ÉPOCA MEDIEVAL
Los juicios por brujería en Navarra de 1525 son una serie de procesos masivos de persecución de la brujería que tuvieron lugar en los valles pirenaicos del Reino de Navarra en 1525.
Los procesos[editar]
Estos procesos se iniciaron con las pesquisas encomendadas por el Consejo Real de Navarra a Pedro de Balanza, miembro del Consejo Real y abogado de los Reales Tribunales de Navarra. Balanza llevó a cabo sus investigaciones y juicios entre enero y agosto de 1525. En enero efectuó una primera visita al Valle de Salazar, seguida de otra en marzo al Valle de Roncal. Como consecuencia de estas investigaciones y los juicios resultantes de las mismas, fueron ejecutadas aproximadamente medio centenar de personas en diversas localidades navarras.1
En agosto de ese mismo año, Antón de Huart, comisario del Consejo Real de Navarra, convocó a todos los vecinos del Valle de Santesteban para ser examinados por la catadora de brujos Graciana de Ezcároz. A consecuencia de ello, varias personas fueron juzgadas por brujería.2
Reacción del Consejo de la Suprema Inquisición[editar]
Estas actuaciones del Consejo de Navarra provocaron la intervención del Consejo de la Suprema Inquisición, que asumió la jurisdicción sobre la persecución de la brujería y emitió además una serie de normas inquisitoriales sobre cómo proceder, estableciendo en ellas diez puntos básicos que debía seguir el tribunal inquisitorial de Navarra en las causas de brujería:3
- Quienes confesaran voluntariamente y mostrasen signos de arrepentimiento, no verían sus bienes confiscados.
- Quienes faltasen al respeto a los sacramentos, serían castigados severamente.
- Los inquisidores establecerían el tiempo que los condenados debían llevar hábitos penitenciales y el tipo de abjuración.
- Nadie podría ser detenido ni condenado por la confesión de otros brujos o brujas.
- Los inquisidores debían averiguar si los detenidos por ellos habían sido previamente torturados por la justicia secular.
- Antes de cualquier sentencia contra un convicto por brujería por segunda vez (lo que implicaba la pena de muerte) el tribunal de distrito debía consultar con la Suprema.
- También se debía consultar con la Suprema antes de sentenciar a un preso que se negase a confesar.
- Por las dificultades que planteaban tales causas, los inquisidores debían tomar sus decisiones en conjunto, con la colaboración de un juez eclesiástico, letrados y teólogos
- Se emitirían nuevos edictos sobre brujería.
- Debía examinarse cuidadosamente y verificar si las personas que afirmaban que acudían a los aquelarres lo hacían real o imaginariamente.
Además, para evitar que se reprodujeran nuevos casos, estableció estas cinco normas:4
- Los ministros de la iglesia debían visitar personalmente las zonas afectadas.
- Debía construirse una ermita en el lugar donde se celebrasen los aquelarres.
- Debía procurarse que las gentes acudiesen regularmente a los oficios en días festivos y también entre semana.
- Debían llevar cruces para evitar las tentaciones del diablo.
- Los sermones debían ser dichos en la lengua local.

