viernes, 3 de abril de 2020

HISTORIA DE ESPAÑA

ANTÍGUO RÉGIMEN - CORTES

Cortes de León es la denominación historiográfica tanto de las reuniones de las Cortes privativas del reino de León, cualquiera que fuera la ciudad donde tuvieran lugar, como de las reuniones de las posteriores Cortes de la Corona de Castilla que tuvieron lugar en la ciudad de León. Según UNESCO es la cuna del parlamentarismo mundial.
Las primeras que se celebraron se hicieron según la tradición de los Concilios de Toledo del reino visigodo, por lo que en realidad eran más bien concilios eclesiásticos con participación civil (como el Concilio de León o Cortes de León de 1020, con Alfonso V de León), o bien una reunión ampliada del aula regia. Entre las que cita la documentación están las Cortes de León de 1037, con Fernando I de León.
Las de mayor importancia política fueron las Cortes de León de 1135 (también llamadas «Concilio de León»), «en las que Alfonso VII fue proclamado Emperador. Asistieron los arzobispos, obispos, abades, condes, príncipes y duques del Reino, y particularmente constan los nombres de la Reina Doña Berenguela, de la Infanta Doña Sancha, del Rey de Navarra D. García, del Rey moro Zafadola y de los condes de Barcelona y Tolosa y otros de Gascuña y de Francia que daban parias al Emperador, y se reconocían por sus vasallos».1
Las primeras que tuvieron componentes de los tres «brazos» (nobleza, clero y «común» de las ciudades), y que por lo tanto fueron las primeras Cortes propiamente dichas, fueron las Cortes de León de 1188. Al año siguiente hay constancia de unas Cortes de León de 1189, de las que «hay vaga noticia», y años después unas Cortes de León de 1208, todas ellas con Alfonso IX. También hubo convocatorias de Cortes del reino de León en otras ciudades, como Benavente.
Ya con los reinos de Castilla y León integrados en la Corona de Castilla, volvió a realizarse una convocatoria de Cortes en la ciudad de León, las Cortes de León de 1342, aunque las del reino leonés se efectuaban de forma separada a las del castellano, que hasta 1250 no tuvo voto del estamento popular. De las Cortes de León de 1349 se recoge que fueron particulares de ese reino, aunque fueron las últimas antes de integrarse en las de la corona.
No deben confundirse con las Cortes de Castilla y León, institución legislativa de la Comunidad Autónoma actual.









Cortes de Alcalá es la denominación historiográfica de las reuniones de las Cortes de Castilla que tuvieron lugar en la ciudad de Alcalá de Henares.
En una de esas dos reuniones de Cortes se originó el famoso dicho Por Castilla hablaré yo, atribuido al rey Alfonso XI, con el que zanjó la disputa de prelación entre los procuradores de Toledo y Burgos.











Las cortes de Alcalá de Henares de 1348 dieron como fruto el Ordenamiento de Alcalá, el cual clarificará el orden de prelación de las fuentes del derecho castellano desde el mismo año en que se aprobó hasta el S.XVIII. Estas cortes fueron convocadas por Alfonso XI, y fueron de vital importancia para el mundo del derecho, pues supondrían el paso de la aplicación de los fueros a la aplicación del derecho común, bien recogido en el Código de las siete partidas.



















