miércoles, 25 de septiembre de 2019

HISTORIA DE ESPAÑA

HISTORIA ANTIGUA DE ESPAÑA EN EL SIGLO I A.C. - ARQUITECTURA

El circo romano de Mérida es un antiguo recinto para carreras de carros que construyeron los romanos en la colonia romana de Augusta Emerita —actual Mérida (España)— a principios del siglo I d. C., pocas décadas después de la fundación de la ciudad. Erigido extramuros de la ciudad y con una planta ovalada de unos 440 m de longitud por 115 m de ancho, este circo fue uno de los más importantes de todo el Imperio Romano después el Circo Máximo de Roma. Con la oficialización del cristianismo en el siglo IV d. C. comenzó el declive de los espectáculos en el circo, pero se cree que estuvo en uso hasta el siglo VI. Después de muchos siglos de abandono, del edificio se conservan las ruinas de sus cimientos, que dejan adivinar sus dimensiones, aunque es uno de los pocos recintos de este tipo que se pueden contemplar en toda su planta. Desde 1993, el circo es Patrimonio de la Humanidad según la Unesco como parte del Conjunto arqueológico de Mérida.

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Historia[editar]

Las carreras que se desarrollaban en el circo, junto con los espectáculos del anfiteatro, eran los dos tipos de espectáculos que más gustaban al pueblo romano. Con frecuencia dichos espectáculos los financiaban personajes adinerados pertenecientes a la clase dirigente para conmemorar algún evento o con fines electorales o propagandísticos.1
Este circo es el mayor edificio que levantaron los romanos para espectáculos públicos en la colonia de Augusta Emerita, por su extensión y capacidad de espectadores, y uno de los más importantes de todo el Imperio. Además es uno de los pocos circos romanos que todavía hoy pueden contemplarse en toda su planta.1​ Por la magnitud de sus proporciones se levantó extramuros de la ciudad, a unos 400 metros de distancia del otro gran complejo de edificaciones para espectáculos de la colonia, el formado por el teatro y el anfiteatro. El edificio aprovecha en parte una suave pendiente del terreno y el fácil acceso que le proporciona la cercana calzada que salía de la ciudad en dirección a Corduba y Toletum. Su construcción debió iniciarse a principios del siglo I d. C., durante la época de Tiberio, muy pocas décadas después de la fundación de la ciudad.1
Es muy posible que con la implantación oficial de la religión cristiana en todo el Imperio romano comenzase el declive de los espectáculos en el circo.2​ Aunque los concilios de Elvira y Arlés, celebrados a comienzos del siglo IV d. C., prohibían expresamente las profesiones de aurigas y cómicos, también se ha documentado, por una inscripción hallada junto a las carceres, la reforma que se efectuó en el circo para evitar su derrumbe en tiempo de uno de los hijos del emperador Constantino I, entre 337 y 340. En esta inscripción además se aclara que se llenó de agua, quizá para celebrar los simulacros de combates navales llamados naumaquias, cuestión que no creen posible muchos investigadores.2
No se conoce la época exacta hasta la que se utilizó el circo de Augusta Emerita, quizá hasta el siglo VI d. C., época en que se fecha el fallecimiento del auriga Sabiniano según su lápida sepulcral en la basílica de Casa Herrera.3​ La pasión por este tipo de espectáculos quedó reflejada en abundantes obras de arte pictóricas, escultóricas, cerámicas, musivarias o de orfebrería, en las que vemos a los aurigas celebrando con la palma de la victoria, a sus carros y a sus caballos, algunos con sus nombres propios. Entre todos los aurigas destacó el lusitano Cayo Apuleyo Diocles, que fue el mejor conductor de carros de toda la historia de la Antigua Roma y seguramente comenzara su carrera en el circo emeritense.3

Descripción[editar]