Historia[editar]
Las Juntas de Fe diocesanas surgieron en 1824 por iniciativa de algunos canónigos y obispos para que ejercieran los cometidos asignados a la Inquisición española que no había sido restablecida por Fernando VII. Según Emilio La Parra y María Ángeles Casado, "sus promotores –varios de ellos habían estado en el exilio durante la vigencia del sistema constitucional– actuaron movidos por un concepto sumamente intolerante del catolicismo, convencidos de la perentoria necesidad de controlar las conciencias y evitar las manifestaciones de irreligión y de cualquier apariencia de heterodoxia en lo religioso o en lo político". Sus objetivos eran "la defensa del altar y del trono, el mantenimiento de la unidad religiosa del país y la salvaguarda de los valores tradicionales".1
El antecedente inmediato de las juntas se encuentra en las actuaciones de control de las publicaciones llevadas a cabo por algunos eclesiásticos a partir de la entrada de los Cien Mil Hijos de San Luis en España en abril de 1823. Fue el caso del canónigo Pere Avellá que gobernó la diócesis de Barcelona mientras careció de obispo y que según algunos testimonios organizó "su inquisición" por lo que sería denunciado al rey por los militares franceses acantonados en la ciudad.2
La primera Junta de Fe fue creada en Valencia en el verano de 1824 por iniciativa del canónigo de la catedral de Valencia José María Despujol, que entonces gobernaba la archidiócesis al ser sede vacante tras haber muerto su titular Arias Teixeiro y no haber sido nombrado su sustituto. Despujol había sido un duro inquisidor y formaba parte de algunas de las sociedades secretas apostólicas valencianas. Su iniciativa fue apoyada por el nuncio Giacomo Giustiniani y por el nuevo arzobispo de Valencia Simón López García, quien publicó una pastoral el 16 de octubre de 1825 en la que manifestó su deseo de que sustituyera a la extinta Inquisición:3
Los Obispos pueden y deben conocer en todas las causas de fe, aun por lo tocante al fuero exterior, como jueces natos, y depositarios de la fe… cuyas funciones desempeñaba la Inquisición con gran gloria suya y ventajas del Estado
Gracias al apoyo que le brindaron el Capitán General y el corregidor de Valencia, la Junta de Fe desplegó una intensa actividad, como le comunicó el arzobispo Simón López al nuncio Giustiniani en una carta fechada el 19 de abril de 1825:4
[La Junta de Fe de Valencia había intervenido en] "causas sin número substanciadas y decididas según la marcha que marcan las leyes civiles y eclesiásticas, que siguió constantemente el Tribunal encargado antes de este cuidado [la Inquisición]: espontaneaciones [autoinculpaciones], corrección, penitencias saludables, retractaciones, devueltos mil arrepentidos al seno de la Iglesia y reconciliación con la Santa Madre.
Víctimas del tribunal valenciano fueron el librero liberal Mariano Cabrerizo, acusado entre otras cosas de haber vendido y ocultado "libros prohibidos" y de "ser enemigo de los frailes", y el maestro liberal Cayetano Ripoll, cuyo proceso y ejecución el 31 de julio de 1826 causó un gran escándalo en toda Europa, aunque en España quedó casi oculto debido a la censura de prensa. Fue el último condenado en España por el llamado delito de herejía (el último relajado por la Inquisición había sido una mujer, María de los Dolores López, estrangulada a garrote vil y quemado después su cadáver en la hoguera en 1781 en Sevilla).5
Siguiendo el ejemplo de Valencia, se crearon Juntas de Fe en otras dos diócesis. En la de Tarragona el arzobispo Jaime Creus –que fue diputado "servil" en las Cortes de Cádiz, destacando por su defensa de la Inquisición, como el arzobispo de Valencia Simón López, y que también fue miembro de la regencia de Urgel durante el Trienio Liberal – la fundó mediante un edicto publicado en el Diario de Barcelona el 16 de abril de 1825. Le siguió el obispo de Orihuela, que implantó su Junta de Fe en el verano de ese mismo año, "para entender y conocer en todos los negocios que conocía el de la Inquisición", según un informe de la policía remitido al gobierno. Este reaccionó ordenando el "cese en sus funciones" de las dos Juntas de Fe porque carecían de la aprobación del rey, advirtiendo a los dos prelados que se mantuvieran "dentro de los límites señalados por los sagrados cánones que S.M. como Protector de la Iglesia quiere no se traspasen y por las leyes que como Soberano debe hacer se ejecuten, sin permitir en sus dominios novedades y singularidades que podrían alterar la tranquilidad de sus vasallos".6
Sin embargo el tribunal de la Fe de Valencia, incluso después del escándalo provocado en Europa por la ejecución de Cayetano Ripoll, mantuvo su actividad –"el ministro de Gracia y Justicia Tadeo Calomarde continuó sin darse por enterado de su existencia", señalan La Parra y Casado– y, por otro lado, el nuncio Giacomo Giustiniani siguió con su proyecto de, sobre la base de las Juntas de Fe, establecer un organismo –denominado Junta Superior de Fe– parecido a la Inquisición, aunque ''sin usar de nombres que susciten prejuicios ni aterrorizar", destinado a "preservar intacto el depósito de la Fe Católica y a inquirir contra todos los que atenten contra ella". Aunque el organismo no llegó a crearse, los obispos continuaron ejerciendo la censura de escritos y emitiendo sentencias por causas de fe, que podían ser recurridas al tribunal de la Rota de la nunciatura apostólica de Madrid, lo que fue refrendado por el rey mediante una ley del 6 de febrero de 1830.7
Abolición[editar]
Las Juntas diocesanas no fueron legalmente abolidas hasta el 1 de julio de 1835, durante la Regencia de María Cristina de Borbón, porque "eran otros tantos tribunales inquisitoriales, encargados de conocer de todo delito de que antes conocía la extinguida Inquisición, de castigarlo con penas espirituales y aun corporales, y de guardar en su ministerio el más inviolable sigilo".
