ÉPOCA MEDIEVAL
Alonso o Alfonso López,1 «le sieur Loppes», morisco posiblemente nacido en Zaragoza hacia 1572 y fallecido en París en 1649, fue un comerciante de diamantes, agente financiero y confidente del cardenal Richelieu.
Biografía[editar]
Tanto los orígenes como los primeros años de vida de López permanecen confusos. Tallemant des Réaux, que lo conoció por haber sido vecino de su padre y le dedica una de sus Historietas, dice de él que se presentaba como descendiente de los abencerrajes de Granada y que su padre le veía comer cerdo casi a diario,2 pero algunas de las anécdotas que recoge indican que había quienes lo tenían por judío; así, cuando vendió un crucifijo por un precio muy elevado, alguien comentó «¿Cómo? ¡Habiendo vendido tan barato el original!».3 Para J. H. Elliott se trataría sin género de duda de un miembro de la comunidad de marranos portugueses residentes en Francia, «en apariencia morisco aragonés» y confidente de Richelieu al tiempo que en contacto con el conde-duque de Olivares, «sin que se sepa a ciencia cierta si hacía doble juego o no».4 En los fondos documentales españoles en relación con los Países Bajos, sin embargo, aparece caracterizado siempre como morisco y agente de Richelieu en Holanda.5 Julio Caro Baroja, que tituló su reseña biográfica «El último Abencerraje», señala que si fuera cierta su descendencia de los abencerrajes podría estar emparentado con Diego López, llamado Abén Aboo, proclamado rey en la rebelión de las Alpujarras, aunque su personalidad quedaría «más cerca de los asentistas portugueses, cristianos nuevos, más o menos judaizantes, que vivieron entre la opulencia y las cárceles inquisitoriales, algunos de los cuales fueron tan fieles al conde-duque y a Felipe IV como él lo fue a Richelieu y a Luis XIII».6
López aparece por primera vez en Francia —sin saber francés— en 1604, mencionado en su correspondencia con el rey Enrique IV por Jacques Nompar de Caumont, duque de la Force y gobernador del Béarn y Navarra, que lo presenta como agente de los moriscos españoles gestionando el apoyo francés a una conjura urdida por sus correligionarios.7 Ya fuese real o supuesta, la trama no pasó adelante, pero López se quedó en suelo francés y cuando se produjo la expulsión de los moriscos de España ayudó a embarcar en el puerto de Agda con destino a Berbería a los que habían optado por marchar al exilio cruzando los Pirineos. En 1611 residía en París, en la rue Saint-Honoré. Actuando como intermediario entre los comerciantes franceses y los turcos había podido reunir capital suficiente para iniciarse en el negocio de los diamantes, que compraba en bruto y revendía tras hacerlos tallar con perfección.89 La dedicación al comercio de lujo le abrió las puertas de la corte. Leonora Dori, casada con Concino Concini, el favorito de María de Médicis, acudía a él también en busca de remedios para sus males, por sus relaciones con médicos judíos y hechiceros. En 1617, cuando se produjo la caída en desgracia de la favorita y el juicio por brujería que la llevó a la muerte por decapitación, López fue llamado como testigo pero logró salir indemne. También resultó absuelto en 1624 de una acusación por espionaje en favor de España —y condenado el denunciante—. Lo que le había hecho sospechoso era, al parecer, la ampliación del negocio a la importación desde España de guadameciles de cuero.10
El comercio de piedras preciosas y objetos de lujo lo puso en contacto con Richelieu que decidió aprovechar sus conocimientos mercantiles en la compra de armas y barcos.11 Pero López le sirvió también como espía, al servicio de sus particulares intereses.12 En 1627 lo envió a El Havre para estudiar las posibilidades económicas y defensivas del puerto y López redactó un memorial en el que proponía favorecer a los judíos portugueses, expulsar a los protestantes y hacer del puerto un emporio dedicado al comercio e industrias de transformación de la caña de azúcar. De allí pasó a Holanda, donde se encontraba a finales de ese año, para negociar la compra de barcos y armas que serían empleados en el asedio de La Rochelle. A la hora de volver a Francia tropezó con dificultades, pues los holandeses le retuvieron el pasaporte como español y súbdito de una nación enemiga.13 Una vez superados estos inconvenientes y establecido como aprovisionador de armamento, en el otoño de 1636 volvió a viajar a los Países Bajos con la misión de comprar armas, obras de arte y objetos de lujo. En su relación con Federico Enrique de Orange-Nassau no tuvo en cuenta al embajador de Francia, que sintiéndose desplazado se quejó a Richelieu por el comportamiento de López y sus aires de superioridad.14 Richelieu respondió al embajador haciendo alguna burla de López, a quien aparentemente desautorizaba: «Si vous connaissiez ce que c'est d'un Espagnol, et d'un Maure davantage...»15
