qué hacer al darse cuenta del tamaño de la hueste cristiana y su ventajosa ubicación, decidió reunirse con sus oficiales para decidir la estrategia.12​ A la mañana del día 30, mientras aún los cordobeses no habían decidido un plan de acción,12​ el conde castellano lanzó un ataque inesperado12​ descendiendo por las laderas de la peña contra los flancos del ejército cordobés.11

Los cristianos presionaron con su caballería ambos flancos de los musulmanes que apenas se sostenían,312​ sorprendidos por el embate enemigo.11​ Justo en el momento en que su flanco derecho estaba a punto de desbaratarse por completo, Almanzor envió a su hijo favorito, Abd al-Malik al-Muzaffar, para sostenerlo, mientras que su otro hijo, Abderramán Sanchuelo, acudía a auxiliar otro punto de la línea de batalla.13​ Estos refuerzos equilibraron el combate, que se intensificó.1311​ Uno de los jefes bereberes que acompañaban a al-Muzaffar mató a uno de los condes Banu Gómez.13​ Entonces, Almanzor realizó la martingala que le valió la victoria en este reñido enfrentamiento: ordenó trasladar el campamento desde la hondonada donde se hallaba a un cerro cercano.13112​ El conde castellano creyó que las fuerzas que aparecieron en el alto eran nuevos refuerzos que acudían a la batalla y ordenó la retirada,13​ que se convirtió en una desbandada.112​ La caballería islámica se encargó de perseguir al enemigo.2​ Almanzor logró capturar el campamento enemigo.2

Consecuencias[editar]

Era la primera vez que la unión de los cristianos hacía frente al ejército de Almanzor y casi le causaba la derrota.149​ Las bajas del ejército califal fueron estimadas en setecientos muertos por los cronistas musulmanes.2​ Almanzor logró capturar el campamento enemigo, con numerosas armas y objetos de valor.2​ Almanzor moriría en 1002, cuando estaba de campaña en tierras riojanas. Su repentina muerte a la edad de 62 años ha servido de inspiración para varios mitos. Según algunas versiones sufría de una enfermedad desconocida desde el saqueo de Santiago de Compostela (997) y haber dado de beber a su caballo el agua de la pila bautismal.15​ El animal murió inmediatamente y él contrajo el mal;3​ pero más conocida es la leyenda de su legendaria derrota en Calatañazor, considerada por los historiadores modernos un eco adornado por las crónicas posteriores de su pírrica victoria en Cervera.

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