La leyenda negra de la Inquisición española es un término utilizado por aquellos autores que consideran la existencia de una imagen fantaseada o exagerada de la Inquisición española como epítome del terror y la barbarie humana. Como tal, forma parte de la leyenda negra española y es una de sus fracciones más recurrentes.
Edward Peters2 la define como «un cuerpo de leyendas y mitos que, entre los siglos xvi y xx, establece el carácter percibido de los tribunales inquisitoriales y que han influido sobre todo intento posterior de recuperar la realidad histórica».
Origen[editar]
Durante el proceso inicial de creación de la Leyenda Negra en la Europa no ibérica, la persecución medieval de herejes o la de moriscos y judaizantes no levantó críticas importantes. Kamen3 da dos orígenes a la Leyenda Negra de la Inquisición española. Por una parte, un origen católico en Italia y, por otra, un origen protestante en la Europa central y septentrional.
Italia[editar]
La influencia primero aragonesa y luego española en la Península Itálica llevó a la opinión pública, incluyendo al papado, a ver a los españoles como una amenaza. Se cultivó una imagen desfavorable de España que naturalmente acabó incluyendo una visión negativa de la Inquisición. Revueltas contra la Inquisición en territorios de la Corona Española en Italia se produjeron en 1511 y 1526 en Sicilia y simples rumores de la introducción causaron revueltas en Nápoles en 1547 y 1564.
Los embajadores de los gobiernos italianos independientes promovían la imagen de una España pobre y atrasada dominada por una tiránica Inquisición. En 1525, Contarini, embajador de Venecia, comenta que todos tiemblan ante la Inquisición. El embajador Tiépolo escribe en 1563 que todos tienen miedo a su autoridad, que tiene poder absoluto sobre la propiedad, la vida, el honor e incluso las almas de los hombres. Además insiste en que el rey la favorece para controlar mejor a la población. El embajador Soranzo afirma en 1565 que la autoridad de la Inquisición trascendía la del rey. Guiciardini, embajador de Florencia en la corte de Carlos I, dice de los españoles en apariencia religiosos, pero no en la realidad, casi las mismas palabras de Tiépolo en 1563.
Los italianos veían en general a la Inquisición como un mal necesario para los españoles, cuya religiosidad era dudosa, por no decir falsa, tras siglos de mezcla con judíos y moros. De hecho, a partir de 1492 marrano pasó a ser sinónimo de español y al papa Alejandro VI se le llamaba marrano circuncidado. La Inquisición, se decía, aunque bien necesaria para los españoles, no era más que una treta para robar el dinero de los judíos y no tenía nada que buscar en territorio italiano, donde no era necesaria. Cuando la Inquisición comenzó a perseguir a luteranos, la explicación fue que los españoles eran por naturaleza más dados a la herejía.