En enero de 1639, sin embargo, el embajador había sido sustituido y López volvió a Holanda, ahora con título de consejero de Estado y maitre-d'hôtel del rey de Francia. Con el cardenal mantendrá una correspondencia incesante y comprará armas en grandes cantidades, pero también diamantes y obras de arte.14 En la venta de la colección de Lucas van Uffelen celebrada ese año en Ámsterdam adquirió el retrato de Baltasar Castiglione de Rafael (Louvre). Rembrandt, que asistió a la subasta y dibujó un rápido bosquejo del retrato, anotó en sus márgenes que por él se habían pagado la extraordinaria cantidad de 3 500 florines.16 En casa de López lo vio Joachim von Sandrart junto con otro retrato famoso: el que entonces se creía retrato de Ludovico Ariosto, pintado por Tiziano (Londres, National Gallery, llamado ahora Gerolamo (?) Barbarigo, también conocido como El hombre de la manga azul). De ambos retratos hizo dibujos Sandrart, posteriormente grabados por Reinier van Persijn, y Rembrandt se inspiró en ellos para su Autorretrato a los treinta y cuatro años (1640, Londres, National Gallery).1718 No era ese el único Tiziano en la colección de López, propietario también de Flora (Florencia, Galleria degli Uffizi), otro cuadro reproducido por Sandrart y que pudo servir de modelo a Rembrandt para sus tres aproximaciones al tema.19 Y contaba en su colección con un Rembrandt de juventud: Balaam y su burra (1626, París, musée Cognacq-Jay).20
Quebrantada su salud y aún más sus finanzas tras una quiebra en diciembre de 1641 su colección de arte salió a subasta.11 El Ariosto de Tiziano pasó entonces a poder de Anton van Dyck. Los fondos comprometidos para la compra de armas y buques no llegaban y las quejas a Richelieu por la tardanza son continuas en las cartas de López. Incluso cuando se rehace y puede volver a Francia escribe al cardenal lamentando la escasez de fondos y las dificultades que encuentra para obtener el pasaporte con el que poder asistir a la subasta de los bienes de Rubens, recientemente fallecido.11 Cuando ya en París en 1642 presentó sus cuentas se le debían 327 000 libras adelantadas al servicio del rey, que Richelieu ordenó le fuesen satisfechas.21 Residió sus últimos años en una casa con una «cantidad inmensa» de chimeneas en la rue des Petits-Champs, que después de su muerte seguiría siendo conocida en París como el Hôtel Lopes.21 Según Tallemant, tenía una carroza tirada por seis caballos como no tenía ninguno de los embajadores.2
Falleció el 21 de octubre de 1649, dejando un legado al convento de los Jacobinos o dominicos de la rue Saint-Honoré para que en los aniversarios de su muerte celebrasen a perpetuidad un servicio completo, con reparto de pan, vino y candelas.21 Fue enterrado en la iglesia de Saint-Eustache de París, leyéndose en su epitafio: natus iber, vixit gallus.
La loza de Muel o cerámica de Muel, población de la Comunidad Autónoma de Aragón situada a 27 km de Zaragoza, engloba la producción alfarera fabricada desde finales del siglo XIV hasta nuestros días. A la cabeza de la producción en la comarca de Campo de Cariñena,1 Muel, junto con Calatayud y Villafeliche, fue uno de los núcleos de cerámica mudéjar más importantes del Reino de Aragón y su fama quedó documentada ya en 1585 en el relato del arquero Henrique Cock, miembro del séquito de Felipe II, a su paso por Muel.2
Su producción está dividida en dos etapas principales, la anterior y la posterior a la expulsión de los moriscos en el año 1610.3 Además de vajilla doméstica, religiosa, farmacéutica, sanitaria y funeraria (lápidas), Muel destacó por su azulejería, conservada en revestimientos, suelos y arquitectura de edificios religiosos y civiles.