La espina del circo emeritense.
Su enorme planta mide unos 440 m de largo por 115 m de ancho y responde al modelo común de este tipo de obras romanas, con una forma de óvalo alargado orientado de este a oeste y compuesto por dos lados mayores paralelos y dos menores, uno que se cierra en semicírculo y otro que lo hace en una línea más recta curvada en sus extremos. La fachada se hallaba en su extremo oeste, el menos curvo, y en su momento estuvo recubierta de granito y realzada con una decoración a base de pilastras adosadas del mismo material.4
Las gradas tenían capacidad para unos 30 000 espectadores, es decir, la práctica totalidad de los habitantes de la ciudad en época imperial, y estaban distribuidas de forma clásica en tres sectores: imamedia y summa cavea. Las gradas se levantaban sobre un alto podio en sus dos lados mayores, aprovechando la pendiente del terreno en su sección sur y elevado encima de bóvedas en la sección norte.4​ En el siglo XIX el francés Alexandre de Laborde llegó a distinguir once filas de gradas, aunque en la actualidad su avanzado deterioro, producto en gran parte del saqueo secular de sus piedras, hace muy difícil adivinar su número original. En los lugares más destacados y con mejor visibilidad se ubicaban las tribunas para autoridades y jueces.2
La arena, con unos 30 000 m² de superficie, era la pista de carreras. Queda dividida en dos mitades por la espina, una plataforma de una longitud de 240 m y una anchura de 8,5 m en torno a la que daban vueltas los carros tirados por dos caballos —bigas— o por cuatro —cuadrigas—. Cada prueba constaba generalmente de siete vueltas y las metas se ubicaban en los vértices de la espina. Era en esta espina donde se concentraba la decoración del conjunto a base de esculturas y obeliscos, pero de ellos en el edificio emeritense no quedan más que sus cimientos.2
En el centro de uno de los lados menores, el del oeste, se encontraba la porta pompae, lugar de salida de las procesiones previas a las carreras en las que intervenían músicos, sacerdotes, imágenes religiosas y los propios aurigas que iban a competir ese día. A ambos lados de esta puerta se distribuían las carceres, las cocheras de los carros, que en este circo eran doce, seis a cada lado, y que estaban separadas por pilares cuadrangulares.

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Las cisternas romanas de Molacillos son dos cisternas de época romana, fechados entre finales del siglo I a. C. y principios del siglo I, que se encuentran en la localidad española de Molacillos, en la provincia de Zamora (comunidad autónoma de Castilla y León).

Las cisternas[editar]

Vista parcial del Teso de la Mora, en el que se encuentran las cisternas.
Se trata de dos aljibes de época romana situados en el Teso de la Mora, una elevación natural que domina el valle del río Valderaduey, junto a la localidad de Molacillos (Zamora). Las excavaciones arqueológicas llevadas a cabo en 2006 y 2007 pudieron confirmar que la primera ocupación del Teso se remonta a la Primera Edad del Hierro, y la construcción de las cisternas coincidiría con el final de las guerras cántabras, dejando de estar ocupado el lugar a partir del siglo I.1
Situadas en la parte central del Teso, presentan planta rectangular y unas medidas de siete por once metros y estaban cubiertas por bóveda de cañón.2​ En la península ibérica solamente se encuentran paralelismos de este tipo de construcción en Uxama Argaela y en Andalucía.
Sobre estas cisternas hay referencias desde los setenta a través de Virgilio Sevillano y después Ricardo Martín Valls y Germán Delibes de Castro las vincularon con un posible asentamiento militar relacionado con una vía romana que atravesaba la zona.1

Protección y conservación[editar]

La nueva cubierta de las cisternas, en obras, en mayo de 2010.
Una vez que finalizaron los trabajos de excavación, la Junta de Castilla y León decidió consolidar las dos cisternas, dedicando una partida presupuestada en 300.000 euros.2​ Tras unas primeras actuaciones de restauración, que consistieron en la limpieza de suciedad, eliminación de líquenes y consolidación y sellado de grietas, todo el conjunto se protegería con un cerramiento consistente en una valla transparente que cubriría un área de 23x18 metros y se colocaría una estructura metálica que permitiese apoyar la cubierta. Igualmente, se instalaría una escalera para poder bajar a las mismas así como paneles informativos.3
En enero de 2009 tuvo lugar la licitación para la contratación de las obras, estipulando el presupuesto en 300.877 euros, y en agosto del mismo año fueron adjudicadas con una inversión final de 244.339 euros.34​ Finalmente, y una vez finalizados los trabajos, en octubre de 2010 fue inaugurada la nueva estructura y el vallado perimetral.5
El castro y las cisternas del Teso de la Mora están declarados Bien de Interés Cultural desde 1983 pero su expediente sigue abierto y todavía sin resolver.

Cubierta cisternas en obras.jpg









La columna miliaria de Lorca (Región de MurciaEspaña) se encuentra en la calle Corredera, en un vértice de la Glorieta de San Vicente, adosada a la casa solariega de los Marín Ponce de León (siglo XVII). Se trata de un miliario romano de la época de Augusto (8-2 a. d. C.) perteneciente a la Vía Augusta en su tramo entre Cartago Nova (actual Cartagena) y Eliocroca (actual Lorca).

Descripción[editar]

Columna original en el museo arqueológico municipal de Lorca.
Se trata de una columna de 2'35 metros de altura apoyada sobre un cubo de 0'5 metros para darle mayor altura. El fuste de la columna, ligeramente más ancho en su base que en su remate, presenta un diámetro aproximado de medio metro. Tiene una inscripción, que se conserva incompleta, en letras capitales romanas de época Imperial que reza:
IMP CAESAR DIV
AVGVSTVS
FIEYNICPOTE
IMPXIIIIPONTII
MAX
XXVIII
Esta inscripción es una modificación realizada en el siglo XVII sobre la inscripción original, que decía:
IMP CAESAR DIV
AVGVSTVS CO
TRIBUNIC POTE
IMPXIIIIPONTII
MAX
XXVIII
Por comparación con otros miliarios similares encontrados en la Región de Murcia, la inscripción completa sería:
IMP CAESAR DIVI F
AVGVSTVS CONS XI
TRIBUNIC POTEST XVI
IMP XIIII PONTIF
MAX
M P XXVIII
/Emperador César Augusto/hijo del Divino/
/Cónsul por XI vez/Año XVI de su Potestad Tribunicia/
/Generalísimo en XIV campañas y Pontífice Máximo/
/Milla XXVIII/ (desde Cartago Nova hacia Eliocroca)

Historia[editar]

El miliario lorquino fue erigido junto a la Vía Augusta en torno a los años VIII y II a. C.. No se encuentra en su posición original sino que debió ser desplazado desde algún punto del Campo de Lorca a su posición actual.
En 1411 se empleó como pedestal para colocar una escultura del santo dominico San Vicente Ferrer que por aquellos años había estado predicando en la ciudad, y que aún hoy se puede contemplar. Más tarde, en el siglo XVII la familia Marín Ponce de León construyó su casa adosada a la columna, tal y como se puede contemplar hoy día.
El original de la columna miliaria se encuentra expuesto en el Museo Arqueológico Municipal de Lorca, mientras una copia continúa en la Glorieta de San Vicente.

La leyenda de San Vicente[editar]

Cuenta la tradición local que, en el siglo XV, tras predicar San Vicente Ferrer en la ciudad de Lorca, y desencantado por la poca atención recibida por los del lugar, dijo la famosa frase de Lorca ni el polvo mientras sacudía sus sandalias al salir de la ciudad.
Como «castigo» se decidió situar una estatua suya en la calle más bulliciosa (la calle Corredera) y en la que más polvo levantaran los lorquinos a su paso como homenaje al Santo.

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