ÉPOCA MEDIEVAL
Diego López, llamado Abén Aboo, vecino de Mecina Bombarón (Granada), fue un morisco español de familia principal, participante activo en la rebelión de las Alpujarras (1568-1571), que encabezó en su última etapa.
Biografía[editar]
Primo de Abén Humeya y sobrino de Hernando el Zaguer, alguacil de Cádiar,1 Abén Aboo fue uno de los primeros en sumarse a la rebelión.2 Habiendo dado refugio en su casa a Abén Humeya y a Hernando el Zaguer, algunos oficiales del marqués de Mondéjar, con quien tenía acuerdo de tregua, rompiendo las salvaguardias, le sometieron a crueles tormentos que soportó con entereza.3 Según el cronista Luis del Mármol Carvajal,
mandándolo colgar de los testículos en la rama de un moral (...) y teniéndolo colgado, que solamente se compensaba con los calcañales de los pies, viendo que negaba, llegó a él un ayrado soldado, y como por desdén le dio una coz, que le hizo dar un vayvén en vago y caer de golpe en el suelo, quedando los testículos y las vinzas (sic) colgadas de la rama del moral (...) mas este bárbaro, hijo de aspereza y frialdad indomable, y menospreciador de la muerte, mostrando gran descuido en el semblante, solamente abrió la boca para decir: "Por Dios que el Zaguer vive y yo muero", sin querer jamás declarar otra cosa.4
Sin embargo, y a pesar de aquellas muestras de lealtad extrema, cuando estallaron disensiones entre los sublevados no dudó en ponerse del lado de los enemigos de Abén Humeya, que lo acusaban de comportarse despóticamente y de estar en tratos con los cristianos, además de haber ordenado asesinar a los combatientes turcos y norteafricanos que luchaban al lado de los moriscos granadinos. En la noche del 20 de octubre de 1569, junto con Diego Alguacil, él mismo dio muerte a Abén Humeya, tirando cada uno de un lado del cordel que le habían colocado en la garganta.5 Elegido para ocupar el lugar de su primo y tras obtener la confirmación del gobernador de Argel en representación del sultán otomano, tomó el título de Muley Abdalá Abén Aboo, rey de los andaluces, e hizo colocar una letra en su bandera que decía: «No pude desear más ni contentarme con menos».6
Abén Aboo continuó la guerra con determinación y coraje y obtuvo algunos triunfos notables, como la ocupación de Órgiva.7 En mayo de 1570 hizo asesinar a Hernando El Habaqui, su general, que había iniciado conversaciones de paz con Juan de Austria y logró extender la rebelión a la serranía de Ronda.8 Pero ya a finales de ese año, tras la dura campaña del verano y la expulsión de todos los moriscos de Granada ordenada por el rey Felipe II, la rebelión estaba casi totalmente sofocada.9 El 13 de marzo de 1571, refugiado en una cueva entre Bérchules y Mecina Bombarón, en pleno corazón de la Alpujarra donde trataba de resistir con apenas cuatrocientos de sus hombres, Abén Aboo fue asesinado por algunos de ellos, encabezados por Gonzalo el Seniz, célebre bandolero monfí,10 en tratos con los cristianos, que les habían prometido el perdón.11 Su cuerpo fue luego llevado a Granada donde fue descuartizado y la cabeza puesta en una jaula sobre el arco de la puerta del Rastro.
Alberit, Bergalmohada y Ladehesa fueron tres aldeas localizadas entre Calanda y Alcañiz y pobladas por moriscos.
Tras la Reconquista, el territorio fue disputado entre el obispado de Zaragoza y la naciente encomienda de Alcañiz de la orden de Calatrava. Finalmente, las aldeas fueron adscritas al territorio de la segunda en una concordia de 1276.1
Se trataba de localidades agrícolas, dedicadas al cultivo del lino y cáñamo2 o ganaderas, como sugiere el nombre de Ladehesa. Probablemente se encontraran en la zona de la acequia vieja de Calanda, donde hay restos no excavados.3 La entrega de las localidades a la orden de Calatrava comprometía a estas a edificar iglesias y cementerios cristianos pero también bodegas y graneros.
