ESCULTURAS DE ESPAÑA
El sepulcro de Juan II de Castilla e Isabel de Portugal es el mausoleo en el que reposan los restos mortales del rey Juan II de Castilla y los de su esposa, la reina Isabel de Portugal. Ambos fueron los padres de la reina Isabel la Católica.
El sepulcro está realizado en alabastro y es de estilo gótico. Se encuentra colocado en el centro de la nave de la iglesia de la Cartuja de Miraflores, situada a tres kilómetros de la ciudad de Burgos. Fue esculpido por Gil de Siloe.
Historia[editar]
El rey Juan II de Castilla falleció en la ciudad de Valladolid el 22 de julio de 1454, a los 49 años de edad. Su cadáver recibió sepultura en el monasterio de San Pablo de Valladolid, hasta que el 24 de junio de 14551 por disposición de su hija, la reina Isabel la Católica, fue trasladado a la Cartuja de Miraflores, donde el monarca deseaba ser sepultado.2
La reina Isabel de Portugal, segunda esposa de Juan II de Castilla, falleció el 15 de agosto de 1496 en el municipio abulense de Arévalo, y fue sepultada en el monasterio de San Francisco de Arévalo, hasta que, su yerno Fernando el Católico, cumpliendo una de las mandas testamentarias de su difunta mujer, la reina Isabel, efectuó el traslado de sus restos mortales a la cartuja en 1505.34
La reina Isabel la Católica encargó al escultor Gil de Siloe la construcción de un sepulcro para sus padres, los reyes Juan II e Isabel de Portugal, y también para su hermano, el infante Alfonso de Castilla. En 1486, la reina Isabel la Católica aprobó el proyecto que había realizado el escultor Gil de Siloe para ambos sepulcros, aunque hasta tres años después, en 1489, no comenzaron las obras.5 Ambos sepulcros fueron colocados en la Cartuja de Miraflores, y en 1492 finalizó la construcción del sepulcro del infante Alfonso, y un año después, el 2 de agosto de 1493, finalizó la construcción del sepulcro de Juan II y su segunda esposa.6
El 10 de agosto de 1808, la Cartuja de Miraflores fue saqueada por las tropas francesas, en el transcurso de la Guerra de la Independencia. Los sepulcros de Juan II y su esposa, y el de su hijo, el infante Alfonso de Castilla, fueron profanados por las tropas francesas, que arrancaron de su sepulcro el cetro que Juan II llevaba en la mano, junto con esta última.7
Los restos mortales de los reyes[editar]
En 2006, con motivo de la restauración de la Cartuja de Miraflores, la Dirección General de Patrimonio y Bienes Culturales de la Junta de Castilla y León decidió realizar el estudio antropológico de los restos mortales de Juan II de Castilla y de su segunda esposa, quienes estaban enterrados en la cripta bajo el sepulcro real, así como el estudio de los restos depositados en el interior del sepulcro del infante Alfonso de Castilla, cuyo sepulcro está colocado en un lateral de la misma iglesia. El estudio antropológico fue realizado por Luis Caro Dobón y María Edén Fernández Suárez, investigadores del área de Antropología Física de la Universidad de León.8
El esqueleto del rey Juan II de Castilla estaba casi completo, a diferencia del de su esposa, la reina Isabel de Portugal, del que solamente quedaban varios huesos.9
Descripción del sepulcro[editar]

El sepulcro de Juan II de Castilla y de su segunda esposa está realizado en alabastro y es de estilo gótico. Tiene planta octogonal en forma de estrella de ocho puntas, formada por la superposición de un cuadrado y un rombo. El sepulcro mide un metro y sesenta centímetros de altura aproximadamente, por lo que no es posible contemplar las estatuas yacentes de los reyes salvo desde el altar mayor de la iglesia.10
Los vértices de la estrella de ocho puntas que da forma al sepulcro están adornados con figuras alegóricas, imágenes de santos, apóstoles y, en las esquinas mayores del sepulcro aparecen las imágenes sedentes de los cuatro evangelistas. Completan la abundante decoración del sepulcro, tanto en torno al lecho mortuorio como en el soporte de la estrella, una serie de escudos reales, figuras de animales, decoraciones vegetales y motivos arquitectónicos. El zócalo que separa el sepulcro del suelo está decorado con figuras de animales y motivos vegetales.
La estatua yacente representa al rey Juan II de Castilla con su cabeza coronada descansando sobre dos almohadones, y vuelta ligeramente hacia el exterior. El rey está cubierto con un rico manto y adornado con numerosas joyas, entre las que destaca el collar de la divisa del Ristre, uno de sus emblemas personales.11 En la mano derecha, mutilada en la actualidad, sostenía el cetro real, y con la mano izquierda el monarca recoge los pliegues de su manto real. El rey calza chapines que se apoyan en una peana bajo la que aparecen dos leones que están luchando y tienen entrecruzadas sus patas.12
La estatua yacente representa a la reina Isabel de Portugal con su cabeza coronada descansando sobre dos almohadones, y vuelta ligeramente hacia el exterior. La estatua yacente muestra a la reina más recostada que su esposo, y apoyando ligeramente el peso de su cuerpo sobre su brazo izquierdo. La reina viste ropa larga hasta los pies con sobretúnica, y el manto con el que se cubre está adornado con aljófares y pedrerías. En las manos lleva guantes y numerosos anillos, y ambas manos sostienen un devocionario abierto. A los pies de la reina están colocados un niño, un león y un perro, símbolo este último de fidelidad.
Las estatuas yacentes de ambos monarcas están separadas por una crestería gótica, al igual que los doseles de estilo gótico colocados por encima de las cabezas de las estatuas de ambos cónyuges.
El sepulcro de los Condestables de Castilla es un monumento funerario realizado por Felipe Vigarny en mármol de Carrara, hacia el año 1500, con las estatuas yacentes de Pedro Fernández de Velasco y su esposa Mencía de Mendoza y Figueroa, colocadas en el centro de la capilla de los Condestables en la catedral de Burgos (España).
Historia[editar]
La capilla dedicada a la Purificación de María fue encargada por los Condestables, para la función de panteón familiar y construida entre los años 1482 y 1496 por Simón de Colonia en la girola de la catedral; muestra un estilo de transición del gótico al renacimiento. Por ausencia del condestable, fue su esposa la duquesa de Frías doña Mencía1 la que se encargó de las obras, a la vez que también encargaba la Casa del Cordón en Burgos y en Gamonal la Casa de la Vega, por lo que cuenta la leyenda que al regreso de su marido, de participar en la conquista de Granada, le comentó: «ya tienes palacio en que morar, quinta en que holgar y capilla en que orar y te enterrar».2
Descripción[editar]


El sepulcro se encuentra colocado en medio de la capilla enfrente del altar. Las figuras de los yacentes están tratadas con gran virtuosismo y un realismo muy detallado en las facciones de los rostros, además con una gran profusión de elementos decorativos en sus vestiduras, así como en los cojines donde apoyan sus cabezas. Ambas llevan coronas condales con emblemas heráldicos, guardando cierta similitud con la estatua del sepulcro de Gonzalo de Lerma realizada por el mismo autor y colocada en la misma catedral de Burgos, aunque los ornamentos y dibujos de las vestiduras de los condestables son mucho más ricos, mostrando todo su poder social en los atributos de estos personajes. Don Pedro tiene las manos cruzadas sobre su pecho sosteniendo la empuñadura de la espada mientras que doña Mencía con las manos también sobre el pecho, aguanta un gran rosario que le cae sobre su túnica.3
La cama donde se colocan los yacentes es una losa de jaspe rojizo completamente lisa de forma troncopiramidal y los muros sin ningún tipo de ornamentación, lo que hace resaltar aún más la blancura del mármol y la decoración de las figuras tendidas sobre ella. Una cartela individual a sus pies, contiene sus epitafios. He aquí la transcripción de los mismos:
Aquí yace el muy ilustre señor don Pedro Fernández de Velasco, condestable de Castilla, señor del estado y gran casa de Velasco, hijo de don Pedro Fernández de Velasco y doña Beatriz Manrique, condes de Haro. Murió de sesenta y siete años, año de mil cuatrocientos y noventa y dos, siendo solo virrey de estos reinos por los Reyes Católicos.
Aquí yace la mujer y señora doña Mencía de Mendoza, condesa de Haro, mujer del condestable don Pedro Fernández de Velasco, hija de don Iñigo López de Mendoza y de doña Catalina de Figueroa, marqueses de Santillana. Murió de setenta y nueve años, año de mil y quinientos.

Sepulcro de los Condestables en la catedral de Burgos.
Sepulcro del deán Rodrigo Enríquez
Sepulcro del deán Rodrigo Enríquez | ||
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![]() Sepulcro del deán Rodrigo Enríquez. | ||
Autor | Alonso de Potillo | |
Creación | c. 1465 | |
Ubicación | Catedral de Palencia, (Palencia, España) | |
Estilo | Gótico | |
Material | Piedra | |
El sepulcro del deán Rodrigo Enríquez, que era miembro de la familia Enríquez y bisnieto del rey Alfonso XI de Castilla, es un monumento funerario ubicado en el primer tramo del muro exterior del lado del Evangelio de la capilla mayor de la catedral de Palencia.1
Fue realizado por el escultor Alonso de Portillo, que también esculpió el sepulcro de la dama Inés de Osorio, conservado en la catedral palentina,23 aunque el del deán Rodrigo Enríquez ha sido calificado por algunos autores como de «mediocre calidad»,4 y de «sencilla composición arquitectónica»,5 aunque también señalan que a pesar de que su estilo es «un poco seco», está compuesto de modo armonioso y permite comprender, debido a sus múltiples elementos, el modo de trabajar empleado en el taller de Alonso de Portillo.6
Rodrigo Enríquez[editar]
El deán Rodrigo Enríquez era hijo de Alfonso Enríquez, almirante de Castilla y señor de Medina de Rioseco,789 y llegó a ser, además de «protegido» de su pariente, el rey Juan II de Castilla, arcediano de Toro,10 arcediano de Valdemuriel en la diócesis de León11 y deán de la catedral de Palencia.12 Y el eclesiástico e historiador Santiago Francia Lorenzo señaló que fue uno de los más «prestigiosos» deanes del siglo XV de la catedral palentina.13
Y conviene señalar que este deán hubo de pagar, al igual que otros personajes de la época como Diego de Guevara y Francisco Núñez, abad de Husillos, 30.000 maravedís a fin de que sus restos mortales pudieran recibir sepultura en la catedral de Palencia, aunque algunos historiadores señalan que también podía tenerse en cuenta a la hora de enterrarse en la catedral el hecho de haber costeado un retablo, reparar una capilla o realizar alguna donación a la catedral.14
Ejecución[editar]
La historiadora Clementina Julia Ara Gil, que estudió en un artículo de 1987 las obras del escultor Alonso de Portillo, señaló que pudo ser realizado poco después de la muerte del deán Rodrigo Enríquez, que falleció en 1465, o incluso en vida de éste, pero afirmó que en cualquier caso la fecha de la defunción del deán puede ser tomada, para situar cronológicamente esta obra, como una referencia «aproximada».5 Y dicha historiadora también afirmó que el escultor Alonso de Portillo, debido al hecho de realizar el sepulcro del deán Rodrigo Enríquez, al que ella consideró como una importante «personalidad» debido a su cargo en la catedral de Palencia y a su linaje, ya debía de gozar de «un cierto crédito» en la ciudad de Palencia.5
Descripción[editar]

El sepulcro, que está empotrado en el muro, está cobijado por un arco conopial estrecho rematado por un florón y por dos pináculos de base circular en los extremos,15 y en el interior del arco que cobija el sepulcro y por encima de la estatua yacente que representa al deán está colocado el escudo de familia de los Enríquez, que está compuesto por un «león mantelado de Castilla».16
Al lado de la estatua yacente que representa al deán, cuya cabeza descansa sobre varias almohadas con adornos adamascados,17 está colocada una pequeña escultura en piedra que muestra a un paje portando un libro en sus manos, y a los pies del deán aparece un perro recostado, como símbolo de fidelidad,15 que lleva un collar ancho1 y que recuerda, según Clementina Julia Ara Gil, al del sepulcro del obispo fray Lope de Barrientos, que estuvo situado en el municipio de Medina del Campo.6
Y en el frontal de la caja sepulcral, que contiene siete arcos lobulados rematados por gabletes o pináculos,18 aparece Dios como un juez sentado y con tres apóstoles a cada lado,16 que constituyen la mitad del Colegio Apostólico19 y pueden identificarse por sus atributos y por el letrero que llevan a sus pies, siendo tres de ellos «Jacob», «Andreas» y «Petrus», que corresponden a Santiago, San Andrés y San Pedro, y los tres restantes «Paulus», «Bartolomeus» y «Filipus», que vendrían a ser San Pablo, San Bartolomé y San Felipe.20 Y en el lado derecho del apostolado una pequeña cartela16 muestra el nombre de Alonso de Portillo, autor del sepulcro: «Portillo me fecit».212223
Además, a lo largo del entablamento de la urna sepulcral está esculpido el siguiente epitafio en letra gótica y con letras negras y signos de separación en rojo, que se encuentra en buen estado de conservación:23a
Hic requiescit dominus Rodericus Enrici, decanus istius eclesia, filius almirandi Castellae, obiit 11 de februari anno Domini MCCCCLXV.
Que traducido al castellano vendría a decir:24
Aquí descansa el Señor Don Rodrigo Enríquez decano de esta iglesia, hijo del almirante de Castilla. Murió el día dos de febrero del año del Señor de mil cuatrocientos sesenta y cinco.
Además, la historiadora Clementina Julia Ara Gil señaló que en el sepulcro se han combinado detalles de diversas procedencias, y de ese modo los pilares y las ménsulas donde se alojan los apóstoles se asemejan en su opinión a las del sepulcro del obispo Alonso de Cartagena, que se halla en la capilla de la Visitación de la catedral de Burgos, y los pliegues de las vestiduras del deán Enríquez guardarían cierto parecido con los de la estatua yacente de Alonso Rodríguez de Maluenda, cuyo sepulcro también se encuentra en la capilla de la catedral burgalesa mencionada anteriormente.6 Y también conviene señalar que según dicha historiadora la calidad de la piedra empleada para realizar el sepulcro es mala y fue ejecutado con «escasa finura»,17 y también afirmó que en esta obra ecléctica se entremezclan:6
El sentido ideal y la síntesis de los volúmenes de la escultura gótica clásica, el naturalismo incipiente y un exacerbado sentido de la ornamentación que quizá es el aspecto que se advertiría de forma más inmediata en el cambio.
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