CONJUNTOS MONUMENTALES
Inmaculada Concepción | ||
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Autor | Jacinto Pimentel | |
Creación | 1630 | |
Ubicación | Iglesia de San Lorenzo, Sevilla (Andalucía, España) | |
Estilo | barroco | |
Material | madera policromada | |
La Inmaculada Concepción es una talla de 1630 obra de Jacinto Pimentel. Está ubicada en la Iglesia de San Lorenzo, en Sevilla (Andalucía, España).
Historia
[editar]Antonio López de Valdés, inquisidor y canónigo de Valladolid, sufragó un retablo para la Iglesia de San Lorenzo por mediación de Francisco de la Torre Ayala, vecino de Sevilla.1 El contrato fue firmado el 10 de junio de 1630 con el escultor Jacinto Pimentel, el pintor Juan Sánchez de Castro (quien realizó las pinturas y el dorado del retablo) y los entalladores Bartolomé de la Puerta (quien ejecutó las trazas) y Blas de Castilla Noel (quien fungió como garante de la Puerta), corriendo la imagen de la Inmaculada a cargo de Pimentel.2 La autoría de la talla, así como del retablo en su conjunto, resultó desconocida durante años hasta que Heiliodo Sancho Corbacho hizo pública esta información en 1928.3
Descripción
[editar]La imagen, de bulto redondo y realizada en madera policromada, dorada y estofada, muestra a la Virgen con un aspecto juvenil, si bien la lozanía del rostro contrasta fuertemente con su rictus serio así como con la rigidez de las facciones, en las que sobresalen una boca pequeña de labios marcados y unos ojos entrecerrados. El cabello cae sobre los hombros dibujando leves ondulaciones a la vez que dota de iluminación al rostro debido a su policromía azabache. La rigidez de la cara se traslada al cuerpo, el cual presenta disposición frontal y un ligero contrapposto provocado por la flexión de la pierna derecha, único detalle que aporta viveza a una obra prácticamente hierática y falta de expresividad en su conjunto. Los brazos se hallan flexionados y las manos juntas en actitud orante, dejando patente un leve desplazamiento de clara influencia montañesina. Esta característica y la rigidez del rostro y la pose, unido a su frontalidad, hacen de esta talla una obra a medio camino entre las Inmaculadas de Gregorio Fernández y las de Montañés, aunque más cercana a este último debido a la disposición asimétrica de los ropajes, entre los que destacan un manto repleto de pliegues curvilíneos y una túnica con notables drapeados en las mangas, luciendo la imagen en general volúmenes compactos y cerrados. La Virgen se apoya en un escabel compuesto por una nube presidida por las cabezas de dos serafines alados y en cuyo extremo sobresalen los picos de una media luna, resaltando detrás de la cabeza una aureola de doce estrellas en referencia a las doce tribus de Israel, todo ello acorde a la doctrina impuesta por Francisco Pacheco, quien creó el esquema representativo de las imágenes concepcionistas4 siguiendo el modelo plasmado en el Apocalipsis: «... vestida de sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza».
'Inmaculada Concepción' | ||
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Autor | atribuida a Nicola Fumo | |
Creación | c. 1704 | |
Ubicación | Iglesia de San Lorenzo de Sevilla (Andalucía, España) | |
Estilo | barroco y rococó | |
Material | madera policromada | |
La Inmaculada Concepción es una talla del siglo xviii atribuida a Nicola Fumo. Está ubicada en la Iglesia de San Lorenzo de Sevilla (Andalucía, España).
Historia
[editar]Origen
[editar]El retablo que preside la imagen, emplazado en la Capilla Sacramental, fue financiado en gran medida por Francisco Antonio Bucarelli y Villacís, I marqués de Vallehermoso, y su factura corresponde a Pedro Ruiz Paniagua, quien recibió el encargo del mismo el 5 de marzo de 1703,1 finalizando los trabajos al año siguiente.2 La talla de la Inmaculada Concepción, por lo general considerada como una obra posterior a la ejecución del retablo,3 suele datarse en torno a la segunda mitad del siglo xviii, lo cual constituye un error puesto que hay constancia de que la imagen fue donada a comienzos de 1704 por Eugenio Martínez de Rivas,2 vecino de San Lorenzo y devoto de las hermandades del Santísimo y de las Ánimas.