El protestantismo[editar]
En el norte de Europa fue el enfrentamiento religioso y la amenaza del poder imperial español los que dieron nacimiento a la Leyenda Negra, ya que el pequeño número de protestantes que fueron ejecutados por la Inquisición no hubiera justificado una campaña de ese tipo. Los protestantes, que habían empleado la imprenta con éxito para difundir sus ideas, intentaron ganar con propaganda la guerra que no podían ganar por las armas.4
Por una parte, los teólogos católicos tachaban de advenedizos a los protestantes, que, al contrario que la Iglesia católica, no podían demostrar su continuidad desde tiempos de Cristo. Por otra, los teólogos protestantes razonaban que esto no era cierto, que la suya era la Iglesia auténtica que había sido oprimida y perseguida por la Iglesia Católica a lo largo de la historia.5 Este razonamiento, que sólo fue esbozado por Lutero y Calvino, fue completado por la historiografía protestante posterior, identificándose con Wyclif o los lollards de Inglaterra, los husitas de Hungría y los valdenses de Francia. Esto, a pesar de que los herejes en el siglo XVI no sólo eran perseguidos en países católicos, sino también en los países protestantes.6 A finales del siglo XVI las confesiones protestantes se habían identificado con las herejías de épocas anteriores y se autodefinían como mártires.
Cuando comenzaron las persecuciones de protestantes en España, la hostilidad que había hacia el papismo se extendió inmediatamente al rey de España, del que dependía la Inquisición, y a los dominicos, que la dominaban. Al fin y al cabo, la mayor derrota que habían sufrido los protestantes había sido a manos de Carlos I de España en la batalla de Mühlberg en 1547. Una imagen de España, en parte promovida por la corona española, como adalid del catolicismo se extendió por toda Europa.
Esta identificación de los protestantes con las herejías desde la época de la conversión del Imperio romano hasta el siglo XV llevó a la creación de martirologios en Alemania e Inglaterra, colecciones de vidas de mártires descritas con mucho morbo, a menudo profusamente ilustradas, que circularon entre las clases más populares y que insuflaban la indignación contra la Iglesia Católica. Uno de los más famosos y el que más influencia tendría fue el Book of Martyrs (El libro de los mártires, 1554) de John Foxe (1516 – 1587). Foxe dedica un capítulo entero a la Inquisición española, el The execrable Inquisition of Spayne.7
En el texto se encuentran muchos de los elementos que se repetirán más adelante: cualquiera puede ser juzgado por cualquier nimiedad, la Inquisición no puede equivocarse, los acusados lo son a menudo por dinero, envidia o para ocultar acciones de la Inquisición, si no encuentran pruebas se inventan, los prisioneros son aislados sin ningún contacto exterior en calabozos oscuros donde sufren horribles torturas, etc. Foxe ya advertía que la funesta institución podría introducirse en cualquier país que aceptara el catolicismo.
Otro libro que tuvo mucha influencia fue el Sanctae Inquisitionis Hispanicae Artes (Exposición de algunas mañas de la Santa Inquisición Española) publicado en Heidelberg en 1567 bajo el seudónimo de Reginaldus Gonzalvus Montanus. Parece que Gonzalvus era un seudónimo de Antonio del Corro, un teólogo protestante español exiliado en los Países Bajos. Del Corro añadió credibilidad a su relato por el conocimiento que tenía del tribunal. El libro fue un éxito inmediato, entre 1568 y 1570 hubo dos ediciones en inglés, una en francés, tres en holandés, cuatro en alemán y una en húngaro, y continuó publicándose y citándose hasta el siglo XIX. El relato, en general correcto, toma la forma de un prisionero que pasa por todas las etapas del proceso y, sobre todo, el interrogatorio, permitiendo al lector identificarse con la víctima. Esta corrección de la descripción oculta que del Corro presenta algunas de las prácticas más extremas de la Inquisición como la regla, a todo acusado como inocente, a todo oficial de la Inquisición como taimado y vano y cada paso en el proceso como una violación de la ley natural. Del Corro, que alababa el propósito inicial de la Inquisición, es decir, perseguir a los falsos conversos, no había previsto el uso de su libro en la Leyenda Negra, de forma similar a lo que ocurrió con Bartolomé de las Casas. Estaba convencido de que la Inquisición había sido convertida por los monjes dominicos en algo execrable del que Felipe II no conocía su funcionamiento real y de que el pueblo español se oponía a la funesta institución.
