SIGLO XII
La Batalla de Lobregal fue una batalla que tuvo lugar en el reino de Castilla en marzo de 1160 (en el término de Lobregal en las cercanías de la localidad de Villabrágima, en la provincia de Valladolid) entre las fuerzas de la Casa de Lara y sus aliados, comandadas por Nuño Pérez de Lara, y las de la Casa de Castro, capitaneadas por Fernando Rodríguez de Castro el Castellano, durante las disputas nobiliarias producidas durante la minoría de edad de Alfonso VIII de Castilla.12 La batalla se saldó con la completa derrota del bando de la Casa de Lara, contándose entre los fallecidos el conde Osorio Martínez.
Descripción[editar]
La Batalla de Lobregal fue el punto culminante de la lucha por el poder entre la Casa de Lara y la Casa de Castro, desencadenada tras la muerte de Sancho III de Castilla, en el año 1158, y la subida al trono de su hijo, Alfonso VIII.3 En 1159 la Casa de Lara se había apoderado de la regencia que ejercía Gutierre Fernández de Castro, tío de Fernando Rodríguez de Castro el Castellano.
En 1160 Fernando Rodríguez de Castro había abandonado el reino de Castilla, instalándose en la corte de Fernando II de León, hermano del difunto Sancho III de Castilla y tío de Alfonso VIII. Según refiere el arzobispo Rodrigo Jiménez de Rada, quien redactó su obra en el siglo XIII, «el Castellano» retornó al reino de Castilla con su ejército e infligió una gran derrota a sus enemigos, conducidos por Nuño Pérez de Lara, hermano de Manrique Pérez de Lara, regente del joven Alfonso VIII de Castilla desde 1158 hasta 1164. La batalla se produjo en Lobregal, en la región de Tierra de Campos, cerca de la localidad de Villabrágima, en la provincia de Valladolid.
Los Anales Toledanos Primeros señalan que en 1160 se realizó una «arrancada», conducida por Nuño Pérez de Lara en Tierra de Campos.a Una «arrancada» puede traducirse como una incursión violenta, en el estilo de una cabalgada, o como una acción militar, cuyo propósito es causar serios daños al enemigo.b Los hermanos de Nuño Pérez de Lara, Álvaro y Manrique, pudieron hallarse también en la batalla.
Durante la batalla, el conde Osorio Martínez murió en manos de su yerno Fernando Rodríguez de Castro esposo de su hija Constanza, quien después fue repudiada por el magnate.c Además, «el Castellano» capturó a Nuño Pérez de Lara y a Rodrigo Gutiérrez Girón. El hermano de Rodrigo Gutiérrez, Álvaro Gutiérrez, falleció durante la batalla. Los líderes de la Casa de Lara capturados fueron liberados transcurridos unos días, con la condición de que regresarían tras sepultar a Álvaro Gutiérrez, cuyo entierro fue retrasado, a fin de que los prisioneros pudiesen demorar su retorno a la cautividad.4 Nuño Pérez de Lara halló entonces a Fernando Rodríguez de Castro en la localidad de Dueñas, con seiscientos caballeros. En esas circunstancias, Fernando Rodríguez no intentó hacerle prisionero, y Nuño Pérez manifestó que él había respetado el juramento prestado.4 La Crónica General de 1344 recuerda que Manrique Pérez de Lara, quien falleció en la localidad de Huete cuatro años después, había fallecido en la Batalla de Lobregal, y que Nuño Pérez fue liberado por el hecho de tener que dar sepultura a Álvaro Gutiérrez.4 Esta confusión respecto a los hechos acaecidos es manifiesta en otras fuentes posteriores.
Consecuencias de la batalla de Lobregal[editar]
La victoria de Fernando Rodríguez de Castro el Castellano en la batalla de Lobregal no permitió a los miembros de la casa de Castro suprimir el control que los miembros de la casa de Lara ejercían sobre Alfonso VIII, pero reforzó su poder e influencia en la corte de Fernando II de León.
El 13 de marzo Fernando Rodríguez de Castro y su hermano Álvaro confirmaron una diploma leonés, y alrededor del día 11 de julio se hallaban de nuevo en el reino de Castilla, donde confirmaron un documento de Alfonso VIII, junto a los tres hermanos Lara y también junto a su tío, Gutiérre Fernández, indicio de la paz acordada en esos días entre los dos bandos. Los hermanos Castro regresaron al reino de León hacia el mes de septiembre, aunque no consta su firma en los documentos expedidos en la corte leonesa en noviembre de ese año.
