domingo, 24 de octubre de 2021

HISTORIA DE ESPAÑA

 ÉPOCA MEDIEVAL

Prolegómenos[editar]

Al inicio de la campaña de 1407 contra los granadinos, el almirante de CastillaAlfonso Enríquez, aprestó en Sevilla cinco galeras y dos leños con los que zarpó —junto a su hijo bastardo Juan Enríquez— a patrullar las costas del reino de Granada en cuanto estuvieron alistadas. Los caballeros Fernán López de Estúñiga y el normando Robin de Braquemont trajeron otras veinte naves mancas entre naos y balleneres de la Hermandad de las Marismas. Posteriormente, zarparon desde Sevilla otras ocho galeras, una urca y tres leños que se reunieron con el resto de la flota castellana en aguas del Estrecho. Con un total de trece galeras y veintiséis naves mancas, Juan Enríquez procedió a patrullar entonces entre Tarifa y Málaga.

El combate[editar]

El 22 de agosto los castellanos avistaron una flota musulmana surta en el puerto de Gibraltar. Estaba compuesta por veintiún galeas mayores, seis leños e zabras, e otros cáravos de pasaje de cavallos, y tenía por misión asegurar el tránsito de socorros desde Berbería al Reino de Granada, habiendo desembarcado en la plaza de Gibraltar un contingente de jinetes y peones, así como víveres, pertrechos y dinero para pagar los sueldos de estos.

Al día siguiente ésta salió a tantear la fuerza de la flota castellana, produciéndose una escaramuza en la bahía de Algeciras, resultando que las galeras de los capitanes Pero Barba de Campos y Alvar Núñez Cabeza de Vaca fueron perforadas en su obra muerta. Después de este choque se decidió repartir a la gente de armas de las naves mancas entre todas las galeras en previsión de que, llegado el momento, faltase el viento y las primeras no pudiesen apoyar a las galeras, cuyas contrapartes musulmanas eran más numerosas y de mayor porte.

Un día más tarde, el 24 de agosto, aprovechando la falta de vientos que inmovilizaba a las naos castellanas, las seis galeras del rey de Granada integradas en la flota combinada musulmana salieron del puerto de Gibraltar en formación de combate en dirección a la costa de Algeciras, donde se encontraba Juan Enríquez con ocho de sus galeras. El resto de la flota castellana estaba situada en el exterior de la bahía. Al percatarse la flotilla del vicealmirante de las intenciones de los granadinos, la primera inició la boga dirigiéndose a su oponente, pero en el momento de ir a producirse la embestida, percatándose de que las otras cinco galeras de la otra escuadra castellana aún no se habían puesto en movimiento, la galera de Juan Enríquez desvió el rumbo a babor para evitar el abordaje. Al observar esta maniobra, el resto de la flotilla hizo lo mismo. Al finalizar la jornada, cuando el vicealmirante pidió explicaciones públicas a su patrón y cómitres sobre lo ocurrido, estos le contestaron que lo hicieron por ganar tiempo para esperar el refuerzo de las cinco galeras restantes.

Tras la maniobra evasiva, comenzó a soplar el viento, de modo que la otra escuadra castellana se puso en movimiento precedida de la urca para socorrer a la flotilla de Juan Enríquez. El resto de la flota musulmana que había salido en pos de la flotilla granadina, al percatarse de la movilidad de la escuadra castellana de naves mancas, vira en redondo tratando de ponerse a salvo al amparo de las murallas de Gibraltar, siendo perseguida por la galera castellana más cercana, la mandada por Alonso Arias de Corbella, la cual alcanza finalmente a la galera enemiga más retrasada trabándose un combate a corta distancia en el que se producen bajas por ambas partes. Pero debido a que la galera musulmana no ha variado su rumbo en ningún momento, las ya cercanas murallas de Gibraltar hacen desistir a la castellana de proseguir la persecución, por lo que, rompiendo el contacto con su oponente, se da por concluida la jornada.

Al día siguiente, 25 de agosto, llegó de Sevilla el capitán Fernán Rodríguez de Esquível con una galera que había estado siendo espalmada (calafateada con sebo) en las atarazanas de esa ciudad, con lo que la escuadra de galeras castellanas se incrementó hasta las catorce naves.

