ÉPOCA MEDIEVAL
Gregorio IX (Anagni, ca. 11701 – Roma, 22 de agosto de 1241) fue el papa n.º 178 de la Iglesia católica de 1227 a 1241.
De nombre Ugolino de Segni,2 era sobrino del papa Inocencio III quien le fue nombrando sucesivamente, capellán papal, arcipreste de San Pedro, cardenal diácono de San Eustaquio en 11983 y cardenal obispo de Ostia y Velletri en 1206.
En 1207, Inocencio III lo envió como legado a Alemania con la misión de mediar en la disputa sucesoria que surgió a raíz de la muerte de Enrique VI.
En 1217, bajo el pontificado de Honorio III, ejerce como delegado plenipotenciario para Lombardía y Toscana donde predicó la Sexta Cruzada.
Elegido papa el 19 de marzo de 1227,4 tras renunciar a la tiara el cardenal Conrado de Urach que había sido elegido como primera opción, adoptó el nombre de Gregorio IX. Contaba en ese momento con cincuenta y siete años y su pontificado se extendió durante catorce años, hasta su muerte a los setenta y un años de edad.
Gregorio IX | ||
---|---|---|
![]() Retrato anónimo (c. siglo xvii) | ||
![]() Papa de la Iglesia católica | ||
19 de marzo de 1227-22 de agosto de 1241 | ||
Predecesor | Honorio III | |
Sucesor | Celestino IV | |
Información personal | ||
Nombre | Ugolino de Segni | |
Nacimiento | Anagni (Estados Pontificios), ca. 1170 | |
Fallecimiento | 29 de agosto de 1241jul. y 22 de agosto de 1241jul. Roma (Italia) | |
Alma máter | Universidad de Bolonia | |
![]() Escudo de Gregorio IX |
Enfrentamiento con el Sacro Imperio[editar]
Su primera medida como Pontífice fue la excomunión del emperador Federico II5 por las continuas demoras en su participación en la Sexta Cruzada. Esta excomunión hizo que los partidarios del emperador se alzaran contra Gregorio obligándolo a abandonar Roma para refugiarse en Viterbo y posteriormente en Perugia.
Federico II decide entonces, para probar la injusticia de su excomunión, dirigirse a Tierra Santa, hacia donde parte sin la bendición papal, en 1228, al frente de un reducido ejército que sin embargo logró conquistar la isla de Chipre y hacerse, en 1229 mediante un acuerdo diplomático, con Jerusalén, Belén y Nazaret.
Gregorio IX no responde con la absolución de Federico, sino que declara que las acciones del emperador en Tierra Santa no pueden calificarse como guerra santa al continuar excomulgado, y procede a liberar a los cruzados del voto de obediencia al emperador, quien se vio obligado a regresar al conocer que el papa, junto a la Liga Lombarda, estaba invadiendo su reino de Sicilia.
Tras desembarcar en Brindisi, Federico logra derrotar a las fuerzas pontificias y lombardas expulsándolas de los territorios imperiales y firmando, en 1230, la Paz de San Germano por la que a cambio de que el papa revocara su excomunión, el emperador aseguraba a la Iglesia sus posesiones territoriales.
La Paz de San Germano no duró mucho, ya que con las distintas formas de concebir el papado que tenían Gregorio y Federico un nuevo enfrentamiento era ineludible. El momento llegó en 1237, cuando las tropas imperiales derrotaron a la liga lombarda en la Batalla de Cortenueva y el papa encontró la excusa apropiada para volver a excomulgar a Federico II en 1239.
Inmediatamente ordenó una cruzada contra el emperador, intentó infructuosamente que los príncipes alemanes eligieran un nuevo rey y convocó un concilio en Roma para celebrarlo en 1241.
Federico anunció por su parte su oposición total a la celebración de un concilio que, convocado por el papa, no tenía otra motivación que la de su deposición y sustitución por lo que ordenó a sus tropas que apresaran a todos los que viajaran a Roma con la intención de participar en el mismo.
La detención y encarcelamiento de más de cien clérigos impidió la celebración del sínodo y, poco después, el 22 de agosto de 1241 fallecía Gregorio IX a la de edad de setenta y un años.
Otras realizaciones[editar]
Gregorio IX mediante la publicación, en 1231, de la bula Excommunicamus estableció formalmente el proceso de investigación y castigo que se haría de los herejes, proceso llamado de la Inquisición haciéndole depender directamente del pontífice, nombrando a los dominicos como inquisidores y estableciendo que los herejes fueran entregados al brazo secular para su castigo.
Previamente, había negociado una solución para la huelga estudiantil que tuvo lugar en 1229 en la Universidad de París.
Fue uno de los mejores amigos de san Francisco de Asís. Tanto, que fue nombrado como el primer protector de la Orden Franciscana. Todos los frailes recurrían a él ante cualquier necesidad o problema. San Francisco le profetizó que sería papa, aun cuando este era cardenal y obispo de Ostia.
Canonizó a san Francisco de Asís el 16 de julio de 1228, a santo Domingo el 8 de julio de 1234, y a san Antonio de Padua en mayo de 1232.
Otorgó a la expedición de Conquista de Ibiza y Formentera empresa de Guillem de Montgrí y Bernat de Santa Eugenia de Berga el título de cruzada en una bula del 24 de abril de 1235.6 Y promulgó otra bula en febrero de 1237 donde otorgaba a la campaña contra el Valencia también carácter de cruzada.7
Las profecías de san Malaquías se refieren a este papa como Avis ostiensis (El ave de Ostia), cita que hace referencia al hecho de que fue cardenal de Ostia antes de su elección como pontífice y al que en su escudo de armas aparece un ave.
La cruzada albigense —denominación derivada de Albi, ciudad situada en el suroeste de Francia—, también conocida como cruzada cátara o cruzada contra los cátaros, fue un conflicto armado que tuvo lugar entre 1209 y 1244, por iniciativa del papa Inocencio III con el apoyo de la dinastía de los Capetos (reyes de Francia en la época), con el fin de reducir por la fuerza el catarismo, un movimiento religioso calificado como herejía por la Iglesia católica y asentado desde el siglo XII en los territorios feudales del Languedoc, favoreciendo la expansión hacia el sur de las posesiones de la monarquía capetana y sus vasallos.
La guerra, que se desarrolló en varias fases, se inició con el enfrentamiento entre los ejércitos de cruzados súbditos del rey Felipe Augusto de Francia con las fuerzas de los condes de Tolosa y vasallos, provocando la intervención del Reino de Aragón que culminó en la batalla de Muret. En una segunda etapa, en la que inicialmente los tolosanos alcanzaron ciertos éxitos, la intervención de Luis VIII decidió la sumisión del condado certificada por el Tratado de París (1229). En una prolongada fase final, las operaciones militares y las actividades de la recién creada Inquisición se centraron en la supresión de los focos de resistencia cátara, que, desprovistos de sus apoyos políticos, terminaron por ser reducidos. La guerra destacó por episodios de gran violencia, provocó la decadencia del movimiento religioso cátaro, el ocaso de la hasta entonces floreciente cultura languedociana y la conformación de un nuevo espacio geopolítico en Europa occidental.
Cruzada albigense | ||||
---|---|---|---|---|
Parte de Cruzadas | ||||
![]() | ||||
Fecha | 1209-1244 | |||
Lugar | Languedoc, Francia | |||
Resultado | Victoria decisiva de los Estados Pontificios, el reino de Francia y los cruzados | |||
Beligerantes | ||||
| ||||
Comandantes | ||||
Geopolítica occitana de la época[editar]
A principios del siglo XIII, las regiones del Languedoc se encontraban bajo el dominio de varios señores:
- El condado de Tolosa, gobernado por Ramón VI de Tolosa, dominaba la zona comprendida entre los valles del Garona, Rouergue y Quercy, a los que se añadían sus posesiones en la Alta Provenza.
- El condado de Cominges, bajo el poder de Bernardo IV de Cominges, conde de Cominges y de Bigorra, primo hermano del conde de Tolosa y vasallo del mismo en tanto que señor de Samatán y Muret.
- El condado de Foix, cuyo titular era Raimundo Roger I, vasallo del conde de Tolosa.
- El vizcondado de Béarn.
- El vizcondado de Carcasona, Béziers, Albi y Limoux, cuyo señor feudal era Ramón Roger Trencavel, sobrino de Raimundo VI. Poseía el principado que abarcaba desde Carcasona a Béziers. La familia Trencavel rendía solemne homenaje a la Corona de Aragón desde 1179, siendo a la vez vasallos del Condado de Tolosa. La dinastía feudal Trencavel mantenía asimismo alianzas con el Vizcondado de Minerve.
- La Corona de Aragón, dominios del rey Pedro II de Aragón, a la que rendían vasallaje los condes de Tolosa.
Las cinco diócesis cátaras —Albi, Cahors, Carcasona, Narbona y Toulouse—, e incluso Agen, ocupaban casi exactamente los territorios de los grandes señores feudales del Languedoc. Los cátaros recibían el apoyo de algunos nobles y habían logrado asentarse gracias a la acción ejemplar de los Perfectos —seguidores cátaros de una vida ascética— y a la incapacidad del clero católico. Los Perfectos y Perfectas no eran muy numerosos, pero una gran parte de la población toleraba su doctrina e incluso la favorecía.1
Causas de la Cruzada[editar]
El catarismo[editar]
El catarismo es frecuentemente clasificado como una religión de carácter gnóstico y maniqueísta, especialmente inspirada en el movimiento de los bogomilos que surgieron en el siglo X en los Balcanes y con influencias litúrgicas del cristianismo primitivo.
Tuvo un fuerte auge durante los siglos XII y XIII en Europa occidental donde llegaron a ser conocidos también como albigenses, en alusión a la ciudad de Albi donde residían algunas de las mayores comunidades cátaras, junto con otras establecidas en el norte de Italia, en el reino de Aragón y condado de Barcelona, aunque su enclave principal se encontraba en la región del Languedoc. Se implantó principalmente en los burgos, poblaciones complejas en las que coexistían los señores, caballeros, burgueses y gente del pueblo; pueblos y ciudades con talleres, artesanos y comercio. En 1178 Henri de Marcy, legado del papa, calificó las poblaciones de implantación cátara con el apodo en latín de sedes Satanae —sedes de Satán—.2
Doctrina[editar]
El catarismo se basaba en una interpretación dualista del Nuevo Testamento (rechazaban el Antiguo por ser una crónica de la creación del mundo material por el falso Dios, también denominado Demiurgo). De este modo defendían la existencia de dos principios supremos: el 'Bien' y el 'Mal', siendo el primero el creador de los espíritus y el segundo el del mundo material. También sostenían al matrimonio con fines de procreación, ya que consideraban un error traer un alma pura al mundo material y aprisionarla en un cuerpo sin el apoyo de una familia. Creían en la castidad y en la monogamia como medio de procreacion para tener familias.
Para ellos el mundo era una plasmación de esta dualidad en la que vagaban las almas (espíritus puros creados por el Dios bueno) envueltas en sus cuerpos (materia creada por el Dios malo). Rechazaban el concepto del infierno, siendo el equivalente a este el propio mundo en el cual las almas debían purificarse a través de sucesivas reencarnaciones o transformaciones hasta alcanzar un grado de autoconocimiento que les llevaría a la visión de la divinidad escapando del mundo material al paraíso inmaterial.
Para llegar a este estado predicaban una vida ascética y contemplativa. A los que la seguían se les denominaba «Perfectos» y se les consideraba una especie de herederos o continuadores de las prácticas de los apóstoles teniendo el poder de absolver de los pecados a través de la ceremonia del consolamentum o bautismo , único sacramento en la religión cátara.
Posición de la Iglesia católica[editar]
La doctrina cátara choca radicalmente con la predicada por la Iglesia. Entre otras cosas:
- Niega la existencia de un único Dios al afirmar la dualidad de las cosas (existencia de un Dios malo).
- Niega el dogma de la Trinidad, rechazando el concepto del Espíritu Santo y afirmando que Jesús no es el hijo de Dios encarnado sino una aparición que muestra el camino a la perfección.
- Plantea un concepto del mundo y la Creación diferente (para los católicos el mundo y el hombre son buenos pues son creados por Dios y el pecado viene de la corrupción del hombre en el pecado original).
- Propugna la salvación a través del conocimiento en vez de a través de la fe en Dios.
Además, el modo de vida ascético predicado y practicado por los Perfectos contrastaba con la corrupción y el lujo ampliamente extendidos en la Iglesia católica, representando una amenaza para la supervivencia de las diócesis católicas en un medio rural empobrecido y cansado de diezmos eclesiásticos.
También rechazaban los juramentos, por ser ataduras al mundo material, lo que atacaba a su vez la propia disposición de la sociedad feudal europea, donde dado el analfabetismo reinante casi todas las transacciones comerciales y compromisos de fidelidad se basaban en juramentos.
Por todo ello la Iglesia romana con el papa Celestino III trató de contrarrestar el auge del catarismo mediante una política misionera, multiplicando las fundaciones cistercienses y enviando a predicadores de relevancia como Bernardo de Claraval en el siglo XII.
Ya a finales de dicho siglo, Celestino III fue sucedido por Inocencio III, que por su origen familiar era un gran señor feudal. Creía en la virtud de las armas cuando estaban guiadas por Dios; también era un jurista, formación que había recibido en París y Bolonia. Comprendió que el catarismo había surgido por una carencia de la Iglesia; había pocos clérigos católicos bien instruidos, pocas abadías y obispos; muchos de estos últimos no visitaban sus diócesis más que para recoger impuestos.
El 1 de abril de 1198 escribió a sus arzobispos instándoles a castigar a los herejes cátaros. En 1199 se equiparó la herejía al crimen de lesa majestad; en lo sucesivo, los herejes obstinados serían proscritos y sus bienes confiscados. Esta disposición se extendió a Occitania en julio del año 1200. Instituyó legados y les otorgó plenos poderes: derecho de excomunión, de pronunciar interdicto, de hacerse obedecer por los prelados y, en caso necesario, de sustituirlos por hombres más decididos. Su principal misión consistía en reformar el clero local y combatir la herejía.
Las misiones[editar]
En 1203 Inocencio III designó como legados a dos hermanos cistercienses de la abadía de Fontfroide, Raoul de Fontfroide y Pierre de Castelnau, un jurista de la orden del císter que se conducía con la intransigencia de un juez seguro de la ley que aplicaba. En diciembre se dirigieron a Toulouse donde hicieron jurar al conde que se extirparía la herejía. En febrero de 1204 tuvo lugar una reunión en Béziers presidida por el rey Pedro II de Aragón. El rey se había reconocido vasallo de la Santa Sede pero, en contra de lo que pedían los legados, manifestó que no estaba dispuesto a hacer uso de la espada contra sus vasallos occidentales, sino todo lo contrario.
Unos meses más tarde Arnaud Amaury, abad de Cîteaux, se incorporó a la delegación, pero incluso con el refuerzo de Arnaud Amaury, los legados no obtenían logros. Su presentación no era la más adecuada para alcanzar el éxito que pretendían: recorrían el país en lujosos coches de caballos acompañados de todo un cortejo de servidores. Es lógico el efecto adverso que causaron cuando precisamente el lujo y la suntuosidad era lo que más reprochaba el pueblo occitano a la iglesia romana. En mayo de 1206 los abades decidieron regresar a sus respectivas abadías. En el camino de regreso hicieron una parada en Montpellier y allí coincidieron con dos castellanos que regresaban de Roma. Eran Diego de Acebes, obispo de Osma, y su viceprior, Domingo de Guzmán, posterior fundador de la Orden dominica. Este encuentro fue decisivo. Los legados plantearon sus dificultades: cuando predicaban se les objetaba el comportamiento detestable de los clérigos, pero si se dedicaban a reformar a los clérigos, tendrían que renunciar a la predicación. Los castellanos plantearon la solución: dejar de lado la reforma de los clérigos y dedicarse exclusivamente a la predicación pero, para que esta fuera eficaz, era preciso que cumpliera una condición imperativa: la pobreza, es decir, viajar con humildad, ir a pie, sin dinero, en parejas de dos en dos, imitando las costumbres de los Perfectos cátaros y que antiguamente habían utilizado los apóstoles.3
Poco a poco, los métodos de Diego de Acebes y Domingo de Guzmán lograban sus efectos, convirtiendo a creyentes cátaros e incluso a algunos Perfectos. Diego regresó a Osma y Domingo de Guzmán eligió entonces como compañero a Guillem Claret, clérigo de Pamiers, con el que se instaló en Fanjeaux, el centro mismo de la región, donde convirtió a un grupo de Perfectas y mujeres creyentes cátaras, a las que instaló en el monasterio de Prouilhe, cerca de Fanjeaux, convirtiéndose en un centro educativo y hospitalario de muchachas, a semejanza de las «casas de las Perfectas».
El fracaso de las misiones y el casus belli[editar]
Los logros de Domingo de Guzmán ponían de manifiesto la eficacia de sus métodos, pero se trataba de una predicación larga y difícil que exigía modestia y paciencia, Domingo de Guzmán parecía adaptado a esta situación pero no así los cistercienses que esperaban una conversión en masa y entusiasta y, en lugar de ello, tenían que ir de población en población enfrentándose a los contrapredicadores cátaros que en ocasiones conocían el Evangelio mejor que sus propios clérigos. Para ellos, la campaña de 1207 fue un fracaso.
En este clima, con la herejía en pleno auge y la creciente humillación de la Iglesia Romana ante la pasividad y connivencia de los señores occitanos, solo faltaba una chispa que sirviera de argumento a Inocencio III para tomar las armas. Esta se produjo en la primavera de 1208 con el asesinato del legado papal Pedro de Castelnou en Saint-Gilles (atribuido según las crónicas a una orden del conde tolosano Raimundo VI). El papa pronunció un anatema contra el conde tolosano y declaró sus tierras «entregadas como presa». Esto equivalía a una llamada directa a Felipe II Augusto, rey de Francia, así como a todos los condes, barones y caballeros de su reino para acudir a la cruzada.
Desarrollo de la cruzada[editar]
En esta cruzada se suelen distinguir tres fases.
Una primera etapa, a partir de 1209 y que destacó por episodios de gran violencia como el de la matanza de Béziers. Se enfrentaron fuerzas reunidas por señores vasallos de los Capetos provenientes principalmente de Isla de Francia y del Norte, mandadas por Simón de Montfort, contra parte de la nobleza tolosana encabezada por el conde Ramón VI de Tolosa y la familia Trencavel. Estos últimos, vasallos del rey de Aragón Pedro II el Católico, invocaron la participación directa en el conflicto del monarca aragonés, que resultó derrotado y muerto en el curso de la batalla de Muret en 1213.
En una segunda fase la muerte de Simón de Montfort en el sitio a Toulouse tras el retorno del conde Raimundo VII de Tolosa y la consolidación de la resistencia occitana apoyada por el conde de Foix y fuerzas aragonesas, decidieron la intervención militar de Luis VIII de Francia a partir de 1226 con el apoyo del papa Honorio III. En noviembre de 1226 murió el rey de Francia, pero la cruzada continuó bajo el mando de la regente, su viuda Blanca de Castilla. Los cruzados tomaron Toulouse y se firmó el Tratado de Meaux-París de 1229, en el que se pactó la boda de hija de Raimundo VII de Tolosa con el hermano del rey de Francia, lo que llevaría a la integración del territorio occitano en la corona francesa.
En una tercera y última etapa los abusos de la Inquisición provocaron numerosas revueltas y sublevaciones urbanas y decidió una última tentativa de Raimundo VII a la que tuvo que renunciar a pesar del apoyo de la corona inglesa y de los condes de Lusignan, terminando con la toma de las últimas fortalezas de Montsegur y de Queribus en 1244.
El asesinato de Castelnau y llamada a la cruzada[editar]
En 1207, mientras Domingo y los otros cistercienses predicaban, el legado papal Pierre de Castelnau tomó la iniciativa de plantear un acuerdo general de paz a todos los condes y señores del Languedoc. Pedía la promesa de comprometerse a no emplear judíos en su administración (en intento de evitar préstamos que no fueran eclesiásticos), devolver a las iglesias el dinero no pagado en concepto de tributo, no contratar salteadores y, sobre todo, perseguir a los herejes cátaros.
Al conde Ramón VI de Tolosa le era imposible aceptar estas condiciones sin quebrantar los fundamentos de su poder, de modo que se negó. Fue excomulgado por ello el 29 de mayo de 1207. Decidió entonces prestar juramento y se le levantó la excomunión. Pero, evidentemente, no pudo llevar a cabo las peticiones y fue excomulgado de nuevo en una reunión en Saint-Gilles.
El 14 de enero de 1208, Castelnau fue asesinado cuando se disponía a cruzar el río Ródano, cuando volvía de la reunión de Saint-Gilles. El asesinato no fue ordenado por Raimundo pero sobre él, sus tierras y los señores feudales occitanos con los que mantenía algún tipo de vínculo, cayó toda la responsabilidad. El papa Inocencio III acusó abiertamente al conde de Tolosa. La cruzada militar iba a sustituir a la cruzada pacífica.
En Felipe Augusto, rey de Francia, podía estar la clave política, pero estaba en guerra con el rey de Inglaterra y el reino francés no podía mantener dos ejércitos, uno para defenderse de Inglaterra y otro para perseguir herejes.
El 9 de marzo de 1208, el papa dirigió una carta a todos los arzobispos del Languedoc y a todos los condes, barones y señores del reino de Francia. Un fragmento de esta decía:4
Despojad a los herejes de sus tierras. La fe ha desaparecido, la paz ha muerto, la peste herética y la cólera guerrera han cobrado nuevo aliento. Os prometo la remisión de vuestros pecados a fin de que pongáis coto a tan grandes peligros. Poned todo vuestro empeño en destruir la herejía por todos los medios que Dios os inspirará. Con más firmeza todavía que a los sarracenos, puesto que son más peligrosos, combatid a los herejes con mano dura.
Así, otorgaba a quienes tomaran parte de la cruzada iguales privilegios concedidos para las cruzadas en Tierra Santa: absolución de los pecados y promesa del paraíso para los muertos en combate. Se añadió una cláusula específica suplementaria: las tierras «limpias de herejes» pasarían a ser posesión, de pleno derecho, del cruzado que las hubiera conquistado.
Se formó una numerosa tropa; en un territorio con diferentes señores feudales, mal defendido y poco habitado, la victoria podía parecer fácil a barones habituados a las cruzadas en ultramar. Fundamentalmente la fuerza bélica estaba formada por nobles venidos de Francia, no dispuestos a prolongar su estancia más allá de los cuarenta días reglamentarios de servicio d'Ost.
Simón de Montfort, barón de Amury, proveniente de Isla de Francia, destacaría como jefe militar de la cruzada; Arnaud Amaury, abad de Cîteaux, fue nombrado por el papa jefe religioso de la expedición. La financiación, en un principio, recayó en los prelados, que debían detraer de las poblaciones de sus diócesis el diez por ciento de los ingresos.
La concentración de tropas tuvo lugar en Lyon: 20 000 caballeros, más de 200 000 ciudadanos y campesinos, sin contar al clero. Así lo describe el trovador de la época Guillem de Tudèle; lo cierto es que la llamada concentró a una elevada tropa.
Los cruzados partieron hacia el Mediodía bajando por el valle del Ródano. Raimon Roger Trencavel, vizconde de Carcasona y conde de Béziers, cabalgó a su encuentro en un intento por llegar a un acuerdo con los legados papales. Nada tenía que ver con el asesinato de Pierre Castelnau, pero era sospechoso de herejía y fue rechazado. Trencavel se dirigió inmediatamente hacia Béziers, puso la ciudad y a sus cónsules en estado de defensa, partiendo inmediatamente hacia Carcasona para hacer lo propio.
La cruzada de los barones y la campaña relámpago[editar]
La campaña relámpago[editar]
El 21 de julio de 1209 los cruzados se apostaron delante de Béziers; Simón de Montfort al frente del ejército cruzado atacó la ciudad y exterminó a una parte de la población sin tener en cuenta su filiación religiosa y pronunciando, según la crónica que escribió Cesáreo de Heisterbach más de 50 años después de los hechos, la frase:
¡Matadlos a todos, Dios reconocerá a los suyos!Atribuida a Arnaldo Amalrico, quien fuera legado papal e inquisidor.
Esta primera matanza, de 7000 a 8000 personas, que tuvo lugar principalmente en la iglesia de la Madeleine, no entraba en las costumbres de la época. Está considerada más bien un golpe de efecto o instauración de terror entre la población: causar pánico para evitar resistencia en los señores del Mediodía, según algunos cronistas, aunque otros resaltan el comportamiento y carácter cruel del jefe militar de la cruzada.
Tras la conquista de Béziers, la cruzada avanzó hacia Carcasona, la masacre de Beziers causó efecto y todas las fortalezas y burgos iban capitulando sin ofrecer resistencia.
Los cruzados llegaron a Carcasona el 1 de agosto de 1209. Pedro II de Aragón cabalgó hasta la ciudad solicitando condiciones de paz aceptables para su sobrino Raimon Roger Trencavel. Arnaud Amaury exigió a su vez sus condiciones: solo autorizar a Raimon Roger y doce acompañantes el abandonar la ciudad. Condiciones inaceptables para Trencavel que, con veinticuatro años, moriría en las mazmorras de la que había sido su propia fortaleza una vez tomada la Cité.
Reforzado en su puesto de jefe de los cruzados, Montfort emprende a continuación la conquista de la región de Rasez. Montréal, Preixan, Fanjeaux, Montlaur, Bram van cayendo sistemáticamente a su paso.
Campañas de 1210 y 1211[editar]
Desde ahí pone cerco a Minerve. Es junio de 1210 y a la caída de la villa ciento cuarenta cátaros serán quemados vivos.5 A continuación durante cuatro meses asedia el castillo de Termes y acto seguido el de Puivert que caerá en solo tres días. Tras la caída de estos dos bastiones, Pierre-Roger de Cabaret decide entregar los castillos de Lastours al jefe cruzado a cambio de la liberación de Bouchard de Marly, señor de Saissac.
A finales de ese mismo año Montfort controla el este del Languedoc y es nombrado vizconde de Rasez. Está preparado para adentrarse en los dominios de los dos señores más poderosos de Occitania, los condes de Tolosa y Foix.
Y lo hará precisamente por la villa de Lavaur, a poco más de treinta kilómetros de la ciudad del Garona. El 3 de mayo de 1211 sus tropas entran en la ciudad desatando una feroz represión. El señor Aymeri de Montréal y ochenta de sus caballeros son ahorcados, su hermana Guiraude embarazada es lapidada en el fondo de un pozo y cuatrocientos cátaros quemados vivos.5 A continuación se dirigen a la cercana Toulouse sin conseguir doblegarla. Para entonces Raimundo VI ha pedido ayuda a todos sus vasallos y al rey de Aragón y se dispone a presentar batalla.
La batalla de Muret[editar]
La primera batalla con el bando occitano al completo se produjo en Castelnaudary en septiembre de 1211. El resultado fue incierto y pese a las abundantes bajas ambos bandos reclamaron la victoria para sí; pero solo fue el preámbulo de un enfrentamiento mayor.
Llamado por Ramón VI de Tolosa, Bernard IV de Comminges y Raimundo Roger de Foix, Pedro II de Aragón decide finalmente acudir en ayuda de sus súbditos en verano de 1213. Viene precedido por la aureola de su éxito en la batalla de las Navas de Tolosa en la que había participado junto con los otros reinos cristianos peninsulares.
El 30 de agosto pone cerco al castillo de Muret, a unos veinte kilómetros al suroeste de Toulouse, donde se refugian unos treinta caballeros cruzados. Simón de Montfort que se encontraba en aquel momento en Fanjeaux parte hacia Muret en compañía de otros mil caballeros llegando al mismo la víspera de la batalla.
El 12 de septiembre de 1213 las calles de Muret, estrechas y llenas de barricadas, sirven de refugio a los cruzados ampliamente superados en número por la alianza occitano-aragonesa, que sin embargo acabará sufriendo una derrota sin paliativos.
En un mismo día los occitanos pierden entre 10 000 y 15 000 hombres, además de al rey de Aragón Pedro II, y Foix, Narbona y Comminges pasan a manos de Simón de Monfort. En noviembre de 1215 el Concilio de Letrán IV desposee de sus tierras a Raimundo VI de Tolosa y Raimundo II Trencavel nombrando a Montfort duque de Narbona, conde de Tolosa y vizconde de Carcasona y Rasez, y a Arnaud Amaury arzobispo de Narbona.
La reconquista occitana y la intervención real francesa[editar]
Inocencio III fallece en 1216 y su muerte desencadena una sublevación general en todo el Mediodía. Raimundo VI, que había estado rearmándose en el Condado de Barcelona junto con su hijo Raimundo VII, desembarca en Marsella (el Concilio de Letrán le había conservado sus posesiones provenzales) y retoma la lucha.
En agosto de 1216 derrota por primera vez a Montfort en Beaucaire. Este trata de deshacerse definitivamente de su adversario poniendo asedio a la ciudad de Toulouse, pero el 25 de junio de 1218 una piedra de catapulta lanzada por mujeres desde la ciudad, según cuentan los cronistas, acierta a dar en el general enemigo y lo mata.
Su hijo, Amaury VI de Monfort, le sucede, pero no tenía el genio militar de su padre y es derrotado sucesivamente. En 1221 los cruzados abandonan el cerco de Castelnaudary donde habían encerrado al conde de Foix y huyen a Carcasona. Raimundo VII (su padre muere ese mismo año) se une a Roger-Bernard y recupera sucesivamente Montréal, Fanjeaux, Limoux y Pieusse. Continúa sus conquistas por las regiones de Carcassès y el bajo Razes y, en marzo de 1223, Mirepoix donde se encontraba Guy I de Lévis, Mariscal de la Fe y lugarteniente de Montfort, que deberá huir también hacia Carcasona.
Los cruzados han retrocedido hasta posiciones similares al inicio de la guerra y el nuevo papa Honorio III reacciona excomulgando al joven conde tolosano. Por su parte Luis VIII de Francia, por influencia de su esposa Blanca de Castilla, es convencido para que tome él mismo las riendas de la cruzada. En 1226 desciende con sus tropas francesas el valle del Ródano y somete Aviñón. Advertidos de la presencia de la armada real, los habitantes de Carcasona se rebelan contra la familia Trencavel, que se había vuelto a establecer en la ciudad, y es forzada a replegarse en Limoux. Finalmente tras escribir una carta el 17 de junio de 1227, Trencavel huye a Barcelona dejando sus tierras bajo la protección de Roger-Bernard de Foix.
Derrotado Trencavel y excomulgado Raimundo VII, los occitanos se ven forzados a firmar los humillantes términos del Tratado de Meaux.
No hay comentarios:
Publicar un comentario