La loza de Muel está presente en museos e instituciones culturales como el Museo Arqueológico Nacional (España), el Instituto Valencia de Don Juan, el Museo de Bellas Artes de Zaragoza y el Walters Art Museum.
Evolución e influencias[editar]
Entre los siglos XIII y XVII, la nutrida comunidad mudéjar acaparó en Aragón la mayor parte de la actividad agrícola, la navegación fluvial y los oficios artesanos. En alfarería, tanto en técnicas como en colores y motivos, la loza de Muel fundió los tipos originales islámicos con influencias cristianas, góticas y renacentistas.
Loza morisca[editar]
Los musulmanes asimilados en la zona quedaron bajo la jerarquía de los señores de Luna y más tarde del marquesado de Camarasa.4 Pobladores que a partir de 1522 fueron obligados a convertirse al cristianismo y bautizarse, pasando a ser llamados «moriscos» o «musulmanes convertidos».
Los alfareros de Muel tuvieron sus primeros obradores fuera del recinto amurallado, junto al río Huerva y colindantes con el camino real a Zaragoza.Nota 1
La vajilla morisca ha dejado platos, escudillas, jarros, cantarillas, orzas, y cuencos. En la loza abierta, el interior presenta decoración geométrica, espirales o círculos, y en las piezas más lujosas aparecen añadidos ornamentos en relieve o incisiones en forma de flores o motivos vegetales que revelan las influencias de las lozas levantinas de Paterna o Manises.
El archero Cock[editar]
Año 1585. Felipe II y su séquito hacen escala en Muel, camino de Valladolid. Henrique Cock, archero de su guardia imperial, dejó en su diario de viaje este valioso documento descriptivo sobre la técnica alfarera morisca de origen mesopotámico:
"Todos los vecinos cuasi deste lugar son olleros y todo el barro que se vende en Zaragoça lo más haçen aquí y desta manera. Primeramente haçen los vasos de cierta materia que allí la tierra les da, de tal suerte como los quieren; fechos, los coçen en un horno que para esto tienen aparejado; vueltos después á quitar para que les den lustre blanco y los hagan llanos, haçen un lavatorio de ciertas materiales desta manera: toman una arroba de plomo con la cual mezclan tres ó cuatro libras de estaño y luégo otras tantas libras de çierta arena que allí tienen, de todo lo cual haçen una masa como de yelo y lo haçen en menudas piezas y muélenlo como harina, y hecho ansí polvo lo guardan. Este polvo después mezclan con agua y tiran los platos por ella y los coçen otra vez en el horno, y entónces con este calor conservan su lustre. Después para que toda la vajilla hagan dorada, vinagre muy fuerte con el cual se mezclan como dos reales de plata en polvo y bermellón y almagre y un poco de alumbre (cobre), lo cual todo mezclado escriben con una pluma sobre los platos y escudillas todo lo que quieren, y los meten por tercera vez en el horno, y entonces quedan con el color de oro que no se les puede quitar hasta que se caigan en pedazos."Anales del año ochenta y cinco. Henrique Cock (1585).5
Loza levantina[editar]
Gracias al relato de Cock se documenta que antes de la expulsión de los moriscos en 1610, Muel recibió influencias del foco de Manises, por la presencia en sus alfares de loza dorada.
A los fabricantes de loza dorada se les llamaba oficiales de hacer vajilla de blanco, almalagueros o maestros de la Málega, delatando así que imitaban las técnicas desarrolladas antes en Málaga.6 La producción estaba monopolizada por varias familias cuyos miembros aparecen reiteradamente citados en algunos documentos notariales (1583): los Abroz, Alax, Bargueño, Carruzet, Dupon, Ibáñez, Janero, Lançari, Taquea, Maçerol, Maniçes, Medina, Moncayo, Montero, Presson, de la Roya y otros.7
La vajilla de loza dorada abarcaba dos calidades, "común" y "delgada", vendidas a precios diferentes. Entre las piezas catalogadas hay desde sencillos objetos de la vajilla doméstica hasta pilas bautismales (para iglesias parroquiales como la de la localidad de Quinto, por ejemplo).