El combate decisivo se libró el 26 de agosto de 1407, cuando la galera de Fernando de Medina, que iba en escolta de los bateles de las naves mancas que estaban haciendo aguada en Algeciras, descubrió la partida de la flota musulmana del puerto de Gibraltar. Esta zarpó en columna de a uno poniendo rumbo sur, lo más pegada posible a la costa, a fin de evitar ser detectada. Al momento, la galera de Fernando de Medina regresó al fondeadero de la flota castellana para dar alerta, comprobando en ese momento que la flota musulmana ya estaba a la altura de Castil de Genoveses (Punta Europa). Sin conocer las intenciones de la flota enemiga, las galeras castellanas se pusieron en movimiento en dirección a las musulmanas mientras que las naves mancas levan anclas para seguir en apoyo a sus galeras, pero el fuerte viento de levante que sopla en esos momentos empuja a las mancas hacia Tarifa.

Al llegar la escuadra de galeras castellanas a la altura de Castil de Genoveses se formó una niebla tan baja que perdieron de vista la flota musulmana, por lo que tuvieron que aguardar a la orza por espacio de una media hora hasta que la niebla se disipó. En ese momento comprueban que la flota enemiga había arrumbado al norte y que, siguiendo la navegación pegados a la costa, se encontraban ya a la altura del arrabal de Gibraltar por su lado este. Según los testimonios de prisioneros musulmanes capturados posteriormente, la intención de la flota combinada enemiga era rehuir el combate y arribar a Málaga.

La escuadra de galeras castellanas se puso otra vez en movimiento —algo más alejada de la costa— en persecución de la musulmana, siendo seguida la primera por jinetes y peones enemigos a lo largo de la costa del Peñón. Mientras tanto, las galeras musulmanas, que ya habían advertido la presencia de las castellanas, siguieron la boga a un ritmo lento. Cuando los castellanos llegaron a una distancia prudencial fuera del alcance de los tiros del enemigo bajaron el ritmo de boga. Entonces detectaron por su popa la aproximación de los bateles de las naos castellanas que estaban haciendo aguada en Algeciras y de la galera que les hacía de escolta. Prosiguiendo las dos escuadras oponentes la navegación en paralelo a boga lenta, los bateles alcanzaron finalmente a las galeras castellanas a la altura de Torre Carbonera (Punta Mala, en la actual Línea de la Concepción).

Reforzadas así las galeras castellanas, cargaron en dirección a su oponente, haciendo lo mismo los musulmanes al advertir la maniobra. Pero Barba de Campos se adelantó con su galera y embistió a una enemiga, mientras que, por el ala izquierda, Alvar Núñez Cabeza de Vaca hizo otro tanto. Casi inmediatamente, otra galera musulmana embistió a la de este último por su borda libre, de modo que el castellano se encontró peleando contra dos adversarios al mismo tiempo. El vicealmirante Juan Enríquez, al darse cuenta de la situación comprometida de Alvar Núñez, embistió a su vez a una de las dos galeras enemigas para socorrer al segundo. Al mismo tiempo, la galera en la que iba el caballero normando Robin de Braquemont embiste a la mayor de las galeras de la flota musulmana y, con la ayuda de la galera de Diego Díaz de Aguirre, consiguen finalmente abordarla y tomarla. Por su parte, las galeras de Alonso Arias de Corbella y Rodrigo Álvarez Osorio también lograron tomar sendas galeras enemigas, mientras que otra de estas últimas, perforada en su línea de flotación por un disparo, se hundió rápidamente a la vista de los castellanos.

El resto de la flota musulmana que aún no habían trabado combate, catorce galeras, seis leños y zabras y algunos cárabos de transporte de caballos, al ver que los cristianos iban ganando el combate, se agruparon en la Playa de La Alcaidesa, optando la mayoría por varar allí, mientras que algunas galeras permanecieron con la proa vuelta hacia los castellanos en actitud de espera. Asimismo, tres de las galeras musulmanas que sí habían trabado combate, al darse cuenta de que sus compañeros no se iban a sumar a la lucha, lograron zafarse del acoso castellano y se reunieron con el resto de su flota.