La orden real de Pedro IV de Aragón que zanjaba la disputa implicaba la expulsión de los moriscos de la zona, con el fin de garantizar su población cristiana.45 Aun así, la pervivencia de población musulmana en la zona de Calanda es conocida hasta la expulsión de los moriscos de 1609-1613, en lo que podría haber sido el abandono definitivo de las localidades por la fuerte despoblación que sufrió Calanda.
La alheña, arjeña1 o henna (del idioma árabe hispánico alḥínna, y este del árabe الحناء, al-ḥinnā´) es un tinte natural de color rojizo y que además se usa en una técnica de coloración de la piel llamada mehndi. Se hace con la hoja seca y el pecíolo triturado de la planta de Lawsonia alba Lam. (Lawsonia inermis L.), que es un arbusto de la familia de las oleáceas, de unos dos metros de altura, ramoso, con hojas casi persistentes, opuestas, aovadas, lisas y lustrosas; flores pequeñas, blancas y olorosas, en racimos terminales, y por frutos bayas negras, redondas y del tamaño de un guisante. Este tinte obtenido es de uso común en India, Pakistán, Irán, Yemen, Oriente Medio y África del Norte.
El "tatuaje de henna" es un nombre figurativo, ya que los verdaderos tatuajes se realizan con agujas u otros utensilios que inyectan tinta o pigmentos debajo de la epidermis, a diferencia de la aplicación de pasta de henna, que son pigmentos que descansan sobre la superficie de la piel.
No existe la henna negra. Probablemente debido al deseo de una apariencia de "tatuaje negro", muchas personas han empezado a utilizar un colorante, la toxina PPD (ParaPhenyleneDiamine: parafenilendiamina) que pasa al torrente sanguíneo penetrando a través de la dermis, que no solo da alergia, quema y ulcera la piel sino que además se deposita en el hígado.
En español también se utiliza la denominación henna (pronunciado /jéna/) proveniente del inglés, que aparece en el Diccionario de la lengua española de la Real Academia.2 También se llama «alheña» a otra planta, el ligustro (Ligustrum vulgare), que es un seto o arbusto oleáceo.
Alonso de Granada (cuyo nombre árabe era Alí Omar ben Nazar o Ali Omar ibn Nazar), es un personaje histórico español y fue un militar morisco. Fue hijo de Pedro de Granada y María Venegas de la destacada familia morisco Granada Venegas. Además fue Alguacil mayor de Granada, Alcaide del Generalife, capitán general de mar y tierra. Era bisnieto de Yusuf IV Sultán de Granada.
Vida[editar]
Se casó en primeras nupcias con Doña Juana de Mendoza, dama de la Reina Católica con quien tuvo tres hijos en primeras nupcias.1
- Don Pedro II de Granada Venegas, Caballero de Santiago, Alcaide del Generalife, y Alguacil Mayor de Granada y
- Doña Leonor
Se casó con Doña María de Quesada en segundas nupcias.
- Don García
Estuvo al servicio de los Reyes Católicos y se destacó militarmente participando en el cerco de Granada (20 de mayo de 1490), en la batalla de Adra.2 Participó también en la cruzada africana, destacándose en la toma de la ciudad de Orán en 1509 como jefe de infantería bajo los órdenes del cardenal Cisneros.3
Descendientes[editar]
Fue el bisabuelo de Don Alonso II de Granada Venegas Rengifo y tatarabuelo de Don Pedro III de Granada Venegas y Manrique de Mendoza, el primer Marqués de Campotéjar.