La política europea del siglo XVI[editar]
A partir de los años 1559 a 1562 aparecieron unos libros que presentaban a la Inquisición como una amenaza a las libertades europeas. Estos escritos razonaban que los países que aceptaran la religión católica no sólo perderían sus libertades religiosas, sino las civiles también a través de la Inquisición. Para ilustrar sus puntos describían autos de fe y torturas y empleaban abundantemente relatos de huidos de la Inquisición dispuestos a contar su historia. La Reforma era vista como una liberación del alma humana de la oscuridad y la superstición.
Francia, Gran Bretaña y los Países Bajos poseían las prensas más activas del continente y las emplearon eficazmente para defenderse cuando se consideraron amenazados. Los documentos generados entre los años 1548 y 1581 se convertirían en referencia y base para estudios de historiadores posteriores.
Los Países Bajos[editar]
En los Países Bajos, ya desde el reinado de Carlos I y a pesar de que el mismo Felipe II había asegurado que la Inquisición Española no era exportable, muchos holandeses temían que el rey intentase introducirla para reducir sus libertades. Felipe II reconocía que los Países Bajos ya tenían una inquisición propia más despiadada que la de aquí[cita requerida]: los tribunales de Amberes ejecutaron entre 1557 y 1562 a 103 herejes, más de los que murieron en toda España en ese período. Varios cambios en la organización de la Inquisición neerlandesa incrementaron los miedos, tanto a la Inquisición Española como a la forma local, y fue acrecentando la oposición durante el siglo XVI, hasta el punto que se temía la anarquía si no se legalizaba el calvinismo.
Este temor fue manipulado por protestantes y aquellos que promovían la independencia de los Países Bajos en panfletos como De la no cristiana, tiránica Inquisición que persigue la fe, escrito desde los Países Bajos (1548)8 o La forma de la Inquisición Española introducida en la Baja Alemania en el año 1550.9 En 1570, los refugiados religiosos presentaron en la Dieta Imperial el documento Una defensa y declaración verdadera de las cosas que han ocurrido recientemente en los Países Bajos10 en el que no sólo describían los crímenes realizados contra los protestantes, sino que también acusaban a la Inquisición Española de incitar las revueltas en los Países Bajos para forzar a Felipe II a ejercer mano dura, además de acusarla de la muerte del príncipe Don Carlos.
Uno de los documentos más famosos y que más influencia tuvieron fue la Apología del príncipe d'Orange de 1581, la respuesta de Guillermo de Orange a la expulsión que Felipe II había ordenado en su contra, aunque parece que el texto no lo redactó él mismo, sino su capellán Pierre L’Oyseleur, señor de Villiers.11 El texto se tradujo inmediatamente a otras lenguas y circuló por los países fronterizos con Holanda; en español solo existe una traducción de la época,12 de 1581. El documento se puede considerar como el comienzo de la Leyenda negra de Felipe II, aunque también trata de la Inquisición y la libertad religiosa. La Apología es un resumen de toda la propaganda antiinquisitorial y antiespañola que había circulado en los 40 años anteriores, reunida para justificar la independencia de los Países Bajos. Afirma que la quema de herejes es un pasatiempo natural de los sanguinarios españoles, que divertía especialmente al Duque de Alba. Además añade que la mayoría de los españoles, y en especial la nobleza, tienen sangre judía o mora.
Gran Bretaña[editar]
La rivalidad política entre España e Inglaterra, con el intento de invasión de Gran Bretaña por Felipe II como fondo, estimularon la propaganda antiespañola de guerra.
En Inglaterra, los monarcas católicos habían creado tribunales religiosos para luchar contra la herejía, los últimos creados por María Tudor. Los reyes anglicanos, sobre todo Isabel I de Inglaterra, prefirieron crear tribunales civiles para reprimir a los disidentes religiosos, ante todo a los católicos, distanciándose de las prácticas anteriores. Se identificó a los herejes católicos con traidores, empleando un sistema que no se distinguía mucho del de la Inquisición. Se llegó al extremo de secuestrar en los Países Bajos a un jurista católico inglés, John Story, y llevarlo a Inglaterra para ser torturado, acusado de traición y conspiración y ser ejecutado. El sistema por el que el gobierno insistía en juzgar a rebeldes, no a herejes, se mantuvo hasta el reinado de Jacobo I y permitía mantener a la Inquisición como una institución claramente católica, identificada con España y Roma.