El arraigo de la loza dorada en Aragón hizo que, tras la expulsión de los moriscos aragoneses en 1610, se contratara a escudilleros de Reus entre 1612 y 1620,6 para que la siguieran fabricando en Muel; inmigración documentada arqueológicamente.8 Esta afluencia de alfareros catalanes, castellanos e incluso italianos determinó un cambio de gusto en las técnicas de producción y en los repertorios ornamentales, acercándose progresivamente a los cánones y gustos europeos.
En concreto, la loza dorada muelera llegó a personalizarse combinando el dorado con azul y verde o sólo con azul, tradición que se extendería hasta el siglo XVII.
Muel también fabricó loza más barata y popular, vidriada en azul e incluso en azul, verde y morado (aplicados con pincel-peine).9
La saturación laboral en Muel propició que se abriese un nuevo alfar en Villafeliche, vinculado al de Muel por su pertenencia a los marqueses de Camarasa, produciéndose una cerámica muy similar en ambas poblaciones. Aparecen nuevas piezas de vajilla como fruteros, bandejas planas, escudillas provistas de dos asas llamadas «de oreja», mancerinas con jícaras y bacías con el borde recortado para el afeitado.8
El plato de la tesorera de las tripas[editar]
La inscripción en el borde de esta pieza cita el nombre de su propietaria, el cargo y la fecha de fabricación: "Esperanza de Tierça, esposa del Mig [u] el de Navarro, tesorera de las tripas de la villa de Muel. Año 1603."Nota 2 Asimismo, envuelto en uno de los lazos oscuros de la decoración se puede leer el nombre de "Juan Escribano," sin duda el maestro alfarero. Adquirida por Henry Walters, antes de 1909, en su museo desde 1931.
Talaveras, catalanas y chinas[editar]
A partir del siglo XVII, las influencias llegaron a Muel desde los vecinos focos catalanes y de Talavera de la Reina, localidad toledana de larga tradición locera, que había asimilado ya las modas orientales.
Aparecieron nuevos motivos decorativos como los escudos heráldicos y se aplicaron técnicas de influencia italiana como la de los «esponjados», de la que se conserva un interesante ejemplar en el Castillo de Monzón.10
En este periodo comenzaron a fabricarse albarelos y piezas de carácter religioso como las pilas bautismales y las benditeras de estilo barroco en el siglo XVIII.
Alcora y los italianos[editar]
Con el siglo XVIII, entró en Muel la moda italiana a través de las lozas ilustradas de Alcora, centro cerámico con el que llegó a competir tímidamente. Dibujos de «estilo Bérain» o de la «pintura del ramito» invadieron la loza de Muel e incluso las pilas bautismales, como las de Pozuelo de Aragón, Luceni, Pleitas o Agón.11
Con el paso al siglo XIX, Muel retomó tradiciones levantinas y generalizó el uso de tampones, trepas o plantillas (para nombres, flores, animales); así mismo se popularizó la costumbre de añadir las iniciales de los compradores en las piezas. También aumentó en ese periodo la producción funeraria con motivos e inscripciones piadosos.12
La azulejería de Muel[editar]
En el universo cerámico de Muel, el capítulo más destacado es la azulejería, por su aportación al mudéjar aragonés.
Estilística y formalmente la decoración de los diferentes tipos y modelos de azulejo siguió los pasos de la loza. Así, tanto en el estampado azul como en la policromía, se alternaron y combinaron temas básicos de lacerías, estrellas y motivos vegetales en arrimaderos, frisos o rellenos de los fondos arquitectónicos del mudejár.8
En la decoración de azulejos se empleó especialmente la técnica de cuenca o arista, muy parecida a la que se hacía en Toledo o Sevilla. Se trata de un procedimiento cerámico relativamente sencillo pero muy laborioso: en principio basta imprimir en una loseta cruda, pero con el barro ya consistente, un molde con el dibujo en negativo; tras efectuar la cocción de la pieza, el resultado es una dibujo en bajorrelieve que se rellena con esmaltes, a discreción. El propio borde-tabique del relieve se encarga de separar los colores. Los más empleados en Muel fueron el verde, el melado y el azul junto con el blanco de fondo y el manganeso (morado-negruzco).14
La azulejería coexistió con la fabricación de loza de mesa pintada a pincel. Y así, con el mismo colorido de las vajillas, se realizaron revestimientos para iglesias, arrimaderos y solerías.