La rebelión de las Alpujarras fue un conflicto acontecido en España entre 1568 y 1571 durante el reinado de Felipe II. La abundante población morisca del Reino de Granada se alzó en armas en protesta contra la Pragmática Sanción de 1567, que limitaba sus libertades culturales. Cuando el poder real consiguió vencer a los sublevados, se decidió deportar a los moriscos supervivientes a varios puntos del resto de la Corona de Castilla, cuya población morisca pasó de 20 000 a 100 000 personas.2 Por la gravedad y la intensidad de sus combates también se le conoce como la Guerra de las Alpujarras. Felipe II quedó sobrecogido ante las masacres de sacerdotes llevadas a cabo por los rebeldes. Aparte de las muertes y de las expulsiones, miles fueron vendidos como esclavos dentro de España. En la Córdoba de 1573 había unos 1500 esclavos moriscos.
Rebelión de las Alpujarras | ||||
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![]() Principales focos de la rebelión. | ||||
Fecha | 1568-1571 | |||
Lugar | Iniciado en Las Alpujarras, se extendió por todo el reino de Granada. | |||
Casus belli | Resistencia morisca a la Pragmática Sanción de 1567. | |||
Resultado | Victoria de la Corona | |||
Consecuencias | Más de 80 000 moriscos granadinos son dispersados por la península ibérica | |||
Beligerantes | ||||
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Comandantes | ||||
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Fuerzas en combate | ||||
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Bajas | ||||
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Antecedentes[editar]
Por iniciativa del arzobispo de Granada Pedro Guerrero, que estaba convencido de que los moriscos mientras mantuvieran sus costumbres y tradiciones no podrían llegar a ser verdaderos cristianos, se reunió en 1565 un sínodo provincial de los obispos del reino de Granada.3 Estos acordaron cambiar la política de persuasión —se abandonaron los términos evangelización, predicación, catequización— para hablar exclusivamente de represión. Se reclamó la aplicación de las medidas que habían quedado en suspenso en 1526, lo que significaba la prohibición de todos los elementos distintivos de los moriscos como la lengua, los vestidos, los baños, las ceremonias de culto, los ritos que las acompañaban, las zambras, etc. Además los obispos pidieron al rey que se extremaran las medidas de control, proponiendo que en los lugares de moriscos se asentaran al menos una docena de familias de cristianos viejos, que sus casas fueran visitadas regularmente los viernes, sábados y días festivos, para asegurarse de que no seguían los preceptos coránicos, y que se vigilara estrechamente a los moriscos notables para que diesen ejemplo, y que a los hijos de estos «Vuestra Majestad los mandase llevar y criar en Castilla la Vieja a costa de sus padres para que cobrasen las costumbres y Cristiandad de allá y olvidasen las de acá hasta que fuesen hombres».4
Estas propuestas fueron discutidas por una junta de juristas, teólogos y militares reunida en Madrid (en la que participó el duque de Alba) que acordó recomendar al rey que aplicara las prohibiciones acordadas por la junta reunida en Granada en 1526 y que el rey Carlos I había dejado en suspenso a cambio de los 80 000 ducados que le entregaron los moriscos granadinos. Inmediatamente después de la reunión de la junta fue nombrado Pedro de Deza presidente de la Chancillería de Granada, un personaje cuya actuación encrespará los ánimos de los moriscos, como reconoció don Juan de Austria en una carta enviada al rey en la que le dice que su «manera de proceder... con esta gente» «es cierto muy contraria á la que ha convenido y conviene llevar».5
Felipe II dio finalmente su aprobación y el resultado fue la pragmática de 1 de enero de 1567. Los moriscos intentaron negociar la suspensión, como ya lo hicieron en 1526, pero esta vez el rey se mostró inflexible y así se lo comunicó el cardenal Diego de Espinosa, presidente del Consejo de Castilla e Inquisidor General, a una delegación enviada a Madrid e integrada por el cristiano viejo Juan Enríquez, acompañado de dos notables moriscos, Hernando el Habaqui y Juan Hernández Modafal. También fracasaron las gestiones llevadas a cabo por Francisco Núñez Muley ante Pedro de Deza —quien le contestó que las razones que había expuesto «eran las antiguas y no bastantes para revocar la pragmática»—,6 e incluso las del Capitán General de Granada, Íñigo López de Mendoza y Mendoza, III marqués de Mondéjar, ante el cardenal Espinosa.7 "La voluntad de terminar de una vez para siempre con toda una estructura social, con toda una cultura, era clara y no había nada que hacer ante ella. Nada, salvo la guerra", afirma Julio Caro Baroja.6
Francisco Núñez Muley, en el memorial que presentó protestando contra las injusticias que se cometían contra los moriscos, escribió:2
Paramos cada día peor y más maltratados en todo y por todas vías y modos, asní por las justicias seglares y sus oficiales como por las eclesiásticas; y esto es notorio y no tiene necesidad de se hacer información dello. ¿Cómo se de quitar a las gentes su lengua natural, con que nacieron y se criaron? Los egipcios, syrianos, malteses y otras gentes cristianas en arábigo hablan, leen y escriben, y son cristianos como nosotros.