Así, los fanáticos religiosos obtuvieron el apoyo de otros más moderados y sobre todo del gobierno, que financiaba panfletos y publicaba edictos. Durante la época se publicaron y tradujeron numerosísimos panfletos, de entre los que destaca A Fig for the Spaniard.13 También contribuyó Antonio Pérez, que, residente en Inglaterra en la época, publicó en 1598 A treatise Paraenetical. En el texto Pérez repite la imagen de Felipe II y de la Inquisición que ya había dado a conocer Guillermo de Orange, confiriendo un cariz trágico al personaje de Don Carlos y de fanatismo religioso a Felipe II y a la Inquisición, que perdurará hasta la época moderna.
La leyenda negra[editar]
Parafraseando a Peters, todos estos factores se juntaron a finales del siglo XVI para crear en Europa una imagen de España que ennegrecía el carácter de los españoles y sus dirigentes, hasta el punto de que España se convirtió en el símbolo de todas las fuerzas de represión, brutalidad, intolerancia religiosa y política y atraso intelectual y artístico durante los siguientes siglos. A este proceso es al que se llama leyenda negra española en la historiografía española.
El siglo XVII[editar]
Ya desde el siglo XVI algunos pensadores católicos y protestantes habían comenzado a discutir sobre la libertad de conciencia, pero el movimiento fue marginal hasta principios del siglo XVII. Se afirmaba que los Estados que realizaban persecuciones religiosas no sólo eran poco cristianos,14 sino que además eran ilógicos,15 puesto que actuaban basándose en una conjetura y no a una certeza. Estos pensadores atacaban a cualquier tipo de persecución religiosa, pero la Inquisición se les ofrecía como un blanco perfecto de sus críticas. Tales puntos de vista serán defendidos sobre todo por pensadores de corrientes religiosas minoritarias, disidentes, como remonstrantes, anabaptistas, cuáqueros, unitarios, menonitas, etc. Así, por ejemplo, Philipp van Limborch, el primer gran historiador de la Inquisición era remonstrante, y Gilbert Brunet, historiador inglés de la Reforma, latitudinario.
Hacia finales del siglo XVI, las guerras de religión habían dejado claro que los intentos de conseguir Estados religiosamente uniformes estaban abocados al fracaso. Los intelectuales empezaron en los Países Bajos y en Francia a afirmar que un Estado debía ocuparse del bienestar de sus ciudadanos aun a costa de permitir que la herejía se extendiera; tolerancia a cambio de paz social. Estas ideas se habían extendido hacia finales del siglo XVII por la Europa Central y ya comenzaba a pensarse que la diversidad era más natural que la uniformidad, y que, de hecho, la uniformidad perjudicaba la riqueza de un pueblo. España, que había entrado en decadencia económica a mitad del siglo XVII, era la demostración: la expulsión de los judíos y otros ciudadanos industriosos, ricos y leales sería la causa última. Además, en el caso español, las confiscaciones y multas de la Inquisición agravarían el problema, ya que dirigían el dinero hacia áreas no productivas de la Iglesia.
La Inquisición se convirtió así en un enemigo del Estado y como tal se reflejó en los tratados económicos y políticos de la época. En 1673, Francis Willoughby en su A Relation of a Voyage Made through a Great Part of Spain (Un relato de un viaje por gran parte de España) concluye lo siguiente:16
España es en muchos lugares, por no decir la mayoría, escasa en gente, y casi desolada. Las causas son:
- 1. Una mala religión
- 2. La tiránica Inquisición
- 3. La multitud de putas
- 4. La esterilidad del suelo
- 5. La infeliz desidia de la gente, muy similar a la de galeses e irlandeses, andando despacio y siempre bajo el peso de gran congoja y larga espada
- 6. La expulsión de judíos y moros...