Ante esta retirada, el vicealmirante Juan Enríquez y las otras siete galeras castellanas que aun no habían trabado combate se situaron en línea frente a los musulmanes sin atreverse a atacar, debido a su inferior número. Así, mientras los castellanos aguardaban al resto de la flota, ocupada en saquear las tres galeras enemigas que habían logrado tomar, cinco de las galeras granadinas lograron burlar la vigilancia de los castellanos y huyeron en dirección a Málaga. Algunas de las galeras castellanas salieron en su persecución, pero tuvieron que desistir al cae la noche, regresando junto a su flota.

Con la puesta de sol el viento se tornó favorable y la escuadra de naves mancas castellanas pudo al fin reunirse con sus galeras en la Torre de Carbonera, celebrándose un consejo seguidamente entre los principales de la flota castellana y acordando que, a la mañana siguiente, se haría lo posible por desembarrancar y remolcar al mayor número posible de naves musulmanas, poniendo fuego a las que no fuese posible. Pero durante la noche, "a ora de la primera campana", los moros desembarcaron todo el equipamiento de sus naves, para a continuación incendiarlas —a fin de evitar que cayeran en manos castellanas—, retirándose con su carga al amparo de Gibraltar.

Resultado[editar]

El saldo final para la flota musulmana fue de doce galeras destruidas, una hundida, tres apresadas, seis leños y zabras destruidos así como varios cárabos de transporte de caballos. Tan solo cinco de sus galeras lograron ponerse a salvo y por parte castellana no se perdió ninguna nave.

Sin embargo, la derrota no quebrantó los ánimos bélicos del rey Muhammed VII de Granada ni detuvo las correrías mahometanas en la frontera, obligando a los cristianos a traer refuerzos. En 1408 García Fernández Manrique salió de Jerez de la Frontera con 800 lanzas para saquear los campos de EsteponaCasares (Málaga) y Gibraltar, dando muerte a 70 moros, tomando cautivos a unos pocos, y obteniendo un gran botín de vacas, ovejas, yeguas y burros.

La guerra no duró, pues se asentaron treguas por ocho meses y, tras la muerte del rey granadino, su sucesor Yusuf III decidió continuarlas. La reanudación del conflicto en 1410 culminó en la Toma de Antequera.






La toma de Gibraltar de 1411 supuso la reconquista nazarí de la ciudad, que se había rebelado contra su dominio y entregado a los benimerines. Fue el sexto de los grandes sitios acontecidos en Gibraltar.

Historia[editar]

Molestos con el opresivo dominio nazarí, los gibraltareños clamaron por su antiguos reyes y libertades y se amotinaron. Expulsando a la guarnición nazarí, decidieron entregarse a los benimerines. El sultán Abu Said Uthman III, deseoso de alejar de la corte de Fez a su poderoso hermano y homónimo Abu Said, le envió a Gibraltar con un ejército de 1000 jinetes y 2000 infantes, con el encargo de recuperar los antiguos territorios benimerines en España, usurpados por los nazaríes. El príncipe meriní fue recibido con júbilo y, además del Campo de Gibraltar, recibió el homenaje de ManilvaMarbellaCasares (Málaga)Benahavís y algunos pueblos de la Serranía de Ronda.

Yusuf III de Granada acordó una nueva tregua con el infante Fernando de Castilla, tutor de Juan II de Castilla, que había conquistado Antequera, y se dirigió con rapidez para sitiar Gibraltar. Abu Said, confiado en la fortaleza de su plaza, realizó numerosas salidas contra el invasor. Ante sus constantes acometidas, el emir Yusuf, falto de víveres, se planteó levantar el cerco.

Sin embargo, los defensores también acusaban la carencia de pertrechos. Abu Said pidió ayuda a su hermano el sultán, que no le envió más que unos pocos navíos mal equipados con escasas municiones y víveres. Los cuales, para colmo, cayeron en manos de los granadinos. Abu Said sospechaba que su hermano, que deseaba deshacerse de él, había avisado en secreto a sus enemigos.

Abandonado por la perfidia del sultán benimerí, y falto de pertrechos para sostenerse, a pesar de su fuerte posición, Said decidió finalmente rendir la plaza, retornando así al dominio nazarí.