En cuanto se conoció el fracaso de estas gestiones, los moriscos de Granada, como relató un cronista, «comenzaron a convocar rebelión». Hubo reuniones secretas en el Albaicín para prepararla y las autoridades empezaron a detener moriscos que creían implicados. E incluso se hicieron planes para expulsar a los moriscos del reino y reemplazarlos por cristianos viejos. Como han señalado Antonio Domínguez Ortiz y Bernard Vincent, «estamos ya muy lejos de la época en que se discutía sobre las modalidades de la asimilación; ahora se trataba de llegar a una asimilación inmediata y total (que implicaba la muerte de una civilización) o de la expulsión».7
Lo cierto es que las sospechas de Felipe II y la corte sobre la lealtad de los súbditos moriscos, unidas a la obsesión de la monarquía por la uniformidad religiosa, a cuyo fin funcionaba la inquisición, crearon un amplio malestar entre los moriscos. Tras un año de infructuosas negociaciones, la población morisca granadina decidió levantarse en armas en 1568.8
Desarrollo[editar]
Sobre el desarrollo de la guerra existen tres grandes relatos coetáneos de gran valor: el de Luis de Mármol Carvajal, el de Ginés Pérez de Hita y el de Diego Hurtado de Mendoza, quien participó en la campaña militar.9
Los preparativos[editar]
En los meses que siguieron a la publicación de la pragmática el 1 de enero de 1567 los moriscos prepararon a conciencia la sublevación. Así lo relata el cronista Pérez de Hita:10
Desta suerte fueron levantados otros muchos lugares, poblándose muchas cuevas seguras y ásperas, que jamás pudieron ser ganadas, y haciendo grandes apercibimientos de armas, de harina de trigo y cebada, aceite y otros diversos mantenimientos para más de seis años.
Los jefes principales, algunos llegados de la Alpujarra, mantuvieron reuniones en casas de familias conocidas del Albaicín y desde allí se fueron dando las órdenes. En la reunión celebrada el 27 de septiembre de 1568 se propuso que se eligiera un jefe, rey, jeque o capitán para que encabezara la revuelta. El día de San Miguel se nombró a Hernando de Córdoba y Válor como rey de los conjurados siguiendo el viejo ritual con que se entronizaban los reyes de Granada, «vistiéndole de púrpura, tendiendo cuatro banderas a sus pies, reverenciándoles y exhumando profecías». Según declaró más tarde la esposa de Hernando de Válor a la solemne ceremonia acudieron los moriscos ricos, «vestidos de negro y bien tratados» y tras ella se comieron «mazapanes y confituras y roscas y buñuelos».11 Hernando de Válor fue escogido por ser descendiente del linaje de los califas de Córdoba, los Omeyas, y por ello tomó el nombre moro de Abén Humeya (o Abén Omeya).12
Los combates[editar]
La rebelión se inició la víspera de Navidad de 1568 en la aldea de Béznar (Valle de Lecrín), donde los moriscos insurgentes reconocieron como su rey a Aben Humeya, y a la que sumaron numerosas aldeas de las tahas de Órgiva, Poqueira y Juviles y los demás moriscos de las Alpujarras. El primer movimiento de los rebeldes fue encabezado por el "gran visir" de Aben Humeya, Farax Aben Farax, que penetró esa noche del 24 al 25 de diciembre en el barrio granadino del Albaicín con un grupo de monfíes para sublevar a los moriscos que vivían allí13 pero al no conseguirlo lo abandonó —unos centenares de adeptos marcharon con él—. El fracaso de la sublevación en la capitalnota 1 se mostrará decisivo en el desenlace de la contienda14 que afectó a todo el Reino de Granada, y cuyo desarrollo se suele dividir en cuatro fases.15
- Primera fase
La primera fase duró hasta marzo de 1569 y estuvo marcada por las campañas conducidas por el marqués de Mondéjar y el marqués de Los Vélez para acabar con la rebelión. El primero partió de Granada en dirección a la Alpujarra estableciendo su cuartel general en Órgiva (en enero de 1569 ocupó las poblaciones de Juviles y Paterna evitando la represión y el pillaje de la tropa contra la población morisca, acción que le concedió fama de contemporizador)8 y el segundo salió de Vélez Blanco, situándose en Terque al este de las Alpujarras. Esta primera fase militar se encalló debido a la enemistad que mantenían los dos marqueses —alentada desde la Chancillería de Granada, que denunció en repetidas ocasiones a Mondéjar ante el rey— pero, además, la campaña fracasó y la insurrección cobró nueva fuerza a causa de los excesos cometidos por los soldados que se indisciplinaron en repetidas ocasiones.16 Del lado morisco el estallido de la rebelión fue seguido de una oleada de actos de venganza contra los cristianos viejos.8
Como han destacado Antonio Domínguez Ortiz y Bernard Vincent, «la guerra, durante las primeras semanas, revistió un carácter fanático, que se tradujo en la muerte, acompañada de torturas, de los curas y sacristanes, la destrucción de iglesias, las profanaciones», en las que también participaron los bandoleros monfíes, que constituyeron las tropas de choque de los rebeldes y que estaban muy acostumbrados al uso de métodos expeditivos.17 Se calcula que fueron asesinados entre 62 y 86 curas y frailes.18
Apenas quedó sacerdote, sacristán o fraile de la Apujarra y tierras vecinas libre de terribles crueldades. [...]. Mármol narra al por menor las circunstancias del martirio. A los curas y frailes les escarnecían recordándoles la severidad con que llevaban la cuenta de los que no asistían a misa y las penas que imponían por esto, las admoniciones que dirigían a las mujeres porque no se descubrían la cara o seguían practicando las antiguas costumbres. Una de las preocupaciones de los sublevados (como buenos musulmanes) era, sin embargo, la de hacer abjurar a los prisioneros, y en los casos de resistencia, que fueron todos, según los historiadores, era cuando iniciaban los tormentos. [...] Los lugares de culto fueron incendiados y saqueados de modo sistemático... Los moriscos expoliaban las sacristías, las casas de los curas y las de los cristianos en general. Como las iglesias sirvieron de refugio a los cristianos... a los asedios siempre se sumaron las rapiñas y profanaciones. [...] "Iuan a la Iglesia de cualquier lugar, derribauan los retablos, arrastrauan las imágenes, las despedaçauan y quebrauan las pilas del bautismo y sagradas Aras, vestíanse los ornamentos sacerdotales con irrisión y burla dellos" [cuenta un cronista].