Una paz general siguió a la batalla de Lobregal, y durante el año 1160 no volvió a producirse ningún conflicto, pero en 1162 Fernando II de León conquistó la ciudad de Toledo, que pertenecía a los castellanos, y en 1164 los partidarios de la Casa de Castro derrotaron y dieron muerte al conde Manrique Pérez de Lara en la batalla de Huete, quedando la regencia del reino de Castilla en manos de su hermano Nuño Pérez de Lara desde 1164 hasta 1170, año de la mayoría de edad del rey Alfonso VIII.
Transcurridos cinco años, la rivalidad entre la casa de Lara y la casa de Castro aún persistía, y alrededor del año 1165, Fernando Rodríguez de Castro el Castellano repudió a su esposa Constanza, a fin de poder contraer matrimonio con Estefanía Alfonso "la Desdichada", hija ilegítima del difunto Alfonso VII de León y hermanastra de Fernando II, recibiendo para ello el apoyo de su tía Urraca Fernández de Castro, amante de Fernando II de León, afianzando con ello su posición en la corte leonesa.
El Cantar de mio Cid es un cantar de gesta anónimo que relata hazañas heroicas inspiradas libremente en los últimos años de la vida del caballero castellano Rodrigo Díaz de Vivar el Campeador. La versión conservada fue compuesta, según la mayoría de la crítica actual, alrededor del año 1200.12
Se trata de la primera obra poética extensa de la literatura española y el único cantar épico de la misma conservado casi completo; solo se han perdido la primera hoja del original y otras dos en el interior del códice, aunque el contenido de las lagunas existentes puede ser deducido de las prosificaciones cronísticas, en especial de la Crónica de veinte reyes. Además del Cantar de Mio Cid, los otros tres textos de su género que han perdurado son: las Mocedades de Rodrigo —circa 1360—, con 1700 versos; el Cantar de Roncesvalles —ca. 1270—, un fragmento de unos 100 versos; y una corta inscripción de un templo románico, conocida como Epitafio épico del Cid —¿ca. 1400?—.
La relevancia del Cantar no se limita a lo literario sino que da inicio a toda una disciplina intelectual: la filología como ciencia moderna en España a finales del siglo XIX, que se inicia con el estudio de este poema por parte de Ramón Menéndez Pidal (1869-1968) y su decisión de aplicar por primera vez a este texto el método histórico-crítico, la más potente herramienta de la filología de su época, inaugurando así los estudios filológicos españoles.3
El poema consta de 3735 versos de extensión variable (anisosilábicos), aunque predominan los de catorce a dieciséis sílabas métricas, divididos en dos hemistiquios separados por cesura. La longitud de cada hemistiquio es normalmente de tres a once sílabas, y se considera unidad mínima de la prosodia del Cantar. Sus versos no se agrupan en estrofas, sino en tiradas; cada una es una serie sin número fijo de versos con una sola y misma rima asonante.
Se desconoce su título original, aunque probablemente se llamaría «gesta» o «cantar», términos con los que el autor describe la obra en los versos 1085 ("Aquí compieça la gesta de mio Çid el de Bivar", comienzo del segundo cantar) y 2276 ("las coplas deste cantar aquís van acabando", casi al fin del segundo), respectivamente.
Argumento y estructura[editar]
Estructura interna[editar]
El tema del Cantar de mio Cid es el complejo proceso de recuperación de la honra perdida por el héroe, cuya restauración supondrá al cabo una honra mayor a la de la situación de partida. Implícitamente, se contiene una dura crítica a la alta nobleza leonesa de sangre o cortesana y una alabanza a la baja nobleza que ha conseguido su estatus por méritos propios, no heredados, y guerrea para conseguir honra y honor.
El poema se inicia con el destierro del Cid, primer motivo de deshonra, a causa de la figura jurídica de la ira regia4 ("el rey me ha airado", vv. 90 y 114), injusta porque ha sido provocada por mentirosos intrigantes ("por malos mestureros de tierra sodes echado", v. 267) y la consiguiente confiscación de sus heredades en Vivar, el secuestro de sus bienes materiales y la privación de la patria potestad de su familia.
Tras la conquista de Alcocer, Castejón, la derrota del conde don Remont y la final conquista del reino de taifas y ciudad de Valencia, gracias al solo valor de su brazo, su astucia y prudencia, consigue el perdón real y con ello una nueva heredad, el Señorío de Valencia, que se une a su antiguo solar ya restituido. Para ratificar su nuevo estatus de señor de vasallos, se conciertan bodas con linajes del mayor prestigio cuales son los infantes de Carrión.
Pero con ello se produce la nueva caída de la honra del Cid, por el ultraje que le infieren los infantes de Carrión en la persona de sus dos hijas, que son vejadas, fustigadas, malheridas y abandonadas en el robledal de Corpes para que se las coman los lobos.
Este hecho supone según el derecho medieval el repudio de facto de estas por parte de los de Carrión. Por ello el Cid decide alegar la nulidad de estos matrimonios en un juicio presidido por el rey, donde además los infantes de Carrión quedan infamados públicamente y apartados de los privilegios que antes ostentaban como miembros del séquito real. Por el contrario, las hijas del Cid conciertan matrimonios con reyes de España, llegándose así al máximo ascenso social posible del héroe.
Así, la estructura interna está determinada por unas curvas de obtención–pérdida–restauración–pérdida–restauración de la honra del héroe. En un primer momento, que el texto no refleja, el Cid es un buen caballero vasallo de su rey, honrado y con heredades en Vivar. El destierro con que se inicia el poema es la pérdida, y la primera restauración, el perdón real y las bodas de las hijas del Cid con grandes nobles. La segunda curva se iniciaría con la pérdida de la honra de sus hijas y terminaría con la reparación mediante el juicio y las bodas con reyes de España. Pero la curva segunda supera en amplitud y alcanza mayor altura que la primera.
Estructura externa[editar]
Los editores del texto, desde la edición de Menéndez Pidal de 1913, lo han dividido en tres cantares. Podría reflejar las tres sesiones en que el autor considera conveniente que el juglar recite la gesta. Parece confirmarlo así el texto al separar una parte de otra con las palabras: «aquís conpieça la gesta de mio Çid el de Bivar» (v. 1085), y otra más adelante cuando dice: «Las coplas deste cantar aquís van acabando» (v. 2276).
Argumento[editar]
Primer cantar. Cantar del destierro (vv. 1–1084)[editar]
Tras ser acusado falsamente de haberse quedado con las parias que fue a recaudar a Sevilla, el Cid es desterrado de Castilla por el rey Alfonso VI. Algunos amigos suyos deciden acompañarlo: Álvar Fáñez, Pedro Ansúrez, Martín Antolínez, Pedro Bermúdez etc. Antolínez aporta víveres y consigue un préstamo de los judíos Raquel y Vidas para poder financiar el viaje, empleando en su favor el rumor de que Rodrigo se ha quedado con las parias; así les deja en depósito y garantía dos cofres, en realidad llenos de arena, sin siquiera decirles qué hay en su interior. El rey ordena que nadie los albergue mientras pasan hacia la frontera, por ejemplo en Burgos; por nobleza el Cid se niega a aposentarse por la fuerza en una posada y acampa a las afueras. Para evitarles peligros, deja a su esposa e hijas bajo el amparo del abad Sancho del monasterio de San Pedro de Cardeña, e inicia una campaña militar acompañado de sus fieles en tierras no cristianas. Primero conquista Castejón y luego Alcocer y, por último, derrota en la batalla de Tévar al conde don Remont, quien, lleno de soberbia por haber sido capturado por esos "malcalçados", se niega a comer hasta que la amabilidad del Cid le hace deponer su actitud. Con cada victoria envía una parte del botín (el llamado "quinto real") al rey, a pesar de que no está obligado por haber sido desterrado, pues pretende lograr el perdón real.
El Tratado de Cuenca2 fue firmado en Cuenca en agosto del año 1177 12 entre Alfonso VIII de Castilla y Alfonso II de Aragón.1
Según los términos del acuerdo, ambos reyes confirmaron lo firmado en el Tratado de Sahagún,3 acordaron ayudarse mutuamente contra todos los cristianos y musulmanes excepto Fernando II de León.31 Se reconocían mutuamente sus posesiones sin exigirse nada.
El Fuero de Cuenca es una recopilación de leyes medievales reguladoras de la convivencia, cuya estructura jurídica sirvió de modelo a muchos de los posteriores en Castilla, León, Aragón y Portugal. Lo otorgó el rey Alfonso VIII a la ciudad de Cuenca a finales del siglo XII y fue fundamental para la historia medieval de la ciudad.1 Varias Comunidades de Villa y Tierra castellanas se rigieron por el fuero conquense, como por ejemplo las de Alarcón, Iniesta, Jorquera, Requena, Alcaraz, Ciudad Real,Iznatoraf Baeza o Úbeda.
Aunque no se conoce con exactitud la fecha de su redacción, se suele datar alrededor de 1190.1 Está compuesto por 48 capítulos que recogen 950 leyes tanto de carácter civil, mercantil, penal y procesal. Conforma, pues, un compendio de las costumbres jurídicas de Castilla y del derecho de la época.1 A fin de promover la repoblación, concede un gran número de libertades y garantías jurídicas, comenzando así:
En primer lugar y concedo a todos los habitantes de Cuenca y sus sucesores, Cuenca con todo su término, es decir, con sus montes, fuentes, pastos, ríos, salinas y minas de plata, hierro o de cualquier otro metal.Fuero de Cuenca1
El 24 de marzo de 1284 fue modificado por Sancho IV, aunque no sustancialmente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario