martes, 25 de mayo de 2021

HISTORIA DE ESPAÑA

 SIGLO IX

Las incursiones vikingas en las Islas Baleares se produjeron a partir del siglo IX por la movilización hacia el Mediterráneo en busca de fortuna. En la península ibérica llegaron primero por Galicia y después de atacar las costas orientales, llegaron al archipiélago balear.

Vikingos[editar]

Según el historiador Pere Xamena Fiol una escuadra de vikingos que atacaron las Baleares llegaron a despoblarlas por completo en 859. En su mayoría vikingos daneses, que saqueaban las tierras del centro y sur de Europa. Con el rey Carlos III de Francia, apodado "El Simple", consiguieron las tierras de Normandía para establecerse. Cambiaron de religión, se cristianizaron y pactaron alianzas con los principales reinos de Europa occidental. En 1018 un numeroso destacamento, en su mayoría descendientes de los escandinavos, operaban por el Mediterráneo comandados por Roger de Tosny y atacaban a los sarracenos del Emirato de Daniyya y las Baleares.

Normandos[editar]

En el año 1109, durante la cruzada noruega, se produjo un ataque noruego comandado por Sigurd el Cruzado que atacó FormenteraIbiza y Menorca, obteniendo grandes botines.







El término foramontano hace alusión a las gentes, procedentes del norte de la península ibérica, con las que en el siglo IX se repoblaron El Bierzo y las tierras al norte de la meseta del Duero, que quedaron vacías como consecuencia de las guerras entre los musulmanes y el Reino de Asturias en los primeros años de la Reconquista, durante la Alta Edad Media. Posteriormente a estos territorios se los conocería como Reino de León. Con la expansión de este reino y el proceso repoblador, los pobladores foramontanos formaron núcleos de población nuevos por territorios de LeónGalicia y Castilla.

Origen de la denominación[editar]

Reproducción del Fuero de Brañosera, concedido por el conde Munio Núñez en 824.

Existen dos interpretaciones etimológicas respecto al origen de la palabra foramontano. Una dice que deriva de las palabras latinas foras monte que se traduce como fuera de la montaña, que significaría «gente de fuera de las montañas», es decir, no montañeses, para distinguirlas de los montañeses de Cantabria. Los foramontanos eran posiblemente de la zona norte de la actual provincia de Burgos, la Rioja y las Encartaciones, es decir, no montañeses. La otra deriva de las palabras latino-germánicas foras-munt que significa custodio de la tierra de afuera.[cita requerida]

La llamada Terra de Foris en la documentación medieval hace referencia al territorio repoblado por habitantes de Las Asturias (cántabros y astures) al sur de la cordillera Cantábrica y al este de Galicia, especialmente la cuenca oriental del río Sil y los habitantes del Oeste de la Meseta Norte —donde se repobló la Legio Civitas que posteriormente daría nombre al Reino de León en su expansión al sur del Duero (Zamora, Salamanca)—, donde ya la denominación de foramontano viene siendo sustituida por la de leonés.

Debemos tener en cuenta que el territorio que abarcaba la Castilla de aquella época era un territorio diferenciado al nordeste de la Meseta Norte y parte del Valle del Ebro en torno a Las Merindades de Burgos, origen de Castilla la Vieja, que pasó de ser un condado astur-leonés a ser un poderoso estado soberano (Reino de Castilla) dos siglos más tarde. Étnicamente ese territorio al este de la antigua Cantabria, en la misma época que el centro y núcleo del Reino de León, era nombrado «Terra de Foris», entre el territorio de los condes de Castilla, Álava y Vizcaya (Condado de Castilla, referido en las crónicas monacales del siglo IX como Bardulia), lo que ha dado tiempo después en creerse haber sido repoblado desde la Guipúzcoa actual por el pueblo de los Várdulos que allí vivía, supuestamente también creído de afinidad vascona.[cita requerida] Aunque en retrospectiva y reanalizando las fuentes imperiales, correspondíase más certeramente con el territorio que habitaba entre La Bureba y las Encartaciones el otro pueblo prerromano de los Autrigones.

Acuñación del término e identificación con Castilla[editar]

El término foramontano fue acuñado y difundido por el periodista español Víctor de la Serna y Espina —hijo de la afamada Concha Espina— en su obra Nuevo Viaje de España. La Ruta de los Foramontanos que recibió el Premio Nacional de Literatura.