Paralelamente los moriscos sublevados restauraron todos los aspectos de la civilización musulmana en las zonas que dominaban. Levantaron mezquitas, celebraron solemnemente los ritos islámicos, restablecieron la antigua etiqueta de la monarquía nazarí y la autoridad de los jefes de los antiguos linajes a los que concedieron los honores y atributos que les correspondían, y celebraron certámenes deportivos y juegos como en los tiempos de los Abencerrajes.19 La mayor parte de los sublevados abandonaron los poblados donde vivían yéndose con sus familias y bienes a lugares montañosos fortificándose en ellos. Así surgieron los "peñones", famosos por su significado estratégico, como el de Frigiliana donde se refugiaron los moriscos de la sierra de Bentomiz.20
En cuanto al pillaje y la indisciplina de las tropas cristianas, este se debió al hecho de que en su mayoría eran milicias urbanas faltas de entrenamiento y de entusiasmo21 —según el cronista Pérez de Hita la mitad de ellas constituían "los mayores ladrones del mundo, animados de la idea única de robar, saquear y destruir los pueblos de moriscos que se contenían sosegados"—22 y la táctica de las emboscadas empleada por los sublevados que rehuían el combate en campo abierto y aprovechaban su mayor conocimiento de un terreno tan intrincado como el de las serranías, en las que dominaban los puntos elevados desde donde daban audaces golpes de mano. Además «trataban de provocar el hambre en las filas enemigas dejando tras ellos campos incendiados y molinos destruidos». Por otro lado, ambos bandos actuaron con gran ferocidad y crueldad. Así mientras el marqués de Mondéjar tras la dura toma del fuerte de Guajar ordenó que fueran ejecutados todos sus habitantes, mujeres incluidas, los moriscos tras la conquista de Serón, en la fase siguiente de la guerra, «redujeron a esclavitud a 80 mujeres y mataron a 150 hombres y 4 ancianos, a pesar de las promesas hechas anteriormente».23
Ambos bandos vendieron como esclavos a buena parte de los del bando contrario que apresaron y no mataron. Los moriscos vendieron cantidad de cautivos cristianos a los mercaderes llegados del norte de África a cambio de armas, llegándose a dar «un cristiano por una escopeta».24 Por su parte los soldados de las tropas cristianas capturaban como botín de guerra a moriscos, especialmente mujeres, y el producto de su venta como esclavos o esclavas era para ellos, habiendo renunciado la Corona al "quinto" del precio pagado que debía haberle correspondido. Jefes y oficiales también se repartieron lotes de prisioneros, incluso niños —en un documento oficial se dice: «al capitán Gil de Andrada se le de María Hernández con dos niños suyos»—, y la propia Corona también se benefició de la venta de esclavos como sucedió con muchos de «los moros de Jubiles [que] fueron vendidos en pública almoneda en Granada, por cuenta del rey, y algunos murieron en cautiverio». La esclavización de los vencidos, incluidos mujeres y niños, fue una de las razones de que la resistencia morisca se prolongara.25
- Segunda fase
La segunda fase de la guerra abarca de marzo de 1569 a enero de 1570 y durante la misma la iniciativa correspondió a los moriscos insurgentes que contaron con nuevos apoyos porque las aldeas del llano y de otros lugares se sumaron a la rebelión. En mayo atacaron Berja donde tenía en ese momento su campamento el marqués de los Vélez; el 11 de julio tomaron Serón después de un sitio de un mes; en septiembre sitiaron Vera y en noviembre Órgiva, aunque no lograron tomarlas. El 20 de octubre fue asesinado Aben Humeya por los suyos y Aben Aboo quedó al mando de la rebelión.16 Aben Humeya «tenía muchos enemigos, pues se le consideraba codicioso, dado al vicio y al despotismo... Varios cabecillas, entre ellos Diego Alguacil, en relación con los turcos, decidieron deshacerse de él, y una noche, hacia el 20 de octubre de 1569, estando en Laujar, le prendieron y ahogaron».26