Cortes de Carrión es la denominación historiográfica que tienen las reuniones de las Cortes de Castilla que tuvieron lugar en la ciudad de Carrión de los Condes. Fueron tres:
Las Cortes de Carrión de 1188, con Alfonso VIII, que para Manuel Colmeiro fueron "famosas y memorables". También recoge que el rey castellano armó caballero durante estas cortes a dos notables personajes: Alfonso IX, rey de León ("de quien dicen los historiadores que besó la mano al de Castilla en reconocimiento de vasallaje") y Conrado II de Suabia, hijo de Federico Barbarroja ("que había venido de Alemania a celebrar su desposorio con la infanta Doña Berenguela"). Además las Cortes sirvieron para recibir juramento de fidelidad del clero y la nobleza ("el Arzobispo de Toledo, los Obispos de Burgos, Ávila y Calahorra, varios condes, señores y caballeros y los mayores de cuarenta y ocho ciudades, cuyos nombres expresa la escritura -Toledo, Cuenca, Huete, Guadalajara, Coca, Portillo, Cuéllar, Pedraza, Hita, Salamanca, Uceda, Buitrago, Madrid, Escalona, Maqueda, Talavera, Plasencia, Trujillo, Ávila, Segovia, Arévalo, Medina del Campo, Olmedo, Palencia, Logroño, Calahorra, Arnedo, Tordesillas, Simancas, Torrelobatón, Montealegre, Fuentepura, Sahagún, Cea, Fuentidueña, Sepúlveda, Aillon, Maderuelo, San Estéban, Osma, Caracena, Atienza, Sigüenza, Medinaceli, Berlanga, Almazán, Soria y Valladolid-").1​ La presencia de estos "mayores" (civitatum et villarum quorum majores juraverunt) se interpreta por Colmeiro no como una representación del común, sino como el juramento de los merinos (funcionarios reales para el gobierno de esas circunscripciones, negándoles la condición de "procuradores" que hace alguna fuente (Núñez de Castro).
Las Cortes de Carrión de 1192, de fecha no aclarada (pudieron ser también en 1193 o 1194), también con el rey Alfonso VIII, convocadas con el fin de "acordar los medios de formar y prevenir mantenimientos con que sustentar a los soldados", en preparación de la campaña militar que se sustanció en la batalla de Alarcos (1195).
Las Cortes de Carrión de 1317, que Colmeiro considera precedidas de un "Ayuntamiento" en la misma ciudad.









Cortes de Cuéllar puede referirse a cualquiera de las reuniones de las Cortes de Castilla que tuvieron lugar en la villa de Cuéllar:











Las Cortes de Cuéllar de 1455 fueron una asamblea de las Cortes de Castilla celebrada en la villa de Cuéllar (Segovia) en el año 1455, siendo las primeras cortes convocadas por Enrique IV de Castilla tras su proclamación como nuevo rey de Castilla a la muerte de su padre Juan II de Castilla, ocurrida en Valladolid a 22 de julio de 1454. El hecho de que el nuevo rey eligiera la villa de Cuéllar como lugar de celebración de sus primeras Cortes viene precedido por la particular predilección que el monarca mostró durante toda su vida por la ciudad de Segovia y por su provincia, especialmente Cuéllar, un territorio valioso por su situación y apreciado por el rey, de tal manera que la terminaría comprando a su hermanastra Isabel la Católica para entregársela a su valido Beltrán de la Cueva en 1464.
No se conserva el cuaderno de estas Cortes, pero quedaron reflejadas en la crónica del rey escrita por Diego Enríquez del Castillo; en ella se narra el transcurso, debates y medidas de las mismas, en las que destaca la decisión de lanzar una ofensiva contra el Reino nazarí de Granada, pronunciando el rey un discurso acerca de la guerra al estilo clásico:
Entre los varones romanos siempre fue la paz más peligrosa que la guerra, porque con ella puestos en ociosidad se dieron más a los deleites que al exercicio de las armas, y procurando sus particulares intereses, menospreciaron la fama, pospusieron el bien de la patria común, e perdieron el señorío universal del mundo, que como industriosos guerreros alcanzaron e poseyeron. Mientras les tuvo la guerra fueron siempre virtuosos, señorearon la monarquía, vencieron sus enemigos, sostuvieron la república, multiplicaron el bien de ella, e quedaron renombrados. Pues si tantos y tales bienes suelen nascer de la guerra, justa cosa e muy necesaria es que nosotros los católicos como verdaderos christianos la queramos emprender, porque con ella desechando los vicios e tomando las virtudes, destruyamos los enemigos que persiguen nuestra fe, peleemos contra los moros que usurpan nuestra tierra, tomada por gran traición a aquellos que ge la dieron. Para lo qual tres cosas señaladas son las que nos ayudan: la primera que nos mueve justa causa; la segunda que tenemos clara justicia; la tercera, que nuestro propósito es sancto y el celo de Dios nos guía, cuya causa es la que se hace. Así que guerreando contra ellos, nosotros pelearemos por la verdad y ellos por la mentira; nosotros por glorificar a Dios, los otros por ofenderle. Por donde espero en la infinita bondad de nuestro redentor que nos dará vencimiento de ellos tal, e de tal manera, que tornaremos con honra, e recobraremos lo que nuestros antepasados perdieron.
Nieto Soria, 2006, pág. 288.
El encargado de responder al discurso del rey en nombre de los caballeros asistentes fue Íñigo López de Mendozamarqués de Santillana. Conocida la campaña decidida en Cuéllar, el papa Calixto III bendijo un sombrero y una espada que hizo llegar al rey como presente.

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