Atribución
[editar]La obra está atribuida a Nicola Fumo,4 lo que permite fechar la talla en el primer tercio del siglo xviii, concretamente hacia 1704, año en que consta su donación, y, con toda seguridad, antes de 1725, año de la muerte del escultor. Sin embargo esta imagen se sitúa a su vez muy próxima a nivel estilístico al círculo de Cayetano de Acosta; si se considerase que la talla donada por Rivas no es la que a día de hoy preside el retablo y que la actual efectivamente pertenece a la corriente artística de Acosta, entonces la pieza tendría que fecharse hacia mediados del siglo xviii o, como muy temprano, en la década de 1730, época en que Acosta realizó las imágenes de San Miguel, San Rafael y San Gabriel (tres de sus primeras obras documentadas) para la iglesia del Convento de Nuestra Señora de los Remedios de Sevilla.5
Descripción
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La talla, realizada en madera policromada y de bulto redondo, se encuadra en el estilo barroco aunque se pueden apreciar en ella elementos que presagian ya el rococó, tendencia surgida en Francia y predominante a mediados y finales del siglo xviii, época coincidente con la madurez artística de Acosta, en cuya escuela se encuadra a veces la pieza pese a la casi segura autoría de Fumo. La Virgen, a diferencia de las imágenes concepcionistas de Juan Martínez Montañés, Juan de Mesa y Alonso Cano, posee un rostro alzado con la vista dirigida al cielo, boca abierta y rasgos maduros, alejados de la tendencia juvenil plasmada en las imágenes concepcionistas de entonces.
El cabello, semirecogido en un peinado de estilo dieciochesco, presenta notables ondulaciones y resulta apenas visible debido a que el mismo cae en gran medida sobre la espalda, mostrando tímidamente unos mechones a la altura de los hombros. Los brazos están flexionados y las manos juntas en actitud orante, aunque ambas no llegan a tocarse. La Virgen, escasamente trabajada en la parte posterior, viste una túnica blanca decorada con motivos florales y cubierta toda ella por unos profundos pliegues tan delgados que en los mismos se puede ver reflejada la conocida como técnica de paños mojados, sobre todo en los pliegues rugosos de la base, en los que se aprecia cierto acartonado. El manto estrellado que cubre la imagen dota al conjunto de gran movimiento puesto que el mismo parece agitado por el viento, creando un gran número de pliegues algo más gruesos que los de la túnica así como marcados claroscuros gracias a su gran volumen.
La Virgen se apoya en un escabel compuesto por una nube esférica cubierta de querubines; algunos de ellos son de cuerpo entero y de otros solo se aprecia la cabeza, detalle que diferencia a esta obra de la gran mayoría de imágenes concepcionistas del siglo xvii así como de otras contemporáneas y posteriores, en las que lo común es que figure esculpido solo el rostro del querubín. Por su parte, sobre la cabeza luce una corona real de orfebrería enmarcada por una aureola con rayos rematada por dieciséis estrellas en vez de doce, como suele ser habitual para hacer referencia a las doce tribus de Israel, otro elemento diferenciador no solo de las tallas inmaculitas precedentes y posteriores, sino también de la típología impuesta por Francisco Pacheco,6 quien sentó las bases representativas de esta advocación mariana con un prototipo7 inspirado en la descripción dada en el Apocalipsis: «[...] vestida de sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza».8
Interpretación
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Existen dos formas de interpretar esta imagen: como la Inmaculada Concepción, que es la interpretación tradicional y oficial, y como la Asunción. Las dudas sobre en qué advocación se debería encuadrar esta talla radican en las notables diferencias de esta imagen con el arquetipo presente en la mayoría de obras concepcionistas tanto pictóricas como escultóricas. Los elementos que conducen a pensar que esta talla puede estar mostrando el misterio de la Asunción son la cabeza erguida con la vista dirigida al cielo,9 la boca abierta y el amplísimo vuelo del manto, todo lo cual sugiere que la Virgen se encuentra ascendiendo impulsada por los ángeles que se hallan a sus pies.
En la iconografía inmaculista tradicional María suele tener la cabeza agachada, la boca cerrada y los ropajes con un grado de movimiento mucho menor, a veces nulo, detalle que se puede apreciar en las imágenes concepcionistas de Gregorio Fernández, aunque existen excepciones a esta regla, como por ejemplo la famosa Inmaculada Soult de Bartolomé Esteban Murillo, en la que la Virgen tiene el rostro alzado y la boca entreabierta, características presentes a su vez en una pintura de 1698 de Nicolás de la Cuadra, en la que además destaca el amplio vuelo de los ropajes. Por su parte, la ausencia en la obra de Fumo de una media luna, aspecto inconfundible de esta advocación mariana, puede llevar igualmente a pensar que la misma no se trata de una Inmaculada (aunque frente a la talla destaca una media luna, esta es de orfebrería y no forma parte de la pieza original). Sumado a esto, la imagen posee importantes similitudes con la Virgen de la Asunción realizada por Fumo en 1718 y venerada en la Catedral de Avellino, en Campania (Italia), si bien esta obra posee, irónicamente, atributos que la acercan más a las imágenes inmaculistas que a las asuncionistas, pues cuenta con una media luna original así como con una aureola de doce estrellas.