La rebelión fue apoyada militar y económicamente por Argelia (entonces, un protectorado del Imperio Otomano), con el objetivo de debilitar a Felipe II. Así de los 4000 insurgentes en 1569 se pasó a los 25 000 en 1570, incluyendo algunos elementos bereberes y turcos. La Armada Real mandada por Luis de Requesens y Gil de Andrade hubo de movilizarse para traer refuerzos al Ejército y proteger la costa granadina para evitar la llegada de refuerzos otomanos desde el norte de África.8 No obstante, el auxilio otomano a la rebelión fue de poca consideración y nunca llegó a alcanzar un carácter decisivo.nota 2
- Tercera fase
La tercera fase de la guerra se inicia en enero de 1570 cuando, ante el grave cariz que tomaba la revuelta, el rey Felipe II destituyó al marqués de Mondéjar como capitán general de Granada y nombró a su medio hermano don Juan de Austria para mandar a un ejército regular traído de Italia y del Levante, que sustituyó a la milicia local.8 Don Juan de Austria conquista y ordena destruir Galera el 10 de febrero, después de un asedio de casi dos meses;27 en marzo conquistó Serón dirigiéndose a continuación a la Alpujarra a finales de abril, instalando su cuartel general en el campo de los Padules, donde se le unió un segundo ejército al mando del duque de Sessa, Gonzalo Fernández de Córdoba, que había salido de Granada en febrero y había atravesado la Alpujarra de oeste a este. Al mismo tiempo, un tercer ejército al mando de Antonio de Luna y Enríquez de Almansa había salido de Antequera para alcanzar la sierra de Bentomiz, otro de los focos de la rebelión morisca, a principios de marzo.28
- Cuarta fase
La cuarta fase de la guerra se extiende de abril de 1570 a la primavera de 1571. Don Juan de Austria entró a sangre y fuego en las Alpujarras, donde destruyó casas y cultivos, pasando a cuchillo a hombres y haciendo prisioneros a todos los niños, mujeres y ancianos moriscos que encontraron a su paso.8 El avance de las tropas de la Corona abrió una brecha en el bando morisco entre los partidarios de continuar la lucha y los que defendían la necesidad de negociar la rendición. En mayo se produjo una entrevista en el Fondón de Andarax resultado de la cual muchos moriscos depusieron las armas o huyeron al norte de África. Poco después el líder de los partidarios de la negociación, Hernando El Habaqui fue detenido y ejecutado por orden de Aben Aboo. Los combates se desplazaron entonces a la Serranía de Ronda donde el 7 de julio los moriscos rebeldes saquearon Alozaina y concentraron sus fuerzas en la sierra de Arboto. De allí fueron desalojados el 20 de septiembre por el duque de Arcos. A partir de ese momento comenzó la expulsión de los moriscos de todo el Reino de Granada.9
Aunque a partir de octubre de 1570 las rendiciones de los moriscos fueron masivas, varios miles siguieron resistiendo. La mayoría se refugiaron en cuevas, tan abundantes en las Alpujarras, donde muchos de ellos murieron asfixiados, ahogados por el humo de las hogueras que prendieron las tropas cristianas en sus entradas para obligarles a salir. El cronista Mármol describe así estos episodios:29
En la cueva de Mecina de Bombaron se tomaron doscientas y sesenta personas, y se ahogaron de humo otras ciento y veinte. En otra cueva cerca de Bérchul se ahogaron sesenta personas, y entre ellas la mujer y dos hijas de Abenabó; y estando él dentro, se salió por un agujero secreto con sólo dos hombres que le pudieron seguir. En la cueva de Castares murieron treinta y siete personas, y en la de Tiar se tomaron vivas sesenta y dos, y en todas se hallaron muchas armas, vituallas y ropa. [...]
Por la costa ganáronseles seis cuevas muy grandes, que en solas dos dellas hubo al pie de ochocientas personas, y en la postrera que se rindió el 10 de octubre, que fue la de Détiar, había cien moros de la tierra y treinta de Berbería, y un turco, todos muy bien armados, y más de trescientas mujeres y niños; y en otra que estaba sobre el lugar de Murtas hacia el mar, se rindió don Francisco de Córdoba.
Juan de Austria lograría sofocar la revuelta en la zona de las Alpujarras hacia 1571. Los últimos rebeldes, tras perder el Fuerte de Juviles, fueron asediados en sus cuevas, donde murió Aben Aboo apuñalado el 13 de marzo por sus seguidores en una cueva de Bérchules.
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