Abu Said fue cómodamente encerrado en la Alhambra, a pesar de los ruegos del sultán meriní, que prometió fuertes sumas de dinero, la paz y apoyo militar al emir nazarí a cambio de que asesinara. Sin embargo, Yusef, ante las turbulencias políticas de los benimerines, consideró que valía más vivo, y le mantuvo bien atendido. Cuando el sultán Abu Said Uthman III fue asesinado en 1420, Abu Said fue puesto en libertad y enviado al Norte de África, donde rindió grandes servicios a los granadinos, aunque no lograra ocupar el trono de su hermano.







El sitio de Gibraltar de 1462 fue una victoria castellano-leonesa que permitió reconquistar a los nazaríes la plaza de Gibraltar, que había sido tomada por los benimerines en 1333. Fue el octavo de los grandes sitios sufridos por Gibraltar.

Historia[editar]

Prolegómenos[editar]

En 1462 la Corona de Castilla se encontraba en paz con el Reino nazarí de Granada, que se disolvía debido a las luchas internas entre Yúsuf V y su hermano Saad Ciriza.

Por entonces era alcaide de Tarifa Alonso de Arcos. La plaza era anhelada por Juan Alonso de Guzmán, II conde de Niebla, cuyo padre Enrique murió intentando conquistar Gibraltar en 1436, quien obtuvo en 1445 el ducado de Medina Sidonia como premio a sus servicios a la Corona.

Alonso de Arcos fue informado por un renegado gibraltareño, Alí el Curro, del mal estado de las defensas de su localidad natal, cuya guarnición había partido a Málaga junto con su alcaide para recibir a Muley Hacén, el hijo del sultán Saad Ciriza, liberado tras ser capturado en la batalla del Madroño.

La toma de Gibraltar[editar]

Convencido de lo factible de tomar la plaza, Alonso se resolvió a conquistar Gibraltar. Así, partió con toda diligencia de Tarifa junto con 80 caballeros y 180 peones el 15 de agosto de 1462, mientras pedía refuerzos a las ciudades de Jerez, Arcos, Medina y Cádiz y rogaba al duque de Medina Sidonia, así como al conde de ArcosJuan Ponce de León y Ayala, que acudieran con todas sus tropas.

Alonso tomó de inmediato prisioneros que confirmaron lo que le había contado Alí el Curro. Sin embargo, y a pesar de la debilidad de los defensores, fracasó el primer asalto general.

En los días siguientes, a medida que fueron llegando más refuerzos, los cristianos dudaron si debían retirarse ante la probabilidad de un largo sitio. Alí el Curro aconsejó a los jefes cristianos proceder de nuevo al asalto, pues la caída de la plaza sería inmediata, sospecha que se confirmó con la captura de algunos moros que trataban de huir de la plaza. Poco después la guarnición propuso entregar la plaza a cambio de que se les permitiera retirarse a Granada con sus bienes y se les pagara el precio de los que no pudieran transportar.

Los cristianos recibieron con alborozo la oferta pero Alonso de Arcos, aun dándoles esperanza, les dijo que carecía de autoridad para aceptarla y debían esperar hasta la llegada de su señor, el duque de Medina Sidonia o, en su defecto, el conde de Arcos. El primero en llegar fue el hijo del Conde, Rodrigo Ponce de León, con 300 lanzas. Informado de la situación, pasó a inspeccionar las defensas de Gibraltar. Los defensores, alarmados por la llegada de tropas enemigas, salieron a parlamentar. Pretendieron entregarse a don Rodrigo, que les dijo que también él carecía de autoridad y que al día siguiente llegarían su padre, el conde de Arcos, y el duque de Medina Sidonia para tomar el mando.

Al retirarse Rodrigo, el corregidor de Jerez, Gonzalo de Ávila, conminó a los gibraltareños a rendirse de inmediato, diciéndoles que en cuanto llegara el Conde procederían a conquistar la ciudad a la fuerza, y todos serían muertos o esclavizados. De tal modo le abrieron las puertas para entregarse a él en vez de a los nobles. Rodrigo, avisado de estas negociaciones, dio media vuelta de inmediato y, antes de que los jerezanos se apoderaran de la plaza, asaltó las puertas, colocó sus banderas en las torres y se apoderó con rapidez de la ciudad, mientras los moros huían o eran matados. Sin embargo, el castillo aún resistió.

Llegado al día siguiente el duque de Medina Sidonia, los gibraltareños enviaron una embajada declarándose dispuestos a entregarse únicamente a Medina Sidonia, por respeto a su persona y la memoria de su padre, muerto ante Gibraltar en 1436, según las condiciones ya expuestas, a cambio de su libertad y sus bienes, ya que estaban en condiciones de resistir cierto tiempo. Rodrigo, enojado, pidió al Duque que no aceptase, que el castillo ya estaba ocupado, que él había tomado la ciudad y que esperara a la llegada de su padre, el conde de Arcos para que ambos tomaran posesión de la fortaleza.

El Duque decidió que las banderas de ambos, cada una escoltada por cien soldados, fueran enviadas para tomar posesión de la plaza. Los gibraltareños pretendieron aceptar únicamente la bandera del duque de Medina Sidonia, y al ver que el alférez del Duque les daba la bandera, Rodrigo Ponce de León, creyéndose engañado, le golpeó con su espada, lo que enfadó sobremanera al Duque. No obstante, contuvo su ira y se avino a continuar según lo acordado. Ambas banderas entraron juntas en el castillo de Gibraltar. Pero las tropas de Medina Sidonia entraron poco a poco y se apoderaron de toda la fortaleza. Enterado de ello, un desairado Rodrigo hizo retirar su bandera y sus hombres. El Duque le envió una carta afirmando que no entendía su proceder, a lo que le contestó que sabía de sobra cuáles eran sus motivos, pues no iba a tolerar que la bandera de su padre se hallara bajo un poder ajeno y custodiada por soldados que no fueran los suyos, en vez de en las condiciones de igualdad que habían acordado. Comenzaba así la larga y amarga enemistad de las casas de Arcos y Medina Sidonia.

De tal modo, el viernes 20 de agosto de 1462, y entre discordias nobiliarias, Gibraltar pasó al dominio castellano, que se dilataría hasta la conquista inglesa de 1704.

Resultado[editar]

Al día siguiente llegó el conde de Arcos, narrándole su hijo todo lo sucedido y ofreciéndose a asaltar el campo del Duque para prenderle o matarle, a lo que respondió que no era ocasión y que ya tendrían su satisfacción. Una entrevista entre el Conde y el Duque encendió aún más los ánimos, al declarar el primero que su hijo hubiera podido tomar Gibraltar sin esperar por él, por pura cortesía, a lo que siguieron más réplicas y contrarréplicas. Saliendo de Gibraltar, los Ponce de León retaron a Medina Sidonia por haber roto su amistad y alianza, desafío que quedó sin respuesta. El conde de Arcos y su hijo se retiraron a Sevilla, pero aún se derramaría mucha sangre por la posesión de Gibraltar, manzana de la discordia entre los Guzmanes y los Ponce de León.

Ese mismo año, Enrique IV, desechando las reclamaciones nobiliarias, resolvió incorporar la ciudad al dominio real, proclamándose rey de Gibraltar y nombrando alcaide a Pedro de Porras. La plaza le fue entregada sin resistencia por Medina Sidonia, viendo cómo los Ponce de León se preparaban para combatirle bajo mandato del Rey en caso de que se rebelara contra sus órdenes. La entrega a Gibraltar del antiguo término municipal de Algeciras provocó la oposición de Jerez de la Frontera.

En 1463 el rey Enrique visitó la nueva adquisición de su Corona, saliendo a su encuentro el rey Alfonso V de Portugal, a la sazón en Ceuta. La regia visita se prolongó ocho días. El rey aprovechó para entregar la alcaidía a su valido, Beltrán de la Cueva, que a su vez la delegó en su cuñado Esteban de Villacreces, lo que provocó las vehementes quejas del duque de Medina Sidonia, considerando injusto conceder tal prerrogativa a un favorito sin méritos. A raíz de la deposición del rey Enrique y la proclamación de "Alfonso XII" por una conjura nobiliaria, en la llamada Farsa de Ávila, Medina Sidonia recibió del pretendiente la merced de Gibraltar, que se apresuró a hacer efectiva por la fuerza de las armas.

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