SIGLO XII
La batalla de Candespina tuvo lugar el 26 de octubre de 1110 en Fresno de Cantespino (cerca de Sepúlveda, Segovia) y enfrentó a los ejércitos de Alfonso I el Batallador contra una coalición de tropas leonesas, castellanas y gallegas que defendían el partido de Urraca I.
Antecedentes[editar]
Desde junio de 1110 las relaciones entre Alfonso de Aragón y Urraca de León, unidos en matrimonio, habían empeorado. Urraca concedía en agosto importantes privilegios a Diego López de Haro, a la sazón señor de Álava, Vizcaya y Nájera (donde la reina comenzó a reunir tropas) para atraerse partidarios a su causa, apoyada por ciertos sectores de la nobleza de León, Castilla y Galicia, como el conde de Traba Pedro Froilaz —quien aspiraba a obtener el poder feudal sobre Galicia—,1 que se acogieron a los derechos al trono del nieto de Alfonso VI, el infante Alfonso Raimúndez (futuro Alfonso VII), que habían quedado relegados en el contrato matrimonial de Urraca y el Batallador. A esto se sumaba la posible relación amorosa que Gómez González Salvadórez, posteriormente conocido como «conde de Candespina», tenía con la infanta Urraca cuando, en su lecho de muerte, Alfonso VI designó a Alfonso I de Aragón como marido ante el designio del rey de León de nombrarla heredera al trono, con la previsible contrariedad de Gómez González. Toda esta facción se levantó en rebeldía contra el rey de Aragón, a quien veían como un intruso, por lo que propagaban una imagen del Batallador muy negativa que posteriormente reflejaron las crónicas leonesas, como la Crónica compostelana, cuyo fin era la exaltación del obispo de Santiago Diego Gelmírez, quien en 1111 abrazaría la causa de la rebelión contra el rey aragonés buscando la expansión de su diócesis, que llevó hasta la condición de un arzobispado que se extendió por gran parte de León, Portugal y la actual Extremadura.
Por otro lado, Bernardo de Toledo, el arzobispo primado de España, recibía en Sahagún ante la presencia de los obispos de León y Oviedo misivas del Papa en que declaraba la nulidad matrimonial de Alfonso y Urraca con el pretexto de una lejana consanguinidad, y amenazaba con excomulgar a ambos esposos de no llevar a cabo su mandato.
Así pues, se generó un ambiente hostil contra el rey Alfonso I que escondía una auténtica guerra civil entre partidos enfrentados en el fondo por ambiciones de poder feudal y que obtuvieron apoyo de la población descontenta a causa de un periodo de escasez, que podía lograr medios de vida en las algaras de la vida de campaña y en los botines de guerra apoyando a una u otra facción.
Dada esta situación, la reina Urraca encabezó un partido rebelde contra su esposo y congregó en Burgos las fuerzas de importantes prelados y magnates leoneses, castellanos, portugueses y gallegos, entre cuyos caudillos cabe citar al conde Pedro Ansúrez, Fruela Díaz o Rodrigo Muñoz, todos ellos comandados por Gómez González y Pedro González de Lara, cuya actuación sería decisiva en el resultado de la batalla. Alfonso I, por su parte, consiguió contar con el apoyo del conde Enrique de Portugal
Desarrollo[editar]
La batalla tuvo un desarrollo discutido, y lo único que se sabe a ciencia cierta es que Alfonso I de Aragón obtuvo una clara victoria. Generalmente se admite que en esta victoria influyeron las disensiones internas del contingente opuesto al Batallador. Según Rodrigo Jiménez de Rada, autor de De rebus Hispaniae, Pedro González de Lara comandaba la vanguardia del ejército y huyó al poco de comenzada la lid, dejando en desventaja al ejército castellano-leonés y en evidencia al otro comandante, el conde de Candespina Gómez González Salvadórez, que perecería en combate.
La tradición castellana refiere que Pedro González de Lara abandonó la pugna nada más comenzar esta porque rivalizaba por el favor de la reina con el conde de Candespina, de quien se sospechaba que mantenía relaciones con Urraca I. El de Lara traicionaba a su rival para poder quedar como único favorito de la reina.2
La victoria de Alfonso I el Batallador, aunque fue aplastante, no tuvo mayores consecuencias. A pesar de que temporalmente dio origen a una tregua entre las facciones (y esposos) rivales, la rebelión contra el rey aragonés continuaría y se incrementaría con la toma de partido del obispo santiagués Diego Gelmírez al año siguiente, y con la proclamación del infante Alfonso Raimúndez como rey de León con todo el boato de que fue capaz la sede compostelana. Tras una continua oposición y numerosas dificultades, el rey aragonés acabaría renunciando al trono de León, al título de emperador (que había heredado de Alfonso VI) y, en definitiva, a la posibilidad de una unión dinástica entre los reinos de León y Aragón que podría haber constituido (solo quedaban fuera los condados pirenaicos orientales, legalmente bajo el vasallaje franco) una pronta unión de la mayor parte de la España cristiana.
La batalla de Cutanda fue un hecho de armas entre Alfonso I el Batallador y el ejército mandado por Ibrahim ibn Yusuf (1120), ocurrido en Cutanda, cerca de Calamocha (Teruel), en el que los almorávides fueron vencidos por los ejércitos cristianos.
Alfonso I contó con la ayuda de Guillermo IX el Trovador, duque de Aquitania. En junio, el ejército cristiano comandado por Alfonso I de Aragón derrotó al ejército almorávide. Como consecuencia, el rey aragonés se apoderó de las fortalezas de Calatayud y de Daroca.
Tras la caída de Zaragoza en 1118 a manos del rey aragonés, los territorios y más importantes ciudades de la antigua taifa caían uno tras otro en poder del Batallador. En 1119 reconstruyó la ciudad abandonada de Soria y repobló su comarca, y en 1120 ponía sitio a Calatayud.
En ese momento Alfonso I supo que los almorávides marchaban hacia Zaragoza para intentar reconquistarla con un potente ejército reclutado desde el invierno de 1119 en Molina de Aragón, Lérida, Murcia, Granada, Valencia y Sevilla al mando de Ibrahim ibn Yusuf, a la sazón caíd de Ishbiliya.
El avance musulmán se produjo ascendiendo por el valle del río Jiloca hasta Calamocha según María Jesús Viguera1 o siguiendo la ruta de Perales del Alfambra y Portalrubio, según Antonio Ubieto Arteta.2 El rey de Aragón salió a su encuentro, que se produjo en la localidad de Cutanda, con resultado de victoria decisiva para Alfonso I.
La batalla de Cutanda fue una de las más importantes victorias del Batallador. Las fuentes musulmanas no dejan de reconocer la decisiva derrota y las numerosas bajas habidas en la batalla. En el plano estratégico, el desastre acababa con las esperanzas de recuperar Zaragoza para el islam.
La batalla pasó a la paremiología popular en la expresión recogida por Zurita «peor fue que la de Cutanda» o «peor fue la de Cutanda» con el sentido de minimizar desgracias.
Batalla de Cutanda | ||
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Reconquista Parte de Reconquista | ||
Fecha | 17 de junio de 1120 | |
Lugar | Cutanda (Teruel) |
Antecedentes y maniobras preliminares[editar]
Poco después de la Batalla de Candespina, donde Alfonso y su aliado, Enrique de Borgoña, conde de Portugal, habían derrotado a las tropas de Urraca el 26 de octubre, la reina trató de separar a Enrique de su alianza con Alfonso. Se llegó a un acuerdo entre sus representantes, encabezados por Fernando García de Hita, y Enrique en Sepúlveda. Luego, la reina y su nuevo aliado, se retiraron a Palencia, lejos del ejército de Alfonso, para finalizar una partición del reino que habría dado a Enrique una participación mayor de la que Alfonso le había ofrecido. La ciudad fortificada de Zamora y el castillo real en Cea, al norte de Sahagún, tanto en León, se ofreció a Enrique la parte superior de sus posesiones portuguesas, al igual que algunos territorios de Castilla.
Enrique parece haber exigido más colaboración a su causa, sin embargo, Urraca pronto entró en negociaciones secretas con su marido; antes de salir dejó órdenes a sus hombres de entregarle Palencia. Las Crónicas Anónimas de Sahagún lo atribuyen a las ambiciones de Teresa, la medio-hermana de Urrac y esposa de Enrique, que codiciaba la realeza y se había unido a su marido en Palencia. A partir de ahí el trío se dividió: Enrique volvió a Zamora para poseerla, mientras Urraca y Teresa fueron primero a Sahagún antes de que la reina se trasladara a su capital, León. Alfonso se movió rápidamente para apoderarse de Palencia (según lo acordado con su esposa), mientras Teresa tomo Sahagún, antes de que él se trasladara a León. Probablemente temerosa de la dominación de su marido, Urraca se refugió en las montañas de Galicia, separada de contacto con sus partidarios, que fueron así dejados inconscientes de la nueva situación.
Batalla y consecuencias[editar]
Fue en esta nueva situación que un ejército organizado por los aliados de Urraca, el conde de Traba Pedro Froilaz y el arzobispo Diego Gelmírez, ignorantemente marchó, con el joven hijo de un matrimonio anterior de Urraca, Alfonso Raimúndez. Es posible que Diego y Pedro tenían la intención de hacer a Alfonso recibir el homenaje de forma conjunta con su madre de los magnates en León. Galicia oriental había estado en manos de Alfonso desde su campaña de 1110, los aliados de Urraca, recapturaron Lugo y, quizás disminuidas sus filas con una guarnición en ese lugar, se trasladaron en el dirección a León. En Villadangos fueron emboscados por Alfonso y los aragoneses. Según la Historia Compostelana no poseían más de 246 caballeros, mientras que Alfonso tenía 660 caballeros con armaduras y 2.000 soldados de a pie provistos con arcos, espadas, palos y otras armas. Pedro Froilaz fue capturado y los pocos que escaparon del cautiverio se refugiaron en Astorga. Entre los muertos había un tal Fernando, identificado erróneamente en la Historia Compostelana con el mencionado Fernando García de Hita.
Diego, cuando la batalla se estaba convirtiendo en una derrota, tomó al joven Alfonso y huyeron in forti Castello Orzilione (quod Castrum est in Castella), uniendo al niño con su madre. El lugar donde Urraca se alojaba y donde Diego llevó a Alfonso probablemente fuera Orcellón en la diócesis de Orense en un distrito conocido como Castela, no en Castilla, ya que el texto parece decirlo. Después de la entrega de Alfonso a Urraca, Diego volvió a Astorga para recuperar a los heridos y a los demás y guiarlos de regreso a Santiago de Compostela, de donde habían partido.
La expedición militar de Alfonso I de Aragón por Andalucía fue una campaña desarrollada durante nueve meses (entre el 2 de septiembre de 1125 y junio de 1126) por Alfonso I el Batallador en el interior de al-Ándalus, en los que acampó largo tiempo cerca de Granada, saqueó campos y riquezas, venció en batalla campal al ejército almorávide en Arnisol (Anzur, cerca de Puente Genil, al sur de la actual provincia de Córdoba) y rescató un contingente de mozárabes con los que repobló las tierras del valle del Ebro recién conquistadas por el reino de Aragón. El objetivo inicial era establecer un principado cristiano en Granada, apoyándose en la población mozárabe que había solicitado insistentemente su ayuda al rey de Aragón, pues se veía sometida al fanatismo religioso del periodo almorávide. Los mozárabes granadinos plantearon a Alfonso el Batallador una rebelión interna contra la autoridad gobernante con el apoyo de la hueste aragonesa; la conjunción era necesaria, pues Alfonso I, a diferencia de la estrategia utilizada en la conquista de Zaragoza en 1118, no llevó a Granada maquinaria de asalto, acarreo que era de todos modos extremadamente impracticable dada la larga distancia que recorrería la expedición y las dificultades logísticas que conllevaba penetrar tan profundamente en el territorio enemigo.
La moral de combate de Alfonso I era alta, y la expedición partió con un espíritu de gran exaltación guerrera. Documentos de los años 1124 y 1125 se referían al Batallador con los términos «reinando en España» o «en toda la tierra de cristianos y sarracenos de España», lo que da idea del triunfalismo que se vivía en el entorno del rey aragonés por estas fechas. Los mandatarios coetáneos no pasaban sus mejores días: Ramón Berenguer III de Barcelona venía de ser derrotado en la batalla de Corbins y Urraca I de León, exesposa del aragonés, moriría poco más tarde, el 8 de marzo de 1126, sin que pudiera ver el fin de la guerra civil que asolaba sus reinos. En este contexto Alfonso I emprendió una de las campañas más osadas de la Reconquista.1 La incursión ha pasado a la historiografía con el nombre de la «Hueste de España».
Antecedentes: expansión del reino de Aragón y necesidades repobladoras[editar]
Las conquistas de los grandes núcleos urbanos de la Taifa de Zaragoza por parte de Alfonso I (Zaragoza, Tudela, Daroca, Calatayud) hacían necesario un importante contingente de nuevos pobladores para las medinas, que debían ser desalojadas por los musulmanes que las habitaban.2 También eran necesarios hombres para situar en la extremadura aragonesa y defender la nueva frontera, muy expandida en ese momento, pues llegaba hasta Carrión, Castrojeriz y Burgos, por el noroeste;3 Soria, Berlanga de Duero y Almazán por el oeste; Sigüenza, Medinaceli, Cella y Gúdar por el sur; y Morella y Horta de San Juan por el este.
En 1124 comenzó los preparativos para emprender una incursión militar en territorio andalusí, alentado por la llamada de los mozárabes de Granada, encabezados por Ibn al-Qalas, que le solicitaban su apoyo para rebelarse contra el gobernador almorávide de la ciudad, Abu Tahir Tamim ibn Yusuf.