Según una errónea traducción de los anales castellanos,1​ un movimiento denominado foramontano se originó en Malacoria en el año 814:23

In era DCCCLII · exierunt foras montani de Malacoria · et venerunt ad Castella.
Annales Castellani Recentiores, siglo XII

lo que se traduce literalmente como «En la era 852.ª (año 814) salieron fuera los montañeses desde Malacoria y llegaron a Castilla»,4​ pero que Víctor de la Serna convirtió en "En la era 852 (año 814) salieron los foramontanos de Malacoria y vinieron a Castilla" creando así el término.1

A su vez, De la Serna estableció una discutida identificación 51​ de Malacoria con Mazcuerras en Cantabria. De esa forma el territorio cántabro constituiría, durante este periodo, una officina gentium o «fragua de pueblos», aunque lo contradice el hecho de que en Castilla no se difundió la variedad leonesa que se hablaba en una pequeña parte de Cantabria, sino un romance sin ninguna relación con tal habla cántabra.6​ Las políticas repobladoras y colonizadoras hicieron que se tomase posesión de las tierras bajo la forma jurídica de presura. A medida que se ocupaban comarcas al sur de la cordillera se iba configurando el territorio de lo que posteriormente se conocerá como Castilla. Este movimiento repoblador experimentó un impulso con el conde Rodrigo de Castilla quien ocupa las fortalezas de Amaya, Mave (Monte Cildá) y Saldaña durante la época de la ocupación musulmana de la península ibérica.

En la provincia de Orense existen cuatro pueblos con el topónimo de Faramontaos, en los municipios de Carballeda de AviaGinzo de LimiaLa Merca, y Nogueira de Ramuín. En la comarca leonesa de Tábara —provincia de Zamora— existe Foramontanos (o Faramontanosde Tábara. En Salamanca existe Cabeza de Framontanos, en el ayuntamiento de Villarino, casi fronterizo con Zamora.







Algunos miembros de la dinastía[editar]

Conocido como Jimeno «el Fuerte», fue un noble hispanorromano cuya residencia en la documentación medieval es ubicada entre Lumbier, Leyre, Aibar y Sangüesa. El texto más antiguo que se refiere a este monarca es del año 781.

Fue padre (o probablemente abuelo, por una diferencia de casi cien años) de García Jiménez y de Íñigo Jiménez que serían monarcas, en diferentes partes, aunque hasta ahora no ha sido posible precisar los lugares.

Probablemente hijo de «el Fuerte», y padre de García Jiménez. Contemporáneo de Íñigo Arista, firma en la documentación medieval como rey, e hijo de Jimeno.1

Hijo (probablemente nieto, por una diferencia en casi 100 años) del rey Jimeno, se casó con Onneca Rebelle de Sangüesa, de la que nacieron Íñigo y Sancha Garcés. Fue corregente de Pamplona por ausencia del heredero entre 870 y 880. De un segundo matrimonio con Dadildis de Pallars (hermana del conde Ramón I de Ribagorza y Pallars) nacieron el rey Sancho Garcés I de Pamplona) y Jimeno Garcés de Pamplona.

Hijo (probablemente nieto, por una diferencia en casi 100 años) del rey Jimeno, fue coetáneo a su hermano García Jiménez. Las noticias de este monarca son escasas y la mayor parte de la documentación falsificada. Se le confunde con un anterior Íñigo Jiménez, que era el padre, junto a Oneca, de Íñigo Íñiguez (824-852), fundador de la dinastía íñiga.

Era hijo del corregente García Jiménez y de Onneca de Sangüesa.

Se casó con Jimena y engendraron a García Íñiguez, Jimeno Íñiguez, Fortún Íñiguez, Sancho Íñiguez y Toda, que se casó con García Íñiguez de Olza.

No hay que confundirlo con García Íñiguez, rey de Pamplona entre los años 851 y 880. Hijo de Íñigo Garcés y de Jimena. Fue hermano de Jimeno Íñiguez, Fortún Íñiguez y de Sancho Íñiguez, que huyeron a Córdoba.

Es gobernante de la Valdonsella y muere en la batalla de Liédena en el año 861.

Rey de Pamplona entre los años 905 y 925. Hijo de García Jiménez y Dadildis de Pallars. A la muerte de García I Íñiguez en el año 870, es gobernante de la Valdonsella y pronto retoma una política militar de liderazgo en todos los territorios circundantes, siendo el primero en intentar conquistar la Ribera del Ebro. Con el apoyo del rey asturiano Alfonso III de Asturias (con parientes mutuos en Álava-Castilla), junto con el conde de Pallars ocuparían Pamplona, forzando a Fortún Garcés a abdicar del trono.

Soslayando de algún modo los derechos patrimoniales de los hijos de Fortún Garcés, los cuales permanecerían aun así en la Corte, estos recaerán en su nieta Toda Aznárez de Pamplona, que estaba casada con Sancho Garcés I, y le reforzarían en valer dentro de la familia y ser aceptado como rey de Pamplona en 905, sucediendo la dinastía Jimena a la Iñiga en llevar las riendas de Navarra por el resto de más de tres siglos.






La dinastía astur-leonesa, llamada también dinastía cántabro-pelagiana, estuvo compuesta por una serie de soberanos que reinaron en Asturias y en León desde don Pelayo de Asturias, elegido rey en 718, hasta Bermudo III de León, derrotado y muerto en la batalla de Tamarón en 1037 por su cuñado, el conde Fernando de Castilla, quien heredó el trono por su matrimonio con Sancha de León, hermana de Bermudo III, introduciendo la dinastía Jimena en León.

Reglas de sucesión[editar]

Antecedentes: el reino visigodo[editar]

La sucesión en el reino visigodo era formalmente electiva. Este uso estaba recogido en la lex in confirmatione concilii y refrendado por los Concilios de Toledo IVVVI y VIII.

Sin embargo, la tendencia a ceder el trono a los hijos, mediante la fórmula de la asociación al trono, fue una constante a lo largo del reino visigodo. El enfrentamiento entre bandos diferenciados de la nobleza que apoyaban a diferentes candidatos propiciaron en el reino una constante inestabilidad que provocó constantes guerras civiles y asesinatos de reyes, llamado en las fuentes de la época el morbus gothorum. Todo esto mostraba que la legitimidad de la sangre no era un hecho arraigado en el subconsciente colectivo de los visigodos.

De don Pelayo a Ordoño I[editar]

El carisma que tenía don Pelayo se tradujo en que la titularidad del reino se circunscribiese a su familia tanto directa como política, entendiendo ésta de una manera amplia incluyendo a Pedro de Cantabria, quien era su consuegro, y su familia. Lo que es muy discutido es la norma que se siguió para la elección de los sucesivos reyes siendo este un tema para el que diversos autores han propuesto varias teorías: elección de tipo visigodo, la de sucesión matrilineal, la hereditaria dentro del linaje real de la persona más capacitada en ese momento.1

Hay casos para todo: la sucesión directa de padres a hijos como de don Pelayo y Favila, de Alfonso I el Católico y Fruela I, la sucesión matrilineal como la de Alfonso I el Católico a través de su esposa Ermesinda o de Silo a través de su esposa Adosinda, elección de tipo visigodo como las AurelioBermudo I el Diácono o Ramiro I. Lo que parece claro es que teniendo en cuenta la precaria existencia del reino a merced de un enemigo más poderoso, siempre aconsejaría la elección de una persona capaz independientemente de su filiación pero siempre lo más cercana al monarca precedente, lo cual va fijando el concepto de linaje o dinastía. Ramiro I fue el último monarca en ser elegido.

A partir de Ordoño I se opera el cambio definitivo a la sucesión patrilineal en el trono, ya no tuvo necesidad de ser elegido para suceder a su padre aunque eso no significaba que se respetase el derecho de primogenitura y mucho menos el de representación.

Alfonso III el Magno y sus sucesores, los reyes de León[editar]

Los problemas de sucesión se sucederán en los dos siglos siguientes pero los protagonistas serán siempre los hijos de los reyes y las soluciones dadas a los problemas planteados en cada momento variarán, pero siempre van encaminadas a reconocer la sucesión patrilineal cada vez con más fuerza.

Como ejemplo tenemos los hijos del rey Alfonso III el Magno, los cuales se repartieron el reino y reinaron sucesivamente en León, agrupándose de nuevo la herencia paterna en Fruela II imponiéndose a los hijos de Ordoño II. A la muerte de Fruela II la lucha por el trono entre su hijo Alfonso Froilaz, Ramiro, cuarto hijo de Alfonso III el Magno, y los hijos de Ordoño II, termina con el acceso al trono de Alfonso IV el Monje el cual es sucedido por su hermano Ramiro II.

Otro ejemplo de la evolución de las soluciones dadas a los mismos problemas a lo largo del tiempo y como éstas afirman cada vez más la herencia patrilineal es el de la minoría de edad de los infantes: Ordoño III solo tenía un hijo de corta edad2​ cuando falleció por lo que el trono lo ocupó su hermano Sancho I el Craso, quien tras diversas peripecias, incluyendo un destronamiento y un viaje a la corte de Abderramán III para corregir su extremada gordura,3​ dejó también un hijo de corta edad, pero en este caso sí fue entronizado como Ramiro III. Para caso tan inédito se juzgó necesario hacerle elegir a la antigua usanza visigoda para afirmar sus derechos al trono cosa que ya ni tan siquiera hizo falta cuando treinta años más tarde Alfonso V sucedió a su padre Bermudo II el Gotoso con cinco años de edad.

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