- 7. Guerras y latifundios
Entre las sociedades europeas liberales se empezó no sólo a despreciar a aquellas otras que mantenían la uniformidad, sino que fueron objeto de análisis social. La existencia de la Inquisición en Portugal, España y Roma solo podía explicarse por el empleo de la fuerza o porque el espíritu de la gente estaba debilitado, pero nunca por voluntad propia. Esta debilidad, combinada con la fuerza de la Inquisición, desembocaría en estos países en una falta de imaginación, aprendizaje, ciencia, literatura y artes. España, a pesar del Siglo de Oro y de que la Inquisición en general se enfocaba exclusivamente a asuntos doctrinales, es representada a partir del siglo XVII como un país sin literatura, arte o ciencias.
Así, a partir del siglo XVII, se incluye el carácter español dentro del análisis de la Inquisición. Este supuesto carácter español se verá publicitado en el género literario más popular de la época: los relatos de viajes. Uno de los primeros y el más influyente fue el relato de la Condesa d'Aulnoy de 1691, en el que se ennegrece de forma consistente todos los logros españoles en las artes y las ciencias. A partir del siglo XVIII hay que añadir a la lista a Juan Álvarez de Colmenar (1701), Jean de Vayarac (1718), Pierre-Louis-Auguste de Crusy, marquis de Marcillac,17 Edward Clarke,18 Henry Swinburne,19 Tobias George Smollett,20 Richard Twiss e innumerables otros que extienden la Leyenda Negra.21 Se ha señalado que los escritores de la Ilustración obtuvieron su conocimiento sobre España de estos relatos.
Uno de los críticos más importantes de las persecuciones religiosas y de la Inquisición fue Pierre Bayle (1647-1706). Bayle basa muchas de sus ideas de los pensadores disidentes de principios de siglo y fundamenta su filosofía en el escepticismo y en la convicción de que la conciencia individual en asuntos religiosos no debe ser nunca forzada. Basa su conocimiento de España y los españoles en parte en los relatos de la Condesa d'Aulnoy y fue él quien reunió los diversos argumentos de la Leyenda en un todo, en un envoltorio literario salpicado de ironía, lógica, evidencias cartesianas y un cierto gusto por lo escandaloso, que lo convertía en una lectura popular.
La Ilustración[editar]
Montesquieu ve en España el perfecto ejemplo de la mala administración de un Estado bajo influencia del clero. De nuevo, la Inquisición será la culpable de la ruina económica de los Estados, la gran enemiga de la libertad política y de la productividad social, y no sólo en España y Portugal, sino en toda Europa, señalando el peligro de que otros Estados pudieran verse contagiados. Describe al inquisidor como un ser separado de la sociedad, desgraciado de condición, privado de todo tipo de relaciones, de forma que será duro, despiadado e inexorable.... En su libro El espíritu de las leyes dedica el capítulo XXV.13 a la Inquisición. El capítulo está escrito en forma de llamada de atención de una joven judía que fue quemada por la Inquisición en Lisboa. Montesquieu es por tanto uno de los primeros en señalar a los judíos como víctimas, aunque no defienda los argumentos teológicos de su protagonista en lidia con los Inquisidores, sino que los rechaza en notas de pie de página. Sin embargo, el mensaje está claro: la Inquisición es anacrónica, irracional e irreligiosa.
Ningún autor del siglo XVIII contribuyó tanto a desacreditar la persecución religiosa como Voltaire. Voltaire unió los argumentos religiosos y filosóficos de Bayle y los económicos y políticos de Montesquieu para crear definitivamente el mito moderno de La Inquisición, metonimia de todas las peores formas de persecución religiosa. Voltaire no tuvo un conocimiento profundo de la Inquisición hasta ya entrado en años, pero la usó a menudo para afilar su sátira y ridiculizar a sus oponentes, como lo muestra su Don Jerónimo Bueno Caracúcarador, inquisidor que aparece en Histoire de Jenni (1775). Incluso en Candide (1759), una de sus obras más conocidas, no demuestra un conocimiento del funcionamiento de la Inquisición más allá de la que proporcionan libros de viajes y de historia general. Candide incluye su famosa descripción de un auto de fe en Lisboa, una joya de la sátira, con la que introduce la Inquisición en la comedia. Los ataques de Voltaire a la Inquisición se hicieron más serios y agudos a partir de 1761. Demuestra una mejor comprensión y conocimiento de los mecanismos internos del tribunal, probablemente gracias al trabajo del abate Morellet, que empleó extensamente, y al conocimiento directo de algunos casos, como el de Gabriel Malagrida, cuya muerte en Lisboa levantó una ola de indignación en Europa.