Comenzó por asegurarse en el invierno de aquel año el paso por el desfiladero de Peña Cadiella (actual Benicadell), tomando la fortaleza que lo dominaba con una mesnada formada por sus caballeros más destacados, entre los que se encontraba Rotrou de Perche, conde de Tudela, y Gastón IV de Bearne, señor de Zaragoza y principal artífice del asalto de la capital de la antigua taifa zaragozana.4 Conquistada esta fortaleza, Alfonso I se aseguraba el paso franco hacia el sur de levante,5 seguridad en la retaguardia y garantías para el regreso.
Las crónicas árabes inciden en que la población mozárabe de las serranías del Darro y Alpujarras había enviado insistentemente misivas al rey de Aragón solicitando que acudiera a Granada, donde encontraría el apoyo de miles de hombres cristianos en edad de combatir; alentándole, además, con el relato de la riqueza agrícola de las vegas granadinas y la producción de tejidos preciosos, así como con otras excelencias de ese lugar.67 De estas crónicas se desprende que el objetivo inicial era unir las fuerzas para conquistar Granada y establecer en su territorio un principado cristiano, siguiendo el ejemplo del señorío que había conseguido implantar el Cid en Valencia.8
En marzo de 1125 se celebró una asamblea en Uncastillo con el objeto de diseñar la estrategia. La plaza era una tenencia de Gastón IV de Bearne, quien, junto a Céntulo II de Bigorra, el magnate aquitano Auger III de Miramont, vizconde de Tursan —que había participado en la toma de Saraqusta en 1118— y los obispos Esteban de Huesca y Pedro Librana de Zaragoza, estuvieron presentes en la reunión. Se aseguraron el apoyo de la abadía de Selva Mayor de Burdeos, que probablemente aportó financiación a la campaña.
Septiembre de 1125-enero de 1126. Partida de la expedición y llegada a Granada[editar]
El Batallador se decidió, tras estos antecedentes, a emprender la campaña con un ejército formado por unos cuatro910 o cinco mil caballeros y un número de alrededor de quince mil infantes, aunque las fuentes siempre dan cifras exageradas y quizá habría que reducirlas a mil o mil quinientos caballeros y un número indeterminado de peones.8 Contaba con sus más notables magnates: el citado Gastón de Bearne, el obispo Esteban de Huesca, el obispo Ramón de Roda y el prelado de Zaragoza, Pedro de Librana.810 También formaron parte de la expedición Fortún Sánchez en calidad de alférez, el juez Pedro Jiménez, y el señor Ramón Arnaldo de Santa Cruz de Tudela. Partió de Zaragoza a principios de septiembre del 1125.97
La hueste avanzó por Daroca, Monreal, Teruel y Segorbe, en dirección a Valencia.910 El contingente pasó cerca de esta el 20 de octubre, contra cuya guarnición sostuvo alguna correría y cuya comarca taló, para avanzar al sur hacia Denia el 31 de octubre, a la que atacaron y arrasaron los cultivos.91110 Llegado a la costa, el ejército de Alfonso comenzó a atraer contingentes mozárabes, que se unieron a él.9810 A través de los pasos de Játiva y Peña Cadiella, llegaron a Murcia, Almanzora y Purchena, para detenerse en Tíjola y acampar durante ocho días.91210
Reemprendida la marcha, el ejército aragonés llegó a Baza910 y, al ver que no estaba bien defendida por fortificaciones, intentó tomarla al asalto sin conseguirlo, de modo que reanudó la expedición hacia Guadix, ciudad que atacó el 410 de diciembre por uno de sus cementerios y luego, rodeando a través de la alquería de Graena9 y la de Alcázar, desde el oeste.12 Se estableció finalmente en Guadix, donde permaneció por un10 mes y pasó las navidades satisfecho del desarrollo de la expedición y sin problemas de abastecimiento.12 Los almorávides se mantenían pasivos, sin tratar de acometer al monarca aragonés.9 A lo largo de su avance, a sus fuerzas se habían seguido uniendo grupos de mozárabes.13
Decidió entonces enviar cartas a los cristianos, revelando con ello su presencia a menos de sesenta kilómetros de Granada.12 El gobernador Abul Tahir no se atrevió a reprimir la insurgencia mozárabe consecuente, y la población cristiana fue acudiendo a unirse al contingente del Batallador.12 Abul Tahir, en tanto, solicitó refuerzos a los gobernadores de Murcia y Valencia y a su hermano, el emir almorávide Ali ibn Yusuf, quien envió un importante ejército desde África.12
Alfonso I, entonces, se encaminó por Diezma hasta Granada, a cuya vista estuvo el 7 de enero de 1126 con un contingente reforzado por los cristianos que, según noticias de las crónicas andalusíes (que hay que tomar siempre con precaución), llegaba a los cincuenta mil hombres.91214 Según la crónica del normando Orderic Vital, a la partida de Alfonso se unieron en Granada unos diez mil mozárabes, que se asentaron en el valle del Ebro.
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