Pese a todo lo anterior, la Virgen conservada en San Lorenzo ha sido tradicionalmente considerada una imagen concepcionista y a nivel oficial se la reconoce como una Inmaculada Concepción, existiendo a su vez otras obras de Fumo de similares características en las que la condición de Inmaculada está plenamente asumida y fuera de toda duda, como es el caso de la Purísima venerada en la Catedral de Cuenca y la Inmaculada de 1705 custodiada en el Museo Conventual de las Descalzas de Antequera (Málaga).
Inmaculada Concepción | ||
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Autor | Francisco Dionisio de Ribas | |
Creación | 1656-1662 | |
Ubicación | Iglesia de San Pedro, Sevilla (Andalucía, España) | |
Estilo | barroco | |
Material | madera policromada | |
La Inmaculada Concepción es una talla de Francisco Dionisio de Ribas realizada entre 1656 y 1662. Está ubicada en la Iglesia de San Pedro, en Sevilla (Andalucía, España).
Historia
[editar]El retablo mayor de la Iglesia de San Pedro, donde se encuentra emplazada la Inmaculada, fue contratado con Felipe de Ribas en 1641; para 1648 (año de la muerte del escultor) tan solo se había concluido poco más que el primer cuerpo, continuando la obra su hermano Francisco Dionisio, quien además quedó a cargo de su taller. En 1656 se realizó un nuevo contrato con Francisco y Gaspar de Ribas para finalizarlo,1 terminando la obra en 16622 y encuadrándose la ejecución de la talla de la Inmaculada en el periodo en que Francisco Dionisio estuvo involucrado en la construcción del retablo. En el contrato constaba que la hornacina central del segundo cuerpo debía estar presidida por una imagen de la Virgen en el «misterio de la Asunción», si bien Ribas optó por tallar finalmente una escultura bajo la advocación de la Inmaculada,3 aunque a día de hoy algunas fuentes se siguen refiriendo a ella como una Asunción.24
Descripción
[editar]La talla, de bulto redondo y realizada en madera policromada y estofada, muestra a la Virgen con un rostro joven aunque más maduro y estilizado que las Inmaculadas precedentes. Posee perfil ovalado y rasgos suaves con formas redondeadas, destacando una boca de labios finos, un hoyuelo en el mentón y unos ojos prácticamente cerrados y dotados de un profundo achinamiento. El cabello presenta raya al medio y cae sobre los hombros en delicadas ondas, teniendo el peinado influencia romántica. Los brazos están flexionados y las manos juntas en actitud de oración, aunque ambas apenas llegan a tocarse. Las extremidades superiores se hallan en posición frontal, lo que rompe el canon impuesto pocos años antes por Martínez Montañés con La Cieguecita, si bien guarda similitudes con esta en lo relativo al giro de la cabeza a la derecha y al tratamiento asimétrico de los ropajes, compuestos por una túnica de cuello bajo y un manto de pliegues anchos y voluminosos. Estos drapeados destacan por su angulosidad, sobre todo el presente en el envés del manto bajo el brazo derecho, caracterizado por una gran profundidad que crea claroscuros. Los pliegues de la mitad inferior poseen forma de arista y apenas producen dobleces en la base, careciendo las telas en general del vuelo típico de las imágenes asuncionistas y la talla en sí del impulso e ingravidez necesarios.
La figura, descrita como «plomiza» y no incluida entre las mejores obras de Ribas,3 se apoya en una peana compuesta por una gran nube caracterizada por relieves de volutas y en cuyo frente sobresalen los rostros de tres querubines, faltando la media luna propia de las obras concepcionistas, aunque la Virgen sí cuenta con una aureola de doce estrellas en referencia a las doce tribus de Israel. Anteriormente la imagen estaba acompañada a los pies por dos toscos angelotes de cuerpo entero, los cuales constituían casi con toda probabilidad un añadido posterior.
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