También en el siglo XVIII, el abate Morellet publicó sus Petite écrit sur une matière intéresante y Manuel des Inquisiteurs (176222). Ambas obras extraían y resumían la parte más oscura de la Inquisición y se fijaban en el uso del engaño para obtener condenas, dando a conocer procedimientos que incluso los más acérrimos enemigos de la Inquisición ignoraban.
El abate Guillaume-Thomas Raynal consiguió una fama equivalente a la de Montesquieu, Voltaire o Rousseau con su libro Histoire philosophique et politique des établissements et du commerce des européens dans les deux Indes, hasta el punto de que en 1789 se le consideraba uno de los padres de la Revolución francesa. Esta Historia de las Indias consiguió fama gracias a la censura, y varias ediciones fueron publicadas en Ámsterdam, Ginebra, Nantes y La Haya entre 1770 y 1774. Como no podía ser menos, el libro también trata sobre la Inquisición. En este caso Raynal no le reprocha las muertes ni la tortura, sino que admite que gracias a ella España no sufrió guerras de religión. Sin embargo, la culpa de matar la vida intelectual española: elle [l'Espagne] resta stupide dans une profonde ignorance. Opina que para devolver a España al concierto de las naciones es necesario eliminar la Inquisición, para que sea posible traer a extranjeros de todas las creencias, que son los únicos que pueden conseguir buenas manufacturas en un tiempo razonable; los obreros indígenas tardarían siglos en conseguir lo mismo.
Una de las obras más importantes del siglo, L'Encyclopédie, también dedica una de sus entradas a la Inquisición. El artículo fue escrito por Louis de Jaucourt, hombre de ciencias que había estudiado en Cambridge y que había escrito asimismo la mayoría de los artículos sobre España. El caballero Jaucourt no era muy afecto a España y en muchos de los artículos que escribe aprovecha para lanzar invectivas. Lo hace en los artículos España, Iberia, Países Bajos, lana, monasterio, título (se refiere a los nobiliarios), etc.; quema de la que sólo se salva el artículo sobre el vino, en el que alaba los vinos españoles, aunque al final avisa de que su abuso puede causar enfermedades incurables.
El artículo sobre la Inquisición está claramente tomado de los textos de Voltaire. Por ejemplo, la descripción del auto de fe se basa en la dada por Voltaire en su Cándido. El texto en sí es un ataque feroz contra España:23
Hacía falta que el genio español aún tuviera algo más implacable que las demás naciones... se ve sobre todo por el exceso de atrocidades que usaron en el ejercicio de una institución en la que los italianos, sus inventores, pusieron mucha dulzura. Los papas habían erigido estos tribunales por política, y los inquisidores españoles añadieron la barbarie más atroz.Louis de Jaucourt, L'Encyclopédie
Repite lo ya dicho por Voltaire: «la Inquisición sería la causa de la ignorancia de la filosofía en la que vivía España, gracias a la que Europa e incluso Italia habían descubierto tantas verdades.»
Tras la publicación de L'Encyclopédie se acometió un proyecto más ambicioso, el de la Encyclopédie méthodique, una enciclopedia en 206 volúmenes. El artículo sobre España fue escrito por Masson de Morvilliers24 y naturalmente también menciona a la Inquisición. Avanza la teoría de que la monarquía española no es más que el juguete de la Iglesia y concretamente de la Inquisición. Es decir, la Inquisición sería el auténtico gobierno de España. Explica en parte la crueldad de la Inquisición española por la rivalidad entre franciscanos y dominicos: en Venecia y Toscana la Inquisición estaba en manos de franciscanos y en España de los dominicos, que para distinguirse en ese odioso cometido, se dejaron llevar a excesos inauditos. Escribe, también, una leyenda sobre Felipe III que al ver morir a dos reos comenta: ¡He aquí a dos hombres desgraciados que mueren por una cosa en la que creen!25 La Inquisición, que fue informada, exigió del rey una sangría, cuya sangre fue luego quemada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario